miércoles, 5 de noviembre de 2025

6 de noviembre del 2025: jueves de la trigésima primera semana del tiempo ordinario-I

 

Aquí estoy

(Rm 14,7-12) Pablo nos enfrenta a la gran paradoja cristiana. Cuando llega el momento de sopesar nuestras verdaderas responsabilidades, es inútil descargar en otros la culpa de lo que nos corresponde. Cada uno responde por sí mismo.

Pero ¿qué es lo que orienta nuestra conciencia hacia el bien? Precisamente el hecho de no vivir para nosotros mismos.

De ahí que el verdadero camino del discípulo sea poder decir, con humildad y decisión: “Aquí estoy”, es decir, ofrecido a mí mismo en mi capacidad de discernir, entregado a Dios y a los demás en mi capacidad de actuar.

Jean-Marc Liautaud, Fondacio

 


Primera lectura

Rom 14, 7-12

Ya vivamos ya muramos, somos del Señor

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.

HERMANOS:
Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; así que, ya vivamos ya muramos, somos del Señor.
Pues para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de muertos y vivos.
Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? Y tú, ¿por qué desprecias a tu hermano?
De hecho, todos compareceremos ante el tribunal de Dios, pues está escrito:
«¡Por mi vida!, dice el Señor,
ante mí se doblará toda rodilla,
y toda lengua alabará a Dios».
Así pues, cada uno de nosotros dará cuenta de sí mismo a Dios.

Palabra de Dios.

 

Salmo

Sal 26, 1bcde. 4. 13-14 (R.: 13)

R. Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.


V. El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar? 
R.

V. Una cosa pido al Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo. 
R.

V. 
Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor. 
R.

 

Aclamación

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados —dice el Señor—, y yo los aliviaré. R.

 

Evangelio

Lc 15, 1-10

Habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta

Lectura del santo Evangelio según san Lucas.

EN aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:
«Ese acoge a los pecadores y come con ellos».
Jesús les dijo esta parábola:
«¿Quién de ustedes que tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos, y les dice:
“¡Alégrense conmigo!, he encontrado la oveja que se me había perdido”.
Les digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.
O ¿qué mujer que tiene diez monedas, si se le pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas y les dice:
“¡Alégrense conmigo!, he encontrado la moneda que se me había perdido”.
Les digo que la misma alegría tendrán los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta».

Palabra del Señor.

 

 

1

 

🔹 1. Introducción: El arte de decir “Aquí estoy”

Cada vocación, cada historia de fe, comienza con una palabra que tiene el poder de transformar la existencia: “Aquí estoy”.
Así respondió Abraham cuando Dios lo llamó en medio de la noche. Así contestó Moisés desde la zarza ardiente. Así se presentó Isaías ante la voz del Señor: “Aquí estoy, mándame” (Is 6,8). Y así también María, la llena de gracia, respondió al ángel: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38).

El Año Jubilar nos invita precisamente a redescubrir esa disponibilidad interior: vivir no para nosotros, sino para el Señor (Rm 14,8). Ser “peregrinos de la esperanza” significa salir de la comodidad de lo propio para abrazar la misión del Reino.


🔹 2. Primera lectura: Responsabilidad y libertad cristiana

San Pablo recuerda a los romanos —y a nosotros— que nadie vive para sí mismo ni muere para sí mismo, porque si vivimos, vivimos para el Señor; y si morimos, morimos para el Señor.
En tiempos donde la cultura del individualismo domina, el apóstol nos propone una visión contracultural: la vida como ofrenda.

El cristiano no se mide por sus logros personales, sino por su capacidad de amar, servir y discernir desde la fe. No se trata de culpas externas, sino de conciencia interior: cada uno comparecerá ante el tribunal de Dios, no como amenaza, sino como momento de verdad y luz. Allí se revelará si hemos sabido decir “sí” al amor.


🔹 3. Salmo: “El Señor es mi luz y mi salvación”

El salmista proclama su confianza: “Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor.”
El que vive para Dios no teme la oscuridad ni el juicio, porque sabe en quién ha puesto su esperanza.
En clave vocacional, esta es la actitud del joven que se abre al llamado: no sabe adónde lo llevará el camino, pero confía.
La luz de Dios disipa el miedo al futuro. El Señor no llama para oprimir, sino para liberar y llevar a la plenitud.


