miércoles, 12 de noviembre de 2025

13 de noviembre del 2025: jueves de la trigésima segunda semana del tiempo ordinario-I- 40 años de la tragedia de Armero

 

La salvación en acción

(Lucas 17, 20–25) “El Reino de Dios está en medio de ustedes”.
Está allí, humilde y silencioso, en todo lugar donde Cristo imprime interiormente su victoria sobre el pecado y sobre toda muerte.
Está allí, donde hay vida cristiana, donde unas manos cuidan y levantan.
Miremos, discernamos esos signos de la salvación en acción, allí donde mujeres y hombres trabajan por la justicia y por la dignidad de todos y todas.

Colette Hamza, 


 

Primera lectura

Sab 7, 22 — 8, 1
Irradiación de la luz eterna es la sabiduría, y espejo límpido de la actividad de Dios

Lectura del libro de la Sabiduría.

LA sabiduría posee un espíritu inteligente, santo,
único, múltiple, sutil, ágil, penetrante, inmaculado,
diáfano, invulnerable, amante del bien, agudo,
incoercible, benéfico, amigo de los hombres,
firme, seguro, sin inquietudes,
que todo lo puede, todo lo observa,
y penetra todos los espíritus,
los inteligentes, los puros, los más sutiles.
La sabiduría es más móvil que cualquier movimiento
y en virtud de su pureza lo atraviesa y lo penetra todo.
Es efluvio del poder de Dios,
emanación pura de la gloria del Omnipotente;
por eso, nada manchado la alcanza.
Es irradiación de la luz eterna,
espejo límpido de la actividad de Dios
e imagen de su bondad.
Aun siendo una sola, todo lo puede;
sin salir de sí misma, todo lo renueva
y, entrando en las almas buenas de cada generación,
va haciendo amigos de Dios y profetas.
Pues Dios solo ama a quien convive con la sabiduría.
Ella es más bella que el sol
y supera a todas las constelaciones.
Comparada con la luz del día, sale vencedora,
porque la luz deja paso a la noche,
mientras que a la sabiduría no la domina el mal.
Se despliega con vigor de un confín a otro
y todo lo gobierna con acierto.

Palabra de Dios.

 

Salmo

Sal 118, 89. 90. 91. 130. 135. 175 (R.: 89a)

R. Tu palabra, Señor, es eterna.

V. Tu palabra, Señor, es eterna,
más estable que el cielo. 
R.

V. Tu fidelidad, de generación en generación;
fundaste la tierra y permanece. 
R.

V. Por tu mandamiento subsisten hasta hoy,
porque todo está a tu servicio. 
R.

V. La explicación de tus palabras ilumina,
da inteligencia a los ignorantes. 
R.

V. Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
enséñame tus decretos. 
R.

V. Que mi alma viva para alabarte,
que tus mandamientos me auxilien. 
R.

 

Aclamación

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos —dice el Señor—; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante. R.

 

Evangelio

Lc 17, 20-25

El reino de Dios está en medio de ustedes

Lectura del santo Evangelio según san Lucas.

EN aquel tiempo, los fariseos preguntaron a Jesús:
«¿Cuándo va a llegar el reino de Dios?».
Él les contestó:
«El reino de Dios no viene aparatosamente, ni dirán: “Está aquí” o “Está allí”, porque, miren, el reino de Dios está en medio de ustedes».
Dijo a sus discípulos:
«Vendrán días en que desearán ver un solo día del Hijo del hombre, y no lo verán.
Entonces se les dirá: “Está aquí” o “Está allí”; no vayan ni corran detrás, pues como el fulgor del relámpago brilla de un extremo al otro del cielo, así será el Hijo del hombre en su día.
Pero primero es necesario que padezca mucho y sea reprobado por esta generación».

Palabra del Señor.

 

 

 1

 

La Sabiduría que habita entre nosotros

 

1. Introducción: cuando el alma busca sentido

Hermanos y hermanas,

hoy la liturgia nos invita a mirar con ojos nuevos la presencia de la Sabiduría de Dios, esa fuerza invisible que sostiene el universo, que penetra toda realidad y da sentido a la existencia. En medio de un mundo agitado, cargado de incertidumbre, la Palabra nos recuerda que la verdadera sabiduría no se adquiere en los libros, ni se mide por títulos o prestigio; es un don que brota del corazón de Dios y que habita en quien se deja conducir por su Espíritu.

