lunes, 14 de julio de 2025

15 de julio del 2025: martes de la 15a semana del tiempo ordinario- año I- San Buenaventura, Obispo y Doctor de la Iglesia


Santo del día:

San Buenaventura

1221-1274. «Sin oración, no esperes crecer en la virtud», afirmó este gran teólogo, séptimo Ministro General de la Orden de los Frailes Menores. Doctor de la Iglesia.

 

Las mediadoras de la vigilancia de Dios

(Éxodo 2, 1-15a) Dios ejerce su vigilancia sobre Moisés, quien conducirá a Israel hacia la libertad. Y lo hace a través de mediaciones femeninas: la madre, la hermana, la hija del faraón y las sirvientas. Un comienzo que contrasta con la violencia de los versículos siguientes. Esto nos invita a meditar sobre las diferentes facetas de nuestra existencia, los movimientos contrarios que atraviesan nuestro corazón; a reflexionar también sobre el carácter mortífero del miedo, y sobre la dulzura y sencillez de lo que es bello y bueno.

Emmanuelle Billoteau, ermite

 


Primera lectura

Éx 2,1-15a

Lo llamó Moisés, pues lo había sacado del agua; cuando ya era mayor, fue a donde estaban sus hermanos

Lectura del libro del Éxodo.

EN aquellos días, un hombre de la tribu de Leví se casó con una mujer de la misma tribu. Ella concibió y dio a luz un niño. Viendo que era hermoso, lo tuvo escondido tres meses. Pero, no pudiendo tenerlo escondido por más tiempo, tomó una cesta de mimbre, la embadurnó de barro y brea, colocó en ella a la criatura y la depositó entre los juncos, junto a la orilla del Nilo.
Una hermana del niño observaba a distancia para ver en qué paraba todo aquello.
La hija del faraón bajó a bañarse en el Nilo, mientras sus criadas la seguían por la orilla del río. Al descubrir ella la cesta entre los juncos, mandó una criada a recogerla.
La abrió, miró dentro y encontró un niño llorando.
Conmovida comentó:
«Es un niño de los hebreos».
Entonces la hermana del niño dijo a la hija del faraón:
«¿Quieres que vaya a buscarle una nodriza hebrea que críe al niño?».
Respondió la hija del faraón:
«Vete».
La muchacha fue y llamó a la madre del niño.
La hija del faraón le dijo:
«Llévate al niño y críamelo, y yo te pagaré».
La mujer tomó al niño y lo crio.
Cuando creció el muchacho, se lo llevó a la hija del faraón, que lo adoptó como hijo y lo llamó Moisés, diciendo: «lo he sacado del agua».
Pasaron los años. Un día, cuando Moisés ya era mayor, fue a donde estaban sus hermanos y los encontró transportando cargas. Y vio cómo un egipcio mataba a un hebreo, uno de sus hermanos.
Miró a un lado y a otro y, viendo que no había nadie, mató al egipcio y lo enterró en la arena.
Al día siguiente salió y encontró a dos hebreos riñendo y dijo al culpable:
«¿Por qué golpeas a tu compañero?».
Él le contestó:
«¿Quién te ha nombrado jefe y juez nuestro? ¿Es que pretendes matarme como mataste al egipcio?».
Moisés se asustó y pensó:
«Seguro que saben lo ocurrido».
Cuando el faraón se enteró del hecho, buscó a Moisés para matarlo. Pero Moisés huyó del faraón y se refugió en la tierra de Madián.

Palabra de Dios.

 

Salmo

Sal 69(68),3.14.30-31.33-34 (R. cf. 33)

R. Los humildes, busquen al Señor,
y revivirá su corazón.


VMe estoy hundiendo en un cieno profundo
y no puedo hacer pie;
he entrado en la hondura del agua,
me arrastra la corriente. 
R.

V. Mi oración se dirige a ti,
Señor, el día de tu favor;
que me escuche tu gran bondad,
que tu fidelidad me ayude. 
R.

V. Yo soy un pobre malherido;
Dios mío, tu salvación me levante.
Alabaré el nombre de Dios con cantos,
proclamaré su grandeza con acción de gracias.
 R.

