Una elección que hacer
¡Qué
extraña estafa la manera de actuar de este administrador! Está en peligro. Ya
no tiene nada que perder y todo por arriesgar.
He
aquí una parábola muy sorprendente, tanto más cuanto que Jesús parece elogiar a
este truhan.
Cuando
Jesús habla en parábolas, pone en escena personajes con los que uno se
identifica o, por el contrario, que uno no quiere imitar de ninguna manera.
También busca sorprender e incluso provocar reacciones para que la persona
avance y se convierta.
Entonces,
¿qué actitud adoptar ante esta parábola?
En
realidad, Jesús no alaba la deshonestidad, sino la habilidad de este
administrador, que hará del dinero un medio al servicio de un fin.
Jesús
denuncia el dinero visto como un ídolo al que se sirve y del que se llega a ser
prisionero.
El
dinero permite vivir, cuidar de los demás, ayudar, sanar, dar alegría; pero
también puede convertirse en el amo de nuestra vida, una especie de dios que
hace pensar que todo se compra.
Ahora
bien, ni la vida ni la felicidad se compran. Una vez más, el mensaje de la
parábola es la urgencia de la conversión, la atención al otro, al pequeño y al
pobre. La riqueza de un hombre no se mide por su billetera, sino por su
capacidad de amar y de dar la vida. ¡No podemos servir a dos señores!
Hay
que elegir: ser libres o prisioneros; decidir quién es nuestro Dios, quién es
nuestro Señor. Entonces seremos hijos de la luz. No podemos servir a Dios y al
dinero.
¿Qué lugar soy capaz de dar a los pequeños y a los pobres
en mi vida y en mi oración?
¿Soy prisionero de mis riquezas?
¿Soy lo bastante libre para denunciar lo que desfigura el rostro de Dios y del
hombre, imagen de Dios?
Benoît Gschwind, évêque de Pamiers
Primera lectura
Am
8, 4-7
Contra
los que “compran al indigente por plata”
Lectura de la profecía de Amós.
ESCUCHEN esto, los que pisotean al pobre
y eliminan a los humildes del país,
diciendo: «¿Cuándo pasará la luna nueva,
para vender el grano,
y el sábado, para abrir los sacos de cereal
—reduciendo el peso y aumentando el precio,
y modificando las balanzas con engaño—
para comprar al indigente por plata
y al pobre por un par de sandalias,
para vender hasta el salvado del grano?».
El Señor lo ha jurado por la Gloria de Jacob:
«No olvidaré jamás ninguna de sus acciones».
Palabra de Dios.
Salmo
Sal
113(112),1-2.4-6.7-8 (R. 9,19a)
R. Alaben al Señor, que
alza al pobre.
O
bien:
R. Aleluya.
V. Alaben, siervos del
Señor,
alaben el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre. R.
V. El Señor se eleva
sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos.
¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que habita en las alturas
y se abaja para mirar
al cielo y a la tierra? R.
V. Levanta del polvo al
desvalido,
alza de la basura al pobre,
para sentarlo con los príncipes,
los príncipes de su pueblo. R.
Segunda lectura
1
Tim 2, 1-8
Que
se hagan oraciones por toda la humanidad a Dios, que quiere que todos los
hombres se salven
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo.
QUERIDO hermano:
Ruego, lo primero de todo, que se hagan súplicas, oraciones, peticiones,
acciones de gracias, por toda la humanidad, por los reyes y por todos los
constituidos en autoridad, para que podamos llevar una vida tranquila y
sosegada, con toda piedad y respeto.
Esto es bueno y agradable a los ojos de Dios, nuestro Salvador, que quiere que
todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.
Pues Dios es uno, y único también el mediador entre Dios y los hombres: el
hombre Cristo Jesús, que se entregó en rescate por todos; este es un testimonio
dado a su debido tiempo y para el que fui constituido heraldo y apóstol —digo
la verdad, no miento—, maestro de las naciones en la fe y en la verdad.
Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, alzando unas manos limpias,
sin ira ni divisiones.
Palabra de Dios
Aclamación
R. Aleluya,
aleluya, aleluya.
V. Jesucristo,
siendo rico, se hizo pobre para enriquecerlos con su pobreza. R.