Celebramos esta Eucaristía también en el marco del Año Jubilar, tiempo de esperanza y conversión, y en la memoria dolorosa de los 40 años de la tragedia de Armero, una de las páginas más tristes de nuestra historia nacional. Miles de vidas fueron arrebatadas por la avalancha, y con ellas, muchos sueños. Pero incluso en medio del dolor, brotaron testimonios de fe, de solidaridad, de oración y de vida ofrecida por los demás. Allí, en la oscuridad del lodo, también estaba Dios. También allí se manifestó su sabiduría, aunque no la entendiéramos del todo.


2. La Sabiduría, aliento de Dios y maestra de vida

El libro de la Sabiduría nos ofrece hoy una descripción hermosa y profunda: “La Sabiduría es un espíritu inteligente, santo, único, múltiple, sutil, móvil, claro, inmaculado, amigo del bien… todo lo puede y todo lo renueva; y a través de las generaciones se introduce en las almas santas, haciendo de ellas amigos de Dios y profetas” (Sab 7,22–27).

El autor sagrado no nos habla de una idea abstracta, sino de una presencia viva y activa. La Sabiduría es el soplo de Dios que da orden al caos, la armonía que brota del corazón divino, la mirada que todo lo ve con amor. Es el “alma del mundo” creada por Dios para mantenerlo en equilibrio y justicia.
Y esa Sabiduría —que los cristianos reconocemos plenamente en Cristo— se hace cercana, dialoga con nosotros, inspira nuestras decisiones, ilumina nuestras noches y fortalece nuestras esperanzas.

Ella es, como decía San Pablo, “Cristo, fuerza y sabiduría de Dios” (1 Cor 1,24). Por eso, cada vez que escuchamos su Palabra, cada vez que amamos, perdonamos o servimos, la Sabiduría se hace carne en nosotros.


3. El Reino de Dios ya está entre nosotros

En el Evangelio de hoy (Lc 17,20–25), los fariseos preguntan a Jesús cuándo llegará el Reino de Dios. Su expectativa era de un reino visible, glorioso, con señales espectaculares. Pero Jesús desarma esa visión y responde con una sencillez deslumbrante: “El Reino de Dios está entre ustedes”.

No se trata de un acontecimiento que se pueda calcular o anunciar con fecha; es una realidad presente, que germina en lo cotidiano. El Reino está cuando hay justicia, cuando hay ternura, cuando se comparte el pan y se cuida la vida. Está en la comunidad que ora, en el misionero que entrega su tiempo, en la religiosa que educa, en el joven que busca su vocación, en el sacerdote que acompaña al pueblo.

Por eso, Jesús nos invita hoy a reconocer la sabiduría escondida en lo simple, el Reino que se manifiesta en lo pequeño, en el aquí y el ahora. No debemos vivir esperando un “día espectacular”, sino cultivando el Reino en el presente, en la fidelidad cotidiana, en la paciencia del amor y en la perseverancia del bien.


4. Armero: el dolor que nos enseñó a mirar al cielo

Hermanos,
hoy Colombia recuerda con respeto y silencio aquel 13 de noviembre de 1985, cuando la tragedia de Armero sepultó bajo el lodo a más de veinte mil personas. Fue una noche de llanto, desconcierto y dolor. Pero también fue una noche donde muchos redescubrieron la oración, la solidaridad y la compasión.

Entre los escombros de aquella tragedia nació un clamor que sigue resonando: “Dios no nos abandona”.
Los sobrevivientes y rescatistas, los que rezaban el rosario bajo la lluvia o los que entregaban sus vidas por salvar a otros, nos enseñaron que la Sabiduría divina no siempre se entiende, pero siempre está presente.

La fe nos permite mirar más allá del desastre, reconocer en medio del sufrimiento un llamado a valorar la vida, a cuidar la creación, a fortalecer la unidad como nación, y a construir sobre roca firme: la roca de Cristo.

Hoy, en este aniversario, pedimos por las almas de quienes partieron, pero también por nosotros, para que no dejemos morir la memoria, ni la esperanza.
Que el dolor se transforme en compromiso, que el recuerdo se haga oración, y que la Sabiduría del Altísimo nos enseñe a construir una Colombia donde la vida siempre venza a la muerte.


