¿Insipidez o sabor?
(Mateo 5, 13-16)¿Y si el principal desafío para la vida de nuestras familias y comunidades cristianas fuera el de ponerles un poco de sabor? Por costumbre, tal vez servimos platos que se han vuelto insípidos: palabras vacías que ya no tocan los corazones, modos de hacer que han quedado obsoletos.
Bertrand Lesoing, prêtre de la communauté Saint-Martin
Primera lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (1,18-22):
¡Dios me es testigo! La palabra que os dirigimos no fue primero «sí» y luego «no». Cristo Jesús, el Hijo de Dios, el que Silvano, Timoteo y yo os hemos anunciado, no fue primero «sí» y luego «no»; en él todo se ha convertido en un «sí»; en él todas las promesas han recibido un «sí». Y por él podemos responder: «Amén» a Dios, para gloria suya. Dios es quien nos confirma en Cristo a nosotros junto con vosotros. Él nos ha ungido, él nos ha sellado, y ha puesto en nuestros corazones, como prenda suya, el Espíritu.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 118,129.130.131.132.133.135
R/. Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo
Tus preceptos son admirables,
por eso los guarda mi alma. R/.
La explicación de tus palabras ilumina,
da inteligencia a los ignorantes. R/.
Abro la boca y respiro,
ansiando tus mandamientos. R/.
Vuélvete a mí y ten misericordia,
como es tu norma con los que aman tu nombre. R/.
Asegura mis pasos con tu promesa,
que ninguna maldad me domine. R/.
Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
enséñame tus leyes. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,13-18):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.»
Palabra del Señor
“El sabor del Evangelio, la luz del Espíritu”
Queridos hermanos y hermanas:
Jesús nos dice hoy en el Evangelio: “Ustedes son
la sal de la tierra... Ustedes son la luz del mundo” (Mt 5,13-16). Dos
imágenes sencillas pero inmensamente profundas. Con ellas, el Señor nos
recuerda que no hemos sido llamados a vivir una fe insípida ni escondida,
sino a transformar el mundo con el sabor de la esperanza y la luz de la verdad.
🧂 “Sal de
la tierra”: el Evangelio que da sabor
El breve texto introductorio, plantea una pregunta
provocadora: ¿Y si el principal desafío fuera devolver sabor a nuestras
comunidades y familias?
A veces nuestras prácticas, nuestras celebraciones o nuestras palabras se
tornan rutinarias, platos recalentados, como dice el texto.
Pero el Evangelio no es una fórmula vieja: es fuego, es vida, es gracia
fresca cada día.
San Pablo lo entendió muy bien: en la primera
lectura nos recuerda que Jesucristo no es “sí y no”, sino “sí” para siempre.
En Él no hay ambigüedad ni tibieza. Dios nos ha ungido, nos ha sellado con el
Espíritu, poniendo en nuestros corazones la garantía de lo que ha prometido
(2 Cor 1,22).
¡Eso es sabor! Es firmeza, es convicción, es una
identidad que no se apaga.
🔥 La luz
no se esconde
Jesús nos llama también luz del mundo. Y nos
dice que una lámpara no se enciende para meterla debajo de la cama. ¡Cuántas
veces los cristianos vivimos ocultos, temerosos, apagados!
Hoy más que nunca, el mundo necesita testigos que iluminen con obras y no
solo con discursos.
No se trata de brillar con luces artificiales, sino
de reflejar la Luz de Cristo que ha sido depositada en nosotros desde el
Bautismo.
💬 ¿Cómo
recuperar el sabor?
- Redescubriendo
la belleza del Evangelio en lo cotidiano.
- Renovando
nuestras celebraciones para que estén cargadas de vida, no de
rutina.
- Formando
comunidades acogedoras, donde se escuche, se anime y se ore con el corazón.
- Dejando
que el Espíritu Santo provoque una explosión de sabor, como lo dice
el texto original, en nuestros gestos, palabras y actitudes.
🙏 Conclusión
Pidamos al Señor que nos devuelva el gusto por
su Palabra, que nuestra sal no se vuelva insípida, que nuestras lámparas no
se escondan.
Y como dice el salmo de hoy: “Haz brillar tu rostro sobre tu siervo”
(Sal 119,135), para que nosotros también sepamos hacer brillar su rostro en
medio de este mundo necesitado de sabor y luz.
Amén.