Evangelio
Lc
16, 1-13 (forma larga)
No
pueden servir a Dios y al dinero
Lectura del santo Evangelio según san Lucas.
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él de derrochar
sus bienes.
Entonces lo llamó y le dijo:
“¿Qué es eso que estoy oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque
en adelante no podrás seguir administrando”.
El administrador se puso a decir para sí:
“¿Qué voy a hacer, pues mi señor me quita la administración? Para cavar no
tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que,
cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa”.
Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero:
“¿Cuánto debes a mi amo?”.
Este respondió:
“Cien barriles de aceite”.
Él le dijo:
“Toma tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta”.
Luego dijo a otro:
“Y tú, ¿cuánto debes?”.
Él contestó:
“Cien fanegas de trigo”.
Le dice:
“Toma tu recibo y escribe ochenta”.
Y el amo alabó al administrador injusto, porque había
actuado con astucia. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con
su propia gente que los hijos de la luz.
Y yo les digo: gánense amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando les
falte, los reciban en las moradas eternas.
El que es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo
poco, también en lo mucho es injusto.
Pues, si no fueron fieles en la riqueza injusta, ¿quién les confiará la verdadera?
Si no fueron fieles en lo ajeno, ¿lo de ustedes, quién se lo dará?
Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y
amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No
pueden servir a Dios y al dinero».
Palabra del Señor.
Lc
16,10-13 (forma breve).
No
pueden servir a Dios y al dinero
Lectura del santo Evangelio según san Lucas.
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«El que es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en
lo poco, también en lo mucho es injusto.
Pues, si no fueron fieles en la riqueza injusta, ¿quién les confiará la
verdadera? Si no fueron fieles en lo ajeno,
¿lo de ustedes, quién se lo dará?
Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y
amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No
pueden servir a Dios y al dinero».
Palabra del Señor.
1
Introducción
Hermanos y hermanas en Cristo, paz y gracia del
Señor.
Hoy celebramos el XXV Domingo del Tiempo
Ordinario en el ciclo C; vivimos también en el contexto del Año Jubilar
que la Iglesia ha convocado para renovar nuestra vida, para que cada creyente
recobre la propiedad más profunda de su ser, se libere de ataduras y se
transforme por la gracia de Dios.
Las lecturas de hoy nos invitan a reflexionar
seriamente sobre cómo administramos lo que Dios nos ha dado — nuestras
riquezas, nuestro tiempo, nuestros talentos — y cómo vivimos la justicia, la
misericordia y la fidelidad.
Primera lectura: Amós 8,4-7
El profeta Amós denuncia con gran valentía
prácticas injustas: alteración de las balanzas, aumento de precios, explotación
del pobre, compra del necesitado con migajas, adulteración de lo que se vende
(hasta vender salvado como trigo.
Estas imágenes son duras, pero son espejo de muchas
realidades: cuando los pobres son “comodines”, cuando la dignidad humana se
reduce a cifra, cuando la justicia económica se olvida. Amós nos llama al
despertar de la conciencia: Dios no olvida, Dios juzgará.
Salmo responsorial: Salmo 112
El salmo se convierte en eco y contrapeso: alaba al
Señor, que se inclina hacia el humilde, que levanta del polvo al desvalido, que
no abandona al pobre.
Este Salmo nos muestra el corazón de Dios:
compasión, cercanía. El justo, dice, no se olvida del pobre, sino que actúa: el
justo se convierte en instrumento de la alabanza de Dios cuando vive en
solidaridad.
Segunda lectura: 1 Timoteo 2,1-8
Pablo exhorta a que se hagan oraciones, súplicas y
acciones de gracias por todos, incluso por los gobernantes, para que podamos
vivir vida apacible y digna, entregada a Dios, en verdad.
Esta lectura nos ubica en otra dimensión: nuestra
responsabilidad de ciudadano/a del Reino, la necesidad de orar y actuar por la
justicia, por la paz, por condiciones dignas para todos, como expresión de
nuestra fe.
Evangelio: Lucas 16,1-13
Jesús presenta la parábola del administrador infiel
o astuto. Se le acusa de derrochar los bienes de su señor; éste lo llama a dar
cuentas, pues lo que gestionaba le pertenece al otro. Jesús usa esta parábola
para enseñarnos: si no somos fieles en lo pequeño, ¿cómo esperaremos serlo en
lo grande? No podemos servir a Dios y al dinero.
