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15 de junio del 2025: Solemnidad de la Santísima Trinidad Ciclo C

Tres hacen Uno

Desde antes de los siglos, desde el principio, desde siempre, existe una presencia, una comunión: el Señor me hizo para Él. 

La lectura de los Proverbios hace resonar una realidad que no podemos captar plenamente, sino únicamente acoger por gracia. La figura de la Sabiduría que allí se esboza remite a Dios, más allá de todo lo creado, a quien sólo podemos llamar «el Inconocible».

La unión profunda entre el Señor Creador y la Sabiduría se expresa en términos de presencia: «Yo estaba allí […], crecía junto a Él […], era su delicia día tras día […], encontraba mis delicias con los hijos de los hombres». Una presencia abierta a lo creado, a la amistad con la humanidad.

Esta figura de la Sabiduría la vemos encarnarse en Jesús, el Hijo de Dios, en los escritos del Nuevo Testamento. Él, que crecía en sabiduría y gracia en medio de los suyos en Nazaret. Él, que entrega su vida, amando hasta el extremo, para reunir a todos los hijos e hijas de Dios que somos nosotros, y presentarlos al Padre para su gloria. Él, que ha prometido estar con nosotros cada día para siempre, en el corazón de nuestra vida cotidiana.

Conducidos por el Espíritu, somos poco a poco introducidos en un conocimiento interior de Cristo Jesús para compartir con Él, por Él y en Él una comunión íntima con el Padre. 

Padre, Hijo, Espíritu: tres personas distintas en un único Dios: misterio de nuestra fe, fuente de nuestra alegría, gracia de una esperanza que no defrauda.

¿Puedo reconocer cómo el Espíritu Santo me conduce a glorificar al Padre en lo concreto de cada día?


¿Cómo puedo testimoniar mi fe en la Trinidad en mi lugar de trabajo, con mis seres queridos?

Anne Da, xavière


Primera lectura

Pr 8,22-31

Antes de que la tierra existiera, la Sabiduría fue engendrada

Lectura del libro de los Proverbios.

ESTO dice la Sabiduría de Dios:
«El Señor me creó al principio de sus tareas,
al comienzo de sus obras antiquísimas.
En un tiempo remoto fui formada,
antes de que la tierra existiera.
Antes de los abismos fui engendrada,
antes de los manantiales de las aguas.
Aún no estaban aplomados los montes,
antes de las montañas fui engendrada.
No había hecho aún la tierra y la hierba,
ni los primeros terrones del orbe.
Cuando colocaba los cielos, allí estaba yo;
cuando trazaba la bóveda sobre la faz del abismo;
cuando sujetaba las nubes en la altura,
y fijaba las fuentes abismales;
cuando ponía un límite al mar,
cuyas aguas no traspasan su mandato;
cuando asentaba los cimientos de la tierra,
yo estaba junto a él, como arquitecto,
y día tras día lo alegraba,
todo el tiempo jugaba en su presencia:
jugaba con la bola de la tierra,
y mis delicias están con los hijos de los hombres».


Palabra de Dios.


Salmo

Sal 8,4-5.6-7.8-9 (R. 2a)

R. ¡Señor, Dios nuestro,
qué admirable es tu nombre en toda la tierra!


V. Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos,
la luna y las estrellas que has creado.
¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él,
el ser humano, para mirar por él? R.

V. Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad;
le diste el mando sobre las obras de tus manos.
Todo lo sometiste bajo sus pies. R.

V. Rebaños de ovejas y toros,
y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar
que trazan sendas por el mar. R.


Segunda lectura

Rm 5,1-5

A Dios, por medio de Cristo, en el amor derramado por el Espíritu

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos

HERMANOS:
Habiendo sido justificados en virtud de la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo, por el cual hemos obtenido además por la fe el acceso a esta gracia, en la cual nos encontramos; y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.
Más aún, nos gloriamos incluso en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia, la paciencia, virtud probada, la virtud probada, esperanza, y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado.

Palabra de Dios.


