Primer encuentro
La visita de María a
Isabel es la ocasión de un primer encuentro entre sus hijos aún no
nacidos. Más adelante, los dos primos se encontrarán en las
orillas del Jordán, donde Jesús, en el agua, recibirá el bautismo de Juan
Bautista. La salutación
de María a Isabel es el fundamento invertido de
este acontecimiento: un bautismo en el Espíritu,
del cual Jesús es la fuente y Juan Bautista el dichoso receptor,
que salta
de alegría.
Nicolas Tarralle, prêtre assomptionniste
Regocíjate, hija de Sión; grita de júbilo, Israel; alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén. El Señor ha cancelado tu condena, ha expulsado a tus enemigos. El Señor será el rey de Israel, en medio de ti, y ya no temerás. Aquel día dirán a Jerusalén: «No temas, Sión, no desfallezcan tus manos. El Señor, tu Dios, en medio de ti, es un guerrero que salva. Él se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta.» Apartaré de ti la amenaza, el oprobio que pesa sobre ti.
Palabra de Dios
R/. Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel
El Señor es mi Dios y salvador:
confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
Y sacaréis aguas con gozo
de las fuentes de la salvación. R/.
Dad gracias al Señor,
invocad su nombre,
contad a los pueblos sus hazañas,
proclamad que su nombre es excelso. R/.
Tañed para el Señor, que hizo proezas,
anunciadlas a toda la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sión:
«Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel.» R/.
En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre.
Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.»
María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia, como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.»
María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.
Palabra del Señor
✨ "La alegría de la presencia que salva"
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy celebramos la Fiesta de la Visitación de la Santísima Virgen María, una fiesta luminosa, llena de fe, alegría y Espíritu Santo. Nos encontramos en el corazón mismo del misterio de la Encarnación, donde Dios se hace carne, y también en el corazón de la caridad cristiana, donde el amor se pone en camino.
1. Un encuentro prenatal lleno del Espíritu
El Evangelio nos presenta a dos mujeres embarazadas que se encuentran: María y su prima Isabel. Pero detrás de este encuentro, hay una realidad aún más profunda: es Jesús quien va al encuentro de Juan, y es Juan quien salta de gozo al reconocerlo. No es un simple movimiento fetal, sino una verdadera exultación espiritual, un gozo místico que anticipa la misión de ambos: Jesús como Salvador y Juan como su Precursor.
Este detalle nos muestra que la vida humana es sagrada desde el vientre materno, y que el Espíritu Santo actúa ya en ese misterio de la gestación. No se puede ser cristiano sin tener esta mirada llena de reverencia ante toda vida que comienza.
2. Un "bautismo invertido"
Como decía el texto introductorio: esta escena es como un bautismo al revés. En el Jordán, será Juan quien bautice a Jesús. Aquí, en casa de Zacarías, es Jesús quien "bautiza" con su presencia a Juan, y lo llena del Espíritu Santo por medio de la voz de María. Este gesto revela que Jesús es la fuente de la verdadera alegría, la que viene del Espíritu.
3. Una caridad que se pone en camino
María, movida por la gracia y por el anuncio del ángel, no se encierra en su misterio. Sale presurosa, recorre caminos montañosos, lleva consigo a Jesús en su seno, y va al encuentro de quien la necesita. Esta actitud nos habla de una fe que no se queda quieta, sino que se convierte en servicio, en cercanía, en consuelo.
Aquí podemos conectar con la segunda lectura opcional de Romanos 12:
“Que su amor sea sincero, aborrezcan el mal y apeguense al bien. Amense los unos a los otros con amor fraterno, compitan en estimarse mutuamente.”
María encarna perfectamente este estilo de vida cristiana.
4. Un cántico que transforma la historia
Después de la salutación y la bendición de Isabel, María proclama el Magníficat. Con su canto, María interpreta la historia desde la óptica de Dios: Él enaltece a los humildes, derriba a los poderosos, sacia de bienes a los hambrientos… El Magníficat no es solo una oración piadosa: es un manifiesto profético, un canto de liberación, una mirada esperanzada hacia el Reino que comienza con Cristo.
Aquí el Salmo de Isaías 12 resuena como un eco:
“Gritad jubilosos: ¡Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel!”
