13 de junio del 2025: viernes de la décima semana del tiempo ordinario/San Antonio de Padua, presbítero y Doctor de la Iglesia
Santo del día:
San Antonio de Padua
1195-1231. «Es
la preocupación por las cosas materiales la que nos hace olvidar al Señor»,
advirtió el gran predicador franciscano, proclamado «Doctor Evangélico de la
Iglesia» en 1946.
En el corazón
(Mateo 5, 27-32) Es el lugar del encuentro con nosotros mismos y con los demás; es también el lugar de muchos combates: ¡el corazón es, a menudo, la alianza de todos los contrarios! Jesús nos lo dice hoy: el hombre puede ya cometer adulterio "en su corazón". Entonces, cuando nos vemos atrapados por pensamientos oscuros que brotan y surgen de nuestro corazón, no nos asustemos, sino que emprendamos pacientemente la búsqueda del amor de Dios, que también está ahí, muy cerca, en lo más profundo de nosotros mismos.
Primera lectura
2
Cor 4, 7-15
Quien
resucitó al Señor Jesús también nos resucitará a nosotros con Jesús y nos
presentará con ustedes ante él
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios.
HERMANOS:
Llevamos el tesoro en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan
extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros.
Atribulados en todo, mas no aplastados; acosados, mas no desesperados;
perseguidos, pero no abandonados; derribados, mas no aniquilados, llevando
siempre y en todas partes en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la
vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.
Pues, mientras vivimos, continuamente nos están entregando a la muerte por
causa de Jesús; para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra
carne mortal. De este modo, la muerte actúa en nosotros, y la vida en ustedes.
Pero teniendo el mismo espíritu de fe, según lo que está escrito: «Creí, por
eso hablé», también nosotros creemos y por eso hablamos; sabiendo que quien
resucitó al Señor Jesús también nos resucitará a nosotros con Jesús y nos
presentará con ustedes ante él.
Pues todo esto es para bien de ustedes, a fin de que cuantos más reciban la
gracia, mayor sea el agradecimiento, para gloria de Dios.
Palabra de Dios.
Salmo
Sal
115, 10-11. 15-16. 17-18 (R.: 17a)
R. Te
ofreceré, Señor, un sacrificio de alabanza
O
bien:
R. Aleluya.
V. Tenía fe, aun cuando
dije:
«¡Qué desgraciado soy!».
Yo decía en mi apuro:
«Los hombres son unos mentirosos». R.
V. Mucho le cuesta
al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
siervo tuyo, hijo de tu esclava:
rompiste mis cadenas. R.
V. Te ofreceré un
sacrificio de alabanza,
invocando el nombre del Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo. R.
Aclamación
R. Aleluya,
aleluya, aleluya.
V. Brillan como
lumbreras del mundo, manteniendo firme la palabra de la vida. R.
Evangelio
Mt
5, 27-32
Todo
el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio
Lectura del santo Evangelio según san Mateo
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Han oído que se dijo: “No cometerás adulterio”. Pero yo les digo: todo el que
mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón.
Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un
miembro que ser echado entero en la “gehenna”.
Si tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale
perder un miembro que ir a parar entero a la “gehenna”.
Se dijo: “El que repudie a su mujer, que le dé acta de repudio”. Pero yo les
digo que si uno repudia a su mujer —no hablo de unión ilegítima— la induce a
cometer adulterio, y el que se casa con la repudiada comete adulterio».
Palabra del Señor.
1
“El
combate del corazón y la búsqueda del amor de Dios”
Queridos hermanos:
Hoy, en la continuidad del Sermón de la Montaña que venimos escuchando estos días, Jesús nos conduce al santuario más íntimo de nuestra existencia: el corazón. Allí, donde nacen nuestros pensamientos, deseos, miedos y anhelos, es donde realmente se libran los grandes combates de la vida cristiana.
1. El
corazón, lugar de encuentro y de combate
Como nos lo recuerda el
texto que hemos meditado, el corazón es un lugar paradójico: allí nos
encontramos con nosotros mismos y con los demás, pero también es el escenario
de luchas interiores. Es "la alianza de todos los contrarios", donde
coexisten los buenos deseos y las tentaciones, la generosidad y el egoísmo, la
luz y las sombras.
Por eso Jesús no solo
nos llama a evitar el mal exterior, sino que va al origen mismo del pecado:
"Todo
el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su
corazón." (Mt 5,28).
El Señor no quiere
simplemente moralizarnos; nos quiere libres en lo profundo, sanos en la raíz,
purificados desde el origen. No basta con cumplir exteriormente la ley: es
necesario que el corazón mismo sea transformado por el amor de Dios.
2. No
temer las luchas interiores
Ante estos combates del
corazón, podemos sentirnos turbados. Pero el Señor nos invita a no asustarnos.
Como nos enseña el texto:
"Cuando
nos vemos atrapados por pensamientos oscuros que brotan y surgen de nuestro
corazón, no nos asustemos, sino que emprendamos pacientemente la búsqueda del
amor de Dios, que también está ahí, muy cerca."
