martes, 8 de julio de 2025

9 de julio del 2025: miércoles de la decimocuarta semana del tiempo ordinario I- Fiesta de Nuestra Señora de Chiquinquirá, Patrona de Colombia


 I

Liturgia del Miércoles de la decimocuarta semana del tiempo ordinario- I

 

Dios se revela en lo cotidiano

Jesús elige y envía a los Doce. Esta elección no fue aleatoria: Él había orado largamente antes de tomar esta decisión. No fue un nombramiento cualquiera: era el inicio de un camino de formación y misión.

Jesús no manda a los suyos solos; los envía de dos en dos, en comunión, en fraternidad. Su misión: proclamar que el Reino de Dios está cerca, sanar, liberar, consolar. Esto no es magia, es fruto de una relación viva con el Maestro, es un signo de que Dios actúa en la historia humana, en lo cotidiano, a través de personas concretas.

El Reino se anuncia con palabras y se vive con gestos. Este envío es también para nosotros hoy. Cada uno de nosotros es llamado, elegido, enviado… no porque seamos perfectos, sino porque Dios quiere tocar el mundo a través de nuestras manos.

Nicolas Tarralle, prêtre assomptionniste




Primera lectura

Lectura del libro del Génesis (41,55-57;42,5-7.17-24a):

En aquellos días, llegó el hambre a todo Egipto, y el pueblo reclamaba pan al Faraón; el Faraón decía a los egipcios: «Dirigíos a José y haced lo que él os diga.»
Cuando el hambre cubrió toda la tierra, José abrió los graneros y repartió raciones a los egipcios, mientras arreciaba el hambre en Egipto. Y de todos los países venían a Egipto a comprarle a José, porque el hambre arreciaba en toda la tierra. Los hijos de Jacob fueron entre otros a comprar grano, pues había hambre en Canaán. José mandaba en el país y distribuía las raciones a todo el mundo. Vinieron, pues, los hermanos de José y se postraron ante él, rostro en tierra.
Al ver a sus hermanos, José los reconoció, pero él no se dio a conocer, sino que les habló duramente: «¿De dónde venís?»
Contestaron: «De tierra de Canaán, a comprar provisiones.»
Y los hizo detener durante tres días.
Al tercer día, les dijo: «Yo temo a Dios, por eso haréis lo siguiente, y salvaréis la vida: si sois gente honrada, uno de vosotros quedará aquí encarcelado, y los demás irán a llevar víveres a vuestras familias hambrientas; después me traeréis a vuestro hermano menor; así probaréis que habéis dicho la verdad y no moriréis.»
Ellos aceptaron, y se decían: «Estamos pagando el delito contra nuestro hermano, cuando le veíamos suplicarnos angustiado y no le hicimos caso; por eso nos sucede esta desgracia.»
Intervino Rubén: «¿No os lo decía yo: "No pequéis contra el muchacho", y no me hicisteis caso? Ahora nos piden cuentas de su sangre.»
Ellos no sabían que José les entendía, pues había usado intérprete. Él se retiró y lloró; después volvió a ellos.

Palabra de Dios

 

 

Salmo

Sal 32,2-3.10-11.18-19

R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti


Dad gracias al Señor con la cítara,
tocad en su honor el arpa de diez cuerdas;
cantadle un cántico nuevo,
acompañando los vítores con bordones. R/.

El Señor deshace los planes de las naciones,
frustra los proyectos de los pueblos;
pero el plan del Señor subsiste por siempre,
los proyectos de su corazón, de edad en edad. R/.

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre
R/.

 

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo (10,1-7):

En aquel tiempo, Jesús, llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia. Éstos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo, el publicano; Santiago el Alfeo, y Tadeo; Simón el Celote, y Judas Iscariote, el que lo entregó.
A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: «No vayáis a tierra de gentiles, ni entréis en las ciudades de Samaria, sino id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca.»

