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17 de junio del 2025: martes de la decimoprimera semana del tiempo ordinario- año I

La aventura interior

(Mateo 5,43-48) Contemplar a Cristo, contemplar al Padre, para dejarnos conquistar por un amor que tiene su fuente en ellos: tal es la invitación del Evangelio. Esto supone ir más allá de las afinidades que crea la pertenencia a un mismo grupo familiar, social o religioso, y querer abrirse a la alteridad, incluso cuando esta nos hiere profundamente. 

Desear amar como Dios ama no es cuestión de sentimientos, sino que implica aventurarse más profundamente dentro de uno mismo, allí donde habita el Espíritu de santidad.

Emmanuelle Billoteau, ermite


Primera lectura

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 

(8,1-9):

Queremos que conozcáis, hermanos, la gracia que Dios ha dado a las Iglesias de Macedonia: En las pruebas y desgracias creció su alegría; y su pobreza extrema se desbordó en un derroche de generosidad. Con todas sus fuerzas y aún por encima de sus fuerzas, os lo aseguro, con toda espontaneidad e insistencia nos pidieron como un favor que aceptara su aportación en la colecta a favor de los santos. Y dieron más de lo que esperábamos: se dieron a sí mismos, primero al Señor y luego, como Dios quería, también a nosotros. En vista de eso, como fue Tito quien empezó la cosa, le hemos pedido que dé el último toque entre vosotros a esta obra de caridad. Ya que sobresalís en todo: en la fe, en la palabra, en el conocimiento, en el empeño y en el cariño que nos tenéis, distinguíos también ahora por vuestra generosidad. No es que os lo mande; os hablo del empeño que ponen otros para comprobar si vuestro amor es genuino. Porque ya sabéis lo generoso que fue nuestro Señor Jesucristo: siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para enriqueceros con su pobreza.

Palabra de Dios

 

 

Salmo

Sal 145,2.5-6.7.8-9a

R/.
 Alaba, alma mía, al Señor

Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob,
el que espera en el Señor, su Dios,
que hizo el cielo y la tierra,
el mar y cuanto hay en él;
que mantiene su fidelidad perpetuamente. R/.

Que hace justicia a los oprimidos,
que da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos. R/.

El Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos.
El Señor guarda a los peregrinos. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,43-48):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo” y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.»

Palabra del Señor

 



"La aventura interior del amor cristiano: un don que transforma el mal en gracia"


Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

En este camino del Año Jubilar de la Esperanza, la liturgia de este día nos coloca ante uno de los desafíos más altos y radicales del Evangelio: el mandato de amar incluso a nuestros enemigos.

Dice Jesús en el Evangelio de Mateo:

«Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo» (Mt 5,43-45).

I. La aventura interior del amor que viene de Dios

El amor cristiano no es simplemente un sentimiento agradable hacia quienes nos tratan bien, se trata de una auténtica aventura interior:

«Desear amar como Dios ama no es cuestión de sentimientos, sino que implica aventurarse más profundamente dentro de uno mismo, allí donde habita el Espíritu de santidad.»

Amar así exige entrar en el propio corazón y permitir que allí actúe el Espíritu Santo. Solo quien se deja llenar por el amor de Dios puede superar las fronteras naturales de los afectos humanos, y abrazar también a quien lo ha herido, lo ha ofendido o lo ha rechazado.

Este es el amor perfecto del Padre, que “hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos”.

II. El "regalo" escondido de ser perseguidos

incluso la persecución puede transformarse en un don. ¿Cómo es posible?

Cada ofensa, cada mal que se nos hace, nos da la posibilidad de responder no con odio, sino con oración. Esa oración por el perseguidor:

  • Nos libera de la amargura.
  • Nos purifica el corazón.
  • Nos asemeja al mismo Cristo, que en la cruz oró: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen».

Así, el mal recibido puede convertirse, por la gracia, en una ocasión de santificación. Lo que parecía derrota, se transforma en victoria espiritual. Por eso, podemos decir que la persecución, aceptada con espíritu evangélico, es un "regalo" escondido que Dios permite para nuestra maduración interior.

III. La generosidad: signo concreto de un amor transformado

San Pablo, en la primera lectura (2Co 8,1-9), presenta a las comunidades de Macedonia como un modelo de esta generosidad transformadora:

«En medio de las pruebas y la extrema pobreza, desbordaron en riqueza de generosidad.»

Incluso en la pobreza, dieron con alegría. Este es el fruto de la aventura interior del amor: un corazón que, al haber sido liberado del resentimiento, se abre a la entrega generosa, incluso cuando humanamente parecería no tener nada.

San Pablo nos recuerda que este amor generoso tiene su fuente en Cristo mismo:

«Ya conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, que siendo rico se hizo pobre por vosotros, para enriqueceros con su pobreza.»

Por eso, hoy también recordamos con gratitud a tantos benefactores —en nuestras parroquias, diócesis, misiones, seminarios— que han sabido amar generosamente, donando tiempo, recursos y oraciones. Muchos de ellos han hecho de su vida un testimonio silencioso de este amor radical.

IV. El Año Jubilar: un tiempo para crecer en esta caridad heroica

En el marco del Año Jubilar de la Esperanza, este Evangelio resuena con fuerza especial. El Papa nos invitó a ser "Peregrinos de la Esperanza", y eso significa:

  • Caminar dejando atrás los resentimientos.
  • Romper cadenas de odio o división.
  • Practicar el perdón concreto y efectivo.
  • Ser, cada uno de nosotros, constructores de comunión en un mundo dividido.

En un mundo donde muchas veces reina el deseo de venganza, la indiferencia o la polarización, los cristianos estamos llamados a mostrar un camino distinto, el camino de la misericordia activa.

V. El canto de los humildes: el salmo de hoy

El salmo 146 nos pone las palabras en los labios:

«El Señor mantiene su fidelidad perpetuamente, hace justicia a los oprimidos, da pan a los hambrientos... el Señor libera a los cautivos.»

¡Qué esperanza para nosotros! Cuando amamos como Dios, Él se convierte en nuestra fuerza, nuestra justicia, nuestro refugio.

VI. Oración especial por nuestros benefactores

Hoy, elevamos al Señor esta oración por todos los que, como los macedonios, son generosos incluso en medio de sus propias pruebas:

Señor Jesús,
te damos gracias por el testimonio silencioso de nuestros benefactores.
Bendícelos en sus familias, en sus trabajos, en sus sueños y necesidades.
Multiplica los frutos de su generosidad y haz que nunca falte en sus vidas tu luz y tu paz.
A los benefactores que han partido, concédeles gozar del banquete eterno en tu Reino.
Y haz de nosotros también instrumentos generosos de tu amor.
Amén.


Conclusión

Queridos hermanos,

El Evangelio de hoy no es fácil, pero es profundamente liberador. Amar a los enemigos, orar por quienes nos persiguen, ser generosos incluso en la escasez… Todo eso sólo es posible cuando dejamos que el Espíritu Santo habite en lo más hondo de nuestro corazón.

En este Año Jubilar, pidamos al Señor la gracia de hacer de nuestra vida una aventura interior de amor verdadero, transformador y fecundo. Que cada herida recibida, cada mal padecido, se convierta —por la gracia de Cristo— en ocasión de santidad.

¡Alabado sea Jesucristo!


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