V. Mírenlo, los humildes, y alégrense;
busquen al Señor, y revivirá su corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres,
no desprecia a sus cautivos
R.

 

Aclamación

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. No endurezcan hoy su corazón; escuchen la voz del Señor. R.

 

Evangelio

Mt 11,20-24

El día del juicio les será más llevadero a Tiro, a Sidón y a Sodoma que a ustedes

Lectura del santo Evangelio según san Mateo.

EN aquel tiempo, se puso Jesús a recriminar a las ciudades donde había hecho la mayor parte de sus milagros, porque no se habían convertido:
«¡Ay de ti, Corozaín, ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en ustedes, hace tiempo que se habrían convertido, cubiertas de sayal y ceniza.
Pues les digo que el día del juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a ustedes.
Y tú, Cafarnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al abismo.
Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que en ti, habría durado hasta hoy.
Pues les digo que el día del juicio le será más llevadero a Sodoma que a ti».


Palabra del Señor.

 

 

1

 

¡Ay de ti, fe tibia!

 

🕊️ Introducción: ¿Qué haces con la gracia que recibes?

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy el Evangelio nos sacude con un lamento de Jesús que suena como un grito dolido:

“¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida!… Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en ustedes, hace tiempo que se habrían convertido.”

Jesús no está maldiciendo. Está llorando el rechazo de quienes recibieron tanto y no supieron responder. No se trata de ciudades extranjeras ni de desconocidos: eran pueblos cercanos, con nombres propios, que vieron sus milagros y escucharon su voz… y sin embargo, endurecieron el corazón.

Este Evangelio, junto con la historia del joven Moisés en el Éxodo y el testimonio de San Buenaventura, nos llama a despertar del letargo de la fe tibia, a reconocer lo mucho que hemos recibido… y a responder con amor fervoroso y comprometido.


🔥 I. “Les di mucho… pero no cambiaron”: la tragedia de la indiferencia

Jesús pasó tiempo predicando en Corozaín, Betsaida y Cafarnaúm. Les dedicó enseñanzas, milagros, presencia. Pero, “muchos fueron indiferentes”. No rechazaron abiertamente, simplemente se volvieron tibios, dejaron de sorprenderse, se acomodaron. Y así, el Evangelio se volvió rutina… y la gracia, desperdicio.

Ese peligro sigue vigente. ¿Cuántos católicos, nacidos en la fe, educados en parroquias, en colegios católicos, rodeados de sacramentos… han apagado el fuego interior? Primero dejaron de ir a misa… luego, comenzaron a justificar pecados… y hoy viven como si Dios no existiera. No es rebeldía abierta, es desinterés gradual, tibieza que mata lentamente el alma.

Jesús dice en Apocalipsis 3,16:

“Por ser tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.”

No se trata de infundir miedo, sino de recordar que el amor exige respuesta. El lamento de Jesús no es condena, sino advertencia amorosa, como la de una madre que ve a su hijo tomando decisiones destructivas y no puede quedarse callada.


👶 II. Moisés: De rescatado a huido… antes de convertirse en libertador

La primera lectura de hoy (Éxodo 2) es la historia conmovedora del nacimiento y escape de Moisés. Dios lo salvó del exterminio usando a tres mujeres valientes —su madre, su hermana y la hija del faraón—, quienes desafiaron las leyes injustas para proteger la vida. ¡Qué providencia tan llena de ternura y coraje!

Moisés crece, toma conciencia del sufrimiento de su pueblo, intenta actuar… pero comete un error: mata a un egipcio. Es rechazado por los hebreos y huye. El joven que lo tenía todo termina solo, fugitivo, perdido en sí mismo.

Moisés, como Corozaín y Betsaida, también recibió mucho. Pero aún no está listo. Solo cuando se encuentre con Dios en el desierto —en la zarza ardiente— podrá asumir su misión con humildad y obediencia. La lección es clara: la gracia recibida necesita madurar en el corazón y responder con fe auténtica y no impulsiva.


