lunes, 8 de septiembre de 2025

9 de septiembre del 2025: martes de la vigésima tercera semana del tiempo ordinario-I- Memoria de san Pedro Claver, presbítero

 

Santo del día:

San Pedro Claver

1580-1654. Nacido cerca de Barcelona, ​​este jesuita se trasladó a Cartagena (Colombia), donde, durante cuarenta años, se dedicó a ayudar a los esclavos negros deportados a América. Fue canonizado en 1888.

 


El triunfo de la fe y del amor

(Colosenses 2, 6-15) El autor de la carta a los Colosenses tiene un gran sentido de la fórmula. Presenta el bautismo como una verdadera resurrección, el paso de una vida a otra.

Es en todo nuestro ser, y por lo tanto en nuestro cuerpo, donde se juega la victoria sobre la “carne”, es decir, el triunfo de la fe y del amor sobre las “fuerzas que rigen el mundo”: el miedo, la inquietud, la sed de tener y de poder, que repliegan al ser humano sobre sí mismo.

Jean-Marc Liautaud, Fondacio

 


Primera lectura

Col 2,6-15

El Señor los vivificó con él, y nos perdonó todos los pecados

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses.


HERMANOS:
Ya que han aceptado a Cristo Jesús, el Señor, procedan unidos a él, arraigados y edificados en él, afianzados en la fe que les enseñaron, y rebosando agradecimiento.
Cuidado con que nadie los envuelva con teorías y con vanas seducciones de tradición humana, fundadas en los elementos del mundo y no en Cristo.
Porque en él habita la plenitud de la divinidad corporalmente, y por él, que es cabeza de todo Principado y Potestad, han obtenido su plenitud.
En él han sido también circuncidados con una circuncisión no hecha por manos humanas mediante el despojo del cuerpo de carne, con la circuncisión de Cristo.
Por el bautismo fueron sepultados con Cristo y han resucitado con él, por la fe en la fuerza de Dios que lo resucitó de los muertos. Y a ustedes, que estaban muertos por sus pecados y la incircuncisión de su carne, los vivificó con él, y nos perdonó todos los pecados.
Canceló la nota de cargo que nos condenaba con sus cláusulas contrarias a nosotros; la quitó de en medio, clavándola en la cruz, y, destituyendo por medio de Cristo a las Potestades y los Principados, los exhibió en público espectáculo, y los llevó cautivos en su cortejo.

Palabra de Dios.

 

Salmo

Sal 145(144),1-2.8-9.10-11 (R. 9a)

R. El Señor es bueno con todos.

V. Te ensalzaré, Dios mío, mi rey;
bendeciré tu nombre por siempre jamás.
Día tras día, te bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás. 
R.

V. El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas. 
R.

V. Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles.
Que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas. 
R.

 

Aclamación

R.  Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Yo los he elegido del mundo -dice el Señor-, para que vayan y den fruto, y su fruto permanezca. R.

 

Evangelio

Lc 6,12-19

Pasó la noche orando. Escogió a doce, a los que también nombró apóstoles

Lectura del santo Evangelio según san Lucas.

EN aquellos días, Jesús salió al monte a orar y pasó la noche orando a Dios.
Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió de entre ellos a doce, a los que también nombró apóstoles: Simón, al que puso de nombre Pedro, y Andrés, su hermano;
Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Simón, llamado el Zelote; Judas el de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor.
Después de bajar con ellos, se paró en una llanura con un grupo grande de discípulos y una gran muchedumbre del pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón.
Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados por espíritus inmundos quedaban curados, y toda la gente trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los curaba a todos.

Palabra del Señor.

 

1

 

Con Cristo es suficiente (Col 2,6-15)

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy la Palabra de Dios nos invita a una certeza fundamental: Cristo es suficiente. San Pablo, escribiendo a los colosenses, advierte de los peligros de dejarse arrastrar por falsas enseñanzas, filosofías vacías y prácticas que no conducen a la vida. A esos primeros cristianos —y también a nosotros— les recuerda que quien tiene a Cristo lo tiene todo, porque en Él habita la plenitud de Dios.

1. La plenitud en Cristo

El apóstol insiste: no necesitamos añadir nada a Cristo, porque en Él se nos ha revelado el rostro del Padre. Cuántas veces también hoy somos tentados a buscar fuera de Cristo la plenitud de sentido: en ideologías, espiritualidades superficiales, en promesas fáciles de bienestar. Pero, como dice Pablo, todo eso es humo.
Lo esencial es permanecer arraigados en Cristo, edificados en Él, firmes en la fe. Por eso, el bautismo no es solo un rito de iniciación, sino la experiencia radical de morir con Cristo y resucitar con Él. Sumergidos en el agua, hemos dejado atrás la vida del pecado; saliendo del agua, hemos comenzado una vida nueva.