Aclamación

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo; al Dios que es, al que era y al que ha de venir. R.


Evangelio

Jn 16,12-15

Lo que tiene el Padre es mío. El Espíritu recibirá y tomará de lo mío y se lo anunciará

Lectura del santo Evangelio según san Juan.

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Muchas cosas me quedan por decirles, pero no pueden cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, los guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará por cuenta propia, sino que hablará de lo que oye y les comunicará lo que está por venir.
Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará.
Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso les he dicho que recibirá y tomará de lo mío y se lo anunciará».


Palabra del Señor.



1

Queridos hermanos y hermanas en el Señor:

Hoy celebramos dos acontecimientos que se iluminan mutuamente: la solemnidad de la Santísima Trinidad, corazón de nuestra fe cristiana, y el Día del Padre, en el que honramos y agradecemos el don de nuestros padres, aquellos hombres que, en el seno de las familias, reflejan de modo humano la paternidad divina.

1. La Trinidad: comunión de amor eterno

El libro de los Proverbios, en la primera lectura, nos habla de la Sabiduría, que existía junto a Dios antes de la creación:

«Desde la eternidad fui establecida, desde el principio, antes de la tierra.»

Esta Sabiduría, que desde siempre estaba con Dios, es una prefiguración del Hijo eterno, Jesucristo, que vive en comunión con el Padre y el Espíritu Santo desde siempre. Esta es la gran noticia de nuestra fe: Dios no es soledad, sino comunión de amor. Un Dios que no se encierra en sí mismo, sino que se desborda en amor creador, redentor y santificador.

Y esa comunión es la fuente de toda la vida. Toda la creación, cada ser humano, cada familia, nace del deseo amoroso de Dios de compartir su vida.

2. Los padres: reflejo de la paternidad divina

Hoy, en este marco, queremos elevar una oración especial por los padres de familia. Ellos, con sus virtudes y fragilidades, son llamados a ser imagen del Padre celestial:

·        Fuente de vida en la familia.

·        Protector y custodio de los suyos.

·        Educador que enseña a vivir, a discernir, a caminar.

·        Testigo de la fe que transmite los valores del Evangelio.

Cuando un padre se esfuerza por ser justo, paciente, comprensivo y firme en el amor, está reflejando, aunque de manera limitada, el amor infinito del Padre del cielo. San Pablo nos decía en la segunda lectura:

«El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo.»

Ese amor es el que los padres transmiten cada día con su entrega silenciosa: trabajando, enseñando, corrigiendo, acompañando a sus hijos. Son los primeros catequistas del hogar. Con sus palabras y, sobre todo, con su ejemplo, siembran en el corazón de los hijos la semilla de la fe.

3. La familia: pequeña iglesia, imagen de la Trinidad

La Trinidad no es solo un misterio para contemplar, sino un modelo para imitar. La familia cristiana está llamada a ser "icono de la Trinidad", como decía San Juan Pablo II. En el amor mutuo de los esposos, en la entrega a los hijos, en la vida compartida, la familia refleja el misterio del Dios Uno y Trino.

Por eso, queridos padres: cada gesto de amor, cada palabra de consuelo, cada esfuerzo por mantener la unidad, es un modo concreto de hacer presente el misterio trinitario en la tierra. Aún en las dificultades —que las hay—, Dios los acompaña y fortalece.

4. El Espíritu nos conduce al corazón de la Trinidad

En el Evangelio de hoy, Jesús dice:

«Cuando venga el Espíritu de la verdad, los guiará hasta la verdad plena.»

Es el Espíritu Santo quien nos va introduciendo, día tras día, en este misterio de amor. Los padres necesitan invocar constantemente al Espíritu para saber educar, para tener sabiduría en la corrección, paciencia en las dificultades y fortaleza en el testimonio de la fe.

No están solos. La gracia de Dios los sostiene en su misión, incluso cuando los frutos no son inmediatos, incluso cuando hay lágrimas y desilusiones. Como nos recuerda San Pablo:

«La esperanza no defrauda.»

