martes, 11 de noviembre de 2025

12 de noviembre del 2025: miércoles de la trigésima segunda semana del tiempo ordinario-I- San Josafat, obispo y mártir

 

Santo del día:

San Josafat

1580-1623. Nacido en la fe ortodoxa, ingresó en la Iglesia ucraniana en comunión con Roma a la edad de 20 años. Nombrado arzobispo de Polotsk (actual Bielorrusia) en 1618, fue asesinado por opositores de la Iglesia católica durante una visita pastoral a Vitebsk.

 

 

Un horizonte que nos supera

(Lucas 17, 11-19) Solo el leproso extranjero vuelve sobre sus pasos para dar gloria a Dios por su curación. Dios manifiesta su bondad a todos los hombres; nadie queda excluido.

Bautizados, en la Iglesia, a veces nos comportamos como propietarios de esta gracia, la vivimos como algo debido, como esos nueve leprosos que también fueron purificados.

El extranjero nos recuerda el horizonte amplio donde actúa el don de Dios e invita a entrar con él en la acción de gracias.

Colette Hamza, xavière

 


Primera lectura

Sab 6, 1-11

Escuchen, reyes, para que aprendan sabiduría

Lectura del libro de la Sabiduría.

ESCUCHEN, reyes, y entiendan;
aprendan, gobernantes de los confines de la tierra.
Presten atención, los que dominan multitudes
y se sienten orgullosos de tener muchos súbditos:
el poder les viene del Señor
y la soberanía del Altísimo.
Él examinará sus acciones
y sondeará sus intenciones.
Porque, siendo ministros de su reino,
no gobernaron rectamente, ni guardaron la ley,
ni actuaron según la voluntad de Dios.
Terrible y repentino caerá sobre ustedes,
porque un juicio implacable espera a los grandes.
Al más pequeño se le perdona por piedad,
pero los poderosos serán examinados con rigor.
El Dios de todo no teme a nadie,
ni lo intimida la grandeza,
pues él hizo al pequeño y al grande
y de todos cuida por igual,
pero a los poderosos les espera un control riguroso.
A ustedes, soberanos, dirijo mis palabras,
para que aprendan sabiduría y no pequen.
Los que cumplen santamente las leyes divinas serán santificados,
y los que se instruyen en ellas encontrarán en ellas su defensa.
Así, pues, deseen mis palabras;
anhélenlas y recibirán instrucción.

Palabra de Dios.

 

Salmo

Sal 81, 3-4. 6-7 (R.: 8a)

R. Levántate, oh Dios, y juzga la tierra.

V. Protejan al desvalido y al huérfano,
hagan justicia al humilde y al necesitado,
defiendan al pobre y al indigente,
sacándolos de las manos del culpable. 
R.



V. Yo declaro: «Aunque sean dioses,
e hijos del Altísimo todos,
morirán como cualquier hombre,
caerán, príncipes, como uno de tantos».
 R.

 

Aclamación

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Den gracias en toda ocasión: esta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto de ustedes R.

 

Evangelio

Lc 17, 11-19

¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?

Lectura del santo Evangelio según san Lucas.

UNA vez, yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaría y Galilea. Cuando iba a entrar en una ciudad, vinieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían:
«Jesús, maestro, ten compasión de nosotros».
Al verlos, les dijo:
«Vayan a presentarse a los sacerdotes».
Y sucedió que, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias.
Este era un samaritano.
Jesús, tomó la palabra y dijo:
«¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?».
Y le dijo:
«Levántate, vete; tu fe te ha salvado».

Palabra del Señor.