2. Una Iglesia “equipo de choque”

El evangelio de hoy (Lc 6,12-19) nos presenta a Jesús después de una noche de oración eligiendo a los Doce apóstoles. Son su “equipo de choque”: hombres distintos, con sus luces y sombras, pero llamados a ser columnas de la Iglesia.
Ese grupo diverso nos recuerda que la Iglesia no es un club selecto, sino una comunidad misionera que integra diferencias y las pone al servicio de un único fin: anunciar el Reino de Dios. Jesús llama y envía a cada uno, no porque sean perfectos, sino porque son capaces de dejarse transformar por Él.
Hoy, la misión sigue vigente: cada uno de nosotros es parte de ese “equipo apostólico” en el mundo. Nuestra diversidad, cuando se vive en comunión, es fuerza evangelizadora.

3. San Pedro Claver, servidor de los más pobres

En este día hacemos memoria de San Pedro Claver, jesuita que en el puerto de Cartagena de Indias se hizo “esclavo de los esclavos para siempre”. Bautizó a miles de africanos recién desembarcados, les llevó alimento, cuidado y consuelo. No solo los atendió en su cuerpo, sino que los reconoció en su dignidad de hijos de Dios.
Pedro Claver es ejemplo vivo de lo que significa estar arraigados en Cristo: quien vive en Cristo no puede permanecer indiferente al sufrimiento del hermano. Él comprendió que la plenitud de Cristo se hace concreta en el servicio, en la caridad, en la defensa de los más pequeños.

4. Un Año Jubilar de esperanza

En el marco de este Año Jubilar, la liturgia nos recuerda que estamos llamados a ser peregrinos de la esperanza, testigos de la misericordia de Dios que renueva todo. Jubileo significa volver al centro, volver a Cristo, reconocer que solo Él basta, que todo lo demás es pasajero.
Hoy, además, oramos de modo especial por nuestros benefactores. Gracias a ellos, la Iglesia mantiene en pie muchas obras de evangelización, caridad y misión. Así como Pedro Claver se entregó al servicio de los más necesitados, también muchos benefactores —con su apoyo silencioso y generoso— hacen posible que la Buena Nueva llegue más lejos. Que el Señor los bendiga abundantemente.

5. Aplicaciones concretas

  • Vivir el bautismo: recordar cada día que somos bautizados, muertos al pecado y vivos para Dios.
  • Ser Iglesia en salida: como los apóstoles, dejarnos enviar a anunciar con palabras y gestos el Evangelio.
  • Imitar a San Pedro Claver: servir con compasión, especialmente a los más olvidados.
  • Agradecer a los benefactores: reconocer que su aporte es parte del “equipo apostólico” que hace viva la misión.

Oración final

Dios todopoderoso y Padre nuestro,
en Cristo Jesús nos has dado la plenitud de tu amor y tu gracia.
Haz que, arraigados en Él, no nos dejemos seducir por falsas seguridades,
sino que vivamos como bautizados que mueren al pecado y resucitan a la vida nueva.
Concédenos, a ejemplo de San Pedro Claver,
ser servidores de los más pequeños y defender la dignidad de cada ser humano.
Bendice a nuestros benefactores,
que con generosidad sostienen la misión de la Iglesia,
y haznos, en este Año Jubilar,
peregrinos de esperanza en medio del mundo.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.

 

2

 

El triunfo de la fe y del amor (Col 2,6-15)

Queridos hermanos y hermanas:

La liturgia de hoy nos recuerda que el cristianismo no es simplemente una idea, ni un conjunto de doctrinas, sino una vida nueva en Cristo. San Pablo lo expresa con fuerza: el bautismo es un verdadero paso de la muerte a la vida, de las tinieblas a la luz, de la esclavitud del pecado a la libertad de los hijos de Dios.

1. El bautismo: una resurrección en Cristo

El apóstol presenta el bautismo como una resurrección. No es un simple signo externo, sino la experiencia radical de morir con Cristo y resucitar con Él. Esto significa que en cada bautizado se da un cambio profundo: ya no vivimos bajo el dominio de la carne, entendida como las fuerzas del egoísmo, la codicia, el miedo y el orgullo, sino que vivimos en la dinámica del Espíritu, que es fe y amor.
El bautismo nos recuerda que no podemos vivir encerrados en nosotros mismos. Quien se encierra por miedo, por inseguridad o por el afán de poseer y dominar, en realidad no vive. Solo el amor abre el corazón, solo la fe lo fortalece.

