domingo, 31 de agosto de 2025

Primero de septiembre del 2025: lunes de la vigésima segunda semana del tiempo ordinario-I-


La esperanza de una promesa

(1 Tesalonicenses 4,13-18) Pablo invita a cultivar la esperanza frente a la finitud. ¿Cómo conciliar la resurrección de Cristo, vencedor de la muerte, con esa misma muerte que sigue siendo para nosotros un escándalo? ¿Cómo imaginar la entrada en la vida de aquellos que ya han muerto en una época en la que se esperaba el retorno de Cristo de manera inminente?

Por eso Pablo habla de esperanza, la cual – a diferencia de la simple expectativa o ilusión – se apoya en una promesa que supera todas nuestras representaciones y cuya realización solo puede venir de Dios.

Emmanuelle Billoteau, ermite

 


Primera lectura

1Ts 4,13-18

Dios llevará con él, por medio de Jesús, a los que han muerto

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses.


HERMANOS, no queremos que ignoren la suerte de los difuntos para que no se aflijan como los que no tienen esperanza.
Pues si creemos que Jesús murió y resucitó, de igual modo Dios llevará con él, por medio de Jesús, a los que han muerto.
Esto es lo que les decimos apoyados en la palabra del Señor: nosotros, los que quedemos hasta la venida del Señor, no precederemos a los que hayan muerto; pues el mismo Señor, a la voz del arcángel y al son de la trompeta divina, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán en primer lugar; después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos llevados con ellos entre nubes al encuentro del Señor, por los aires.
Y así estaremos siempre con el Señor.
Consuélense, pues, mutuamente con estas palabras.

Palabra de Dios.

 

Salmo

Sal 96(95) 1 y 3.4-5. 11-12a.12b-13 (R. 13b)

R. El Señor llega a regir la tierra.

V. Canten al Señor un cántico nuevo,
canten al Señor, toda la tierra.
Cuenten a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones. 
R.

V. Porque es grande el Señor,
y muy digno de alabanza,
más temible que todos los dioses.
Pues los dioses de los gentiles no son nada,
mientras que el Señor ha hecho el cielo. 
R.

V. Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos,
aclamen los árboles del bosque. 
R.

V. Delante del Señor, que ya llega,
ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia
y los pueblos con fidelidad. 
R.

 

Aclamación

R.  Aleluya, aleluya, aleluya.
V. El Espíritu del Señor está sobre mí; me ha enviado a evangelizar a los pobres. R.


Evangelio

Lc 4,16-30

Me ha enviado a evangelizar a los pobres... Ningún profeta es aceptado en su pueblo

Lectura del santo Evangelio según san Lucas.


EN aquel tiempo, Jesús fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
«El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque él me ha ungido.
Me ha enviado a evangelizar a los pobres,
a proclamar a los cautivos la libertad,
y a los ciegos, la vista;
a poner en libertad a los oprimidos;
a proclamar el año de gracia del Señor».
Y, enrollando el rollo y devolviéndolo al que lo ayudaba, se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en él.
Y él comenzó a decirles:
«Hoy se ha cumplido esta Escritura que acaban de oír».
Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de su boca.
Y decían:
«¿No es este el hijo de José?».
Pero Jesús les dijo:
«Sin duda me dirán aquel refrán: “Médico, cúrate a ti mismo”, haz también aquí, en tu pueblo, lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún».
Y añadió:
«En verdad les digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo. Puedo asegurarles que en Israel había muchas viudas en los días de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino
Naamán, el sirio».
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo echaron del pueblo y lo llevaron hasta un precipicio del monte sobre el que estaba edificado su pueblo, con intención de despeñarlo.
Pero Jesús se abrió paso entre ellos y seguía su camino.

Palabra del Señor.

 


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1. Introducción: la gran pregunta del corazón humano

La muerte siempre ha sido un misterio que inquieta al hombre. Todas las religiones han buscado una respuesta. Para los cristianos, esa respuesta se enraíza en la experiencia pascual: Cristo murió, resucitó y se mostró vivo. Así lo proclaman Pablo, Silas y Timoteo a la comunidad de Tesalónica: “No se entristezcan como los que no tienen esperanza”. La vida es más fuerte que la muerte porque Cristo ha abierto para nosotros la eternidad.


2. El Evangelio: la promesa cumplida hoy

Jesús en la sinagoga de Nazaret proclama la Palabra de Isaías (61,1-2):
“El Espíritu del Señor está sobre mí… me ha enviado a anunciar la Buena Noticia a los pobres, la liberación a los cautivos, la vista a los ciegos, la libertad a los oprimidos”.
Y añade: “Hoy se cumple esta Escritura que acaban de escuchar”.
La felicidad no es un premio lejano para después de la muerte: es un don que comienza hoy, en la vida de quien acoge a Cristo.


