Santo del día:
Santa Clara de Asís
1193-1253. “Coloca
tu mente ante el espejo de la eternidad; coloca tu alma en el esplendor de la
gloria, coloca tu corazón en la imagen de la sustancia divina y transfórmate
enteramente por medio de la contemplación.” Esta es una de las
bellas frases de la hermana del “poverello” de Asís
Clara
fue una joven noble que, movida por la predicación y el ejemplo de San
Francisco de Asís, dejó su vida acomodada para consagrarse totalmente a Cristo
en la pobreza y la fraternidad. Fundó la Orden de las Hermanas Pobres, más
conocidas como Clarisas, adoptando una forma de vida
centrada en la oración, la austeridad y la confianza absoluta en la
Providencia. Fue la primera mujer en la historia de la Iglesia que redactó y
logró la aprobación de una regla monástica propia.
Hay un
hecho significativo de su vida, digno a destacar: Enferma y postrada, no pudo
asistir a la misa de Navidad en la basílica de San Francisco. Sin embargo, el
Señor le concedió ver y escuchar toda la celebración desde su lecho, como si
estuviera allí presente. Este hecho, registrado por sus hermanas y atestiguado
en su proceso de canonización, inspiró al papa Pío XII, en 1958, a proclamarla Patrona
de la televisión y de todos los que, a distancia, se unen espiritualmente a la
liturgia.
«¡Bendito seas, Señor, ¡por
haberme creado!»: estas fueron las últimas palabras de «la
pequeña planta de San Francisco», fundadora de la segunda orden franciscana, la
de las Clarisas.
Libertad infinita
(Mateo 17, 22-27) La
tristeza de los discípulos es inseparable del contexto judeo-romano: es más
fácil imaginar la muerte de Jesús a manos del poder de hombres hostiles que su
resurrección por el poder de Dios. El pez pescado por Pedro es entonces el
signo de que el impuesto debido a los poderosos está subordinado al don del
Creador de toda vida. Jesús es infinitamente libre con respecto a los reyes de
la tierra precisamente porque es Hijo de Dios.
Nicolas Tarralle, prêtre assomptionniste
Primera
lectura
Circunciden
sus corazones. Amarán al emigrante, porque emigrantes fueron
Lectura del libro del Deuteronomio.
MOISÉS dijo al pueblo:
«Ahora Israel ¿qué te pide el Señor, tu Dios, sino que temas al Señor, tu Dios,
siguiendo todos sus caminos, y que le ames y que sirvas al Señor, tu Dios, con
todo tu corazón y con toda tu alma, observando los preceptos del Señor y los
mandatos que yo te mando hoy, para tu bien?
Cierto: del Señor son los cielos, hasta el último cielo, la tierra y todo
cuanto la habita. Mas solo de sus padres se enamoró el Señor, los amó, y de su
descendencia los escogió a ustedes entre todos los pueblos, como sucede hoy.
Circunciden su corazón, no endurezcan su cerviz, pues el Señor, su Dios es Dios
de dioses y Señor de señores, el Dios grande, fuerte y terrible, que no es parcial
ni acepta soborno, que hace justicia al huérfano y a la viuda, y que ama al
emigrante, dándole pan y vestido. Amarán al emigrante, porque emigrantes fueron
en Egipto. Temerás al Señor, tu Dios, le servirás, te adherirás a él y en su
nombre jurarás.
Él es tu alabanza y él es tu Dios, que hizo a tu favor las terribles hazañas
que tus ojos han visto. Setenta eran tus padres cuando bajaron a Egipto, y
ahora el Señor, tu Dios, te ha hecho numeroso como las estrellas del cielo».
Palabra de Dios.
Salmo
R. Glorifica
al Señor, Jerusalén.
o bien:
R. Aleluya.
V. Glorifica
al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sion.
Que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti. R.
V. Ha puesto
paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.
Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz. R.
V. Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos. R.