5. La Sabiduría como vocación y misión

Este día también rezamos por las vocaciones y la obra evangelizadora de la Iglesia.
Necesitamos hombres y mujeres que, movidos por la Sabiduría de Dios, se atrevan a sembrar su Reino en medio del mundo.
Vocaciones que sean luz en las periferias, palabra de consuelo, abrazo en la soledad, testimonio de fe en la cultura contemporánea.

En este Año Jubilar, cuando la Iglesia nos invita a ser “peregrinos de la esperanza”, redescubrimos que la verdadera sabiduría no consiste en saber mucho, sino en amar bien, en vivir con fidelidad, en ser testigos de un Reino que ya está entre nosotros.

Pidamos hoy que el Espíritu Santo, Espíritu de Sabiduría, suscite nuevas vocaciones sacerdotales, religiosas y laicales, que sepan escuchar la voz de Dios y responder con generosidad.


6. Conclusión: Sabiduría y esperanza en el corazón del mundo

Queridos hermanos,
la Sabiduría de Dios es como una semilla escondida en la tierra: silenciosa, pero viva; invisible, pero fecunda.
Jesús nos asegura que su Reino está aquí, entre nosotros, en las manos que ayudan, en la palabra que consuela, en la oración que intercede, en el corazón que espera.

Que esta Eucaristía sea un acto de fe en esa presencia viva del Señor.
Que nuestra oración por Armero y por tantas víctimas del dolor humano sea también una proclamación de esperanza.
Y que cada uno de nosotros, guiados por la Sabiduría divina, seamos constructores del Reino, sembradores de consuelo y anunciadores de la vida que no muere.


Oración final

Señor Jesús,
Sabiduría del Padre y Rey del Reino que ya está entre nosotros,
enséñanos a reconocer tu presencia en la historia,
a buscar la luz de tu Espíritu en medio de la oscuridad.
Derrama tu Sabiduría sobre nuestra Iglesia,
suscita vocaciones santas,
fortalece a los misioneros y evangelizadores,
y haznos testigos de tu amor en este tiempo jubilar.

Te encomendamos, Señor, a las víctimas de Armero,
a sus familias y a toda Colombia,
para que, purificados por el dolor y sostenidos por la fe,
caminemos como peregrinos de esperanza
hacia el Reino eterno donde Tú reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

 

2

 

El Reino de Dios, salvación en acción

 

1. Introducción: reconocer a Dios en lo pequeño

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy la liturgia nos invita a abrir los ojos del alma para reconocer la presencia viva del Reino de Dios entre nosotros. Jesús dice con fuerza: “El Reino de Dios está en medio de ustedes” (Lc 17,21). No es una promesa lejana ni un sueño futuro; es una realidad que ya está germinando, allí donde el bien se abre paso, donde el amor vence al egoísmo, donde la vida se impone al dolor.

En este Año Jubilar, llamado a ser “Peregrinos de la Esperanza”, se nos pide precisamente eso: aprender a ver la salvación en acción, descubrir la presencia discreta del Reino en la historia concreta de los pueblos, en las manos de quienes cuidan, en los corazones que sirven, en la fe de los que perseveran.

Y hoy, al conmemorar los 40 años de la tragedia de Armero, este mensaje resuena con especial fuerza: porque incluso en medio de las ruinas, Dios estuvo presente; su Reino siguió actuando silenciosamente a través de la compasión, la solidaridad y la fe de un pueblo que no se resignó a la desesperanza.


2. La Sabiduría: el rostro de la salvación que ordena y transforma

La primera lectura del Libro de la Sabiduría nos ofrece una descripción sublime de la acción de Dios en el mundo: “La Sabiduría del Señor es un espíritu inteligente, santo, único, múltiple, sutil, móvil, claro, inmaculado, amigo del bien…” (Sab 7,22).

Es decir, la Sabiduría es la forma en que Dios trabaja calladamente dentro de su creación. Es su “sello interior”, su presencia que da armonía y sentido a todo lo que existe.
Cuando esa Sabiduría habita en el corazón humano, la salvación comienza a manifestarse: las heridas se curan, los corazones se reconcilian, la justicia florece y el mal retrocede.