🔹 4. Evangelio: La alegría de encontrar lo perdido

Jesús, en el Evangelio según san Lucas, responde a los fariseos que lo critican por acoger a los pecadores con dos parábolas que revelan el corazón de Dios:

  • El pastor que deja las noventa y nueve ovejas por buscar a una.
  • La mujer que enciende la lámpara y barre su casa hasta encontrar la moneda extraviada.

Ambas parábolas culminan con una fiesta, porque Dios no se cansa de buscar al que se ha extraviado.
El Evangelio nos enseña que vivir “para el Señor” significa participar en su misión de buscar, sanar, reconciliar. El discípulo no se queda en el rebaño seguro; sale al camino, se ensucia las manos, ilumina rincones oscuros con la lámpara de la misericordia.


🔹 5. En el marco del Año Jubilar

El Papa nos invita a ser “peregrinos de esperanza”, y eso solo es posible si cada bautizado redescubre su “me voici”, su “aquí estoy”.
No basta admirar a los santos o alabar la obra de los misioneros; es necesario sentirse parte viva de la misión de la Iglesia.
La evangelización florece donde hay disponibilidad, donde los corazones dicen:

“Señor, no tengo mucho, pero aquí estoy.
No entiendo todo, pero confío.
No soy perfecto, pero me ofrezco.”

El Jubileo es tiempo de responder personalmente al amor de Dios que no se cansa de buscarnos. La oveja perdida es cada uno de nosotros; y, a la vez, cada uno está llamado a ser pastor para los demás.


🔹 6. Aplicación pastoral y vocacional

Hoy oramos por la obra evangelizadora de la Iglesia y por las vocaciones.
Necesitamos jóvenes y adultos que no teman decir “sí” al llamado de servir; sacerdotes que busquen con alegría a la oveja perdida; consagradas que enciendan lámparas en la noche del mundo; laicos que vivan su trabajo, su hogar y su misión desde la conciencia de que no viven para sí mismos, sino para Cristo.

La vocación no es un privilegio, es una respuesta. Y toda respuesta nace de un corazón que escucha:

“¿Dónde estás?”
“Aquí estoy, Señor.”


🔹 7. Conclusión: Discernir, actuar y ofrecerse

“Dado a mí mismo en mi capacidad de discernir, dado a Dios y a los demás en mi capacidad de actuar”: así se resume el núcleo del discipulado cristiano.
Ser de Cristo es aprender a discernir la voluntad del Padre y actuar con amor. No basta una fe teórica: se trata de una fe que se convierte en entrega, en búsqueda, en alegría compartida.
Porque cuando uno dice sinceramente “Aquí estoy”, el Señor responde siempre con ternura: “Ven, te estaba esperando”.


🔹 Oración final

Señor Jesús, Buen Pastor,
que sales en busca de los que se pierden
y enciendes lámparas para encontrarnos,
enséñanos a vivir no para nosotros mismos,
sino para Ti y para los hermanos.

Que en este Año Jubilar,
la Iglesia renueve su ardor misionero,
y surjan vocaciones santas, generosas, valientes,
que digan con gozo: “Aquí estoy, Señor, envíame”.

Amén.

 

2

 

🔹 1. Introducción: El gozo de ser encontrados

El Evangelio de hoy nos regala una de las imágenes más tiernas y profundas de todo el Evangelio: la del Buen Pastor que deja las noventa y nueve ovejas para buscar la que se perdió. No lo hace con enojo ni reproche, sino con una paciencia amorosa. Cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros y la devuelve al redil lleno de alegría.

En esta parábola se revela todo el corazón del Jubileo: Dios no se cansa de nosotros, nos busca, nos levanta, nos carga, nos devuelve a casa. El Año Jubilar es precisamente esa invitación a dejarnos cargar, a volver al hogar de la misericordia y a unirnos a la alegría del Pastor.


🔹 2. Primera lectura: Nadie vive para sí mismo

San Pablo, en la carta a los Romanos, nos recuerda que “ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo”. Vivimos y morimos para el Señor.
Esta afirmación es el fundamento de toda vocación cristiana: no nos pertenecemos, somos del Señor, y nuestra vida tiene sentido cuando nos dejamos guiar, cuando aceptamos ser sostenidos por su gracia.