Palabra del Señor

 

*******


El Señor ve el corazón y lo envía a servir


Queridos hermanos y hermanas:

En este camino del Tiempo Ordinario, el Evangelio de hoy nos saca de lo “ordinario” y nos lanza al corazón mismo de la misión. El capítulo 10 del Evangelio de san Mateo es un punto de inflexión: Jesús llama por su nombre a los Doce, y los envía a continuar su propia obra de sanación, liberación y anuncio del Reino. Es un texto cargado de sentido eclesial y misionero, especialmente en este Año Jubilar que nos llama a ser peregrinos de la esperanza.


4.    Una elección que nace de la oración

Jesús no improvisa. Antes de llamar y enviar, ha orado. Ha contemplado los rostros, ha discernido los corazones. Y llama a personas reales: Pedro, Andrés, Santiago, Juan, Mateo, Tomás… hombres frágiles, algunos impulsivos, otros dudosos, varios sin formación, pero todos con un corazón dispuesto a seguirle.

Este detalle nos llena de consuelo: no se trata de tener grandes talentos o fama, sino de tener disponibilidad. También nosotros, como ellos, somos enviados. No porque seamos los mejores, sino porque Dios cree en nosotros más que nosotros mismos. En este Año Jubilar, la Iglesia nos invita a redescubrir la alegría de nuestra vocación bautismal y misionera, a renovar nuestro sí al Señor que nos llama a vivir para Él y para los demás.


2. Una misión en fraternidad

Jesús los envía “de dos en dos”, como lo relatan los otros evangelios. No solos, sino en comunión. Porque la misión no se sostiene en el esfuerzo individual, sino en la fraternidad y la unidad del Cuerpo de Cristo. ¿Cuánto necesitamos hoy esa comunión profunda entre nosotros?

En un mundo marcado por el individualismo, el egoísmo y la competencia, ser enviados en comunión es un testimonio contracultural. En nuestras parroquias, comunidades, grupos de servicio… la fraternidad es el primer anuncio del Evangelio.


3. Un Reino que se anuncia y se vive

La tarea confiada no es ligera: “Anuncien que el Reino de los cielos está cerca. Sanen, purifiquen, resuciten, expulsen demonios”. Es decir, no basta con hablar del Reino; hay que encarnarlo.

Esto nos recuerda que la fe cristiana no se reduce a doctrinas o rituales, sino que debe manifestarse en gestos concretos: sanar al enfermo, acompañar al que sufre, liberar al oprimido, levantar al caído, consolar al afligido. ¡Cuántas veces lo vemos en nuestras comunidades! Personas que sin grandes títulos, con humildad, llevan consuelo, alimento, escucha, ternura.

Aquí la conexión con la primera lectura es luminosa: José, vendido por sus hermanos, se convierte en instrumento de salvación para todo un pueblo. A pesar del dolor y la injusticia, Dios lo ha preparado para esa misión. Y José no guarda rencor, sino que llora en secreto por sus hermanos, conmovido por el reencuentro. Su corazón ha sido sanado por Dios, y por eso es capaz de perdonar.


4. En el Año Jubilar: enviados a sanar y reconciliar

Queridos hermanos, en este Año Jubilar, se nos recuerda que la Iglesia es misionera por naturaleza, y que cada bautizado es también un enviado. No podemos quedarnos en la comodidad. Jesús sigue llamando, y hoy nos necesita para tocar al mundo con gestos de esperanza.

Desde nuestras parroquias, familias, redes sociales, emisoras como Gusqui Stereo, comunidades pequeñas o grandes, somos enviados como José y los Doce a sanar corazones heridos, a anunciar el Reino con palabras y obras, a construir una Iglesia cercana, compasiva y alegre.


🕊️ Aplicación concreta:

  • ¿Estoy dejando que Jesús me envíe?
  • ¿Qué gestos concretos de compasión puedo realizar hoy?
  • ¿Quién necesita escuchar que el Reino está cerca a través de mí?

 

🙌 Oración final:

Señor Jesús,
Tú que nos llamas por nuestro nombre,
y nos envías con el poder de tu amor,
haz de nosotros mensajeros de tu Reino,
sanadores de corazones rotos,
constructores de comunión y testigos de esperanza.
Que en este Año Jubilar,
no tengamos miedo de decirte:
Aquí estoy, Señor, envíame.
Amén.