 

 

1

 

Un horizonte que nos supera

 

1. Introducción: un camino de fe y gratitud

Las lecturas de este miércoles de la 32ª semana del Tiempo Ordinario nos abren a una doble experiencia espiritual: la sabiduría que juzga con justicia y la gratitud que salva.
La primera lectura, del libro de la Sabiduría (6,1-11), interpela a los poderosos del mundo y recuerda que toda autoridad es don de Dios y debe ejercerse con humildad y justicia. El salmo 82(81) refuerza ese mensaje diciendo: “Defiendan al desvalido y al huérfano; hagan justicia al humilde y al necesitado”.
El evangelio (Lc 17,11-19), por su parte, nos conduce al corazón del agradecimiento: diez leprosos son curados, pero solo uno —un extranjero— regresa a glorificar a Dios.

Este tríptico —sabiduría, justicia y gratitud— forma un verdadero camino jubilar: reconocer la autoridad de Dios, practicar la misericordia, y responder con acción de gracias.


2. Primera lectura: la sabiduría que juzga los corazones

El autor del libro de la Sabiduría se dirige a los reyes y magistrados de la tierra, pero también a todos los que, de una u otra forma, ejercen autoridad sobre otros: padres, pastores, educadores, gobernantes.
Dice: “Escuchen, reyes, y entiendan; aprendan, gobernantes de los confines de la tierra. El Señor los juzgará severamente, porque Él es quien les dio el poder.”

Esta palabra nos recuerda que todo poder humano es delegado, y que ser autoridad no es un privilegio, sino una responsabilidad moral.
En el contexto del Año Jubilar —tiempo de reconciliación y renovación— esta lectura nos urge a revisar cómo ejercemos el poder:
¿con soberbia o con servicio?
¿desde el interés personal o desde la compasión?

La verdadera sabiduría no consiste en dominar, sino en servir con justicia y ternura. Por eso el texto concluye: “Sean santos, ustedes que gobiernan la tierra”.
La santidad es la meta del que conduce a otros con el corazón de Dios.


3. Salmo responsorial: la voz de los sin voz

El salmo 82 es un clamor de justicia social y espiritual:

“Defiendan al débil y al huérfano,
hagan justicia al afligido y al pobre.”

Aquí el salmista retrata la misericordia activa de Dios, que no se queda en sentimientos, sino que se traduce en obras concretas.
Este salmo se vuelve un espejo del ministerio de Cristo, que se acercó a los excluidos y marginados, como los leprosos del Evangelio.
Dios no solo cura el cuerpo, sino que reintegra a la persona en la comunidad; eso es lo que simboliza la limpieza de la lepra.

En el marco de la intención orante por los enfermos, este salmo nos enseña a dar voz a los que no pueden gritar, a acompañar a quienes sufren sin esperanza, y a hacernos mediadores de la ternura de Dios.
La justicia divina se expresa en la defensa del débil, no en la fuerza del poderoso.


4. Evangelio: la gratitud que salva

En el camino hacia Jerusalén, Jesús se encuentra con diez leprosos que le suplican desde lejos: “Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros”.
El Señor no toca ni impone manos: solo envía. Les dice: “Vayan y preséntense a los sacerdotes.”
Y en el camino, quedan limpios.
Sin embargo, solo uno vuelve atrás, glorificando a Dios y postrándose a los pies de Jesús. Ese uno era samaritano, un extranjero, un hereje a los ojos de los judíos.

Este gesto rompe los esquemas: los nueve se conforman con la salud; el décimo descubre la salvación.
Jesús le dice: “Levántate y vete; tu fe te ha salvado.”
En otras palabras, no basta con recibir un milagro; hay que reconocer al autor del milagro.

 “El extranjero nos recuerda el horizonte amplio donde actúa el don de Dios.”
Dios no se deja encerrar en nuestras categorías religiosas ni en nuestros méritos. Su gracia supera las fronteras del credo, la raza o la moral.
Solo quien agradece se abre al horizonte divino que lo trasciende.


