jueves, 6 de noviembre de 2025

7 de noviembre del 2025: viernes de la trigésima primera semana del tiempo ordinario-I


Sin reproche

(Lucas 16, 1-8) El administrador desvía hacia sí la deuda de los deudores de su patrón, con la esperanza de que mañana lo ayuden, evitando así tener que mendigar o robar. Ni el amo ni Jesús lo reprochan. Ciertamente, hace poco caso de los bienes de un amo que también ha hecho poco caso de él, despidiéndolo por una simple denuncia. Pero lo esencial no está ahí. Él ha visto lo que demasiados creyentes ignoran: el poder de los lazos de gratitud.

Jean-Marc Liautaud, Fondacio

 


Primera lectura

Rom 15, 14-21

Ministro de Cristo Jesús para con los gentiles para que la ofrenda de los gentiles sea agradable

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.

RESPECTO a ustedes, hermanos, yo personalmente estoy convencido de que rebosan buena voluntad y de que tienen suficiente saber para aconsejarse unos a otros.
Pese a todo, les he escrito, propasándome a veces un poco, para reavivar sus recuerdos.
Lo he hecho en virtud de la gracia que Dios me ha otorgado: ser ministro de Cristo Jesús para con los gentiles, ejerciendo el oficio sagrado del Evangelio de Dios, para que la ofrenda de los gentiles, consagrada por el Espíritu Santo, sea agradable.
Así pues, tengo de qué gloriarme en Cristo y en relación con las cosas que tocan a Dios. En efecto, no me atreveré a hablar de otra cosa que no sea lo que Cristo hace a través de mí en orden a la obediencia de los gentiles, con mis palabras y acciones, con la fuerza de signos y prodigios, con la fuerza del Espíritu de Dios.
Tanto que, en todas direcciones, partiendo de Jerusalén y llegando hasta la Iliria, he completado el anuncio del Evangelio de Cristo.
Pero considerando una cuestión de honor no anunciar el Evangelio más que allí donde no se haya pronunciado aún el nombre de Cristo, para no construir sobre cimiento ajeno; sino como está escrito:
«Los que no tenían noticia lo verán,
los que no habían oído comprenderán».

Palabra de Dios.

 

Salmo

Sal 97, 1bcde. 2-3ab. 3cd-4 (R.: cf. 2b)

R. El Señor revela a las naciones su salvación.

V. Canten al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.
Su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. 
R.

V. El Señor da a conocer su salvación,
revela a las naciones su justicia.
Se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel
R.

V. Los confines de la tierra han contemplado
la salvación de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
griten, vitoreen, toquen. 
R.

 

Aclamación

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Quien guarda la Palabra de Cristo, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. R.

 

Evangelio

Lc 16, 1-8

Los hijos de este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la luz

Lectura del santo Evangelio según san Lucas.

EN aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos:
«Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él de derrochar sus bienes.
Entonces lo llamó y le dijo:
“¿Qué es eso que estoy oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no podrás seguir administrando”.
El administrador se puso a decir para sí:
“¿Qué voy a hacer, pues mi señor me quita la administración? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa”.
Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero:
“¿Cuánto debes a mi amo?”.
Este respondió:
“Cien barriles de aceite”.
Él le dijo:
“Toma tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta”.
Luego dijo a otro:
“Y tú, ¿cuánto debes?”.
Él dijo:
“Cien fanegas de trigo”.
Le dice:
“Toma tu recibo y escribe ochenta”.
Y el amo alabó al administrador injusto, porque había actuado con astucia. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la luz».

Palabra del Señor.

 

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🕯️ Tema central:

“La gratitud como sabiduría del corazón: administrar la misericordia de Dios.”


I. Introducción: entre la astucia y la luz del Evangelio

En este viernes del tiempo ordinario, cuando la Iglesia nos invita a ofrecer una intención penitencial y de súplica por quienes sufren en el alma y en el cuerpo, el Evangelio nos presenta una parábola desconcertante: la del administrador infiel. Jesús elogia su astucia, no su deshonestidad. No alaba el engaño, sino la inteligencia práctica con la que este hombre busca salvar su futuro.

