jueves, 17 de julio de 2025

18 de julio del 2025: viernes de la decimoquinta semana del tiempo ordinario-I

 

La vestimenta del viajero

(Éxodo 11,10–12,14) El rito de la Pascua retoma elementos antiguos para darles un sentido nuevo: es memorial de la liberación de Egipto, anticipación de la Pascua de Cristo, y figura de todas las liberaciones que Dios quiere realizar en nuestras vidas.
Se trata de celebrar este rito “ceñidos los lomos”, “sandalias en los pies”, “bastón en la mano”, es decir, con la vestimenta del viajero, de aquel que no se apega al lugar de su peregrinación porque está orientado hacia la tierra prometida.
Esa también es nuestra condición.

Emmanuelle Billoteau, ermite

 


Primera lectura

Éx 11,10 - 12,14
Matarán al cordero al atardecer; cuando yo vea la sangre, pasaré de largo ante ustedes

Lectura del libro del Éxodo.

EN aquellos días, Moisés y Aarón hicieron muchos prodigios en presencia del faraón; pero el Señor hizo que el faraón se obstinara en no dejar marchar a los hijos de Israel de su tierra.
Dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto:
«Este mes será para ustedes el principal de los meses; será para ustedes el primer mes del año. Digan a toda la asamblea de los hijos de Israel: “El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino más próximo a su casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo.
Será un animal sin defecto, macho, de un año; lo escogerán entre los corderos o los cabritos.
Lo guardarán hasta el día catorce del mes y toda la asamblea de los hijos de Israel lo matará al atardecer”. Tomarán la sangre y rociarán las dos jambas y el dintel de la casa donde lo coman.
Esa noche comerán la carne, asada a fuego, y comerán panes sin fermentar y hierbas amargas.
No comerán de ella nada crudo, ni cocido en agua, sino asado a fuego: con cabeza, patas y vísceras. No dejarán restos para la mañana siguiente; y si sobra algo, lo quemarán.
Y lo comerán así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y se lo comerán a toda prisa, porque es la Pascua, el Paso del Señor.
Yo pasaré esta noche por la tierra de Egipto y heriré a todos los primogénitos de la tierra de Egipto, desde los hombres hasta los ganados, y me tomaré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo, el Señor.
La sangre será la señal de ustedes en las casas donde habitan. Cuando yo vea la sangre, pasaré de largo ante ustedes, y no habrá entre ustedes plaga exterminadora, cuando yo hiera a la tierra de Egipto.
Este será un día memorable para ustedes; en él celebrarán fiesta en honor del Señor. De generación en generación, como ley perpetua lo festejarán.

Palabra de Dios.


Salmo

Sal 116(115),12-13. 15-16bc.17-18 (R. 13)

R. Alzaré la copa de la salvación,
invocando el nombre del Señor.


O bien:

R. Aleluya.

V. ¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?

Alzaré la copa de la salvación,
invocando el nombre del Señor.
 R.

V. Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
hijo de tu esclava:
rompiste mis cadenas. 
R.

V. Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando el nombre del Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo.
 R.


Aclamación

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Mis ovejas escuchan mi voz -dice el Señor-, y yo las conozco, y ellas me siguen. R.


Evangelio

Mt 12,1-8

El Hijo del hombre es señor del sábado

Lectura del santo Evangelio según san Mateo.

EN aquel tiempo, atravesó Jesús en sábado un sembrado; los discípulos, que tenían hambre, empezaron a arrancar espigas y a comérselas.
Los fariseos, al verlo, le dijeron:
«Mira, tus discípulos están haciendo una cosa que no está permitida en sábado».
Les replicó:
«¿No han leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios y comieron de los panes de la proposición, cosa que no les estaba permitida ni a él ni a sus compañeros, sino solo a los sacerdotes.
¿Y no han leído en la ley que los sacerdotes pueden violar el sábado en el templo sin incurrir en culpa?
Pues les digo que aquí hay uno que es más que el templo.
Si comprendieran lo que significa “quiero misericordia y no sacrificio”, no condenarían a los inocentes. Porque el Hijo del hombre es señor del sábado».

Palabra del Señor.


1


¿Compasión o reglamento?


Intención orante: por los que sufren en el alma y en el cuerpo. Año Jubilar: peregrinos de la esperanza.


📖 “Misericordia quiero, y no sacrificios” (Mt 12,7)

Queridos hermanos y hermanas:

En este tiempo ordinario que recorre con humildad y profundidad el camino de nuestra fe, el Señor nos invita hoy a una pausa contemplativa. Nos propone mirar atrás —como lo hace el libro del Éxodo— para no olvidar, y mirar también hacia lo alto —como lo hace el Evangelio— para no endurecer el corazón.

Hoy la Palabra de Dios pone en diálogo la compasión y el reglamento, la memoria de la Pascua y la vivencia del sábado, el paso de Dios y el juicio del hombre.


🕯️ I. El salto narrativo y la memoria de la liberación

La lectura del libro del Éxodo da un giro inesperado. Se omiten capítulos enteros llenos de acción, milagros y confrontaciones, donde se revela el poder de Dios frente a la terquedad del faraón. Plaga tras plaga, Moisés y Aarón obedecen a Dios con valentía, mientras el corazón del faraón se endurece.