3. El Salmo: canto de alegría y misión

El Salmo 95(96) nos invita a cantar:
“Canten al Señor un cántico nuevo, cuenten a los pueblos su gloria,
alégrense los cielos y la tierra, porque el Señor viene a gobernar con justicia”.

Este salmo conecta la esperanza de la resurrección con la misión universal del Evangelio: el Reino de Dios no es privilegio de unos pocos, sino Buena Noticia para todos los pueblos. Por eso, el Jubileo es ocasión de renovar nuestro canto misionero y nuestra confianza en la justicia divina.


4. Una alegría que incomoda

El mensaje de Jesús generó rechazo en Nazaret. La Buena Noticia no se limita a los cercanos, sino que se extiende a los extranjeros, a los que están lejos. El Reino es universal, inclusivo y liberador. Como entonces, hoy también el anuncio del amor sin fronteras provoca resistencias. Pero la Iglesia, “Peregrina de la Esperanza”, está llamada a anunciar un Evangelio que derriba muros y abre puertas.


5. En clave jubilar: pasos concretos

  • Vivir con esperanza: recordar que nuestros difuntos no están perdidos, sino en las manos de Dios.
  • Cantar con alegría: hacer del salmo una práctica vital, proclamando con obras la gloria de Dios.
  • Construir fraternidad: abrirnos a la universalidad del amor de Cristo, sin exclusiones.
  • Ser testigos de resurrección: con gestos de justicia, consuelo y solidaridad.

6. Intención orante por los fieles difuntos

Hoy, en el marco del Jubileo, presentamos una intención especial:

  • Por nuestros hermanos difuntos —familiares, amigos, bienhechores, servidores de la patria y miembros de nuestra comunidad— para que Cristo resucitado, que es la Vida más fuerte que la muerte, los reciba en su luz y plenitud. Roguemos al Señor.

7. Conclusión y oración final

La promesa de Dios es clara: la vida vence a la muerte, y la alegría es posible ya, hoy.

Que en este Año Jubilar aprendamos a vivir como Peregrinos de la Esperanza, con la certeza de que el Señor juzga al mundo con justicia y que nuestros difuntos viven en Él.

Oración:
Señor Jesús, Promesa del Padre y Alegría del mundo,
haz que el canto del salmo sea vida en nosotros.
Danos esperanza para recordar a nuestros difuntos,
alegría para anunciar tu Reino,
y valentía para ser testigos de tu amor universal.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

 

2

La esperanza de una promesa que vence la muerte

 

1. Introducción: la inquietud frente a la muerte

Hermanos, pocas realidades nos confrontan tanto como la muerte. Ella nos recuerda nuestra fragilidad, nos arrebata seres queridos y deja vacíos difíciles de llenar. Para muchos, sigue siendo un escándalo y un misterio insondable. Pablo, escribiendo a los tesalonicenses, reconoce esa dificultad, pero nos ofrece una clave preciosa: no estamos condenados a una tristeza sin salida, porque nuestra fe se apoya en un acontecimiento histórico: Cristo ha resucitado y ha vencido a la muerte.


2. La esperanza de la promesa

San Pablo distingue entre la esperanza cristiana y un simple “esperar”.

  • El esperar humano muchas veces se apoya en cálculos, en probabilidades, en deseos que quizás no se cumplan.
  • En cambio, la esperanza cristiana se fundamenta en una promesa fiel de Dios: que así como Cristo murió y resucitó, también los que han muerto en Él resucitarán para siempre.

En una época en la que los primeros cristianos aguardaban la venida inminente del Señor, Pablo les recordó que ni los vivos ni los muertos serían olvidados: todos juntos estarían con Cristo. La esperanza, entonces, no niega la muerte, sino que la abraza desde la certeza de la resurrección.


3. El Salmo 95(96): un canto que anticipa la plenitud

El salmo de hoy nos invita a cantar:
“Canten al Señor un cántico nuevo, cuenten a los pueblos su gloria…
¡alégrense los cielos y la tierra… porque el Señor viene a gobernar la tierra con justicia!”.

Este canto no es un simple himno poético, sino la proclamación gozosa de que la historia tiene un final feliz: Dios reina y viene a salvar. El salmista nos invita a hacer de la esperanza un cántico misionero, a contar a todos los pueblos las maravillas del Señor. La liturgia nos recuerda que la promesa de Dios ya está actuando en el presente y que la justicia de Dios es garantía de plenitud para vivos y difuntos.


