domingo, 18 de abril de 2021

18 de abril del 2021: 3er Domingo de Pascua

Una presencia que no se toca



A lo largo de todo este tiempo de Pascua (del 4 de abril al 23 de mayo, 50 días hasta Pentecostés), celebramos a Cristo Resucitado, vencedor de la muerte y del pecado. El odio y la violencia de los humanos no le han paralizado ni frustrado su proyecto. Es el amor que ha triunfado. Hoy, escuchamos testimonios que nos hablan de Él. Para los apóstoles, Jesús estaba muerto, no había más esperanzas posibles. Y he aquí que el primer día de la semana, Él se les une. Para ellos es el comienzo de una grande aventura.


Lectura del santo evangelio según san Lucas (24,35-48):
En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan.
Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: «Paz a vosotros.»
Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma.
Él les dijo: «¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.»
Dicho esto, les mostró las manos y los pies.
Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: «¿Tenéis ahí algo que comer?»
Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos.
Y les dijo: «Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.»
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras.
Y añadió: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.»
Palabra del Señor


A guisa de introducción:
UNA PRESENCIA QUE NO SE TOCA

Vivimos en un mundo donde las comunicaciones ocupan una plaza preponderante. El internet y la telefonía inalámbrica nos permiten tener contactos fáciles y rápidos.
Mismo si las personas están lejos, podemos contactarlas de manera casi instantánea. Aunque estén ausentes, llegan a ser presentes por la voz y lo mismo por la imagen.
Sin embargo a pesar de los grandes avances tecnológicos que nos permiten acercarnos los unos a los otros, parece que el desaliento por la vida, la soledad, el desespero y la pérdida de sentido sean la realidad de un gran número de personas.
Es decir, nuestros medios de comunicación conocen al menos una limitación, aquella de no poder calentar y sanar un corazón frio, vacío, traumatizado, desalentado o herido. Gracias a los medios, la ausencia llega a ser presencia, mismo si esta se presenta finalmente impotente para llenar completamente el corazón.
En el orden espiritual, es lo contrario que se produce.
En el relato de los discípulos de Emaús, la presencia de Jesús llega a ser ausencia, pero no sin antes haber calentado el corazón de los discípulos y de haberlo llenado de alegría y esperanza.
No lo reconocemos siempre, pero el Resucitado camina con nosotros en nuestra ruta cotidiana, Él se interesa en lo que vivimos, Él nos habla al corazón y nos comparte el pan.
Cuando llegamos a reconocer su presencia “intocable e inmaterial”, tomamos conciencia que nuestro corazón arde y está pleno de vida.
El anuncio de la resurrección de Cristo exige un espíritu abierto para poder acoger esta buena noticia con fe y esperanza. Es una experiencia que sacude profundamente nuestra vida, nuestra manera de percibirla y nuestra manera de actuar. El amor de Dios viene plenamente a nuestro corazón gracias al perdón de Cristo sobre la cruz y a la vida nueva que nos abre a la eternidad.


Una ecuación con 4 incógnitas (2)



Aproximación psicológica al texto del evangelio

 Una ecuación con 4 incógnitas
Es imposible cerrarle la puerta a Jesús! Él irrumpe en la vida de sus discípulos en el momento en que ellos no lo esperan, o como dice Juan, en el momento en que tienen “todas las puertas atrancadas o cerradas” (Jn 20,19). En todo tiempo, Jesús conserva el derecho a la iniciativa (o el derecho de admisión que puede reservarse alguno).
Al igual que el Padre Misericordioso de la parábola esperando que su hijo pródigo regrese, pero decidiendo ir Él mismo delante de su otro hijo que se hace “halar las orejas”. Porque Dios no cierra su puerta ni siquiera ante aquel que le cierra la suya, “Él es bueno, para los desagradecidos y malvados” (Lc 6,35).
La Biblia no quiere hacer del ser humano un juguete, y ella insiste sobre su responsabilidad. Todas las amenazas de castigo y de juicio que ella contiene, buscan o tienen como visión salvaguardar esta idea de la responsabilidad del ser humano. Es en este sentido que Juan hace decir a Jesús en el Apocalipsis: “Yo estoy a la puerta y yo toco. Si alguien entiende mi voz y abre la puerta, yo entraré a su casa y yo cenaré con él…” (Ap. 3,20).
Mas esto no nos debe hacer olvidar que Dios no está atado por nada, ni por las dudas, los miedos o los errores de los seres humanos. Cuando se dice que “Dios respeta la libertad del hombre”, es necesario poner mucho cuidado, porque se enuncia una ecuación con 4 incógnitas!
Primera incógnita: Dios. Solo Dios conoce a Dios. Y Job nos pregunta: “pretendes tu auscultar la profundidad de Dios?” (Jb. 11,7).
Segunda incógnita: Respeto. Respetar significa “no intervenir”. Pero quién puede poner una barrera a la intervención de Dios? “tengo piedad de quien quiero, y doy mi preferencia a quien la quiero dar.» (Ex 33,19).
Tercera incógnita: Libertad. Cuando se habla de libertad, es necesario ante todo retener (o tener claro) qué es la libertad de Dios, que consiste justamente en escapar a los cálculos y a las teorías humanas sobre el respeto de la libertad: “¿No tengo derecho a llevar mis cosas (mi bien, mi amor…) de la manera que quiero?” (Mt 20,15).
Cuarta incógnita: Hombre. Solo Dios le conoce, “sé lo que hay en (dentro) del hombre”, “por haberlo tejido en el seno de su madre” (Sal 139,13). Ninguna persona, nadie más que Dios sólo puede saber cómo utiliza su libertad el hombre.

