sábado, 24 de abril de 2021

25 de abril del 2021: 4o Domingo de Pascua (B)

Pastores con Él

Jesús Resucitado adopta el rostro del Buen Pastor. El vela por nosotros, las ovejas de su redil, y quiere conocernos mejor. Además, Él nos invita a adoptar la actitud pastoral de la cual hace prueba no solamente con sus cercanos sino también con las personas que no están todavía dentro de su “rebaño”.



Lectura del santo evangelio según san Juan (10,11-18):

En aquel tiempo dijo Jesús: «Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estragos y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre.»
Palabra del Señor




A guisa de introducción:

Responsables de (la) humanidad  (para vivir y hacer vivir)

La imagen del Pastor significaría poca cosa para nosotros si no estuviéramos familiarizados con la Biblia…

Vemos evolucionar los pastores tanto en el Antiguo como Nuevo Testamento, textos todos impregnados de la manera de hacer del Oriente. La vida pastoral ha marcado tanto la experiencia de Israel que las relaciones entre Dios y su pueblo, son a menudo comparadas con un pastor y su rebaño. Ya el Antiguo Testamento en el Salmo 23 compara a Dios con un pastor y al pueblo de Israel con sus ovejas.

Pasto y pastor en español se parecen…el pastor es aquel que tiene a su cargo el cuidado de un grupo de bestias (rebaño, hato), es decir hace « pastar », comer pasto…para que se alimenten, estén bien, crezcan, se fortalezcan sus animales…Pero además las protege de las amenazas naturales (tiempo inclemente, bestias salvajes como el lobo).

En la religión cristiana (yo prefiero decir "estilo de vida cristiano")  es muy común la comparación de la comunidad de los que siguen a Cristo con un rebaño, o sea un grupo de ovejas…

En el catolicismo el pastor (padre, sacerdote) se diferencia de los fieles. Para los Protestantes cristianos el pastor es el ministro del culto…En general según las jerarquías eclesiásticas, Pastor es el guía de una colectividad, y así es tanto pastor el Papa, como el obispo, el diácono, o un laico (sin ordenes sagradas).

En nuestros días también se habla de la PASTORAL, y entonces la entendemos como todo aquello que se realiza, se hace por el bien integral de una comunidad de creyentes cristianos: la celebración de la Palabra y sacramentos  (liturgia), la enseñanza de la doctrina (catequesis), el ejercicio de la caridad.

Y en el, y por el Bautismo, se entiende ampliamente más los affaires del PASTOR, en cuanto cada bautizado se convierte en :

1.     SACERDOTE (hace el sacrificio, celebra la Liturgia, festeja la fe),
2.     PROFETA (Anuncia y enseña la Palabra),  y
3.     REY (guía, gobierna, administra bienes, ejerce justicia, hace patente la caridad).

El evangelio de este domingo nos habla de Jesucristo como el Buen Pastor, nos presenta al Hijo de Dios como el guía por antonomasia de los que creen en Él (su rebaño) y del resto de la humanidad (“otras ovejas que no son de este redil”). Jesús ha retomado esta imagen a su propia cuenta y riesgo. El es el Buen Pastor que da la vida por las ovejas que le ha confiado el Padre.

Tras sus pasos, la Iglesia (Asamblea, comunidad de sus amigos, de quienes creemos en Él) quiere continuar la obra de salvación y comprometerse sobre la misma ruta, camino, vía de las actitudes y gestos pastorales.

Los diferentes ministerios y carismas que se desarrollan en el seno de las comunidades las hacen dinámicas, vivas, y si les es posible de vivir inspirados por la Palabra de Cristo y alimentados por su Cuerpo y Sangre (Eucaristía), ellas entonces están llamadas a transmitir su vida. Tal es el sentido de esto domingo de la oración por las vocaciones que celebramos este 4º domingo de Pascua.

Así, ejercer el pastoreo o poner en práctica la pastoral no es más que ser RESPONSABLES DE HUMANIDAD.

En nuestros tiempos modernos, caracterizados por el individualismo (“importo yo y nada más”)  o la proclamación de una falsa libertad (“hago lo que se me venga en gana”) e independencia ilusa (“No tengo que rendirle cuentas a nadie”), la vivencia de una pastoral, corresponsabilidad con Dios sobre el mundo no es tan evidente…Nuestra pastoral se ha convertido por tiempos en apología (defensa de los valores y principios, enseñanzas de la fe cristiana), hoy más que nunca se refleja en la lucha y combate por mantener viva, actual y transformante la Palabra de Dios, la enseñanza,  práctica y vivencia de los sacramentos como “claves de la existencia”.