Y justo cuando el lector espera el desenlace, el texto hace una pausa litúrgica. Es como si Dios dijera: “Detente un momento. Antes de pasar a la acción, recuerda quién eres y a qué estás llamado.”
Antes de narrar la décima plaga, se detalla cómo celebrar la Pascua, la cena de liberación. Ya no es solo una narración histórica, sino una pedagogía espiritual: Dios enseña que la memoria litúrgica es parte de la libertad. Sin memoria, el pueblo se vuelve esclavo del olvido. Sin liturgia, la historia se repite como tragedia.

La Pascua no es solo recuerdo del pasado. Es llamada al presente. Vestidos para la marcha, bastón en mano, pan sin levadura, prisa del alma. Porque la Pascua pone en camino, y el camino no siempre se conoce... pero el que guía es fiel.

En este Año Jubilar, donde somos “peregrinos de la esperanza”, el Señor nos recuerda que la fe no es una sala de espera, sino un camino en marcha. No podemos quedarnos detenidos en ritualismos vacíos ni en el peso del pasado. ¡Hay que caminar con la luz del Cordero!


🌾 II. El día del Señor: ¿descanso para el alma o rigidez del corazón?

En el Evangelio de hoy, Jesús y sus discípulos atraviesan campos de trigo en sábado. Los discípulos arrancan espigas para calmar el hambre. ¿Es esto trabajo? ¿Han quebrantado la Ley?

Los fariseos, atentos observadores de las normas, acusan a Jesús. Pero el Señor, con sabiduría profética, les responde: “Si hubieran comprendido lo que significa: Misericordia quiero y no sacrificios, no condenarían a los inocentes.”

¿Qué es más importante: el reglamento o la compasión?
¿La letra de la ley o el espíritu del amor?

El sábado, instituido como día de descanso, era para recordar que somos criaturas necesitadas de Dios, no máquinas de producción. Sin embargo, en tiempos de Jesús, el descanso se volvió carga, el precepto se convirtió en prisión. La religión se deformó en legalismo.

Y aún hoy, también nosotros podemos caer en la misma tentación:

  • Cuando condenamos sin conocer.
  • Cuando juzgamos la apariencia y no el corazón.
  • Cuando exigimos normas a los demás y olvidamos la misericordia.
  • Cuando el domingo se vuelve un día como cualquier otro, sin oración, sin comunidad, sin descanso para el alma ni cercanía con los hermanos.

III. El verdadero culto agrada a Dios

El salmista, con profunda gratitud, nos recuerda que la verdadera adoración a Dios nace del corazón humilde:
“Cumpliré mis votos al Señor en presencia de todo su pueblo.”
El verdadero sacrificio que agrada a Dios no es el de los ritos vacíos, sino el de una vida ofrecida en amor, compasión y justicia.

¿Cómo celebramos nosotros la Pascua hoy?
¿Ponemos en el centro a Cristo, Cordero inmolado, o a nuestras costumbres religiosas vacías de espíritu?
¿Cómo vivimos el domingo, día del Señor?
¿Es solo tiempo de hacer mercado, de adelantar trabajo, o también de detenernos, descansar, orar, reconciliarnos, compartir y servir?


💔 IV. Intención orante por los que sufren

Hoy también nos detenemos para orar, desde lo más hondo del corazón, por quienes sufren en el alma y en el cuerpo:

  • Por los que viven una Pascua dolorosa, esperando ser liberados de enfermedades, de la soledad, de la guerra interior.
  • Por los que no pueden “descansar” porque el hambre o la violencia les impiden vivir con dignidad.
  • Por los que están atados a pasados de esclavitud, y necesitan la esperanza de un nuevo comienzo.
  • Por quienes han sido juzgados o marginados por su pobreza, debilidad o diferencia.

En este Año Jubilar, la Iglesia entera es llamada a abrir caminos de esperanza, a liberar a los oprimidos, a proclamar un tiempo nuevo del Señor.


🕊️ Conclusión: el paso del Señor hoy

Queridos hermanos y hermanas,
La Pascua no es solo un recuerdo. Es un paso de Dios por nuestra vida.
El sábado no es solo un mandato. Es una oportunidad para descansar en el amor del Señor.
La Ley no es una carga. Es un camino hacia la libertad si se vive con amor.

Hoy el Señor pasa por nuestra historia y nos pregunta:
¿Te pones en camino conmigo?
¿Dejarás que la compasión sea tu norma?
¿Serás un peregrino de esperanza, dispuesto a dejar atrás la esclavitud del corazón?

Que esta Eucaristía nos fortalezca, que el Pan del Cordero nos alimente, y que el Espíritu nos impulse a vivir la ley del amor por encima del reglamento, para gloria de Dios y salvación de los que sufren.

Amén.

 

2

 

Con la vestidura del viajero
Intención penitencial y por quienes sufren. En el marco del Año Jubilar.


