Santo del día:
San
Benito de Nursia
Alrededor de 480-547. «Abramos
los ojos a la luz divina», recomendó, en su famosa regla monástica, el fundador
del monasterio de Montecassino, cuna de la orden benedictina. Patrón de Europa.
Más allá de nuestros límites
(Mateo 19,27-29) Los doce Apóstoles son el germen de la comunidad
fundada por Jesucristo para reunir al Pueblo de Dios en la renovación del mundo.
Este Reino que viene no se opone, sino que desborda los límites de
nuestros lazos familiares o religiosos tradicionales.
Da fruto al ciento por uno.
La fraternidad monástica fundada por San Benito, hace quince
siglos, ilustra
esta fecundidad concedida a quienes se entregan totalmente a
Cristo.
Nicolas Tarralle, prêtre assomptionniste
Primera lectura
Puedo morir
después de haber contemplado tu rostro
Lectura del libro del Génesis.
EN aquellos días, Israel se puso en camino con todo lo que tenía, llegó a
Berseba y allí ofreció sacrificios al Dios de su padre Isaac.
Dios dijo a Israel en una visión nocturna:
«Jacob, Jacob».
Respondió:
«Aquí estoy».
Dios le dijo:
«Yo soy Dios, el Dios de tu padre; no temas bajar a Egipto, porque allí te
convertiré en una gran nación. Yo bajaré contigo a Egipto, y yo mismo te haré
subir; y José te cerrará los ojos».
Al salir Jacob de Berseba, los hijos de Israel hicieron montar a su padre con
los niños y las mujeres en las carretas que el faraón había enviado para
transportarlos.
Tomaron el ganado y las posesiones que habían adquirido en la tierra de Canaán
y emigraron a Egipto Jacob con todos sus descendientes: hijos y nietos, hijas y
nietas. Llevó consigo a Egipto a todos sus descendientes.
Jacob envió a Judá por delante, adonde estaba José, para preparar el sitio en
Gosén.
Cuando llegaron a Gosén, José hizo enganchar la carroza y se dirigió a Gosén a
recibir a su padre.
Al verlo se le echó al cuello y lloró abrazado a él.
Israel dijo a José:
«Ahora puedo morir, después de haber contemplado tu rostro y ver que vives
todavía».
Palabra de Dios.
Salmo
R. El Señor es
quien salva a los justos.
V. Confía en
el Señor y haz el bien:
habitarás tu tierra y reposarás en ella en fidelidad;
sea el Señor tu delicia,
y él te dará lo que pide tu corazón. R.
V. El
Señor vela por los días de los buenos,
y su herencia durará siempre;
no se agostarán en tiempo de sequía,
en tiempo de hambre se saciarán. R.
V. Apártate
del mal y haz el bien,
y siempre tendrás una casa;
porque el Señor ama la justicia
y no abandona a sus fieles.
Los inicuos son exterminados,
la estirpe de los malvados se extinguirá. R.
V. El Señor es
quien salva a los justos,
él es su alcázar en el peligro;
el Señor los protege y los libra,
los libra de los malvados y los salva
porque se acogen a él. R.
Aclamación
V. Cuando
venga el Espíritu de la verdad, los guiará hasta la verdad plena, y les irá
recordando todo lo que les he dicho. R.
Evangelio
No serán
ustedes los que hablen, sino el Espíritu de su Padre
Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:
«Miren que yo los envío como ovejas entre lobos; por eso, sean sagaces como
serpientes y sencillos como palomas.
Pero ¡cuidado con la gente!, porque los entregarán a los tribunales, los
azotarán en las sinagogas y los harán comparecer ante gobernadores y reyes por
mi causa, para dar testimonio ante ellos y ante los gentiles.
Cuando los entreguen, no se preocupen de lo que van a decir o de cómo lo dirán:
en aquel momento se les sugerirá lo que tienen que decir, porque no serán
ustedes los que hablen, sino que el Espíritu de su Padre hablará por ustedes.