4. El Evangelio (Lc 4,16-30): la promesa se cumple hoy

En la sinagoga de Nazaret, Jesús proclama las palabras de Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí…”. Y concluye: “Hoy se cumple esta Escritura”.
La Buena Noticia no es para mañana ni para después de la muerte solamente; es para hoy: la liberación de los cautivos, la vista a los ciegos, la dignidad para los pobres.

Pero este anuncio universal provoca resistencia. Sus paisanos se escandalizan: no aceptan que el Reino se abra a todos. Lo mismo sucede hoy: nos cuesta aceptar que Dios no hace diferencias y que la salvación es universal. La promesa de Dios desborda nuestros cálculos humanos.


5. En clave jubilar

El Papa nos ha invitado a vivir este año como Peregrinos de la Esperanza. ¿Qué significa esto hoy?

  • Para los difuntos: nuestra oración no es un recuerdo vacío, sino un acto de fe: ellos viven en Cristo y nosotros caminamos hacia el mismo destino.
  • Para los vivos: la alegría del Evangelio es para hoy; no pospongamos la felicidad para el “después”, sino vivámosla en gestos de fraternidad, de justicia y de servicio.
  • Para la Iglesia: ser signo de una promesa cumplida, una comunidad que canta y cuenta las maravillas de Dios, como el salmo nos pide.

6. Intención orante por los fieles difuntos

Hoy, como comunidad orante, ponemos en manos de Dios a nuestros hermanos difuntos:

  • a quienes amamos y recordamos,
  • a nuestros familiares y bienhechores,
  • a los servidores de la patria y a todos los que nos precedieron en la fe.

Que el Señor, vencedor de la muerte, los acoja en su Reino de luz y nos dé a nosotros el consuelo de la esperanza.


7. Conclusión

La muerte sigue siendo un enigma, pero ya no es la última palabra. La última palabra la tiene la vida, porque Cristo ha resucitado.
El salmo nos invita a cantar, el Evangelio nos recuerda que la promesa se cumple hoy, y Pablo nos asegura que nuestros difuntos están llamados a participar de la plenitud de la resurrección.
Vivamos este Jubileo con la certeza de que somos peregrinos de la esperanza: caminamos hacia la vida eterna, sin miedo, porque ya desde ahora la alegría del Señor está con nosotros.

Perfecto, Padre 🙏. Aquí le dejo la Oración de los Fieles completa para este lunes de la XXII semana del tiempo ordinario, año I, con la intención por los fieles difuntos, en el marco del Año Jubilar:


📖 Oración de los Fieles

Monición inicial:

Hermanos, reunidos en la esperanza que nos da Cristo resucitado, elevemos nuestra oración confiada al Padre de la misericordia, fuente de vida y de salvación, diciendo con fe:
R/. Señor de la vida, escúchanos.


1. Por la Iglesia

Para que, sostenida por el Espíritu Santo, anuncie con valentía que la resurrección de Cristo ha vencido a la muerte, y viva este Año Jubilar como tiempo de esperanza y misión.
Roguemos al Señor.


2. Por los pueblos y gobernantes

Para que busquen caminos de justicia y de paz, y trabajen para que todos, especialmente los más pobres y excluidos, encuentren dignidad y vida plena.
Roguemos al Señor.


3. Por los fieles difuntos

Por nuestros familiares, amigos, bienhechores y por todos los que nos han precedido en la fe, para que Cristo resucitado los reciba en su Reino de luz y de paz eterna.
Roguemos al Señor.


4. Por los que sufren y los que lloran una pérdida

Para que el Señor consuele a quienes están de duelo, fortalezca a los enfermos, a los que se sienten solos o tristes, y les regale la esperanza de su presencia.
Roguemos al Señor.


5. Por nuestra comunidad parroquial

Para que seamos verdaderos Peregrinos de la Esperanza, viviendo la alegría del Evangelio hoy, y acogiendo a todos con misericordia y fraternidad.
Roguemos al Señor.


Oración conclusiva del sacerdote:
Padre bueno y fiel,
Tú que nos has dado a tu Hijo muerto y resucitado
como promesa de vida eterna,
acoge nuestras súplicas en este Año Jubilar
y fortalece nuestra esperanza
de que un día viviremos contigo y con nuestros difuntos
en la plenitud de tu Reino.
Por Jesucristo nuestro Señor.

Amén.

 

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1. Introducción: la paradoja del rechazo

El Evangelio de hoy nos sorprende con una reacción fuerte y violenta: los vecinos de Nazaret, que conocían a Jesús desde niño, se llenaron de furia y quisieron despeñarlo. Apenas un momento antes habían escuchado con admiración sus palabras, pero al comprender el alcance universal de su misión —una salvación abierta a todos los pueblos, no solo a Israel— pasaron de la admiración a la ira.

