miércoles, 20 de agosto de 2025

21 de agosto del 2025: jueves de la vigésima semana del tiempo ordinario -I- San Pío X, papa, memoria obligatoria

 

Santo del día:

San Pío X

1835-1914. Elegido Papa en 1903, adoptó como lema: «Restaurar todas las cosas en Cristo». Animó a los fieles a comulgar con más frecuencia y redujo la edad para la primera comunión a los 7 años. Fue canonizado en 1954.

 


«Aquí estoy, para hacer tu voluntad"

(Salmo 39 (40)) La liturgia pone en nuestros labios los versículos del salmo que el autor de la carta a los Hebreos cita para explicar la actitud adoptada por Jesús en el umbral de su encarnación.
El impulso que lo lleva a cumplir la voluntad de su Padre se expresa aquí de manera lapidaria: «Aquí estoy, para hacer tu Voluntad» (Hb, 10,9).

Siguiendo al Hijo del hombre, saboreemos la fuerza de estas palabras.
¿Estamos nosotros listos para pronunciarlas a nuestra vez, seguros de que la gracia de Dios nunca nos faltará?

Bénédicte de la Croix, cistercienne

 


Primera lectura

Jc 11,29-39a

El primero que salga de la casa será para el Señor y lo ofreceré en holocausto

Lectura del libro de los Jueces.

EN aquellos días, el espíritu del Señor vino sobre Jefté. Atravesó Galaad y Manasés, y cruzó a Mispá de Galaad, y de Mispá de Galaad pasó hacia los amonitas. Entonces Jefté hizo un voto al Señor:
«Si entregas a los amonitas en mi mano, el primero que salga de las puertas de mi casa a mi encuentro, cuando vuelva en paz de la campaña contra los amonitas, será para el Señor y lo ofreceré en holocausto».
Jefté pasó a luchar contra los amonitas, y el Señor los entregó en su mano. Los batió, desde Aroer hasta Minit —veinte ciudades—, y hasta Abel Queramín. Fue una gran derrota, y los amonitas quedaron sometidos a los hijos de Israel.
Cuando Jefté llegó a su casa de Mispá, su hija salió a su encuentro con adufes y danzas. Era su única hija. No tenía más hijos.
Al verla, rasgó sus vestiduras y exclamó:
«¡Ay, hija mía, me has destrozado por completo y has causado mi ruina! He hecho una promesa al Señor y no puedo volverme atrás».
Ella le dijo:
«Padre mío, si has hecho una promesa al Señor, haz conmigo según lo prometido, ya que el Señor te ha concedido el desquite de tus enemigos amonitas».
Y le pidió a su padre:
«Concédeme esto: déjame libre dos meses, para ir vagando por los montes y llorar mi virginidad con mis compañeras».
Él le dijo:
«Vete».
Y la dejó ir dos meses. Ella marchó con sus compañeras y lloró su virginidad por los montes.
Al cabo de dos meses volvió donde estaba su padre, que hizo con ella según el voto que había pronunciado. Ella no había conocido varón.

Palabra de Dios.

 

Salmo

Sal 40(39),5.7-8a. 8b-9.10 (R. cf. 8a y 9a) 

R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

VDichoso el hombre que ha puesto
su confianza en el Señor,
y no acude a los idólatras,
que se extravían con engaños. 
R.

V. Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides holocaustos ni sacrificios expiatorios;
entonces yo digo: «Aquí estoy». 
R.

V. «—Como está escrito en mi libro—
para hacer tu voluntad.
Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas». 
R.

V. He proclamado tu justicia
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios, Señor, tú lo sabes
R.

 

Aclamación

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. No endurezcan hoy su corazón; escuchen la voz del Señor. R.

 

Evangelio

Mt 22,1-14

A todos los que encuentren, llámenlos a la boda

Lectura del santo Evangelio según san Mateo.