El camino de la vida
espiritual no es la ausencia de luchas, sino el aprendizaje paciente de
dejarnos amar, de descubrir que Dios está presente incluso en nuestras
fragilidades. En palabras de San Pablo hoy en la primera lectura:
"Estamos
atribulados en todo, pero no aplastados; perplejos, pero no desesperados;
perseguidos, pero no abandonados." (2 Cor 4,8-9).
3. San
Antonio de Padua: un corazón enamorado de Dios
Hoy celebramos también
a San
Antonio de Padua, doctor evangélico, predicador insigne y
patrono de los pobres y los afligidos. Antonio, que conoció también los
combates interiores, fue un hombre de profunda vida de oración. Su corazón,
iluminado por la Palabra, se dejó purificar por el amor de Dios y por eso pudo
ser guía para muchos.
Por eso, a San Antonio
se le invoca no solo para encontrar objetos perdidos, sino también para reencontrar
el camino del corazón extraviado, para sanar las heridas interiores, para
restablecer la armonía en la vida.
4.
Oración por los enfermos y los que sufren
Queridos hermanos,
elevemos también hoy nuestra súplica confiada por quienes están enfermos o
atraviesan pruebas en su alma y su cuerpo. Ellos conocen de cerca los combates
del corazón: la angustia, la incertidumbre, el dolor físico o moral. Que el
Señor los visite en lo más íntimo, les dé paz, fortaleza y esperanza.
5.
Conclusión
Que esta Eucaristía nos
permita, como los músicos antes de un concierto, afinar el instrumento de
nuestro corazón. Que, como San Antonio, aprendamos a buscar pacientemente el
amor de Dios en medio de nuestras batallas interiores. Y que, sostenidos por la
gracia, podamos vivir con un corazón puro, sencillo y lleno de la alegría de
los hijos de Dios.
Amén.
“Cortar para salvar: el amor que purifica la
amistad"
«Si tu ojo derecho te es ocasión de pecado,
sácatelo y tíralo. Más te vale perder uno de tus miembros que ser arrojado entero
al infierno. Y si tu mano derecha te es ocasión de pecado, córtatela y tírala.
Más te vale perder uno de tus miembros que ir entero al infierno.»
(Mateo
5,29-30)
Queridos
hermanos y hermanas:
Hoy, la Palabra de Dios nos conduce a un terreno
delicado pero vital: el corazón humano, sus relaciones, sus apegos, sus
afectos. El Evangelio de San Mateo nos ofrece unas palabras radicales de Jesús:
"Si tu ojo derecho te es ocasión de pecado, sácatelo… si tu mano
derecha te es ocasión de pecado, córtala..." (Mt 5,29-30).
¿Está el Señor llamándonos a la mutilación? No. Nos
está invitando a un acto mucho más profundo y exigente: la cirugía espiritual
del corazón y de las relaciones.
1. El amor en la amistad: un don
y un riesgo
La reflexión que hemos traducido nos ayuda a
comprenderlo mejor: la verdadera amistad es siempre un don de Dios, pero
puede transformarse en ocasión de pecado cuando pierde su fundamento en la
gracia divina. San Agustín nos enseña que, en este pasaje, el «ojo derecho»
puede representar a nuestros amigos más queridos, aquellos vínculos que más
apreciamos. Pero si alguno de esos vínculos nos aleja de Dios, debemos revisar
y, si es necesario, purificar esa relación.
En la amistad verdadera, Dios está al centro. Allí
crecemos, nos edificamos, nos sostenemos mutuamente. Pero si la amistad deja de
ser un camino hacia Dios y empieza a ser una ocasión de pecado —sea por
adicciones, relaciones desordenadas, resentimientos, envidias o apegos
desordenados— entonces el amor verdadero nos invita a actuar: corregir,
limitar, o incluso distanciarnos, no por falta de amor, sino precisamente por
amor auténtico.
2. La pedagogía del dolor y la
gracia
San Pablo en la primera lectura nos recuerda que "llevamos
este tesoro en vasijas de barro" (2 Cor 4,7). Somos frágiles, y
precisamente por eso debemos cuidar el tesoro de la gracia. Las rupturas, los
distanciamientos, los cortes dolorosos que a veces debemos hacer, no son
castigos, sino podas que el Señor realiza para que demos fruto (cf. Jn 15,2).
En el camino de la vida, todos atravesamos momentos
de tribulación, de persecución o de desánimo, como describe Pablo, pero también
sabemos que "la vida de Jesús se manifiesta en nuestro cuerpo
mortal" (2 Cor 4,11). La purificación de las relaciones es también una
manifestación de esta vida nueva que Cristo quiere realizar en nosotros.
3. La alabanza en medio de las
lágrimas
El salmo de hoy nos invita a proclamar:
"Cumpliré mis votos al Señor, en presencia de todo su pueblo."
(Sal 116,18).
Incluso en los momentos de lucha interior, cuando
debemos tomar decisiones difíciles respecto a nuestras relaciones, podemos
seguir alabando a Dios. Porque, aun cuando sufrimos, el Señor nos sostiene, nos
libera y nos guía hacia la verdadera comunión.