En este relato aparece la expresión de “riqueza
injusta” o “dinero tramposo” — es decir, bienes, dinero, poder que pueden
corromper, engañar, crear desigualdad, falsas seguridades. Jesús propone usar
esos bienes como herramientas para el bien, la justicia, la amistad.
Conexión con el Año Jubilar
El Año Jubilar nos invita a renovar: reconciliarnos
con Dios, con los hermanos, con la creación; soltar aquello que oprime, aquello
que nos ata — riqueza egoísta, injusticias, indiferencia ante el pobre —, para
recobrar la propiedad de nuestra dignidad, de nuestra vocación de hijos de
Dios.
En el Jubileo bíblico (véase Levítico, Números,
Deuteronomio), cada cincuenta años se liberaba a los siervos, se perdonaban
deudas, se retornaba la tierra a sus propietarios originales — señal de que
todo viene de Dios y pertenece a Dios; nosotros somos administradores.
Hoy ese espíritu jubilar ilumina las lecturas: Amós
condena la explotación, Lucas nos llama a rendir cuentas, Pablo a orar por la
dignidad de todos; el Salmo nos recuerda la belleza de la compasión de Dios.
Desarrollo temático:
Administración cristiana de lo que Dios nos ha dado
1. Reconocer que todo me ha sido
dado como don
Nada – ni talento, ni tiempo, ni bienes materiales – es producto exclusivo mío.
Dios es dador, proveedor. Nuestra vida, oportunidades, habilidades, se nos
confían para un propósito: servir, amar, construir Reino.
2. Ser conscientes de la
responsabilidad de rendir cuentas
Al igual que el administrador de la parábola fue llamado a dar cuenta, nosotros
también tendremos ese momento. No ante los hombres, sino ante Dios. Así que
cabe preguntarnos: ¿cómo estoy usando mis dones? ¿Estoy haciendo justicia?
¿Estoy ayudando al que sufre? ¿Estoy construyendo amistad? ¿Estoy sirviendo al
prójimo?
3. El “dinero tramposo” como prueba
de fidelidad
Jesús no sólo advierte del peligro que tiene el dinero de esclavizarnos, sino
que propone usarlo bien: compartir, aliviar la miseria, construir puentes de
solidaridad. Cuando el administrador usa su posición para asegurar amigos,
Jesús lo reconoce como astuto (aunque no como modelo moral completo); lo que se
destaca es su previsión: usó lo que tenía para lo que importaba.
En el mundo, muchos ponen toda su
energía en amasar riquezas, en la seguridad material, la acumulación; Jesús nos
propone invertir en lo eterno: en la justicia, en la misericordia, en la
dignidad humana. Esa inversión tiene rendimientos eternos.
4. Vivir el Jubileo aquí y ahora
o
Perdonar
y reconciliar relaciones rotas.
o
Liberarse
de lo innecesario (acumulaciones, consumismo, injusticias personales o
comunitarias).
o
Compartir:
bienes materiales, talentos, tiempo, para quienes más lo necesitan.
o
Orar:
pedir al Señor gracia para ver lo que Él ve, para tener corazón misericordioso.
Aplicación concreta
Para nuestra comunidad parroquial, algunas líneas
de acción podrían ser:
- Identificar
a los necesitados en nuestra comunidad: personas solas, familias pobres,
quienes sufren injusticias económicas; ¿cómo podemos acompañarles
concretamente?
- Promover
espacios de corresponsabilidad: proyectos donde los talentos se pongan al
servicio de otros (educación, cuidado, solidaridad).
- Reflexionar
individualmente: ¿qué hago con mi dinero, mi tiempo? ¿Lo ofrezco para
compartir, para embellecer el Reino de Dios?
- Vivir
la conversión personal: examinar las ataduras que me impiden liberar al
otro, liberar a mí mismo; reconocer el dinero, la comodidad, el egoísmo,
como posibles ídolos.