Es una parábola provocadora, porque Jesús nos dice que los hijos de este mundo son más hábiles para sus asuntos que los hijos de la luz. No se trata de aprobar la corrupción, sino de exhortarnos a poner la misma pasión, creatividad y decisión en los asuntos del Reino que muchos ponen en los asuntos del mundo.


II. Contexto: una crisis que revela el corazón

El administrador está en crisis. Ha sido acusado de malgastar los bienes de su amo y pronto quedará sin trabajo. En lugar de caer en la desesperación, piensa, planifica, actúa con audacia. Cambia las deudas, busca amigos, procura ser acogido cuando todo se derrumbe.

Jesús no lo presenta como modelo moral, sino como ejemplo de reacción vital ante la urgencia. Ante la pérdida, el administrador busca construir puentes de gratitud. Descubre, quizás por primera vez, que la generosidad abre caminos más seguros que el dinero. Su gesto crea una red de personas agradecidas, que mañana le tenderán la mano.

Así también, Dios nos invita a reconstruir nuestra vida desde la gratitud y la misericordia, no desde la culpa o la avaricia.


III. San Pablo y la administración del corazón

En la primera lectura, san Pablo exhorta: “Sean mis imitadores y fijen la mirada en los que viven según el modelo que tienen en nosotros”. Y luego añade con ternura: “Hermanos míos, a quienes amo y extraño, mi alegría y mi corona, manténganse firmes en el Señor”.

Pablo no administra bienes materiales, sino vidas, comunidades, afectos. Su tesoro es el Evangelio y sus frutos son los lazos fraternos. Como el administrador de la parábola, Pablo sabe que todo es gracia recibida y compartida. No se aferra a sus méritos, sino que se alegra de ser instrumento. Por eso nos invita a vivir con inteligencia espiritual, que consiste en ordenar la vida según el amor y no según la ganancia.


IV. Gratitud: la astucia del Reino

Este administrador de la parábola “Ha visto lo que demasiados creyentes ignoran: el poder de los lazos de gratitud.”
La gratitud es una forma de inteligencia espiritual. El administrador no se salva por cálculo, sino por reconocer que necesita de los demás. A través de un gesto imperfecto, vislumbra una verdad profunda: la vida solo se sostiene en relaciones de misericordia, no en contratos de dominio.

En el mundo del dinero, todo se compra y se cobra. En el Reino de Dios, todo se agradece y se comparte. Jesús nos invita hoy a ser astutos en el bien, a invertir tiempo, energía y creatividad en hacer el bien, en sembrar compasión, en sanar heridas.


V. Intención jubilar y penitencial

En este Año Jubilar, cuando somos llamados “Peregrinos de la esperanza”, el Evangelio nos interpela:
¿Cómo estamos administrando la gracia que Dios nos confía?
¿Somos fieles dispensadores de su amor o lo derrochamos en lo que no sacia?
¿Nos servimos de los dones para unir o para dividir?

Hoy elevamos nuestra oración por quienes sufren en el alma y en el cuerpo: los enfermos, los depresivos, los que sienten que su vida se ha “despedido”. Como el administrador del Evangelio, que redescubran, a través de la gratitud y la fe, el poder de los lazos humanos, la ternura que salva, la mirada de un Dios que no despide, sino que siempre da otra oportunidad.


VI. Llamado a la acción

El Evangelio de hoy nos invita a:

  • Administrar con sabiduría nuestros vínculos. No malgastar las relaciones, sino cuidarlas.
  • Transformar las deudas en oportunidades de reconciliación. Allí donde hay heridas, ofrecer perdón.
  • Ser creativos en el amor. No resignarnos a “como siempre”, sino actuar con ingenio evangélico.
  • Practicar la gratitud. Cada gesto de bien deja una huella en el alma propia y ajena.

VII. Conclusión: la astucia del amor

El administrador de la parábola no fue modelo de justicia, pero sí de determinación ante el juicio. Jesús lo presenta como espejo: “Si él actuó con tanta astucia para su futuro terreno, ¿cuánto más deberían ustedes hacerlo por su futuro eterno?”.