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II

Fiesta de la Virgen de Chiquinquirá (Patrona de Coloombia)


Comentario inicial

Querida comunidad reunida en el Señor:

Hoy la Iglesia en Colombia se llena de gozo al celebrar la Fiesta de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, Reina y Patrona de nuestra nación. En esta jornada jubilar, elevamos nuestra acción de gracias a Dios por habernos dado a María como Madre, intercesora y guía segura en el camino de la fe. Su imagen restaurada milagrosamente en el humilde lienzo de Chiquinquirá es signo elocuente de una presencia viva y cercana, que acompaña con ternura a su pueblo en medio de las pruebas, las luchas y las esperanzas de cada día.

Las lecturas que hoy escuchamos iluminan el corazón de esta celebración. En la carta a los Efesios, san Pablo nos recuerda que hemos sido elegidos por Dios en Cristo y destinados a alabanza de su gloria. María, la llena de gracia, es la primera entre los elegidos, y su vida entera canta la fidelidad del Señor. El salmo entona un himno de alabanza al Dios que levanta del polvo al pobre, y esa ha sido la experiencia de tantas generaciones que han acudido a la Virgen de Chiquinquirá buscando consuelo, justicia y paz.

En el Evangelio, Jesús nos revela la verdadera grandeza de su Madre: más allá de haberle dado a luz, María es bienaventurada porque escuchó y cumplió la Palabra de Dios. Así también nosotros, hijos e hijas de esta tierra bendecida, somos invitados hoy a escuchar la Palabra, a vivirla con coherencia y a confiar en la intercesión poderosa de la Virgen Santísima.

Que esta Eucaristía, en el marco del Año Jubilar y del camino sinodal que vive la Iglesia, nos impulse a ser testigos de esperanza, constructores de reconciliación y discípulos misioneros, al amparo maternal de Nuestra Señora de Chiquinquirá.


Primera lectura

Ef 1, 3-6. 11-12

Dios nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios.


BENDITO sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en Cristo
con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos.
Él nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo
para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor.
Él nos ha destinado por medio de Jesucristo,
según el beneplácito de su voluntad,
a ser sus hijos,
para alabanza de la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido en el Amado.
En él hemos heredado también,
los que ya estábamos destinados por decisión
del que lo hace todo según su voluntad,
para que seamos alabanza de su gloria
quienes antes esperábamos en el Mesías.

Palabra de Dios.

 

Salmo

Sal 112, 1-2. 3-4. 5-6. 7-8 (R.: 2)

R. Bendito sea el nombre del Señor, ahora y por siempre.

O bien:

R. 
Aleluya.

V. Alaben, siervos del Señor,
alaben el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre. 
R.

V. De la salida del sol hasta su ocaso,
alabado sea el nombre del Señor.
El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos. 
R.

V. ¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que habita en las alturas
y se abaja para mirar
al cielo y a la tierra?
 R.

V. Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para sentarlo con los príncipes,
los príncipes de su pueblo.
 R.

 

Aclamación

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo, bendita tú entre las mujeres. R. 

 

Evangelio

Lc 11, 27-28

Bienaventurado el vientre que te llevó

Lectura del santo Evangelio según san Lucas.


EN aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la gente, una mujer de entre el gentío, levantando la voz, le dijo:
«Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron».
Pero él dijo:
«Mejor, bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen».


Palabra del Señor.



1. María, la elegida para alabanza de la gloria de Dios

La primera lectura, tomada de la carta a los Efesios, nos recuerda con fuerza que hemos sido bendecidos con toda clase de bendiciones espirituales en Cristo. Hemos sido elegidos antes de la creación del mundo para ser santos y vivir en el amor.

Y si hay alguien que ha vivido en plenitud esta elección, es la Virgen María. Ella es la hija predilecta del Padre, la madre del Hijo y la esposa del Espíritu Santo. En María, esta predestinación se cumple de manera luminosa. Ella no vivió para sí misma, sino para Dios y para su pueblo. Toda su existencia fue una entrega confiada, una respuesta fiel, una vida de oración, de escucha y de servicio.

Y hoy, en Chiquinquirá, su imagen —milagrosamente restaurada— nos recuerda que también nosotros podemos ser restaurados, sanados, renovados en el amor de Dios, si nos dejamos moldear por su Palabra y nos abrimos al Espíritu que da vida.


