Salió el sembrador a sembrar…
(Mateo13,1-9) No es un sembrador cualquiera. No es un
agricultor metódico que calcula la productividad del campo ni evita la pérdida.
Es el Sembrador Eterno,
aquel que sale de sí mismo —como la Palabra sale del Silencio— y va hacia el
mundo con la generosidad de un Dios que no teme el fracaso.
Esta
parábola no es solo un cuento agrícola: es una epifanía escondida, un sacramento de la
pedagogía divina. En la costa de un lago galileo, entre gente sencilla y
corazones rotos, Jesús no predica dogmas sino que lanza semillas de infinito.
Habla con la voz del Padre, siembra con las manos del Espíritu, y se hace él
mismo semilla que muere para dar fruto.
Quien
escucha con oídos del cuerpo, oye una historia.
Quien escucha con el corazón, presiente un abismo.
Porque toda parábola es una puerta
entreabierta al Reino, un lenguaje que vela más de lo que
revela, una luz que hiere los ojos si el alma no ha sido purificada por la sed.
Jesús
habla a todos, pero no todos entienden. Porque el lenguaje del Reino solo lo entienden los que lo desean,
los que buscan como el ciervo sediento en el salmo, los que tienen el corazón
labrado por la noche, la oración, el silencio.
Este
evangelio no solo nos habla de
un Dios que siembra, sino también de un Dios que espera con paciencia misionera.
El Reino no se impone: se insinúa. No se construye con decretos, sino con
disponibilidad. No se entiende con la razón sola, sino con el alma que arde.
La
misión de la Iglesia, en este tiempo jubilar, no es otra que esta: salir con el Sembrador,
aventurarse al camino, al pedregal, al corazón enmarañado de espinas, con la
certeza de que en algún
rincón del mundo —y del alma— hay tierra buena, esperando una
semilla, una palabra, un gesto, un testigo.
En
la aurora de este día, el Evangelio se nos ofrece como semilla. El sembrador ya
ha salido. El campo es el mundo. El surco eres tú.
¿Serás tierra abierta o
tierra cerrada?
¿Te dejarás sembrar?
P. Gusqui
Primera lectura
Éx
16, 1-5. 9-15
Haré
llover pan del cielo para ustedes
Lectura del libro del Éxodo.
TODA la comunidad de los hijos de Israel partió de Elín y llegó al desierto
de Sin, entre Elín y Sinaí, el día quince del segundo mes después de salir de
Egipto.
La comunidad de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón en el
desierto, diciendo:
«¡Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en la tierra de Egipto, cuando nos
sentábamos alrededor de la olla de carne y comíamos pan hasta hartarnos! Nos
han sacado a este desierto para matar de hambre a toda la comunidad».
El Señor dijo a Moisés:
«Mira, haré llover pan del cielo para ustedes: que el pueblo salga a recoger la
ración de cada día; lo pondré a prueba, a ver si guarda mi instrucción o no. El
día sexto prepararán lo que hayan recogido y será el doble de lo que recogen a
diario».
Moisés dijo a Aarón:
«Di a la comunidad de los hijos de Israel: “Acérquense al Señor, que ha
escuchado sus murmuraciones”».
Mientras Aarón hablaba a la comunidad de los hijos de Israel, ellos se volvieron
hacia el desierto y vieron la gloria del Señor que aparecía en una nube.
El Señor dijo a Moisés:
«He oído las murmuraciones de los hijos de Israel. Diles: “Al atardecer comerán
carne, por la mañana se hartarán de pan; para que sepan que yo soy el Señor su
Dios”».
Por la tarde una bandada de codornices cubrió todo el campamento; y por la
mañana había una capa de rocío alrededor del campamento. Cuando se evaporó la
capa de rocío, apareció en la superficie del desierto un polvo fino, como
escamas, parecido a la escarcha sobre la tierra. Al verlo, los hijos de Israel
se dijeron:
«¿Qué es esto?».
Pues no sabían lo que era. Moisés les dijo:
«Es el pan que el Señor les da de comer.
Palabra de Dios.
Salmo
Sal
78(77),18-19.23-24.25-26.27-28 (R. 24b)
R. El Señor les dio pan
del cielo.
V. Tentaron a Dios
en sus corazones,
pidiendo una comida a su gusto;
hablaron contra Dios: «¿Podrá Dios
preparar una mesa en el desierto?». R.