El Apóstol nos invita a una mirada madura de la fe: un cristiano no es quien se gana la salvación por su propio esfuerzo, sino quien se reconoce buscado y salvado por Cristo. Cada día, cuando el Señor nos llama al servicio o al arrepentimiento, nos dice en silencio: “Deja de correr, déjame cargarte sobre mis hombros.”


🔹 3. Salmo: El Señor es mi luz y mi salvación

El salmista proclama con serenidad: “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?”
El que se sabe en los hombros del Buen Pastor ya no teme la noche ni el peligro. La oración del salmista se convierte en la voz de la oveja rescatada:

“Una sola cosa pido al Señor: habitar en su casa todos los días de mi vida.”

La casa del Señor es ese lugar de consuelo donde el alma cansada se reposa. Es la Iglesia que acoge, que evangeliza, que lleva sobre sus hombros —como Cristo— las cargas de los débiles. Por eso la obra evangelizadora es tan necesaria: porque muchos aún no han escuchado la voz del Pastor que los busca.


🔹 4. Evangelio: El Dios que carga, no que condena

En el Evangelio según san Lucas, Jesús nos muestra un rostro del Padre que desconcierta a los fariseos: no es un juez que espera en el trono, sino un Pastor que sale a los caminos.
El amor de Dios es dinámico, busca, recorre, no se resigna.
La oveja perdida representa a la humanidad entera: a veces somos esa oveja cansada, confundida o herida que no puede regresar sola. Y el Señor no se queda gritando desde lejos: se acerca, nos encuentra, nos toma y nos carga.

El gesto de cargar en los hombros es profundamente simbólico:

  • Indica el peso del amor redentor que Cristo asumió en la Cruz.
  • Muestra que la salvación no es un mérito humano, sino una iniciativa divina.
  • Revela que el camino de regreso al hogar no lo recorremos solos, sino sostenidos por Aquel que dio la vida por nosotros.

🔹 5. En el marco del Año Jubilar: Peregrinos cargados de misericordia

El Jubileo es tiempo de regreso y de carga compartida. Cristo, el Buen Pastor, nos carga sobre sus hombros, pero también nos llama a convertirnos en pastores que cargan a otros.
La Iglesia es el espacio donde los encontrados se transforman en buscadores, donde los redimidos se vuelven redentores con Él.
Evangelizar, en esta perspectiva, no es conquistar ni adoctrinar, sino llevar con ternura a los demás hacia la casa del Padre.

Toda vocación nace en este misterio: sentir sobre nosotros los hombros del Buen Pastor.
Un sacerdote, una religiosa, un catequista o un padre de familia no son sino personas cargadas por Cristo que aprenden a cargar a los demás con amor.


🔹 6. Aplicación pastoral y vocacional

Pidamos hoy por los evangelizadores del mundo: por quienes salen cada día al encuentro de los alejados, por los misioneros que recorren desiertos físicos y espirituales, por los jóvenes que sienten en su interior la voz del Pastor llamándolos al sacerdocio o a la vida consagrada.

Ellos son signo de ese Cristo que sigue buscando la oveja perdida. Pero también nosotros, desde nuestra vida cotidiana, estamos llamados a buscar, perdonar y cargar.
El hogar, la comunidad, el trabajo y la parroquia son lugares donde podemos hacer visible la ternura de Dios.


🔹 7. Conclusión: Regozijarse con el Pastor

El Evangelio termina con una fiesta. El Pastor no solo recupera a la oveja, invita a todos a alegrarse con Él.
Esto significa que la alegría cristiana no nace de la autosuficiencia, sino del encuentro: del momento en que el amor vence al extravío.

Dejarse cargar es un acto de humildad y de fe.
Rejozarse con el Pastor es reconocer que su gozo es mayor que nuestra culpa, que su abrazo es más fuerte que nuestra distancia.


🔹 Oración final

Señor Jesús, Buen Pastor,
Tú que me buscaste cuando me perdí
y me cargaste sobre tus hombros con amor,
enséñame a dejarme encontrar por Ti cada día.

En este Año Jubilar,
renueva mi corazón de discípulo,
para que sea instrumento de tu ternura.

Haz que tu Iglesia sea casa de encuentro,
lámpara en la oscuridad,
voz que llama, hombros que cargan,
y corazón que se alegra por cada hijo que vuelve.

Amén.

 

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