Aquí
estoy
(Rm
14,7-12) Pablo nos enfrenta a la gran paradoja cristiana. Cuando llega el momento de
sopesar nuestras verdaderas responsabilidades, es inútil descargar en otros la
culpa de lo que nos corresponde. Cada uno responde por sí mismo.
Pero
¿qué es lo que orienta nuestra conciencia hacia el bien? Precisamente el hecho
de no
vivir para nosotros mismos.
De
ahí que el verdadero camino del discípulo sea poder decir, con humildad y
decisión: “Aquí
estoy”, es decir, ofrecido a mí mismo en mi capacidad de
discernir, entregado a Dios y a los demás en mi capacidad de actuar.
Jean-Marc Liautaud, Fondacio
Primera lectura
Rom
14, 7-12
Ya
vivamos ya muramos, somos del Señor
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.
HERMANOS:
Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo. Si
vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; así que, ya
vivamos ya muramos, somos del Señor.
Pues para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de muertos y vivos.
Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? Y tú, ¿por qué desprecias a tu hermano?
De hecho, todos compareceremos ante el tribunal de Dios, pues está escrito:
«¡Por mi vida!, dice el Señor,
ante mí se doblará toda rodilla,
y toda lengua alabará a Dios».
Así pues, cada uno de nosotros dará cuenta de sí mismo a Dios.
Palabra de Dios.
Salmo
Sal
26, 1bcde. 4. 13-14 (R.: 13)
R. Espero gozar
de la dicha del Señor
en el país de la vida.
V. El Señor es mi luz y
mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar? R.
V. Una cosa pido al
Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo. R.
V. Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor. R.
Aclamación
R. Aleluya,
aleluya, aleluya.
V. Vengan a mí
todos los que están cansados y agobiados —dice el Señor—, y yo los
aliviaré. R.
Evangelio
Lc
15, 1-10
Habrá
más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta
Lectura del santo Evangelio según san Lucas.
EN aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores
a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:
«Ese acoge a los pecadores y come con ellos».
Jesús les dijo esta parábola:
«¿Quién de ustedes que tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las
noventa y nueve en el desierto y va tras la descarriada, hasta que la
encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento;
y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos, y les dice:
“¡Alégrense conmigo!, he encontrado la oveja que se me había perdido”.
Les digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que
se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.
O ¿qué mujer que tiene diez monedas, si se le pierde una, no enciende una
lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando
la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas y les dice:
“¡Alégrense conmigo!, he encontrado la moneda que se me había perdido”.
Les digo que la misma alegría tendrán los ángeles de Dios por un solo pecador
que se convierta».
Palabra del Señor.
1
🔹 1. Introducción: El arte de
decir “Aquí estoy”
Cada vocación, cada historia de fe, comienza con
una palabra que tiene el poder de transformar la existencia: “Aquí estoy”.
Así respondió Abraham cuando Dios lo llamó en medio de la noche. Así contestó
Moisés desde la zarza ardiente. Así se presentó Isaías ante la voz del Señor:
“Aquí estoy, mándame” (Is 6,8). Y así también María, la llena de gracia,
respondió al ángel: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu
palabra” (Lc 1,38).
El Año Jubilar nos invita precisamente a
redescubrir esa disponibilidad interior: vivir no para nosotros, sino para
el Señor (Rm 14,8). Ser “peregrinos de la esperanza” significa salir de la
comodidad de lo propio para abrazar la misión del Reino.
🔹 2.
Primera lectura: Responsabilidad y libertad cristiana
San Pablo recuerda a los romanos —y a nosotros— que
nadie vive para sí mismo ni muere para sí mismo, porque si vivimos,
vivimos para el Señor; y si morimos, morimos para el Señor.
En tiempos donde la cultura del individualismo domina, el apóstol nos propone
una visión contracultural: la vida como ofrenda.
El cristiano no se mide por sus logros personales,
sino por su capacidad de amar, servir y discernir desde la fe. No se trata de
culpas externas, sino de conciencia interior: cada uno comparecerá ante
el tribunal de Dios, no como amenaza, sino como momento de verdad y luz. Allí
se revelará si hemos sabido decir “sí” al amor.
🔹 3.
Salmo: “El Señor es mi luz y mi salvación”
El salmista proclama su confianza: “Espero gozar
de la dicha del Señor en el país de la vida. Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor.”
El que vive para Dios no teme la oscuridad ni el juicio, porque sabe en quién
ha puesto su esperanza.
En clave vocacional, esta es la actitud del joven que se abre al llamado: no
sabe adónde lo llevará el camino, pero confía.
La luz de Dios disipa el miedo al futuro. El Señor no llama para
oprimir, sino para liberar y llevar a la plenitud.
🔹 4.
Evangelio: La alegría de encontrar lo perdido
Jesús, en el Evangelio según san Lucas, responde a
los fariseos que lo critican por acoger a los pecadores con dos parábolas que
revelan el corazón de Dios:
- El
pastor que deja las noventa y nueve ovejas por buscar a una.
- La
mujer que enciende la lámpara y barre su casa hasta encontrar la moneda
extraviada.
Ambas parábolas culminan con una fiesta,
porque Dios no se cansa de buscar al que se ha extraviado.
El Evangelio nos enseña que vivir “para el Señor” significa participar
en su misión de buscar, sanar, reconciliar. El discípulo no se queda en el
rebaño seguro; sale al camino, se ensucia las manos, ilumina rincones oscuros
con la lámpara de la misericordia.
