miércoles, 16 de julio de 2025

17 de julio del 2025: jueves de la decimoquinta semana del tiempo ordinario- año I

 

La vigilancia de lo inesperado

(Éxodo 3, 13-20) Dios se revela como —literalmente— «Yo seré quien seré», es decir: «tal como me revelaré a ustedes». Esto invita a la vigilancia, en contraste con un supuesto saber que nos hace pasar por alto sus visitas.

¿No está llamado el pueblo de Israel a dejarse sorprender, a ser desinstalado de sus certezas, y a ser conducido hasta la montaña del Sinaí, donde Dios le dará lo necesario para perfeccionar su liberación en el respeto al prójimo y en la lucha contra toda forma de idolatría?

Emmanuelle Billoteau, ermite

 

 


 

Primera lectura

Éx 3, 13-20
Yo soy el que soy. “Yo soy” me envía a ustedes

Lectura del libro del Éxodo.


EN aquellos días, al escuchar Moisés la voz del Señor entre las zarzas, le replicó:
«Mira, yo iré a los hijos de Israel y les diré: “El Dios de sus padres me ha enviado a ustedes”. Si ellos me preguntan: “¿Cuál es su nombre?”, ¿qué les respondo?».
Dios dijo a Moisés:
«“Yo soy el que soy”; esto dirás a los hijos de Israel: “Yo soy” me envía a ustedes».
Dios añadió:
«Esto dirás a los hijos de Israel: “El Señor, Dios de sus padres, el Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob, me envía a ustedes. Este es mi nombre para siempre: así me llamarán de generación en generación”».
«Vete, reúne a los ancianos de Israel y diles: El Señor Dios de sus padres se me ha aparecido, el Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob, y me ha dicho: “He observado atentamente cómo los tratan en Egipto y he decidido sacarlos de la opresión egipcia y llevarlos a la tierra de los cananeos, hititas, amorreos, perizitas, heveos y jebuseos, a una tierra que mana leche y miel”.
Ellos te harán caso; y tú, con los ancianos de Israel, te presentarás al rey de Egipto y le dirán: “El Señor, Dios de los hebreos, nos ha salido al encuentro y ahora nosotros tenemos que hacer un viaje de tres jornadas por el desierto para ofrecer sacrificios al Señor nuestro Dios”.
Yo sé que el rey de Egipto no los dejará marchar ni a la fuerza; pero yo extenderé mi mano y heriré a Egipto con prodigios que haré en medio de él, y entonces los dejará marchar».

Palabra de Dios

 

Salmo

Sal 105(104),1 y 5.8-9. 24-25.26-27 (R. 8a) 

R. El Señor se acuerda de su alianza eternamente.

O bien:

R. Aleluya.

VDen gracias al Señor, invoquen su nombre,
den a conocer sus hazañas a los pueblos.
Recuerden las maravillas que hizo,
sus prodigios, las sentencias de su boca. 
R.

V. Se acuerda de su alianza eternamente,
de la palabra dada, por mil generaciones;
de la alianza sellada con Abrahán,
del juramento hecho a Isaac.
 R.

V. Dios hizo a su pueblo muy fecundo,
más poderoso que sus enemigos.
A estos les cambió el corazón
para que odiasen a su pueblo
y usaran malas artes con sus siervos. 
R.

V. Pero envió a Moisés, su siervo,
y a Aarón, su escogido,
que hicieron contra ellos sus signos,
prodigios en la tierra de Cam
R.

 

Aclamación

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados -dice el Señor- y yo los aliviaré. R.

 

Evangelio

Mt 11,28-30

Soy manso y humilde de corazón

Lectura del santo Evangelio según san Mateo.


EN aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:
«Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso para sus almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

Palabra del Señor.

 

 

1

 

Yo soy el que soy: El Nombre de Dios y la Ligereza del Evangelio


Queridos hermanos y hermanas:

1. El misterio del Nombre divino

En la primera lectura de hoy, Moisés, abrumado por la misión que Dios le encomienda, hace una pregunta profunda, existencial y teológica: “Si me preguntan: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les voy a responder?” (Éx 3,13). La respuesta de Dios es misteriosa: “Yo soy el que soy” (v.14). No es un nombre como los que estamos acostumbrados a usar. No se encierra en una etiqueta ni se limita a una imagen humana. Es un nombre que revela presencia, fidelidad y trascendencia. Dios no es solo el que fue con Abraham, Isaac y Jacob; es el que es y el que será. El Dios vivo y siempre presente.

En la antigüedad, nombrar a una divinidad era una forma de tener dominio sobre ella. Pero el Dios de Israel se presenta como un Dios libre, inabarcable, pero cercano, un Dios que no puede ser manipulado, pero que se revela por amor. En la tradición judía, su nombre impronunciable, el tetragrama YHWH, se sustituye con palabras como Adonai o Hashem (“El Nombre”), recordándonos que lo santo no se posee, sino que se adora con reverencia.

Los musulmanes, por su parte, reconocen 99 nombres de Dios. El centésimo permanece desconocido, reservado solo al Altísimo. En todas las tradiciones monoteístas se respira este asombro ante el misterio de Dios: un Dios que se deja encontrar, pero nunca se agota.

Y aquí viene nuestra primera gran enseñanza jubilar:
¡Somos peregrinos que caminan no hacia un concepto, sino hacia un Rostro!
El Año Jubilar nos invita a redescubrir el Nombre de Dios como fuente de identidad, de vocación y de misión.


2. Jesús: el rostro visible del Dios invisible

En el Evangelio de hoy, Jesús, verdadero Hijo de Dios, se presenta como respuesta viva y cercana al clamor humano: “Vengan a mí todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo les daré alivio” (Mt 11,28).