🕊️ Introducción: El alma en salida

Queridos hermanos y hermanas:

La Palabra de Dios hoy nos interpela profundamente: ¿cómo estamos caminando por la vida? ¿Vamos como esclavos resignados, como turistas que se distraen, o como peregrinos con la mirada puesta en la meta?

El libro del Éxodo nos sitúa en uno de los momentos más sagrados de la historia del pueblo de Dios: la institución de la Pascua. Justo antes de la décima plaga, cuando el juicio de Dios toca a Egipto para liberar a Israel, Dios no solo actúa con poder… también educa al pueblo en la esperanza y en la liturgia.


🕯️ I. Una Pascua que transforma la historia

El Señor, antes de actuar con justicia, enseña a su pueblo a recordar y a caminar. La Pascua no será solo una noche de liberación, sino una celebración perpetua, una forma de mantener viva la memoria de que Dios no abandona, de que siempre hay una salida, aunque parezca que no.

Por eso, el rito pascual exige una actitud concreta:

  • Ceñidos los lomos: listos para partir.
  • Sandalias en los pies: con agilidad y determinación.
  • Bastón en la mano: sostenidos por la fe.

Es la vestidura del viajero. No la del sedentario. No la del que se apega a sus seguridades. No la del que se instala en la comodidad. Es la del peregrino que cree que la tierra prometida existe, aunque aún no la vea.

Y esta condición es también la nuestra. Porque nosotros también vivimos entre esclavitudes y promesas. Porque también nosotros esperamos una liberación que aún no se ha cumplido del todo. Porque también nosotros somos llamados a celebrar la Pascua no como un rito del pasado, sino como un impulso hacia el futuro.


💧 II. El dolor que nos urge a caminar

Celebrar la Pascua con vestidura de viajero significa no ignorar las heridas del pueblo, los dolores del alma y del cuerpo, las esclavitudes que aún nos encadenan.

Hoy oramos especialmente:

  • Por quienes viven el dolor físico de la enfermedad, del cansancio, de la vejez sin consuelo.
  • Por quienes están atados por adicciones, por miedos, por heridas del pasado.
  • Por quienes no encuentran salida a su pobreza, su tristeza o su soledad.
  • Por los que han perdido la fe o la esperanza.

En este Año Jubilar, en el que el Papa nos llama a ser “peregrinos de la esperanza”, la Pascua se hace carne en nosotros cuando tomamos el bastón de la compasión, las sandalias de la caridad, y nos ceñimos con el servicio y la oración.


📖 III. El Evangelio: cuando la ley se vuelve trampa

En el Evangelio de Mateo, Jesús es confrontado por los fariseos porque sus discípulos arrancan espigas para comer en sábado. No es un caso de hambre voraz ni de transgresión rebelde. Es una escena sencilla: unos caminantes, con hambre, que buscan alimento.

Pero para los legalistas, la ley vale más que la persona. Jesús responde con fuerza y con ternura:

“Misericordia quiero, y no sacrificios.”

Ese versículo —que ya citaba el profeta Oseas— sacude el corazón endurecido. Porque recuerda que Dios no se complace en ritos vacíos, sino en corazones convertidos.
Que no se agrada en normas frías, sino en actos de amor.
Que el verdadero descanso del sábado no consiste en no mover un dedo, sino en abrir el corazón al necesitado, en aliviar la carga del hermano.

¿No es acaso esto lo que Jesús hizo cada vez que curó, acogió o perdonó… incluso en sábado?


🙏 IV. Peregrinos de la esperanza

Hoy, el Señor nos dice: celebra la Pascua con la vestidura del viajero.

  • Que tu cintura esté ceñida con la verdad, no con el orgullo.
  • Que tus pies estén calzados con la prontitud del Evangelio, no con la lentitud de la indiferencia.
  • Que tu bastón sea la Palabra, que te sostiene cuando flaqueas.

No te apegues al lugar del dolor. No construyas casa en medio de la esclavitud. No te instales en el desierto del miedo.
Dios quiere que caminemos hacia la libertad, hacia la vida nueva, hacia la Pascua eterna que se cumple plenamente en Cristo.


🕊️ Conclusión: el viaje continúa

Hermanos,
La Pascua es un paso de Dios por nuestra historia… y también un paso nuestro hacia Él.
Pero solo podemos caminar si estamos dispuestos a salir.
Y solo podemos salir si estamos revestidos con la actitud del viajero: ligeros, disponibles, confiados.

Que esta Eucaristía sea nuestro pan de camino.
Que el Cordero Pascual nos fortalezca.
Y que al igual que el pueblo de Israel, ceñidos, calzados y bastón en mano, caminemos con fe, por los que sufren, por nosotros mismos, por la Iglesia… hasta que la esperanza se vuelva visión, y la tierra prometida se abra como casa de todos.

Amén.