Conclusión y llamada al
compromiso
Hermanos y hermanas, el Señor no nos advierte para
condenarnos, sino para despertarnos. En el Año Jubilar, Dios nos quiere
restaurar: que vivamos como verdaderos hijos e hijas, que lo que poseemos no
nos posea; que nuestras riquezas interior y exterior sean cauces de gracia, de
justicia y de amor.
Hoy Jesús nos invita: “Sé fiel en lo poco para
que te confíe lo mucho”, “No podéis servir a dos señores”. Que
podamos elegir siempre servir a Dios, sirviendo al prójimo, actuando con
justicia, compartiendo lo que somos y lo que tenemos.
Pidámosle al Señor la gracia de la autenticidad
cristiana: amar con generosidad, administrar con responsabilidad, vivir con
sencillez, para que cuando llegue la hora de rendir cuentas, no tengamos
vergüenza, sino alegría al presentar ante Él lo que con amor hemos construido.
Oración final
Señor Dios nuestro, en este Año Jubilar te damos
gracias por los dones recibidos: la vida, la fe, las habilidades, los bienes.
Te pedimos sabiduría para ser buenos
administradores: que usemos lo que nos has dado no para aislarnos, sino para
unirnos, no para acumular solo para nosotros, sino para compartir.
Que tu justicia se extienda sobre nosotros; que tu
misericordia nos impulse a reparar lo que está roto; que tu luz ilumine las
sombras de nuestras conciencias.
Que seamos instrumentos de paz, de fraternidad, de
dignidad humana.
Señor, haz de mi corazón un corazón jubileño:
siempre abierto, siempre grato, siempre dispuesto a amar.
Amén.
2
Introducción
Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
Hoy, durante este fin de semana dedicado al amor y
la amistad en Colombia, celebramos también el Domingo XXV del Tiempo
Ordinario, bajo el ciclo C, y dentro del marco del Año Jubilar. Dios
nos regala este momento para revisar nuestros corazones: no sólo lo que
decimos, sino cómo vivimos lo que poseemos —el dinero, los talentos, nuestro
tiempo— y cómo estos bienes se reflejan en nuestras relaciones, en el amor y la
amistad.
Escuchamos hoy lecturas que denuncian la injusticia
económica, alaban la misericordia divina hacia los humildes, nos llaman a la
oración por todos, y nos confrontan con la posibilidad de servir sólo a un
Señor: ¿seremos esclavos del dinero o verdaderos amigos, verdaderos servidores
del amor?
I. Las lecturas del día: una mirada comprensiva
1. Amós 8,4-7 nos revela prácticas
intolerables: el despojo del pobre, el engaño en las balanzas, la explotación,
comprar al necesitado por migajas, vender lo malo como si fuese bueno. Dios no
olvida esas cosas, y llama a la conversión.
2. El Salmo 112 proclama que
Dios levanta al pobre, lo saca del polvo, lo sienta entre los príncipes de su
pueblo. Es una imagen poderosa: lo que el mundo desecha, Dios lo ennoblece.
3. En 1 Timoteo 2,1-8, Pablo
insiste en que oremos por todos, incluso por quienes ejercen autoridad, para
vivir vidas tranquilas y dignas. Dios quiere la salvación de todos, porque
Cristo se dio por todos.
4. El Evangelio de Lucas 16,1-13
presenta la parábola del administrador infiel. Jesús nos cuestiona con una
historia difícil: un hombre que actúa con astucia para asegurar su futuro
cuando su señor lo despide. Jesús pone de relieve dos cosas: la fidelidad
incluso en lo pequeño, y que no podemos servir a Dios y al dinero al mismo
tiempo.
II. Reflexión
Ante esta parábola contada hoy Jesús en el evangelio
hay una elección que hacer: ¿a quién servimos? Se nos presenta un administrador
que, aunque está en peligro, aún puede escoger. Se nos dice que Jesús no alaba
la deshonestidad, sino la astucia – es decir, la capacidad de usar los recursos
como medios para algo mayor que uno mismo.
El dinero puede servirnos para bien: para vivir,
cuidar de otros, compartir, hacer alegría, amor, amistad. Pero también puede
convertirse en un amo cruel, un dios falso que promete seguridad, prestigio o
bienestar, pero que termina aprisionando el corazón.