🌟 III. San Buenaventura: Del fuego de la sabiduría al corazón ardiente

Hoy celebramos a San Buenaventura, franciscano, teólogo y doctor de la Iglesia. No fue un sabio frío: fue un místico que unió la inteligencia con la adoración, el estudio con la contemplación. Para él, la sabiduría verdadera nace de amar a Cristo crucificado. No basta saber mucho: hay que arder por dentro.

Buenaventura nos enseña que la fe no debe apagarse nunca. Él mismo escribió que el que estudia teología sin devoción es “como el que trata de abrir puertas sin llave”. Hoy, tantos católicos cultos, activos o incluso comprometidos… viven una fe funcional pero sin ardor. Son Corozaín con diploma, Betsaida con agenda, Cafarnaúm con devocionario… pero sin corazón.

En este Año Jubilar, San Buenaventura nos recuerda que ser peregrinos de la esperanza no es caminar con tibieza, sino con pasión, con hambre de Dios y con deseo de responder a su amor con todo el ser.


🙌 IV. Hoy oramos por nuestros benefactores: custodios silenciosos del Reino

Hoy, de manera especial, oramos con gratitud por los benefactores de nuestras parroquias, comunidades y familias. Como las mujeres que protegieron a Moisés, ellos también son ángeles visibles de la providencia divina.

Con sus donaciones, sus oraciones, su tiempo, su escucha, su generosidad muchas veces anónima, sostienen nuestra misión evangelizadora, hacen posible que se predique, se celebre, se acompañe y se cuide.

A ellos también se les aplica la Palabra: “A quien mucho se le dio, mucho se le pedirá” (Lc 12,48). Y gracias a ellos, la Iglesia sigue siendo luz para muchos. Que Dios los bendiga, les multiplique su bien, y les conceda también la gracia de perseverar en una fe viva y ardiente.


🎁 Conclusión: La fe tibia no es respuesta suficiente

Queridos hermanos, el Evangelio nos confronta. No basta con haber sido bautizados, educados, formados… No basta con haber tenido “milagros en casa”. Jesús no quiere hijos tibios. Quiere corazones encendidos.

Este Año Jubilar es una oportunidad para despertar, sacudirnos la indiferencia, avivar el fuego. Como Moisés, podemos salir del desierto. Como Buenaventura, podemos unir la sabiduría con la pasión. Como los benefactores, podemos vivir la fe concreta, generosa, activa.

“Si has recibido mucho… da mucho.”
“Si te has enfriado… vuelve al fuego del amor primero.”
“Si has visto milagros… conviértete y cree en el Evangelio.”

Y así, ya no seremos Corozaín ni Betsaida… sino discípulos encendidos, peregrinos de esperanza, testigos del amor que no se rinde.

Amén.

 

2

Mediadoras de la esperanza y lucha entre ternura y miedo

 

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy la liturgia nos presenta un drama humano y divino, lleno de tensión, ternura y destino. En el relato del Éxodo, Dios cuida con delicadeza los primeros pasos de Moisés, futuro liberador de su pueblo. Pero ese cuidado divino no es espectacular, sino discreto y maternal: la madre, la hermana, la hija del Faraón, las sirvientas… todas ellas participan, como manos visibles de la Providencia.

Dios vigila con amor la historia humana, y para hacerlo, se sirve de lo que es considerado frágil por el mundo: mujeres valientes, afectos familiares, ternura, intuición, compasión. ¡Qué elocuente es esto en un tiempo como el nuestro, lleno de ruido, violencia y miedo!

🌿 I. El rostro femenino de la providencia

La vigilancia de Dios se manifiesta en una red de cuidados:

  • Una madre que esconde a su hijo por amor.
  • Una hermana que vigila desde la orilla.
  • Una princesa extranjera que escucha el llanto y se conmueve.
  • Unas sirvientas que colaboran con el bien en secreto.

Estas figuras femeninas se convierten en mediadoras de la vigilancia de Dios,  No hay rayos ni milagros evidentes: solo compasión, astucia, cuidado. En ellas vemos reflejado también el rostro de María, quien en silencio y discreción custodió al Salvador.

