La vestimenta del viajero
(Éxodo 11,10–12,14) El rito de la Pascua
retoma elementos antiguos para darles un sentido nuevo: es memorial
de la liberación de Egipto, anticipación de la
Pascua de Cristo, y figura de todas las liberaciones que
Dios quiere realizar en nuestras vidas.
Se trata de celebrar este rito “ceñidos los lomos”, “sandalias en los
pies”, “bastón en la mano”, es decir, con la vestimenta del
viajero, de aquel que no se apega al lugar de su peregrinación
porque está orientado hacia la tierra prometida.
Esa
también es nuestra condición.
Emmanuelle Billoteau, ermite
Primera
lectura
Matarán al
cordero al atardecer; cuando yo vea la sangre, pasaré de largo ante ustedes
Lectura del libro del Éxodo.
EN aquellos días, Moisés y Aarón hicieron muchos prodigios en presencia del
faraón; pero el Señor hizo que el faraón se obstinara en no dejar marchar a los
hijos de Israel de su tierra.
Dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto:
«Este mes será para ustedes el principal de los meses; será para ustedes el
primer mes del año. Digan a toda la asamblea de los hijos de Israel: “El diez
de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la
familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino más
próximo a su casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su
parte hasta terminarlo.
Será un animal sin defecto, macho, de un año; lo escogerán entre los corderos o
los cabritos.
Lo guardarán hasta el día catorce del mes y toda la asamblea de los hijos de
Israel lo matará al atardecer”. Tomarán la sangre y rociarán las dos jambas y
el dintel de la casa donde lo coman.
Esa noche comerán la carne, asada a fuego, y comerán panes sin fermentar y
hierbas amargas.
No comerán de ella nada crudo, ni cocido en agua, sino asado a fuego: con
cabeza, patas y vísceras. No dejarán restos para la mañana siguiente; y si
sobra algo, lo quemarán.
Y lo comerán así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la
mano; y se lo comerán a toda prisa, porque es la Pascua, el Paso del Señor.
Yo pasaré esta noche por la tierra de Egipto y heriré a todos los primogénitos
de la tierra de Egipto, desde los hombres hasta los ganados, y me tomaré justicia
de todos los dioses de Egipto. Yo, el Señor.
La sangre será la señal de ustedes en las casas donde habitan. Cuando yo vea la
sangre, pasaré de largo ante ustedes, y no habrá entre ustedes plaga
exterminadora, cuando yo hiera a la tierra de Egipto.
Este será un día memorable para ustedes; en él celebrarán fiesta en honor del
Señor. De generación en generación, como ley perpetua lo festejarán.
Palabra de Dios.
Salmo
R. Alzaré la
copa de la salvación,
invocando el nombre del Señor.
O bien:
R. Aleluya.
V. ¿Cómo pagaré
al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando el nombre del Señor. R.
V. Mucho
le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
hijo de tu esclava:
rompiste mis cadenas. R.
V. Te ofreceré
un sacrificio de alabanza,
invocando el nombre del Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo. R.
Aclamación
V. Mis ovejas
escuchan mi voz -dice el Señor-, y yo las conozco, y ellas me siguen. R.
Evangelio
El Hijo del
hombre es señor del sábado
Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
EN aquel tiempo, atravesó Jesús en sábado un sembrado; los discípulos, que
tenían hambre, empezaron a arrancar espigas y a comérselas.
Los fariseos, al verlo, le dijeron:
«Mira, tus discípulos están haciendo una cosa que no está permitida en sábado».
Les replicó:
«¿No han leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre?
Entró en la casa de Dios y comieron de los panes de la proposición, cosa que no
les estaba permitida ni a él ni a sus compañeros, sino solo a los sacerdotes.
¿Y no han leído en la ley que los sacerdotes pueden violar el sábado en el
templo sin incurrir en culpa?
Pues les digo que aquí hay uno que es más que el templo.
Si comprendieran lo que significa “quiero misericordia y no sacrificio”, no
condenarían a los inocentes. Porque el Hijo del hombre es señor del sábado».
Palabra del Señor.
1
¿Compasión o reglamento?
Intención orante: por los que sufren en el alma y en el cuerpo. Año Jubilar:
peregrinos de la esperanza.