Así ser pastor en un mundo y sociedad que se declaran autónomas, libres y que degeneran en relativistas (“todo se vale, nada es paradigma, todo y nada es verdad”) parece ser “insensato”, “cosa de locos”, una “vaina trasnochada”.

Si de algo adolecemos hoy es de la ausencia de pastores convencidos, de guías con determinación, de profetas valientes y audaces. Los primeros pastores que están en crisis de autoridad hoy, que no saben cómo guiar y dar el ejemplo correcto a sus hijos son los padres de familia…Su responsabilidad les pesa y a muchos les aparece “pesada”…”Porque para dar ejemplo es necesario privarse de muchas cosas, no ser egoísta, (“sacar tiempo y no solo dinero para invertir en los hijos”).

Las comunidades inspiradas, guiadas y alimentadas por Cristo están ahí “para vivir y hacer vivir”. Con Jesús es toda una vida que se comunica por:
1.     Relaciones fraternales renovadas;
2.     Un lugar para los pobres y extranjeros, los no creyentes:
3.     Una vida comprometida en el seguimiento de Jesús


****


La imagen del pastor llegaría a adquirir, desde el inicio mismo del cristianismo, tal entidad que toda la tarea de la Iglesia habría de recibir la denominación de “pastoral”, incluidos los responsables de la misma, a quienes se designaría “pastores”.
¿A qué se debe que esa misma imagen hoy provoque indiferencia o rechazo? Al propio cambio sociocultural. Para empezar, es comprensible que  imágenes propias de una cultura agraria no sean significativas para quienes vivimos en una sociedad industrial avanzada; se ha perdido la referencia.
Pero no es solo que no sea significativa. Provoca incluso rechazo de entrada porque, en nuestra cultura, evoca actitudes de dominio o, al menos, de paternalismo y del correspondiente “borreguismo”. Poder y sumisión son realidades correlativas, que se reclaman y se sostienen mutuamente. Traigo un texto de José Antonio Marina que lo expresa con claridad:
En las sociedades orientales antiguas –Egipto, Asiria, Judea- el arquetipo del gobernante es el pastor, que guía y conduce a sus ovejas. Basta que el pastor desaparezca para que el ganado se disperse. Su papel consiste en salvar al rebaño. Esta figura del monarca implica una figura correlativa del súbdito. Es una oveja que no puede dirigir sus actos, no sabe dónde están los pastos y, si no fuera por el pastor, se perdería y se la comería el lobo. Resulta cuando menos anacrónico que la figura del pastor siga usándose en la pastoral cristiana”.

 


Aproximación psicológica al texto del evangelio: (2)

Yo no trabajo por dinero!


No hay nada deshonroso en trabajar por el dinero.

En la parábola de los obreros de la última hora Jesús nos presenta trabajadores que intercambian sus servicios por una suma de dinero y no hay nada que nos deje entender que haya algo a reprochar o a condenar (Mateo 20,1-16). Lo que denuncia el evangelio no es el hecho de trabajar por dinero sino el hecho de vivir para el dinero (Lucas 16,13).

Pero aquel que solo trabaja por la pecunia (la lana, la plata...) no tiene una fuerte implicación personal en su trabajo y arriesga de no preocuparse seriamente de los bienes, de los animales o de las personas que le han sido confiados: “ellos les importa poco”, dice Jesús (v.13). Él puede abandonar o renunciar al trabajo de una manera relativamente concienzuda, pero no más.

El no hace nada más que lo previsto en su contrato laboral o en su convención colectiva.

"Yo no soy así- dice Jesús- Yo no trabajo por dinero ni por otra ventaja imaginada, material o psicológica. He reunido algunos discípulos porque para mi tenia sentido hacerlo, hemos aprendido a conocernos y yo me siento responsable de ellos ahora. Lo que hemos vivido juntos, he querido ofrecerlo a otros, los descubrimientos que he hecho, quiero compartirlos con todos."