Hoy, en este fin de semana del amor y la amistad,
la parábola nos invita a reflexionar: ¿qué lugar damos a los “pequeños”, a los
necesitados, al hermano herido? ¿Somos libres para amar, para dar sin esperar,
para elegir al otro, pues la amistad cristiana exige renuncia, escucha,
servicio?
III. Aplicaciones concretas en el Año Jubilar y en
nuestra vida cristiana
En el contexto del Jubileo, Dios nos llama a
renovarnos, a liberarnos de lo que oprime y a vivir con mayor entrega,
compasión y fraternidad.
1. Elegir a nuestro Señor
Cada día, en decisiones pequeñas —¿usted a quién
sirve cuando decide gastar, cuando decide dedicar su tiempo, cuando decide con
quién relacionarse? — se revela a quién hemos elegido como Señor: al dinero, al
egoísmo, al prestigio… ¿O a Dios y al hermano?
2. Ser amigos del pobre, de quien
sufre
En una cultura que celebra bajo los lemas “amor” y “amistad”, hacer amistad
auténtica incluye solidaridad: estar disponibles, compartir tiempo, atender al
herido, acompañar al que sufre, no usar la amistad como mercancía, sino como
entrega.
3. Fidelidad en lo pequeño
Jesús nos advierte: si no somos fieles en lo poco,
¿cómo nos confiará lo grande? Ser fiel significa honestidad cotidiana,
integridad en lo financiero, en las palabras, en los compromisos familiares,
comunitarios. Significa cumplir con lo justo, no engañar, no manipular.
4. Libertad para denunciar lo que
desfigura
Cuando vemos injusticias —económicas, sociales,
morales— Jesús nos invita a no permanecer indiferentes. En la fidelidad a Dios,
hay también profetismo: decir la verdad, acompañar al débil, denunciar los
sistemas que aplastan. En el Año Jubilar, ese denunciar debe hacerse siempre
con misericordia, con ánimo de restaurar, reconstruir.
IV. Amor, amistad y riqueza verdadera
Celebramos el amor y la amistad, preciosos dones de
Dios. Y Dios nos revela que la amistad más profunda no se compra, no se mide en
regalos, no se mide en estatus, sino en entrega, fidelidad, servicio.
- Un
amigo es quien comparte, aun cuando no tenga mucho.
- Un
amigo es el que da su tiempo, su escucha, su apoyo, su lealtad.
- Un
amigo es quien sufre con el otro, se alegra con el otro.
Si nuestras amistades se basan en lo material, en
lo que puedo dar o recibir, corren el riesgo de ser frágiles, utilitarias. Pero
si nos basamos en la compasión, en la solidaridad, en la donación generosa,
entonces construimos relaciones capaces de resistir pruebas, de ser luz en
medio de la oscuridad.
V. Invitación decisiva: elección de vida
Hoy, ante Dios, les propongo:
- Elijan
servir a Dios sobre todas las cosas. Que el dinero, los talentos, el
tiempo sean medios para amar, no ídolos que domestican el alma.
- Elijan
la amistad generosa: con los pobres, con los necesitados, con quienes
sufren.
- Permitan
que el Jubileo transforme sus gestos: que haya perdón, reconciliación,
restitución, solidaridad tangible.
Conclusión
Hermanos y hermanas, vivimos un momento precioso.
En este fin de semana del amor y la amistad, Dios nos invita a purificar
nuestros afectos: que no estemos enamorados del dinero, del poder, del
prestigio… sino del humilde Dios hecho pobre, del Dios que nos llama a amar
hasta dar la vida.
Que este Año Jubilar sea para nosotros un tiempo de
renovación de la amistad con Dios, de fidelidad con los dones que Él nos ha
dado, de generosidad para con nuestros hermanos. Que al final de la vida
podamos escuchar: “Bien, buen siervo, entrégate a lo que es verdadero, entra en
la alegría de tu Señor”.
Oración final
Señor Jesús, Tú que elegiste ser amigo de los
pobres, que te hiciste pobre por nosotros, que enseñaste que no podemos servir
a dos amos, te pedimos:
Danos corazón libre para servirte solo a Ti.
Convierte nuestros bienes en medios de solidaridad, nuestras amistades en
testimonios de tu amor.
Haz que este Año Jubilar sea para nosotros año de elección, de conversión, de
reconciliación, de compartir.