EN aquel tiempo, Jesús volvió a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, diciendo:
«El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo; mandó a sus criados para que llamaran a los convidados, pero no quisieron ir. Volvió a mandar otros criados encargándoles que dijeran a los convidados:
“Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas y todo está a punto. Vengan a la boda”.
Pero ellos no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios, los demás agarraron a los criados y los maltrataron y los mataron.
El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad.
Luego dijo a sus criados:
“La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Vayan ahora a los cruces de los caminos y a todos los que encuentren, llámenlos a la boda”.
Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo:
“Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin el vestido de boda?”.
El otro no abrió la boca.
Entonces el rey dijo a los servidores:
“Átenlo de pies y manos y arrójenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes”.
Porque muchos son los llamados, pero pocos los elegidos».

Palabra del Señor.

 

 

1


1. Introducción: San Pío X y el “Aquí estoy”

Queridos hermanos y hermanas:
Hoy celebramos la memoria de San Pío X, aquel Papa humilde y reformador que abrió la Iglesia al siglo XX con un lema que es un programa de vida: Instaurare omnia in Christo —“Restaurarlo todo en Cristo”. Fue él quien impulsó la comunión frecuente, la comunión de los niños y la renovación litúrgica, porque creía que la Iglesia vive del encuentro con Cristo en la Eucaristía.

La Palabra de Dios de este jueves se ilumina con su testimonio. El Salmo 39 pone en nuestros labios una súplica que se hace promesa: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”. Estas palabras resuenan con fuerza jubilar: somos peregrinos de la esperanza porque Dios sigue llamando a su pueblo a caminar, a levantarse, a responder: “Aquí estoy”.


2. Primera lectura: La entrega que cuesta

El libro de los Jueces nos presenta hoy a Jefté, un hombre lleno del Espíritu de Dios que, llevado por su ímpetu, hace un voto imprudente y doloroso. Promete entregar en sacrificio a quien saliera primero a recibirlo después de la victoria, y es su propia hija la que aparece. El relato nos sacude porque muestra cómo el celo, cuando no está iluminado por la sabiduría de Dios, puede llevar a comprometer incluso la vida inocente.

Aquí aprendemos algo: la evangelización y la vocación no son fruto de votos precipitados o de entusiasmos humanos, sino de una respuesta madura, libre y confiada en la gracia. El “aquí estoy” que Dios espera no nace del miedo ni de la superstición, sino de un corazón que discierne y ama.


3. El Evangelio: invitados a la boda

En el Evangelio, Jesús nos habla del banquete de bodas del Hijo. Muchos son invitados, pero algunos rechazan, otros se excusan, otros incluso maltratan a los mensajeros. La parábola nos recuerda que Dios no se cansa de invitar, pero que la verdadera respuesta no consiste solo en decir “sí” con los labios, sino en revestirse del traje de fiesta, es decir, de la vida nueva en Cristo.

Evangelizar es precisamente eso: ayudar a otros a descubrir la invitación de Dios y acompañarlos a vestirse del traje nuevo de la gracia. No basta estar en la sala: hay que estar revestidos de Cristo, como nos diría San Pablo.


4. El Salmo: la clave de la obediencia filial

El Salmo 39 es el corazón de nuestra liturgia de hoy: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”. Jesús mismo lo asumió en su encarnación, y San Pío X lo vivió en su ministerio pastoral. Para nosotros, en este Año Jubilar, significa tres cosas concretas:

1.    Disponibilidad para evangelizar: decir “Aquí estoy” cuando la Iglesia nos pide llevar la Palabra a nuevas periferias.

2.    Fidelidad en la vocación: los sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos consagrados estamos llamados a renovar nuestro “sí” con la certeza de que la gracia de Dios no nos fallará.

3.    Discernimiento y confianza: no responder desde la emoción pasajera como Jefté, sino desde la certeza de que Dios nos llama a una obediencia amorosa.


5. Aplicación pastoral: Iglesia evangelizadora y vocacional

Hoy queremos orar por la obra evangelizadora de la Iglesia. En un mundo donde muchos rechazan la invitación de Cristo, necesitamos mensajeros valientes y llenos de esperanza. Necesitamos comunidades que, como San Pío X, pongan a Cristo en el centro.

