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10 de junio del 2025: martes de la décima semana del tiempo ordinario (año I)

 ¿Insipidez o sabor?

(Mateo 5, 13-16)¿Y si el principal desafío para la vida de nuestras familias y comunidades cristianas fuera el de ponerles un poco de sabor? Por costumbre, tal vez servimos platos que se han vuelto insípidos: palabras vacías que ya no tocan los corazones, modos de hacer que han quedado obsoletos.

Nos corresponde a nosotros devolver el sabor del Evangelio a nuestras palabras, a nuestras celebraciones, a nuestras acciones.
¡Que el Espíritu Santo suscite una nueva explosión de sabores!

Bertrand Lesoing, prêtre de la communauté Saint-Martin



Primera lectura

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (1,18-22):

¡Dios me es testigo! La palabra que os dirigimos no fue primero «sí» y luego «no». Cristo Jesús, el Hijo de Dios, el que Silvano, Timoteo y yo os hemos anunciado, no fue primero «sí» y luego «no»; en él todo se ha convertido en un «sí»; en él todas las promesas han recibido un «sí». Y por él podemos responder: «Amén» a Dios, para gloria suya. Dios es quien nos confirma en Cristo a nosotros junto con vosotros. Él nos ha ungido, él nos ha sellado, y ha puesto en nuestros corazones, como prenda suya, el Espíritu.


Palabra de Dios

 

 

Salmo

Sal 118,129.130.131.132.133.135


R/.
 Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo

Tus preceptos son admirables,
por eso los guarda mi alma. R/.

La explicación de tus palabras ilumina,
da inteligencia a los ignorantes. R/.

Abro la boca y respiro,
ansiando tus mandamientos. R/.

Vuélvete a mí y ten misericordia,
como es tu norma con los que aman tu nombre. R/.

Asegura mis pasos con tu promesa,
que ninguna maldad me domine. R/.

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
enséñame tus leyes. R/.

 

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,13-18):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.»

Palabra del Señor

 


1

“El sabor del Evangelio, la luz del Espíritu”


Queridos hermanos y hermanas:

Jesús nos dice hoy en el Evangelio: “Ustedes son la sal de la tierra... Ustedes son la luz del mundo” (Mt 5,13-16). Dos imágenes sencillas pero inmensamente profundas. Con ellas, el Señor nos recuerda que no hemos sido llamados a vivir una fe insípida ni escondida, sino a transformar el mundo con el sabor de la esperanza y la luz de la verdad.

🧂 “Sal de la tierra”: el Evangelio que da sabor

El breve texto introductorio, plantea una pregunta provocadora: ¿Y si el principal desafío fuera devolver sabor a nuestras comunidades y familias?
A veces nuestras prácticas, nuestras celebraciones o nuestras palabras se tornan rutinarias, platos recalentados, como dice el texto.
Pero el Evangelio no es una fórmula vieja: es fuego, es vida, es gracia fresca cada día.

San Pablo lo entendió muy bien: en la primera lectura nos recuerda que Jesucristo no es “sí y no”, sino “sí” para siempre. En Él no hay ambigüedad ni tibieza. Dios nos ha ungido, nos ha sellado con el Espíritu, poniendo en nuestros corazones la garantía de lo que ha prometido (2 Cor 1,22).

¡Eso es sabor! Es firmeza, es convicción, es una identidad que no se apaga.

🔥 La luz no se esconde

Jesús nos llama también luz del mundo. Y nos dice que una lámpara no se enciende para meterla debajo de la cama. ¡Cuántas veces los cristianos vivimos ocultos, temerosos, apagados!
Hoy más que nunca, el mundo necesita testigos que iluminen con obras y no solo con discursos.

No se trata de brillar con luces artificiales, sino de reflejar la Luz de Cristo que ha sido depositada en nosotros desde el Bautismo.

💬 ¿Cómo recuperar el sabor?

  • Redescubriendo la belleza del Evangelio en lo cotidiano.
  • Renovando nuestras celebraciones para que estén cargadas de vida, no de rutina.
  • Formando comunidades acogedoras, donde se escuche, se anime y se ore con el corazón.
  • Dejando que el Espíritu Santo provoque una explosión de sabor, como lo dice el texto original, en nuestros gestos, palabras y actitudes.

🙏 Conclusión

Pidamos al Señor que nos devuelva el gusto por su Palabra, que nuestra sal no se vuelva insípida, que nuestras lámparas no se escondan.
Y como dice el salmo de hoy: “Haz brillar tu rostro sobre tu siervo” (Sal 119,135), para que nosotros también sepamos hacer brillar su rostro en medio de este mundo necesitado de sabor y luz.