Que el amor y la amistad verdadera florezcan en
nuestras vidas como señales de tu Reino.
Amén.
3
Queridos hermanos y hermanas en Cristo, que la paz
y la gracia del Señor estén con todos vosotros.
Hoy la Palabra de Dios nos sacude, nos hace mirar
dónde ponemos nuestro afecto, nuestra energía, nuestras prioridades. En este
Año Jubilar, Dios nos regala la ocasión de renovar nuestro compromiso, de
reenfocar la vida hacia lo verdaderamente importante.
El evangelio de este domingo nos habla de prudencia
sobrenatural, de cómo los “hijos de luz” debemos aprender a usar nuestras
facultades —el tiempo, los talentos, los bienes, la inteligencia— con
sabiduría, no simplemente movidos por lo pasajero, lo beneficio inmediato o las
miradas de los hombres, sino por la voluntad de Dios. Esa prudencia nos invita
a ordenar nuestra existencia de tal modo que todo realce el amor, la justicia,
la verdad, la misericordia.
Hoy contemplaremos cómo Amós, como Salmo 112 y
Pablo en la carta a Timoteo, nos invitan a esa misma conversión, esa misma
prudencia espiritual, y veremos cómo podemos aplicarla en este momento de
gracia jubilar.
I. Lectura de Amós 8,4-7: la
denuncia de la injusticia económica
El profeta Amós denuncia prácticas que ultrajan a
los más débiles: sobreprecios, medidas falsas, explotación de los pobres, venta
de productos de mala calidad, abuso de la necesidad del otro como oportunidad
de lucro.
Estas cosas no son solo errores técnicos, sino
signos de un corazón endurecido. Personas que dicen adorar a Dios, que cumplen
con los cultos, que incluso están atentas al calendario religioso, pero cuyas
acciones cotidianas hieren al otro, pisotean la justicia, manipulan la verdad,
buscan su beneficio sin importarle la dignidad humana. Amós no calla: Dios ve,
recuerda y exige rectitud.
En el contexto del Año Jubilar, esta lectura nos
llama a ese examen: ¿Dónde en nuestra vida, en nuestra comunidad, estamos
permitiendo que la codicia, el egoísmo, la indiferencia hacia los pobres se
cuelen silenciosamente? ¿Dónde hemos dejado que nuestro trato con los demás o
con los bienes sea injusto, aún sin darnos cuenta?
II. Salmo 112: bendición de los
que temen al Señor
El Salmo le canta la belleza de quien “teme al
Señor”, de quien vive con reverencia, honra sus mandamientos, confía sin
vacilar. Habla de una justicia que no se vende, de generosidad, de compasión,
de integridad que resplandece incluso en la adversidad
No es promesa de una vida sin problemas, sino de
una fidelidad que lleva a experimentarla presencia de Dios, aun en medio de la
oscuridad. Quien teme al Señor no vive dominado por el miedo, por la ansiedad
de perderlo todo, sino con la seguridad de que Dios es justo, que Él se inclina
hacia el necesitado, lo sostiene y lo levanta. Esa confianza da valor para
elegir el bien, aún cuando lo justo no convenga, aún cuando exigir justicia
imponga riesgos personales.
III. Segunda lectura: 1 Timoteo
2,1-8: oración y universalidad de la salvación
Pablo exhorta a que se hagan oraciones, súplicas,
intercesiones y acciones de gracias por todos, incluso por los gobernantes,
para que vivamos una vida apacible, digna, piadosa.
La comunidad cristiana no puede encerrarse en
intereses particulares o personales. Tiene una dimensión universal: la
salvación, la dignidad, la justicia para todos. Oramos no sólo por los que
amamos, no sólo por los que comparten nuestras ideas, sino también por quienes
no conocemos, por quienes sufren, por quienes necesitan reparación. Esa oración
forma parte de la prudencia sobrenatural: reconocer que todo lo que hacemos
tiene impacto más allá de nuestro círculo, que somos interdependientes, que la
justicia y la paz no son bienes parciales sino bienes comunes.
IV. Lectura evangélica y el
comentario sobre la “prudencia sobrenatural”
En la parábola del administrador deshonesto
(Evangelio de Lucas 16,1-13) Jesús elogia no la deshonestidad, sino la
astucia, la habilidad para mover recursos, anticiparse, usar lo que se tiene para
lo que realmente importa.