Esto nos muestra que el mensaje de Jesús no deja a nadie indiferente: su palabra provoca adhesión o rechazo, amor apasionado o enojo violento. La indiferencia solo se da cuando su voz es ignorada. Pero cuando se le escucha de verdad, su mensaje siempre nos pone en crisis y exige una decisión.


2. Pablo: la esperanza más allá de la muerte

La primera lectura (1 Tes 4,13-18) nos sitúa en otro ámbito donde también surge la tentación del desánimo: la muerte de nuestros seres queridos. Pablo invita a la comunidad de Tesalónica a no entristecerse como los que no tienen esperanza.
Cristo ha resucitado y esa es la promesa que ilumina incluso la noche de la tumba. La muerte no es el final, sino un paso hacia la plenitud de la vida en Cristo. Esta es la esperanza cristiana: no es ilusión ni consuelo barato, sino una certeza fundada en la promesa de Dios.


3. El salmo: un cántico misionero

El Salmo 95(96) nos invita:
“Canten al Señor un cántico nuevo, cuenten a los pueblos su gloria, alégrense los cielos y la tierra, porque el Señor viene a gobernar con justicia”.
Es un himno de misión y de esperanza. La liturgia nos recuerda que la resurrección de Cristo abre un horizonte universal: la salvación no es privilegio de unos pocos, sino un don que se ofrece a todos los pueblos. El salmo nos anima a cantar con alegría, incluso en medio del dolor por los difuntos, porque sabemos que el Señor viene a juzgar con misericordia y a salvar con justicia.


4. Jesús: verdad que incomoda, amor que exige

En Nazaret, Jesús proclamó la llegada del Reino. Pero cuando dejó claro que la salvación incluía a los extranjeros —como la viuda de Sarepta o Naamán el sirio—, sus paisanos no soportaron escuchar más.
Aquí está la paradoja: la Palabra de Dios libera, pero al mismo tiempo confronta. Nos invita a salir de la comodidad, a derribar prejuicios, a abrirnos a los demás. Por eso provoca reacciones extremas. Jesús no buscó complacer, sino ser fiel al Padre. No retrocedió ante la violencia, pero tampoco devolvió violencia. Pasó en medio de ellos y siguió adelante.


5. Aplicación a nuestra vida (en clave jubilar)

·        La indiferencia no es opción: la palabra de Cristo nos pide tomar postura. O lo acogemos y dejamos que cambie nuestra vida, o lo rechazamos.

·        El Jubileo nos invita a ser “peregrinos de la esperanza”: a dejar que la resurrección de Cristo ilumine nuestro presente y nuestra mirada hacia los difuntos. No caminamos solos: nuestros hermanos que han partido viven en Él.

·        Hablar la verdad con amor: como Jesús en Nazaret, también nosotros debemos proclamar la Buena Noticia aunque incomode, aunque provoque reacciones adversas. Hablar con firmeza y misericordia es un acto de caridad.


6. Intención orante por los fieles difuntos

Hoy oramos de manera especial por nuestros hermanos difuntos:

·        Por los familiares y amigos que ya descansan en el Señor.

·        Por nuestros bienhechores y servidores de la patria.

·        Por todos aquellos cuyos nombres solo Dios conoce.

Que Cristo resucitado, vencedor de la muerte, los acoja en su Reino de luz y paz, y que a nosotros nos dé el consuelo de la esperanza.


7. Conclusión

El Evangelio nos muestra que no hay neutralidad ante Jesús. Su mensaje incomoda, exige, provoca decisiones. Hoy nos pide acoger su Palabra, cantar con el salmista la alegría de su justicia, y vivir con la certeza de que la muerte no tiene la última palabra.
En este Año Jubilar, seamos peregrinos de la esperanza: con la mirada puesta en Cristo resucitado, con la certeza de que nuestros difuntos viven en Él, y con la valentía de anunciar la verdad del Evangelio aunque incomode.


Oración final:
Señor Jesús,
tu palabra es fuego que purifica y amor que salva.
No permitas que caigamos en la indiferencia.
Danos la valentía de acogerte,
de anunciarte con alegría
y de recordar a nuestros difuntos con esperanza.
Haznos peregrinos jubilosos de tu Reino,
donde la vida vence para siempre a la muerte.
Amén.