El hermano entregará al hermano a la muerte, el padre al hijo; se rebelarán los
hijos contra sus padres y los matarán.
Y serán odiados por todos a causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el
final, se salvará. Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra.
En verdad les digo que no terminarán con las ciudades de Israel antes de que
vuelva el Hijo del hombre».
Palabra
del Señor.
1
“Más allá de nuestros
límites: fecundidad del abandono en Cristo”
Queridos
hermanos y hermanas en Cristo:
Hoy
celebramos la memoria de
San Benito, padre del monacato occidental, y escuchamos en el
Evangelio una de las promesas
más radicales y bellas que Jesús hace a sus discípulos:
“Todo el que haya dejado casa, hermanos, hermanas, padre,
madre, hijos o tierras por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la
vida eterna”
(Mt 19,29).
Esta
promesa no es una fórmula mágica, ni un intercambio comercial con Dios. Es una invitación a ir más allá de nuestros
límites humanos —límites afectivos, sociales, incluso
religiosos— para entrar en una fecundidad
divina: una vida nueva, una comunión más amplia, una
fraternidad que nace del Evangelio.
1.
🌱 Los Doce como semilla
del Reino
Pedro,
en nombre de los apóstoles, hace una pregunta muy humana:
“Señor, nosotros lo hemos dejado todo… ¿qué nos tocará?”
Jesús
no lo reprende. Al contrario, responde
con una promesa de plenitud:
“Ustedes, que me han seguido, se sentarán en doce tronos… y
recibirán cien veces más.”
Los
apóstoles, al dejar sus redes, sus hogares, sus seguridades, no perdieron su
identidad. Al contrario, se
convirtieron en el germen de una nueva comunidad, la Iglesia,
convocada para renovar el
mundo desde el amor y la verdad de Cristo.
Este
camino no elimina los lazos naturales —familia, nación, cultura—, pero sí los relativiza en vista del Reino.
Y es ahí donde entra la figura inmensa de San Benito, quien en un mundo caótico —el
de la caída del Imperio romano—, abandonó
todo para fundar una familia espiritual, basada en la escucha
de la Palabra, la oración, el trabajo y la fraternidad.
2.
🏞️ San Benito: más allá
del colapso, la esperanza
Benito
nació en Nursia (Italia), en el siglo V. Viendo la decadencia moral de Roma, renunció a una carrera prometedora
para buscar a Dios en la soledad. Su experiencia fue tan profunda que atrajo
discípulos. Fundó monasterios, escribió una regla de vida simple, sabia y profundamente evangélica,
y su legado dio forma a la cultura cristiana europea durante siglos.
San
Benito cruzó los límites
de su época: no buscó salvar estructuras, sino plantar semillas de eternidad. Su opción
radical por Cristo no lo
alejó del mundo, sino que lo transformó desde dentro: cada monasterio
fue un faro de oración, trabajo y acogida para generaciones enteras.
3.
🔥 El abandono total da
fruto al ciento por uno
Jesús
habla hoy de una paradoja divina: quien deja lo suyo por el Reino, no pierde, sino que gana
desmesuradamente. Porque el
amor verdadero siempre desborda. Y cuando uno se abandona en
Dios, la fecundidad se
multiplica: no en bienes materiales, sino en comunión, en paz,
en libertad, en alegría duradera.
San
Benito, en su regla, no promete comodidades, sino un camino de humildad, silencio,
obediencia y laboriosidad. Pero también promete lo esencial: “Nada se anteponga al amor de Cristo.”
Ese es el secreto de la fecundidad cristiana.
4.
🌿 Por los que sufren en
el alma y en el cuerpo – Dimensión penitencial y jubilar
En
este Año Jubilar,
en el que se nos invita a volver al corazón de Dios como peregrinos de la esperanza,
recordamos especialmente a los
que sufren: los enfermos del alma, los enfermos del cuerpo, los
que se sienten abandonados o sin horizontes. A ellos les decimos: Dios no les ha dejado solos.