Aquí se produce un giro revolucionario. Frente al peso de las leyes, de los ritos asfixiantes y de las exigencias religiosas sin alma, Jesús propone un yugo que no destruye, sino que libera. No se trata de que la vida ya no duela o que no haya sufrimiento, sino de que Él mismo se hace compañero de camino, nos enseña a cargar la cruz con sentido y esperanza.

Su promesa: “Mi yugo es suave y mi carga ligera” (v.30), no es una fórmula mágica, sino una alianza de amor. Él no suprime la fatiga, pero sí le da sentido. Nos transforma desde dentro. Lo que Él exige, nos capacita para vivirlo. No nos deja solos.

¡Qué palabra tan poderosa para los evangelizadores, los misioneros, los catequistas, los sacerdotes, los consagrados y los laicos comprometidos! En este Año Jubilar, en que oramos por las vocaciones y por la misión de la Iglesia, Jesús nos vuelve a invitar a su escuela: la escuela de la mansedumbre, de la humildad, de la entrega.


3. El Salmo: “El Señor nunca olvida su alianza”

El salmo responsorial (Salmo 104) es un canto a la memoria fiel de Dios. El salmista proclama: “El Señor nunca olvida sus promesas”. Nos recuerda que Dios no es un ser lejano, sino alguien que actúa en la historia, que acompaña a su pueblo, que cumple su palabra y que libera.

En la obra evangelizadora, tantas veces fatigosa, nos consuela saber que no trabajamos en vano. A veces sembramos en el silencio, en el desierto, entre lágrimas… pero el Señor nunca olvida. En cada vocación que brota, en cada corazón que se convierte, en cada gesto de amor auténtico, se manifiesta esa fidelidad que no falla.


4. La alegría que nace de la comunión

 “La alegría es siempre entrar en la alegría del otro: de Dios y de los hombres”. En un mundo obsesionado con el placer, la eficacia y el éxito, Jesús nos ofrece una alegría distinta: la que nace del amor gratuito, de la comunión, de saberse amado incluso en la pobreza.

Esta es la fuente de toda vocación verdadera. Solo quien se ha sentido abrazado por Cristo puede decir sí con libertad y generosidad. La evangelización no es proselitismo; es contagio de alegría, testimonio de vida redimida, canto humilde que brota del corazón que ha encontrado su descanso en el Señor.


5. Conclusión: “¿Cuál es tu nombre?”

Hoy, el Señor también nos pregunta a cada uno: “¿Cuál es tu nombre?” ¿Cómo te llamas? No solo en un sentido biográfico o legal. Nos pregunta:
¿Quién eres realmente? ¿Has descubierto tu verdadero nombre en Dios? ¿Sabes que estás llamado por tu nombre, amado, enviado?

El Año Jubilar es una oportunidad para redescubrir nuestra identidad bautismal y para alentar a otros a encontrar su vocación en la Iglesia. Cada nombre, cada vida, cada historia puede ser transformada por el Nombre que es sobre todo nombre: Jesús.


Oración final (adaptable a la liturgia o adoración posterior)

Señor Jesús, Tú que te revelas como el Dios cercano,
carga hoy nuestras espaldas cansadas,
y renueva el corazón de tu Iglesia.

Danos vocaciones mansas y humildes,
testigos que anuncien tu Nombre con alegría,
sembradores de esperanza en medio del mundo.

Tú eres el que eres, el que fue, el que será.
En Ti encontramos descanso.

Amén.

 

2

 

Yo seré quien seré: El Dios que sorprende y libera


Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

1. Un nombre que no encierra, sino que abre caminos

Moisés se encuentra hoy con el Misterio. Frente a la zarza ardiente, no hay solo un fuego físico, sino un fuego interior, una revelación que lo desinstala. Su pregunta –"¿Cuál es tu nombre?"– nace de una experiencia que lo supera, pero que lo llama. Y la respuesta divina es desconcertante: “Ehyeh Asher Ehyeh” – “Yo seré el que seré”.

No es un nombre cerrado. No es una etiqueta divina para guardar en una vitrina. Es una promesa abierta, una invitación a la vigilancia. 

Dios se presenta como el que vendrá, el que se revelará en su momento, el que no puede ser domesticado ni reducido a nuestras seguridades.

Esto es tremendamente actual para nosotros que vivimos en tiempos de incertidumbre. También nosotros, como el pueblo de Israel, estamos llamados a dejarnos sorprender por Dios, a ser desinstalados, a salir de nuestros esquemas y a caminar hacia esa montaña simbólica –el Sinaí de cada uno– donde Dios nos enseñará a vivir en libertad y justicia, lejos de toda idolatría moderna.


2. Evangelizar es anunciar un Dios imprevisible y fiel

En este Año Jubilar, donde nos reconocemos peregrinos de la esperanza, la evangelización no puede reducirse a repetir fórmulas o a conservar estructuras. Evangelizar es ser centinelas del Misterio, mensajeros de la sorpresa divina, mediadores del Dios que “será quien será”, y que quiere encontrarse con cada ser humano allí donde está, en su realidad concreta.

Por eso, no se puede evangelizar sin oración, sin humildad, sin apertura a lo inesperado. Como Moisés, debemos quitarnos las sandalias del orgullo, del saber cerrado, de la falsa seguridad pastoral, y ponernos en actitud de escucha y disponibilidad.


