miércoles, 3 de septiembre de 2025

4 de septiembre del 2025: jueves de la vigésima segunda semana del tiempo ordinario- I

 

La alegría gratuita de Dios

(Colosenses 1, 9-14) Pablo invita a sus corresponsales a dar “gracias a Dios Padre” en la alegría. Esta última no se confunde con una alegría meramente afectiva; proviene de ese don del Espíritu al cual estamos invitados a conformar nuestra vida. Es una alegría que se alimenta de la conciencia —siempre en proceso, nunca acabada— de la gratuidad del don de Dios, que nos hace partícipes de su vida. Esto supone detenerse y mirar la propia existencia con una mirada contemplativa, iluminada por la Palabra.

Emmanuelle Billoteau, ermite

 


Primera lectura

Col 1,9-14

Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino del Hijo de su amor

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses.

HERMANOS:
No dejamos de orar por ustedes y de pedir que consigan un conocimiento perfecto de su voluntad con toda sabiduría e inteligencia espiritual.
De esa manera su conducta será digna del Señor, agradándole en todo; fructificando en toda obra buena, y creciendo en el conocimiento de Dios, fortalecidos plenamente según el poder de su gloria para soportar todo con paciencia y magnanimidad, con alegría, dando gracias a Dios Padre, que los ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz.
Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado
al reino del Hijo de su amor,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.

Palabra de Dios.

 

Salmo

Sal 98(97),2-3ab.3cd-4. 5-6 (R. 2a)

R. El Señor da a conocer su salvación.

V. El Señor da a conocer su salvación,
revela a las naciones su justicia.
Se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. 
R.

V. Los confines de la tierra han contemplado
la salvación de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
griten, vitoreen, toquen. 
R.

V. Tañan la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamen al Rey y Señor. 
R.

 

Aclamación

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Vengan en pos de mí -dice el Señor- y los haré pescadores de hombres. R.

 

Evangelio

Lc 5,1-11

Dejándolo todo, lo siguieron

Lectura del santo Evangelio según san Lucas.

EN aquel tiempo, la gente se agolpaba en torno a Jesús para oír la palabra de Dios. Estando él de pie junto al lago de Genesaret, vio dos barcas que estaban en la orilla; los pescadores, que habían desembarcado, estaban lavando las redes.
Subiendo a una de las barcas, que era la de Simón, le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:
«Rema mar adentro, y echen sus redes para la pesca».
Respondió Simón y dijo:
«Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes».
Y, puestos a la obra, hicieron una redada tan grande de peces que las redes comenzaban a reventarse. Entonces hicieron señas a los compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Vinieron y llenaron las dos barcas, hasta el punto de que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús diciendo:
«Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador».
Y es que el estupor se había apoderado de él y de los que estaban con él, por la redada de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
Y Jesús dijo a Simón:
«No temas; desde ahora serás pescador de hombres».
Entonces sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

Palabra del Señor.

 

1

Homilía

“Saber decir gracias y dejar a Cristo subir a nuestra barca”

Queridos hermanos en el Señor:

1. La gratitud como inicio del discipulado

San Pablo, en su carta a los Colosenses, nos regala hoy una clave fundamental para la vida cristiana: “damos gracias a Dios Padre que nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz” (Col 1,12). La vida de fe comienza siempre con un “gracias”. Quien no es agradecido, difícilmente reconoce los dones de Dios, ni su paso discreto y amoroso en la historia. Pablo enseña que la primera oración del creyente no es una súplica, sino un agradecimiento: gracias por la fe recibida, por la comunidad, por el amor que ya obra en nosotros, por el rescate que nos ha librado de las tinieblas.

En este Año Jubilar, estamos llamados a redescubrir la gratitud como punto de partida de toda vocación y misión. El joven que siente el llamado al sacerdocio, la religiosa que consagra su vida, el catequista que ofrece su tiempo, los padres que educan en la fe a sus hijos… todos comienzan diciendo: “Gracias, Señor, porque me llamas a servir, aunque no lo merezca”.

2. La barca de Pedro: símbolo de nuestra vida

El Evangelio nos sitúa a orillas del lago de Genesaret, donde Jesús pide a Pedro: “Apártate un poco de tierra y deja que suba a tu barca” (Lc 5,3). Para un pescador, la barca lo es todo: su trabajo, su sustento, su seguridad. Jesús pide lo más íntimo, lo más preciado, para convertirlo en instrumento de evangelización.

