lunes, 23 de junio de 2025

24 de junio del 2025: Solemnidad de la Natividad de San Juan Bautista

Santo del día

San Juan bautista

Siglo I. «Hijo mío, serás llamado profeta del Altísimo; irás delante del Señor y prepararás sus caminos» (Lucas 1:76). Estas fueron las palabras de Zacarías con motivo del nacimiento de su hijo Juan, que se celebra hoy.


Dos caminos singulares, un único designio de salvación

Qué contraste nos ofrece el Evangelio de Lucas entre la infancia de Juan, cuya nacimiento milagroso se celebra públicamente, y la de Jesús, ignorada de todos. El hijo del prodigio, hijo de un sacerdote, escoge muy joven retirarse al desierto para madurar su misión singular. Jesús, por su parte, crece en lo escondido, en una región marginal. Destinos singulares, unidos sin embargo en el único designio de Dios.

Jean-Marc Liautaud, Fondacio



 

Primera lectura

Is 49, 1-6

Te hago luz de las naciones

Lectura del libro de Isaías.

ESCÚCHENME, islas; atiendan, pueblos lejanos:
El Señor me llamó desde el vientre materno,
de las entrañas de mi madre, y pronunció mi nombre.
Hizo de mi boca una espada afilada,
me escondió en la sombra de su mano;
me hizo flecha bruñida, me guardó en su aljaba
y me dijo: «Tú eres mi siervo, Israel,
por medio de ti me glorificaré».
Y yo pensaba: «En vano me he cansado,
en viento y en nada he gastado mis fuerzas».
En realidad el Señor defendía mi causa,
mi recompensa la custodiaba Dios.
Y ahora dice el Señor,
el que me formó desde el vientre como siervo suyo,
para que le devolviese a Jacob,
para que le reuniera a Israel;
he sido glorificado a los ojos de Dios.
Y mi Dios era mi fuerza:
«Es poco que seas mi siervo
para restablecer las tribus de Jacob
y traer de vuelta a los supervivientes de Israel.
Te hago luz de las naciones,
para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra».

Palabra de Dios.


Salmo

Sal 138, 1b-3. 13-14ab. 14c-15 (R.: cf. 14a)

R. Te doy gracias porque me has escogido portentosamente.

V. Señor, tú me sondeas y me conoces.
Me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares.
 R.

V. Tú has creado mis entrañas,
me has tejido en el seno materno.
Te doy gracias porque me has plasmado portentosamente,
porque son admirables tus obras. 
R.

V. Mi alma lo reconoce agradecida,
no desconocías mis huesos.
Cuando, en lo oculto, me iba formando,
y entretejiendo en lo profundo de la tierra. 
R.


Segunda lectura

Hch 13, 22-26

Juan predicó antes de que llegara Cristo

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.


EN aquellos días, dijo Pablo:
«Dios suscitó como rey a David, en favor del cual dio testimonio, diciendo: “Encontré a David”, hijo de Jesé, “hombre conforme a mi corazón, que cumplirá todos mis preceptos”.
Según lo prometido, Dios sacó de su descendencia un salvador para Israel: Jesús. Juan predicó a todo Israel un bautismo de conversión antes de que llegara Jesús; y, cuando Juan estaba para concluir el curso de su vida, decía: “Yo no soy quien ustedes piensan, pero, miren, viene uno detrás de mí a quien no merezco desatarle las sandalias de los pies”.
Hermanos, hijos del linaje de Abrahán y todos ustedes los que temen a Dios: a nosotros se nos ha enviado esta palabra de salvación».

Palabra de Dios.


Aclamación

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. A ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos. R.


Evangelio

Lc 1, 57-66. 80

Juan es su nombre

Lectura del santo Evangelio según san Lucas.

Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y se alegraban con ella.
A los ocho días vinieron a circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre intervino diciendo:
«¡No! Se va a llamar Juan».
Y le dijeron:
«Ninguno de tus parientes se llama así».
Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre». Y todos se quedaron maravillados.
Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios.
Los vecinos quedaron sobrecogidos, y se comentaban todos estos hechos por toda la montaña de Judea. Y todos los que los oían reflexionaban diciendo:
«Pues ¿qué será este niño?».
Porque la mano del Señor estaba con él.
El niño crecía y se fortalecía en el espíritu, y vivía en lugares desiertos hasta los días de su manifestación a Israel.

Palabra del Señor.

