jueves, 17 de julio de 2025

18 de julio del 2025: viernes de la decimoquinta semana del tiempo ordinario-I

 

La vestimenta del viajero

(Éxodo 11,10–12,14) El rito de la Pascua retoma elementos antiguos para darles un sentido nuevo: es memorial de la liberación de Egipto, anticipación de la Pascua de Cristo, y figura de todas las liberaciones que Dios quiere realizar en nuestras vidas.
Se trata de celebrar este rito “ceñidos los lomos”, “sandalias en los pies”, “bastón en la mano”, es decir, con la vestimenta del viajero, de aquel que no se apega al lugar de su peregrinación porque está orientado hacia la tierra prometida.
Esa también es nuestra condición.

Emmanuelle Billoteau, ermite

 


Primera lectura

Éx 11,10 - 12,14
Matarán al cordero al atardecer; cuando yo vea la sangre, pasaré de largo ante ustedes

Lectura del libro del Éxodo.

EN aquellos días, Moisés y Aarón hicieron muchos prodigios en presencia del faraón; pero el Señor hizo que el faraón se obstinara en no dejar marchar a los hijos de Israel de su tierra.
Dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto:
«Este mes será para ustedes el principal de los meses; será para ustedes el primer mes del año. Digan a toda la asamblea de los hijos de Israel: “El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino más próximo a su casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo.
Será un animal sin defecto, macho, de un año; lo escogerán entre los corderos o los cabritos.
Lo guardarán hasta el día catorce del mes y toda la asamblea de los hijos de Israel lo matará al atardecer”. Tomarán la sangre y rociarán las dos jambas y el dintel de la casa donde lo coman.
Esa noche comerán la carne, asada a fuego, y comerán panes sin fermentar y hierbas amargas.
No comerán de ella nada crudo, ni cocido en agua, sino asado a fuego: con cabeza, patas y vísceras. No dejarán restos para la mañana siguiente; y si sobra algo, lo quemarán.
Y lo comerán así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y se lo comerán a toda prisa, porque es la Pascua, el Paso del Señor.
Yo pasaré esta noche por la tierra de Egipto y heriré a todos los primogénitos de la tierra de Egipto, desde los hombres hasta los ganados, y me tomaré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo, el Señor.
La sangre será la señal de ustedes en las casas donde habitan. Cuando yo vea la sangre, pasaré de largo ante ustedes, y no habrá entre ustedes plaga exterminadora, cuando yo hiera a la tierra de Egipto.
Este será un día memorable para ustedes; en él celebrarán fiesta en honor del Señor. De generación en generación, como ley perpetua lo festejarán.

Palabra de Dios.


Salmo

Sal 116(115),12-13. 15-16bc.17-18 (R. 13)

R. Alzaré la copa de la salvación,
invocando el nombre del Señor.


O bien:

R. Aleluya.

V. ¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?

Alzaré la copa de la salvación,
invocando el nombre del Señor.
 R.

V. Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
hijo de tu esclava:
rompiste mis cadenas. 
R.

V. Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando el nombre del Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo.
 R.


Aclamación

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Mis ovejas escuchan mi voz -dice el Señor-, y yo las conozco, y ellas me siguen. R.


Evangelio

Mt 12,1-8

El Hijo del hombre es señor del sábado

Lectura del santo Evangelio según san Mateo.

EN aquel tiempo, atravesó Jesús en sábado un sembrado; los discípulos, que tenían hambre, empezaron a arrancar espigas y a comérselas.
Los fariseos, al verlo, le dijeron:
«Mira, tus discípulos están haciendo una cosa que no está permitida en sábado».
Les replicó:
«¿No han leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios y comieron de los panes de la proposición, cosa que no les estaba permitida ni a él ni a sus compañeros, sino solo a los sacerdotes.
¿Y no han leído en la ley que los sacerdotes pueden violar el sábado en el templo sin incurrir en culpa?
Pues les digo que aquí hay uno que es más que el templo.
Si comprendieran lo que significa “quiero misericordia y no sacrificio”, no condenarían a los inocentes. Porque el Hijo del hombre es señor del sábado».

Palabra del Señor.


1


¿Compasión o reglamento?