Que el Señor nos conceda, en este tiempo jubilar, la astucia de los santos, esa inteligencia del amor que no especula, sino que confía, que no teme perder porque sabe que todo lo que se entrega en caridad se gana para la eternidad.


🙏 Oración final

Señor Jesús,
Tú que miras con compasión nuestras torpezas,
enséñanos a ser administradores fieles de tu gracia.
Danos la sabiduría de usar bien lo que nos confías,
la humildad para reconocer nuestras faltas,
y la gratitud para tejer lazos de amor con los demás.

Mira a quienes sufren en el alma y en el cuerpo,
los cansados, los rechazados, los que han perdido su rumbo.
Tócalos con tu misericordia,
y haz que descubran en Ti
la ternura de un Dios que no reprocha, sino que perdona y renueva.

Amén.

 

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I. Introducción: rendir cuentas ante Dios

Queridos hermanos:
El Evangelio de hoy nos presenta la parábola del administrador infiel, un texto sorprendente por su tono y por el elogio final que hace Jesús: “El amo alabó al administrador injusto porque había obrado con sagacidad” (Lc 16,8).

A primera vista, parece una aprobación de la trampa; sin embargo, Jesús no elogia la deshonestidad, sino la prudencia, la capacidad de reacción y la inteligencia práctica del administrador ante una crisis.
Y en este viernes penitencial, mientras oramos por quienes sufren en el alma y en el cuerpo, el Señor nos invita a preguntarnos:

¿Cómo estoy administrando mi vida, los dones recibidos, mi fe, mis relaciones, mi tiempo y mis bienes?


II. Primera lectura: un administrador del Evangelio

San Pablo, en la carta a los Romanos (Rm 15,14-21), se presenta a sí mismo como un administrador fiel de la gracia de Dios. Dice con humildad:

“No me atrevo a hablar de nada que Cristo no haya hecho por mi medio.”

Pablo no se atribuye los frutos de su misión; reconoce que todo proviene de Dios. Él es solo un instrumento, un mayordomo de los misterios del Evangelio.
Por eso afirma:

“Mi única gloria está en Cristo Jesús, en lo que se refiere al servicio de Dios.”

Esta es la clave para entender el Evangelio de hoy: somos administradores, no dueños.
Nuestra vida y nuestros talentos son un préstamo divino.
Y cada uno de nosotros tendrá que rendir cuentas, como el administrador de la parábola.


III. El verdadero dueño: Dios

En la parábola, el amo representa a Dios, y el administrador somos nosotros.
Todo cuanto tenemos —bienes, salud, tiempo, familia, fe, inteligencia— nos ha sido confiado para el bien.
El error del administrador fue creerse dueño y usar los bienes de su señor para su propio provecho.
Cuando su falta sale a la luz, el amo le dice:

“Rinde cuentas de tu administración, porque ya no podrás seguir administrando.”

Esa frase nos recuerda el momento del juicio personal: cuando el Señor nos pida cuentas no de cuánto tuvimos, sino de cómo lo usamos.
Cada uno deberá responder por la administración del amor, la justicia, el tiempo, la misericordia y la fe que se le confiaron.


IV. La sabiduría de reaccionar a tiempo

El administrador infiel, ante la crisis, no se queda paralizado.
Pone en marcha un plan: reduce las deudas de los deudores y busca ganarse su amistad.
Aunque su acción no es moralmente ejemplar, Jesús resalta su capacidad de actuar con decisión y visión de futuro.

“Los hijos de este mundo son más sagaces que los hijos de la luz.”

Jesús nos invita a tener la astucia espiritual que muchas veces le falta al creyente:
la audacia de quien busca la salvación con todo el corazón, la inteligencia de quien usa los medios de este mundo para servir al Reino.

Si los hombres se esfuerzan tanto por asegurar su bienestar temporal, ¿cuánto más deberían esforzarse los cristianos por su salvación eterna?