Así también, cada vez que alguien actúa con misericordia, cada vez que un creyente trabaja por la dignidad humana, o un misionero siembra el Evangelio, la Sabiduría de Dios se hace visible, la salvación se pone en movimiento.

Por eso, podemos afirmar sin temor: “La salvación está en acción”.
No es algo estático ni puramente espiritual; es un dinamismo del Espíritu que transforma realidades, que hace nuevas todas las cosas.


3. El Reino está aquí: humilde, silencioso y poderoso

En el Evangelio, los fariseos preguntan a Jesús cuándo llegará el Reino de Dios. Buscaban señales, espectáculos, pruebas visibles. Pero Jesús les responde con la verdad más profunda del Evangelio: “El Reino de Dios no vendrá con apariencias; no dirán: está aquí o está allá, porque el Reino de Dios está entre ustedes.”

Ese Reino no se mide en poder político, ni se impone por la fuerza; se revela en la humildad, en los gestos pequeños, en el amor que sirve.
Es el Reino que germina cuando alguien perdona, cuando un enfermo ofrece su sufrimiento por amor, cuando una madre reza por su hijo, cuando un joven escucha el llamado de Dios y dice “sí” a su vocación.

Jesús nos enseña que la salvación no es un evento futuro, sino una realidad que ya está en marcha, “en acción”.
Está donde la vida se levanta sobre la muerte, donde el amor vence al odio, donde la fe se convierte en obras.
Y si aprendemos a mirar con los ojos del corazón, descubriremos que “el Reino está allí donde unas manos cuidan y levantan”.


4. Armero: el misterio del dolor y la fuerza de la esperanza

Hace cuarenta años, la tragedia de Armero cubrió de lodo y lágrimas el corazón de Colombia.

Miles de vidas se apagaron en cuestión de minutos. Y, sin embargo, entre aquel dolor inenarrable, surgieron signos de salvación en acción: manos que socorrían, oraciones que se elevaban, almas que morían en paz confiando en Dios.

Aquella niña Omayra Sánchez, símbolo de la tragedia, que rezaba y consolaba a los que la rodeaban mientras esperaba su muerte, es un signo de ese Reino que Jesús anunciaba: un Reino que florece en la debilidad, una esperanza que no se rinde.

En medio del desastre, hubo sacerdotes que administraron los sacramentos, religiosas que cuidaron a los heridos, comunidades que se unieron para reconstruir. Allí, entre el barro, el Reino de Dios estaba en medio de nosotros, humilde y silencioso, pero real y vivo.

El recuerdo de Armero nos enseña que la fe no evita la cruz, pero transforma el sufrimiento en camino de redención.
Hoy oramos por las almas de las víctimas, por sus familias, y por todos los que, a través del dolor, han aprendido a confiar en la Sabiduría de Dios que todo lo renueva.


5. La obra evangelizadora y las vocaciones: manos que levantan

Hermanos, el Reino sigue actuando hoy allí donde la Iglesia evangeliza, educa, sirve y acompaña.

La salvación de Dios continúa manifestándose en las parroquias, en los catequistas, en los misioneros, en los consagrados que ofrecen su vida por amor.

Necesitamos más vocaciones sabias y generosas, hombres y mujeres que encarnen la presencia del Reino con su entrega cotidiana.
Cada vocación es una respuesta al llamado de Cristo: “Ven y sígueme, para que mi Reino se haga visible en tu vida.”

Pidamos hoy al Señor que esta Sabiduría —ese “espíritu amigo del bien”— inspire a muchos jóvenes a decir “sí” al servicio del Evangelio. Que nuestra Iglesia en Colombia, purificada por la memoria y fortalecida por la esperanza, siga siendo testimonio de un Reino que salva, sana y levanta.


6. Conclusión: ver los signos de la salvación en acción

El Reino de Dios no está lejos ni dormido.
Está vivo en cada gesto de amor, en cada acto de justicia, en cada lágrima consolada, en cada vocación que florece.
La salvación está en acción allí donde mujeres y hombres trabajan por la dignidad de todos, donde la fe se hace obra, donde el Evangelio se encarna en la historia.