3. Jesús, la gran sorpresa de Dios

Este Dios que se revela como “el que será”, se manifiesta finalmente en Jesús, el Hijo eterno. Y lo hace no desde la grandeza, sino desde la mansedumbre, desde la humildad del corazón. “Vengan a mí todos los que están fatigados y agobiados… aprendan de mí, que soy manso y humilde” (Mt 11,28-29).

¡Qué contraste con la religiosidad de los fariseos! Jesús no impone cargas insoportables. Él camina con nosotros. Su yugo es suave porque es compartido. Su carga es ligera porque Él la lleva primero.

Quien evangeliza en su nombre debe hacerlo con este espíritu: ligereza del corazón, compasión ante las fatigas ajenas, disponibilidad a compartir el camino. No con prepotencia, sino con ternura. No desde la cátedra, sino desde la comunión.


4. Una Iglesia en salida… vigilante y vocacional

En este jueves, día en que oramos por las vocaciones y la misión evangelizadora, debemos preguntarnos:
¿Estamos educando en la vigilancia del corazón? ¿Estamos formando jóvenes capaces de sorprenderse por Dios? ¿Nuestros espacios parroquiales son zarzas ardientes o desiertos fríos?

Una vocación nace cuando alguien, como Moisés, escucha su nombre en medio del fuego. Cuando descubre que Dios no es una idea, sino una Presencia viva. Cuando se siente llamado a liberar, a construir, a servir, a guiar hacia la montaña santa del encuentro.


5. El salmo 104: “El Señor nunca olvida su alianza”

El salmo de hoy canta la fidelidad de este Dios imprevisible: “El Señor se acuerda siempre de su alianza”. Es un Dios que no traiciona, aunque a veces nos descoloque. Su fidelidad no se expresa en previsibilidad, sino en acompañamiento constante, en una pedagogía de la sorpresa, que nos educa en la confianza.


6. Conclusión: “Estén listos para el Dios que viene”

Queridos hermanos, el nombre de Dios no es una palabra mágica. Es una promesa en movimiento, un fuego que nos convoca, un camino que se revela paso a paso. Evangelizar es hacer lugar a este Dios que nos supera. Formar vocaciones es despertar corazones dispuestos a dejarse sorprender.

Como Iglesia en camino jubilar, seamos vigilantes del Misterio, custodios del fuego, sembradores de libertad.


Oración final

Señor, Tú que eres “el que serás”,
enséñanos a vivir en vigilancia,
a esperarte en cada persona, en cada historia,
a quitar nuestras sandalias
y caminar humildes contigo.

Suscita en tu Iglesia vocaciones abiertas al soplo de tu Espíritu,
evangelizadores capaces de escuchar y de liberar,
profetas del fuego y de la ternura.

Que en este Año Jubilar,
nuestras comunidades sean zarzas ardientes
donde otros descubran que Tú sigues llamando por su nombre.

Amén.

 

3

Homilía: El yugo que nos hace volar

 

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

1. El Dios que se revela como promesa abierta

La liturgia de hoy nos invita a ponernos en actitud de vigilancia, asombro y disponibilidad ante el misterio de un Dios que se manifiesta, pero no se deja encerrar en nuestros moldes humanos. En la primera lectura, Moisés pide a Dios un nombre, una certeza que pueda presentar ante el pueblo, y Dios responde: “Yo soy el que soy” (Éx 3,14). Literalmente: “Yo seré el que seré”.

Es un nombre que no encierra, sino que abre caminos. Nos habla de un Dios siempre presente, pero que también nos sorprenderá con nuevas formas de actuar. Un Dios que no se deja manipular, pero que se deja encontrar. Como decía una reflexión espiritual: “Esto invita a la vigilancia, a diferencia de un pretendido saber que nos hace pasar por alto sus visitas.”

El pueblo de Israel será conducido al Sinaí para aprender a vivir en libertad, a respetar al prójimo y a romper toda forma de idolatría. Este proceso no se hace desde el poder ni desde la rigidez, sino desde una pedagogía divina de la confianza y el asombro.


2. Jesús: el Maestro humilde que carga con nosotros

En el Evangelio de Mateo, escuchamos una de las invitaciones más bellas y liberadoras de nuestro Señor:
“Vengan a mí todos los que están fatigados y agobiados por la carga… tomen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11,28-30).

Aquí el Señor nos habla no solo de descanso, sino de una forma nueva de vivir nuestras cargas. No se trata de huir del yugo, sino de cambiarlo: de pasar del yugo de la esclavitud, el miedo y el egoísmo, al yugo de la libertad, la humildad y el amor.


3. El yugo que nos eleva: San Agustín y el vuelo del alma

San Agustín, comentando este pasaje, ofrece una imagen genial: compara el yugo de Cristo con las alas de un pájaro. A simple vista, las alas parecen un peso adicional. Pero si se las quitas al ave, en lugar de aligerarla, la condenas a arrastrarse por el suelo. En cambio, con esas alas, que parecen pesadas, el ave puede volar y alcanzar el cielo.

Así es el yugo de Cristo. Puede parecer exigente, pero en realidad nos da alas. No es una carga que aplasta, sino una estructura que nos sostiene y nos eleva. Cuando servimos con amor, cuando llevamos a Cristo en el corazón y nos unimos a Él en nuestras tareas cotidianas, experimentamos ligereza, sentido, paz interior.


4. El servicio como vocación: hechos para amar

Uno de los mayores errores de nuestro tiempo es pensar que la libertad es ausencia de compromisos, que el amor desgasta, que servir cansa. Pero la verdad cristiana es otra: fuimos hechos para servir, como el pájaro fue hecho para volar. La clave está en cómo y con quién servimos.