En este Año Jubilar, se nos invita a redescubrir estos rostros de esperanza: tantos “ángeles” humanos que han cuidado nuestra vida, que han velado por nuestra vocación, que han intercedido con oraciones y gestos sencillos por nuestra salvación. ¡Qué importante reconocer y agradecer a las mujeres que han sido “puentes” de gracia!

⚔️ II. La violencia que irrumpe: miedo, reacción, huida

Pero el texto no es idílico. La segunda parte de la lectura nos muestra a Moisés adulto, testigo de la injusticia. Su corazón se rebela: mata al egipcio que golpea a su hermano hebreo. Pero luego, cuando intenta mediar entre dos hebreos, es rechazado. Tiene que huir.

Aquí se evidencia, los “movimientos contrarios que atraviesan el corazón humano”: el deseo de justicia y el recurso a la violencia, la valentía y el miedo, el impulso de defender y el temor de fracasar.

En Moisés vemos también nuestra propia humanidad quebrada, nuestros impulsos nobles mezclados con torpezas. El miedo tiene un “carácter mortífero”, nos paraliza o nos empuja a actuar de forma equivocada. Pero Dios no deja de vigilar. Incluso en el desierto, seguirá acompañando a Moisés. No lo desecha por su error.

🔥 III. El juicio del Evangelio: oportunidad rechazada

El Evangelio de hoy (Mateo 11,20-24) nos muestra a Jesús reprochando a las ciudades que, a pesar de ver sus milagros, no se han convertido. Es un pasaje duro, exigente: “Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en ustedes, hace tiempo que se habrían convertido”.

Aquí el Señor nos confronta con una verdad incómoda: podemos ver milagros y no cambiar, podemos experimentar la cercanía de Dios… y mantenernos indiferentes. Así como Moisés fue salvado y luego reaccionó con violencia, también nosotros podemos recibir gracias y actuar por miedo, orgullo o egoísmo.

En este Año Jubilar, la Iglesia nos llama a convertirnos sinceramente, a no desperdiciar la vigilancia amorosa de Dios, a no dejar que su gracia pase sin dar fruto. Cada gesto de ternura, cada llamada al perdón, cada oportunidad de misericordia, es una mediación que no deberíamos rechazar.

🌟 Conclusión: Custodiar la esperanza, despertar la conversión

Queridos hermanos, Dios nos cuida con ternura maternal, a través de personas concretas. Pero también nos llama con firmeza a no permanecer dormidos. La dulzura y la vigilancia divina no excluyen el llamado al cambio profundo.

En este día, pidamos:
– Ser agradecidos por quienes han sido mediadores de la providencia de Dios en nuestra vida.
– Tener el valor de abandonar la violencia interior, la reacción impulsiva, la huida.
– Y, sobre todo, no desperdiciar la gracia del Jubileo, siendo testigos valientes del Evangelio y sembradores de esperanza.

Como Moisés, aún con heridas y dudas, podemos ser liberadores si confiamos en Aquel que nunca deja de vigilarnos con amor.

Amén.

 

3

Por la fuerza que viene de Dios

 

Queridos hermanos y hermanas:

El relato de hoy, tomado del libro del Éxodo, es una verdadera épica de la esperanza, tejida con gestos pequeños pero poderosos. Es una historia de mujeres valientes que resisten al poder opresor y de un hombre, Moisés, que descubre que solo Dios puede sostener la misión de liberar a su pueblo.

🕊️ I. Mujeres valientes y leyes injustas

El texto nos narra cómo tres mujeres —la madre, la hermana de Moisés y la hija del Faraón— se convierten en mediadoras de la vida, enfrentando con sus actos silenciosos y audaces una ley injusta: la orden de exterminar a los varones hebreos. Cada una, desde su lugar, se resiste al mal, no por venganza ni poder, sino por amor, compasión y sentido de justicia.