Intención orante: por los que sufren en el alma y en el cuerpo. Año Jubilar: peregrinos de la esperanza.


📖 “Misericordia quiero, y no sacrificios” (Mt 12,7)

Queridos hermanos y hermanas:

En este tiempo ordinario que recorre con humildad y profundidad el camino de nuestra fe, el Señor nos invita hoy a una pausa contemplativa. Nos propone mirar atrás —como lo hace el libro del Éxodo— para no olvidar, y mirar también hacia lo alto —como lo hace el Evangelio— para no endurecer el corazón.

Hoy la Palabra de Dios pone en diálogo la compasión y el reglamento, la memoria de la Pascua y la vivencia del sábado, el paso de Dios y el juicio del hombre.


🕯️ I. El salto narrativo y la memoria de la liberación

La lectura del libro del Éxodo da un giro inesperado. Se omiten capítulos enteros llenos de acción, milagros y confrontaciones, donde se revela el poder de Dios frente a la terquedad del faraón. Plaga tras plaga, Moisés y Aarón obedecen a Dios con valentía, mientras el corazón del faraón se endurece.

Y justo cuando el lector espera el desenlace, el texto hace una pausa litúrgica. Es como si Dios dijera: “Detente un momento. Antes de pasar a la acción, recuerda quién eres y a qué estás llamado.”
Antes de narrar la décima plaga, se detalla cómo celebrar la Pascua, la cena de liberación. Ya no es solo una narración histórica, sino una pedagogía espiritual: Dios enseña que la memoria litúrgica es parte de la libertad. Sin memoria, el pueblo se vuelve esclavo del olvido. Sin liturgia, la historia se repite como tragedia.

La Pascua no es solo recuerdo del pasado. Es llamada al presente. Vestidos para la marcha, bastón en mano, pan sin levadura, prisa del alma. Porque la Pascua pone en camino, y el camino no siempre se conoce... pero el que guía es fiel.

En este Año Jubilar, donde somos “peregrinos de la esperanza”, el Señor nos recuerda que la fe no es una sala de espera, sino un camino en marcha. No podemos quedarnos detenidos en ritualismos vacíos ni en el peso del pasado. ¡Hay que caminar con la luz del Cordero!


🌾 II. El día del Señor: ¿descanso para el alma o rigidez del corazón?

En el Evangelio de hoy, Jesús y sus discípulos atraviesan campos de trigo en sábado. Los discípulos arrancan espigas para calmar el hambre. ¿Es esto trabajo? ¿Han quebrantado la Ley?

Los fariseos, atentos observadores de las normas, acusan a Jesús. Pero el Señor, con sabiduría profética, les responde: “Si hubieran comprendido lo que significa: Misericordia quiero y no sacrificios, no condenarían a los inocentes.”

¿Qué es más importante: el reglamento o la compasión?
¿La letra de la ley o el espíritu del amor?

El sábado, instituido como día de descanso, era para recordar que somos criaturas necesitadas de Dios, no máquinas de producción. Sin embargo, en tiempos de Jesús, el descanso se volvió carga, el precepto se convirtió en prisión. La religión se deformó en legalismo.

Y aún hoy, también nosotros podemos caer en la misma tentación:

  • Cuando condenamos sin conocer.
  • Cuando juzgamos la apariencia y no el corazón.
  • Cuando exigimos normas a los demás y olvidamos la misericordia.
  • Cuando el domingo se vuelve un día como cualquier otro, sin oración, sin comunidad, sin descanso para el alma ni cercanía con los hermanos.

III. El verdadero culto agrada a Dios

El salmista, con profunda gratitud, nos recuerda que la verdadera adoración a Dios nace del corazón humilde:
“Cumpliré mis votos al Señor en presencia de todo su pueblo.”
El verdadero sacrificio que agrada a Dios no es el de los ritos vacíos, sino el de una vida ofrecida en amor, compasión y justicia.

¿Cómo celebramos nosotros la Pascua hoy?
¿Ponemos en el centro a Cristo, Cordero inmolado, o a nuestras costumbres religiosas vacías de espíritu?
¿Cómo vivimos el domingo, día del Señor?
¿Es solo tiempo de hacer mercado, de adelantar trabajo, o también de detenernos, descansar, orar, reconciliarnos, compartir y servir?