 

 

3

 

“Misericordia quiero y no sacrificios” (Mt 12,7): vivir la libertad del Evangelio desde el corazón de Dios

 

Queridos hermanos y hermanas:

Nos encontramos hoy en este viernes del Tiempo Ordinario, en el marco del Año Jubilar, con el corazón abierto a la Palabra de Dios que nos invita a mirar nuestra fe no desde la rigidez de la norma, sino desde la misericordia que brota del corazón compasivo del Padre. Esta liturgia nos desafía a vivir una conversión auténtica, que deje atrás el juicio condenatorio y se abra a la comprensión, la compasión y la libertad que solo Cristo puede ofrecer.


I. El contexto de la Primera Lectura: la Pascua como camino de liberación

El libro del Éxodo nos presenta hoy el anuncio de la décima plaga y el comienzo del rito pascual. Dios ordena al pueblo que celebre la Pascua “ceñidos los lomos, sandalias en los pies y bastón en la mano” (Ex 12,11). Es decir, listos para salir, para ponerse en marcha. No es un rito de nostalgia ni de comodidad, sino de camino, de ruptura con la esclavitud, de apertura al futuro.

La Pascua es la memoria viva de la libertad. En esta cena apurada, con pan sin levadura y cordero, el pueblo se despide de Egipto, de la opresión, y se encomienda a un Dios que escucha el clamor del oprimido y actúa en la historia. Esa Pascua es también la figura de Cristo, el Cordero inmolado, cuya sangre nos libra no solo del Faraón, sino del pecado y de la muerte.

Hoy, en nuestro camino de fe, también estamos llamados a celebrar con “la tenue du voyageur”, con la actitud del peregrino, como dice un comentario francés: no instalados, no acomodados, sino en marcha, ligeros, atentos, obedientes. El Jubileo es también un paso pascual: Dios quiere liberarnos de tantas esclavitudes que nos atan —el juicio fácil, la rigidez, el orgullo religioso— para llevarnos a la libertad de los hijos.


II. El Evangelio: entre el legalismo farisaico y la misericordia de Jesús

San Mateo nos presenta una escena significativa: Jesús y sus discípulos caminan por los sembrados un sábado. Los discípulos, hambrientos, arrancan espigas para comer. Los fariseos, rápidos en juzgar, los acusan de violar el descanso sabático.

Aquí se da un contraste fuerte: los discípulos caminan con Jesús, confiados, humildes, pobres; y al otro lado, los fariseos, observadores rigurosos de la ley, pero desconectados del sufrimiento humano. Donde hay hambre, ellos ven pecado. Donde hay necesidad, ellos ven transgresión. Donde hay vida, ellos ven una norma violada.

Jesús, con la sabiduría del que conoce el corazón humano, responde con firmeza y misericordia: “Si comprendieran lo que significa: Misericordia quiero y no sacrificios, no condenarían a los inocentes” (Mt 12,7).

¿Qué nos está diciendo el Señor? Que Dios no se complace en rituales vacíos ni en observancias rígidas que aplastan al hermano. Que el centro de la ley es el amor, y que toda norma debe estar al servicio de la vida, del ser humano, especialmente del que sufre.


III. Una palabra para los que juzgan… y para los que sufren

Este Evangelio, hermanos, nos llama a la humildad. ¿Cuántas veces nosotros mismos, como los fariseos, juzgamos sin conocer? ¿Cuántas veces señalamos sin escuchar? ¿Cuántas veces condenamos sin compasión?

En cambio, Jesús mira a sus discípulos con ternura. No los acusa, no les exige más de lo que pueden dar. Entiende su hambre, su fatiga, su debilidad. Él ve el corazón, no solo las manos. En tiempos donde tantos sufren en el alma y en el cuerpo, esta palabra nos llama a tener un corazón más semejante al de Cristo: capaz de comprender, de perdonar, de sanar.

Hoy, como Iglesia, somos convocados a mirar a quienes caminan hambrientos por la vida: el enfermo postrado, el migrante sin tierra, el preso sin consuelo, el adicto que lucha, el pobre olvidado, el que sufre en silencio… El Jubileo es ocasión de gracia para abrir las puertas de la misericordia a estos hermanos. Porque, como decía el Papa Francisco: “el nombre de Dios es misericordia”.


IV. Vivir el Jubileo: conversión del juicio a la compasión

El Jubileo nos invita a “dejar caer las piedras” que cargamos en las manos y en el alma: las del juicio, del resentimiento, del egoísmo. Jesús nos ofrece un yugo distinto: “Mi yugo es suave y mi carga ligera” (Mt 11,30). Su yugo es el amor que libera.

Seamos peregrinos de la esperanza, ceñidos con la fe, calzados con la caridad, llevando en nuestras manos el bastón del Evangelio. No nos instalemos en nuestros prejuicios, en nuestras seguridades. Caminemos con el Señor, con hambre de justicia, sed de verdad, y pan de misericordia para compartir.


V. Oración final

Señor Jesús,
Tú que conoces el hambre del cuerpo y del alma,
enséñanos a mirar con compasión y no con juicio.
Libéranos de las cadenas del legalismo,
de la tentación de condenar, de la dureza del corazón.
Danos el don de la ternura y la alegría de tu libertad.

Mira, Señor, a quienes hoy sufren en el alma y en el cuerpo:
los enfermos, los deprimidos, los olvidados, los pobres.
Que tu presencia los consuele,
que tu Pascua les abra camino a la vida.