Mas esta critica psicológica no toma toda su fuerza sino cuando la critica política viene agregarse a ella. Si asociamos este pasaje a lo que precede, encontramos en efecto una critica a la manera de ejercer el poder que se relaciona de cerca con la Palabra de Jesús en Marcos 10,42-45: “Los grandes tienen las naciones bajo su dominación. No debe ser así para ustedes. Al contrario, si alguien quiere ser grande entre ustedes, que él sea su servidor (…) porque el Hijo del Hombre no ha venido para ser servido sino para servir y dar su vida por la multitud”.

En el versículo 10, Jesús dice: “el ladrón no viene sino para robar…yo he venido para que los hombres tengan la vida…”

Sucede a menudo que los jefes se hagan servir y que hagan sentir su poder sobre los demás. Más aun todavía, ellos se sirven mismo los bienes que administran y las numerosas ocasiones (oportunidades ) que les son dadas.

El poder que tengo, no es así como lo ejerzo,  dice Jesús. Yo no me centro sobre mi propia ventaja, sino en la vida del otro, “yo he venido para que los hombres y las mujeres vivan, y que vivan intensamente (en abundancia)” (Jn 10,10).

Este es el género de poder que Dios mismo ha querido ejercer sobre su pueblo, en el Antiguo Testamento: un poder centrado en el crecimiento del otro, y no en las necesidades del jefe: “la bestia perdida yo la buscaré, (…) la enferma, yo la curaré…” (Ez 34,16).

Y es a esto a lo que Jesús se ha sentido llamado (“Yo suscitaré a la cabeza de mi rebaño un único pastor; él te hará pastar…” Ez 34,23) y esto llegará a ser la aventura global de su vida, hasta el don de él mismo.

He aquí en fin el tipo de relación que Jesús desea sus discípulos tengan entre ellos, tal como Juan lo ha comprendido: “nosotros también debemos dar la vida por nuestros hermanos”(1 Jn 13,16).



Reflexión  Central      (3)

Yo conozco mis ovejas


Cada año en el 4o domingo de Pascua, la liturgia nos habla del buen Pastor, utilizando cada vez un texto diferente del evangelio del capitulo 10, capitulo que uno lee en integridad durante los 3 años.

El símbolo del pastor que conduce su rebaño está presente en todo el Antiguo Oriente para designar los reyes y los jefes de clan (grupo familiar o étnico). En la Biblia, esta imagen se aplica también a Dios, el Pastor de su Pueblo: “He aquí  vuestro Dios que viene: como un pastor, hace apacentar su rebaño; Él reúne las ovejas dispersas, él carga en sus espaldas los corderillos, procura frescor a las ovejas que le siguen” (Isaías). “El Señor es mi pastor, nada me falta (Salmo 22). Jesús mismo se presenta como “el buen pastor”.

La comparación era fácil de comprender para un  pueblo de nómadas en marcha hacia la Tierra Prometida. Sus más grandes jefes habían sido pastores: Abraham y sus rebaños, Moisés, pastor en el desierto que recibe la revelación de la zarza ardiente, David que guarda las ovejas de su padre en Belén.

En el antiguo oriente, el pastor no era un personaje romántico como se nos representa frecuentemente hoy. El Pastor era un hombre de coraje, que sabia defender sus ovejas de los animales salvajes y de los ladrones. En el primer libro de Samuel 17, 34-36, David dice al rey Saul quien quería impedirle combatir contra el gigante Goliat: “cuando yo apacentaba las ovejas de mi padre y en eso venia un león o un oso que se llevaba una oveja del rebaño, yo lo perseguía, lo golpeaba y se la arrancaba de sus fauces. Y si él venia contra mi yo le tomaba y lo golpeaba hasta matarlo”.

En el cristianismo la representación de Cristo, el Buen Pastor se encuentra por todos lados : en las catatumbas, en las casas de los cristianos, en sus salas de reunión. Es una de las primeras imágenes del Señor Resucitado y nuestra « práctica pastoral » ha tomado su nombre de esta representación del Señor, el Pastor de su Pueblo. Todavía hoy, los obispos utilizan el cayado, bastón o báculo del Pastor como símbolo de su ministerio pastoral.

El Buen Pastor, es aquel que permite  que aquellos que se les ha sido confiados “vivan plenamente”.  Por eso, el versículo que precede el texto de hoy  dice claramente : « He venido para que ellos tengan la vida y la vida en abundancia » (Jn 10,10).