2. Cristo vence a las fuerzas del mundo

San Pablo dice que en Cristo ha sido desarmado todo poder que nos esclaviza. Hoy también hay “fuerzas del mundo” que buscan dominar: la cultura del consumismo, la idolatría del poder, la indiferencia frente al dolor humano. El cristiano está llamado a vencer estas fuerzas con la fe y el amor.
El triunfo de Cristo no se mide en riquezas ni en títulos, sino en la capacidad de amar hasta el extremo, como Él lo hizo en la cruz.

3. La comunidad apostólica: diversidad que se convierte en misión

El evangelio nos muestra a Jesús eligiendo a los Doce. Diversos, frágiles, pecadores, pero escogidos para ser testigos. Así también nosotros: la Iglesia es una comunidad de personas distintas, llamadas a unirse no por conveniencia, sino por misión. El triunfo de la fe y del amor se hace visible cuando dejamos que Cristo transforme nuestras diferencias en riqueza y nuestras debilidades en fortaleza.

4. San Pedro Claver: el triunfo del amor sobre la esclavitud

Hoy celebramos la memoria de San Pedro Claver, jesuita que hizo del Evangelio un compromiso radical de amor. Mientras muchos veían a los esclavos africanos como mercancía, él los reconoció como hermanos. Se hizo “esclavo de los esclavos” para llevarles la ternura de Cristo, bautizarlos y cuidar de ellos. Su vida es testimonio del triunfo del amor sobre el odio, de la fe sobre la injusticia.
Pedro Claver nos enseña que la verdadera victoria cristiana no se da en el dominio sobre otros, sino en el servicio generoso y compasivo.

5. Año Jubilar y acción de gracias por los benefactores

En este Año Jubilar somos llamados a ser peregrinos de la esperanza, a volver a lo esencial: Cristo muerto y resucitado que nos da vida nueva. Y hoy, de manera especial, damos gracias por nuestros benefactores, hombres y mujeres que, con su ayuda discreta y generosa, sostienen la misión de la Iglesia. Ellos, aunque quizá no predican con palabras, hacen posible que la Palabra llegue a más corazones. En ellos también se refleja el triunfo del amor sobre el egoísmo.


🙏 Oración final

Señor Dios de la vida,
tú nos has dado en el bautismo el paso de la muerte a la resurrección.
Haz que la fe y el amor triunfen en nuestro corazón
sobre el miedo, la codicia y la indiferencia.
Que a ejemplo de San Pedro Claver
sepamos reconocer en cada persona la dignidad de hijo tuyo.
Bendice a nuestros benefactores,
que con su generosidad prolongan tu obra en la Iglesia.
Y en este Año Jubilar, haznos testigos alegres
del triunfo de Cristo Resucitado en el mundo.
Amén.

 

3

 

Escuchar y sanar: con Cristo es suficiente

Queridos hermanos y hermanas:

La liturgia de hoy nos ofrece un mensaje profundamente unitario que se articula en tres movimientos: la primera lectura de San Pablo a los colosenses, el salmo responsorial y el evangelio de San Lucas. Todos convergen en una certeza: Cristo es suficiente, porque en Él tenemos la victoria del amor que sana y transforma.

1. La plenitud de Cristo: victoria sobre el pecado

San Pablo recuerda a los colosenses que en Cristo hemos recibido la plenitud de Dios. Ellos estaban tentados por falsas filosofías y prácticas que prometían salvación, pero el apóstol insiste: el bautismo nos ha dado todo. Ser bautizados significa haber pasado por una verdadera resurrección: morir al pecado y resucitar a la vida nueva en Cristo.
Pablo nos dice que “desarmó a los poderes y principados, los exhibió públicamente y los llevó cautivos en el cortejo triunfal de Cristo” (Col 2,15). Esta es la gran victoria: no es el poder del mundo, sino el triunfo de la fe y del amor sobre el miedo, la codicia y la violencia.

2. El canto del salmo: la bondad de Dios para todos

El Salmo 144 prolonga este mensaje con un canto de confianza: “El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia. El Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas”.
El salmista proclama que la misericordia de Dios se derrama sin distinción. Su compasión abraza a todos, como lo hará Jesús en el evangelio, acogiendo tanto a judíos como a paganos. El salmo nos enseña a responder al don del bautismo con un corazón agradecido y confiado en la bondad del Señor.