Aclamación
V. Dios nos
llamó por medio del Evangelio para que lleguemos a adquirir la gloria de
nuestro Señor Jesucristo. R.
Evangelio
Lo matarán,
pero resucitará. Los hijos están exentos del impuesto
Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
EN aquel tiempo, mientras Jesús y los discípulos recorrían juntos Galilea,
les dijo:
«El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres, lo matarán, pero
resucitará al tercer día».
Ellos se pusieron muy tristes.
Cuando llegaron a Cafarnaún, los que cobraban el impuesto de las dos dracmas se
acercaron a Pedro y le preguntaron:
«Su Maestro no paga las dos dracmas?».
Contestó:
«Sí».
Cuando llegó a casa, Jesús se adelantó a preguntarle:
«¿Qué te parece, Simón? Los reyes del mundo, ¿a quién le cobran impuestos y
tasas, a sus hijos o a los extraños?».
Contestó:
«A los extraños».
Jesús le dijo:
«Entonces, los hijos están exentos. Sin embargo, para no darles mal ejemplo, ve
al mar, echa el anzuelo, coge el primer pez que pique, ábrele la boca y
encontrarás una moneda de plata. Cógela y págales por mí y por ti».
Palabra del Señor.
1
1.
Introducción a la homilía
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy celebramos con alegría la memoria de Santa
Clara de Asís, nacida el 16 de julio de 1194 y llamada por Dios a seguir de
cerca a Cristo pobre y crucificado, bajo la inspiración de San Francisco. Su
vida fue un canto de amor a la Eucaristía, a la pobreza evangélica y a la
fraternidad. Fundadora de la Orden de las Hermanas Pobres —las Clarisas—, fue
una mujer fuerte, humilde y profundamente contemplativa.
Hay un episodio hermoso de sus últimos días:
enferma y postrada, no pudo asistir a la misa de Navidad en la basílica de San
Francisco. Sin embargo, el Señor le concedió ver y escuchar toda la celebración
desde su lecho, como si estuviera allí presente. Este hecho, registrado por sus
hermanas y atestiguado en su proceso de canonización, inspiró al papa Pío XII,
en 1958, a proclamarla Patrona de la televisión y de todos los que, a
distancia, se unen espiritualmente a la liturgia. Es un detalle que nos
recuerda que, cuando el corazón está encendido de amor a Dios, ninguna barrera
física puede impedir la comunión con Él.
Hoy, a la luz de las lecturas que hemos proclamado,
podemos descubrir que el carisma de Santa Clara se resume en una invitación a
vivir con fe vigilante y amor confiado, como nos pide el Evangelio. La
fe que espera y actúa, la fe que ve más allá de lo visible, la fe que convierte
nuestra vida en un espejo de la gloria de Dios, como ella misma escribió: “Coloca
tu mente ante el espejo de la eternidad, tu alma en el esplendor de la gloria,
y tu corazón en la imagen de la sustancia divina”.
2
La verdadera libertad nace de pertenecer a Dios
1. Introducción
Queridos hermanos:
Hoy, mientras recordamos a Santa Clara de Asís, mujer pobre y libre en
Cristo, la Palabra de Dios nos invita a reflexionar sobre una libertad más
profunda que la que ofrecen las leyes humanas: la libertad de los hijos de
Dios. En este Año Jubilar, donde el Papa nos llama Peregrinos de la
Esperanza, celebramos la memoria de una santa que vivió sin miedo a los
poderosos y sin ataduras a las riquezas, porque su corazón pertenecía solo al
Señor.
Y hoy traemos a esta Eucaristía la memoria de
nuestros hermanos difuntos, orando por ellos para que gocen ya de la
libertad perfecta que da la resurrección en Cristo.
2. Primera lectura: Amar, servir
y caminar con Dios (Dt 10,12-22)
Moisés le recuerda a Israel lo que el Señor pide:
temerle, caminar en sus caminos, amarlo, servirlo y guardar sus mandamientos.