Jesús no dice: “lleven su yugo”, sino: “tomen mi yugo”. Es decir, no se trata de cargar con lo nuestro solos, sino de compartir el mismo yugo con Cristo, de vivir con Él, de permitir que Él lleve lo más pesado. La vocación, entonces, no es una condena, sino una gracia. No es una carga, sino una misión que renueva, alegra y da sentido.


5. Evangelización y vocaciones: la alegría del yugo compartido

En este jueves, día de oración por la evangelización y las vocaciones, el Señor nos invita a preguntarnos:

·        ¿Qué tipo de yugo estoy llevando?

·        ¿Estoy cansado porque cargo mis preocupaciones en soledad?

·        ¿He experimentado la dulzura del yugo compartido con Cristo?

·        ¿Estoy animando a otros a descubrir su vocación como vuelo y no como carga?

Este Año Jubilar es una ocasión providencial para redescubrir que la Iglesia no es una estructura pesada, sino una familia de servidores alegres. Una comunidad de discípulos que llevan el yugo de Cristo con esperanza. “Peregrinos de la esperanza”, sí, porque sabemos que el camino del servicio nos conduce a la plenitud, y que el yugo de Cristo nunca esclaviza, sino que humaniza, libera y transforma.


6. El salmo: Dios es fiel a su promesa

El Salmo 104 nos recuerda que “El Señor no olvida jamás su alianza”. Él es fiel. Y si alguna vez nos sentimos tentados a pensar que servir a Dios no vale la pena, recordemos esto: Dios nunca abandona a los que le sirven con sinceridad. Él mismo nos sostiene, nos guía y nos recompensa con la paz del corazón.


7. Conclusión: “Sí, Señor, yo quiero tu yugo”

Queridos hermanos y hermanas:
Hoy el Señor nos invita a cambiar de yugo. A dejar atrás los yugos del miedo, del egoísmo, de la autosuficiencia… y tomar el yugo de la mansedumbre, del servicio, de la comunión.

Hoy nos dice: “Aprendan de mí”.
Y nos promete: “Encontrarán descanso”.

Que esta Eucaristía nos renueve como discípulos alegres, disponibles, abiertos a nuestra vocación. Que nuestras comunidades sean verdaderos talleres del Reino, donde cada uno descubra que servir con Cristo no agobia, sino que nos hace volar.


Oración final

Señor Jesús,
Tú que viniste no para ser servido, sino para servir,
enséñanos a cargar tu yugo con humildad y alegría.
Haznos descubrir que fuimos hechos para el amor,
y que servir con tu gracia es nuestro verdadero descanso.

Suscita en tu Iglesia vocaciones generosas,
capaces de llevar tu carga con mansedumbre y esperanza.

En este Año Jubilar,
haznos peregrinos que caminan ligeros
porque llevan sobre los hombros tu dulce yugo,
y en el corazón tu presencia viva.

Amén.

 

Referencias:


https://padregusqui.blogspot.com/2017/07/viviendo-extraordinariamente-el-tiempo_20.html


https://www.prionseneglise.ca/textes-du-jour/commentaire/2025-07-17


https://catholic-daily-reflections.com/2025/07/16/the-yoke-of-christ-4/

martes, 15 de julio de 2025

16 de julio del 2025: miércoles de la decimoquinta semana del tiempo ordinario- Memoria de la Bienaventurada Virgen María del Carmen


Santo del día

Bienaventurada Virgen María del Carmen

La Orden del Carmelo, nacida en el monte del mismo nombre en Tierra Santa, se puso bajo la protección de María, Virgen de Nazaret y madre de los contemplativos.

 


Lugar de lo inédito de Dios

(Éxodo 3, 1-6.9-12) Es en el desierto donde Dios se revela a Moisés como Aquel que escucha el clamor de los suyos.
Un desierto geográfico, ciertamente, pero también ese desierto que es el exilio, el alejamiento de su pueblo, el despojo de su condición de privilegiado en la corte del faraón.
Es una invitación a mirar de otro modo las situaciones que nos empobrecen humanamente, para considerarlas como un lugar potencial de renovación y de disponibilidad, como un lugar donde lo inédito de Dios puede manifestarse.

 Emmanuelle Billoteau, ermite

 

Primera lectura

Éx 3,1-6.9-12
El ángel del Señor se le apareció en una llamarada entre las zarzas

Lectura del libro del Éxodo.

EN aquellos días, Moisés pastoreaba el rebaño de su suegro Jetró, sacerdote de Madián. Llevó el rebaño trashumando por el desierto hasta llegar a Horeb, la montaña de Dios.
El ángel del Señor se le apareció en una llamarada entre las zarzas. Moisés se fijó: la zarza ardía sin consumirse.
Moisés se dijo:
«Voy a acercarme a mirar este espectáculo admirable, a ver por qué no se quema la zarza».
Viendo el Señor que Moisés se acercaba a mirar, lo llamó desde la zarza:
«Moisés, Moisés».
Respondió él:
«Aquí estoy».
Dijo Dios:
«No te acerques; quítate las sandalias de los pies, pues el sitio que pisas es terreno sagrado».
Y añadió:
«Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob».
Moisés se tapó la cara, porque temía ver a Dios.
«El clamor de los hijos de Israel ha llegado a mí y he visto cómo los tiranizan los egipcios. Y ahora marcha, te envío al faraón para que saques a mi pueblo, a los hijos de Israel».
Moisés replicó a Dios:
«¿Quién soy yo para acudir al faraón o para sacar a los hijos de Israel de Egipto?».
Respondió Dios:
«Yo estoy contigo; y esta es la señal de que yo te envío: cuando saques al pueblo de Egipto, darán culto a Dios en esta montaña».