Que en este Año Jubilar aprendamos a reconocer esos signos del Reino.
Que la memoria de Armero nos haga más humanos y más creyentes.
Y que la Sabiduría del Altísimo, Espíritu de vida y esperanza, renueve nuestro compromiso con el Evangelio y con la vida.


Oración final

Señor Jesús,
Salvador del mundo y Rey de la vida,
que nos dices hoy que tu Reino está entre nosotros,
abre nuestros ojos para descubrir tu presencia
en cada signo de amor, de justicia y de esperanza.

Envía tu Espíritu de Sabiduría sobre tu Iglesia,
para que continúe tu obra de salvación,
y suscite nuevas vocaciones al servicio del Evangelio.

Te encomendamos, Señor,
a las víctimas de Armero y a todos los que sufren,
para que su memoria nos haga constructores del Reino
y testigos de la esperanza que no defrauda.

Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

 

3

 

Ver el Reino con los ojos de la fe

 

1. Introducción: un Reino que no se puede medir

Queridos hermanos y hermanas:

En el Evangelio de hoy, Jesús responde a una pregunta de los fariseos que esconde una doble intención: “¿Cuándo vendrá el Reino de Dios?” (Lc 17,20).

Ellos no preguntan con deseo sincero, sino con ironía, quizá para poner a prueba a Jesús, para hacerlo caer en contradicciones. Sin embargo, el Señor, con la sabiduría de quien ve el corazón, responde con una frase que ha atravesado los siglos:
“El Reino de Dios no vendrá con apariencias… porque el Reino de Dios está entre ustedes.”

Es una respuesta desarmadora y profunda. No ofrece una fecha ni un acontecimiento visible, sino una verdad interior: el Reino de Dios no se puede calcular, se debe descubrir; no se observa con los ojos del cuerpo, sino con los ojos de la fe.


2. El Reino que no se observa, pero se experimenta

Jesús nos enseña que el Reino de Dios no se construye con poder ni se impone con violencia. Su presencia es humilde, silenciosa, pero transformadora.
Como la levadura en la masa o la semilla bajo la tierra, el Reino obra desde dentro: crece donde hay amor, perdón, justicia, ternura; donde alguien ora, donde alguien sirve, donde alguien sufre con esperanza.

Los fariseos querían señales visibles, triunfos humanos, victorias espectaculares. Pero Jesús revela que el Reino de Dios ya está en acción, en medio de los que viven según su Palabra.
Por eso, dice San Pablo: “El Reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo” (Rm 14,17).

El Reino no se ve, se percibe.

Y sólo lo percibe quien tiene fe.

La fe es, como decía alguien, la llave que abre el misterio de Dios.
Sin ella, las palabras de Cristo parecen enigma; con ella, se vuelven luz.


3. El don de la fe: mirada que descifra el misterio

Jesús hablaba muchas veces en parábolas o con un lenguaje velado, precisamente para invitar a una escucha más profunda.
Sólo la fe, don del Espíritu, puede levantar ese velo.
La fe es la mirada que ve más allá de la superficie, la que reconoce a Cristo en lo cotidiano, la que distingue su Reino en medio de la historia.

Quien no tiene fe busca signos externos; quien tiene fe encuentra a Dios en el silencio.

Así ocurre también con nosotros: el Señor está en medio de nuestras vidas, pero a menudo no lo percibimos.

Por eso Jesús nos pregunta hoy:

“¿Lo ves? ¿Percibes mi Reino en ti y a tu alrededor? ¿Descubres tu papel en su construcción?”

Estas preguntas son como un espejo espiritual: nos revelan nuestro grado de fe.

Si escuchamos el Evangelio y no comprendemos su profundidad, debemos pedir —como los apóstoles—:
“Señor, aumenta nuestra fe.”

Pero si el corazón se ilumina al oír sus palabras, demos gracias: el Espíritu está obrando, el Reino ya nos habita.


4. El Reino en medio del dolor: memoria de Armero

Hermanos, esta enseñanza adquiere un matiz muy especial hoy, cuando conmemoramos los 40 años de la tragedia de Armero.
Aquel 13 de noviembre de 1985, Colombia lloró como un solo corazón.
Una avalancha arrasó con la vida de más de veinte mil personas. Las imágenes de dolor recorrieron el mundo, y el nombre de Armero se convirtió en símbolo de fragilidad y de fe.