Amén.

 

 2

“Luz que guía, sal que preserva”


Queridos hermanos y hermanas en el Señor:

Las palabras de Jesús en el Evangelio de hoy tienen una fuerza transformadora:
“Ustedes son la sal de la tierra… ustedes son la luz del mundo.”
No dice: “Serán” o “Podrían llegar a ser”, sino “son”. El Señor declara una verdad que nace de nuestra unión con Él: cuando Cristo habita en nosotros, nos convertimos en instrumentos de sabor y luz para el mundo.

Hoy quiero proponerles una doble meditación, inspirada en el hermoso texto espiritual que acabamos de considerar:
¿Cómo podemos vivir nuestra vocación de ser sal que da sabor y luz que ilumina?


🧂 1. Ser sal: dar sabor con caridad

La sal preserva y da sabor, pero para hacerlo debe disolverse en lo que toca. Así también el cristiano: está llamado a entrar con humildad y misericordia en la vida de los demás, para preservarlos del mal y resaltar lo mejor de ellos.

Santa Teresita del Niño Jesús decía:

“La verdadera caridad consiste en soportar los defectos del prójimo, en no extrañarse de sus flaquezas, en edificarse con sus menores virtudes.”

Así somos sal: cuando no condenamos, sino acompañamos. Cuando en lugar de resaltar lo negativo, ayudamos a florecer lo bueno que Dios ha sembrado en los corazones.
Y muchas veces, como dice el texto, nuestra acción será silenciosa, casi invisible, pero eficaz: un consejo dado a tiempo, una palabra de aliento, una actitud paciente.

San Pablo nos recuerda hoy que Dios nos ha sellado con su Espíritu y ha puesto en nuestros corazones la garantía de su amor (2Co 1,22). Eso significa que la sal que somos proviene del Espíritu Santo, no de nuestras fuerzas. Él es quien nos transforma primero, y luego nos hace instrumentos de transformación para los demás.


🌟 2. Ser luz: iluminar con la vida

Vivimos en un mundo que muchas veces está envuelto en oscuridad: dudas, divisiones, violencia, desesperanza. En ese contexto, la luz del cristiano no puede esconderse.
Jesús es claro: “No se enciende una lámpara para ponerla debajo de una caja.”

¿Dónde debe brillar tu luz? En tu casa, en tu trabajo, en la parroquia, en el trato cotidiano con tus vecinos, con los más frágiles.
Ser luz no es imponer, sino irradiar. Cuando Cristo está vivo en nosotros, como dice el texto, la alegría, la paz, la claridad moral y la ternura brotan naturalmente.
No es un esfuerzo artificial. Es la vida de Jesús manifestándose a través nuestro.


🙏 3. Una oración por nuestros seres queridos y benefactores

Hoy elevamos nuestra oración especialmente por los familiares, amigos y benefactores de nuestra parroquia. Por quienes nos han sostenido con amor, generosidad y oración. Por quienes han compartido con nosotros el camino de la fe. Por quienes han sido sal y luz en nuestra historia personal y comunitaria.

Pedimos al Señor:

·        Que a los vivos les conceda abundantes bendiciones, salud, fe firme y alegría interior.

·        Que a los difuntos les brille la luz eterna y gocen del descanso prometido a los justos.

·        Que a todos nosotros nos conceda ser agradecidos instrumentos de su presencia en el mundo.


📖 Conclusión: Dos misiones claras

El texto que meditamos nos lo recuerda con claridad:
Tenemos dos misiones inseparables como cristianos:

1.    Buscar la santidad personal: dejar que la luz de Cristo nos transforme, que su gracia preserve nuestra alma del pecado y le dé sabor a nuestra vida.

2.    Ayudar a otros a llegar a esa misma santidad: siendo sal que acompaña y luz que señala el camino.

Y así, sin ruido ni pretensiones, pero con convicción y ternura, seremos lo que ya somos por el bautismo: sal de la tierra y luz del mundo.


Oración final (opcional para la liturgia)

Señor Jesús, verdadera Luz del mundo,
disipa en nosotros toda tiniebla con la fuerza de tu Espíritu.
Haznos sal que preserve y saborice la vida de quienes nos rodean,
y luz que ilumine con humildad y ternura los pasos de quienes buscan sentido.
Bendice y protege a nuestros familiares, amigos y benefactores.
Y haz que todos, unidos en la fe, caminemos como hijos de la luz hacia tu Reino.
Amén.


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