“Luz que guía, sal que preserva”
Queridos hermanos y
hermanas en el Señor:
Las palabras de Jesús
en el Evangelio de hoy tienen una fuerza transformadora:
“Ustedes
son la sal de la tierra… ustedes son la luz del mundo.”
No dice: “Serán” o “Podrían llegar a ser”, sino “son”.
El Señor declara una verdad que nace de nuestra unión con Él: cuando Cristo
habita en nosotros, nos convertimos en instrumentos de sabor
y luz para el mundo.
Hoy quiero proponerles
una doble meditación, inspirada en el hermoso texto espiritual que acabamos de
considerar:
¿Cómo
podemos vivir nuestra vocación de ser sal que da sabor y luz que ilumina?
🧂 1. Ser sal: dar sabor con caridad
La sal preserva y da
sabor, pero para hacerlo debe disolverse en lo que toca.
Así también el cristiano: está llamado a entrar con humildad y misericordia en
la vida de los demás, para preservarlos del mal y resaltar lo mejor
de ellos.
Santa Teresita del Niño
Jesús decía:
“La
verdadera caridad consiste en soportar los defectos del prójimo, en no
extrañarse de sus flaquezas, en edificarse con sus menores virtudes.”
Así somos sal: cuando
no condenamos, sino acompañamos. Cuando en lugar de resaltar lo
negativo, ayudamos
a florecer lo bueno que Dios ha sembrado en los corazones.
Y muchas veces, como dice el texto, nuestra acción será silenciosa, casi
invisible, pero eficaz: un consejo dado a tiempo, una palabra
de aliento, una actitud paciente.
San Pablo nos recuerda
hoy que Dios
nos ha sellado con su Espíritu y ha puesto en nuestros corazones la garantía de
su amor (2Co 1,22). Eso significa que la sal que somos
proviene del Espíritu Santo, no de nuestras fuerzas. Él es
quien nos transforma primero, y luego nos hace instrumentos de transformación
para los demás.
🌟 2. Ser luz: iluminar con la vida
Vivimos en un mundo que
muchas veces está envuelto en oscuridad: dudas, divisiones, violencia,
desesperanza. En ese contexto, la luz del cristiano no puede esconderse.
Jesús es claro: “No se enciende una lámpara para ponerla debajo de una
caja.”
¿Dónde debe brillar tu
luz? En tu casa, en tu trabajo, en la parroquia, en el trato cotidiano con tus
vecinos, con los más frágiles.
Ser
luz no es imponer, sino irradiar. Cuando Cristo está vivo en
nosotros, como dice el texto, la alegría, la paz, la claridad moral y
la ternura brotan naturalmente.
No es un esfuerzo artificial. Es la vida de Jesús manifestándose a través
nuestro.
🙏 3. Una oración por nuestros seres queridos y benefactores
Hoy elevamos nuestra
oración especialmente por los familiares, amigos y
benefactores de nuestra parroquia. Por quienes nos han
sostenido con amor, generosidad y oración. Por quienes han compartido con
nosotros el camino de la fe. Por quienes han sido sal y luz en nuestra historia
personal y comunitaria.
Pedimos al Señor:
·
Que
a los vivos les conceda abundantes bendiciones, salud, fe firme y
alegría interior.
·
Que
a los difuntos les brille la luz eterna y gocen del descanso prometido a
los justos.
·
Que
a todos nosotros nos conceda ser agradecidos instrumentos de su
presencia en el mundo.
📖 Conclusión: Dos misiones claras
El texto que meditamos
nos lo recuerda con claridad:
Tenemos dos misiones inseparables como cristianos:
1.
Buscar la santidad
personal:
dejar que la luz de Cristo nos transforme, que su gracia preserve nuestra alma
del pecado y le dé sabor a nuestra vida.
2.
Ayudar a otros a llegar
a esa misma santidad: siendo sal que acompaña y luz que señala el camino.
Y así, sin ruido ni
pretensiones, pero con convicción y ternura, seremos lo que ya
somos por el bautismo: sal de la tierra y luz del mundo.
✨
Oración final (opcional para la liturgia)
Señor Jesús, verdadera Luz del mundo,
disipa en nosotros toda tiniebla con la fuerza de tu Espíritu.
Haznos sal que preserve y saborice la vida de quienes nos rodean,
y luz que ilumine con humildad y ternura los pasos de quienes buscan sentido.
Bendice y protege a nuestros familiares, amigos y benefactores.
Y haz que todos, unidos en la fe, caminemos como hijos de la luz hacia tu Reino.
Amén.
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