5. San Josafat: mártir de la unidad

Hoy celebramos a San Josafat, obispo y mártir, nacido en Ucrania en 1580, un hombre que soñó con una Iglesia unida y que ofreció su vida por la comunión entre cristianos.
Su martirio fue consecuencia de su amor por la unidad; fue asesinado por quienes no soportaban su deseo de reconciliación.
Su ejemplo encarna la sabiduría del libro de la Sabiduría: un líder que gobierna con fe, y el espíritu del evangelio: un hombre agradecido que reconoce en todos la acción de Dios.
En él, la gratitud se hizo entrega; la fe, servicio; el poder episcopal, don de caridad.


6. Aplicación jubilar: tres caminos de conversión

En este Año Jubilar “Peregrinos de la Esperanza”, la Palabra nos invita a recorrer tres caminos:

1.    El de la responsabilidad: ejercer con justicia cualquier forma de autoridad, como padres, pastores, educadores o servidores públicos.

2.    El de la compasión activa: defender y acompañar a los débiles, especialmente a los enfermos.

3.    El de la gratitud: reconocer que todo don viene de Dios y volver siempre sobre nuestros pasos para darle gloria.


7. Oración final por los enfermos

Señor Jesús,
Médico de cuerpos y almas,
que escuchaste el clamor de los leprosos
y miras con amor a quienes sufren,
derrama tu gracia sobre nuestros enfermos:
dales fortaleza en la prueba,
esperanza en el dolor y paz en el corazón.

Haznos instrumentos de tu ternura,
como San Josafat, que unió a los corazones divididos,
y como el samaritano agradecido,
que volvió a tus pies para adorarte.

En este Año Jubilar,
haznos peregrinos de esperanza,
testigos de una Iglesia agradecida y compasiva,
que camina hacia un horizonte que la supera:
el Reino donde ya no habrá llanto ni enfermedad,
sino vida plena en Ti.

Amén.

 

2

 

“Gracias, Señor”

 

1. Introducción: el eco de una pregunta divina

“¿No fueron diez los curados? ¿Y los otros nueve, dónde están?” (Lc 17, 17).

Esta pregunta de Jesús atraviesa los siglos como un espejo en el que se refleja nuestra humanidad: muchas veces recibimos la gracia y seguimos de largo, sin detenernos a reconocer al Dador de todo bien.
El Evangelio nos enseña que solo uno volvió, un extranjero, un samaritano. Y en su regreso, su fe se transformó en adoración y su curación en salvación.

Hoy, en este Año Jubilar, el Señor nos invita a volver sobre nuestros pasos, a reconocer su misericordia y a vivir la fe como agradecimiento. En este camino jubilar, la gratitud es la forma más pura de esperanza.


2. Primera lectura (Sabiduría 6, 1-11): la sabiduría del poder justo

El libro de la Sabiduría abre la liturgia con una exhortación fuerte:

“Escuchen, reyes, y entiendan; aprendan, gobernantes de los confines de la tierra. Porque el poder les viene del Señor.”

Es una llamada al uso responsable de la autoridad. Todo poder —civil, espiritual o familiar— está al servicio de la vida y la justicia.
El texto concluye: “Sean santos, ustedes que gobiernan la tierra.”
La verdadera santidad no consiste en mandar, sino en servir con humildad.

En el contexto jubilar, esta lectura ilumina nuestra tarea pastoral y social: no somos dueños de nada, ni siquiera de la gracia; somos administradores de los dones de Dios.
Y solo quien reconoce la gratuidad de lo recibido puede gobernar con justicia y ternura.


3. El salmo (82 [81]): el clamor del débil

El salmista nos hace escuchar la voz de Dios en medio del juicio:

“Defiendan al débil y al huérfano, hagan justicia al pobre y al necesitado.”

Este salmo es un canto a la misericordia activa, que no se queda en sentimientos, sino que se traduce en compromiso.
La justicia divina no consiste en castigar, sino en defender a los más frágiles, los que hoy siguen gritando: “Jesús, ten compasión de nosotros.”
Esa súplica es la oración de los enfermos, de los abandonados, de los que esperan un milagro.
El Dios del Salmo 82 no es indiferente al dolor humano: es el médico del alma y del cuerpo, que nos enseña a cuidar a los que sufren como signo de su Reino.