Y a nosotros, danos la gracia de ser Iglesia samaritana,
que no juzga, sino que cura, que no condena, sino que ama.
En este Año Jubilar, renueva nuestros corazones
y haznos testigos de tu misericordia.

Amén.


“No condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados” (Lc 6,37).

Que así sea en nuestra vida.

miércoles, 16 de julio de 2025

17 de julio del 2025: jueves de la decimoquinta semana del tiempo ordinario- año I

 

La vigilancia de lo inesperado

(Éxodo 3, 13-20) Dios se revela como —literalmente— «Yo seré quien seré», es decir: «tal como me revelaré a ustedes». Esto invita a la vigilancia, en contraste con un supuesto saber que nos hace pasar por alto sus visitas.

¿No está llamado el pueblo de Israel a dejarse sorprender, a ser desinstalado de sus certezas, y a ser conducido hasta la montaña del Sinaí, donde Dios le dará lo necesario para perfeccionar su liberación en el respeto al prójimo y en la lucha contra toda forma de idolatría?

Emmanuelle Billoteau, ermite

 

 


 

Primera lectura

Éx 3, 13-20
Yo soy el que soy. “Yo soy” me envía a ustedes

Lectura del libro del Éxodo.


EN aquellos días, al escuchar Moisés la voz del Señor entre las zarzas, le replicó:
«Mira, yo iré a los hijos de Israel y les diré: “El Dios de sus padres me ha enviado a ustedes”. Si ellos me preguntan: “¿Cuál es su nombre?”, ¿qué les respondo?».
Dios dijo a Moisés:
«“Yo soy el que soy”; esto dirás a los hijos de Israel: “Yo soy” me envía a ustedes».
Dios añadió:
«Esto dirás a los hijos de Israel: “El Señor, Dios de sus padres, el Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob, me envía a ustedes. Este es mi nombre para siempre: así me llamarán de generación en generación”».
«Vete, reúne a los ancianos de Israel y diles: El Señor Dios de sus padres se me ha aparecido, el Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob, y me ha dicho: “He observado atentamente cómo los tratan en Egipto y he decidido sacarlos de la opresión egipcia y llevarlos a la tierra de los cananeos, hititas, amorreos, perizitas, heveos y jebuseos, a una tierra que mana leche y miel”.
Ellos te harán caso; y tú, con los ancianos de Israel, te presentarás al rey de Egipto y le dirán: “El Señor, Dios de los hebreos, nos ha salido al encuentro y ahora nosotros tenemos que hacer un viaje de tres jornadas por el desierto para ofrecer sacrificios al Señor nuestro Dios”.
Yo sé que el rey de Egipto no los dejará marchar ni a la fuerza; pero yo extenderé mi mano y heriré a Egipto con prodigios que haré en medio de él, y entonces los dejará marchar».

Palabra de Dios

 

Salmo

Sal 105(104),1 y 5.8-9. 24-25.26-27 (R. 8a) 

R. El Señor se acuerda de su alianza eternamente.

O bien:

R. Aleluya.

VDen gracias al Señor, invoquen su nombre,
den a conocer sus hazañas a los pueblos.
Recuerden las maravillas que hizo,
sus prodigios, las sentencias de su boca. 
R.

V. Se acuerda de su alianza eternamente,
de la palabra dada, por mil generaciones;
de la alianza sellada con Abrahán,
del juramento hecho a Isaac.
 R.

V. Dios hizo a su pueblo muy fecundo,
más poderoso que sus enemigos.
A estos les cambió el corazón
para que odiasen a su pueblo
y usaran malas artes con sus siervos. 
R.

V. Pero envió a Moisés, su siervo,
y a Aarón, su escogido,
que hicieron contra ellos sus signos,
prodigios en la tierra de Cam
R.

 

Aclamación

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados -dice el Señor- y yo los aliviaré. R.

 

Evangelio

Mt 11,28-30

Soy manso y humilde de corazón

Lectura del santo Evangelio según san Mateo.


EN aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:
«Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso para sus almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

Palabra del Señor.

 

 

1

 

Yo soy el que soy: El Nombre de Dios y la Ligereza del Evangelio


Queridos hermanos y hermanas:

1. El misterio del Nombre divino

En la primera lectura de hoy, Moisés, abrumado por la misión que Dios le encomienda, hace una pregunta profunda, existencial y teológica: “Si me preguntan: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les voy a responder?” (Éx 3,13). La respuesta de Dios es misteriosa: “Yo soy el que soy” (v.14). No es un nombre como los que estamos acostumbrados a usar. No se encierra en una etiqueta ni se limita a una imagen humana. Es un nombre que revela presencia, fidelidad y trascendencia. Dios no es solo el que fue con Abraham, Isaac y Jacob; es el que es y el que será. El Dios vivo y siempre presente.

