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7 de marzo del 2022: lunes de la primera semana de Cuaresma- Santas Perpetua y Felicidad

 Testigos de la fe:

Santas Perpetua y Felicidad.

 


Ambas eran catecúmenas cuando fueron arrestadas. 

Perpetua, de 22 años, era madre de un niño muy pequeño. 

Felicidad estaba embarazada y dio a luz a una niña en prisión tres días antes de su martirio: la niña fue adoptada por un cristiano del pueblo. 

El 7 de marzo de 203, las dos jóvenes fueron entregadas a las bestias en el anfiteatro de Cartago.

 Sus nombres aparecen en la primera plegaria eucarística del rito romano.

 

 

(Levítico 19, 1-2.11-18) Dios nos creó por amor y para el amor y nos pide que seamos santos, como él mismo es santo, que seamos amor como él mismo es amor. Él nos ve como una gran familia llamada a vivir en el respeto los unos por los otros. Él sabe que podemos hacerlo...




Primera lectura

Lectura del libro del Levítico (19,1-2.11-18):

EL Señor habló así a Moisés:
«Di a la comunidad de los hijos de Israel:
“Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo.
No robaréis ni defraudaréis ni os engañaréis unos a otros.
No juraréis en falso por mi nombre, profanando el nombre de tu Dios. Yo soy el Señor.
No explotarás a tu prójimo ni le robarás. No dormirá contigo hasta la mañana siguiente el jornal del obrero.
No maldecirás al sordo ni pondrás tropiezo al ciego. Teme a tu Dios. Yo soy el Señor.
No daréis sentencias injustas. No serás parcial ni por favorecer al pobre ni por honrar al rico. Juzga con justicia a tu prójimo.
No andarás difamando a tu gente, ni declararás en falso contra la vida de tu prójimo. Yo soy el Señor.
No odiarás de corazón a tu hermano, pero reprenderás a tu prójimo, para que no cargues tú con su pecado.
No te vengarás de los hijos de tu pueblo ni les guardarás rencor, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor”».

Palabra de Dios

 

 

Salmo

Sal 18,8.9.10.15

R/.
 Tus palabras, Señor, son espíritu y vida

V/. La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye a los ignorantes. R/.

V/. Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos. R/.

V/. El temor del Señor es puro
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos. R/.

V/. Que te agraden las palabras de mi boca,
y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón,
Señor, Roca mía, Redentor mío. R/.

 

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo (25,31-46):

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones.
Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras.
Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda.
Entonces dirá el rey a los de su derecha:
“Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.
Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a yerme”.
Entonces los justos le contestarán:
“Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”.
Y el rey les dirá:
“En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”.
Entonces dirá a los de su izquierda:
“Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis”.
Entonces también estos contestarán:
“Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?”.
Él les replicará:
“En verdad os digo: lo que no hicisteis con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo”.
Y estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna».


Palabra del Señor

 

 


Sirviendo a Cristo en los demás


“En verdad os digo: lo que no hicisteis con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo”.

Mateo 25:40


 

¿Quién es ese “hermano pequeño”? Es interesante que Jesús señale específicamente a la persona menos considerada, a diferencia de una declaración más general que incluye a todas las personas. ¿Por qué no decir simplemente: “Lo que no hicisteis con los demás…?” Esto incluiría a todos a quienes servimos. Pero en cambio, Jesús señaló al hermano más pequeño. Tal vez esto deba ser visto, especialmente, como la persona más pecadora, la más débil, la más gravemente enferma, la incapacitada, la hambrienta y la desamparada, y todos aquellos que tienen necesidades pronunciadas en esta vida.

 

Lo más hermoso y conmovedor de esta afirmación es que Jesús se identifica con el necesitado, el “más pequeño” de todos. Al servir a los que tienen necesidades especiales, estamos sirviendo a Jesús. Pero para que Él pueda decir eso, tiene que estar íntimamente unido a esta gente. Y al mostrarles una conexión tan íntima, Jesús revela su infinita dignidad como personas.

 

¡Este es un punto tan importante de entender! De hecho, este ha sido un tema central en las constantes enseñanzas de San Juan Pablo II, el Papa Benedicto XVI y el Papa Francisco. Una invitación a enfocarse constantemente en la dignidad y el valor de la persona debe ser el mensaje central que extraigamos de este pasaje.  

 

Reflexione, hoy, sobre la dignidad de todas y cada una de las personas. Trate de recordar a cualquiera que no pueda mirar con perfecto respeto. ¿A quién desprecia usted y pretende no ver? ¿A quién juzga o desprecia? Es dentro de esta persona, más que en cualquier otra, que Jesús le espera a usted. Él espera encontrarle y hacerle amar en el débil y en el pecador. Reflexione sobre su dignidad. Identifique a la persona que más se ajusta a esta descripción en su vida y comprométase a amarla y servirla. Porque en ellas amará y servirá a nuestro Señor.

 


Querido Señor, entiendo y creo que Tú estás presente, en forma oculta, en los más débiles de los débiles, en los más pobres de los pobres y en el pecador en medio de nosotros. Ayúdame a buscarte diligentemente en todas y cada una de las personas que encuentro, especialmente en las más necesitadas. Al encontrarte, que te ame y te sirva con todo mi corazón. Jesús, en Ti confío.