1


“Él debe crecer, y yo disminuir” (Jn 3,30)

Queridos hermanos en Cristo:

Hoy la liturgia nos convoca a celebrar una de las fiestas más singulares del calendario cristiano: la Natividad de San Juan Bautista. Es notable que, fuera del nacimiento de Jesucristo y de la Virgen María, ningún otro santo tiene el privilegio de que celebremos su nacimiento. Esto ya nos habla del papel único que Juan el Bautista ocupa en la historia de la salvación.

La primera lectura, del profeta Isaías, nos presenta la voz de un siervo escogido desde antes de nacer para ser luz de las naciones. ¿No es acaso este el retrato espiritual de Juan? Desde el vientre de su madre, fue colmado del Espíritu Santo. Así nos lo recuerda también el salmo: “Tú has creado mis entrañas… me tejiste en el seno materno”. Juan, al igual que el profeta Isaías, no fue un improvisado. Su vocación fue esculpida por Dios desde el origen, y su existencia tuvo una única misión: preparar el camino del Señor.

La liturgia de hoy nos invita a redescubrir a San Juan Bautista, y más aún, a dejarnos evangelizar por su vida. Porque Juan no es solo una figura decorativa del Adviento; es un maestro de espiritualidad y un testigo valiente del Reino. Su mensaje no caduca, porque nos enseña a vivir en permanente espera, en vigilancia, en humildad, y en alegría por la presencia de Dios que viene a nosotros cada día.


1. Juan, el profeta del Adviento permanente

Juan es el hombre del desierto, el que clama en la soledad, el que invita a preparar el camino al Señor. Pero el Adviento no se reduce a las cuatro semanas antes de Navidad. La vida cristiana entera es un gran adviento, una espera activa del regreso del Señor.

Y Juan nos enseña cómo se vive ese adviento:

  • Con esperanza viva, una esperanza que abraza las pequeñas y grandes necesidades de nuestra vida: reconciliaciones pendientes, salud esperada, vocaciones aún no descubiertas, conversiones necesarias…
  • Con oración sincera, que se nutre del silencio del desierto, del retiro interior, de la escucha de Dios.
  • Con sobriedad y vigilancia, recordándonos que el exceso, el ruido y el confort desmedido adormecen el alma.

Hermanos, ¿cuánto desierto necesitamos hoy para encontrar el centro de nuestra existencia? ¿Cuánto silencio hace falta para oír la voz del que viene? Juan nos invita a vivir menos conectados al ruido del mundo y más atentos al susurro de Dios en el corazón.


2. Juan, testigo de la alegría

Uno podría pensar que un profeta austero como Juan no habla de alegría. Y sin embargo, su vida está atravesada por la alegría de la presencia de Jesús. Ya desde el vientre de su madre, Isabel proclama: “la criatura ha saltado de gozo en mi seno” (Lc 1,44). Es la primera danza de alabanza al Salvador.

Más tarde, cuando sus discípulos lo ven “perdiendo protagonismo” frente a Jesús, él responde con una libertad impresionante:
“Él debe crecer, y yo disminuir” (Jn 3,30).
Y agrega: “Mi alegría es completa”. Qué hermoso testimonio para nuestro mundo competitivo, donde parece que hay que sobresalir, tener visibilidad, acumular méritos. Juan nos enseña que la verdadera alegría no es brillar, sino ver a Cristo brillar en los demás.


3. Juan, el humilde servidor

En Juan descubrimos una humildad sólida, madura, profundamente enraizada en su identidad. Sabe quién es: “no soy el Mesías, no soy Elías, no soy el Profeta”. Su única definición es esta: “Soy la voz que clama en el desierto”.
Juan no se adueña de la misión, no busca hacer carrera espiritual. Él señala, él desaparece, él se hace pequeño para que Cristo sea grande.

Y esa humildad lo hace libre. Libre para decir la verdad, incluso cuando esa verdad le cuesta la cabeza. Libre para anunciar el Reino sin miedo, sin diplomacia ni cálculo político. Libre para vivir en coherencia, sin doblez.

¿Dónde estamos nosotros en ese camino de humildad? ¿Sabemos ceder protagonismo, reconocer que no somos el centro, alegrarnos del bien que hacen otros? La humildad es la cuna donde Dios puede nacer.