2. María, madre de los pobres y esperanza de los pequeños

El salmo de hoy nos invita a alabar al Señor porque él se inclina desde lo alto para mirar al humilde, para levantar del polvo al desvalido, para sentarlo entre los príncipes de su pueblo.

Así ha obrado Dios en la historia de Colombia. Cuántas veces, en medio de la pobreza, la violencia, el desplazamiento, la injusticia, el narcotráfico, la corrupción o la indiferencia… nuestro pueblo ha elevado una plegaria al cielo, diciendo: “¡Virgen Santísima de Chiquinquirá, ruega por nosotros!”.

Y ella ha estado allí, como en las bodas de Caná, atenta a nuestras necesidades. Ha sido refugio de campesinos, consuelo de madres, fortaleza de enfermos, esperanza de presos, guía de misioneros, y bandera de unidad para esta nación plural y hermosa.

Su imagen en el santuario nacional nos recuerda que Dios no se olvida de los pobres ni abandona a su pueblo. María, como estrella en la noche, nos acompaña en este caminar jubilar, recordándonos que la esperanza no defrauda.


3. María, modelo de discípula misionera

El Evangelio de san Lucas nos presenta una escena aparentemente sencilla: una mujer del pueblo, emocionada al ver a Jesús, exclama: “¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron!” Y Jesús, lejos de rechazar el elogio, lo eleva: “Dichosos más bien los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen”.

Con esta respuesta, Jesús no desmerece a su madre, sino que la exalta aún más. Porque si María es grande, no es solo por haberlo dado a luz, sino por haber acogido la Palabra de Dios en su corazón y haberla vivido con fidelidad.

Esta es la clave de toda auténtica devoción mariana: imitar a María en su fe, en su escucha, en su obediencia, en su vida sencilla y profundamente comprometida.

Celebrar a la Virgen de Chiquinquirá en este tiempo jubilar es también reafirmar nuestro compromiso como discípulos misioneros. Colombia necesita hoy más que nunca cristianos valientes, laicos comprometidos, sacerdotes santos, consagrados entregados, jóvenes soñadores, familias unidas, que vivan con alegría y radicalidad la Palabra del Señor, como lo hizo María.


4. La restauración de la imagen, símbolo de una nación herida y esperanzada

No podemos olvidar el corazón de esta devoción: el milagro de la restauración de la imagen de la Virgen en el lienzo que había sido abandonado, desgastado y olvidado. Lo que era ruina se volvió signo de esperanza. Lo que parecía perdido resplandeció nuevamente.

¿No es eso también un signo para nuestra historia? Colombia necesita ser restaurada por la fe, por el perdón, por la verdad, por la justicia, por la fraternidad. Como María, Colombia debe volver a ser “seno fecundo” de vida y de paz, y no tierra de muerte ni división.

En este Año Jubilar, donde se nos invita a ser Peregrinos de la Esperanza, acudimos a la Virgen para que nos restaure el corazón, para que nos enseñe a caminar juntos, para que sane nuestras heridas colectivas, y para que nos fortalezca en la misión evangelizadora y reconciliadora que nuestro país tanto necesita.


Conclusión: Bajo tu amparo nos acogemos

Queridos hermanos:

Hoy no solo miramos una imagen, sino que reconocemos una presencia. María está con nosotros. Es nuestra madre, nuestra reina, nuestra intercesora y compañera de camino. Bajo su manto se han cobijado generaciones enteras de colombianos y colombianas, y bajo su amparo queremos seguir caminando como Iglesia en salida, como familia reconciliada, como nación que anhela paz con justicia.

Que la Virgen de Chiquinquirá nos tome de la mano, nos enseñe a escuchar y vivir la Palabra, y nos haga luz en medio de las sombras, levadura en medio del mundo, signo de esperanza en tiempos difíciles.


🙏 Oración final

Virgen de Chiquinquirá,
madre tierna y fiel,
intercede por Colombia.
Restaura nuestra fe,
fortalece nuestra esperanza,
enséñanos a amar como tú.
Haznos testigos del Reino,
peregrinos de la esperanza
y artesanos de paz.
Amén.


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