 

viernes, 29 de agosto de 2025

30 de agosto del 2025: sábado de la vigésima primera semana del tiempo ordinario-I

 

El don que enriquece

(Mateo 25, 14-30) El tercer siervo se equivocó respecto a la personalidad de su señor, como también respecto a la naturaleza del dinero que recibió. No se trataba de un depósito sino de un don. La prueba: ese dinero que le quema las manos no vuelve al señor sino al primero, que ya era rico con diez talentos. El señor, al final de la historia, siempre tiene las manos vacías: solo los siervos que creyeron en la generosidad de su don se han enriquecido.

Jean-Marc Liautaud, Fondacio

 


Primera lectura

1Ts 4,9-11

Dios mismo nos ha enseñado a amarnos los unos a los otros.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses.


HERMANOS:
Acerca del amor fraterno, no hace falta que les escriba, porque Dios mismo les ha enseñado a amarse los unos a los otros; y así lo hacen con todos los hermanos de Macedonia.
Sin embargo los exhortamos, hermanos, a seguir progresando: esfuércense por vivir con tranquilidad, ocupándose de sus asuntos y trabajando con sus propias manos, como se lo tenemos mandado.

Palabra de Dios.

 

Salmo

Sal 98(97),1.7-8.9 (R. cf. 9)

R. El Señor llega para regir los pueblos con rectitud.

V. Canten al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.
Su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. 
R.

V. Retumbe el mar y cuanto contiene,
la tierra y cuantos la habitan;
aplaudan los ríos,
aclamen los montes. 
R.

V. Al Señor, que llega
para regir la tierra.
Regirá el orbe con justicia
y los pueblos con rectitud. 
R.

 

Aclamación

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Les doy un mandamiento nuevo -dice el Señor- que se amen unos a otros, como yo los he amado. R.

 

Evangelio

Mt 25,14-30

Como has sido fiel en lo poco, entra en el gozo de tu señor

Lectura del santo Evangelio según san Mateo.


EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
«Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus siervos y los dejó al cargo de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó.
El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos.
En cambio, el que recibió uno fue a hacer un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.
Al cabo de mucho tiempo viene el señor de aquellos siervos y se pone a ajustar las cuentas con ellos.
Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo:
“Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco”.
Su señor le dijo:
“Bien, siervo bueno y fiel; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entra en el gozo de tu señor”.
Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo:
“Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos”. 
Su señor le dijo:
“¡Bien, siervo bueno y fiel!; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entra en el gozo de tu señor”.
Se acercó también el que había recibido un talento y dijo:
“Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo”.
El señor le respondió:
“Eres un siervo negligente y holgazán. ¿Con que sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quítenle el talento y dénselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese siervo inútil échenlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes”».

Palabra del Señor.

 

 

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Amar, trabajar, confiar y dar fruto


1. Introducción: Peregrinos de la calma y de la esperanza

Queridos hermanos: la Palabra de Dios en este sábado de la XXI semana del Tiempo Ordinario nos ofrece un itinerario espiritual para nuestro camino jubilar. San Pablo nos exhorta a vivir en calma y en el amor fraterno; el salmo nos invita a cantar con alegría porque el Señor reina con justicia; Jesús nos habla en el Evangelio de los talentos confiados para dar fruto; y la Virgen María, a quien honramos en este día, nos enseña con su vida a no guardar nada para sí, sino a ponerlo todo al servicio de Dios y de los hermanos.

En un mundo marcado por el miedo y la incertidumbre, la Palabra nos anima a no paralizarnos, sino a caminar como peregrinos de la esperanza, confiando que el amor vence al temor y que la fe se fortalece cuando se comparte.


2. Primera lectura: calma, fraternidad y trabajo responsable

En la carta a los tesalonicenses (1 Tes 4,9-11), Pablo, junto a Silas y Timoteo, recuerda que lo esencial de la vida cristiana es el amor fraterno. Dice con sencillez: “No tenéis necesidad de que os escriba sobre el amor, porque Dios mismo os ha enseñado a amaros mutuamente”. Y añade tres consejos muy prácticos:

1.    Progresar aún más en el amor. Nunca podemos quedarnos en lo ya logrado, siempre hay un paso más en el camino del donarse.

2.    Vivir en calma. No dejarse llevar por el miedo ni por la ansiedad del futuro, sino cultivar la serenidad que nace de la confianza en Dios.

3.    Trabajar con las propias manos. Ser responsables, aportar desde la propia tarea, no vivir de brazos cruzados.

¡Qué actual suena esto en nuestro tiempo! Frente a la tentación de la queja o de la pasividad, Pablo nos llama a vivir con realismo: amar, mantener la calma y trabajar. El Jubileo que celebramos no es un descanso egoísta, sino un llamado a una vida más fraterna, más serena y más comprometida.