4. Juan, el mártir del amor fuerte

El estilo de vida de Juan es testimonio. Su dieta, su vestimenta, su palabra directa, todo él es un grito viviente: “¡Vuelvan su corazón a Dios!”.
Pero ese testimonio no fue sin consecuencia. Su denuncia del pecado le valió la prisión y la muerte. Fue mártir por la verdad.

Hoy, en una cultura donde la verdad se relativiza, donde se teme ofender, donde se calla por conveniencia, la figura de Juan nos interpela. ¿Estamos dispuestos a pagar el precio de la coherencia? ¿A amar con ese amor fuerte que no es sentimentalismo sino entrega concreta?


5. Un llamado a donarnos

Finalmente, San Juan Bautista nos invita a dar la vida, no en abstracto, sino en gestos concretos:

  • En el tiempo compartido con quienes nos necesitan,
  • en la escucha atenta al que sufre,
  • en la presencia solidaria con los pobres,
  • en la fraternidad cotidiana con quienes conviven a nuestro lado.

Porque dar la vida, como lo hizo Juan, es también dar nuestro tiempo, nuestro interés, nuestro amor. El tiempo no es oro; el tiempo es amor, como decía un autor. Y el amor solo se manifiesta en obras.


Conclusión: una vida que señala a Cristo

Queridos hermanos, que al celebrar la Natividad de San Juan Bautista, abramos el corazón para aprender de él a:

  • esperar con esperanza y vigilancia,
  • vivir en humildad y alegría,
  • orar en silencio y coherencia,
  • amar con un amor fuerte y generoso,
  • y sobre todo, a señalar siempre a Cristo y no a nosotros mismos.

Pidamos hoy al Señor por intercesión del Bautista:

Señor, haznos como Juan:
voces que claman,
corazones que esperan,
vidas que se donan,
discípulos que disminuyen,
para que tú crezcas en medio del mundo.

Amén.

 

2

"Dos caminos singulares, un único designio de salvación"

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy celebramos una de las fiestas más notables y significativas del calendario litúrgico: la Natividad de San Juan Bautista. La Iglesia, en su sabiduría, nos invita a detenernos en este nacimiento prodigioso que marca un momento clave en la historia de la salvación. Porque la figura del Bautista —el “precursor”, el “amigo del Esposo”— no se puede reducir a un personaje de transición entre el Antiguo y el Nuevo Testamento: él es parte esencial del misterio de Cristo.

Un hermoso comentario francés dice:

“Qué contraste nos ofrece el Evangelio de Lucas entre la infancia de Juan, cuya nacimiento milagroso se celebra públicamente, y la de Jesús, ignorada de todos. El hijo del prodigio, hijo de un sacerdote, escoge muy joven retirarse al desierto para madurar su misión singular. Jesús, por su parte, crece en lo escondido, en una región marginal. Destinos singulares, unidos sin embargo en el único designio de Dios.” 

Este contraste es intencionado. Lucas no quiere que confundamos el protagonismo humano con la centralidad de la salvación. Nos recuerda que Dios, en su pedagogía, trae la luz a través de caminos sorprendentes, diferentes y complementarios.


1. Juan: el elegido que señala al Otro

La primera lectura del profeta Isaías describe al Siervo de Dios como alguien llamado desde el vientre materno, formado por Dios para ser luz y testigo. Estas palabras encuentran eco literal en la vida de Juan el Bautista:

“Desde el seno materno me llamó... hizo de mi boca una espada afilada...” (Is 49,1-2)

Juan no es un improvisado. Como dirá el salmista:

“Tú me has tejido en el seno de mi madre… tus ojos veían mi ser aún informe.”
Su vocación es anterior a su nacimiento. No la elige: la acoge con humildad y radicalidad, consagrándose por entero al anuncio de Aquel que ha de venir.

Pero su misión no es centrarse en sí mismo. Su grandeza radica en esto: él señala a Otro. Su identidad está en función de Cristo:

“Yo no soy el Mesías, sino el que viene delante de él” (cf. Jn 1,20).


2. Jesús: el que crece en lo escondido

A diferencia de Juan, Jesús nace en lo oculto, en una gruta, y crece lejos de la mirada pública. No hay ángeles cantando a las multitudes ni multitudes congregadas en su nombre desde la cuna. Su vida transcurre en el silencio de Nazaret.