San Juan, en su evangelio, pone el acento en la individualidad de cada quien y la importancia que tenemos para Dios“Yo soy el Buen Pastor. Yo conozco mis ovejas y mis ovejas me conocen”. Cuando alguien es importante para nosotros, conocemos su nombre, que se trate de miembros de nuestra familia, de nuestro grupo de amigos, de nuestros colegas, de personas de nuestro alrededor o ambiente. El conocimiento de una persona nos permite amarla y respetarla.

El odio, al contrario, destruye la individualidad, y reagrupa las personas dándoles una etiqueta negativa. Es entonces mucho más fácil   luchar contra ellas y eliminarlas. Los prejuicios y el odio reducen un grupo a una etiqueta, una abstracción. No se conoce más el nombre de las personas, ellas no tienen rostro, no sabemos más quienes son. Un ejemplo extremo de este comportamiento se dio en los campos de exterminación nazi durante el tiempo de Hitler (en la 2ª guerra mundial). La Gestapo tatuaba un número sobre los brazos de los prisioneros judíos. Ellos no eran más individuos o personas, sino enemigos del estado, sin rostro, sin personalidad propia. Se convertían en prisioneros con un número de identificación. Esto continúa ocurriendo en nuestros días en muchas prisiones. Los números y las categorías hacen el odio, la tortura y la muerte mucho más fácil.   

Siempre será peligroso agrupar la gente en categorías preconcebidas o ya totalmente hechas: “los judíos”, “Los musulmanes”, “los católicos”, “Los protestantes”, “los negros”, “los homosexuales”, “las prostitutas”, etc.

En el evangelio de hoy, el Señor rechaza esta negación de la persona. El conoce sus ovejas y las llama por su nombre. El Buen Pastor es el Dios de los judíos, de los samaritanos, de los musulmanes, de los hindúes, de los cristianos: “todavía tengo otras ovejas que no son de este rebaño”.

El Buen Pastor es aquel que se preocupa, que se toma el tiempo de conocer, que responde a las necesidades de una sola persona a la vez: María Magdalena, Zaqueo, la cananea, el buen ladrón, el paralítico, la samaritana, el leproso, Mateo, Nicodemo, el ciego de Jericó, etc.

En este domingo del Buen Pastor, estamos invitados a marchar sobre las huellas del Señor, a ser buenos pastores y pastoras para la gente que nos rodea.

Al final de nuestra vida, esperamos que se podrá decir de nosotros lo que se ha dicho de Cristo: “Él ha pasado su vida haciendo el bien y ayudando a los demás a tener vida y la vida en abundancia”.




OBJETIVO-VIDA de la semana:

Informarme sobre otras comunidades cristianas presentes en mi barrio o ciudad.

Contactar un organismo cristiano de mi comunidad y en la medida de mis posibilidades, ofrezco mi ayuda
para participar en su misión. 



Otra entrada anterior sobre este mismo evangelio:


Del PADRE CALIXTO:


 

1. EL ÚNICO PASTOR


“Dijo Jesús: Yo soy el buen Pastor que da la vida por sus ovejas. Yo conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí”. San Juan, cap. 10.