V. En clave jubilar: administrar la misericordia

En este Año Jubilar, el Señor nos recuerda que la verdadera riqueza no está en lo que poseemos, sino en lo que sabemos compartir.
El administrador alabado no es modelo de honestidad, sino símbolo de quien, en medio del desastre, aprende a ser misericordioso.
Reduce deudas, establece vínculos, repara relaciones.

También nosotros, administradores de la gracia, estamos llamados a reducir las deudas del prójimo, es decir, a perdonar, aliviar cargas, reconciliar, sanar heridas.
Cada gesto de perdón y compasión es una forma de administrar bien los bienes del Señor.

Por eso, nuestra intención orante hoy se dirige a quienes sufren en el alma y en el cuerpo:

  • Los enfermos que viven con dolor y soledad.
  • Los deprimidos o desanimados que sienten que su vida ha perdido sentido.
  • Los que viven bajo el peso de la culpa, la pobreza o la angustia.

Que Dios los bendiga con consuelo, esperanza y la certeza de que su sufrimiento no es inútil.


VI. El mensaje de san Pablo: trabajar por el Reino

Pablo concluye su enseñanza recordando que su misión no consiste en buscar gloria humana, sino en llevar el Evangelio a donde Cristo aún no ha sido anunciado.
Esa es también nuestra misión: administrar los dones de Dios para extender su Reino.
No se trata de renunciar a los bienes materiales, sino de ponerlos al servicio del amor.

El verdadero administrador es aquel que, al final del día, puede decir como san Pablo:

“He cumplido el ministerio que Dios me confió; he procurado anunciar el Evangelio donde Cristo no era conocido.”


VII. Aplicación pastoral

El Evangelio de hoy nos ofrece tres lecciones para la vida:

1.    Todo pertenece a Dios.
No somos dueños, sino cuidadores de lo que se nos ha confiado.

2.    La crisis es oportunidad.
Como el administrador, debemos reaccionar ante nuestras caídas con creatividad, conversión y esperanza.

3.    La fidelidad se mide en el amor.
Administrar bien los dones significa usarlos para servir, aliviar, compartir y evangelizar.

Quien administra desde la caridad, nunca malgasta, porque invierte en lo eterno.


VIII. Conclusión: la astucia de los santos

El administrador infiel fue hábil para asegurar su futuro terreno.
Los santos, en cambio, son los verdaderos administradores astutos:
usan todo —la riqueza, el dolor, el tiempo, el talento— para ganar amigos en el cielo.
Ellos comprendieron que nada se pierde cuando se entrega por amor.

En este viernes penitencial, Jesús nos llama a rendir cuentas con sinceridad, pero también con esperanza.
Porque Él no es un amo que castiga, sino un Padre que confía y renueva.


🙏 Oración final

Señor Jesús,
Maestro y Dueño de todo lo creado,
reconozco que nada me pertenece y todo es don tuyo.

Perdona mis negligencias como administrador de tu gracia.
Enséñame a usar mis bienes, mi tiempo y mi vida
en favor de los pobres, los enfermos y los que sufren.

En este Año Jubilar,
hazme buen mayordomo de tu misericordia,
capaz de perdonar, compartir y servir con alegría.

Que al final de mis días,
cuando me pidas cuentas,
pueda presentarte un corazón limpio,
lleno de nombres, de gratitud y de amor.

Amén.


miércoles, 5 de noviembre de 2025

6 de noviembre del 2025: jueves de la trigésima primera semana del tiempo ordinario-I

 

Aquí estoy

(Rm 14,7-12) Pablo nos enfrenta a la gran paradoja cristiana. Cuando llega el momento de sopesar nuestras verdaderas responsabilidades, es inútil descargar en otros la culpa de lo que nos corresponde. Cada uno responde por sí mismo.

Pero ¿qué es lo que orienta nuestra conciencia hacia el bien? Precisamente el hecho de no vivir para nosotros mismos.

De ahí que el verdadero camino del discípulo sea poder decir, con humildad y decisión: “Aquí estoy”, es decir, ofrecido a mí mismo en mi capacidad de discernir, entregado a Dios y a los demás en mi capacidad de actuar.

Jean-Marc Liautaud, Fondacio

 


Primera lectura

Rom 14, 7-12

Ya vivamos ya muramos, somos del Señor

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.