5. Testimoniar la fe en lo cotidiano

El misterio trinitario nos impulsa a vivir la fe en lo cotidiano, también en el trabajo, en las responsabilidades familiares, en el compromiso con la sociedad. Los padres están llamados a ser testigos de fe en medio de un mundo que muchas veces niega a Dios. Con su ejemplo honesto de trabajo, respeto, oración y compromiso, enseñan a sus hijos a caminar en la verdad.

Por eso, en este día, la Iglesia eleva su oración por todos los padres:

·        Por los padres jóvenes que comienzan su camino.

·        Por los padres que llevan años de entrega silenciosa.

·        Por los abuelos, que siguen siendo transmisores de fe y sabiduría.

·        Por los padres ausentes o que han partido al encuentro del Padre eterno.

6. Oración final

Padre Santo, fuente de toda paternidad:

Te damos gracias por el don de los padres.
Bendice a quienes, día a día, con esfuerzo y sacrificio, cuidan de sus familias.
Dales sabiduría para guiar, paciencia para acompañar, fortaleza para sostener.
Que sean testigos de tu amor misericordioso, reflejo de tu ternura de Padre.
Y a los que ya partieron de este mundo, concédeles el gozo eterno en tu presencia.

Santísima Trinidad, comunión de amor perfecto, haz de nuestras familias un reflejo vivo de tu unidad.

Amén.

 


2

HOMILÍA PARA LA SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
Vicariato Apostólico de San Andrés, Providencia y Santa Catalina
Año Jubilar 2025 — Peregrinos de la Esperanza

"Un Dios cercano: el Amor que nos sostiene"

Queridos hermanos y hermanas:

Celebrar hoy la solemnidad de la Santísima Trinidad es sumergirnos en el corazón mismo de nuestra fe. No hablamos de un concepto abstracto o de una doctrina lejana. Hoy contemplamos al Dios vivo, al Dios que es amor, al Dios que nos habita y nos sostiene en cada rincón de nuestra vida, también aquí, en nuestra tierra insular bendecida por la creación.

El riesgo de un Dios lejano

En el mundo moderno —también en nuestras islas— corremos el riesgo de sentir a Dios como lejano. Las preocupaciones diarias, la búsqueda de progreso, las dificultades sociales, la lucha por el sustento, pueden hacer que experimentemos cierto silencio de Dios. En ocasiones, hasta nuestros propios jóvenes, absorbidos por las pantallas y la cultura digital, pueden preguntarse: ¿Dónde está Dios en medio de todo esto?

Pero la fiesta de hoy viene a recordarnos que Dios no está lejos, está profundamente presente. San Agustín lo expresaba con palabras conmovedoras:

“¿Qué amo cuando amo a mi Dios? No amo la belleza corporal, ni el resplandor de esta luz temporal, ni las dulces armonías de este mundo... Sin embargo, cuando amo a Dios, amo una luz, una voz, un perfume, un alimento, un abrazo; pero de un orden espiritual, dentro de mí mismo.”

Un Dios que es comunión de amor

Al contemplar la Trinidad, comprendemos que Dios es comunión: Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres Personas, un solo Dios. Esta comunión de amor es el modelo de toda comunidad, también de nuestra Iglesia particular aquí en el Vicariato. El Padre nos ha creado, el Hijo nos ha redimido, el Espíritu Santo nos guía día a día.

Cuando miramos nuestras familias, nuestras comunidades parroquiales, nuestras pequeñas islas en medio del mar Caribe, estamos llamados a reflejar esa unidad trinitaria: viviendo en fraternidad, cuidando unos de otros, acompañando al que sufre, escuchando al que está solo, sirviendo con generosidad.

Una Trinidad que también se refleja en nuestra historia insular

En nuestra propia historia de pueblo creyente también encontramos huellas de la Trinidad:

  • En nuestras familias, donde el padre, la madre y los hijos son reflejo de amor y comunión.
  • En nuestra vida eclesial, donde los laicos, los religiosos y los sacerdotes compartimos juntos la misión de evangelizar.
  • En nuestra tierra, donde la belleza de la creación, la dignidad de cada persona y la acción del Espíritu Santo en la cultura isleña nos hablan de un Dios presente.