En ellas podemos ver el rostro de tantas personas —especialmente mujeres— que hoy, en medio de sistemas opresivos, corrupción o violencia institucional, arriesgan todo por proteger la vida: madres que esconden a sus hijos en zonas de guerra, maestras que defienden a sus alumnos, líderes sociales que no callan ante la injusticia. Son las verdaderas mediadoras de la vigilancia de Dios. Dios actúa en la historia a través de ellas.

Estas mujeres son símbolo de los santos de la puerta de al lado, de los que viven con fidelidad el Evangelio y se atreven a amar más allá del miedo. En este Año Jubilar, ¡qué necesario es reconocerlos y aprender de su ejemplo!

🔥 II. Moisés: despertar de conciencia y falsa autonomía

En la segunda parte del relato, Moisés ya no es un niño indefenso, sino un joven que ha crecido en la corte egipcia, formado con privilegios. Pero un día abre los ojos. Toma conciencia del sufrimiento de su pueblo. Lo que sigue es dramático: su impulso de justicia lo lleva al homicidio, y su intento de mediación entre dos hebreos es rechazado. Ni egipcios ni hebreos lo reconocen. Moisés queda solo, culpable, huido.

Aquí aparece una gran lección: no basta con buenas intenciones ni con fuerza humana. Moisés actúa con pasión, pero sin discernimiento, sin apoyarse aún en la fuerza de Dios. Por eso fracasa. Como muchos de nosotros, que con buenas intenciones nos precipitamos, nos desgastamos y terminamos heridos o frustrados.

La enseñanza es clara: la liberación, la justicia verdadera, la misión auténtica no nacen del ego, sino de la obediencia a Dios. Solo cuando Moisés se encuentre con Dios en la zarza ardiente, solo cuando escuche su nombre, su misión y su promesa, podrá actuar como verdadero libertador. La historia nos recuerda que sin Dios, incluso el celo más justo puede perder el rumbo.

📖 III. Jesús y las ciudades sordas al amor

El Evangelio de hoy nos presenta a Jesús lamentándose por las ciudades que no se convirtieron a pesar de haber visto sus milagros. “¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida!” No es una maldición, sino un grito de tristeza y de amor herido.

"Quien ama, no se queda indiferente". Reprochar, reclamar, advertir... es un acto de amor. Lo hace un padre o una madre cuando su hijo se extravía. Lo hace un amigo verdadero. Lo hace Jesús, porque nos ama sinceramente.

Ese lamento de Jesús también puede estar dirigido hoy a nuestras comunidades, a nuestros corazones. ¿Cuántas veces hemos recibido señales de su presencia, y sin embargo seguimos igual? ¿Cuántas veces su Palabra ha tocado nuestras heridas… pero no hemos querido cambiar?

Jesús no deja de invitarnos, pero no fuerza el corazón. Nos advierte con dolor, pero con respeto por nuestra libertad. Hoy nos habla con ternura exigente: “Tu manera de vivir no basta… hay más. Yo quiero darte vida en abundancia”.

💔 IV. Nuestra parte herida y el llamado a la conversión

Hoy la Palabra nos invita también a mirar con sinceridad esa parte de nosotros que se resiste a cambiar:
– al que no quiere asumir su papel como padre o madre,
– al que busca agradar a todos, incluso a costa de su dignidad,
– al que guarda rencor o miedo, y prefiere no sentir,
– al que se escuda en la comodidad o en la queja.

Todos tenemos, una hemorragia interior: una herida que supura y nos hace vivir a medias. Pero hoy, en esta liturgia, el Señor nos llama por nuestro nombre y nos dice:
“Yo no te quiero a medias. Yo te quiero libre, pleno, renovado.”

Esta es la fuerza que viene de Dios. No es imposición. Es amor que no se resigna. Es gracia que nos levanta, que nos dice: “No te he elegido por lo que haces, sino porque te amo. Pero te amo demasiado para dejarte donde estás”.


🙏 Conclusión: En el Año Jubilar, una oportunidad para volver a empezar

Queridos hermanos, esta liturgia nos deja un mensaje claro:

1.    Dios vigila y actúa en favor de la vida, muchas veces a través de personas sencillas, valientes, casi invisibles.

2.    No podemos apoyarnos solo en nuestras fuerzas para servir y transformar. Solo desde Dios brota la fuerza verdadera.