Pedro, cansado después de una noche de fracaso, deja que Jesús entre en su vida. Y desde allí, desde esa barca frágil, Jesús predica a la multitud y luego invita a remar mar adentro. El fracaso humano se convierte en posibilidad de gracia cuando dejamos a Cristo actuar. Lo que ayer fue cansancio y vacío, hoy se transforma en abundancia de peces, en sobrecogimiento y en vocación.

También a nosotros, el Señor nos pide lo mismo: “Préstame tu barca, tu vida, tu tiempo, tu talento, tu fragilidad… déjame subir”. Cada vocación nace de ese gesto sencillo: permitir que Cristo transforme lo cotidiano en espacio de misión.

3. La misión evangelizadora de la Iglesia

El relato termina con una invitación clara: “Desde ahora serás pescador de hombres” (Lc 5,10). Pedro, Santiago y Juan lo dejan todo y siguen a Jesús. Aquí encontramos la raíz de toda vocación cristiana: no se trata solo de creer, sino de anunciar; no se trata solo de recibir, sino de compartir.

La Iglesia existe para evangelizar. Cada parroquia, cada comunidad, cada familia cristiana está llamada a ser barca de salvación que lanza las redes al mar del mundo para invitar a todos a la mesa del Reino. La evangelización no es tarea de unos pocos, sino de todos: sacerdotes, consagrados, laicos, jóvenes, ancianos. En este Año Jubilar, la Iglesia es llamada a ser peregrina de esperanza, a proclamar que Cristo sigue vivo y que su Palabra transforma vidas.

4. Vocaciones: respuesta confiada al “rema mar adentro”

Queridos hermanos, la escena de Pedro que rema mar adentro es también un ícono vocacional. El llamado de Cristo siempre invita a ir más allá de lo esperado, más allá del miedo, más allá de nuestras fuerzas. Cada vocación es un salto de confianza. Por eso necesitamos orar hoy por los jóvenes que sienten la inquietud de consagrarse, por los matrimonios que desean ser testigos de fe, por los misioneros que dejan su tierra, por los sacerdotes que sostienen a la comunidad, por las religiosas que son signo de amor gratuito.

El Jubileo es tiempo propicio para renovar este clamor: “Aquí me tienes, Señor, envíame”. No basta hablar de crisis de vocaciones; necesitamos comunidades que inspiren confianza, familias que acompañen, pastores que sepan alentar, hermanos que den testimonio de alegría. La barca de la Iglesia solo avanzará si muchos reman juntos, si muchos se atreven a decir “sí” al Señor.

5. Aplicación pastoral y psicológica

Desde un ángulo humano, todos conocemos el sabor del fracaso: proyectos que no resultan, esfuerzos que parecen inútiles, cansancio acumulado. Como Pedro, a veces sentimos que hemos trabajado toda la noche sin lograr nada. Sin embargo, Jesús nos invita a no quedarnos en la frustración, sino a confiar en su Palabra: “Echa las redes otra vez”. Es una lección psicológica de resiliencia y de esperanza: no dejarnos paralizar por los fracasos, sino permitir que el Señor los transforme en oportunidad de crecimiento.

La evangelización de la Iglesia no será fecunda si se encierra en el desaliento o la nostalgia. Solo será fecunda si, con gratitud y confianza, seguimos lanzando las redes con creatividad, alegría y valentía.


Conclusión

Queridos hermanos:

Hoy la Palabra nos enseña dos actitudes esenciales para el camino jubilar: decir gracias y prestar la barca. Gracias a Dios por el don de la fe, por nuestra comunidad, por las vocaciones que brotan en medio de nosotros. Y prestar la barca de nuestra vida para que Cristo predique, para que su Evangelio se anuncie, para que su Reino llegue a todos.

Que esta Eucaristía nos fortalezca para remar mar adentro, para confiar más allá de los fracasos y para responder con generosidad al llamado del Señor. Y que María, Estrella del Mar, guíe siempre nuestra barca en las aguas del mundo.

 

2

 

“La alegría gratuita de Dios que transforma nuestra vida”

Queridos hermanos en Cristo:

1. El regalo de la alegría en el Espíritu

San Pablo, escribiendo a los colosenses, insiste en un aspecto esencial de la vida cristiana: la gratitud y la alegría. Dice que debemos dar “gracias a Dios Padre” en la alegría. Pero no se trata de un simple bienestar emocional, pasajero, condicionado por circunstancias externas. Es una alegría más profunda, enraizada en el don del Espíritu Santo, que nos hace hijos amados y herederos de la vida eterna.