- No
es un Dios parcial: hace justicia al huérfano y a la viuda, y ama al
extranjero.
- Invita
al pueblo a recordar que ellos mismos fueron extranjeros y esclavos en
Egipto, y que el Señor los liberó.
Aquí encontramos la raíz de toda libertad: pertenecer
a Dios. La verdadera independencia no nace de romper vínculos, sino de
enraizarnos en Él, que es justo y misericordioso.
3. Salmo 147: El Señor sostiene y
bendice
El salmo proclama que Dios refuerza los cerrojos
de las puertas, bendice a los hijos, envía su palabra y sacia con flor de
harina.
- Es
un canto de confianza: quien vive unido al Señor está seguro, aunque las
circunstancias sean difíciles.
- Esta
es la fe que sostiene también nuestra oración por los difuntos: creemos
que Dios no los abandona, sino que los conduce a su paz eterna.
4. Evangelio: Libertad infinita
(Mt 17,22-27)
En el camino a Jerusalén, Jesús anuncia su pasión y
resurrección, pero los discípulos se entristecen. Es más fácil —como dice el
comentario— imaginar la muerte de Jesús a manos de hombres hostiles que su
resurrección por la fuerza de Dios.
Luego, el episodio del impuesto del templo:
- Jesús,
como Hijo de Dios, no está obligado a pagarlo, pues el templo es la casa
de su Padre.
- Sin
embargo, por respeto y para no escandalizar, envía a Pedro a pescar un
pez, en cuya boca encuentra la moneda para pagar por los dos.
Este gesto tiene una enseñanza profunda: la
verdadera libertad no es rebeldía contra todo, sino actuar con amor y
sabiduría, sin dejarse atar por el poder humano. Jesús no paga porque deba,
sino porque elige hacerlo, para cumplir su misión en paz.
5. Santa Clara de Asís: un
corazón libre
Santa Clara entendió este Evangelio con su vida.
- Hija
de una familia noble, eligió vivir pobre para ser libre.
- Renunció
a toda propiedad, confiando en la providencia.
- En
su lecho de enferma, Dios le concedió ver y oír la misa de Navidad como si
estuviera presente: un signo de que la comunión con Él traspasa toda
distancia y límite humano.
- Fue
capaz de enfrentar, con el Santísimo en sus manos, a quienes amenazaban su
convento, recordándonos que la verdadera fuerza del cristiano es Cristo
vivo en la Eucaristía.
6. Aplicaciones para nuestra vida
- Para
los vivos:
Vivir en libertad cristiana significa no dejar que el miedo, el pecado o
el apego a las cosas nos dominen.
- Para
nuestros difuntos: Pedimos que, purificados de todo lazo con el mal, entren en la
libertad gloriosa de los hijos de Dios.
- Para
la comunidad jubilar: Peregrinar con esperanza es caminar ligeros de equipaje, confiando
más en la providencia que en nuestras seguridades humanas.
7. Conclusión
La libertad infinita de Jesús, reflejada en Santa
Clara, nos muestra que el creyente puede vivir en este mundo sin pertenecerle,
porque su identidad está en el cielo.
Pidamos hoy que nuestra vida, como la de Clara, sea un testimonio de confianza,
pobreza evangélica y amor total a Dios.
Que, al recordar a nuestros difuntos, vivamos con la certeza de que en Cristo
la muerte no es el final, sino la puerta a la verdadera libertad.
Oración final
Señor
Jesús, que viviste libre de todo miedo y de todo apego,
enséñanos a caminar en tus caminos como hijos amados del Padre.
Que Santa Clara nos inspire a vivir en pobreza y libertad,
y que nuestros hermanos difuntos gocen ya de la vida eterna
en la libertad gloriosa de los hijos de Dios.
Amén.