En la antigüedad, nombrar a una divinidad era una forma de tener dominio sobre ella. Pero el Dios de Israel se presenta como un Dios libre, inabarcable, pero cercano, un Dios que no puede ser manipulado, pero que se revela por amor. En la tradición judía, su nombre impronunciable, el tetragrama YHWH, se sustituye con palabras como Adonai o Hashem (“El Nombre”), recordándonos que lo santo no se posee, sino que se adora con reverencia.

Los musulmanes, por su parte, reconocen 99 nombres de Dios. El centésimo permanece desconocido, reservado solo al Altísimo. En todas las tradiciones monoteístas se respira este asombro ante el misterio de Dios: un Dios que se deja encontrar, pero nunca se agota.

Y aquí viene nuestra primera gran enseñanza jubilar:
¡Somos peregrinos que caminan no hacia un concepto, sino hacia un Rostro!
El Año Jubilar nos invita a redescubrir el Nombre de Dios como fuente de identidad, de vocación y de misión.


2. Jesús: el rostro visible del Dios invisible

En el Evangelio de hoy, Jesús, verdadero Hijo de Dios, se presenta como respuesta viva y cercana al clamor humano: “Vengan a mí todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo les daré alivio” (Mt 11,28).

Aquí se produce un giro revolucionario. Frente al peso de las leyes, de los ritos asfixiantes y de las exigencias religiosas sin alma, Jesús propone un yugo que no destruye, sino que libera. No se trata de que la vida ya no duela o que no haya sufrimiento, sino de que Él mismo se hace compañero de camino, nos enseña a cargar la cruz con sentido y esperanza.

Su promesa: “Mi yugo es suave y mi carga ligera” (v.30), no es una fórmula mágica, sino una alianza de amor. Él no suprime la fatiga, pero sí le da sentido. Nos transforma desde dentro. Lo que Él exige, nos capacita para vivirlo. No nos deja solos.

¡Qué palabra tan poderosa para los evangelizadores, los misioneros, los catequistas, los sacerdotes, los consagrados y los laicos comprometidos! En este Año Jubilar, en que oramos por las vocaciones y por la misión de la Iglesia, Jesús nos vuelve a invitar a su escuela: la escuela de la mansedumbre, de la humildad, de la entrega.


3. El Salmo: “El Señor nunca olvida su alianza”

El salmo responsorial (Salmo 104) es un canto a la memoria fiel de Dios. El salmista proclama: “El Señor nunca olvida sus promesas”. Nos recuerda que Dios no es un ser lejano, sino alguien que actúa en la historia, que acompaña a su pueblo, que cumple su palabra y que libera.

En la obra evangelizadora, tantas veces fatigosa, nos consuela saber que no trabajamos en vano. A veces sembramos en el silencio, en el desierto, entre lágrimas… pero el Señor nunca olvida. En cada vocación que brota, en cada corazón que se convierte, en cada gesto de amor auténtico, se manifiesta esa fidelidad que no falla.


4. La alegría que nace de la comunión

 “La alegría es siempre entrar en la alegría del otro: de Dios y de los hombres”. En un mundo obsesionado con el placer, la eficacia y el éxito, Jesús nos ofrece una alegría distinta: la que nace del amor gratuito, de la comunión, de saberse amado incluso en la pobreza.

Esta es la fuente de toda vocación verdadera. Solo quien se ha sentido abrazado por Cristo puede decir sí con libertad y generosidad. La evangelización no es proselitismo; es contagio de alegría, testimonio de vida redimida, canto humilde que brota del corazón que ha encontrado su descanso en el Señor.


5. Conclusión: “¿Cuál es tu nombre?”

Hoy, el Señor también nos pregunta a cada uno: “¿Cuál es tu nombre?” ¿Cómo te llamas? No solo en un sentido biográfico o legal. Nos pregunta:
¿Quién eres realmente? ¿Has descubierto tu verdadero nombre en Dios? ¿Sabes que estás llamado por tu nombre, amado, enviado?

El Año Jubilar es una oportunidad para redescubrir nuestra identidad bautismal y para alentar a otros a encontrar su vocación en la Iglesia. Cada nombre, cada vida, cada historia puede ser transformada por el Nombre que es sobre todo nombre: Jesús.


Oración final (adaptable a la liturgia o adoración posterior)

Señor Jesús, Tú que te revelas como el Dios cercano,
carga hoy nuestras espaldas cansadas,
y renueva el corazón de tu Iglesia.

Danos vocaciones mansas y humildes,
testigos que anuncien tu Nombre con alegría,
sembradores de esperanza en medio del mundo.

Tú eres el que eres, el que fue, el que será.
En Ti encontramos descanso.

Amén.

 

2

 

Yo seré quien seré: El Dios que sorprende y libera


Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

1. Un nombre que no encierra, sino que abre caminos

Moisés se encuentra hoy con el Misterio. Frente a la zarza ardiente, no hay solo un fuego físico, sino un fuego interior, una revelación que lo desinstala. Su pregunta –"¿Cuál es tu nombre?"– nace de una experiencia que lo supera, pero que lo llama. Y la respuesta divina es desconcertante: “Ehyeh Asher Ehyeh” – “Yo seré el que seré”.

No es un nombre cerrado. No es una etiqueta divina para guardar en una vitrina. Es una promesa abierta, una invitación a la vigilancia. 