🔹 5. En el
marco del Año Jubilar
El Papa nos invita a ser “peregrinos de
esperanza”, y eso solo es posible si cada bautizado redescubre su “me
voici”, su “aquí estoy”.
No basta admirar a los santos o alabar la obra de los misioneros; es necesario sentirse
parte viva de la misión de la Iglesia.
La evangelización florece donde hay disponibilidad, donde los corazones dicen:
“Señor, no tengo mucho, pero aquí estoy.
No entiendo todo, pero confío.
No soy perfecto, pero me ofrezco.”
El Jubileo es tiempo de responder personalmente al
amor de Dios que no se cansa de buscarnos. La oveja perdida es cada uno de
nosotros; y, a la vez, cada uno está llamado a ser pastor para los demás.
🔹 6.
Aplicación pastoral y vocacional
Hoy oramos por la obra evangelizadora de la
Iglesia y por las vocaciones.
Necesitamos jóvenes y adultos que no teman decir “sí” al llamado de servir;
sacerdotes que busquen con alegría a la oveja perdida; consagradas que
enciendan lámparas en la noche del mundo; laicos que vivan su trabajo, su hogar
y su misión desde la conciencia de que no viven para sí mismos, sino para
Cristo.
La vocación no es un privilegio, es una respuesta.
Y toda respuesta nace de un corazón que escucha:
“¿Dónde estás?”
“Aquí estoy, Señor.”
🔹 7.
Conclusión: Discernir, actuar y ofrecerse
“Dado a mí mismo en mi capacidad de discernir, dado
a Dios y a los demás en mi capacidad de actuar”: así se resume el núcleo del
discipulado cristiano.
Ser de Cristo es aprender a discernir la voluntad del Padre y actuar con amor.
No basta una fe teórica: se trata de una fe que se convierte en entrega, en
búsqueda, en alegría compartida.
Porque cuando uno dice sinceramente “Aquí estoy”, el Señor responde siempre con
ternura: “Ven, te estaba esperando”.
🔹 Oración final
Señor
Jesús, Buen Pastor,
que sales en busca de los que se pierden
y enciendes lámparas para encontrarnos,
enséñanos a vivir no para nosotros mismos,
sino para Ti y para los hermanos.
Que en
este Año Jubilar,
la Iglesia renueve su ardor misionero,
y surjan vocaciones santas, generosas, valientes,
que digan con gozo: “Aquí estoy, Señor, envíame”.
Amén.
2
🔹 1. Introducción: El gozo de ser
encontrados
El
Evangelio de hoy nos regala una de las imágenes más tiernas y profundas de todo
el Evangelio: la del Buen Pastor que deja las noventa y nueve ovejas
para buscar la que se perdió. No lo hace con enojo ni reproche, sino con una
paciencia amorosa. Cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros y la
devuelve al redil lleno de alegría.
En esta
parábola se revela todo el corazón del Jubileo: Dios no se cansa de nosotros,
nos busca, nos levanta, nos carga, nos devuelve a casa. El Año Jubilar es
precisamente esa invitación a dejarnos cargar, a volver al hogar de
la misericordia y a unirnos a la alegría del Pastor.
🔹 2. Primera lectura: Nadie vive
para sí mismo
El
Apóstol nos invita a una mirada madura de la fe: un cristiano no es quien se
gana la salvación por su propio esfuerzo, sino quien se reconoce buscado y
salvado por Cristo. Cada día, cuando el Señor nos llama al servicio o al
arrepentimiento, nos dice en silencio: “Deja de correr, déjame cargarte
sobre mis hombros.”
🔹 3. Salmo: El Señor es mi luz y
mi salvación
“Una sola
cosa pido al Señor: habitar en su casa todos los días de mi vida.”
La casa
del Señor es ese lugar de consuelo donde el alma cansada se reposa. Es la
Iglesia que acoge, que evangeliza, que lleva sobre sus hombros —como Cristo—
las cargas de los débiles. Por eso la obra evangelizadora es tan necesaria: porque
muchos aún no han escuchado la voz del Pastor que los busca.
🔹 4. Evangelio: El Dios que carga,
no que condena
El gesto
de cargar en los hombros es profundamente simbólico:
- Indica el peso del amor
redentor que Cristo asumió en la Cruz.
- Muestra que la salvación no
es un mérito humano, sino una iniciativa divina.
- Revela que el camino de
regreso al hogar no lo recorremos solos, sino sostenidos por Aquel
que dio la vida por nosotros.
🔹 5. En el marco del Año Jubilar:
Peregrinos cargados de misericordia
🔹 6. Aplicación pastoral y vocacional
Pidamos
hoy por los evangelizadores del mundo: por quienes salen cada día al encuentro
de los alejados, por los misioneros que recorren desiertos físicos y
espirituales, por los jóvenes que sienten en su interior la voz del Pastor
llamándolos al sacerdocio o a la vida consagrada.
🔹 7. Conclusión: Regozijarse con
el Pastor
🔹 Oración final
Señor
Jesús, Buen Pastor,
Tú que me buscaste cuando me perdí
y me cargaste sobre tus hombros con amor,
enséñame a dejarme encontrar por Ti cada día.
En este
Año Jubilar,
renueva mi corazón de discípulo,
para que sea instrumento de tu ternura.
Haz que
tu Iglesia sea casa de encuentro,
lámpara en la oscuridad,
voz que llama, hombros que cargan,
y corazón que se alegra por cada hijo que vuelve.
Amén.

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