Los “hijos de este mundo” —los que buscan riqueza,
poder, comodidad— muchas veces son más diligentes en usar su ingenio, su
tiempo, su energía para objetivos materiales que los “hijos de la luz” para
cosas espirituales: oración, caridad, amistad, justicia, amor. El reto es
grande: aprender a usar esa inteligencia, esa energía, pero alineada con el
Reino de Dios.
V. Integración: prudencia natural
y sobrenatural al servicio del Jubileo
¿Qué significa vivir esta prudencia cristiana,
especialmente en este Año Jubilar?
- Reordenar
prioridades:
ver qué cosas ocupan mi tiempo, mi esfuerzo, mi preocupación. ¿Qué está
primero en mi lista de proyectos, de sueños, de preocupaciones? ¿Dios, el
servicio, la justicia, la amistad, la misericordia están al tope? ¿O lo
material, lo inmediato, lo cómodo?
- Vivir
justicia concreta: como Amós, denunciar y reparar lo que sea injusto: prácticas de
explotación, oportunismo económico, desigualdades abusivas. Ser agentes de
justicia en lo ordinario: en el comercio, en el trabajo, en nuestras
relaciones.
- Oración
auténtica: no
como rutina, sino intercesión real por todos —por los que mandan, por los
que sufren, por los invisibles—. Pedir que Dios nos dé “prudencia
sobrenatural” para discernir su voluntad, para actuar con sabiduría, para
priorizar lo eterno sobre lo efímero.
- Generosidad
y cercanía:
uso de bienes, talentos, tiempo no para agrandar mi vida solamente, sino
para compartir con los que lo necesitan. Construir amistades verdaderas,
ser presencia de luz, servicio, consuelo. Porque la riqueza de la vida no
se mide en lo que poseo, sino en lo que doy.
- Conversión
continua:
pedir al Señor un corazón que se convierta, que no se conforme, que no se
deje anestesiar por la comodidad, por la riqueza, por la indiferencia.
Aprovechar este Año Jubilar como tiempo de gracia para cambiar lo que deba
cambiar, para liberar lo que esclaviza, para amar más profundamente.
VI. Aplicaciones concretas para
nuestra comunidad
- Que
en nuestra parroquia, en nuestros grupos, haya espacios de reflexión: “¿En
qué uso mi tiempo y mis recursos?”. Que podamos compartir testimonios de
conversión concreta, de personas que han decidido reordenar su vida.
- Que
fomentemos proyectos sociales: ayuda al necesitado, acompañamiento,
compartir lo que tenemos, no solo con dinero, sino con tiempo, escucha,
amistad.
- Que
nuestra oración comunitaria incluya intercesión por justicia, por quienes
padecen las desigualdades económicas, por líderes locales para que
gobiernen con equidad y compasión.
- Que
los jóvenes, las familias, los mayores se animen a vivir el servicio no
como algo agotador, sino como llamado gozoso, como parte de la vocación de
hijos de Dios, beneficiados del Jubileo.
VII. Conclusión
Amados hermanos y hermanas: “prudencia
sobrenatural” no es un lujo ni una virtud opcional: es imprescindible si
queremos ser de los hijos de luz, si queremos que nuestra vida tenga sentido
eterno, si queremos que este año jubilar marque de verdad un antes y un después
en nuestra espiritualidad.
Dios nos llama hoy a elegir: ¿servir al dinero, al
ego, a nuestra comodidad? ¿O servirle a Él, amar al hermano, vivir con
justicia, generosidad, oración, amistad? Que el temor santo del Señor, la
reverencia por su voluntad, la justicia para con los pobres, la oración por
todos, y la amistad entregada sean los signos con los que Él nos reconozca como
sus hijos e hijas.
Pidamos
al Señor:
Señor
sabiduría y prudencia divina,
que mi vida, mis deseos, mis proyectos, estén alineados con tu voluntad,
que use el tiempo, los talentos, los bienes para amarte, servirte,
glorificarte, y amar a mi hermano.
En este Año Jubilar, haz de mí un discípulo de luz.
Amén.
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