Y sin embargo, como nos recuerda la segunda lectura del libro de los Hechos, todo estaba ya previsto en el plan de Dios:

“Dios suscitó a David… y de su descendencia, conforme a la promesa, trajo a Jesús como Salvador para Israel.” (Hch 13,23)

Dos caminos diferentes, pero un único plan salvífico. Juan prepara, Jesús cumple. Juan grita, Jesús se entrega. Juan señala, Jesús actúa. Y en ambos, el Espíritu de Dios los guía, como a Isaías, como a nosotros.


3. La vocación de Juan, la nuestra

El Evangelio de hoy (Lc 1,57-66.80) nos narra cómo la mano del Señor estaba con el niño. Su nacimiento es celebrado, su nombre causa asombro, su destino queda envuelto en misterio: “¿Qué llegará a ser este niño?”

Pero el versículo final es el que más resuena para nuestra vida:

“El niño crecía y se fortalecía en el espíritu, y vivió en lugares desiertos hasta el día en que se manifestó a Israel.”

Ese desierto no fue castigo, fue escuela del Espíritu. En el silencio, Juan se dejó modelar por Dios para poder hablar con verdad y libertad cuando llegara su hora.

Y aquí, queridos hermanos, el Evangelio nos habla también a nosotros. Cada uno de nosotros tiene un destino singular dentro del único designio de Dios. No todos tendremos una vocación profética como la de Juan, ni una vida escondida como la de Jesús en Nazaret, pero sí una misión personal, intransferible e irrepetible.

Dios nos llama por nuestro nombre. No somos piezas anónimas de un sistema. Somos hijos pensados, conocidos y amados desde antes de nacer. La fiesta de Juan Bautista nos lo recuerda con fuerza: “Antes que nacieras, te consagré.”


4. La humildad del Precursor: una lección para hoy

En una sociedad marcada por la necesidad de reconocimiento, visibilidad y protagonismo, Juan el Bautista es una bofetada profética. Su frase:

“Es necesario que él crezca y que yo disminuya” (Jn 3,30)
es un programa de vida.

¿Estamos dispuestos a vivir así? ¿A desaparecer para que Cristo aparezca? ¿A ceder el centro a Dios y servir desde la discreción? La verdadera madurez espiritual se mide por cuánto dejamos a Dios obrar en nosotros y a través de nosotros, sin querer controlar, figurar o dominar.


Conclusión: Una fiesta para reencontrar nuestra misión

Hoy, la fiesta de la Natividad de San Juan Bautista no es solo la conmemoración de un gran profeta. Es una invitación personal a descubrir nuestro lugar en el designio de Dios.

Pidamos a San Juan Bautista:

  • Que nos enseñe a escuchar la voz de Dios desde lo profundo, como él lo hizo en el desierto.
  • Que nos enseñe a vivir con alegría la vocación propia, sin comparaciones estériles.
  • Que nos enseñe a desaparecer con humildad, para que Cristo brille.

Y pidamos al Espíritu Santo, que llenó a Juan desde el vientre materno, que nos renueve con su fuerza, para vivir nuestra misión con fidelidad, sencillez y pasión.

Amén.

 

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24 de junio: Nacimiento de San Juan Bautista — Solemnidad

Siglo I
Patrono de: los bautismos, los comerciantes de aves, los conversos, la vida monástica, las autopistas, los impresores, los sastres, los corderos y los prisioneros.
Invocado contra: la epilepsia, las convulsiones, las tormentas de granizo y los espasmos.



Cita bíblica:

Cuando le llegó a Isabel el tiempo del parto, dio a luz un hijo. Sus vecinos y parientes se enteraron de que el Señor le había mostrado gran misericordia, y se alegraron con ella. Al octavo día fueron a circuncidar al niño y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías. Pero su madre dijo: “No. Se llamará Juan.” Le respondieron: “No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre.” Entonces preguntaron por señas al padre cómo quería que se llamara. Él pidió una tablilla y escribió: “Juan es su nombre.” Y todos quedaron admirados. En ese instante se le soltó la lengua y comenzó a hablar bendiciendo a Dios.
~Lucas 1,57–64


Reflexión:

En la época del nacimiento de San Juan Bautista, era común pensar que la infertilidad de una mujer era señal del desagrado de Dios o castigo por el pecado. Aunque hoy sabemos que esto no es cierto, es importante comprender que, a menudo, Dios ha suscitado grandes líderes precisamente de aquellos que habían suplicado durante años el don de un hijo. Sara fue estéril antes de concebir a Isaac. Rebeca no tuvo hijos antes de dar a luz a Esaú y Jacob. Raquel fue estéril antes de tener a José. La esposa de Manoa fue estéril hasta dar a luz a Sansón. Ana fue estéril hasta que nació Samuel.