💔 IV. Intención orante por los que sufren

Hoy también nos detenemos para orar, desde lo más hondo del corazón, por quienes sufren en el alma y en el cuerpo:

  • Por los que viven una Pascua dolorosa, esperando ser liberados de enfermedades, de la soledad, de la guerra interior.
  • Por los que no pueden “descansar” porque el hambre o la violencia les impiden vivir con dignidad.
  • Por los que están atados a pasados de esclavitud, y necesitan la esperanza de un nuevo comienzo.
  • Por quienes han sido juzgados o marginados por su pobreza, debilidad o diferencia.

En este Año Jubilar, la Iglesia entera es llamada a abrir caminos de esperanza, a liberar a los oprimidos, a proclamar un tiempo nuevo del Señor.


🕊️ Conclusión: el paso del Señor hoy

Queridos hermanos y hermanas,
La Pascua no es solo un recuerdo. Es un paso de Dios por nuestra vida.
El sábado no es solo un mandato. Es una oportunidad para descansar en el amor del Señor.
La Ley no es una carga. Es un camino hacia la libertad si se vive con amor.

Hoy el Señor pasa por nuestra historia y nos pregunta:
¿Te pones en camino conmigo?
¿Dejarás que la compasión sea tu norma?
¿Serás un peregrino de esperanza, dispuesto a dejar atrás la esclavitud del corazón?

Que esta Eucaristía nos fortalezca, que el Pan del Cordero nos alimente, y que el Espíritu nos impulse a vivir la ley del amor por encima del reglamento, para gloria de Dios y salvación de los que sufren.

Amén.

 

2

 

Con la vestidura del viajero
Intención penitencial y por quienes sufren. En el marco del Año Jubilar.


🕊️ Introducción: El alma en salida

Queridos hermanos y hermanas:

La Palabra de Dios hoy nos interpela profundamente: ¿cómo estamos caminando por la vida? ¿Vamos como esclavos resignados, como turistas que se distraen, o como peregrinos con la mirada puesta en la meta?

El libro del Éxodo nos sitúa en uno de los momentos más sagrados de la historia del pueblo de Dios: la institución de la Pascua. Justo antes de la décima plaga, cuando el juicio de Dios toca a Egipto para liberar a Israel, Dios no solo actúa con poder… también educa al pueblo en la esperanza y en la liturgia.


🕯️ I. Una Pascua que transforma la historia

El Señor, antes de actuar con justicia, enseña a su pueblo a recordar y a caminar. La Pascua no será solo una noche de liberación, sino una celebración perpetua, una forma de mantener viva la memoria de que Dios no abandona, de que siempre hay una salida, aunque parezca que no.

Por eso, el rito pascual exige una actitud concreta:

  • Ceñidos los lomos: listos para partir.
  • Sandalias en los pies: con agilidad y determinación.
  • Bastón en la mano: sostenidos por la fe.

Es la vestidura del viajero. No la del sedentario. No la del que se apega a sus seguridades. No la del que se instala en la comodidad. Es la del peregrino que cree que la tierra prometida existe, aunque aún no la vea.

Y esta condición es también la nuestra. Porque nosotros también vivimos entre esclavitudes y promesas. Porque también nosotros esperamos una liberación que aún no se ha cumplido del todo. Porque también nosotros somos llamados a celebrar la Pascua no como un rito del pasado, sino como un impulso hacia el futuro.


💧 II. El dolor que nos urge a caminar

Celebrar la Pascua con vestidura de viajero significa no ignorar las heridas del pueblo, los dolores del alma y del cuerpo, las esclavitudes que aún nos encadenan.

Hoy oramos especialmente:

  • Por quienes viven el dolor físico de la enfermedad, del cansancio, de la vejez sin consuelo.
  • Por quienes están atados por adicciones, por miedos, por heridas del pasado.
  • Por quienes no encuentran salida a su pobreza, su tristeza o su soledad.
  • Por los que han perdido la fe o la esperanza.