Palabra de Dios.

 

Salmo

Sal 103(102),1-2.3-4. 6-7 (R. 8a)

R. El Señor es compasivo y misericordioso.

V. Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. 
R.

V. Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa,
y te colma de gracia y de ternura. 
R.

V. El Señor hace justicia
y defiende a todos los oprimidos;
enseñó sus caminos a Moisés
y sus hazañas a los hijos de Israel
R.

 

Aclamación

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Bendito seas, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has revelado los misterios del reino a los pequeños. R.

 

Evangelio

Mt 11,25-27

Has escondido estas cosas a los sabios y se las has revelado a los pequeños

Lectura del santo Evangelio según san Mateo.

EN aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».


Palabra del Señor.

 


1

El desierto: lugar del inédito de Dios



Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

🏜El desierto: geografía del alma

La Palabra de Dios de hoy nos lleva al desierto: Moisés, apartado de todo lo que fue su vida de privilegio en Egipto, se encuentra en la tierra de Madián, cuidando las ovejas de su suegro, Jetró. Lejos del bullicio del faraón y su corte, lejos de la esclavitud de su pueblo, pero también lejos de su propia historia, Moisés entra en el terreno del silencio… y es allí donde Dios lo sorprende.

Es en el desierto donde Dios se revela a Moisés como Aquel que escucha el clamor de los suyos. Este desierto no es sólo geográfico, sino existencial: Moisés ha sido despojado, ha conocido el exilio, la ruptura con su pasado, y es precisamente ahí donde Dios lo llama por su nombre.

Hermanos: ¿cuántas veces en nuestra vida hemos pasado por “desiertos”? Momentos de soledad, de pérdida, de incertidumbre, de enfermedad, de duelo, de sequedad espiritual… Y, sin embargo, hoy la Palabra nos invita a mirar esas circunstancias no como castigos, sino como lugares de lo inédito de Dios, donde Él puede revelarse con fuerza nueva.

🔥 Una zarza que arde sin consumirse

En medio de ese desierto, Moisés ve un signo extraño: una zarza que arde y no se consume. Un fuego que no destruye, sino que ilumina. Un signo que anuncia lo que Dios hará con su pueblo: lo purificará, lo encenderá de esperanza, pero no lo dejará perecer.

En el fuego de la zarza está la presencia divina, y de ese fuego brota una voz: “¡Moisés, Moisés!”. Y Moisés responde con sencillez: “Aquí estoy”. No hay discursos, no hay grandes méritos: sólo disponibilidad.

Y esa misma disponibilidad la vemos en la Virgen del Carmen, cuya memoria celebramos hoy. En el Monte Carmelo, lugar bíblico de oración, lucha y presencia de Dios, María se manifiesta como aquella que supo estar atenta al paso de Dios por su vida, como la humilde esclava del Señor que también dijo: “Aquí estoy”.

👶 El corazón sencillo que entiende los misterios

El Evangelio de Mateo nos regala una de las oraciones más bellas de Jesús: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a los pequeños.” La sabiduría de Dios no se capta con títulos ni diplomas, sino con corazones disponibles, como el de Moisés, como el de María.

Dios se complace en revelar su Reino a quienes se abren a Él en medio de sus desiertos, de sus silencios, de sus exilios personales. La espiritualidad del Carmelo, con su amor al silencio, la contemplación y la humildad, es una escuela para entrar en esa sabiduría escondida que brota del amor.

El Año Jubilar: oportunidad para “ver la zarza”

En este Año Jubilar, donde todos somos convocados como “Peregrinos de la Esperanza”, el Señor nos llama a ver la zarza ardiente que puede estar justo delante de nosotros: una comunidad que clama por justicia, un pobre que espera nuestra mano, un joven que busca orientación, una familia rota que ansía consuelo. ¿Nos detendremos, como Moisés, para mirar con atención?

El Jubileo es ocasión para escuchar el clamor de los pobres, de la creación herida, del hermano abandonado. Es tiempo para dejar nuestras comodidades y decir como Moisés: “Aquí estoy”.

🕊María del Carmen: Estrella en el desierto

María del Carmen, con su manto protector, nos recuerda que el fuego de Dios no quema, sino que purifica. Nos enseña que la grandeza está en la humildad, que el camino del Reino se revela a los pequeños, y que el silencio del desierto puede ser el lugar del encuentro más profundo con el Amor.

Hoy la invocamos con confianza:
María del Carmen, guía a tu pueblo por los senderos del desierto hacia la tierra de la promesa.
Haz de nosotros discípulos atentos a la voz del Señor.
Ayúdanos a descubrir el inédito de Dios en las circunstancias difíciles.
Y enséñanos a decir con sencillez: “Aquí estoy, Señor”.


🙏 Conclusión y llamado

Queridos hermanos,

Dios sigue hablando desde la zarza, en medio de nuestras vidas. El desierto no es el final, sino el comienzo de una misión. Como Moisés, como María, abramos los ojos, escuchemos su voz, y caminemos en la esperanza.

Que este Jubileo nos encuentre más disponibles, más humildes, más atentos al fuego de Dios que arde sin consumir.

Amén.

 

2


Ver la zarza, escuchar al Hijo, vivir como María

🌄 1. El desierto como escuela de Dios

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy, en la memoria de la Virgen del Carmen, la liturgia nos sitúa en dos escenarios profundamente espirituales: el desierto del Sinaí y el corazón sencillo del discípulo. Ambos son lugares de revelación divina, ambos son espacios donde lo “inédito de Dios” puede manifestarse, hoy nos encontramos ante  “Una invitación a mirar de otro modo las situaciones que nos empobrecen humanamente, para considerarlas como un lugar potencial de renovación y disponibilidad, como un lugar donde lo inédito de Dios puede manifestarse.”