La solemnidad de hoy celebra uno de los nacimientos más grandes de la historia. Recordemos que el mismo Jesús dijo:

“En verdad os digo: entre los nacidos de mujer no se ha levantado uno mayor que Juan el Bautista.”
~Mateo 11,11

Cuando Isabel concibió a Juan el Bautista, ella y su esposo Zacarías “eran de edad avanzada” (Lucas 1,7). El anuncio del nacimiento de su hijo se dio mientras Zacarías ejercía uno de los más altos honores del sacerdocio del Antiguo Testamento: ofrecer incienso al Señor dentro del santuario del Templo, habiendo sido elegido por sorteo entre su grupo sacerdotal.

Allí, en el santuario, se le apareció el Arcángel Gabriel, el que está ante Dios, para anunciarle la buena noticia: su esposa concebiría y daría a luz un hijo que:

  • sería grande ante el Señor,
  • estaría lleno del Espíritu Santo desde el seno materno,
  • haría volver muchos corazones de Israel al Señor,
  • vendría con el espíritu y el poder de Elías,
  • dispondría al pueblo para el Señor
    (cf. Lucas 1,15–17).

Este anuncio no fue sólo una buena noticia: fue casi increíble. Zacarías, sin duda, habría sufrido mucho por no tener hijos, y ahora un arcángel le dice que su futuro hijo será inmensamente grande. Y, como sabemos, al principio no creyó… y por ello quedó mudo hasta que Juan nació.

El siguiente capítulo glorioso de esta historia llegó cuando ese mismo arcángel, Gabriel, se apareció a María, la Inmaculada Concepción, para anunciarle que concebiría al Salvador del mundo por obra del Espíritu Santo. Y le dijo:

“Mira, tu pariente Isabel, en su vejez, ha concebido un hijo; y este es el sexto mes para ella, la que era llamada estéril, porque nada hay imposible para Dios.”
~Lucas 1,36–37

Este detalle revela que, en el plan del Padre, la misión de Juan está íntimamente ligada a la de Jesús. Esto se confirma cuando María, llena de gozo, va apresuradamente a ayudar a Isabel en los últimos meses de embarazo. Al oír el saludo de María, el niño Juan saltó de gozo en el vientre de su madre.

San Tomás de Aquino enseña que, en ese momento, Juan fue santificado en el seno materno, es decir, fue liberado del pecado y preparado para su misión sagrada. Tomás incluso especula sobre este momento diciendo:

“Quizá también en este niño el uso de la razón y de la voluntad fue tan acelerado que, mientras estaba aún en el vientre, pudo reconocer, creer y asentir, mientras que en otros niños debemos esperar a que crezcan. Esto, nuevamente, lo considero un resultado milagroso del poder divino.”
~Suma Teológica III, 27, 6

El nacimiento de Juan, que celebramos hoy, estuvo rodeado de misterio, asombro, admiración e intriga. San Lucas lo resume así:

“El temor se apoderó de todos los vecinos, y en toda la región montañosa de Judea se comentaban estas cosas. Todos los que las oían las guardaban en su corazón diciendo: ‘¿Qué llegará a ser este niño?’ Porque la mano del Señor estaba con él.”
~Lucas 1,65–66

Aparte de la Solemnidad del Nacimiento de Cristo (Navidad), Juan Bautista es la única persona cuyo nacimiento se celebra con el rango de solemnidad. La Natividad de la Virgen María se celebra como fiesta, aunque su Inmaculada Concepción sí recibe la dignidad de solemnidad. Esto nos indica el gran honor que representa para la Iglesia conmemorar el nacimiento de este hombre singular con el más alto rango litúrgico.

Al celebrar el nacimiento de San Juan Bautista, consideremos esta fecha desde dos perspectivas:

1.    Desde una mirada celestial y eterna: los ángeles y santos glorifican a Dios eternamente por este gran acontecimiento y por el rol decisivo de Juan en la historia de la salvación.

2.    Desde una mirada humana: pensemos en el asombro y la alegría de Isabel y Zacarías. Eran personas reales, que se convirtieron en padres reales, y recibieron promesas divinas sobre su hijo. A pesar de eso, Juan seguía siendo su hijo, así como Jesús fue el Hijo de María.