San
Benito supo lo que era el combate espiritual, las noches oscuras, el rechazo,
el silencio. Pero también conoció la paz profunda de quien se abandona
totalmente en Cristo.
Hoy,
en su memoria, pedimos también perdón
por nuestros apegos, por nuestros miedos, por los límites que nosotros mismos
nos imponemos al Evangelio. Le pedimos al Señor la gracia de dejarnos fecundar por su
Palabra, de no tener miedo de seguirle hasta el extremo.
5.
✝️ Conclusión:
"Nada se anteponga al amor de Cristo"
Hermanos:
El Evangelio nos llama a una libertad nueva. No una libertad egoísta, sino una libertad para amar más allá de los
límites humanos. Como los apóstoles, como San Benito, como
tantos testigos del Evangelio, estamos llamados a recibir el ciento por uno…
no por mérito, sino por gracia.
Que
esta Eucaristía nos ayude a entregarle
a Cristo todo lo que somos, para que en nosotros nazca el Reino.
Y que como San Benito, podamos decir con nuestra vida:
“¡Nada antepongamos al
amor de Cristo!”
Amén.
2
“El Espíritu de
vuestro Padre hablará por ustedes”
Intención: Por los que
sufren en el alma y el cuerpo – Tiempo de conversión y esperanza
1. Cuando el corazón se llena de miedo... Dios habla con
ternura
Queridos
hermanos:
La
primera lectura de hoy nos presenta al patriarca Jacob, ya anciano, en un
momento de gran incertidumbre. Su hijo José vive en Egipto, a quien creía
muerto. Ahora debe dejar la tierra de sus padres y descender hacia un futuro
incierto. En la noche, Dios se le revela en sueños y le dice:
“¡Jacob! ¡Jacob! No temas bajar a Egipto, porque allí haré
de ti un gran pueblo. Yo mismo bajaré contigo… y yo mismo te haré volver.” (Gn 46,3-4)
Esta
palabra es profundamente consoladora. Es la voz de un Dios que acompaña los
procesos humanos, incluso los que parecen exilios. Dios no es un espectador lejano, sino un
Padre que desciende con nosotros, que se mete en nuestras
angustias y que transforma la historia en bendición.
Muchos
de nuestros hermanos hoy también están “bajando a Egipto”: personas que sufren,
que migran, que son víctimas del abandono, de la enfermedad, del trauma o del
pecado. A todos ellos, la voz de Dios les dice lo mismo:
“Yo mismo bajaré contigo”.
2. “No se preocupen por lo que van a decir” – La voz del
Espíritu en medio de la persecución
(Mt
10,16-23)
En
el Evangelio, Jesús habla con claridad a sus discípulos: los envía como ovejas entre lobos.
No les promete una vida cómoda. Al contrario, les advierte de persecuciones,
rechazos y sufrimientos. Y en medio de este discurso exigente, aparece una
promesa luminosa:
“Cuando los entreguen, no se preocupen por cómo van a
hablar ni qué van a decir. Lo que tengan que decir se les dará en ese momento.
Porque no serán ustedes los que hablen, sino el Espíritu de su Padre hablará
por ustedes.”
(Mt 10,19-20)
Es
una enseñanza fácil de
entender, pero difícil de vivir. Porque cuando somos heridos,
atacados, incomprendidos o acusados injustamente, nuestra reacción inmediata es
defendernos,
justificarnos, hablar desde la herida. Pero Jesús nos propone otro camino: el silencio interior, la
confianza, la humildad... y la espera de la voz del Espíritu.
Este
estilo de respuesta no es débil ni evasivo. Es profundamente cristiano:
·
Es
el estilo de Jesús frente a sus acusadores.
·
Es
el estilo de los mártires, que murieron proclamando la misericordia.