Moisés no está en el esplendor del palacio del faraón, sino en el desierto, cuidando ovejas. Su vida ha dado un giro radical: ha pasado de ser un privilegiado a ser un refugiado. Y es en ese estado de fragilidad y silencio donde Dios lo llama, desde la zarza ardiente.

¿Cuántas veces en nuestra vida, en el exilio, la pérdida, el desierto personal, Dios nos ha hablado con más claridad que en la abundancia?
Dios no se impone desde el trono, sino que susurra desde la zarza. No busca hombres fuertes, sino disponibles, capaces de decir, como Moisés: “Aquí estoy”.


🙏 2. Jesús, revelación del corazón del Padre

En el Evangelio, Jesús estalla en una oración de gozo y gratitud:

“Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños.” (Mt 11,25)

Los sabios de este mundo, los que se creen autosuficientes, los que acumulan títulos pero no saben amar, no pueden acoger el Reino.
En cambio, los sencillos, los humildes, los que tienen el corazón abierto… a ellos se les revela el misterio.

Jesús se presenta hoy como el único que conoce al Padre, y como el único que puede revelarlo. Y nos dice en otras palabras:

“Si quieren conocer a Dios, miren mi rostro. Si quieren saber cómo piensa, cómo ama, cómo actúa Dios… mírenme a mí.”

Esa es la esencia de la fe cristiana: conocer al Padre por medio del Hijo, y dejar que el Hijo nos muestre su amor en lo cotidiano.

En este Año Jubilar, estamos llamados a ser peregrinos que buscan el rostro de Dios, no desde la soberbia del saber, sino desde la humildad del corazón orante, contemplativo, mariano.


🌹 3. María del Carmen: discípula del silencio y del fuego

Celebramos hoy a la Virgen del Carmen, que nos habla desde la cima del Monte Carmelo. Aquel lugar fue testigo del fuego que bajó del cielo por la oración de Elías, pero también fue cuna de ermitaños y contemplativos que, incluso antes de Cristo, ya esperaban con fe a la Madre del Mesías.

Los carmelitas, inspirados en Elías y en María, abrazaron una vida de silencio, penitencia, oración y confianza. Cuando los apóstoles anunciaron a Cristo, esos hombres sencillos lo reconocieron… porque ya vivían en la lógica del desierto y del Espíritu.

Siglos después, María se aparece a san Simón Stock y le entrega el escapulario con una promesa:

“Quien muera con él, no sufrirá el fuego eterno.”

Pero esta promesa no es mágica. El escapulario es símbolo de una vida entregada, de oración y sacrificio, vivida al estilo de María: humilde, confiada, obediente, contemplativa.
Ella es la zarza que ardió sin consumirse, la mujer llena de gracia, la discípula perfecta que también supo decir: “Aquí estoy, Señor”.


4. Enseñanzas para nuestro caminar jubilar

Hoy, al contemplar a Moisés, a Jesús y a María, recibimos un triple llamado para nuestro camino jubilar:

·        Como Moisés, no temamos el desierto. Dios puede revelarse allí donde nos sentimos frágiles. El exilio, la pérdida, la ruptura pueden ser ocasión de encuentro con el Fuego vivo que no consume, sino que renueva.

·        Como los pequeños del Evangelio, abandonemos todo orgullo y autosuficiencia. La verdadera sabiduría es la que se arrodilla, la que contempla, la que se deja amar y modelar por Dios.

·        Como María del Carmen, vistamos el escapulario con dignidad, con fe, con compromiso. Que no sea un simple objeto, sino un hábito del alma, una vestidura interior de humildad, oración, pureza y confianza.


💬 Conclusión: Una oración al estilo carmelita

Señor Jesús,
en este Año Jubilar, haz de nosotros
peregrinos del desierto, discípulos del silencio,
testigos del fuego que no consume, sino transforma.

Enséñanos a verte en la zarza que arde,
a escucharte en el susurro del Espíritu,
a conocerte cada día más en la Palabra.

Y bajo el manto de tu Madre del Carmen,
danos el don de un corazón pequeño,
para que seamos dignos de que se nos revele el misterio del Reino.
Amén.

 

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Alegrarse en el don de la fe y aprender de los pequeños

🌿 1. El gozo de Jesús ante la fe de los sencillos

Queridos hermanos y hermanas:

El Evangelio de hoy es uno de los momentos más conmovedores de la vida de Jesús:

“En aquel tiempo, Jesús exclamó: ‘Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños’” (Mt 11,25).

Jesús se llena de gozo al ver que el corazón de los sencillos, de los humildes, de los que se abren sin reservas a Dios, es capaz de acoger las verdades del Reino.
Jesús alaba al Padre porque no se revela a los que acumulan sabiduría mundana, sino a los que saben mirar con ojos de fe.

Este pasaje, es un contraste radical con los versículos del evangelio de ayer, donde Jesús reprendía con dureza a las ciudades de Corozaín, Betsaida y Cafarnaúm, que a pesar de haber visto milagros, no creyeron. Allí hubo indiferencia, autosuficiencia y dureza de corazón. Pero frente a los sencillos, Jesús canta de alegría.

 

🧠 2. La trampa del orgullo intelectual

Una de las mayores amenazas contra la fe es el orgullo intelectual.
No se trata de rechazar la razón o la inteligencia. Al contrario: nuestra fe es profundamente razonable. Pero hay un límite: la razón no basta por sí sola para conocer a Dios. Se necesita la revelación y, ante todo, el don de la fe.