Cada acontecimiento de la historia de la salvación debe vivirse uniendo lo humano y lo divino, lo trascendente y lo cotidiano, lo personal y lo sobrenatural, para así comprender mejor, participar más plenamente y creer con mayor profundidad en estos hechos gloriosos que han abierto para todos nosotros las puertas del cielo.


Oración:

San Juan Bautista,
tú fuiste concebido por gracia especial de Dios
y dado como hijo a unos padres ancianos y estériles.
A través de tu concepción y nacimiento,
Dios habló al mundo diciendo que Él puede hacer cualquier cosa que quiera,
y puede derramar su gracia salvadora simplemente porque así lo desea.

Te ruego que intercedas por mí,
para que comprenda más profundamente el papel que desempeñaste en la historia de la salvación
y esté más abierto a todo lo que Dios quiere revelar al mundo a través de tu santa vida.

San Juan Bautista, ruega por mí.
Jesús, en Ti confío.


23 de junio del 2025: lunes de la decimosegunda semana del tiempo ordinario- año I

 "No juzguen"

(Mateo 7,1-5) Estas pocas palabras de Jesús nos confrontan con nuestra manera de mirar a los demás.

¿Por qué lo hacemos? ¿Para tranquilizarnos? ¿Para justificarnos? ¿Para desviar la atención de nuestras propias faltas?
Jesús nos invita a una honestidad radical: antes de hablar del otro, mírate a ti mismo. No para condenarte, sino para crecer en verdad, en libertad, en amor.

Hay más fecundidad en una mirada lúcida y misericordiosa sobre uno mismo que en la condena del otro.
Dios no nos juzga como nosotros juzgamos. Él nos mira en la verdad de nuestro ser, con misericordia, para levantarnos y darnos vida.

Jean-Marc Liautaud, Fondacio

 



Primera lectura

Lectura del libro del Génesis (12,1-9):

En aquellos días, el Señor dijo a Abrán: «Sal de tu tierra y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré. Haré de ti un gran pueblo, te bendeciré, haré famoso tu nombre, y será una bendición. Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan. Con tu nombre se bendecirán todas las familias del mundo.»
Abrán marchó, como le había dicho el Señor, y con él marchó Lot. Abran tenía setenta y cinco años cuando salió de Harán. Abrán llevó consigo a Saray, su mujer, a Lot, su sobrino, todo lo que había adquirido y todos los esclavos que había ganado en Harán. Salieron en dirección de Canaán y llegaron a la tierra de Canaán. Abrán atravesó el país hasta la región de Siquén, hasta la encina de Moré. En aquel tiempo habitaban allí los cananeos.
El Señor se apareció a Abrán y le dijo: «A tu descendencia le daré esta tierra.»
Él construyó allí un altar en honor del Señor, que se le había aparecido. Desde allí continuó hacia las montañas al este de Betel, y plantó allí su tienda, con Betel a poniente y Ay a levante; construyó allí un altar al Señor e invocó el nombre del Señor. Abrán se trasladó por etapas al Negueb.

Palabra de Dios

 

 

Salmo

Sal 32,12-13.18-19.20.22



R/.
 Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad

Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.
El Señor mira desde el cielo,
se fija en todos los hombres. R/.

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre. R/.

Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti. R/.

 

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo (7,1-5):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No juzguéis y no os juzgarán; porque os van a juzgar como juzguéis vosotros, y la medida que uséis, la usarán con vosotros. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Déjame que te saque la mota del ojo”, teniendo una viga en el tuyo? Hipócrita; sácate primero la viga del ojo; entonces verás claro y podrás sacar la mota del ojo de tu hermano.»

Palabra del Señor


1

                         “Caminar en la fe, mirar con misericordia”


Lecturas: Gn 12,1-9 / Sal 33(32) / Mt 7,1-5
Lunes de la XII Semana del Tiempo Ordinario – Año I

Queridos hermanos y hermanas:

La Palabra de Dios de este día nos invita a hacer un doble viaje: uno exterior, como el de Abraham, que deja su tierra en obediencia al llamado de Dios, y otro interior, como el que propone Jesús en el Evangelio, al invitarnos a revisar nuestra mirada, a dejar de juzgar y empezar a mirarnos con verdad y misericordia.