Santa Clara, Virgen — Memoria
c. 1193–1253
Patrona de las Clarisas, bordadoras, orfebres, lavanderas, costureras,
teléfonos y televisión
Invocada contra las enfermedades de los ojos y para pedir buen clima
Canonizada por el papa Alejandro IV en 1255
Cita:
Al contemplar más profundamente sus inefables
delicias, riquezas eternas y honores, y suspirar por ellos con el gran deseo y
amor de tu corazón, puedas clamar: “¡Atráeme tras de Ti! ¡Corramos en el
perfume de tus aromas, oh Esposo celestial! Correré y no me cansaré, hasta que
me introduzcas en la bodega del vino, hasta que tu mano izquierda esté bajo mi
cabeza y tu mano derecha me abrace con alegría y me beses con el más feliz beso
de tu boca.”
(De una carta escrita por Santa Clara)
Reflexión:
Clara Offreduccio, nacida en el seno de una familia noble de alto rango en la
pintoresca ciudad italiana de Asís, fue la mayor de tres hijas. Criada entre un
suntuoso palacio en Asís y un castillo en la ladera cercana del Monte Subasio,
las niñas fueron educadas en la fe por sus devotos padres católicos,
especialmente por su madre. Desde muy pequeñas, llevaban una vida de oración.
Cuando Clara tenía doce años, sus padres, siguiendo
las costumbres de la época, intentaron concertar su matrimonio con un noble adinerado.
Sin embargo, Clara expresó su deseo de esperar hasta cumplir dieciocho años, a
lo que sus padres accedieron.
En la adolescencia, Clara comenzó a admirar a un
joven de veinticuatro años llamado Francisco, quien había experimentado
recientemente una profunda conversión. En su juventud, Francisco había sido el
alma de las fiestas en Asís, con el sueño de convertirse en un gran caballero,
sueño que persiguió en dos ocasiones. Su vida cambió cuando fue capturado en la
guerra y encarcelado durante un año. Tras ser rescatado por su padre, volvió a
Asís como un hombre transformado. Aquella dura experiencia encendió en él una
conversión espiritual que no solo marcaría su vida, sino también la de Clara,
la de la ciudad de Asís y la de toda la Iglesia durante siglos.
Después de renunciar a la herencia de su familia y
obtener la aprobación papal, Francisco y un pequeño grupo de seguidores
adoptaron un estilo de vida radical, caracterizado por la pobreza, la oración,
la penitencia y la predicación itinerante.
Hacia 1211 o 1212, cuando Clara se acercaba a sus
dieciocho años, asistió a una misión cuaresmal en la iglesia de San Giorgio en
Asís, predicada por el hermano Francisco. Aquella predicación caló hondo en su
corazón, y Clara sintió que Dios la llamaba a unirse a Francisco y a sus
hermanos formando una rama femenina de su nueva orden. Sabiendo que su familia
no aprobaría su decisión, habló en secreto con el hermano Francisco. Con la
aprobación del obispo local, Francisco aceptó recibirla la noche del Domingo de
Ramos en la pequeña capilla de la Porciúncula, donde vivía su fraternidad.
Aquella noche, Clara llegó a la capilla vestida
como una novia dispuesta a desposarse con su Esposo celestial. La acompañaban
su tía y una amiga. Clara entregó su ropa noble a cambio de un tosco hábito,
permitió que Francisco le cortara su larga cabellera y cubrió su cabeza con un
velo. Luego, Francisco dispuso que se alojara en un convento benedictino
cercano.
Cuando su familia supo lo sucedido, intentaron
persuadirla de volver a casa, ofreciéndole riquezas y todos los privilegios de
la nobleza. Clara se negó. Al tratar de llevarla por la fuerza, ella se aferró
al altar y les mostró su cabello cortado, símbolo de su consagración a Dios.
Comprendiendo que ya no tenían autoridad sobre ella, sus familiares cedieron.
Este fue no solo un momento decisivo en la vida de Clara, sino también el
nacimiento de la orden religiosa de las Clarisas.