·
Es
el estilo del Evangelio, que no se impone por fuerza, sino que se ofrece por amor.
3. El combate contra el orgullo y la falsa justicia
El
comentario que inspira esta homilía lo resume bien:
“Cuando
somos heridos, comenzamos a montar un tribunal en nuestra mente… juzgamos,
condenamos, nos defendemos.”
Eso
no es amor propio verdadero. Es orgullo
disfrazado de justicia. Jesús, en cambio, nos invita a mirar al que nos hiere con amor,
a recordar que no es
nuestro enemigo, sino el
campo de batalla donde Dios quiere sembrar su Verdad.
Pero
¿cómo hacerlo? Solo si dejamos hablar al
Espíritu del Padre.
Sólo si callamos el ruido de nuestro orgullo, del miedo, de las ansias de tener
la razón.
Sólo si confiamos verdaderamente en que Dios
hablará en nosotros, cuando Él quiera, como Él quiera y con las palabras que Él
quiera.
4. “Confía en el Señor y haz el bien” – El Salmo 37: la
respuesta de los que esperan
El
salmo de hoy es la clave para comprender esta actitud de fondo:
“Confía en el Señor y haz el bien… Encomienda tu camino al
Señor, y Él actuará.”
“Del Señor viene la salvación
de los justos, Él es su refugio en el peligro.” (Sal 37)
Es
una invitación a vivir en
paz incluso cuando todo parece temblar. No es pasividad ni
resignación, es firmeza
serena. Como Jacob, como los discípulos, como los santos de
ayer y hoy. Es la valentía
de no dejarse gobernar por la rabia ni el miedo. Es la fuerza
que nace de confiar que Dios
no abandona a sus hijos.
5. Aplicación jubilar y penitencial: una Iglesia que habla en
el Espíritu
Este
pasaje evangélico nos interpela fuertemente en este Año Jubilar. Porque una
Iglesia en salida no es una Iglesia que grita o se impone, sino una Iglesia que
habla desde la escucha, la
humildad y la docilidad al Espíritu.
Hoy,
más que nunca, el mundo necesita testigos que, ante la agresión, no reaccionen
con odio, sino con paz.
Que, ante la mentira, no respondan con venganza, sino con luz.
Que, ante el sufrimiento del alma o del cuerpo, sean bálsamo y no juicio.
Oramos
especialmente por quienes sufren:
·
Los
que han sido injustamente calumniados.
·
Los
que cargan heridas que nadie ve.
·
Los
que sienten que su voz no vale, que su historia fue silenciada.
·
Los
que, como Jacob, bajan a Egipto con el corazón apretado.
A
ellos les decimos, como el Señor a su siervo:
“No temas. Yo estoy
contigo. Yo hablaré por ti.”
🙏 Conclusión: “Jesús,
yo confío en Ti”
Queridos
hermanos:
Hoy, el Señor nos llama a la confianza, a la humildad y al abandono.
No es fácil. Pero si hacemos silencio, si amamos al que nos hiere, si esperamos
con fe…
el Espíritu hablará. Y su
voz será más fuerte que cualquier acusación.
Como Jesús
ante el Sanedrín.
Como los mártires en la arena.
Como Jacob en el umbral de Egipto.
Que el
Espíritu del Padre hable también por nosotros.
Que su amor nos sostenga
en la prueba.
Y que su voz sea nuestra
paz.
Amén.
***********
11 de julio: San
Benito, Abad — Memoria obligatoria
c. 480–c. 547
Patrono de Europa, de los
monjes y órdenes religiosas, de los arquitectos, de los moribundos, de los
espeleólogos, de los escolares, de los trabajadores agrícolas, de los
ingenieros civiles y de los caldereros.
Invocado contra la erisipela, la fiebre, los cálculos biliares, enfermedades
inflamatorias, enfermedades renales, urticaria, venenos, tentaciones y
brujería.