4. San Antonio de Padua: maestro
de discernimiento
Hoy celebramos a San Antonio de Padua,
patrono de los pobres, taumaturgo y maestro de sabiduría evangélica. Su
profunda vida de oración y de predicación estaba siempre guiada por el
discernimiento del amor verdadero. Antonio no solo predicaba la pureza moral,
sino también la pureza del corazón en las relaciones humanas. Pidámosle hoy que
nos enseñe a mantener amistades santas, que edifiquen y no destruyan, que
acerquen a Dios y no a la perdición.
5. Conclusión
Hermanos, el amor auténtico no es permisivo ni
sentimental: es purificador, exige decisiones firmes, pero siempre cargadas de
misericordia y compasión. No es amputar por venganza, es cortar para sanar.
Pidamos hoy la gracia de revisar nuestras amistades
a la luz de Dios. Demos gracias por aquellas que nos santifican y, si es
necesario, pidamos valentía para transformar aquellas que se han convertido en
ocasión de pecado.
Que el Señor, nuestro verdadero Amigo, nos guíe
siempre en el camino de la pureza de corazón y de la verdadera comunión
fraterna.
Amén.
3
"Fortaleza en nuestra fidelidad a Cristo y
a su enseñanza sobre la pureza"
Introducción:
Queridos hermanos y hermanas:
En el Evangelio de hoy, Jesús nos confronta con el llamado radical a la
santidad, especialmente en el ámbito de la pureza y la fidelidad conyugal. No
se limita a prohibir el acto externo del adulterio, sino que va al corazón
mismo del pecado: a los deseos, pensamientos e intenciones. Porque el pecado
comienza mucho antes de la acción; germina en los deseos desordenados del
corazón humano.
1.
La batalla por la pureza comienza en el corazón
Jesús dice: "El
que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón."
El demonio y el mundo saben aprovechar nuestros sentidos, especialmente la
vista y el tacto, para llevarnos al pecado. Las imágenes seductoras, la
pornografía, los entretenimientos sensuales: todo ello despierta deseos
desordenados. No es un problema exclusivo de hoy; desde Eva en el Paraíso hasta
nuestros días, la batalla es la misma.
Por eso, el primer
frente de defensa es custodiar nuestros sentidos, evitando situaciones que
abren las puertas a la tentación. Como nos dice el Señor con imágenes
impactantes — "arráncate el ojo" o "córtate la mano" —
debemos actuar con decisión frente a las ocasiones de pecado.
2.
La raíz de la crisis matrimonial: corazones heridos
El Evangelio también aborda la ruptura matrimonial. Hoy muchos acuden
rápidamente al divorcio ante la infidelidad o las dificultades conyugales. Pero
Jesús nos recuerda: “Al principio no fue así.” El matrimonio es el
diseño de Dios para la permanencia, el don mutuo y la crianza de los hijos en
familias estables. Cuando los matrimonios se rompen, se tambalean los cimientos
mismos de la sociedad.
Sin embargo, el Señor
no es ajeno a los enormes desafíos que enfrentan los esposos: falta de
comunicación, estrés económico, heridas personales, adicciones. Muchos
matrimonios sufren bajo estas cargas. Pero el divorcio rápido suele ocultar
inmadureces personales y espirituales más profundas: expectativas irreales,
egoísmo, heridas emocionales que necesitan sanación.
3.
La sanación comienza muriendo al ego
San Pablo nos ofrece el secreto en la primera lectura: “Llevamos este
tesoro en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria
es de Dios y no de nosotros.”
En el matrimonio y en toda relación, el camino de renovación pasa por morir a
nuestro orgullo, a nuestro ego y a nuestro pecado. Llevamos en el cuerpo
"la muerte de Jesús", para que su vida se manifieste en nosotros. La
verdadera sanación requiere humildad, confesión, perdón y un camino compartido
hacia Cristo.
4.
El papel de la Iglesia: comunidad y acompañamiento
La Iglesia, como Madre y Maestra, ofrece numerosos caminos a los matrimonios en
crisis: Encuentro Matrimonial, Rencuentros, programas de acompañamiento,
consejería, grupos de oración, fuerza en la Eucaristía. Pero el primer paso es
la humildad de los esposos para buscar ayuda, reconociendo que por sí solos no
pueden sanar lo que sólo Cristo puede renovar.
Conclusión:
Queridos hermanos, no olvidemos nunca que la fidelidad a Cristo — en la pureza
del corazón, en el matrimonio o en cualquier vocación — exige fortaleza.
Requiere un abandono diario a la gracia. Pero con Cristo, nada es imposible.
Como dice San Pablo: "El que resucitó al Señor Jesús, también nos
resucitará a nosotros junto con Él."
Que el Señor nos
conceda la fuerza para ser fieles, puros de corazón y valientes testigos de su
amor en un mundo tan confundido sobre el verdadero sentido del amor, de la
pureza y del compromiso.
Amén.
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