📖 “Misericordia
quiero, y no sacrificios” (Mt 12,7)
Queridos hermanos y hermanas:
En este tiempo ordinario que recorre con humildad y
profundidad el camino de nuestra fe, el Señor nos invita hoy a una pausa
contemplativa. Nos propone mirar atrás —como lo hace el libro del Éxodo— para
no olvidar, y mirar también hacia lo alto —como lo hace el Evangelio— para no
endurecer el corazón.
Hoy la Palabra de Dios pone en diálogo la
compasión y el reglamento, la memoria de la Pascua y la
vivencia del sábado, el paso de Dios y el juicio del hombre.
🕯️ I. El
salto narrativo y la memoria de la liberación
La lectura del libro del Éxodo da un giro
inesperado. Se omiten capítulos enteros llenos de acción, milagros y
confrontaciones, donde se revela el poder de Dios frente a la terquedad del
faraón. Plaga tras plaga, Moisés y Aarón obedecen a Dios con valentía, mientras
el corazón del faraón se endurece.
Y justo cuando el lector espera el desenlace, el
texto hace una pausa litúrgica. Es como si Dios dijera: “Detente un momento.
Antes de pasar a la acción, recuerda quién eres y a qué estás llamado.”
Antes de narrar la décima plaga, se detalla cómo celebrar la Pascua, la
cena de liberación. Ya no es solo una narración histórica, sino una
pedagogía espiritual: Dios enseña que la memoria litúrgica es parte
de la libertad. Sin memoria, el pueblo se vuelve esclavo del olvido. Sin
liturgia, la historia se repite como tragedia.
La Pascua no es solo recuerdo del pasado. Es
llamada al presente. Vestidos para la marcha, bastón en mano, pan sin
levadura, prisa del alma. Porque la Pascua pone en camino, y el camino no
siempre se conoce... pero el que guía es fiel.
En este Año Jubilar, donde somos “peregrinos de la
esperanza”, el Señor nos recuerda que la fe no es una sala de espera, sino
un camino en marcha. No podemos quedarnos detenidos en ritualismos vacíos
ni en el peso del pasado. ¡Hay que caminar con la luz del Cordero!
🌾 II. El
día del Señor: ¿descanso para el alma o rigidez del corazón?
En el Evangelio de hoy, Jesús y sus discípulos
atraviesan campos de trigo en sábado. Los discípulos arrancan espigas para
calmar el hambre. ¿Es esto trabajo? ¿Han quebrantado la Ley?
Los fariseos, atentos observadores de las normas,
acusan a Jesús. Pero el Señor, con sabiduría profética, les responde: “Si
hubieran comprendido lo que significa: Misericordia quiero y no sacrificios, no
condenarían a los inocentes.”
¿Qué es más importante: el reglamento o la
compasión?
¿La letra de la ley o el espíritu del amor?
El sábado, instituido como día de descanso, era
para recordar que somos criaturas necesitadas de Dios, no máquinas de
producción. Sin embargo, en tiempos de Jesús, el descanso se volvió carga,
el precepto se convirtió en prisión. La religión se deformó en legalismo.
Y aún hoy, también nosotros podemos caer en la
misma tentación:
- Cuando
condenamos sin conocer.
- Cuando
juzgamos la apariencia y no el corazón.
- Cuando
exigimos normas a los demás y olvidamos la misericordia.
- Cuando
el domingo se vuelve un día como cualquier otro, sin oración, sin
comunidad, sin descanso para el alma ni cercanía con los hermanos.
✨ III. El
verdadero culto agrada a Dios
El salmista, con profunda gratitud, nos recuerda
que la verdadera adoración a Dios nace del corazón humilde:
“Cumpliré mis votos al Señor en presencia de todo su pueblo.”
El verdadero sacrificio que agrada a Dios no es el de los ritos vacíos, sino el
de una vida ofrecida en amor, compasión y justicia.
¿Cómo celebramos nosotros la Pascua hoy?
¿Ponemos en el centro a Cristo, Cordero inmolado, o a nuestras costumbres
religiosas vacías de espíritu?
¿Cómo vivimos el domingo, día del Señor?
¿Es solo tiempo de hacer mercado, de adelantar trabajo, o también de
detenernos, descansar, orar, reconciliarnos, compartir y servir?