Dios se presenta como el que vendrá, el que se revelará en su momento, el que no puede ser domesticado ni reducido a nuestras seguridades.

Esto es tremendamente actual para nosotros que vivimos en tiempos de incertidumbre. También nosotros, como el pueblo de Israel, estamos llamados a dejarnos sorprender por Dios, a ser desinstalados, a salir de nuestros esquemas y a caminar hacia esa montaña simbólica –el Sinaí de cada uno– donde Dios nos enseñará a vivir en libertad y justicia, lejos de toda idolatría moderna.


2. Evangelizar es anunciar un Dios imprevisible y fiel

En este Año Jubilar, donde nos reconocemos peregrinos de la esperanza, la evangelización no puede reducirse a repetir fórmulas o a conservar estructuras. Evangelizar es ser centinelas del Misterio, mensajeros de la sorpresa divina, mediadores del Dios que “será quien será”, y que quiere encontrarse con cada ser humano allí donde está, en su realidad concreta.

Por eso, no se puede evangelizar sin oración, sin humildad, sin apertura a lo inesperado. Como Moisés, debemos quitarnos las sandalias del orgullo, del saber cerrado, de la falsa seguridad pastoral, y ponernos en actitud de escucha y disponibilidad.


3. Jesús, la gran sorpresa de Dios

Este Dios que se revela como “el que será”, se manifiesta finalmente en Jesús, el Hijo eterno. Y lo hace no desde la grandeza, sino desde la mansedumbre, desde la humildad del corazón. “Vengan a mí todos los que están fatigados y agobiados… aprendan de mí, que soy manso y humilde” (Mt 11,28-29).

¡Qué contraste con la religiosidad de los fariseos! Jesús no impone cargas insoportables. Él camina con nosotros. Su yugo es suave porque es compartido. Su carga es ligera porque Él la lleva primero.

Quien evangeliza en su nombre debe hacerlo con este espíritu: ligereza del corazón, compasión ante las fatigas ajenas, disponibilidad a compartir el camino. No con prepotencia, sino con ternura. No desde la cátedra, sino desde la comunión.


4. Una Iglesia en salida… vigilante y vocacional

En este jueves, día en que oramos por las vocaciones y la misión evangelizadora, debemos preguntarnos:
¿Estamos educando en la vigilancia del corazón? ¿Estamos formando jóvenes capaces de sorprenderse por Dios? ¿Nuestros espacios parroquiales son zarzas ardientes o desiertos fríos?

Una vocación nace cuando alguien, como Moisés, escucha su nombre en medio del fuego. Cuando descubre que Dios no es una idea, sino una Presencia viva. Cuando se siente llamado a liberar, a construir, a servir, a guiar hacia la montaña santa del encuentro.


5. El salmo 104: “El Señor nunca olvida su alianza”

El salmo de hoy canta la fidelidad de este Dios imprevisible: “El Señor se acuerda siempre de su alianza”. Es un Dios que no traiciona, aunque a veces nos descoloque. Su fidelidad no se expresa en previsibilidad, sino en acompañamiento constante, en una pedagogía de la sorpresa, que nos educa en la confianza.


6. Conclusión: “Estén listos para el Dios que viene”

Queridos hermanos, el nombre de Dios no es una palabra mágica. Es una promesa en movimiento, un fuego que nos convoca, un camino que se revela paso a paso. Evangelizar es hacer lugar a este Dios que nos supera. Formar vocaciones es despertar corazones dispuestos a dejarse sorprender.

Como Iglesia en camino jubilar, seamos vigilantes del Misterio, custodios del fuego, sembradores de libertad.


Oración final

Señor, Tú que eres “el que serás”,
enséñanos a vivir en vigilancia,
a esperarte en cada persona, en cada historia,
a quitar nuestras sandalias
y caminar humildes contigo.

Suscita en tu Iglesia vocaciones abiertas al soplo de tu Espíritu,
evangelizadores capaces de escuchar y de liberar,
profetas del fuego y de la ternura.

Que en este Año Jubilar,
nuestras comunidades sean zarzas ardientes
donde otros descubran que Tú sigues llamando por su nombre.

Amén.

 

3

Homilía: El yugo que nos hace volar

 

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

1. El Dios que se revela como promesa abierta

La liturgia de hoy nos invita a ponernos en actitud de vigilancia, asombro y disponibilidad ante el misterio de un Dios que se manifiesta, pero no se deja encerrar en nuestros moldes humanos. En la primera lectura, Moisés pide a Dios un nombre, una certeza que pueda presentar ante el pueblo, y Dios responde: “Yo soy el que soy” (Éx 3,14). Literalmente: “Yo seré el que seré”.

Es un nombre que no encierra, sino que abre caminos. Nos habla de un Dios siempre presente, pero que también nos sorprenderá con nuevas formas de actuar. Un Dios que no se deja manipular, pero que se deja encontrar. Como decía una reflexión espiritual: “Esto invita a la vigilancia, a diferencia de un pretendido saber que nos hace pasar por alto sus visitas.”