3. El salmo: la alegría de quien confía en Dios

El salmo 97 responde con un canto de júbilo: “El Señor reina, alégrese la tierra”. La visión que propone el salmo contrasta con la del siervo temeroso del Evangelio: mientras este imaginaba a su señor como un amo duro, el salmista proclama a un Dios justo y bueno, cuyo juicio es rectitud y equidad.

Quien ama, canta; quien confía, se alegra; quien se sabe en manos de Dios, vive la esperanza. Todo el universo —los mares, la tierra, los pueblos— se une en esta sinfonía de confianza. El Jubileo nos pide precisamente esto: recuperar la alegría de sabernos hijos de un Dios que reina con justicia, y no con dureza ni miedo.


4. El Evangelio: no enterrar el don recibido

En el Evangelio (Mt 25,14-30), Jesús nos habla de los talentos confiados a tres siervos. Dos de ellos arriesgan, negocian, producen; uno, en cambio, entierra el talento por miedo. Su error no es solo la falta de productividad, sino la falsa imagen de su señor: lo ve como un amo duro, exigente, injusto. Ese miedo lo paraliza y lo hace estéril.

La enseñanza es clara: Dios no nos pide lo imposible; nos pide ser responsables y creativos con lo que hemos recibido. Los talentos no son simples monedas, son dones espirituales, carismas, oportunidades de amor y de servicio. El mayor talento confiado es la Buena Noticia del Evangelio. No se trata de esconderla ni guardarla para uno mismo, sino de compartirla, arriesgarla, dejar que se multiplique. Como decía san Juan Pablo II: “La fe se fortalece dándola”.


5. María, modelo de confianza y entrega

Hoy sábado, en la memoria de la Virgen María, encontramos en ella el mejor ejemplo de cómo responder a los dones de Dios. Al recibir el anuncio del ángel, no se encerró en el miedo; confió, se puso en camino, cantó su Magníficat y compartió su alegría con Isabel.

María no enterró el don recibido, lo multiplicó en amor, en servicio, en disponibilidad. Fue la primera en proclamar el Evangelio, la primera en cantar la justicia de Dios, la primera en arriesgar su vida por el Reino. Ella es la peregrina de la esperanza que nos enseña a no callar ni esconder la fe, sino a vivirla con audacia y generosidad.


6. Aplicación para nosotros hoy

Hermanos, la Palabra de este día nos deja un programa muy claro para nuestra vida cristiana:

  • Amar fraternalmente, sin miedo, progresando siempre en el amor.
  • Mantener la calma, no dejarnos arrastrar por la ansiedad ni por el temor al futuro.
  • Trabajar con las propias manos, ser responsables, aportar al bien común.
  • Alegrarnos y cantar, porque el Señor reina con justicia.
  • Multiplicar los talentos, arriesgando en la fe, compartiendo el Evangelio, viviendo sin miedo.

El Jubileo es un tiempo para desenterrar talentos, para dejar de justificarnos con excusas, para ponernos en camino con alegría. Cada uno de nosotros tiene algo que aportar: un don, un carisma, un servicio. No lo enterremos; démoslo al mundo.


7. Conclusión

Queridos hermanos: Dios no es un amo duro que paraliza, sino un Padre que confía. Nos pide lo que está a nuestro alcance: amar, trabajar, compartir. Y nos promete la alegría del banquete final si hemos sabido arriesgar y dar frutos.

Que María Santísima, Virgen del Magníficat y Madre de la esperanza, nos enseñe a vivir en calma, a cantar con alegría, a multiplicar nuestros talentos en servicio y a ser, en este Año Jubilar, verdaderos peregrinos de la esperanza.

Amén.

 

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El don que enriquece a quien lo comparte


1. Introducción: una visión equivocada de Dios

Queridos hermanos: la Palabra de este sábado de la XXI semana del Tiempo Ordinario nos enfrenta a una pregunta decisiva: ¿qué imagen tenemos de Dios? El Evangelio de los talentos nos muestra que la diferencia entre los servidores no está solo en lo que recibieron, sino en cómo interpretaron a su señor. Dos lo vieron como alguien confiado y generoso, y multiplicaron los talentos. El tercero lo vio como un amo duro, desconfiado, exigente, y por eso escondió el don.

El tercer siervo se equivocó en dos cosas. Se equivocó sobre la personalidad del amo —no era duro, era confiado— y se equivocó sobre la naturaleza del talento —no era un depósito frío, era un don gratuito. Por eso su error no fue solo de acción, sino de visión.