💔 IV.
Intención orante por los que sufren
Hoy también nos detenemos para orar, desde lo más
hondo del corazón, por quienes sufren en el alma y en el cuerpo:
- Por
los que viven una Pascua dolorosa, esperando ser liberados de
enfermedades, de la soledad, de la guerra interior.
- Por
los que no pueden “descansar” porque el hambre o la violencia les impiden
vivir con dignidad.
- Por
los que están atados a pasados de esclavitud, y necesitan la esperanza de
un nuevo comienzo.
- Por
quienes han sido juzgados o marginados por su pobreza, debilidad o
diferencia.
En este Año Jubilar, la Iglesia entera es
llamada a abrir caminos de esperanza, a liberar a los oprimidos, a
proclamar un tiempo nuevo del Señor.
🕊️
Conclusión: el paso del Señor hoy
Queridos
hermanos y hermanas,
La Pascua no es solo un recuerdo. Es un paso de Dios por nuestra vida.
El sábado no es solo un mandato. Es una oportunidad para descansar en el
amor del Señor.
La Ley no es una carga. Es un camino hacia la libertad si se vive con amor.
Hoy el
Señor pasa por nuestra historia y nos pregunta:
¿Te pones en camino conmigo?
¿Dejarás que la compasión sea tu norma?
¿Serás un peregrino de esperanza, dispuesto a dejar atrás la esclavitud del
corazón?
Que esta
Eucaristía nos fortalezca, que el Pan del Cordero nos alimente, y que el
Espíritu nos impulse a vivir la ley del amor por encima del reglamento,
para gloria de Dios y salvación de los que sufren.
Amén.
2
Con la vestidura del viajero
Intención penitencial y por quienes sufren. En el marco del Año Jubilar.
🕊️
Introducción: El alma en salida
Queridos hermanos y hermanas:
La Palabra de Dios hoy nos interpela profundamente:
¿cómo estamos caminando por la vida? ¿Vamos como esclavos resignados,
como turistas que se distraen, o como peregrinos con la mirada puesta en la
meta?
El libro del Éxodo nos sitúa en uno de los momentos
más sagrados de la historia del pueblo de Dios: la institución de la Pascua.
Justo antes de la décima plaga, cuando el juicio de Dios toca a Egipto para
liberar a Israel, Dios no solo actúa con poder… también educa al pueblo en
la esperanza y en la liturgia.
🕯️ I. Una
Pascua que transforma la historia
El Señor, antes de actuar con justicia, enseña a su
pueblo a recordar y a caminar. La Pascua no será solo una noche de
liberación, sino una celebración perpetua, una forma de mantener viva la
memoria de que Dios no abandona, de que siempre hay una salida, aunque parezca
que no.
Por eso, el rito pascual exige una actitud
concreta:
- Ceñidos
los lomos:
listos para partir.
- Sandalias
en los pies:
con agilidad y determinación.
- Bastón
en la mano:
sostenidos por la fe.
Es la vestidura del viajero. No la del sedentario. No la del
que se apega a sus seguridades. No la del que se instala en la comodidad. Es la
del peregrino que cree que la tierra prometida existe, aunque aún
no la vea.
Y esta condición es también la nuestra. Porque nosotros también vivimos entre
esclavitudes y promesas. Porque también nosotros esperamos una liberación que
aún no se ha cumplido del todo. Porque también nosotros somos llamados a
celebrar la Pascua no como un rito del pasado, sino como un impulso
hacia el futuro.
💧 II. El
dolor que nos urge a caminar
Celebrar la Pascua con vestidura de viajero
significa no ignorar las heridas del pueblo, los dolores del alma y
del cuerpo, las esclavitudes que aún nos encadenan.
Hoy oramos especialmente:
- Por
quienes viven el dolor físico de la enfermedad, del cansancio, de la vejez
sin consuelo.
- Por
quienes están atados por adicciones, por miedos, por heridas del pasado.
- Por
quienes no encuentran salida a su pobreza, su tristeza o su soledad.
- Por
los que han perdido la fe o la esperanza.
En este Año Jubilar, en el que el Papa nos
llama a ser “peregrinos de la esperanza”, la Pascua se hace carne en
nosotros cuando tomamos el bastón de la compasión, las sandalias de la caridad,
y nos ceñimos con el servicio y la oración.