También oramos por las vocaciones. El “aquí estoy” debe resonar en jóvenes que sienten el llamado al sacerdocio, a la vida consagrada, al matrimonio cristiano, a la misión laical. Cada vocación es una respuesta al amor de Dios y un vestido de fiesta con el que se sirve al Reino.


6. Dimensión jubilar: “Peregrinos de la esperanza”

El Papa Francisco nos convocó a vivir este Jubileo como peregrinos de la esperanza. Y no hay palabra más jubilar que este “Aquí estoy”. Ser peregrino es ponerse en camino con confianza, aunque no sepamos todos los detalles del viaje. Así fue Abraham, así fue María en la Anunciación, así fue Cristo en su encarnación.

Que este Jubileo nos encuentre disponibles, confiados en que la gracia de Dios no faltará. Porque la esperanza no se apoya en nuestras fuerzas, sino en la fidelidad de Aquel que nos llama.


7. Conclusión: Oración final

Queridos hermanos, que al recordar a San Pío X y meditar en el Salmo 39, podamos renovar hoy nuestro compromiso:

  • Que la Iglesia diga “Aquí estoy” para anunciar el Evangelio en todo el mundo.
  • Que los jóvenes digan “Aquí estoy” para abrazar su vocación.
  • Que cada familia, cada comunidad, cada parroquia viva con alegría la invitación al banquete del Reino.

Y que la Virgen María, la primera en decir “Hágase en mí según tu palabra”, nos enseñe a vivir siempre disponibles, confiados en la gracia de Dios.

Amén.

 

2


1)   Introducción: Invitados a la fiesta… y llamados a la coherencia

El Reino es un banquete de bodas al que el Padre nos invita por amor. Pero la mesa se honra con una respuesta libre y verdadera. Hoy, la Palabra nos muestra qué sí y qué no significa decir: “Aquí estoy”.


2) Primera lectura (Jc 11,29-39a): Celo sin discernimiento

La figura de Jefté, “tomado por el Espíritu del Señor”, vence a los amonitas, pero formula un voto imprudente que termina hiriendo su propia casa. El texto es duro y nos previene de un riesgo pastoral perenne: confundir el celo religioso con la voluntad de Dios.

  • La misión no nace de la impulsividad ni de la superstición, sino del discernimiento.
  • El verdadero culto jamás pasa por la inmolación del inocente ni por sacrificios que contradigan la misericordia divina.
  • En clave evangelizadora y vocacional: no prometemos a Dios lo que Él no pide; ofrecemos, más bien, lo que pide: un corazón convertido, una vida coherente, una caridad operativa.

Esta página de Jueces prepara el contraste con el Salmo y el Evangelio: Dios no quiere votos temerarios, sino obediencia amorosa.


3) Salmo 39(40): “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”

El Salmo pone la clave:

Sacrificios y ofrendas no te agradan… entonces dije: Aquí estoy… en hacer tu voluntad me complazco.”

Este es el lenguaje del Hijo al entrar en el mundo (cf. Hb 10). Frente al voto imprudente de Jefté, el salmo enseña la ofrenda cristiana: no es espectacularidad ni rito vacío, sino voluntad hecha carne, obediencia y misericordia.
En clave jubilar y vocacional: el “aquí estoy” se concreta en tiempos de oración, vida sacramental, servicio humilde, formación y discernimiento acompañados.


4) Evangelio (Mt 22,1-14): La invitación, el traje y la misión

El Padre insiste en invitar; algunos ignoran (indiferencia), otros agreden (hostilidad). Y, aun cuando la sala se llena, no basta entrar: hay que vestirse de fiesta.

  • Indiferencia: ocupa el corazón con lo accesorio y vacía lo esencial.
  • Hostilidad: rechaza el Evangelio y persigue a sus mensajeros.
  • Traje de bodas: la gracia y la coherencia visibles en obras (la “forma” eucarística de la vida).

La evangelización hoy requiere mensajeros que inviten sin cansancio y testigos cuyo “traje” sea su vida transformada. Ese es el antídoto a la indiferencia y a la hostilidad.