1. Como Abraham: salir con fe de lo conocido

La primera lectura del Génesis (12,1-9) nos presenta uno de los momentos fundacionales de la fe: la vocación de Abraham. Dios le dice: “Sal de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu padre, hacia la tierra que yo te indicaré”. No se le da un mapa, ni un contrato. Se le da una promesa. Y Abraham obedece.

Este salir de Abraham no es solo un cambio de geografía. Es una transformación interior. Es el paso de la seguridad humana a la confianza divina. En su ejemplo encontramos un llamado permanente para nosotros: salir de nuestras zonas de confort, de nuestros juicios cerrados, de nuestras miradas pequeñas sobre los demás… para ponernos en camino hacia la tierra de la misericordia.

2. No juzgar: una nueva manera de mirar

Jesús, en el Evangelio de hoy (Mt 7,1-5), nos dice con claridad: “No juzguen y no serán juzgados”. Este mandato no es una simple norma de convivencia. Es una revelación del modo de actuar de Dios.

El juicio destruye, encasilla, encierra. Pero el amor, como el de Jesús, sana, libera, abre posibilidades. ¿Cuántas veces juzgamos desde nuestra herida, desde nuestra propia frustración?  ¿no será que juzgamos para no mirar nuestras propias sombras?

Jesús nos invita a una conversión de mirada. No nos pide negar el pecado, ni dejar de corregir al hermano si hace falta, pero sí nos pide hacerlo desde un corazón que primero se ha dejado corregir por Dios.

3. Mírate a ti mismo con misericordia

El Evangelio añade: “¿Cómo puedes decir a tu hermano: ‘Déjame sacarte la paja del ojo’, teniendo tú una viga en el tuyo?” Jesús no ridiculiza, sino que nos muestra el absurdo de querer ser jueces cuando ni siquiera nos hemos dejado sanar. Es una pedagogía del amor: primero mírate a ti mismo con sinceridad. No para condenarte, sino para abrirte a la gracia.

Ese es el corazón del mensaje de hoy: hay más fruto en una mirada humilde sobre uno mismo que en la crítica sobre los demás. Porque esa mirada nos acerca al corazón del Padre, que no nos juzga para hundirnos, sino que nos ve en verdad y nos levanta con ternura.

4. El Salmo: el Señor nos mira con amor

El Salmo 33 refuerza este mensaje: “Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia”. ¡Qué hermoso saber que la mirada de Dios no es de condena sino de esperanza! Él no nos señala, nos sostiene. Él no nos avergüenza, nos alienta. En un mundo tan lleno de críticas destructivas y de etiquetas, esta es una Buena Noticia urgente.


📿 Aplicaciones pastorales y espirituales:

·        A nivel personal: Hoy puede ser un buen día para dejar de mirar tanto los errores ajenos y pedirle al Espíritu Santo que nos enseñe a vernos con los ojos de Dios: ojos de verdad y ternura.

·        A nivel comunitario: Las parroquias y comunidades que viven de la misericordia y no del juicio, se convierten en verdaderas “tierras prometidas” donde el peregrino puede descansar.

·        En el contexto jubilar: Como “Peregrinos de la Esperanza”, este año estamos invitados a avanzar como Abraham, dejando atrás los rencores, los prejuicios y las etiquetas, y caminando hacia la reconciliación y la fraternidad.


🙏 Oración final:

Señor Jesús,
tú que miras nuestro corazón con misericordia,
enséñanos a mirar como tú.
Líbranos de juzgar,
de encasillar,
de condenar a los demás.

Danos la valentía de Abraham para salir de nuestras seguridades
y la humildad para reconocer nuestras propias vigas.
Haznos instrumentos de tu paz y de tu esperanza.
Amén.

 

 

2

"Llamados a caminar en la fe, a mirar con misericordia"

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

Hoy la liturgia de la Palabra nos ofrece una invitación urgente y transformadora: dejar de juzgar y atrevernos a mirar con los ojos del amor. En un mundo dominado por la crítica, el señalamiento y la superficialidad, la voz de Jesús resuena con fuerza:

“No juzguen, para que no sean juzgados” (Mt 7,1).

Esta frase, sencilla y directa, no es una propuesta de relativismo moral, sino un camino exigente hacia la libertad interior y la misericordia verdadera.


🛤1. Sal de tu tierra interior: el llamado de Abraham

En la primera lectura (Gn 12,1-9), Dios le dice a Abram:

“Sal de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu padre, hacia la tierra que yo te indicaré”.
Y Abraham, sin saber exactamente a dónde va, obedece y comienza el viaje.