En este Año Jubilar, como Peregrinos de la Esperanza, estamos invitados a mirar a la Trinidad no como un misterio distante, sino como la fuente de fortaleza para enfrentar los desafíos sociales, económicos y espirituales que vivimos.

Romper con la mentalidad del mundo

El mundo moderno, como decía el Papa Benedicto XVI, muchas veces quiere construirlo todo sin Dios. Hoy recordamos cómo ideologías y pensamientos como los de Darwin, Marx o Freud —aunque aportaron algunos elementos al conocimiento humano— intentaron explicar la vida dejando a Dios fuera del centro.

Nosotros, por el contrario, proclamamos un Dios que no es fruto de la imaginación humana, sino que es la fuente misma del ser, del amor y de la verdad. No es un Dios frío, sino el Padre que nos llama, el Hijo que nos abraza desde la cruz, y el Espíritu que sopla sobre nuestra Iglesia para renovarla.

Un llamado a vivir la Trinidad

Nuestra vida de fe debe reflejar ese amor trinitario:

  • Seamos creativos como el Padre, llevando esperanza y nuevas iniciativas a nuestras comunidades.
  • Seamos compasivos como el Hijo, acercándonos a los enfermos, a los migrantes, a los que han perdido el rumbo.
  • Seamos generosos como el Espíritu Santo, poniendo nuestros dones al servicio del bien común de nuestras islas.

Alusión especial en el Día del Padre

Queridos hermanos, y de manera muy especial, queridos padres de familia:

Hoy, en esta solemnidad que nos habla de comunión y amor, también celebramos el Día del Padre. Y qué hermoso es contemplar su vocación a la luz de la Santísima Trinidad.

El Padre Celestial es el modelo supremo de todo padre: fuente de vida, protector, educador en el amor. Ustedes, queridos padres, están llamados a ser, en el corazón de la familia, signo visible de ese amor creador y fiel. Ustedes son los primeros acompañantes de la fe de sus hijos. En sus manos está la preciosa tarea de enseñarles a sus hijos a mirar al cielo, a orar, a confiar, a buscar la verdad y a vivir con dignidad.

Cuando un padre ora con sus hijos, cuando los bendice, cuando los escucha y los guía con firmeza y ternura, está construyendo en ellos el templo donde habitará la Trinidad. Su testimonio de fe marcará para siempre el alma de sus hijos. Como decía San Juan Pablo II: "La familia es la primera escuela de oración."

Por eso hoy, como Iglesia, queremos:

  • Dar gracias por cada padre que, en medio de las dificultades, permanece fiel a su misión.
  • Animar a quienes sienten el peso de sus responsabilidades a no desfallecer, sabiendo que el mismo Dios Padre los sostiene.
  • Y pedir a los hijos y esposas que oren por sus padres, los respeten y los acompañen con amor.

Conclusión

Queridos hermanos:

La Trinidad no es un misterio lejano. La Trinidad es el hogar hacia el cual caminamos, la comunión que ya desde ahora podemos gustar, el amor que nos transforma y nos envía.

Por eso, en este día santo, unimos nuestras voces para proclamar con fe y gratitud:

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.


3


HOMILÍA CATEQUÉTICA Y FAMILIAR PARA LA SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD Y EL DÍA DEL PADRE

"Dios es un misterio de amor, pero nos da pistas para conocerlo"

Queridos niños, jóvenes, familias y comunidad:

Hoy celebramos una de las grandes fiestas de nuestra fe: la Solemnidad de la Santísima Trinidad. Y hoy, además, celebramos con gratitud y cariño el Día del Padre. Ambas celebraciones se iluminan mutuamente, porque Dios mismo, al revelarse como Padre, Hijo y Espíritu Santo, nos enseña el verdadero sentido de la paternidad, el amor, la familia y la comunión.