3.    El amor verdadero no se calla ante la indiferencia. Nos llama con firmeza a la conversión.

4.    Todos llevamos heridas… pero Jesús quiere sanarlas con su Palabra, si le dejamos entrar.

5.    Antes de concluir, elevemos nuestra oración agradecida por los benefactores de nuestras parroquias, comunidades y familias. Ellos, como las mujeres del Éxodo, son instrumentos discretos pero esenciales de la providencia divina. Con sus manos generosas, sus oraciones constantes y su apoyo silencioso, nos ayudan a sostener la misión evangelizadora. En este Año Jubilar, pidamos al Señor que los bendiga con abundancia, que los proteja en sus luchas y que les conceda experimentar la alegría de haber colaborado en la obra de Dios.

Que en este Año Jubilar, siendo Peregrinos de la Esperanza, dejemos de huir como Moisés, y aprendamos a dejarnos formar por Dios para cumplir la misión que Él nos confía.

Y como aquellas tres mujeres del Éxodo, tengamos el valor de salvar la vida, incluso cuando el sistema dice lo contrario.

Amén.


*********

 

15 de julio: San Buenaventura, Obispo y Doctor de la Iglesia – Memoria

c. 1217–1274
Invocado contra problemas intestinales
Canonizado por el Papa Sixto IV el 14 de abril de 1482
Proclamado Doctor Seráfico de la Iglesia por el Papa Sixto V en 1588





🕊️ Cita:

Cristo es a la vez el camino y la puerta. Cristo es la escalera y el vehículo, como el “trono de la misericordia sobre el Arca de la Alianza” y “el misterio oculto desde los siglos”. El hombre debe dirigir toda su atención hacia este trono de misericordia y contemplarlo colgado en la cruz, lleno de fe, esperanza y caridad, devoto, lleno de asombro y alegría, marcado por la gratitud y abierto a la alabanza y la exultación. Entonces ese hombre hará con Cristo una “pascua”, es decir, un paso. A través de los brazos de la cruz pasará el Mar Rojo, dejando Egipto y entrando en el desierto. Allí saboreará el maná escondido y descansará con Cristo en el sepulcro, como si estuviera muerto a las cosas exteriores. Experimentará, en la medida de lo posible para quien aún vive, lo que fue prometido al ladrón que colgaba junto a Cristo: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”.
(Itinerario del alma hacia Dios, de San Buenaventura)


📖 Reflexión

San Buenaventura nació aproximadamente durante la última década de vida de san Francisco de Asís y estuvo profundamente vinculado al santo y a su orden franciscana durante toda su vida. Nació en Civita di Bagnoregio, en la actual Italia, y fue bautizado con el nombre de Giovanni di Fidanza, como su padre. La región formaba parte de los Estados Pontificios, a unos 110 km al norte de Roma y a 80 km al suroeste de Asís. Al momento de su nacimiento, la orden franciscana contaba ya con cerca de 5.000 miembros, apenas una década después de haber sido fundada.

Según la tradición, cuando Giovanni era niño, fue curado milagrosamente por San Francisco de Asís. Algunos creen que fue entonces cuando se le dio el nombre de Bonaventura. Una leyenda cuenta que, al ser curado, Francisco exclamó: “¡Oh, buena ventura!” Otras versiones dicen que la curación fue posterior a la muerte de Francisco, por intercesión de la madre del niño. Sea como fuere, el propio San Buenaventura recordó más tarde el milagro diciendo:

“Pues yo, que recuerdo como si hubiese sido ayer cómo fui arrancado de las fauces de la muerte cuando era apenas un niño, por su invocación y sus méritos, temería incurrir en el pecado de ingratitud si no proclamase sus alabanzas.”

Poco se sabe sobre su infancia. De joven viajó a París para estudiar, y en 1243 ingresó formalmente a los franciscanos, tomando el nombre de Buenaventura. Se dedicó a un exigente estudio, centrado en las Sagradas Escrituras y las Sentencias del obispo Pedro Lombardo. Su tesis doctoral se tituló Cuestiones sobre el conocimiento de Cristo.