Canonizado por el Papa Honorio III en 1220.
Declarado Patrono de Europa por el Papa Pablo VI en 1964.
🗨️ Cita
Escucha continuamente dentro de tu corazón, hijo mío,
prestando oído atento a los preceptos de tu maestro. Comprende con mente
dispuesta y cumple con eficacia la advertencia de tu santo padre, para que
puedas regresar, por el trabajo de la obediencia, a Aquel de quien te habías
alejado por la ociosidad de la desobediencia. Con este fin me dirijo ahora con
una palabra de exhortación a ti, quienquiera que seas, que renunciando a tu
propia voluntad y tomando las brillantes y victoriosas armas de la obediencia,
entras en el servicio de tu verdadero Rey, Cristo el Señor.
— Del Prólogo de la Regla de
San Benito
🔎 Reflexión
Benito
nació en una familia noble romana en Nursia, Italia central, aproximadamente a
160 kilómetros al noreste de Roma. Su padre fue prefecto del Imperio Romano de
Occidente, que había caído ante los bárbaros una década antes de su nacimiento.
Tuvo una hermana gemela llamada Escolástica, que también fue santa. De joven,
Benito fue enviado a Roma para estudiar. Sin embargo, pronto se desilusionó por
la inmoralidad y el desorden generalizados, especialmente entre sus compañeros.
A los veinte años, buscando la paz interior y evitar las trampas en las que
caían muchos jóvenes, se trasladó al campo, al pueblo de Afila, a unos 65
kilómetros de Roma. Lo acompañó su nodriza, quien lo cuidaba como una madre. Se
alojaron con algunos hombres virtuosos en la iglesia de San Pedro.
Allí,
su nodriza rompió accidentalmente un plato utilizado para cernir trigo y quedó
desconsolada. Benito, al verla, milagrosamente
reparó el plato y se lo devolvió. La noticia del milagro se
difundió rápidamente y Benito se convirtió en el centro de conversación del
pueblo.
Sin
embargo, Benito no buscaba la alabanza de los hombres; solo deseaba la santidad. Dejando
atrás a su nodriza, se trasladó cerca del pueblo de Subiaco y se refugió en una cueva.
Cerca de allí conoció a un monje santo, Román, con quien compartió dirección
espiritual. A instancias de Román, Benito tomó el hábito monástico y vivió en
esa cueva durante los siguientes tres años como ermitaño. Román lo visitaba con
frecuencia, llevándole alimentos cuando era necesario.
Durante
ese tiempo, Benito luchó espiritualmente para erradicar todo pecado en su vida,
especialmente las tres tentaciones
más comunes en los hombres:
“la tentación de la autoafirmación y el deseo de ponerse en
el centro, la tentación de la sensualidad y, finalmente, la tentación de la ira
y la venganza”
(Papa Benedicto XVI, Audiencia General, 9 de abril de 2008).
Tras
superar estas tentaciones, un grupo de monjes locales le pidió que fuera su
abad. Benito aceptó con reluctancia, consciente de que su forma de vida
religiosa contrastaba
radicalmente con la de ellos. Después de poco tiempo como abad,
los monjes se le opusieron tan fuertemente que, según la leyenda, intentaron
envenenar su vino. Benito lo bendijo, y el vaso se hizo añicos, revelando el complot. Poco
después, regresó a su cueva, y más adelante fundó varios monasterios en la región.
Muchas
personas admiraban su estilo de vida radical y lo seguían; otros lo envidiaban
y querían su muerte. Se dice que, por su intercesión, ocurrieron muchos
milagros: resucitó a un
monje, sanó
a un niño, predijo
acontecimientos futuros, multiplicó
alimentos y vino, expulsó
demonios e incluso caminó
sobre las aguas.