En su “Elogio de los Oficios”, Carlos Castro Saavedra nos quedó debiendo una alabanza para los pastores. Hubiera podido escribir que “ellos arropan los caminos y praderas con vellones de nieve, mientras le cuelgan a la brisa los arpegios de sus gaitas.
No conocen las horas matemáticas. Su tiempo es suave y continuo, como la piel de un recental. Son expertos en paciencia y mansedumbre, porque cultivan en el alma ternuras maternales para los corderitos recién nacidos y las ovejas díscolas”.
Pero en los tiempos de Jesús, los pastores eran tenidos por seres despreciables y de mala reputación. En parte, la suciedad obligada de su tarea en regiones sin agua, en parte su vida errante y solitaria, les habían acarreado las desconfianza de todos.
Por esto el Señor se define como un pastor bueno. Le importan las ovejas y es capaz de dar la vida por ellas. Las conoce una a una, las llama por su nombre. Desea también llamar a otras ovejas que no son de su redil, para que formen un solo rebaño bajo un mismo pastor.
En esta descripción hay un rasgo que nos conmueve: El conoce a cada oveja por su nombre. Dios sabe mi historia personal, esa que llevo cosida sobre la piel del alma. Conoce de mis miedos y vacilaciones. Entre muchas, distingue mi voz cuando le pido auxilio. Y añade un autor:
“Yo sé que aunque me encontrase de noche, malherido, medio sepultado en la nieve, entre otros mil combatientes moribundos, mi perro vendría hacia mí, sin perdida de tiempo, sin confusión posible.
Yo sé también que en el último cabo del mundo, perdido entre la muchedumbre, el Señor me reconocería, llamándome por mi nombre, según las tiernas claves que guardamos en secreto”.
La imagen de Jesús como pastor nos lleva a pensar en la comunidad creyente, donde muchos tienen el oficio de acompañarnos, guiándonos hacia verdes pastos y frescas aguas. Son ellos los ministros de la Iglesia, pero además los padres de familia, los educadores, los responsables de la sociedad civil.
Pero este pastoreo no se puede reducirse a las ovejas fieles, porque son numerosas las extraviadas. Sin embargo, los discípulos de Cristo nos limitamos, casi siempre, a una pastoral de conservación. Repetimos esquemas anteriores, centrados en un culto devocional y rutinario. Nuestras comunidades no anuncian, no convocan, no atraen. Sus recursos se agotan en mantener el orden establecido y las costumbres heredadas.
En cambio, el Evangelio nos enseñó desde su inicio a traspasar fronteras. Más allá de nuestra mirada y nuestra imaginación está “el hombre trágico en sus propios dramas, como nos dijo Paulo VI al clausurar el Vaticano II, el superhombre de ayer y de hoy, frágil y falso, egoísta y feroz. El hombre descontento de sí, que ríe y llora.
El hombre versátil, dispuesto a declamar cualquier papel. El hombre rígido que cultiva solamente la realidad científica. El que alaba los tiempos pasados y el que sueña en el porvenir”. A todos ellos es urgente invitarlos a formar un solo rebaño, bajo el único Pastor.

2. SE CAMBIAN ALEGRÍAS


“Dijo Jesús: Tengo además otras ovejas que no son de este redil. También a esas las tengo que traer y habrá un sólo rebaño y un solo Pastor”. San Juan, cap. 10.
“Cambio mi vida -nos dice León de Greiff, poeta colombiano-, por lámparas viejas, por la escala de Jacob, por su plato de lentejas...”. Nosotros también cambiamos nuestra vida, nuestro cansancio, por un trozo de dicha, por una onza de felicidad.
A veces lo logramos. Otras, regresamos vencidos, porque fue inútil nuestra empresa.
La juventud madruga cada día a conquistar felicidad.
Unos pretenden hallarla en territorios donde nunca crece. Solamente la encuentran quienes la buscan en el servicio a los demás.
Vemos hoy, con alegre sorpresa, cómo hay jóvenes que se orientan hacia la vocación sacerdotal, hacia la vida religiosa, hacia un trabajo laical comprometido con el Evangelio.
Cada vocación se distingue de las demás por los valores que promueve. Ser sacerdote, ser religiosa, es gastar la vida en la promoción de la fe y de la caridad.
Nos engrandece el acercarnos al hermano, sin esperar inmediata recompensa.
El sacerdote y la religiosa sirven a todos, especialmente a los más pobres, en forma desinteresada y generosa.
Su trabajo no toca solamente la periferia del hombre: Su salud, su vivienda, sus derechos, su economía, sus relaciones sociales, su ambiente físico.
Llega más allá, a su espíritu.
Trata de ayudarlo en lo más hondo de su ser y lo proyecta más allá de la muerte.
Cristo les dice a sus oyentes: “Tengo otras ovejas que no son de este redil. También a esas las tengo que traer”. Por eso sigue llamando a quienes quieran ayudarlo.
Aquella joven que ya termina carrera, se asocia con unas religiosas que trabajan en un barrio pobre. Un muchacho sobresaliente en su universidad, busca de pronto una comunidad misionera.
A otros les llama la atención un servicio particular a la Iglesia: El sacerdocio diocesano, la ayuda a los enfermos, la enseñanza, la predicación, los medios de comunicación, la vida contemplativa.
A éstos les impresionan los barrios marginados de nuestras ciudades. Sufren en carne propia las injusticias sociales, se sienten llamados a evangelizar el mundo obrero, a llevar el mensaje a los grupos campesinos.
Dios continúa llamando. Un día invita a Andrés, a Pedro, a Felipe, a Natanael.
Hoy llama por nuestros pueblos y ciudades a Juan Carlos, a Luz Marina, a Santiago, a Cecilia, a Gabriel.
Quienes le siguen llevan a cabo, en forma inteligente y decidida, un admirable intercambio de alegrías. Entregan alegrías de todos conocidas, comunes y a veces demasiado pasajeras, a cambio de otras inefables, especiales y sobre todo, permanentes.