V. Pero dio orden
a las altas nubes,
abrió las compuertas del cielo:
hizo llover sobre ellos maná,
les dio pan del cielo. R.
V. El hombre comió
pan de ángeles,
les mandó provisiones hasta la hartura.
Hizo soplar desde el cielo el levante,
y dirigió con su fuerza el viento sur. R.
V. Hizo llover carne
como una polvareda,
y volátiles como arena del mar;
los hizo caer en mitad del campamento,
alrededor de sus tiendas. R.
Aclamación
R. Aleluya,
aleluya, aleluya.
V. La semilla
es la palabra de Dios, y el sembrador es Cristo; todo el que lo encuentra vive
para siempre. R.
Evangelio
Mt
13,1-9
Cayó
en tierra buena y dio fruto
Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
AQUEL día salió Jesús de casa y se sentó junto al mar. Y acudió a él tanta
gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó y toda la gente se quedó de
pie en la orilla.
Les habló muchas cosas en parábolas:
«Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, una parte cayó al borde del camino;
vinieron los pájaros y se la comieron.
Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y como la
tierra no era profunda brotó enseguida; pero en cuanto salió el sol, se quemó y
por falta de raíz se secó.
Otra cayó entre abrojos, que crecieron y la ahogaron.
Otra cayó en tierra buena y dio fruto: una, ciento; otra, sesenta; otra,
treinta.
El que tenga oídos, que oiga».
Palabra del Señor.
1
Dios siembra, Dios alimenta, Dios
espera...
1. Introducción: El Dios
sembrador y proveedor
En medio de un pueblo que murmura, que duda, que se
cansa del camino, la liturgia de hoy nos presenta a un Dios que no se cansa de
sembrar, de alimentar, de buscar el corazón humano. El maná en el desierto y la
semilla en la parábola del sembrador son dos rostros de ese mismo Dios: padre
providente y sembrador de vida.
Nosotros, como Israel, muchas veces olvidamos las
maravillas de Dios. Dudamos. Nos quejamos. Y, sin embargo, Él sigue fiel. Nos
da el pan para el cuerpo y la Palabra para el alma. Porque Él es Dios de
promesas y de esperanza, y en este Año Jubilar, se nos invita a renovar esa
confianza peregrina.
2. Primera lectura: El maná en el
desierto – Dios responde al hambre del pueblo
El pueblo está en el desierto. El hambre física lo
lleva a la murmuración espiritual. Se han olvidado de la esclavitud de Egipto y
añoran las ollas llenas... aunque fueran de opresión. Pero Dios, con ternura y
firmeza, responde: les envía codornices al atardecer y maná en la mañana.
Este gesto tiene sabor de Eucaristía. El maná fue
anticipo del Pan del Cielo, Cristo mismo, que nos sigue alimentando en el
desierto del mundo. Dios escucha el clamor de su pueblo y no lo
abandona, incluso cuando este es ingrato. Como en nuestro tiempo, donde la
Iglesia sigue siendo lugar donde Dios alimenta a los cansados y siembra en los
corazones sedientos.
3. Evangelio: El sembrador y la
diversidad de tierras
Jesús sale de casa, se sienta junto al lago, y
desde una barca lanza su mensaje a la multitud. La imagen del sembrador es
sencilla pero profunda: Dios siembra en todos los terrenos. No
selecciona. No discrimina. Él confía, incluso donde parece que no habrá
fruto.
La semilla es la misma, pero el terreno varía.
Y eso nos lleva a preguntarnos: ¿qué tipo de tierra soy hoy? ¿Camino
endurecido? ¿Tierra superficial? ¿Corazón con espinas? ¿O suelo fértil?
Esta pregunta no es para condenarnos, sino para
llamarnos a la conversión. Porque la tierra puede cambiar: el desierto
puede florecer, las espinas pueden ser arrancadas, el suelo pedregoso puede ser
ablandado por la gracia.
4. Santa Brígida: Tierra buena en
medio del mundo
La memoria de Santa Brígida ilumina esta liturgia.
Fue esposa, madre de ocho hijos, mística, consejera de reyes y reformadora,
y terminó como peregrina por Europa, buscando la unidad y la santidad de la
Iglesia.
Brígida fue buena tierra: escuchó la Palabra de
Dios en visiones, la vivió en el matrimonio, la compartió en el consejo a los
poderosos, la sufrió en la incomprensión, y la predicó como peregrina
incansable.