📖 III. El
Evangelio: cuando la ley se vuelve trampa
En el Evangelio de Mateo, Jesús es confrontado por
los fariseos porque sus discípulos arrancan espigas para comer en sábado. No es
un caso de hambre voraz ni de transgresión rebelde. Es una escena sencilla: unos
caminantes, con hambre, que buscan alimento.
Pero para los legalistas, la ley vale más que la
persona. Jesús responde con fuerza y con ternura:
“Misericordia quiero, y no sacrificios.”
Ese versículo —que ya citaba el profeta Oseas— sacude
el corazón endurecido. Porque recuerda que Dios no se complace en ritos
vacíos, sino en corazones convertidos.
Que no se agrada en normas frías, sino en actos de amor.
Que el verdadero descanso del sábado no consiste en no mover un dedo,
sino en abrir el corazón al necesitado, en aliviar la carga del hermano.
¿No es acaso esto lo que Jesús hizo cada vez que
curó, acogió o perdonó… incluso en sábado?
🙏 IV.
Peregrinos de la esperanza
Hoy, el Señor nos dice: celebra la Pascua con la
vestidura del viajero.
- Que
tu cintura esté ceñida con la verdad, no con el orgullo.
- Que
tus pies estén calzados con la prontitud del Evangelio, no con la lentitud
de la indiferencia.
- Que
tu bastón sea la Palabra, que te sostiene cuando flaqueas.
No te apegues al lugar del dolor. No construyas
casa en medio de la esclavitud. No te instales en el desierto del miedo.
Dios quiere que caminemos hacia la libertad, hacia la vida nueva, hacia la
Pascua eterna que se cumple plenamente en Cristo.
🕊️ Conclusión:
el viaje continúa
Hermanos,
La Pascua es un paso de Dios por nuestra historia… y también un paso nuestro
hacia Él.
Pero solo podemos caminar si estamos dispuestos a salir.
Y solo podemos salir si estamos revestidos con la actitud del viajero: ligeros,
disponibles, confiados.
Que esta
Eucaristía sea nuestro pan de camino.
Que el Cordero Pascual nos fortalezca.
Y que al igual que el pueblo de Israel, ceñidos, calzados y bastón en mano,
caminemos con fe, por los que sufren, por nosotros mismos, por la Iglesia…
hasta que la esperanza se vuelva visión, y la tierra prometida se abra como
casa de todos.
Amén.
3
“Misericordia quiero y no sacrificios” (Mt
12,7): vivir la libertad del Evangelio desde el corazón de Dios
Queridos
hermanos y hermanas:
Nos
encontramos hoy en este viernes del Tiempo Ordinario, en el marco del Año Jubilar, con el corazón
abierto a la Palabra de Dios que nos invita a mirar nuestra fe no desde la
rigidez de la norma, sino desde la misericordia que brota del corazón compasivo
del Padre. Esta liturgia nos desafía a vivir una conversión auténtica, que deje
atrás el juicio condenatorio y se abra a la comprensión, la compasión y la
libertad que solo Cristo puede ofrecer.
I.
El contexto de la Primera Lectura: la Pascua como camino de liberación
El
libro del Éxodo nos presenta hoy el anuncio de la décima plaga y el comienzo
del rito pascual. Dios ordena al pueblo que celebre la Pascua “ceñidos los lomos, sandalias en los
pies y bastón en la mano” (Ex 12,11). Es decir, listos para salir,
para ponerse en marcha. No es un rito de nostalgia ni de comodidad, sino de
camino, de ruptura con la esclavitud, de apertura al futuro.
La
Pascua es la memoria viva de la libertad. En esta cena apurada, con pan sin
levadura y cordero, el pueblo se despide de Egipto, de la opresión, y se
encomienda a un Dios que escucha el clamor del oprimido y actúa en la historia.
Esa Pascua es también la figura de Cristo, el Cordero inmolado, cuya sangre nos
libra no solo del Faraón, sino del pecado y de la muerte.