3. ESPERANZA, ALEGRÍA DE VÍSPERAS


“Yo soy el Buen Pastor... tengo además otras ovejas que no son de este redil; a esas las tengo que traer”... San Juan, cap.10.
Cuando el Papa Juan Pablo II iniciaba su ministerio pastoral, pudimos escuchar su voz firme y cálida, que decía a todos los jóvenes del mundo:
“Vosotros sois la esperanza de la humanidad. Vosotros sois la esperanza de la Iglesia. Vosotros sois, mi esperanza!”.
Hoy podemos unir estas palabras con las del Evangelio: “Yo soy el Buen Pastor... y tengo además otras ovejas que no son de este redil; a esas las tengo que traer”. En este domingo todas las comunidades católicas del mundo están orando y pensando en sus sacerdotes: Es la Jornada Mundial de las Vocaciones.
Ser sacerdote es emplear la vida en el servicio de los demás, en relación con la fe y los sacramentos.
Ser sacerdote no es una evasión, no es entregarse a un mito, a una utopía. Es ayudar al hombre a realizar su dimensión religiosa. Es vivir plenamente lo humano, iluminado por la luz de Cristo.
Yo he conocido sacerdotes felices. Su vida no es noticia, porque son modestos y callados y porque la paz no hace ruido ni golpea los teletipos de las agencias informativas. Encontraron su realización en el estudio de la palabra de Dios, en la enseñanza de la fe, en la administración de los sacramentos, en el servicio, sobre todo a los más necesitados.
He conocido sacerdotes entregados a la obra misionera de la Iglesia. También son felices. Han buscado aquellos grupos humanos en donde Cristo no ha sido anunciado. Renunciaron a una familia, a su patria, a sus propias costumbres, a su lengua,
pero hallaron otra familia tan numerosa como las estrellas del cielo, como las arenas del mar. He hablado con los misioneros, he escuchado sus historias y los he visto plenamente hombres y enteramente cristianos.
Ser sacerdote en el mundo de hoy vale la pena. Ojalá este mensaje llegue a muchos jóvenes: Bachilleres, universitarios, obreros, empleados, campesinos, soldados. Ojalá muchos sientan hoy en la posibilidad de servir a la Iglesia como ministros de los sacramentos y animadores de la fe.
Pensemos en nuestros sacerdotes. A veces están muy solos porque los seglares no entendemos su ministerio. Creemos que la Iglesia depende solamente de ellos y nos les ofrecemos nuestra colaboración. Sin embargo, ellos son sacerdotes para nosotros, y es cristiano demostrarles nuestro agradecimiento cariñoso.
¿Por qué no saludarlos hoy, aunque sea por teléfono? Cada familia tiene un párroco, o un sacerdote amigo, aquel que nos casó, aquel que ha bautizado a nuestros hijos, aquel a quien hemos acudido en nuestros problemas de hogar. ¿Por qué no hacerle comprender, este domingo, que agradecemos su servicio y su ministerio?
Ellos se han propuesto ser como el Buen Pastor. Ayudémoslos con nuestro afecto, nuestro respaldo y nuestra oración.
Recemos para que la esperanza de Juan Pablo II se cambie pronto en alegría y gozo. Para que muchos jóvenes entiendan la grandeza de la vida cristiana, la importancia del servicio sacerdotal, Para que la Iglesia abunde en buenos pastores al servicio de toda la humanidad.




REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS:


Pequeño misal  “Prions en Église, edición Quebec, 2012

HETU. Jean-Luc. Les Options de Jésus

Reflexión del P. Allard en http://cursillos.ca


Twitter:  @gadabay

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