Hoy, Europa y el mundo entero necesitan nuevas
Brígidas: laicos y consagrados, hombres y mujeres que hagan de su vida un
terreno fecundo para la Palabra y testigos de esperanza.
5. Aplicación al Año Jubilar:
Tierra que peregrina, tierra que acoge
El Jubileo nos pone en movimiento, como pueblo que
sale de Egipto, como sembrador que confía, como Brígida que camina. Estamos
llamados a ser peregrinos de la esperanza, no espectadores de la fe.
En esta peregrinación espiritual:
- La
Palabra es la semilla.
- La
Eucaristía es el maná.
- El
Espíritu es la lluvia que fecunda la tierra.
Y nosotros somos el terreno que Dios quiere
cultivar con ternura y paciencia. Cada comunidad, cada familia, cada
parroquia, cada emisora que evangeliza como Gusqui Stereo, es también campo
donde el Reino quiere brotar.
6. Conclusión: De la murmuración
a la conversión
Hoy, la Palabra nos llama a revisar el corazón.
¿Qué lugar ocupa la Palabra de Dios en mi vida? ¿La escucho? ¿La dejo penetrar?
¿La cuido? ¿La traduzco en obras?
Y también nos invita a reconocer los signos del
maná diario que Dios nos da:
- El
alimento que no falta.
- La
Palabra proclamada.
- El
abrazo de la comunidad.
- El
consuelo en la oración.
🙏 Oración final:
Señor, en
este año jubilar, haz de mí tierra buena.
Arranca mis espinas, rompe mi dureza, y quita la superficialidad que me impide
dar fruto.
Aliméntame con tu Palabra y con tu Pan.
Que como Santa Brígida, peregrine con fe, escuche con el corazón,
y viva como discípulo sembrador de esperanza.
Amén.
2
Parábolas para corazones que
peregrinan
1. Introducción: ¿Por qué habla
Jesús en parábolas?
Jesús no elige discursos fríos ni teorías
abstractas. Se sienta junto al mar y comienza a contar historias. Lo hace
porque sabe que el corazón humano se abre más fácilmente cuando se ve reflejado
en una historia. Una parábola no impone, propone; no obliga, invita a
pensar, a meditar, a descubrir.
Hoy nos habla del sembrador. Y no lo hace solo para
explicar cómo crece el Reino, sino para interpelar a cada uno: ¿qué clase de
terreno soy? ¿Cómo recibe mi corazón la Palabra de Dios? ¿La dejo germinar o la
asfixio?
2. Primera lectura: Dios habla
también en el hambre del pueblo
En el desierto, el pueblo murmura. Tiene hambre,
duda de la providencia de Dios. Pero Dios no responde con reproche, sino con
generosidad. Les da maná y codornices. Les da pan del cielo, figura de la
Eucaristía.
El maná y la semilla son imágenes distintas pero
conectadas: ambas son expresión del Dios que habla, alimenta, enseña y
transforma. Un pueblo peregrino necesita pan para el cuerpo y Palabra para
el alma. ¡Y Dios ofrece ambos!
3. La pedagogía divina: provocar
una santa curiosidad
Hay una clave preciosa:
Pensar en la parábola lleva a una curiosidad
santa, una apertura del alma que desea comprender lo profundo. Jesús sabía
que muchos no estaban listos para recibir enseñanzas explícitas. Por eso ofrece
parábolas, semillas envueltas en misterio, para que quien tenga sed de
verdad, la descubra.
La parábola del sembrador no es solo una
descripción, es una provocación espiritual. Nos lleva a examinarnos con
honestidad: ¿qué impide que la Palabra eche raíces en mí? ¿Qué piedras, qué
espinas, qué durezas me limitan?
4. Parábola del sembrador:
palabra sembrada con esperanza
Jesús no deja de sembrar, aunque sabe que muchas
semillas no darán fruto. Es el sembrador de la esperanza. Y este año jubilar
nos recuerda que Dios sigue sembrando aún en desiertos, confiando en que
la tierra puede transformarse.
- El
maná fue siembra de fe para Israel en el desierto.
- La
parábola es siembra de luz para las multitudes junto al lago.
- La
Eucaristía hoy es siembra de vida eterna para nosotros, peregrinos de
esperanza.