2. Primera lectura: el amor que calma y da sentido al trabajo

En la primera lectura (1 Tes 4,9-11), san Pablo nos dice que Dios mismo nos ha enseñado a amarnos mutuamente. Nos pide vivir en calma, ocuparnos de nuestros asuntos y trabajar con nuestras manos. En el fondo, es el mismo llamado que el Evangelio hace: no enterrar la vida en el miedo, sino traducirla en obras de amor y responsabilidad.

El siervo que enterró su talento se quedó en la inacción, en la pasividad, en el miedo. Pablo, en cambio, nos dice: “Progresad más en el amor”. La vida cristiana no es un depósito estático, es un don dinámico que se multiplica en el amor y en el trabajo cotidiano.


3. El salmo: alegría de un Dios justo y generoso

El salmo 97 proclama: “El Señor reina, alégrese la tierra”. No habla de un Dios que oprime, sino de un Dios que reina con justicia y rectitud. Ese es el error del tercer siervo: confunde la imagen de Dios y se queda en la caricatura de un amo duro. Quien descubre la verdadera identidad de Dios canta, se alegra, comparte.

La creación entera aclama al Señor porque su juicio no da miedo, sino esperanza. Y en este Año Jubilar, se nos recuerda que somos peregrinos de la esperanza, llamados a celebrar que Dios reina no con puño de hierro, sino con manos vacías de dueño y llenas de gracia para los hijos.


4. El Evangelio: del depósito al don

Jesús nos revela que el talento recibido no es un depósito prestado para custodiar, sino un don gratuito que se nos confía para multiplicar. El detalle final del relato es iluminador: el señor no se queda con el talento que quita al siervo perezoso, sino que lo entrega al que ya tenía diez. Esto significa que Dios no necesita nuestro “dinero”, no busca enriquecerse de nosotros, sino que quiere que seamos nosotros quienes nos enriquezcamos en la medida en que creemos en la generosidad de su don.

El Evangelio es un regalo que nos transforma, no un peso que nos paraliza. Quien lo arriesga, se multiplica; quien lo esconde, se empobrece. Como decía san Juan Pablo II: “La fe se fortalece dándola”.


5. María, mujer que creyó en el don

Hoy sábado, al recordar a la Virgen María, vemos en ella la figura opuesta al siervo temeroso. María no entendió su vocación como un “depósito” que debía guardar celosamente. La entendió como un don confiado para compartir con el mundo. Por eso, en lugar de esconderse, se puso en camino; en lugar de callar, cantó el Magníficat; en lugar de paralizarse por el miedo, abrió su vida a la misión.

Ella nos enseña que solo quien cree en la generosidad de Dios se enriquece verdaderamente. Ella, que nada guardó para sí, es ahora la llena de gracia, la bendita entre todas las mujeres, la madre de los peregrinos de la esperanza.


6. Aplicación a nuestra vida

Hermanos, ¿qué hacemos con los talentos que hemos recibido? ¿Vivimos la fe como un depósito que hay que guardar bajo tierra o como un don para compartir?

  • En nuestras familias: ¿el amor es un talento escondido o un don multiplicado en paciencia, diálogo y ternura?
  • En la parroquia: ¿nuestra fe se queda enterrada en la rutina o se arriesga en la misión y el testimonio?
  • En la sociedad: ¿nuestras capacidades se entierran en la indiferencia o se convierten en servicio al bien común?

El Jubileo es el tiempo propicio para pasar del miedo a la confianza, del depósito al don, de la parálisis a la fecundidad.


7. Conclusión

Queridos hermanos: Dios no es un amo duro que nos roba, sino un Padre generoso que nos confía. Sus manos, al final del Evangelio, están vacías: no necesita enriquecerse con lo nuestro. Es nosotros quienes nos enriquecemos si creemos en la gratuidad de su don.

Que la Virgen María nos enseñe a confiar sin miedo, a vivir en calma, a cantar con alegría y a multiplicar los talentos recibidos. Que en este Año Jubilar seamos verdaderamente peregrinos de la esperanza, testigos de que el Evangelio no es un peso, sino un regalo que, compartido, siempre se multiplica.

Amén.

 

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Los dones de Dios crecen en superabundancia


1. Introducción: Éxito o fracaso, ¿qué historia quiero escribir?

Queridos hermanos: cuando escuchamos una historia donde hay éxito y fracaso, casi siempre nuestra atención se concentra en el fracaso. Así nos pasa con la parábola de los talentos: solemos fijarnos en el siervo perezoso que enterró lo recibido. Pero hoy quiero invitarles a mirar el otro lado: las historias de éxito.