 

 

**********


Santas Perpetua y Felicidad, mártires


finales del siglo II–203

 

Patronos de mujeres embarazadas, viudas y carniceros

 

Madres jóvenes se desangran en la arena mientras ojos paganos beben en el espectáculo

 


Hace muchos siglos, en las tierras desérticas del norte de África ahora pobladas por decenas de millones de seguidores del Islam, una vez hubo una próspera Iglesia Católica. Diócesis, obispos, teólogos, santuarios, cementerios, escuelas, monasterios, conventos y santos llenaron los pueblos que abrazan la costa sur del mar Mediterráneo. 

 Este catolicismo vibrante dio a luz y se inspiró en el testimonio de numerosos mártires. Se conocen muchos de sus nombres, entre ellos los santos de hoy, Felicidad y Perpetua. Pocos documentos en la historia de la Iglesia pueden igualar el poder puro del relato en primera persona de un testigo del asesinato de Perpetua y Felicidad. Es una narración apasionante llena de impresionantes detalles dramáticos. El lector casi puede sentir la arena caliente de la arena calentando sus pies, una suave brisa marina acariciando sus mejillas…

 En vida, Perpetua, de veintidós años, era casada, mujer noble y madre primeriza cuyo bebé aún estaba amamantando. Su padre pagano le rogó a su hija favorita que renunciara a su fe cristiana, pero fue en vano. 

 Felicidad era una esclava y estaba embarazada cuando fue encarcelada. Ella dio a luz unos días antes de su martirio. Su hijo sería criado por mujeres cristianas en Cartago. 

 Perpetua, de su propia mano, registró los acontecimientos que condujeron a su martirio, mientras que un testigo de su muerte completó el texto más tarde. 

 Cuando fueron arrojadas por primera vez a la arena, Perpetua y Felicidad fueron atacadas por una novilla rabiosa, que fue elegida porque compartía el mismo sexo que sus víctimas. 

 Las jóvenes resultaron gravemente heridas por la vaca loca y luego se retiraron momentáneamente de la arena hasta que trajeron a los gladiadores para concluir el espectáculo del día. Los verdugos cumplieron con su deber rápidamente, aunque Perpetua tuvo que guiar la espada del gladiador hacia su garganta después de que primero golpeó dolorosamente un hueso en lugar de una vena. Como dice la narración, "Quizás una mujer así... no podría morir a menos que ella misma lo hubiera querido". 

 Perpetua y Felicidad fueron encarceladas juntas, sufrieron juntas y murieron juntas en 203 d.C en Cartago, África del Norte, junto con otros mártires nobles cuyos nombres se conservan en el mismo relato.  

 La vívida descripción de sus muertes fue tan conmovedora que se conservó fielmente a lo largo de los siglos y nos ha llegado prácticamente intacta. Aparte de los propios escritos del Nuevo Testamento, solo unos pocos documentos de la Iglesia primitiva son anteriores a la narración de la pasión de Perpetua y Felicidad. 

 ¡Invita a una tentadora reflexión sobre cuántos testimonios similares de primera mano de martirios famosos de la Iglesia primitiva se han perdido! ¡Qué se hubiera podido saber de los momentos finales de san Pablo, Cecilia, Ireneo y tantos apóstoles y papas! Los relatos de Perpetua, Felicidad y Policarpo deben encender nuestra imaginación para todo lo demás. La Iglesia en el norte de África leyó con tanta frecuencia el relato de Perpetua y Felicidad en sus liturgias públicas que San Agustín, un obispo del norte de África que vivió doscientos años después de su martirio, tuvo que recordar a sus fieles que la narración no estaba a la altura de la Escritura misma.

 El hecho de que mujeres y esclavas, ambas madres que amaban a sus hijos, estuvieran dispuestas a morir antes que renunciar a su fe, es un testimonio del mensaje revolucionario de Jesucristo. 

 El Hijo de Dios nos dio una religión verdadera. Pero también nos dio una verdadera antropología. Ha revelado al hombre sus verdaderos orígenes, su alta dignidad y su propósito último. Jesús revela al hombre a sí mismo. 

 Entonces, cuando los primeros cristianos, o incluso los cristianos de la actualidad, entienden que están hechos a imagen y semejanza de Dios, y que Su Hijo murió por ellos y que daría la vida por cualquier otra persona, entonces se proponen llegar mucho más alto. Si a un cristiano se le dice que es basura, esclavo, viejo, preso o extranjero, no debe inmutarse ante el insulto, porque bajo tales denigraciones hay una identidad más profunda: “hijo de Dios”, “hecho en Dios”. imagen y semejanza de Dios,” y “digno de la sangre del Cordero”. Estos son los títulos de un ciudadano del Reino de Dios, cuya sombra cubre la tierra y consuela a todos los que viven a su sombra. 

 Felicidad y Perpetua se aferraron a su identidad cristiana frente al encarcelamiento, el ridículo, la tortura y el dolor. La novedad de la fe, y la dignidad que ella impartía, las fortaleció para aceptar la muerte en lugar de regresar al tosco paganismo. Que nuestra fe hoy sea tan lúcida y convencida como la de estas santas mujeres.

 

Santas Perpetua y Felicidad, su martirio fue un acto de valentía, que conmovió a los cristianos de su época y nos sigue conmoviendo hoy. Den a todos los que invocan sus nombres, valor, fortaleza y fe similares para vencer la timidez al dar testimonio de Cristo en circunstancias difíciles.

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