🙏 Aplicación pastoral:
En este día, el Evangelio nos invita a ser portadores de Cristo, como María. Nos llama a caminar hacia el otro, a dejarnos conducir por el Espíritu para que también nuestros gestos cotidianos —una visita, una palabra, un servicio— puedan ser ocasión de alegría y redención para quienes nos rodean.
En el Año Jubilar, como peregrinos de la esperanza, debemos preguntarnos:
- ¿A quién estoy llamado a visitar con amor?
- ¿Dónde debo llevar a Cristo con alegría?
- ¿Quién necesita de mí un gesto de consuelo?
🙌 Oración final:
Señor Jesús, que por medio de María visitaste y llenaste de gozo a Juan e Isabel, ven también hoy a nuestras casas, a nuestras comunidades y a nuestro corazón. Que, como María, sepamos llevarte a los demás con prontitud y alegría. Y que, como Juan, sepamos reconocerte y exultar de gozo en tu presencia.
Amén.
2
Alegría por la presencia del Señor
Fiesta
de la Visitación de la Santísima Virgen María
“María se puso en camino y fue aprisa a la región
montañosa, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y
sucedió que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su
vientre, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo y exclamó con voz fuerte:
'¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!'”
(Lucas
1, 39–42)
La hermosa fiesta que
celebramos hoy presenta dos embarazos milagrosos.
Uno se realizó por la sombra del Espíritu Santo;
el otro fue la concepción prodigiosa en el seno de una
mujer ya entrada en años. El pasaje de la Escritura citado arriba nos muestra
el primer
encuentro entre María e Isabel, al saludarse en la llegada de
María. Ella había recorrido un largo camino para estar con su prima durante los
últimos meses del embarazo de Isabel. Y en cuanto saludó a Isabel, ocurrió otro
hecho milagroso: el niño en el vientre de Isabel, San Juan Bautista, saltó
de alegría. Así, incluso antes de nacer, Juan comenzó a cumplir
su misión
única de preparar el camino del Señor. Lo hizo en ese momento inspirando
a su propia madre, Isabel, con el conocimiento de la presencia divina del
Salvador en el vientre de María.
Pensemos,
especialmente, en las conversaciones que estas
dos santas mujeres habrán compartido durante los meses que estuvieron juntas.
Aunque las Escrituras solo nos ofrecen un breve vistazo de su diálogo inicial,
podemos estar seguros de que hubo muchas conversaciones profundas,
espirituales y llenas de oración. En particular, esas
conversaciones habrían sido un intercambio mutuo del don espiritual
de la alegría.
La alegría
es mucho más que una emoción. Es de naturaleza espiritual.
No se trata solamente de experimentar algo divertido; es la vivencia de
reconocer la acción de Dios en la vida. Ver a Dios obrando de
forma maravillosa conduce a la gratitud y al regocijo.
Y esa alegría produce una fuerza y una energía que
es contagiosa y edificante.
Todos debemos
esforzarnos por ver la mano de Dios obrando en nuestra propia vida,
de modo que al concentrarnos en sus acciones divinas, también se produzca en
nosotros alegría. Necesitamos alegría. Necesitamos ser
fortalecidos por este don para que seamos animados y alentados a cumplir cada
día su voluntad.
Reflexiona hoy sobre el
testimonio
de alegría que nos dan estas dos santas mujeres. Reconoce que
tú también estás llamado a participar de esa misma alegría al volver
humildemente tu atención a las maneras en que Dios te ha bendecido.
Si sientes que te falta alegría en la vida, examina en qué dejas que tu mente
se detenga durante el día. ¿Te enfocas en el pasado, en heridas, en problemas y
cosas similares? Si es así, esos pensamientos sin duda te llevarán a la
tristeza, e incluso a la desesperanza. Intenta centrar tu mente en
la acción de Dios en tu vida. Observa las muchas bendiciones
que has recibido y saborea esas obras divinas.
Hacer esto te llevará a regocijarte con santa Isabel y con
nuestra Madre bendita.
🙏 Oración final:
Mi
santo Niño Jesús,
cuando habitabas en el sagrado vientre de tu amadísima Madre, tu presencia
provocó un gran gozo en su corazón y también en los corazones de Isabel y Juan.
Ayúdame
a ver tu presencia en nuestro mundo y en mi vida, para que
también yo me llene de la alegría de saber que vienes constantemente a mí.
Jesús,
en Ti confío.
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