5) San Pío X: “Restaurarlo todo en Cristo”

El Papa de la comunión frecuente, de la formación catequética y de la renovación litúrgica entendió que la Iglesia se regenera desde la Eucaristía: el banquete donde Cristo nos reviste de sí.

  • Contra la tentación “jefteana” de promesas grandilocuentes: vida eucarística sencilla y fiel.
  • Contra la indiferencia: catequesis sólida que enciende el corazón.
  • Contra la hostilidad: caridad clara y valiente.

6) Aplicación jubilar: de los votos imprudentes al “aquí estoy”

Peregrinos de la esperanza no hacen promesas vacías; responden cada día:

1.    Discernir antes de prometer: acompañamiento espiritual, escucha de la Palabra, obediencia eclesial.

2.    Revestirse: confesión frecuente, Eucaristía vivida, caridad concreta (el traje no es metáfora piadosa, es estilo de vida).

3.    Invitar: la misión no se delega; cada bautizado es un siervo que va a las encrucijadas.

4.    Vocaciones: crear ambientes vocacionales donde los jóvenes puedan decir “Aquí estoy” sin miedo, con acompañamiento y comunidad.


7) Cierre orante

Señor Jesús, Esposo de la Iglesia,
líbranos del celo sin sabiduría de Jefté
y danos el corazón del Salmo: “Aquí estoy”.
Que tu Eucaristía nos vista con el traje de fiesta,
para que, como San Pío X, restauremos todo en Ti
sirviendo a la obra evangelizadora y sus vocaciones.
Amén.

 

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21 de agosto:

San Pío X, Papa — Memoria
1835–1914
Patrono de los niños de Primera Comunión y de los peregrinos
Canonizado por el Papa Pío XII el 29 de mayo de 1954



Cita

Después de una cuidadosa deliberación sobre todos estos puntos, esta Sagrada Congregación de la Disciplina de los Sacramentos, en reunión general celebrada el 15 de julio de 1910, con el fin de eliminar los abusos antes mencionados y lograr que los niños, incluso desde sus tiernos años, puedan unirse a Jesucristo, vivir su vida y obtener protección contra todo peligro de corrupción, ha considerado necesario prescribir las siguientes normas que deben observarse en todas partes para la Primera Comunión de los niños:

1.    La edad de discreción, tanto para la Confesión como para la Sagrada Comunión, es el momento en que el niño comienza a razonar, es decir, alrededor de los siete años, más o menos. A partir de ese momento comienza la obligación de cumplir el precepto tanto de la Confesión como de la Comunión…
~Quam Singulari, decisión de San Pío X, 1910


Reflexión

Giuseppe Melchiorre Sarto nació en Riese, Reino de Lombardía-Venecia, hoy Italia. Nació en una familia pobre, siendo el segundo de diez hijos. Su padre era cartero y su madre costurera. Su familia era muy devota, y Giuseppe aprendió la fe católica tanto con la palabra como con el ejemplo. De niño fue educado en casa y por el párroco local, el padre Tito Fusaroni, quien quedó muy impresionado por la piedad y la inteligencia de Giuseppe. Como resultado, cuando Giuseppe tuvo la edad suficiente, el padre Fusaroni pagó su educación en el gimnasio de Castelfranco Véneto, a solo unos kilómetros de su casa, adonde iba caminando cada día. Por ser pobre, a menudo fue objeto de burlas por parte de otros estudiantes, pero esto solo fortaleció su carácter. El gimnasio, como se le llamaba, era una escuela orientada a la excelencia académica y a preparar a los estudiantes para estudios posteriores. Alrededor de los quince años, el padre Fusaroni consiguió una beca para Giuseppe, quien fue enviado al Seminario de Padua, a poco más de veinte millas al sur de su hogar, donde estudió clásicos, filosofía y teología. Avanzó hasta ser el primero de su clase, pero permaneció orante, generoso, bondadoso y humilde, manifestando siempre una fe inquebrantable. Al concluir sus estudios, fue ordenado sacerdote el 18 de septiembre de 1858, a los veintitrés años.