Dos servidores recibieron talentos, arriesgaron, trabajaron, se fiaron de la generosidad de su señor… y multiplicaron lo recibido al doble. Y el amo los felicitó con palabras que todos quisiéramos escuchar un día: “Bien, siervo bueno y fiel, en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré. Entra en el gozo de tu Señor”.


2. Primera lectura: amar, vivir en calma y trabajar con responsabilidad

La carta a los Tesalonicenses (1 Tes 4,9-11) es clara: lo fundamental es el amor fraterno. Y ese amor no se queda en sentimientos, sino que se traduce en calma, responsabilidad y trabajo con las manos.

San Pablo dice: “Dios mismo os ha enseñado a amaros mutuamente”. Pero no se conforma con que ya amemos: pide progresar aún más. Lo mismo pasa con los talentos: no basta conservar lo recibido, hay que hacerlo crecer. Quien ama multiplica. Quien se encierra en sí mismo, entierra.

En clave jubilar, este texto nos recuerda que somos peregrinos de la esperanza: no caminamos paralizados por el miedo, sino activos en la construcción de un mundo nuevo desde el amor, la serenidad y la responsabilidad.


3. El salmo: la alegría de quien confía

El salmo 97 proclama: “El Señor reina, alégrese la tierra”. Es el canto de quien sabe que Dios reina con justicia, no con dureza. Esto es lo que diferencia al siervo fiel del perezoso: uno confía y canta; el otro sospecha y se paraliza.

La creación entera se une a este canto: los mares, la tierra, todos los pueblos. Cuando dejamos que la gracia de Dios actúe en nosotros, su presencia se convierte en música y alegría. Cuando enterramos el don, nos quedamos mudos y estériles.


4. El Evangelio: dones que crecen en superabundancia

El Evangelio (Mt 25,14-30) nos muestra que los dones de Dios no solo se conservan, sino que están hechos para crecer en superabundancia. La gracia, por naturaleza, es fecunda. Si cooperamos con ella, los frutos son exponenciales.

Los siervos fieles recibieron talentos y los duplicaron. Esto no fue solo obra de ellos: fue la fuerza interna del don. Como una semilla que, al ser plantada, crece y da fruto, así son los dones de Dios. Lo mismo pasa con la fe, la esperanza, el amor, y sobre todo con los siete dones del Espíritu Santo:

  • Sabiduría
  • Entendimiento
  • Consejo
  • Fortaleza
  • Ciencia
  • Piedad
  • Temor de Dios

Estos dones crecen cuando los ejercitamos. Por ejemplo, si nos esforzamos en aconsejar a otros según la fe, Dios multiplica en nosotros el don del Consejo. Si buscamos entender su Palabra, Él multiplica el don del Entendimiento. La gracia nunca se agota, siempre se multiplica cuando se comparte.


5. María, mujer llena del Espíritu Santo

En este sábado mariano, no podemos olvidar a la Virgen María, la llena de gracia. Ella recibió el mayor don: ser Madre del Salvador. Y no lo enterró en miedo ni desconfianza, sino que lo multiplicó en servicio, en canto, en camino, en fe.

María es la mujer en quien los dones del Espíritu Santo florecieron en plenitud: sabiduría al guardar todo en su corazón, fortaleza al permanecer de pie junto a la cruz, piedad al cantar el Magníficat, temor de Dios al vivir en reverencia profunda. Ella nos enseña que la gracia es fecunda y que quien se abre al Espíritu Santo se enriquece en abundancia.


6. Aplicación pastoral

Queridos hermanos, el Evangelio nos invita a preguntarnos:

  • ¿Qué dones naturales y sobrenaturales me ha dado Dios? ¿Los estoy usando para su gloria?
  • ¿Hay talentos enterrados en mi vida por miedo, pereza o desconfianza?
  • ¿Estoy permitiendo que los dones del Espíritu crezcan en mí o los tengo apagados?

El Jubileo es un tiempo para reavivar los dones recibidos. Para dejar de lado la excusa del siervo perezoso y convertirnos en siervos buenos y fieles que arriesgan, comparten, multiplican.


7. Conclusión

Hermanos: lo que Dios nos da, tanto en lo natural como en lo sobrenatural, está hecho para crecer. Si lo enterramos, lo perdemos. Si lo usamos para su gloria y para el bien de los demás, se multiplica en abundancia.

Pidamos hoy al Espíritu Santo que acreciente en nosotros sus dones, para que un día podamos escuchar de los labios del Señor: “Bien, siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor”.

Que María Santísima, Virgen del Magníficat, nos enseñe a confiar, a cantar con alegría, a multiplicar los dones recibidos y a vivir como peregrinos de la esperanza en este Año Jubilar.

Amén.

 

 

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