En un mundo que confunde la felicidad con el placer inmediato, el cristiano aprende a reconocer que la verdadera alegría nace de la conciencia de que todo es gracia. No somos dueños de la vida, ni de la fe, ni de la misión; todo nos ha sido dado gratuitamente. Y de esa gratuidad surge la alegría que sostiene, incluso en medio de la prueba.

2. Una alegría contemplativa

Pablo invita a detenernos y a mirar nuestra existencia con ojos iluminados por la Palabra. Esa mirada contemplativa nos ayuda a descubrir que Dios está en todo y que todo es don: la fe que recibimos en el bautismo, la comunidad que nos sostiene, la misión que se nos confía. Si vivimos de prisa, atrapados por el activismo o la rutina, no alcanzamos a percibir esa gratuidad. El Jubileo nos invita precisamente a hacer pausa, a mirar la historia de nuestra vida y de nuestra Iglesia con gratitud y esperanza.

3. Evangelización desde la alegría

El Evangelio de hoy (Lc 5,1-11) nos recuerda la escena de Pedro y los primeros discípulos. Después de una noche de cansancio y fracaso, Jesús entra en la barca y los invita a remar mar adentro. El resultado es asombroso: una pesca abundante que despierta en Pedro la certeza de estar ante el Señor.

Aquí también aparece la alegría gratuita de Dios. Pedro no “merecía” ese milagro; había fracasado, estaba agotado, y sin embargo la gracia se derramó. La evangelización, hermanos, no nace de estrategias humanas, ni de cálculos, ni de éxitos planificados. Nace de la alegría de saberse amado y elegido gratuitamente por Dios. Cuando una comunidad evangeliza desde la alegría, atrae, contagia, convence.

4. Vocaciones al servicio del Reino

Hoy rezamos especialmente por las vocaciones. Una vocación no se explica por méritos personales, ni por talentos naturales, sino por la gratuidad de Dios que llama. Muchos jóvenes quizás se sienten indignos, incapaces, insuficientes, como Pedro al decir: “Apártate de mí, Señor, que soy un pecador”. Pero Jesús no se aparta; al contrario, lo llama: “No temas, desde ahora serás pescador de hombres”.

El Jubileo es ocasión para despertar en la Iglesia un nuevo entusiasmo vocacional: sacerdotes, religiosos, religiosas, laicos comprometidos… todos llamados a ser testigos de una alegría que no viene de nosotros, sino de Dios. Esa alegría gratuita es la mejor propaganda vocacional: nadie sigue a Cristo por miedo o por obligación, sino porque ha descubierto el gozo de su amor.

5. Aplicación a nuestra vida

Hermanos, ¿qué significa esto para nosotros hoy?

  • Significa dar gracias cada día por el don de la fe y la comunidad.
  • Significa cultivar una mirada contemplativa que descubra en lo pequeño la grandeza de Dios.
  • Significa evangelizar con alegría, no desde la queja ni desde la tristeza.
  • Significa apoyar y orar por las vocaciones, confiando en que el Señor sigue llamando y que muchos jóvenes dirán “sí” si ven en nosotros un testimonio alegre y agradecido.

Conclusión

Queridos hermanos:

La alegría gratuita de Dios es el sello del verdadero discípulo. Pablo nos invita a vivir agradecidos; el Evangelio nos recuerda que Cristo se sube a nuestra barca para transformar nuestros fracasos en abundancia; el Jubileo nos llama a ser peregrinos de esperanza, testigos de una Iglesia que evangeliza desde la alegría.

Pidamos al Señor que nos regale siempre esta alegría, para que con gratitud, confianza y valentía podamos decir: “Aquí estamos, Señor, envíanos”.

 

3

“Un encuentro personal que transforma la vida”

 

Queridos hermanos:

1. El encuentro que lo cambia todo

El Evangelio de hoy nos presenta una de las escenas más conmovedoras de la vocación de Pedro. Después de la pesca milagrosa, al ver su barca llena hasta desbordar, Pedro cae de rodillas ante Jesús y exclama: “Apártate de mí, Señor, que soy un pecador” (Lc 5,8).

Es un momento decisivo. Pedro no se queda en la admiración del milagro ni en la alegría por la abundancia. Ve más allá: reconoce en Jesús la presencia de Dios y, al mismo tiempo, reconoce en sí mismo su fragilidad y su pecado. En este gesto humilde está resumida toda la dinámica de la fe: encontrar al Señor, reconocernos necesitados de Él y abrirnos a la misión.