Después
de fundar doce pequeños monasterios en la zona de Subiaco, Benito decidió
comenzar de nuevo. Un sacerdote local lo había intentado envenenar y perseguía constantemente su obra,
incluso enviando una mujer desnuda a uno de los monasterios para tentar a los
monjes. A esto se sumaban las dificultades internas: algunos monjes no
aceptaban su estilo de vida, y la población local se interesaba más en los milagros que en su profunda
espiritualidad.
Así,
se trasladó unos 100 kilómetros al sureste, al monte Cassino, donde, a los cincuenta años,
fundó su monasterio más
famoso.
Al
llegar a Monte Cassino, encontró un templo dedicado al dios pagano Apolo. Lo
destruyó, construyó dos capillas en su lugar y levantó un gran monasterio. Hasta entonces,
la mayoría de los monasterios eran agrupaciones sueltas de ermitaños. Benito,
tras ver el fracaso de ese modelo en Subiaco, adoptó una nueva forma: un solo monasterio donde vivieran muchos
monjes.
Escribió
entonces la famosa “Regla
de San Benito”, que guiaría la vida en Monte Cassino y que, con
el tiempo, se convertiría
en la norma del monacato occidental durante los siguientes 1.500 años.
Por eso se le llama el
“Padre del monacato occidental.”
📘 La Regla
La
Regla
consta de 73 capítulos breves que abordan aspectos espirituales y
administrativos de la vida monástica. Establece directrices sobre estabilidad, conversión de vida,
obediencia, oración, trabajo, vida comunitaria, hospitalidad y humildad.
No exigía penitencias extremas ni carismas radicales, sino una vida comunitaria
equilibrada, con un ritmo diario de oración,
trabajo y estudio, que favorecía la santidad personal y compartida.
Mientras
organizaba su comunidad, su hermana Santa
Escolástica fundó un monasterio femenino. Es probable que
Benito influyera en su fundación y que la Regla también rigiera la vida de las
monjas. Ambos mantuvieron
una relación cercana hasta la muerte de ella, la cual él profetizó. Tras su
fallecimiento, Benito tuvo una visión de Escolástica ascendiendo al cielo, y
él mismo enterró su cuerpo
en Monte Cassino, donde más tarde también sería sepultado. Sus cuerpos reposan juntos hasta hoy.
🌍 Influencia y legado
Menos
de diez años después de fundar Monte Cassino, Benito murió. Pero su influencia
apenas comenzaba. Los monasterios fundados en su espíritu se convirtieron en centros clave de
educación, medicina, cultura y desarrollo social. De ellos
nacieron las universidades,
se conservaron manuscritos antiguos, se evangelizaron regiones enteras, se
orientó a nobles, y se enseñó la oración y la liturgia.
Por
ello, muchos lo consideran
no solo padre del monacato, sino también padre de la Europa cristiana moderna.
En 1964, el Papa Pablo VI
lo proclamó Patrono de Europa.
🙌 Al reflexionar sobre
su vida…
Contemplamos
a un joven que, al ver la decadencia moral de su tiempo, decidió huir del pecado y abrazar la
santidad. Difícilmente habría imaginado que su vida silenciosa,
austera y profundamente evangélica transformaría
la historia de Europa y del mundo.
También
Dios nos llama a nosotros
a huir del pecado y a buscar la santidad. Si respondemos con
humildad y obediencia, Dios
puede hacer grandes cosas a través nuestro, aunque no las
comprendamos del todo.
🙏 Oración
San Benito, tú que, al ver la corrupción de Roma, huiste
al desierto para buscar la voluntad de Dios, y por tu obediencia orante diste
frutos incalculables,
ruega por mí,
para que siempre busque el querer de Dios en mi vida, dejando atrás las muchas
tentaciones que me asedian,
para que Dios pueda servirse de mí como solo Él sabe hacerlo.
San Benito, ruega por mí.
Jesús, en Ti confío.
Referencias:
https://catholic-daily-reflections.com/2025/07/10/speaking-in-the-spirit-of-the-father-4/
https://www.prionseneglise.ca/
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