Dice un comentario acerca del evangelio de hoy:

“Aunque los contenidos de la fe son razonables, van más allá de lo que la razón por sí sola puede alcanzar. No podemos descubrir a Dios sin su ayuda. Sólo los humildes son capaces de escuchar esta comunicación sobrenatural.”

¿Acaso no vemos hoy en día muchos ejemplos de lo contrario? Personas que, confiando solo en su pensamiento, niegan a Dios porque no lo “encuentran” en sus cálculos. El corazón se endurece cuando se cierra a lo invisible, a lo divino, a lo que no se puede controlar.
Pero el corazón humilde, como el de un niño, sabe acoger sin comprender del todo, sabe confiar, sabe creer.

 

🔥 3. Moisés y la zarza: llamado desde el desierto

La primera lectura del Éxodo nos pone también frente a una escena de revelación. Moisés, tras haber huido de Egipto, se encuentra en el desierto cuidando ovejas. Ya no es el príncipe, sino el servidor. Y justo en esa etapa de despojo y silencio, Dios lo llama.

Desde una zarza que arde sin consumirse, Dios le revela su Nombre, su misión y su cercanía:

“He visto la aflicción de mi pueblo… He escuchado su clamor… Yo estaré contigo” (Ex 3,9.12).

¡Qué hermoso paralelo con el Evangelio!
Moisés no descubre a Dios por su inteligencia, sino porque Dios se revela. Y Moisés, humilde, se quita las sandalias y escucha.

Como Moisés, como los pequeños del Evangelio, también nosotros debemos descalzarnos interiormente, abandonar nuestras seguridades y dejar que Dios hable.

 

🌹 4. María del Carmen: icono de la humildad creyente

En este día, celebramos también a la Virgen María bajo la advocación del Monte Carmelo.
Ella es la mujer contemplativa, la zarza ardiente del Nuevo Testamento, la que arde en el amor de Dios y no se consume.

María fue la primera en escuchar la voz del Padre, en acoger su Palabra, en responder con fe:

“Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38).

Ella es, como dice el Evangelio de hoy, una de las pequeñas a quienes el Padre ha revelado sus secretos.
Y como toda buena madre, María no se guarda el don para sí: lo comparte, lo multiplica, lo entrega a sus hijos.

El escapulario del Carmen, signo mariano tan amado, no es un amuleto ni un talismán, sino un símbolo de consagración, de vida humilde, orante y disponible. Quien lo lleva con fe, está recordando su deseo de pertenecer a Cristo por medio de María.

 

5. Año Jubilar: caminar con corazón de niño

El Año Jubilar que estamos viviendo nos llama a renovar nuestra fe desde la humildad y la sencillez.
El lema “Peregrinos de la Esperanza” no es solo un título: es una invitación a caminar ligeros de equipaje, dejando atrás el ego, el orgullo, la dureza del corazón.

Hoy el Señor nos pregunta:

  • ¿Qué tipo de discípulo soy?
  • ¿Uno de los sabios y entendidos que no se dejan tocar?
  • ¿O uno de los pequeños que se abre al don de la fe con confianza?

Y también:

Cuando Jesús me mira, ¿qué hace? ¿Reprende mi incredulidad? ¿O canta de gozo al ver mi fe humilde?

 

🙌 Conclusión: Reavivar la fe y alabar con alegría

Como Jesús, alabemos al Padre por los dones invisibles, por la fe que crece en otros, y por la que Él va sembrando en nosotros.
Alabemos cuando vemos esa fe en los niños, en los ancianos, en los sencillos, en los que sufren…
Y sobre todo, alabemos a Dios cada vez que sentimos que nuestro corazón vuelve a arder como la zarza, por el puro amor de creer.

 

🙏 Oración final

Señor Jesús,
Tú te alegraste al ver la fe sencilla en tus seguidores.
Haz que también mi corazón te dé motivos para alabar al Padre.
Hazme pequeño, hazme dócil, hazme tuyo.
Que María del Carmen me cubra con su manto y me enseñe a confiar.
Y que este Año Jubilar sea para mí un desierto fecundo
donde pueda escuchar tu voz,
quitarme las sandalias,
y decirte: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.”

Amén.

 

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16 de julio: Nuestra Señora del Monte Carmelo —

Memoria opcional
Finales del siglo XII – Comienzos del siglo XIII
Patrona de Bolivia y de la Orden del Carmen
Invocada por las almas del Purgatorio


📜 Cita bíblica:

Elías subió a la cima del Carmelo, se postró en tierra y puso su cabeza entre las rodillas. Dijo a su servidor: “Sube y mira hacia el mar.” Él subió, miró y respondió: “No hay nada.” Siete veces le dijo: “¡Vuelve a mirar!” Y a la séptima vez, el joven dijo: “Hay una nube, pequeña como la palma de una mano, que sube del mar.” Entonces Elías dijo: “Ve y dile a Ajab: ‘Engancha tu carro y baja del monte antes de que la lluvia te lo impida.’” De repente el cielo se oscureció con nubes, viento y cayó una gran lluvia.
~ 1 Reyes 18,42–45


🌊 Reflexión:

A los pies del Monte Carmelo, en la costa noroeste de Israel, se encuentra el monasterio carmelita llamado Stella Maris, que en latín significa “Estrella del Mar.” Este monasterio está edificado sobre una cueva que, según la tradición, fue donde el profeta Elías, inspirado por Dios, desafió a los 450 profetas de Baal en un combate espiritual a muerte. Elías venció. Poco después, profetizó el fin de una sequía de tres años cuando, como narra el pasaje bíblico, su servidor le anunció haber visto “una nube, pequeña como la palma de una mano, que subía del mar.” Esa pequeña nube se convirtió rápidamente en una intensa lluvia que regó la tierra reseca.

