martes, 21 de noviembre de 2017

22 de noviembre del 2017, miércoles de la 33a semana del TO o Santa Cecilia


La fe, el evangelio, la vida de Cristo  son ricos dones que hemos recibido para trabajar, producir y negociar con ellos, como dice el evangelio. No podemos simplemente dar nuestra fe por sentada. Somos administradores de los bienes del Reino. Un buen administrador no solamente guarda lo que el amo le da, sino que lo invierte para que produzca más. Al que tiene, más se le dará. Ésta es la presentación de Lucas de la parábola de los talentos. ¿En qué medida es productiva nuestra fe?



Primera lectura
Lectura del segundo libro de los Macabeos (7,1.20-31):

En aquellos días, arrestaron a siete hermanos con su madre. El rey los hizo azotar con látigos y nervios para forzarlos a comer carne de cerdo, prohibida por la Ley. Pero ninguno más admirable y digno de recuerdo que la madre. Viendo morir a sus siete hijos en el espacio de un día, lo soportó con entereza, esperando en el Señor.
Con noble actitud, uniendo un temple viril a la ternura femenina, fue animando a cada uno, y les decía en su lengua: «Yo no sé cómo aparecisteis en mi seno; yo no os di el aliento ni la vida, ni ordené los elementos de vuestro organismo. Fue el creador del universo, el que modela la raza humana y determina el origen de todo. Él, con su misericordia, os devolverá el aliento y la vida, si ahora os sacrificáis por su ley.»
Antíoco creyó que la mujer lo despreciaba, y sospechó que lo estaba insultando. Todavía quedaba el más pequeño, y el rey intentaba persuadirlo, no sólo con palabras, sino que le juraba que si renegaba de sus tradiciones lo haría rico y feliz, lo tendría por amigo y le daría algún cargo. Pero como el muchacho no hacía ningún caso, el rey llamó a la madre y le rogaba que aconsejase al chiquillo para su bien.
Tanto le insistió, que la madre accedió a persuadir al hijo; se inclinó hacia él y, riéndose del cruel tirano, habló así en su idioma: «Hijo mío, ten piedad de mí, que te llevé nueve meses en el seno, te amamanté y crié tres años y te he alimentado hasta que te has hecho un joven. Hijo mío, te lo suplico, mira el cielo y la tierra, fíjate en todo lo que contienen y verás que Dios lo creó todo de la nada, y el mismo origen tiene el hombre. No temas a ese verdugo, no desmerezcas de tus hermanos y acepta la muerte. Así, por la misericordia de Dios, te recobraré junto con ellos.»
Estaba todavía hablando, cuando el muchacho dijo: «¿Qué esperáis? No me someto al decreto real. Yo obedezco los decretos de la ley dada a nuestros antepasados por medio de Moisés. Pero tú, que has tramado toda clase de crímenes contra los hebreos, no escaparás de las manos de Dios.»

Palabra de Dios


Salmo
Sal 16,1.5-6.8.15

R
/. Al despertar, Señor, me saciaré de tu semblante

Señor, escucha mi apelación,
atiende a mis clamores,
presta oído a mi súplica,
que en mis labios no hay engaño. R/.

Mis pies estuvieron firmes en tus caminos,
y no vacilaron mis pasos.
Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío;
inclina el oído y escucha mis palabras. R/.

Guárdame como a las niñas de tus ojos,
a la sombra de tus alas escóndeme.
Pero yo con mi apelación vengo a tu presencia,
y al despertar me saciaré de tu semblante. R
/.



(Lucas 19, 11-28)  Jesús lo concede: los banqueros están bien ubicados para hacer fructificar el dinero. Pero cómo hacer fructificar el amor? Probablemente es necesario aprender a invertir en obras que porten frutos que permanezcan.