Por su seguridad y tranquilidad, Clara fue
trasladada a otro monasterio a los pocos días, y luego a otro más. Para su
sorpresa, semanas después su hermana Catalina se le unió. La familia trató
nuevamente de intervenir, pero —según cuenta una tradición—, por las oraciones
de Clara, el cuerpo de Catalina se volvió tan pesado que los hombres no
pudieron levantarla. Finalmente, la familia desistió. Catalina fue aceptada en
la nueva orden y recibió el nombre religioso de Inés.
Con el tiempo, incluso su otra hermana y su madre
se unieron a Clara e Inés en la pequeña casa que Francisco había construido
junto a la iglesia de San Damián. Siguiendo la regla de vida que les dio
Francisco, se las conoció como “Las Damas Pobres de San Damián”. Solo después
de la muerte de Clara se las comenzó a llamar “Clarisas”.
Las Damas Pobres de San Damián vivían en extrema
pobreza, trabajaban con sus manos y guardaban casi completo silencio, siguiendo
estrictamente la regla de Francisco durante los primeros años. A diferencia de
los frailes, ellas permanecían en clausura, sin salir a predicar. En aquella
época, esta austeridad era novedosa para mujeres consagradas, ya que la mayoría
de los conventos eran ricos y poseían grandes extensiones de tierra trabajadas
por otros. Como la rama masculina, esta nueva forma de vida fue revolucionaria,
especialmente por su estricta regla de pobreza.
Aunque no deseaba asumir autoridad, Clara fue
elegida abadesa. Era humilde y reservada, y le resultaba difícil dar órdenes;
solía encargarse de los trabajos más humildes y menos deseados.
La protección divina cuidó de la comunidad. Cuando
invasores musulmanes rodearon el convento y se preparaban para atacar Asís,
Clara tomó la custodia con el Santísimo Sacramento y salió a enfrentarlos.
Impactados, los invasores se retiraron y nunca regresaron.
Madre Clara pasó gran parte de su vida resistiendo
las presiones de obispos, cardenales e incluso papas que querían que su orden
se asemejara más a las monjas benedictinas. Firme, optó por depender de la
providencia divina, confiando plenamente en su Esposo celestial. Estas luchas
se intensificaron tras la muerte de San Francisco en 1226. Después de años de
insistencia, Clara redactó una regla para sus hermanas y obtuvo su aprobación
del papa Inocencio IV pocos días antes de morir, en 1253, a los cincuenta y
nueve años. Fue la primera vez en la historia que una mujer escribía una regla
para la vida religiosa y lograba su aprobación oficial.
A pesar de su vida oculta, su santidad era tan
reconocida que el papa acudió personalmente a Asís para celebrar su funeral.
Fue canonizada solo dos años después.
Al honrar hoy a Santa Clara y a sus hermanas, se
nos invita a contemplar su total confianza en Dios. Abandonar su vida noble
para abrazar la pobreza radical requirió gran fe, pero permaneció fiel a su
llamado. Por medio de ella, Dios ha dado frutos abundantes que solo se
conocerán plenamente en el cielo. Meditemos en su pobreza, su vida escondida de
silencio y oración continua, y su fidelidad a la llamada divina. Que su
radicalidad nos inspire a salir de nuestra zona de confort y abrazar una vida
más confiada y de servicio desinteresado a la voluntad de Dios.
Oración:
Santa Clara, aunque procedías de una familia rica y noble, Dios te llamó a
la pobreza, donde encontraste tu verdadera nobleza. Escuchaste su llamado a
vivir radicalmente para Él, respondiste y nunca volviste atrás. Ruega por mí,
para que yo también responda al llamado de Dios en mi vida con radical
fidelidad. Que nada se interponga en mi adhesión plena a su voluntad.
Santa Clara de Asís, ruega por mí.
Jesús, en Ti confío.
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