4. Evangelio (Lucas 17, 11-19): la fe agradecida que salva

Jesús, camino a Jerusalén, se encuentra con diez leprosos.
No se acerca físicamente, pero su palabra basta: “Vayan y preséntense a los sacerdotes.”
Mientras van, quedan limpios.
Sin embargo, el milagro no termina allí: solo uno regresa, gritando su alabanzapostrándose a los pies de Jesús y agradeciendo.

Podemos resaltar cinco gestos de este hombre:

1.    Regresó: no siguió su camino como los otros; volvió sobre sus pasos.

2.    Glorificó a Dios: reconoció la fuente del don recibido.

3.    Lo hizo en voz alta: su fe no se escondió.

4.    Se postró a los pies de Jesús: gesto de adoración.

5.    Le dio gracias: reconoció el amor gratuito que lo había transformado.

Estos cinco movimientos expresan una espiritualidad eucarística, porque la palabra “Eucaristía” significa precisamente acción de gracias.
El samaritano, sin saberlo, celebra la primera “misa de su vida”: reconoce a Dios en Jesús, proclama su gloria, se postra, y ofrece su corazón agradecido.


5. El drama de los nueve ausentes

Los otros nueve fueron obedientes, pero no agradecidos.
Cumplieron la orden, pero no tuvieron relación personal con quien los había sanado.
Representan a quienes viven la fe como costumbre o conveniencia, sin dejarse tocar por el asombro del amor divino.
A veces, nosotros también somos así: recibimos la salud, la vida, el perdón, y creemos que nos los hemos ganado.
Nos olvidamos de que todo es gracia inmerecida.

Como dice alguien:

“Dios no necesita nuestras alabanzas; somos nosotros los que necesitamos agradecer para recordar que todo lo recibido es un don no merecido.”

La gratitud no añade nada a Dios, pero nos transforma a nosotros: nos libera del egoísmo y del olvido.


6. San Josafat: mártir de la unidad y de la fidelidad

Hoy celebramos a San Josafat, obispo y mártir (1580-1623), nacido en Ucrania, hombre de profunda oración, ardor pastoral y amor por la unidad de la Iglesia.
Fue asesinado por predicar la comunión entre católicos y ortodoxos.
Su sangre fue semilla de reconciliación.

San Josafat es un modelo de quien agradece la fe recibida viviéndola hasta el extremo.
Su vida fue un “gracias” continuo a Dios, expresado en entrega, servicio y perdón.
Él nos enseña que el agradecimiento más auténtico se demuestra con la fidelidad hasta el martirio.


7. Aplicación jubilar y pastoral

En este Año Jubilar “Peregrinos de la Esperanza”, el Evangelio del leproso agradecido nos invita a tres actitudes concretas:

1.    Volver a Jesús: recordar los dones recibidos y no olvidar su origen.

2.    Glorificar a Dios: vivir con un corazón eucarístico, reconociendo que todo viene de Él.

3.    Agradecer con obras: expresar la gratitud en el servicio, especialmente hacia los enfermos y marginados.

El samaritano agradecido nos muestra que la fe verdadera nace del asombro y que solo quien agradece puede experimentar la salvación“Levántate y vete; tu fe te ha salvado.”


8. Oración final por los enfermos

Señor Jesús,
tú que oíste el clamor de los diez leprosos
y acogiste con ternura al que volvió,
escucha hoy el gemido de nuestros enfermos,
los que sufren en silencio, los que temen, los que esperan.

Concédeles la gracia de sentir tu presencia sanadora,
y a nosotros, la humildad de reconocerte en ellos.
Haz que no seamos de los nueve que olvidan,
sino de aquel que regresa y se postra.
Que nuestro agradecimiento se haga servicio,
y nuestro servicio, alabanza.

En este Año Jubilar, enséñanos a vivir con corazón eucarístico,
a mirar la vida como un milagro diario,
y a repetir contigo: “Gracias, Señor.”
Amén.