Hoy,
en nuestro camino de fe, también estamos llamados a celebrar con “la tenue du voyageur”, con la
actitud del peregrino, como dice un comentario francés: no instalados, no
acomodados, sino en marcha, ligeros, atentos, obedientes. El Jubileo es también
un paso pascual: Dios quiere liberarnos de tantas esclavitudes que nos atan —el
juicio fácil, la rigidez, el orgullo religioso— para llevarnos a la libertad de
los hijos.
II.
El Evangelio: entre el legalismo farisaico y la misericordia de Jesús
San
Mateo nos presenta una escena significativa: Jesús y sus discípulos caminan por
los sembrados un sábado. Los discípulos, hambrientos, arrancan espigas para
comer. Los fariseos, rápidos en juzgar, los acusan de violar el descanso
sabático.
Aquí
se da un contraste fuerte: los discípulos caminan con Jesús, confiados,
humildes, pobres; y al otro lado, los fariseos, observadores rigurosos de la
ley, pero desconectados del sufrimiento humano. Donde hay hambre, ellos ven
pecado. Donde hay necesidad, ellos ven transgresión. Donde hay vida, ellos ven
una norma violada.
Jesús,
con la sabiduría del que conoce el corazón humano, responde con firmeza y
misericordia: “Si
comprendieran lo que significa: Misericordia quiero y no sacrificios, no
condenarían a los inocentes” (Mt 12,7).
¿Qué
nos está diciendo el Señor? Que Dios no se complace en rituales vacíos ni en
observancias rígidas que aplastan al hermano. Que el centro de la ley es el
amor, y que toda norma debe estar al servicio de la vida, del ser humano,
especialmente del que sufre.
III.
Una palabra para los que juzgan… y para los que sufren
Este
Evangelio, hermanos, nos llama a la humildad. ¿Cuántas veces nosotros mismos,
como los fariseos, juzgamos sin conocer? ¿Cuántas veces señalamos sin escuchar?
¿Cuántas veces condenamos sin compasión?
En
cambio, Jesús mira a sus discípulos con ternura. No los acusa, no les exige más
de lo que pueden dar. Entiende su hambre, su fatiga, su debilidad. Él ve el
corazón, no solo las manos. En tiempos donde tantos sufren en el alma y en el
cuerpo, esta palabra nos llama a tener un corazón más semejante al de Cristo:
capaz de comprender, de perdonar, de sanar.
Hoy,
como Iglesia, somos convocados a mirar a quienes caminan hambrientos por la
vida: el enfermo postrado, el migrante sin tierra, el preso sin consuelo, el
adicto que lucha, el pobre olvidado, el que sufre en silencio… El Jubileo es
ocasión de gracia para abrir las puertas de la misericordia a estos hermanos.
Porque, como decía el Papa Francisco: “el
nombre de Dios es misericordia”.
IV.
Vivir el Jubileo: conversión del juicio a la compasión
El
Jubileo nos invita a “dejar caer las piedras” que cargamos en las manos y en el
alma: las del juicio, del resentimiento, del egoísmo. Jesús nos ofrece un yugo
distinto: “Mi yugo es suave y
mi carga ligera” (Mt 11,30). Su yugo es el amor que libera.
Seamos
peregrinos de la esperanza, ceñidos con la fe, calzados con la caridad,
llevando en nuestras manos el bastón del Evangelio. No nos instalemos en
nuestros prejuicios, en nuestras seguridades. Caminemos con el Señor, con
hambre de justicia, sed de verdad, y pan de misericordia para compartir.
V.
Oración final
Señor
Jesús,
Tú que conoces el hambre del cuerpo y del alma,
enséñanos a mirar con compasión y no con juicio.
Libéranos de las cadenas del legalismo,
de la tentación de condenar, de la dureza del corazón.
Danos el don de la ternura y la alegría de tu libertad.
Mira,
Señor, a quienes hoy sufren en el alma y en el cuerpo:
los enfermos, los deprimidos, los olvidados, los pobres.
Que tu presencia los consuele,
que tu Pascua les abra camino a la vida.
Y a
nosotros, danos la gracia de ser Iglesia samaritana,
que no juzga, sino que cura, que no condena, sino que ama.
En este Año Jubilar, renueva nuestros corazones
y haznos testigos de tu misericordia.
Amén.
“No condenen y no serán condenados; perdonen y serán
perdonados” (Lc 6,37).
Que
así sea en nuestra vida.