En este Año Jubilar, en el que el Papa nos llama a ser “peregrinos de la esperanza”, la Pascua se hace carne en nosotros cuando tomamos el bastón de la compasión, las sandalias de la caridad, y nos ceñimos con el servicio y la oración.


📖 III. El Evangelio: cuando la ley se vuelve trampa

En el Evangelio de Mateo, Jesús es confrontado por los fariseos porque sus discípulos arrancan espigas para comer en sábado. No es un caso de hambre voraz ni de transgresión rebelde. Es una escena sencilla: unos caminantes, con hambre, que buscan alimento.

Pero para los legalistas, la ley vale más que la persona. Jesús responde con fuerza y con ternura:

“Misericordia quiero, y no sacrificios.”

Ese versículo —que ya citaba el profeta Oseas— sacude el corazón endurecido. Porque recuerda que Dios no se complace en ritos vacíos, sino en corazones convertidos.
Que no se agrada en normas frías, sino en actos de amor.
Que el verdadero descanso del sábado no consiste en no mover un dedo, sino en abrir el corazón al necesitado, en aliviar la carga del hermano.

¿No es acaso esto lo que Jesús hizo cada vez que curó, acogió o perdonó… incluso en sábado?


🙏 IV. Peregrinos de la esperanza

Hoy, el Señor nos dice: celebra la Pascua con la vestidura del viajero.

  • Que tu cintura esté ceñida con la verdad, no con el orgullo.
  • Que tus pies estén calzados con la prontitud del Evangelio, no con la lentitud de la indiferencia.
  • Que tu bastón sea la Palabra, que te sostiene cuando flaqueas.

No te apegues al lugar del dolor. No construyas casa en medio de la esclavitud. No te instales en el desierto del miedo.
Dios quiere que caminemos hacia la libertad, hacia la vida nueva, hacia la Pascua eterna que se cumple plenamente en Cristo.


🕊️ Conclusión: el viaje continúa

Hermanos,
La Pascua es un paso de Dios por nuestra historia… y también un paso nuestro hacia Él.
Pero solo podemos caminar si estamos dispuestos a salir.
Y solo podemos salir si estamos revestidos con la actitud del viajero: ligeros, disponibles, confiados.

Que esta Eucaristía sea nuestro pan de camino.
Que el Cordero Pascual nos fortalezca.
Y que al igual que el pueblo de Israel, ceñidos, calzados y bastón en mano, caminemos con fe, por los que sufren, por nosotros mismos, por la Iglesia… hasta que la esperanza se vuelva visión, y la tierra prometida se abra como casa de todos.

Amén.

 

 

3

 

“Misericordia quiero y no sacrificios” (Mt 12,7): vivir la libertad del Evangelio desde el corazón de Dios

 

Queridos hermanos y hermanas:

Nos encontramos hoy en este viernes del Tiempo Ordinario, en el marco del Año Jubilar, con el corazón abierto a la Palabra de Dios que nos invita a mirar nuestra fe no desde la rigidez de la norma, sino desde la misericordia que brota del corazón compasivo del Padre. Esta liturgia nos desafía a vivir una conversión auténtica, que deje atrás el juicio condenatorio y se abra a la comprensión, la compasión y la libertad que solo Cristo puede ofrecer.


I. El contexto de la Primera Lectura: la Pascua como camino de liberación

El libro del Éxodo nos presenta hoy el anuncio de la décima plaga y el comienzo del rito pascual. Dios ordena al pueblo que celebre la Pascua “ceñidos los lomos, sandalias en los pies y bastón en la mano” (Ex 12,11). Es decir, listos para salir, para ponerse en marcha. No es un rito de nostalgia ni de comodidad, sino de camino, de ruptura con la esclavitud, de apertura al futuro.

La Pascua es la memoria viva de la libertad. En esta cena apurada, con pan sin levadura y cordero, el pueblo se despide de Egipto, de la opresión, y se encomienda a un Dios que escucha el clamor del oprimido y actúa en la historia. Esa Pascua es también la figura de Cristo, el Cordero inmolado, cuya sangre nos libra no solo del Faraón, sino del pecado y de la muerte.