5. Santa Brígida: ejemplo de
tierra buena y fecunda
Santa Brígida fue también una parábola viviente:
Esposa, madre de ocho hijos, mística, peregrina, reformadora. Escuchó la
Palabra en lo cotidiano y la dejó germinar: en el hogar, en la oración, en la
vida pública. Vivió sus visiones con humildad, fundó una orden religiosa, y fue
consejera de reyes, defensora de la unidad de la Iglesia.
Santa Brígida fue corazón fértil, capaz de
acoger el misterio de Dios con asombro, obediencia y servicio. Su vida fue un
campo donde la semilla dio fruto de santidad, unidad, contemplación y acción.
6. Aplicación jubilar: la
parábola eres tú
La parábola hoy no solo está en el Evangelio. ¡Está
en tu vida!
- Tu
cansancio en el desierto es parábola del pueblo de Israel.
- Tu
lucha por acoger la Palabra es parábola del sembrador.
- Tus
preguntas en la fe son parábola de búsqueda como la de Santa Brígida.
Dios quiere hablarte dentro de tu historia,
no fuera de ella. Quiere sembrar en ti, aunque a veces no entiendas todo,
aunque tu tierra parezca seca. Su Palabra está viva, y su Voz no se apaga,
solo necesita silencio fértil para ser oída.
7. Conclusión: escucha, acoge,
confía
La clave de hoy es esta:
No basta oír, hay que escuchar. No basta
entender, hay que acoger. No basta saber, hay que confiar y cultivar.
En esta Eucaristía, Dios siembra su Palabra. ¿La
dejarás crecer?
En tu vida, Dios quiere hacer florecer esperanza. ¿Lo permitirás?
🙏 Oración final:
Señor
Jesús, Maestro divino,
que hablas en parábolas para tocar el corazón,
abre mi alma a tu Palabra como tierra buena.
Libérame de las distracciones, del miedo, del orgullo,
y siembra en mí una santa curiosidad, un deseo profundo de conocerte más.
Que, como Santa Brígida, te escuche con obediencia,
te siga con valentía y dé fruto en mi vida cotidiana.
En este año jubilar, hazme peregrino de tu esperanza.
Amén.
23 de julio: Santa Brígida de
Suecia, religiosa — Memoria opcional
1303–1373
Patrona de Europa, de Suecia y de las viudas
Canonizada por el Papa Bonifacio IX el 7 de octubre de 1391
️ Cita:
“Luego lo bajaron de la Cruz y recibí su cuerpo
sobre mi regazo. Parecía un leproso, completamente cubierto de moretones y
sangre. Sus ojos estaban sin vida y llenos de sangre, su boca tan fría como el
hielo, su barba como cuerdas, su rostro paralizado, y sus manos tan rígidas que
no podían doblarse sobre su pecho, sino sólo sobre su estómago, cerca del
ombligo. Lo tuve en mis rodillas tal como había estado en la Cruz: rígido en
todos sus miembros... Luego lo colocaron en la tumba. ¡Yo habría deseado con gusto
ser colocada viva en la tumba con mi Hijo si hubiera sido su voluntad! Cuando
se hubo hecho todo esto, el buen Juan vino y me llevó a casa. Mira, hija mía,
lo que mi Hijo ha soportado por ti, ¡y ámalo con todo tu corazón!”
(De una aparición de la Santísima Virgen a Santa Brígida)
✨ Reflexión:
Santa Brígida nació en Suecia en una familia
acomodada. Su padre era uno de los terratenientes más ricos del país, y su
madre provenía de una familia noble, entre cuyos miembros se contaban reyes
suecos. Ambos eran católicos profundamente devotos. Tras la muerte de su madre
cuando Brígida era apenas una bebé, su tía desempeñó un papel central en su
crianza. Su padre tuvo una fuerte influencia en ella mediante sus devociones de
los viernes, en las que ayunaba, hacía penitencia, meditaba sobre la Pasión de
Cristo, comulgaba y confesaba sus pecados de la semana. La fe de su tía y la
piedad de su padre marcaron profundamente el corazón de Brígida desde temprana
edad.
Se dice que no pronunció palabra hasta los tres
años de edad, pero que cuando comenzó a hablar, lo hizo solo para alabar a Dios
y nunca participó de conversaciones pecaminosas. A los siete años, tuvo una
visión de la Santísima Virgen María, quien le presentó una corona. Desde
entonces, su vida espiritual se intensificó aún más. A los diez años, después
de escuchar un sermón sobre la Pasión de Cristo, tuvo una visión de Jesús
crucificado. Él le dijo: “Mírame, hija mía.” Y ella respondió: “¿Quién te ha
hecho esto?” A lo que Él replicó: “Aquellos que me desprecian y son insensibles
a mi amor por ellos.” Esta experiencia fortaleció aún más su amor por la Pasión
del Señor.