HERMANOS:
Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; así que, ya vivamos ya muramos, somos del Señor.
Pues para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de muertos y vivos.
Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? Y tú, ¿por qué desprecias a tu hermano?
De hecho, todos compareceremos ante el tribunal de Dios, pues está escrito:
«¡Por mi vida!, dice el Señor,
ante mí se doblará toda rodilla,
y toda lengua alabará a Dios».
Así pues, cada uno de nosotros dará cuenta de sí mismo a Dios.

Palabra de Dios.

 

Salmo

Sal 26, 1bcde. 4. 13-14 (R.: 13)

R. Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.


V. El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar? 
R.

V. Una cosa pido al Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo. 
R.

V. 
Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor. 
R.

 

Aclamación

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados —dice el Señor—, y yo los aliviaré. R.

 

Evangelio

Lc 15, 1-10

Habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta

Lectura del santo Evangelio según san Lucas.

EN aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:
«Ese acoge a los pecadores y come con ellos».
Jesús les dijo esta parábola:
«¿Quién de ustedes que tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos, y les dice:
“¡Alégrense conmigo!, he encontrado la oveja que se me había perdido”.
Les digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.
O ¿qué mujer que tiene diez monedas, si se le pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas y les dice:
“¡Alégrense conmigo!, he encontrado la moneda que se me había perdido”.
Les digo que la misma alegría tendrán los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta».

Palabra del Señor.

 

 

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🔹 1. Introducción: El arte de decir “Aquí estoy”

Cada vocación, cada historia de fe, comienza con una palabra que tiene el poder de transformar la existencia: “Aquí estoy”.
Así respondió Abraham cuando Dios lo llamó en medio de la noche. Así contestó Moisés desde la zarza ardiente. Así se presentó Isaías ante la voz del Señor: “Aquí estoy, mándame” (Is 6,8). Y así también María, la llena de gracia, respondió al ángel: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38).

El Año Jubilar nos invita precisamente a redescubrir esa disponibilidad interior: vivir no para nosotros, sino para el Señor (Rm 14,8). Ser “peregrinos de la esperanza” significa salir de la comodidad de lo propio para abrazar la misión del Reino.


🔹 2. Primera lectura: Responsabilidad y libertad cristiana

San Pablo recuerda a los romanos —y a nosotros— que nadie vive para sí mismo ni muere para sí mismo, porque si vivimos, vivimos para el Señor; y si morimos, morimos para el Señor.
En tiempos donde la cultura del individualismo domina, el apóstol nos propone una visión contracultural: la vida como ofrenda.

El cristiano no se mide por sus logros personales, sino por su capacidad de amar, servir y discernir desde la fe. No se trata de culpas externas, sino de conciencia interior: cada uno comparecerá ante el tribunal de Dios, no como amenaza, sino como momento de verdad y luz. Allí se revelará si hemos sabido decir “sí” al amor.


🔹 3. Salmo: “El Señor es mi luz y mi salvación”

El salmista proclama su confianza: “Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor.”
El que vive para Dios no teme la oscuridad ni el juicio, porque sabe en quién ha puesto su esperanza.
En clave vocacional, esta es la actitud del joven que se abre al llamado: no sabe adónde lo llevará el camino, pero confía.
La luz de Dios disipa el miedo al futuro. El Señor no llama para oprimir, sino para liberar y llevar a la plenitud.


🔹 4. Evangelio: La alegría de encontrar lo perdido

Jesús, en el Evangelio según san Lucas, responde a los fariseos que lo critican por acoger a los pecadores con dos parábolas que revelan el corazón de Dios:

  • El pastor que deja las noventa y nueve ovejas por buscar a una.
  • La mujer que enciende la lámpara y barre su casa hasta encontrar la moneda extraviada.

Ambas parábolas culminan con una fiesta, porque Dios no se cansa de buscar al que se ha extraviado.
El Evangelio nos enseña que vivir “para el Señor” significa participar en su misión de buscar, sanar, reconciliar. El discípulo no se queda en el rebaño seguro; sale al camino, se ensucia las manos, ilumina rincones oscuros con la lámpara de la misericordia.