 

 

🕊️ 12 de noviembre:

San Josafat, obispo y mártir — Memoria

1580–1623
Patrono de Ucrania
Invocado por la reunificación de los cristianos de Oriente y Occidente
Canonizado por el Papa Pío IX el 29 de junio de 1867

 


Cita:

“Gente de Vítebsk, ustedes quieren matarme. Me tienden emboscadas por todas partes: en las calles, en los puentes, en los caminos y en el mercado. Estoy entre ustedes como pastor, y deben saber que sería feliz de dar mi vida por ustedes. Estoy dispuesto a morir por la santa unión, por la supremacía de San Pedro y de su sucesor, el Sumo Pontífice.”


San Josafat


📖 Reflexión

Desde el tiempo del Gran Cisma del año 1054, muchos cristianos del Imperio Oriental (bizantino) se separaron del papa, formando lo que hoy se conoce generalmente como la Iglesia Ortodoxa. Esta separación continúa, aunque algunas Iglesias orientales se han reunido nuevamente con Roma.

En 1439, en el Concilio de Florencia, se hizo un intento de reunificación entre Oriente y Occidente. El esfuerzo tuvo éxito durante un tiempo, pero cuando los turcos conquistaron Constantinopla en 1453, la unión se desintegró poco a poco.

En 1596, después de años de diálogo, bajo un acuerdo conocido como la Unión de Brest, la mayoría de los obispos ortodoxos rutenos acordaron reunirse con Roma bajo la autoridad del papa. En dicho acuerdo, los rutenos profesaron obediencia al papa como Sumo Pontífice, pero conservaron sus tradiciones litúrgicas eslavas, la Liturgia bizantina, la posibilidad de sacerdotes casados, su propio derecho canónico y gobierno eclesiástico, y algunas distinciones teológicas dentro del Credo.

Aunque muchos ortodoxos apoyaron esta reunificación, otros la rechazaron. En este contexto histórico vivió y murió San Josafat, a quien hoy honramos como mártir de la unidad de la Iglesia.


👶 Orígenes y juventud

San Josafat nació en la ciudad de Volodymyr, en la Mancomunidad Polaco-Lituana (hoy Ucrania). Su nombre de bautismo fue Juan Kuncevyc.
Fue bautizado en la Iglesia Ortodoxa, no en la católica, y sus padres eran cristianos ortodoxos muy devotos. Desde joven, Juan recibió buena educación y profunda formación en la fe.

Era más inclinado a la oración que a los juegos, servía en las liturgias, amaba las tradiciones religiosas eslavas y, desde pequeño, adoptó una vida de penitencia y mortificación. Oraba fielmente el Oficio Divino.
De joven trabajó como comerciante para ayudar económicamente a su familia, sin abandonar su intensa vida espiritual.


 Vocación monástica y sacerdotal

En 1604, ocho años después de que su diócesis local se reuniera con Roma, Juan ingresó en la vida religiosa como monje en el Monasterio de la Santísima Trinidad, de la Orden de San Basilio Magno, en Vilna.
Al entrar recibió el nombre religioso de Josafat.

Tras cinco años en el monasterio, fue ordenado sacerdote católico de rito oriental y permaneció allí ocho años más, llegando a ser prior de su comunidad y de otros monasterios.

Como monje, se dedicó intensamente al estudio de la historia de la Iglesia, la liturgia y los documentos sobre la unidad eclesial. Practicaba austeras mortificaciones y profundizaba cada día más en la oración.
Amaba el Oficio Divino y la Liturgia, y repetía constantemente la Oración de Jesús:

“Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten misericordia de mí.”

Sus hermanos monjes testificaron que la rezaba incluso dormido, como un suspiro continuo de su alma.