Después de la ordenación, el padre Sarto se convirtió en vicario parroquial en Tombolo, donde pasó los siguientes ocho años. El párroco, el padre Constantini, era mayor y con frecuencia enfermizo, lo que significaba que el padre Sarto pronto se convirtió en el párroco de hecho, cumpliendo la mayoría de las funciones sacerdotales. Tenía un gran respeto por su párroco y buscaba a menudo su consejo. El padre Constantini, a su vez, creció en admiración hacia el padre Sarto. Más tarde dijo de él: “Es tan celoso, tan lleno de buen sentido y de otros dones preciosos, que soy yo quien puede aprender mucho de él. Algún día llevará la mitra, de eso estoy seguro. Después de eso… ¿quién sabe?”. En Tombolo, el padre Sarto fue especialmente atento a las necesidades de los pobres —pues él mismo se había criado en la pobreza—, enseñaba clases de educación de adultos, dirigía el coro parroquial en canto gregoriano, preparaba cuidadosamente sus homilías, pedía consejo y mostraba una genuina preocupación por el bien de sus feligreses. En su tiempo libre continuaba sus estudios por cuenta propia, profundizando en la teología de Santo Tomás de Aquino y en el derecho canónico.

En 1867, debido a su excelente labor en Tombolo, el padre Sarto fue nombrado arcipreste de Salzano. Como arcipreste, tuvo responsabilidades administrativas y pastorales sobre todo el territorio, con la ayuda de sacerdotes bajo su cargo. Continuó con las prácticas pastorales a las que estaba acostumbrado, además de restaurar la iglesia en ruinas, ampliar el hospital católico y cuidar de los enfermos durante un brote de cólera.

A los cuarenta años, el padre Sarto fue elevado a las importantes responsabilidades de canónigo de la catedral de Treviso, canciller y vicario general. También se convirtió en director espiritual del seminario diocesano, donde se dedicó profundamente a la formación de nuevos sacerdotes. Estas responsabilidades importantes, sin embargo, no lo alejaron del pueblo sencillo. Se mantuvo fiel a la enseñanza del catecismo a niños y adultos, y siempre tendía la mano a los pobres y necesitados.

En 1884, el Papa León XIII nombró al canónigo Sarto obispo de Mantua, en el norte de Italia. Aunque al principio se resistió, el Papa insistió. En ese tiempo, la diócesis de Mantua estaba en desorden. Apenas catorce años antes, la Iglesia había perdido el poder temporal sobre los Estados Pontificios por la creación del Reino de Italia. La Iglesia y el Estado a menudo estaban enfrentados. La Iglesia había perdido gran parte de su influencia, propiedades y control interno en esos territorios, incluida Mantua. Como resultado, el obispo Sarto encontró una gran indiferencia y un secularismo rampante. Se puso manos a la obra: revitalizó la educación de los laicos, se dedicó personalmente a la enseñanza en el seminario, reintrodujo la teología escolástica de Santo Tomás de Aquino y el canto gregoriano, y dio nueva vida a sus seminaristas, presbiterio y diócesis. Debido a su buen trabajo, en 1893 el Papa León XIII lo nombró patriarca de Venecia y cardenal.

En Venecia, el cardenal Sarto continuó haciendo lo que siempre había hecho. Se dedicó al seminario, donde estableció la enseñanza de Santo Tomás de Aquino, el uso del canto gregoriano e introdujo una facultad de derecho canónico. Siguió catequizando a jóvenes y adultos, se comprometió en obras sociales, evitó la política y nunca perdió su afecto por los pobres, atendiéndolos siempre que podía. En 1903, después de nueve años en Venecia, murió el Papa León XIII y los cardenales se reunieron para elegir a su sucesor. La elección de un papa en aquel entonces estaba regida por las normas establecidas en 1588 por el Papa Sixto V. Esas normas permitían la influencia externa, como los vetos, ejercidos por algunas autoridades civiles. En el cónclave de 1903, el emperador de Austria vetó al cardenal Mariano Rampolla del Tindaro, secretario de Estado de León XIII, quien había sido elegido en primera instancia. Este veto fue transmitido por el príncipe-obispo de Cracovia. Pocas votaciones después, el cardenal Sarto recibió un consentimiento casi unánime y fue elegido papa a los 68 años, eligiendo el nombre de Pío X. Posteriormente cambió las normas de los cónclaves, eliminando toda influencia externa como el veto.