🔹 5. En el marco del Año Jubilar

El Papa nos invita a ser “peregrinos de esperanza”, y eso solo es posible si cada bautizado redescubre su “me voici”, su “aquí estoy”.
No basta admirar a los santos o alabar la obra de los misioneros; es necesario sentirse parte viva de la misión de la Iglesia.
La evangelización florece donde hay disponibilidad, donde los corazones dicen:

“Señor, no tengo mucho, pero aquí estoy.
No entiendo todo, pero confío.
No soy perfecto, pero me ofrezco.”

El Jubileo es tiempo de responder personalmente al amor de Dios que no se cansa de buscarnos. La oveja perdida es cada uno de nosotros; y, a la vez, cada uno está llamado a ser pastor para los demás.


🔹 6. Aplicación pastoral y vocacional

Hoy oramos por la obra evangelizadora de la Iglesia y por las vocaciones.
Necesitamos jóvenes y adultos que no teman decir “sí” al llamado de servir; sacerdotes que busquen con alegría a la oveja perdida; consagradas que enciendan lámparas en la noche del mundo; laicos que vivan su trabajo, su hogar y su misión desde la conciencia de que no viven para sí mismos, sino para Cristo.

La vocación no es un privilegio, es una respuesta. Y toda respuesta nace de un corazón que escucha:

“¿Dónde estás?”
“Aquí estoy, Señor.”


🔹 7. Conclusión: Discernir, actuar y ofrecerse

“Dado a mí mismo en mi capacidad de discernir, dado a Dios y a los demás en mi capacidad de actuar”: así se resume el núcleo del discipulado cristiano.
Ser de Cristo es aprender a discernir la voluntad del Padre y actuar con amor. No basta una fe teórica: se trata de una fe que se convierte en entrega, en búsqueda, en alegría compartida.
Porque cuando uno dice sinceramente “Aquí estoy”, el Señor responde siempre con ternura: “Ven, te estaba esperando”.


🔹 Oración final

Señor Jesús, Buen Pastor,
que sales en busca de los que se pierden
y enciendes lámparas para encontrarnos,
enséñanos a vivir no para nosotros mismos,
sino para Ti y para los hermanos.

Que en este Año Jubilar,
la Iglesia renueve su ardor misionero,
y surjan vocaciones santas, generosas, valientes,
que digan con gozo: “Aquí estoy, Señor, envíame”.

Amén.

 

2

 

🔹 1. Introducción: El gozo de ser encontrados

El Evangelio de hoy nos regala una de las imágenes más tiernas y profundas de todo el Evangelio: la del Buen Pastor que deja las noventa y nueve ovejas para buscar la que se perdió. No lo hace con enojo ni reproche, sino con una paciencia amorosa. Cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros y la devuelve al redil lleno de alegría.

En esta parábola se revela todo el corazón del Jubileo: Dios no se cansa de nosotros, nos busca, nos levanta, nos carga, nos devuelve a casa. El Año Jubilar es precisamente esa invitación a dejarnos cargar, a volver al hogar de la misericordia y a unirnos a la alegría del Pastor.


🔹 2. Primera lectura: Nadie vive para sí mismo

San Pablo, en la carta a los Romanos, nos recuerda que “ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo”. Vivimos y morimos para el Señor.
Esta afirmación es el fundamento de toda vocación cristiana: no nos pertenecemos, somos del Señor, y nuestra vida tiene sentido cuando nos dejamos guiar, cuando aceptamos ser sostenidos por su gracia.

El Apóstol nos invita a una mirada madura de la fe: un cristiano no es quien se gana la salvación por su propio esfuerzo, sino quien se reconoce buscado y salvado por Cristo. Cada día, cuando el Señor nos llama al servicio o al arrepentimiento, nos dice en silencio: “Deja de correr, déjame cargarte sobre mis hombros.”