✝️ Misionero de la unidad

El estudio y la oración llevaron al padre Josafat a ser un fervoroso defensor de la Unión de Brest. Se empeñó en convencer a monjes y laicos de aceptar la plena comunión con Roma.
Su fama de sabio y santo se extendió rápidamente, y muchos acudían a él por consejo espiritual. Atrajo también a numerosos jóvenes a la vida monástica.

Era un líder espiritual, un hombre de oración y un misionero de la unidad. No solo convenció a muchos ortodoxos de regresar a la comunión católica, sino también a varios calvinistas que habían abandonado la fe durante la Reforma protestante.
Tuvo tanto éxito que algunos lo llamaron el “cazador de almas” (Soul-snatcher).


👑 Obispo y reformador

Su ministerio fue tan fecundo que en 1617 fue nombrado obispo de Vítebsk, y un año después arzobispo de Pólotsk, una sede clave, pues las tensiones por la unión con Roma seguían siendo intensas.

Muchos temían perder sus tradiciones litúrgicas o se oponían por motivos teológicos.
Sin embargo, el arzobispo Josafat estaba convencido de que la unidad con Roma, sin renunciar a las tradiciones orientales, era la voluntad de Dios.
Dedicó los últimos seis años de su vida a esta causa con celo inquebrantable.

Como pastor, dio prioridad a la formación del clero, publicó un catecismo que debían memorizar, promovió la disciplina sacerdotal, reunió sínodos pastorales, renovó templos y se enfrentó incluso a figuras políticas contrarias a la unión, como el Gran Canciller de Lituania.


⚔️ La persecución y el martirio

Dos años después de su nombramiento como arzobispo, un grupo de ortodoxos rutenos contrarios a la unión se reorganizó con apoyo del patriarca ortodoxo de Jerusalén, ordenando nuevos obispos y creando una jerarquía paralela.
El nuevo arzobispo ortodoxo comenzó a difundir el rumor de que Josafat quería latinizar totalmente la Iglesia, eliminando las tradiciones eslavas.
Siguieron años de violencia: clérigos enfrentados, comunidades divididas y fanatismo religioso.

Josafat predijo su propio martirio, pero se mantuvo firme en su misión de unidad.

En 1623, un grupo de ortodoxos —hombres, mujeres y niños—, incitados por un sacerdote, asaltó la residencia episcopal.
Armados con piedras y palos, entraron a la fuerza, golpearon al arzobispo, le partieron la cabeza con un hachale dispararonarrastraron su cuerpo desnudo por las calles y finalmente lo arrojaron al río Dvina.


🌅 Fruto de su sangre

Aunque pudiera parecer un final trágico, Dios —todopoderoso— sacó bien del mal.
La muerte de San Josafat se convirtió en punto de inflexión para los católicos rutenos: su sangre fue semilla de fidelidad y comunión.
El mártir de la unidad se transformó en símbolo de esperanza, y su testimonio consolidó la unión con Roma en los corazones abiertos a la gracia divina.

La sangre de un mártir es un arma poderosa en las manos de Dios: su sacrificio sigue siendo un llamado a la unidad de los cristianos.


🌍 Llamado actual

Al honrar hoy a este santo de la unidad, contemplemos la dolorosa realidad de tantas divisiones entre los cristianos, incluso dentro de la misma Iglesia católica.
Este memorial es una oportunidad para orar por la comunión, no solo doctrinal, sino espiritual y fraterna.
Que San Josafat nos ayude a transformar nuestras divisiones en diálogo, y nuestras diferencias en búsqueda sincera de la verdad en Cristo.


🙏 Oración

San Josafat,
Dios te atrajo a sí desde tu juventud
y tú respondiste con fidelidad a su gracia.
Te llamó a la misión de la unidad de la Iglesia
y diste la vida por ella.
Ruega por nosotros, por la Iglesia y por el mundo,
para que todos seamos uno en Cristo.
Inspíranos a ofrecer nuestras oraciones, sacrificios y trabajos
por la verdadera y duradera unidad de los cristianos.

San Josafat, ora por nosotros.
Jesús, en Ti confío.

 

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