Cuando hablamos de la Trinidad siempre surge la gran pregunta: ¿cómo puede haber un solo Dios y, al mismo tiempo, tres Personas distintas? Aunque es un misterio profundo, vamos a acercarnos con algunos ejemplos sencillos:


1️ El amor trinitario en la familia: el chiste de Adán y Eva

Cuentan que un día, en el Jardín del Edén, Adán le preguntó a Dios:
— "Señor, ¿por qué hiciste a Eva tan hermosa y distinta de mí?"
— "Para que pudieras amarla."
— "¿Y por qué le diste ese cabello tan bonito?"
— "Para que la amaras aún más."
— "Pero... ¿por qué la hiciste algo distraída?"
— "Ah, Adán, para que ella pudiera amarte a ti."

Así es el amor: busca al otro, se dona, se entrega. Y ese es precisamente el misterio de la Trinidad: el Padre ama al Hijo, el Hijo ama al Padre, y el Espíritu Santo es ese Amor vivo que los une. En la familia, este amor trinitario se refleja en el esposo, la esposa y los hijos, formando la Iglesia doméstica, donde se aprende a amar, perdonar y vivir en comunión.


2️ La paternidad: reflejo de Dios Padre

Queridos papás: hoy la Iglesia les honra y les recuerda su gran misión. Ustedes están llamados a ser imagen viva de Dios Padre en sus hogares. Así como el Padre eterno cuida, sostiene, corrige con amor y nunca abandona, también ustedes están llamados a:

  • Proteger a sus hijos,
  • Guiarlos en la fe,
  • Educar con paciencia,
  • Corregir con ternura,
  • Ser ejemplo de oración, trabajo honesto y generosidad.

La misión de ser padre no es fácil; requiere sacrificio, constancia y fortaleza. Pero, queridos papás, sepan que no están solos: Dios Padre los acompaña, el Espíritu Santo los fortalece, y la Iglesia los sostiene con la oración y los sacramentos.

Hoy felicitamos de corazón a los padres que, aún en medio de las dificultades, siguen firmes en su compromiso familiar, que rezan por sus hijos, que luchan día a día por ser mejores esposos y padres. ¡Que Dios los bendiga y les conceda sabiduría, salud y fortaleza!


3️ Oración por los padres ausentes o en dificultad

También elevamos nuestra oración por aquellos padres que, por diversas razones, han fallado o no han asumido plenamente su responsabilidad. Rogamos al Señor que los ilumine, los sane, y los ayude a reencontrar el camino de su vocación paterna.

Que los hijos y esposas afectados por estas situaciones encuentren consuelo, perdón y restauración en el amor del Padre celestial, que nunca abandona.


4️ Volviendo al misterio de la Trinidad

Un día un sacerdote preguntó en la escuela:
— "¿Quién me explica qué es la Santísima Trinidad?"
Una niña contestó:
— "¡Es un misterio! Tres personas en un solo Dios."

¡Y tenía toda la razón! No intentamos comprenderlo todo, sino vivirlo. Vemos la Trinidad en:

  • El Bautismo de Jesús: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
  • La señal de la cruz: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
  • Los sacramentos que fortalecen nuestras familias.
  • La vida misma de la familia cristiana, cuando hay amor, entrega y comunión.

5️ ¿Cómo vivir este misterio en familia?

  • Amándonos, sirviéndonos y perdonándonos.
  • Orando juntos, enseñando a los hijos a confiar en Dios.
  • Dando testimonio de fe en medio de las pruebas cotidianas.
  • Acercándonos siempre a los sacramentos, fuente de fortaleza.

🧡 Conclusión

Como decía Karl Rahner:
"No intentes explicarlo demasiado: adóralo."

Por eso hoy, llenos de fe, celebramos al Dios Trinidad que es amor y, al mismo tiempo, damos gracias por el don de los padres, llamados a ser reflejo de ese amor trinitario en cada hogar.

Que la Santísima Trinidad bendiga a cada familia, fortalezca a cada padre en su misión, y haga de cada hogar una pequeña Iglesia doméstica, donde reine el amor, la paz y la comunión.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Amén.

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