3. El evangelio: escuchar y sanar

San Lucas nos presenta a Jesús en la llanura rodeado de multitudes de discípulos y de gente que llegaba de todas partes, incluso de Tiro y Sidón, territorios paganos. Venían con dos deseos: escucharlo y ser sanados. Y Lucas lo resume con una frase maravillosa: “todos querían tocarlo, porque de Él salía una fuerza que sanaba a todos”.
Aquí se cumple lo que proclamamos en el salmo: el Señor es bueno con todos, compasivo con todas sus criaturas. Jesús es la misericordia del Padre hecha carne, y su palabra, junto a sus gestos de sanación, son signos de un Reino que libera.
Sin embargo, el mayor milagro no es la curación externa, sino la transformación interior. La fuerza de Cristo que sana es, ante todo, su palabra viva que cambia el corazón, que nos hace pasar del egoísmo a la entrega, del miedo a la confianza, de la soledad a la comunión.

4. San Pedro Claver: escuchar el clamor, sanar con amor

Hoy celebramos a San Pedro Claver, el jesuita que en Cartagena se hizo “esclavo de los esclavos”. Él encarnó el evangelio que hemos escuchado: supo escuchar el clamor de los hombres y mujeres esclavizados, y se hizo para ellos instrumento de sanación, cuidando sus cuerpos y dignificando sus almas con el bautismo y el consuelo cristiano.
En Pedro Claver vemos que la verdadera escucha de Cristo nos lleva a salir de nosotros mismos para servir, y que la verdadera sanación pasa por reconocer la dignidad de cada ser humano como hijo de Dios.

5. Año Jubilar y gratitud por los benefactores

En este Año Jubilar, el Señor nos invita a vivir como peregrinos de la esperanza, reconociendo que en Cristo tenemos lo esencial y que Él basta. Hoy, además, damos gracias a Dios por nuestros benefactores, que con su generosidad hacen posible que la Iglesia continúe escuchando y sanando a tantas personas en cuerpo y alma. Ellos son testigos silenciosos de la misericordia de Dios que es “cariñoso con todas sus criaturas”.


Aplicaciones concretas

  • Recordar nuestro bautismo: morir al pecado, resucitar en Cristo, vivir como hombres y mujeres nuevos.
  • Responder como el salmista: confiar en la bondad de Dios y alabar su misericordia en todo momento.
  • Dejarse tocar por Cristo: abrirse a la fuerza sanadora de su palabra y de su gracia.
  • Imitar a San Pedro Claver: ser signos de dignidad y amor en medio de un mundo que todavía margina y esclaviza.
  • Agradecer a los benefactores: reconocerlos como colaboradores de la misión, instrumentos de la bondad de Dios.

Oración final

Señor Jesús,
tú eres la plenitud de Dios en medio de nosotros.
Haz que recordemos siempre la gracia de nuestro bautismo,
que nos une a tu muerte y resurrección.
Que tu Palabra viva transforme nuestro corazón
y tu gracia sane nuestras heridas.
Que, a ejemplo de San Pedro Claver,
sepamos escuchar el clamor de los más pobres
y ser instrumentos de tu amor compasivo.
Bendice a nuestros benefactores,
que sostienen con generosidad la misión de tu Iglesia.
Y en este Año Jubilar,
haznos peregrinos de esperanza y testigos de tu misericordia.
Amén.

 

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9 de septiembre: San Pedro Claver, presbítero —

Memoria en EE. UU.
1581–1654
Patrono de: las misiones africanas, los afroamericanos, las misiones entre personas negras, los pueblos negros, las misiones extranjeras, la justicia interracial, los esclavos y de Colombia.
Invocado contra: la esclavitud.
Canonizado por: el papa León XIII el 15 de enero de 1888.

 


📜 Cita

“Ayer, 30 de mayo de 1627, en la fiesta de la Santísima Trinidad, desembarcaron de un gran navío numerosos negros traídos de los ríos de África. Llevando dos canastas de naranjas, limones, dulces, bizcochos y no sé qué más, nos apresuramos hacia ellos. Al acercarnos a sus alojamientos, pensamos que entrábamos en otra Guinea. Tuvimos que abrirnos paso a la fuerza entre la multitud hasta llegar a los enfermos. Un gran número de ellos yacían en el suelo húmedo o más bien en charcos de barro. Para evitar la humedad excesiva, alguien había pensado en amontonar una mezcla de tejas y pedazos de ladrillo roto. Ese, entonces, era su lecho, muy incómodo no solo por esa razón, sino sobre todo porque estaban desnudos, sin ninguna ropa que los protegiera…”


~ Carta de San Pedro Claver


✝️ Reflexión

San Pedro Claver nació en 1581 en Verdú, Cataluña, España, en el seno de una familia devota y de clase acomodada. Poco se conoce de sus primeros años. A los veinte ingresó en el noviciado jesuita y fue enviado a estudiar al colegio de Montesión, en Mallorca. Allí conoció al hermano Alfonso Rodríguez, portero del colegio durante cuarenta y seis años, hombre de humildad, piedad y discernimiento espiritual. Pedro buscó su consejo y nació entre ambos una amistad que lo marcaría. Animado por Rodríguez, decidió ser misionero en las colonias españolas de América. En 1610 partió hacia Cartagena de Indias, en la actual Colombia.