Lectura del santo evangelio según san Lucas (19,11-28):

En aquel tiempo, dijo Jesús una parábola; el motivo era que estaba cerca de Jerusalén, y se pensaban que el reino de Dios iba a despuntar de un momento a otro.
Dijo, pues: «Un hombre noble se marchó a un país lejano para conseguirse el título de rey, y volver después. Llamó a diez empleados suyos y les repartió diez onzas de oro, diciéndoles: "Negociad mientras vuelvo." Sus conciudadanos, que lo aborrecían, enviaron tras él una embajada para informar: "No queremos que él sea nuestro rey." Cuando volvió con el título real, mandó llamar a los empleados a quienes había dado el dinero, para enterarse de lo que había ganado cada uno. El primero se presentó y dijo: "Señor, tu onza ha producido diez." Él le contestó: "Muy bien, eres un empleado cumplidor; como has sido fiel en una minucia, tendrás autoridad sobre diez ciudades." El segundo llegó y dijo: "Tu onza, señor, ha producido cinco." A ése le dijo también: "Pues toma tú el mando de cinco ciudades." El otro llegó y dijo: "Señor, aquí está tu onza; la he tenido guardada en el pañuelo; te tenía miedo, porque eres hombre exigente, que reclamas lo que no prestas y siegas lo que no siembras." Él le contestó: "Por tu boca te condeno, empleado holgazán. ¿Conque sabías que soy exigente, que reclamo lo que no presto y siego lo que no siembro? Pues, ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco? Al volver yo, lo habría cobrado con los intereses." Entonces dijo a los presentes: "Quitadle a éste la onza y dádsela al que tiene diez." Le replicaron: "Señor, si ya tiene diez onzas." "Os digo: 'Al que tiene se le dará, pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene.' Y a esos enemigos míos, que no me querían por rey, traedlos acá y degolladlos en mi presencia."»
Dicho esto, echó a andar delante de ellos, subiendo hacia Jerusalén.

Palabra del Señor


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El libro de los mártires de Israel

El Segundo Libro de los Macabeos, al que saltamos hoy, no es un segundo volumen que contaría la sucesión de los eventos del primero, sino que mira de una manera más detallada los sucesos que se desarrollan en el inicio del primer libro. Narra lo que pasó entre los años 180 y 160 A.C, cuando una parte del pueblo judío se rebela contra la política de ocupación de los reyes seleúcidas de Siria sobre su territorio. Describe los ataques contra los judíos y contra su fe. Cuenta los combates de Judas Macabeo por la defensa del templo de Jerusalén y por la protección de sus hermanos judíos.
En el pasaje que leemos o escuchamos hoy, vemos cómo el ejemplo de integridad dejado por Eleazar a los jóvenes (6,28) no ha sido perdido. Las mujeres y los hijos están dispuestos a morir con tal de permanecer fieles al Señor que les ha dado la Ley. El coraje con el cual la madre y sus siete hijos resisten a sus verdugos, hace de ellos mártires, es decir, testigos de la fe.
En el Evangelio, Dios nos dice a cada uno "ahora te toca a ti", "Es tu turno" (como cuando uno participa en esos juegos de mesa o en determinado deporte). Jerusalén está a la vista. Pero Dios no establecerá su Reino inmediatamente y sin la participación de aquellos que creen en Él. Cada uno ha recibido dones. Su responsabilidad es hacerlos fructificar, de acuerdo a sus posibilidades (cfr. el evangelio del domingo pasado).
Algunos saben poner al servicio de los demás sus dones, pero otros los guardan para ellos mismos, los esconden, como si no los tuvieran. La mala imagen que a veces tenemos de Dios o de nosotros mismos, nos priva de toda iniciativa. Cuando el miedo y la duda nos paralizan, Jesús nos hace volver a descubrir que Dios confía en nosotros y esto debe ser una motivación para actuar, para trabajar, para arriesgarse.



Oración


Oh Dios, Padre amoroso:
Te damos gracias por la palabra viva
y por el cuerpo de Jesús tu Hijo.
No somos más que tímidos e indecisos,
con miedo a comprometernos
cuando tú nos buscas para el trabajo.
Danos valor para vivir el evangelio
de forma consistente y radical
para que, aunque nos sintamos pobres,
seamos ricos en Jesucristo nuestro Señor.

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