El pueblo de Israel será conducido al Sinaí para aprender a vivir en libertad, a respetar al prójimo y a romper toda forma de idolatría. Este proceso no se hace desde el poder ni desde la rigidez, sino desde una pedagogía divina de la confianza y el asombro.


2. Jesús: el Maestro humilde que carga con nosotros

En el Evangelio de Mateo, escuchamos una de las invitaciones más bellas y liberadoras de nuestro Señor:
“Vengan a mí todos los que están fatigados y agobiados por la carga… tomen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11,28-30).

Aquí el Señor nos habla no solo de descanso, sino de una forma nueva de vivir nuestras cargas. No se trata de huir del yugo, sino de cambiarlo: de pasar del yugo de la esclavitud, el miedo y el egoísmo, al yugo de la libertad, la humildad y el amor.


3. El yugo que nos eleva: San Agustín y el vuelo del alma

San Agustín, comentando este pasaje, ofrece una imagen genial: compara el yugo de Cristo con las alas de un pájaro. A simple vista, las alas parecen un peso adicional. Pero si se las quitas al ave, en lugar de aligerarla, la condenas a arrastrarse por el suelo. En cambio, con esas alas, que parecen pesadas, el ave puede volar y alcanzar el cielo.

Así es el yugo de Cristo. Puede parecer exigente, pero en realidad nos da alas. No es una carga que aplasta, sino una estructura que nos sostiene y nos eleva. Cuando servimos con amor, cuando llevamos a Cristo en el corazón y nos unimos a Él en nuestras tareas cotidianas, experimentamos ligereza, sentido, paz interior.


4. El servicio como vocación: hechos para amar

Uno de los mayores errores de nuestro tiempo es pensar que la libertad es ausencia de compromisos, que el amor desgasta, que servir cansa. Pero la verdad cristiana es otra: fuimos hechos para servir, como el pájaro fue hecho para volar. La clave está en cómo y con quién servimos.

Jesús no dice: “lleven su yugo”, sino: “tomen mi yugo”. Es decir, no se trata de cargar con lo nuestro solos, sino de compartir el mismo yugo con Cristo, de vivir con Él, de permitir que Él lleve lo más pesado. La vocación, entonces, no es una condena, sino una gracia. No es una carga, sino una misión que renueva, alegra y da sentido.


5. Evangelización y vocaciones: la alegría del yugo compartido

En este jueves, día de oración por la evangelización y las vocaciones, el Señor nos invita a preguntarnos:

·        ¿Qué tipo de yugo estoy llevando?

·        ¿Estoy cansado porque cargo mis preocupaciones en soledad?

·        ¿He experimentado la dulzura del yugo compartido con Cristo?

·        ¿Estoy animando a otros a descubrir su vocación como vuelo y no como carga?

Este Año Jubilar es una ocasión providencial para redescubrir que la Iglesia no es una estructura pesada, sino una familia de servidores alegres. Una comunidad de discípulos que llevan el yugo de Cristo con esperanza. “Peregrinos de la esperanza”, sí, porque sabemos que el camino del servicio nos conduce a la plenitud, y que el yugo de Cristo nunca esclaviza, sino que humaniza, libera y transforma.


6. El salmo: Dios es fiel a su promesa

El Salmo 104 nos recuerda que “El Señor no olvida jamás su alianza”. Él es fiel. Y si alguna vez nos sentimos tentados a pensar que servir a Dios no vale la pena, recordemos esto: Dios nunca abandona a los que le sirven con sinceridad. Él mismo nos sostiene, nos guía y nos recompensa con la paz del corazón.


7. Conclusión: “Sí, Señor, yo quiero tu yugo”

Queridos hermanos y hermanas:
Hoy el Señor nos invita a cambiar de yugo. A dejar atrás los yugos del miedo, del egoísmo, de la autosuficiencia… y tomar el yugo de la mansedumbre, del servicio, de la comunión.

Hoy nos dice: “Aprendan de mí”.
Y nos promete: “Encontrarán descanso”.

Que esta Eucaristía nos renueve como discípulos alegres, disponibles, abiertos a nuestra vocación. Que nuestras comunidades sean verdaderos talleres del Reino, donde cada uno descubra que servir con Cristo no agobia, sino que nos hace volar.


Oración final

Señor Jesús,
Tú que viniste no para ser servido, sino para servir,
enséñanos a cargar tu yugo con humildad y alegría.
Haznos descubrir que fuimos hechos para el amor,
y que servir con tu gracia es nuestro verdadero descanso.

Suscita en tu Iglesia vocaciones generosas,
capaces de llevar tu carga con mansedumbre y esperanza.

En este Año Jubilar,
haznos peregrinos que caminan ligeros
porque llevan sobre los hombros tu dulce yugo,
y en el corazón tu presencia viva.

Amén.

 

Referencias:


https://padregusqui.blogspot.com/2017/07/viviendo-extraordinariamente-el-tiempo_20.html


https://www.prionseneglise.ca/textes-du-jour/commentaire/2025-07-17


https://catholic-daily-reflections.com/2025/07/16/the-yoke-of-christ-4/