🔹 3. Salmo: El Señor es mi luz y mi salvación

El salmista proclama con serenidad: “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?”
El que se sabe en los hombros del Buen Pastor ya no teme la noche ni el peligro. La oración del salmista se convierte en la voz de la oveja rescatada:

“Una sola cosa pido al Señor: habitar en su casa todos los días de mi vida.”

La casa del Señor es ese lugar de consuelo donde el alma cansada se reposa. Es la Iglesia que acoge, que evangeliza, que lleva sobre sus hombros —como Cristo— las cargas de los débiles. Por eso la obra evangelizadora es tan necesaria: porque muchos aún no han escuchado la voz del Pastor que los busca.


🔹 4. Evangelio: El Dios que carga, no que condena

En el Evangelio según san Lucas, Jesús nos muestra un rostro del Padre que desconcierta a los fariseos: no es un juez que espera en el trono, sino un Pastor que sale a los caminos.
El amor de Dios es dinámico, busca, recorre, no se resigna.
La oveja perdida representa a la humanidad entera: a veces somos esa oveja cansada, confundida o herida que no puede regresar sola. Y el Señor no se queda gritando desde lejos: se acerca, nos encuentra, nos toma y nos carga.

El gesto de cargar en los hombros es profundamente simbólico:

  • Indica el peso del amor redentor que Cristo asumió en la Cruz.
  • Muestra que la salvación no es un mérito humano, sino una iniciativa divina.
  • Revela que el camino de regreso al hogar no lo recorremos solos, sino sostenidos por Aquel que dio la vida por nosotros.

🔹 5. En el marco del Año Jubilar: Peregrinos cargados de misericordia

El Jubileo es tiempo de regreso y de carga compartida. Cristo, el Buen Pastor, nos carga sobre sus hombros, pero también nos llama a convertirnos en pastores que cargan a otros.
La Iglesia es el espacio donde los encontrados se transforman en buscadores, donde los redimidos se vuelven redentores con Él.
Evangelizar, en esta perspectiva, no es conquistar ni adoctrinar, sino llevar con ternura a los demás hacia la casa del Padre.

Toda vocación nace en este misterio: sentir sobre nosotros los hombros del Buen Pastor.
Un sacerdote, una religiosa, un catequista o un padre de familia no son sino personas cargadas por Cristo que aprenden a cargar a los demás con amor.


🔹 6. Aplicación pastoral y vocacional

Pidamos hoy por los evangelizadores del mundo: por quienes salen cada día al encuentro de los alejados, por los misioneros que recorren desiertos físicos y espirituales, por los jóvenes que sienten en su interior la voz del Pastor llamándolos al sacerdocio o a la vida consagrada.

Ellos son signo de ese Cristo que sigue buscando la oveja perdida. Pero también nosotros, desde nuestra vida cotidiana, estamos llamados a buscar, perdonar y cargar.
El hogar, la comunidad, el trabajo y la parroquia son lugares donde podemos hacer visible la ternura de Dios.


🔹 7. Conclusión: Regozijarse con el Pastor

El Evangelio termina con una fiesta. El Pastor no solo recupera a la oveja, invita a todos a alegrarse con Él.
Esto significa que la alegría cristiana no nace de la autosuficiencia, sino del encuentro: del momento en que el amor vence al extravío.

Dejarse cargar es un acto de humildad y de fe.
Rejozarse con el Pastor es reconocer que su gozo es mayor que nuestra culpa, que su abrazo es más fuerte que nuestra distancia.


🔹 Oración final

Señor Jesús, Buen Pastor,
Tú que me buscaste cuando me perdí
y me cargaste sobre tus hombros con amor,
enséñame a dejarme encontrar por Ti cada día.

En este Año Jubilar,
renueva mi corazón de discípulo,
para que sea instrumento de tu ternura.

Haz que tu Iglesia sea casa de encuentro,
lámpara en la oscuridad,
voz que llama, hombros que cargan,
y corazón que se alegra por cada hijo que vuelve.

Amén.

 

7 de noviembre del 2025: viernes de la trigésima primera semana del tiempo ordinario-I

Sin reproche ( Lucas 16, 1-8 ) El administrador desvía hacia sí la deuda de los deudores de su patrón, con la esperanza de que mañana lo ...