Hoy, en nuestro camino de fe, también estamos llamados a celebrar con “la tenue du voyageur”, con la actitud del peregrino, como dice un comentario francés: no instalados, no acomodados, sino en marcha, ligeros, atentos, obedientes. El Jubileo es también un paso pascual: Dios quiere liberarnos de tantas esclavitudes que nos atan —el juicio fácil, la rigidez, el orgullo religioso— para llevarnos a la libertad de los hijos.


II. El Evangelio: entre el legalismo farisaico y la misericordia de Jesús

San Mateo nos presenta una escena significativa: Jesús y sus discípulos caminan por los sembrados un sábado. Los discípulos, hambrientos, arrancan espigas para comer. Los fariseos, rápidos en juzgar, los acusan de violar el descanso sabático.

Aquí se da un contraste fuerte: los discípulos caminan con Jesús, confiados, humildes, pobres; y al otro lado, los fariseos, observadores rigurosos de la ley, pero desconectados del sufrimiento humano. Donde hay hambre, ellos ven pecado. Donde hay necesidad, ellos ven transgresión. Donde hay vida, ellos ven una norma violada.

Jesús, con la sabiduría del que conoce el corazón humano, responde con firmeza y misericordia: “Si comprendieran lo que significa: Misericordia quiero y no sacrificios, no condenarían a los inocentes” (Mt 12,7).

¿Qué nos está diciendo el Señor? Que Dios no se complace en rituales vacíos ni en observancias rígidas que aplastan al hermano. Que el centro de la ley es el amor, y que toda norma debe estar al servicio de la vida, del ser humano, especialmente del que sufre.


III. Una palabra para los que juzgan… y para los que sufren

Este Evangelio, hermanos, nos llama a la humildad. ¿Cuántas veces nosotros mismos, como los fariseos, juzgamos sin conocer? ¿Cuántas veces señalamos sin escuchar? ¿Cuántas veces condenamos sin compasión?

En cambio, Jesús mira a sus discípulos con ternura. No los acusa, no les exige más de lo que pueden dar. Entiende su hambre, su fatiga, su debilidad. Él ve el corazón, no solo las manos. En tiempos donde tantos sufren en el alma y en el cuerpo, esta palabra nos llama a tener un corazón más semejante al de Cristo: capaz de comprender, de perdonar, de sanar.

Hoy, como Iglesia, somos convocados a mirar a quienes caminan hambrientos por la vida: el enfermo postrado, el migrante sin tierra, el preso sin consuelo, el adicto que lucha, el pobre olvidado, el que sufre en silencio… El Jubileo es ocasión de gracia para abrir las puertas de la misericordia a estos hermanos. Porque, como decía el Papa Francisco: “el nombre de Dios es misericordia”.


IV. Vivir el Jubileo: conversión del juicio a la compasión

El Jubileo nos invita a “dejar caer las piedras” que cargamos en las manos y en el alma: las del juicio, del resentimiento, del egoísmo. Jesús nos ofrece un yugo distinto: “Mi yugo es suave y mi carga ligera” (Mt 11,30). Su yugo es el amor que libera.

Seamos peregrinos de la esperanza, ceñidos con la fe, calzados con la caridad, llevando en nuestras manos el bastón del Evangelio. No nos instalemos en nuestros prejuicios, en nuestras seguridades. Caminemos con el Señor, con hambre de justicia, sed de verdad, y pan de misericordia para compartir.


V. Oración final

Señor Jesús,
Tú que conoces el hambre del cuerpo y del alma,
enséñanos a mirar con compasión y no con juicio.
Libéranos de las cadenas del legalismo,
de la tentación de condenar, de la dureza del corazón.
Danos el don de la ternura y la alegría de tu libertad.

Mira, Señor, a quienes hoy sufren en el alma y en el cuerpo:
los enfermos, los deprimidos, los olvidados, los pobres.
Que tu presencia los consuele,
que tu Pascua les abra camino a la vida.

Y a nosotros, danos la gracia de ser Iglesia samaritana,
que no juzga, sino que cura, que no condena, sino que ama.
En este Año Jubilar, renueva nuestros corazones
y haznos testigos de tu misericordia.

Amén.


“No condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados” (Lc 6,37).

Que así sea en nuestra vida.

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