Según la costumbre de su tiempo, siendo aún una
adolescente fue dada en matrimonio a Ulf Gudmarsson, un joven noble y piadoso
católico. Durante el primer año vivieron en abstinencia, como hermanos en
Cristo, y se cree que incluso pudieron haberse consagrado como franciscanos
seglares, convirtiendo su hogar en una especie de monasterio doméstico.
Posteriormente, tuvieron ocho hijos, dos de los cuales murieron en la infancia.
Una de sus hijas, Catalina, llegó a ser monja y fue canonizada. Otro de sus
hijos, Carlos, se alejó de la fe. Tras el nacimiento de sus hijos, retomaron la
vida de abstinencia, abrieron su hogar a los pobres y fundaron un hospital.
En 1341, toda la familia peregrinó a Santiago de
Compostela. Durante el regreso, Ulf enfermó. Aunque logró volver a casa,
falleció en 1344 en un monasterio cisterciense.
Tras la muerte de su esposo, Brígida se dedicó por
completo a la oración y la penitencia, y aumentaron las visiones de Cristo y de
María, las cuales guiaron su vida espiritual, le revelaron misterios y le
indicaron que fundara un monasterio. Renunció a la ropa lujosa, se vistió con
cilicio y hábito sencillo, distribuyó su riqueza entre sus hijos y edificó un
gran monasterio mixto: para hombres y mujeres, aunque en recintos separados,
pero unidos en la oración. Comprendía bien la complementariedad entre varón y
mujer. Este monasterio, que llegó a albergar unas sesenta monjas, trece
sacerdotes, cuatro diáconos y ocho hermanos legos, seguía la Regla de San
Agustín y se dedicaba al ascetismo, la oración y el estudio. Fundado en 1346,
recibió aprobación papal definitiva en 1370, tres años antes de su muerte. La
orden se llamó inicialmente del Santísimo Salvador y luego fue conocida como
las Brigidinas.
Poco después de fundar el monasterio, Brígida
peregrinó a Roma, donde residió hasta el final de su vida. Allí trabajó
incansablemente por la reforma de la Iglesia, aconsejando a papas, clérigos y
nobles. Instó firmemente al Papa a regresar de Aviñón a Roma. Su influencia,
junto con la de Santa Catalina de Siena, contribuyó a que esto se lograra
finalmente en 1377, pocos años después de su muerte.
Durante su estancia en Roma, escribió sus visiones,
que llenaron ocho volúmenes y centenares de páginas, conocidas como las Revelaciones
Celestiales. Estas contienen diálogos con Jesús, descripciones de la vida
de Cristo, de la Virgen y de los santos, visiones del cielo y del infierno,
orientaciones morales y profecías, algunas de ellas sorprendentes, como la del
fin de los Estados Pontificios y la creación del Estado Vaticano en 1929. En la
Edad Media, sus escritos circularon ampliamente, convirtiéndola en una de las mujeres
más influyentes de su tiempo y una de las seis santas patronas de Europa.
Una de sus devociones más conocidas es la de las Quince
Oraciones de Santa Brígida. Ella oró largamente para conocer cuántos golpes
recibió Cristo durante la Pasión. Jesús le respondió:
“Recibí 5.480 golpes sobre mi cuerpo. Si deseas
honrarlos, reza durante un año completo quince Padrenuestros y quince Avemarías
con las oraciones que Yo mismo te enseñaré. Cuando el año haya terminado,
habrás honrado cada una de mis llagas.”
Estas oraciones siguen siendo muy populares desde
la Edad Media hasta hoy.
🙏 Oración
final:
Santa
Brígida, bendecida desde tu infancia con un padre piadoso y una tía llena de
fe, abriste el corazón al Señor desde muy pequeña. Supiste escuchar al Señor en
el silencio místico, y respondiste con vida entregada, palabra profética y amor
a la Pasión.
Ruega por nosotros, para que profundicemos nuestra devoción a Cristo,
especialmente en su Pasión salvadora, y así recibamos las gracias que Él nos ha
merecido con su sacrificio.
Santa Brígida de Suecia, ¡ruega por nosotros!
Jesús, en Ti confío.
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