En ese tiempo, la Universidad de París era el campo de batalla entre los teólogos tradicionales y las nuevas órdenes mendicantes: franciscanos y dominicos, que vivían de la pobreza, predicaban itinerantemente y no poseían propiedades. Este modelo de vida causó tensiones y sospechas. Fray Buenaventura se situó al frente de esta defensa, fundamentando en la Escritura y en la teología la autenticidad del carisma mendicante.

Tras 14 años en París, Buenaventura fue nombrado Doctor y Maestro en Teología el 23 de octubre de 1257, el mismo día en que lo fue también su homólogo dominico, Santo Tomás de Aquino.

La orden franciscana crecía rápidamente y necesitaba orientación. San Francisco había sido reticente al estudio, temiendo que los frailes perdieran el espíritu del Evangelio. Sin embargo, en sus últimos años confió a San Antonio de Padua la formación teológica. Después de la muerte de San Francisco en 1226, la orden buscaba definirse. ¿Debían los frailes seguir siendo sencillos y pobres predicadores, o abrirse a la vida académica y de gobierno?

La elección divina recayó en Buenaventura para guiar este discernimiento. En 1257, poco después de recibir el doctorado, fue elegido Ministro General de los franciscanos, cargo que ocupó por 17 años. En ese tiempo, la orden creció de 5.000 a 30.000 frailes, extendiéndose por Europa, el norte de África, el Medio Oriente e incluso China.

Uno de sus primeros objetivos fue unificar la vida de los frailes. Compiló las normas de vida y escribió una biografía oficial de San Francisco, basada en testimonios directos. Esta biografía fue adoptada como la única autorizada en el Capítulo General de Pisa en 1263.

En 1265, el papa lo nombró arzobispo de York, pero Buenaventura, aún no ordenado obispo, renunció humildemente, prefiriendo continuar como superior de su orden. En los años siguientes escribió numerosas cartas, sermones y obras místicas de gran profundidad, siempre centradas en Cristo y en la sabiduría espiritual de San Francisco. Defendió que el conocimiento teológico no debía ser estéril ni vanidoso, sino siempre orientado a la conversión, la fe y el amor.

Su mística teología lo llevó a ser proclamado Doctor Seráfico de la Iglesia. Tenía también gran devoción a la Virgen María.

La influencia de Buenaventura fue tan notable que los papas buscaban su consejo frecuentemente. En 1274, el Papa Gregorio X lo consagró obispo y lo creó cardenal, encomendándole una tarea crucial: presidir el II Concilio de Lyon, que buscaba la reconciliación entre las Iglesias de Oriente y Occidente. Sin embargo, antes de que el concilio concluyera, Buenaventura murió misteriosamente, a los 56 años.

San Buenaventura fue, en muchos sentidos, el rostro nuevo del franciscanismo renovado. Si Francisco encendió la chispa, Buenaventura canalizó su fuego con sabiduría mística.

Hoy, al honrar a este gran santo, contemplemos su ejemplo de inteligencia al servicio del amor, de teología como camino hacia Cristo, de pobreza evangélica sin dejar de buscar la verdad. Su vida nos recuerda que estudiar, predicar y servir… sólo tienen sentido si nos conducen a un amor más profundo por Cristo.


🙏 Oración

San Buenaventura, tú fuiste llamado por Dios para guiar con tu mente iluminada la sencillez y novedad de la orden franciscana. Por la oración, la fe y la inteligencia, permaneciste fiel al carisma de San Francisco, señalando siempre a Cristo.

Ruega por mí, para que busque siempre a Cristo por encima de todo y lo sirva con todo mi corazón.

San Buenaventura y San Francisco, rueguen por mí.

Jesús, en Ti confío.

 

 

 

Referencias:


Ze Bible

https://catholic-daily-reflections.com/2025/07/14/becoming-lukewarm-4/

https://www.prionseneglise.ca/textes-du-jour/commentaire/2025-07-15

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