La ciudad portuaria de Cartagena, fundada en 1533, era en el siglo XVII un centro estratégico del comercio trasatlántico de esclavos. Para cuando Pedro Claver fue ordenado sacerdote, se calcula que unos 10.000 esclavos eran transportados anualmente en barcos españoles hasta Cartagena, donde luego eran vendidos.

Las condiciones en los barcos eran inhumanas: cadenas, hacinamiento, hambre, enfermedades. Se estima que un tercio de los esclavos moría durante la travesía. Los colonizadores recurrieron a los africanos porque la población indígena había sido diezmada por enfermedades europeas. Pese a protestas de algunos sectores de la Iglesia, incluida la voz de papas, el tráfico y los abusos continuaron.

En Cartagena, tras completar estudios en Tunja y Bogotá, Pedro fue ordenado sacerdote. Mientras la mayoría de los clérigos atendía a los colonizadores, él decidió que su “parroquia” serían los esclavos. En su profesión perpetua escribió de su puño y letra: “Pedro Claver, esclavo de los esclavos para siempre.”

Durante 38 años de ministerio en Cartagena, se calcula que catequizó y bautizó a más de 300.000 esclavos. Su práctica era esperar en el puerto la llegada de cada barco, a menudo cargado con 500 personas encadenadas, maltratadas y famélicas tras meses de travesía. Con un grupo de intérpretes y colaboradores, entraba en las bodegas pestilentes, donde hallaba muertos y enfermos. Los atendía con alimentos, medicinas improvisadas, y hasta con gestos de ternura inauditos: besaba sus llagas, chupaba el pus de sus heridas, lavaba sus cuerpos con sus pañuelos. Alimentaba a los hambrientos, bautizaba a los niños, consolaba con palabras de fe y esperanza.

Su enfoque era único: más que agitar rebeliones, buscaba la salvación de las almas. Anunciaba a Cristo crucificado, levantaba el crucifijo mostrando al Dios que había sufrido por ellos y les ofrecía la libertad interior que ningún amo podía quitarles. La dignidad que les devolvía no dependía de condiciones externas, sino de la fe y el bautismo que los hacía hijos de Dios.

Cuando no había barcos, recorría las plantaciones visitando a los esclavos ya bautizados. Dormía en sus barracones, compartía su comida y les enseñaba la fe. Si caían en pecados, los corregía con firmeza y cariño, restaurando su dignidad cristiana.

Después de más de 40 años de ministerio, Pedro cayó enfermo y pasó sus últimos días soportando malos tratos de un esclavo encargado de cuidarlo. Lejos de quejarse, ofreció ese sufrimiento como penitencia, uniéndolo a la cruz de Cristo y a la suerte de aquellos a quienes había servido toda su vida.

La Escritura dice: “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15,13). San Pedro Claver, “esclavo de los esclavos”, gastó su vida en el servicio más radical y generoso, ofreciendo esperanza y salvación a quienes vivían en condiciones inhumanas.

Su ejemplo nos interpela hoy: luchar contra la injusticia es esencial, pero trabajar por la salvación de las almas es la obra de misericordia más grande. Él nos recuerda que, incluso en medio de sufrimientos y opresiones, nadie puede arrebatarnos la dignidad y la alegría si vivimos en Cristo y dejamos que su misericordia nos transforme.


🙏 Oración

San Pedro Claver, emprendiste un camino hacia el infierno de la esclavitud y la deshumanización, causado por la avaricia y la falta de respeto por la dignidad humana. Allí llevaste la luz de Cristo y la gracia de los sacramentos, ofreciendo esperanza a los más necesitados.
Ruega por mí, para que yo sea un faro de esperanza en medio de las tinieblas, que predique siempre a Cristo crucificado y ponga la salvación de las almas —comenzando por la mía— como la primera prioridad de mi vida.
San Pedro Claver, ruega por nosotros.
Jesús, en Ti confío.

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