2. Tres pasos en el camino del discipulado

El comentario que inspira nuestra reflexión señala tres etapas en esta experiencia de Pedro:

1.    Ver con los ojos de la fe. Pedro no solo vio peces; vio la gracia de Dios manifestada en lo ordinario de su vida. Jesús tomó lo que era central en su existencia —la pesca— y lo convirtió en signo de poder divino. Así también el Señor actúa con nosotros: se hace presente en nuestras tareas cotidianas, en la familia, en el trabajo, en el servicio pastoral, para que allí reconozcamos su amor.

2.    Reconocer el propio pecado. El milagro no lleva a Pedro a creerse más, sino a hacerse consciente de su pequeñez. Cuanto más cerca estamos de Dios, más sentimos nuestra indignidad. No para hundirnos en la culpa, sino para abrirnos al perdón. Es una lección espiritual y psicológica: el verdadero encuentro con Cristo nos desnuda interiormente, nos hace sinceros, nos ayuda a enfrentar lo que escondemos y nos impulsa a un cambio profundo.

3.    La llamada y la misión. Jesús no se aleja del pecador, sino que lo levanta: “No temas”. Palabras de consuelo que liberan y abren futuro. Pedro y sus compañeros dejan todo y siguen al Señor. Aquí nace la vocación: no como fruto de méritos personales, sino como respuesta confiada al amor gratuito de Cristo.

3. Evangelizar desde la experiencia del perdón

Este pasaje ilumina la misión evangelizadora de la Iglesia. No anunciamos a Cristo como teorías ni como ideas bonitas, sino como Alguien a quien hemos encontrado personalmente. Evangeliza quien ha sentido la mirada de Jesús en su vida, quien ha experimentado su perdón y su misericordia. La evangelización brota del corazón que se ha dejado tocar por la gracia y que, como Pedro, ha pasado del miedo a la confianza.

En este Año Jubilar, el Papa nos recuerda que estamos llamados a ser “Peregrinos de la Esperanza”. Y no hay mayor esperanza que la que nace de escuchar a Jesús decirnos: “No tengas miedo”. Una Iglesia que se sabe perdonada y sostenida por la gracia es una Iglesia que puede salir con alegría a anunciar el Evangelio.

4. Vocaciones: llamados en lo cotidiano

Este relato también nos habla de vocaciones. Jesús no llamó a Pedro en un templo ni en un retiro, sino en la faena diaria de la pesca. Allí donde Pedro se sentía experto y fracasado a la vez, allí lo sorprendió el Señor. Esto nos enseña que Dios sigue llamando en lo cotidiano: en las aulas de clase, en las familias, en los grupos juveniles, en la misión diaria.

Muchos jóvenes se sienten indignos o inseguros, como Pedro: “Señor, apártate de mí, que soy pecador”. Pero Jesús repite hoy lo mismo: “No tengas miedo”. Él no llama a los perfectos, sino a los disponibles. El Jubileo es ocasión para orar intensamente por las vocaciones: que haya sacerdotes, religiosas, laicos consagrados y matrimonios santos que, habiendo visto al Señor, se atrevan a dejarlo todo y seguirlo.

5. Una lección de vida y de psicología espiritual

Este pasaje también nos enseña una lección humana: cuando nos encontramos con la grandeza de Dios, descubrimos nuestra vulnerabilidad. Esto puede generar miedo, pero en realidad es un camino hacia la libertad. Reconocer la propia fragilidad no nos destruye, sino que nos abre a la gracia. Psicológicamente, es un proceso de integración: aceptar lo que somos, con luces y sombras, y permitir que Cristo nos transforme.

El discipulado no comienza con la perfección, sino con la humildad. No comienza con el “yo puedo”, sino con el “Señor, confío en ti”.


Conclusión

Queridos hermanos:
El Evangelio de hoy nos invita a revivir el gesto de Pedro: caer de rodillas ante Jesús, reconocer nuestro pecado, escuchar su voz que nos dice: “No tengas miedo”, y levantarnos para seguirlo. Cada Eucaristía es un nuevo encuentro personal con Cristo, que transforma nuestras miserias en gracia y nos envía como misioneros de esperanza.

Que María, Estrella del Mar, nos acompañe para que no temamos remar mar adentro, y que este Año Jubilar sea un tiempo fecundo de encuentro personal con Cristo, de evangelización alegre y de abundantes vocaciones.

 

 

 

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