Más tarde, los carmelitas interpretaron esta visión de Elías como una prefiguración de la Santísima Virgen María. Ella fue vista como esa pequeña nube que se alzaba del mar, una verdadera “Estrella del Mar”, y la lluvia que emergía de ella era entendida como la gracia y misericordia derramadas por su Hijo, Jesús.


🕯️ Orígenes de la Orden del Carmen

Se cree que, después de la época de Elías, otros eremitas imitaron a Elías y a su sucesor Eliseo, haciéndose ermitaños en las cuevas del Monte Carmelo. Aunque algunas tradiciones sostienen que estos santos hombres abrazaron la fe cristiana y vivieron en ese monte desde tiempos apostólicos, los registros escritos sólo confirman su presencia desde el siglo XIII.

Fue entonces, en el año 1209, cuando un grupo de ermitaños pidió al obispo Alberto, Patriarca Latino de Jerusalén, que les diera una regla de vida. El obispo accedió, y así nació la Orden de los Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, conocida posteriormente como los Carmelitas. Uno de sus primeros actos fue erigir una capilla dedicada a María bajo el título de Estrella del Mar (Stella Maris). En 1226, el Papa Honorio III aprobó su regla.


🕌 Dispersión y aparición a San Simón Stock

Poco después de la fundación de la orden en el Monte Carmelo, las conquistas musulmanas obligaron a algunos ermitaños a huir de Tierra Santa y establecerse en Europa, especialmente en lugares como Aylesford, Inglaterra.

Aunque los registros son inciertos, se cree que uno de los primeros en unirse a los carmelitas en Inglaterra fue un hombre llamado Simón Stock. Los carmelitas representaban una nueva forma de vida religiosa, más eremítica que monástica, lo cual les dificultaba ganar aceptación dentro de la Iglesia, a diferencia de los benedictinos, cistercienses o agustinos.

En 1247, Simón Stock habría sido elegido Superior General de la Orden a la edad de 82 años. Para lograr mayor aceptación eclesial, él y sus hermanos acudieron a la intercesión de la Santísima Virgen María.

Ella respondió y, en el año 1251, se apareció a Simón, sosteniendo en un brazo al Niño Jesús y en el otro el escapulario marrón. Le dijo:

“Recibe, hijo amado, este hábito de tu orden: será para ti y para todos los carmelitas un privilegio, que quien muera con él no sufrirá el fuego eterno… Será señal de salvación, protección en el peligro y prenda de paz.”


📿 Expansión de la devoción carmelitana

En los siglos posteriores, los carmelitas desarrollaron una profunda devoción a la Virgen María, revistiéndose del hábito y promoviendo liturgias en su honor. En el siglo XV, la orden se expandió para incluir religiosas carmelitas y también una Tercera Orden seglar.

En 1726, el Papa Benedicto XIII colocó la memoria de Nuestra Señora del Carmen en el calendario litúrgico universal, fortaleciendo aún más su devoción.

A lo largo de los siglos, muchos papas han favorecido esta devoción mariana, especialmente la del escapulario. En 1908, la Congregación de Indulgencias del Vaticano resumió su sentido así:

Se permite a los Padres Carmelitas predicar que el pueblo cristiano puede piadosamente creer en la ayuda que recibirán las almas de los hermanos y miembros que, habiendo vivido en caridad, portado el escapulario, observado la castidad, rezado el Oficio Parvo de la Virgen o, si no saben leer, respetado los días de ayuno de la Iglesia y la abstinencia de carne los miércoles y sábados (excepto cuando cae Navidad), recibirán después de su muerte—especialmente en sábado, día consagrado a la Virgen—el auxilio eficaz de María por su intercesión constante, sus méritos y su especial protección.


💬 Aplicación espiritual

Al honrar a Nuestra Señora del Monte Carmelo, honramos no solo a nuestra Madre Santísima, sino también su papel central en las órdenes carmelitas y las devociones marianas que han promovido, especialmente la del escapulario.

Reflexiona hoy sobre tu propia devoción a la Virgen.
Si usas el escapulario, renueva tu confianza en su protección maternal.
Si no lo llevas, considera hacerlo como signo exterior de tu amor interior hacia María y de tu confianza en su intercesión.


🙏 Oración

Nuestra Señora del Monte Carmelo,
tu venida fue profetizada en la visión del profeta Elías,
cuando vio aquella pequeña nube que se elevaba del mar.
De esa nube cayó la lluvia que sació la tierra árida.
Por ti, sigue cayendo sobre nosotros la verdadera lluvia de misericordia:
Jesucristo, tu Hijo divino.
Ruega por mí, para que mi alma sedienta busque siempre saciarse
sólo en tu Hijo y en la gracia que Él derrama.

Nuestra Señora del Monte Carmelo, ruega por mí.
Jesús, en Ti confío.


Referencias:

https://www.prionseneglise.ca/textes-du-jour/commentaire/2025-07-16

https://frtonyshomilies.com/2025/07/12/july-14-19-weekday-homilies/

https://catholic-daily-reflections.com/2025/07/15/rejoicing-at-the-gift-of-faith-4/

https://mycatholic.life/saints/saints-of-the-liturgical-year/july-16---our-lady-of-mount-carmel/

17 de julio del 2025: jueves de la decimoquinta semana del tiempo ordinario- año I

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