Esa obediencia, hermanos, es el corazón de la fe: dejar lo que conocemos, incluso nuestros propios esquemas mentales, para entrar en el plan de Dios.

Así también nosotros hoy somos invitados a “salir” de la tierra del juicio fácil, del prejuicio, del “yo tengo razón”, del resentimiento y del orgullo. Salir de esas “tierras” requiere valentía, humildad y confianza en el Señor que nos guía.


👁2. El juicio que ciega: una viga en el ojo

El Evangelio de hoy (Mt 7,1-5) es uno de esos textos donde Jesús va directo al corazón del problema. Nos dice:

“¿Cómo puedes decir a tu hermano: ‘Déjame sacarte la paja del ojo’, teniendo tú una viga en el tuyo?”

Nos hemos acostumbrado tanto a ver los errores ajenos, a criticar desde la comodidad de nuestras convicciones, que olvidamos mirar nuestro propio corazón. Y esta actitud no solo destruye relaciones, también desfigura nuestra alma, como nos recordaba el texto que meditamos: “El juicio deja el corazón vacío, duro, incapaz de amar”.

¿Quién de nosotros no ha caído en el juicio? A veces en conversaciones triviales, otras en la forma como miramos al pobre, al pecador, al diferente, al que piensa distinto. Como dice la reflexión: “Condenar al otro da una satisfacción torcida… pero que nunca sacia”.


🕯3. Jesús no condena: Él sana y transforma

Nuestro Señor no vino al mundo para condenarlo, sino para salvarlo (cf. Jn 3,17). Su mirada sobre nosotros nunca es desprecio, sino compasión. Al ver la paja en nuestro ojo, no nos humilla, nos quiere sanar.

La verdadera corrección comienza en el propio corazón: si quiero ayudar a otro a mejorar, debo primero dejarme mirar y tocar por Cristo. Solo una persona sanada por el amor puede ayudar a otros a ver con claridad.


🧎‍♂️ 4. El juicio que hiere, la misericordia que levanta

“El juicio causa más daño en el que juzga que en el juzgado.”
Y es verdad. Porque el alma que se cierra en el juicio, se seca, se aleja de la fuente viva del amor.

El juicio engendra distancia, división, resentimiento. La misericordia, en cambio, acerca, libera, consuela, reconstruye.

Por eso Jesús no solo nos invita a no juzgar, sino a transformar nuestra mirada. Una mirada misericordiosa no niega la verdad, pero tampoco condena. Mira con esperanza. Cree que el otro puede cambiar. Cree que Dios puede obrar en él… como ha obrado en nosotros.


🙌 5. Vivir la fe como Abraham: caminar con mirada limpia

Volvamos a Abraham. Él no juzgó a los pueblos por donde pasó. No condenó a los que no compartían su fe. Caminó en silencio, erigiendo altares, invocando a Dios, confiando en sus promesas.

Hoy se nos pide lo mismo: caminar con ojos nuevos. No podemos ser misioneros, constructores de comunidad, si llevamos en nuestros ojos la viga del juicio, del ego, del legalismo frío.


🎯 Conclusión: una Iglesia sin juicios, una Iglesia que sana

Queridos hermanos, el Papa Francisco dijo que la Iglesia debe ser como un hospital de campaña, no una aduana que pone barreras. ¿Y qué sentido tiene un hospital donde el personal se dedica a criticar al enfermo en lugar de curarlo?

Hoy Jesús nos ofrece una oportunidad hermosa: hacer examen de conciencia, y comenzar a ver al prójimo con la compasión con que Él nos mira.


🙏 Oración final:

Señor Jesús,
tú que conoces nuestros corazones,
líbranos del juicio que divide
y enséñanos la mirada que construye.

Saca de nosotros toda viga de orgullo,
toda dureza de corazón.
Haznos pacientes con los demás,
como tú lo eres con nosotros.

Que, como Abraham, salgamos con fe
de la tierra de nuestro egoísmo
y caminemos contigo hacia una tierra nueva:
la del perdón, la comprensión y la paz.
Amén.

24 de junio del 2025: Solemnidad de la Natividad de San Juan Bautista

Santo del día San Juan bautista Siglo I. «Hijo mío, serás llamado profeta del Altísimo; irás delante del Señor y prepararás sus caminos...