Con seguridad que Dios está presto a respetar la libertad del hombre, es decir, a darle el tiempo y el espacio necesarios para que aprenda a descubrirse y a liberarse, para que aprenda poco a poco el amor. Pero Dios se reserva el derecho de un” proceder excepcional”: pasar a través de las puertas que el hombre cierra sobre (o ante) sí mismo y hacerle sentir su presencia en el centro de su vida, para venir a darle un poco de su paz (v.36) y de su alegría (v.41).


Apertura a la inteligencia de las Escrituras (3)


  Reflexión Central

 “El Señor les abrió el espíritu a la inteligencia de las escrituras”
Lucas nos cuenta 3 relatos de apariciones después de la resurrección. En 2 de ellos- aquel de los discípulos de Emaús y el de hoy- Jesús termina el encuentro con una explicación de las Escrituras teniendo como objetivo que los discípulos puedan comprender lo que pasa. “Entonces Él les abrió el espíritu a la inteligencia de las Escrituras”
El hecho que uno esté presente en un evento no quiere decir que hemos comprendido lo que sucede. T. S Eliot (1888-1965) el gran poeta estadounidense le hacía decir a uno de sus personajes: “hemos vivido la experiencia pero no hemos captado el sentido”. Es lo que le ocurre a los discípulos con la muerte y la resurrección de Cristo. Ellos han vivido la experiencia pero todo esto no tenia para ellos ningún sentido, hasta que Jesús les abre el espíritu a la inteligencia de las escrituras.
Los discípulos de Emaús son un bello ejemplo de este fenómeno de no- comprensión. Ellos estaban presentes en Jerusalén durante el proceso de la condenación y muerte de Jesús. La mañana de Pascua, ellos encontraron las mujeres que habían hallado la tumba vacía. Ellos sabían que Pedro y Juan habían ido a la tumba y no habían hallado el cuerpo de Jesús.
A pesar de todo eso, ellos pierden toda esperanza y deciden regresar a su pueblo. En el camino, Jesús se les une pero no saben que es Él. Ellos le cuentan lo que ha sucedido en Jerusalén y de sus esperanzas defraudadas. No es sino hasta cuando el Señor les explica las Escrituras y que comparte el pan con ellos que lo reconocen y que comprenden el sentido de los sucesos (eventos, hechos).
Cristo Resucitado nos invita a nosotros los creyentes que somos a leer las Escrituras para conocer mejor a Dios y comprender el sentido de nuestra vida. Las Escrituras nos ayudan a ver con más profundidad. Ellas se dirigen no solamente a nuestra inteligencia sino también a nuestro corazón. “El corazón tiene sus razones que la razón no entiende”, decía Pascal. Alli, donde algunos no ven más que una gota de agua, el investigador y el científico descubren todo un mundo de moléculas, de bacterias, de vida microscópica. Allí donde no vemos más que una realidad cotidiana, el poeta, el artista, ven un mundo de belleza y poesía.
Los antiguos decían que no hay cristianos sin la meditación de la Escritura. La Palabra de Dios debe llegar a ser para nosotros una comida diaria. Tenemos necesidad de ella para reforzar nuestra fe y encontrar cada vez de nuevo el verdadero sentido de nuestra existencia. Daniel-Ange, un autor italiano, decía: “La Palabra de Dios debe ser gustada en el silencio, escrutada por el estudio, asimilada en la oración, celebrada en la liturgia, vivificada y recreada en la vida fraternal, anunciada en la misión…hasta que llegue a convertirse en nuestra lengua maternal”.
La Palabra de Dios puede aclarar (iluminar) el conjunto de nuestra existencia, con sus alegrías, sus penas, sus esperanzas, sus desalientos o frustraciones, sus limitaciones, sus enfermedades y sus muertes trágicas o anunciadas. La Palabra de Dios llega a ser para quienes la saben leer, una Palabra de sabiduría, de consolación, de coraje y de hermandad (o fraternidad). Ella nos alimenta domingo a domingo, semanalmente (a algunos diariamente) y nos aporta la alegría, la serenidad y la paz.
Escuchar la Palabra de Dios es abrirse a ella de modo que sea creadora en nosotros y esto es entrar en el gran ciclo de la fecundidad divina.
Ya el profeta Isaías decía con respecto a esta Palabra: “como la lluvia y la nieve caen del cielo y no vuelven a subir sin haber irrigado la tierra, haberla fecundado y hacerla germinar, para que ella de semilla al sembrador y el pan comestible, de igual modo la Palabra que sale de mi boca no volverá a mi sin resultado, sin haber hecho lo que yo quería y cumplido su misión” (Isaías 55,10-11).
En nuestros encuentros comunitarios del día del Señor (o séase el Domingo), la Palabra de Dios y el compartir del pan hacen que la presencia de Cristo sea activa y o dinámica en nosotros.
“El Señor abre nuestro espíritu y nuestro corazón a la inteligencia de las Escrituras”.


twitter: @gadabay

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