Como papa, Pío X tomó como lema: “Restaurar todas las cosas en Cristo” (cf. Ef 1,10). Permaneció como había sido cuando era párroco, director espiritual y obispo: humilde, sencillo, amante de la enseñanza a los niños y atento a los pobres. Introdujo un catecismo universal, reformó la curia, renovó la formación en los seminarios, revisó el Código de Derecho Canónico, revitalizó la liturgia, promovió el canto gregoriano y enfatizó la enseñanza de Santo Tomás de Aquino. En el fondo, era un pastor, no un diplomático ni un político. Sin ambiciones, nunca buscó las elevaciones que recibió, sino que aceptó todo en Cristo, con humildad y entrega.

De manera especial, su amor por los niños y su larga historia de catequizarlos lo llevaron a bajar la edad de la Primera Comunión de los doce a los siete años, animando a la comunión frecuente de los niños y de todo el pueblo. Muy devoto de la Santísima Virgen María, hablaba de Ella con frecuencia y la honraba con ternura. Aunque nunca recibió un doctorado, fue altamente inteligente y se opuso firmemente al modernismo dentro de la Iglesia católica, al que consideraba una “síntesis de todas las herejías”, donde las doctrinas se presentaban de forma fragmentaria, creando dudas. En respuesta, predicó que la fe católica era profundamente razonable, sistemática y clara, de ahí su amor por Santo Tomás de Aquino y el derecho canónico.

Después de la muerte de Pío X, se convirtió en el primer papa canonizado desde San Pío V, fallecido en 1572. Su muerte llegó apenas unas semanas después del inicio de la Primera Guerra Mundial. Al ver las crecientes tensiones en el mundo, su corazón pastoral se angustiaba profundamente, y el dolor que veía desarrollarse ante él pudo haber contribuido a su fallecimiento.

Al honrar al primer papa santo del siglo pasado, contemplemos su lenta ascensión desde un simple vicario parroquial hasta pastor del mundo. Esto se realizó por mano de Dios. Todo lo que hizo San Pío X fue amar, enseñar, cuidar a los pobres, orar y ser fiel a las enseñanzas de Cristo. Dios hizo el resto. De nuestra parte, nuestro deber es hacer bien cada cosa pequeña, amando a Dios y al prójimo en cada momento de nuestra vida. Si lo hacemos bien y repetidamente, Dios podrá usarnos de maneras inimaginables.


Oración

San Pío X, en tu esencia fuiste un pastor y un guía de almas que amó a los pobres y deseó que todos llegaran a conocer a Cristo. Ruega por mí, para que Dios pueda servirse de mí para grandes cosas, haciendo cada cosa pequeña con gran amor. Ruega por nuestro Santo Padre, la Curia Romana, todos los clérigos y religiosos, y por toda la Iglesia. Ruega también por los pobres y abandonados, los que no tienen fe y los recién convertidos. Que tus oraciones ganen muchas almas para Dios, como lo hicieron tus acciones mientras le servías en la tierra.
San Pío X, ruega por mí.
Jesús, en Ti confío.

 

 

Referencias:

 

https://www.prionseneglise.ca/textes-du-jour/commentaire/2025-08-21

 

https://catholic-daily-reflections.com/2025/08/20/an-invitation-from-the-father-3/

 

https://mycatholic.life/saints/saints-of-the-liturgical-year/august-21---saint-pius-x-pope/?_gl=1*9qyev8*_ga*MTcyODYxNDQ4NC4xNzUyNzA1NTk2*_ga_3M3Z1T3KZ8*czE3NTU3MzUyNTAkbzQkZzEkdDE3NTU3MzY0MTckajUyJGwwJGgw



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