¿Dónde estaba Dios aquella noche?

No en la fuerza del volcán, sino en las manos que socorrían, en los rescatistas que arriesgaron su vida, en las oraciones que subían entre el barro, en los corazones que perdonaron y ayudaron.
Allí, en el sufrimiento, el Reino de Dios también estaba presente, silencioso pero real, actuando en la solidaridad, en la compasión, en la fe de un pueblo que no se rindió.

El Reino se manifestó en los que oraron por los desaparecidos, en las familias que reconstruyeron su vida, en quienes transformaron el dolor en servicio.

El Reino se hizo visible en el amor que vence al miedo y en la esperanza que nunca muere.

Hoy, cuarenta años después, Armero sigue siendo una parábola viva del Reino:

un pueblo sepultado que, sin embargo, dio testimonio de vida, unidad y fe.
Como dice la Escritura: “La sabiduría de Dios se derrama sobre las almas santas y las convierte en amigas de Dios y profetas” (Sab 7,27).
Así también, los testigos de Armero nos profetizan el valor de la esperanza.


5. El Reino en la Iglesia: manos que anuncian y vocaciones que sirven

La obra evangelizadora de la Iglesia es también presencia del Reino en el mundo.

Cada catequista, cada sacerdote, cada consagrada, cada misionero que entrega su vida por el Evangelio, está haciendo visible ese Reino que los ojos humanos no pueden medir.

En este Año Jubilar, la Iglesia nos invita a redescubrir nuestra vocación bautismal:
ser peregrinos de esperanza, sembradores del Reino allí donde la vida duele, donde el amor falta, donde el corazón humano clama por sentido.
Necesitamos nuevas vocaciones que miren con fe, que perciban a Cristo en el pobre, en el enfermo, en el niño, en el migrante.
Vocaciones que no esperen “señales”, sino que sean señales vivas del Reino en medio del mundo.

Pidamos al Señor, entonces, que su Espíritu renueve nuestras comunidades, que su Sabiduría inspire a los jóvenes a decir “sí” a su llamado, y que su Reino siga extendiéndose a través de nuestras manos y nuestras palabras.


6. Conclusión: el Reino está aquí, pero necesita tus ojos

Hermanos, el Reino de Dios no vendrá con estruendo, porque ya está aquí, creciendo en silencio, dentro de ti, entre nosotros.
Está en el perdón que das, en la palabra que consuela, en la fe que te sostiene.
El Reino es Cristo reinando en los corazones que se dejan transformar.

Por eso, al salir de esta Eucaristía, preguntémonos:
¿Percibo la presencia de Dios en mi vida?
¿Soy constructor del Reino en mis gestos y decisiones?
¿O sigo esperando señales espectaculares para creer?

La fe es la lámpara que nos permite ver lo invisible.

Y quien cree, ve.

Ve a Dios actuando, ve el Reino brotando, ve la vida venciendo a la muerte.


Oración final

Señor Jesús,
Tú has dicho que el Reino de Dios está entre nosotros.
Haznos capaces de percibirlo con los ojos de la fe,
de reconocer tu presencia en lo pequeño,
en lo cotidiano, en el silencio y en el dolor.

Aumenta nuestra fe,
para que veamos tu mano obrando en la historia
y seamos instrumentos de tu Reino.

Te encomendamos, Señor,
a las víctimas de Armero y a quienes aún sufren;
que tu misericordia los abrace y tu paz los reciba.

Bendice a tu Iglesia,
suscita nuevas vocaciones
y renueva en nosotros el deseo de evangelizar.

Que, como verdaderos peregrinos de esperanza,
construyamos tu Reino con nuestras vidas
hasta que Tú vuelvas en gloria.

Amén.

 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Gracias por visitar mi blog, Deje sus comentarios que si son hechos con respeto y seriedad, contestaré con mucho gusto. Gracias. Bendiciones




13 de noviembre del 2025: jueves de la trigésima segunda semana del tiempo ordinario-I- 40 años de la tragedia de Armero

  La salvación en acción (Lucas 17, 20–25) “El Reino de Dios está en medio de ustedes”. Está allí, humilde y silencioso, en todo lugar do...