Santo del día:
San Pío X
1835-1914. Elegido Papa en 1903,
adoptó como lema: «Restaurar todas las cosas en Cristo». Animó a los
fieles a comulgar con más frecuencia y redujo la edad para la primera comunión
a los 7 años. Fue canonizado en 1954.
«Aquí estoy, para hacer tu voluntad"
(Salmo 39 (40)) La
liturgia pone en nuestros labios los versículos del salmo que el autor de la
carta a los Hebreos cita para explicar la actitud adoptada por Jesús en el
umbral de su encarnación.
El impulso que lo lleva a cumplir la voluntad de su Padre se expresa aquí de
manera lapidaria: «Aquí estoy, para hacer tu Voluntad» (Hb, 10,9).
Siguiendo al Hijo del hombre,
saboreemos la fuerza de estas palabras.
¿Estamos nosotros listos para pronunciarlas a nuestra vez, seguros de que la
gracia de Dios nunca nos faltará?
Bénédicte de la Croix, cistercienne
Primera lectura
Jc
11,29-39a
El
primero que salga de la casa será para el Señor y lo ofreceré en holocausto
Lectura del libro de los Jueces.
EN aquellos días, el espíritu del Señor vino sobre Jefté. Atravesó Galaad y
Manasés, y cruzó a Mispá de Galaad, y de Mispá de Galaad pasó hacia los
amonitas. Entonces Jefté hizo un voto al Señor:
«Si entregas a los amonitas en mi mano, el primero que salga de las puertas de
mi casa a mi encuentro, cuando vuelva en paz de la campaña contra los amonitas,
será para el Señor y lo ofreceré en holocausto».
Jefté pasó a luchar contra los amonitas, y el Señor los entregó en su mano. Los
batió, desde Aroer hasta Minit —veinte ciudades—, y hasta Abel Queramín. Fue
una gran derrota, y los amonitas quedaron sometidos a los hijos de Israel.
Cuando Jefté llegó a su casa de Mispá, su hija salió a su encuentro con adufes
y danzas. Era su única hija. No tenía más hijos.
Al verla, rasgó sus vestiduras y exclamó:
«¡Ay, hija mía, me has destrozado por completo y has causado mi ruina! He hecho
una promesa al Señor y no puedo volverme atrás».
Ella le dijo:
«Padre mío, si has hecho una promesa al Señor, haz conmigo según lo prometido,
ya que el Señor te ha concedido el desquite de tus enemigos amonitas».
Y le pidió a su padre:
«Concédeme esto: déjame libre dos meses, para ir vagando por los montes y
llorar mi virginidad con mis compañeras».
Él le dijo:
«Vete».
Y la dejó ir dos meses. Ella marchó con sus compañeras y lloró su virginidad
por los montes.
Al cabo de dos meses volvió donde estaba su padre, que hizo con ella según el
voto que había pronunciado. Ella no había conocido varón.
Palabra de Dios.
Salmo
Sal
40(39),5.7-8a. 8b-9.10 (R. cf. 8a y 9a)
R. Aquí
estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
V. Dichoso el hombre que
ha puesto
su confianza en el Señor,
y no acude a los idólatras,
que se extravían con engaños. R.
V. Tú no quieres
sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides holocaustos ni sacrificios expiatorios;
entonces yo digo: «Aquí estoy». R.
V. «—Como está escrito
en mi libro—
para hacer tu voluntad.
Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas». R.
V. He proclamado tu
justicia
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios, Señor, tú lo sabes. R.
Aclamación
R. Aleluya, aleluya,
aleluya.
V. No endurezcan hoy su
corazón; escuchen la voz del Señor. R.
Evangelio
Mt
22,1-14
A
todos los que encuentren, llámenlos a la boda
Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
EN aquel tiempo, Jesús volvió a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes y
a los ancianos del pueblo, diciendo:
«El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo;
mandó a sus criados para que llamaran a los convidados, pero no quisieron ir.
Volvió a mandar otros criados encargándoles que dijeran a los convidados:
“Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas y todo está a
punto. Vengan a la boda”.
Pero ellos no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios,
los demás agarraron a los criados y los maltrataron y los mataron.
El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y
prendieron fuego a la ciudad.
Luego dijo a sus criados:
“La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Vayan ahora a
los cruces de los caminos y a todos los que encuentren, llámenlos a la boda”.
Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron,
malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey
entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta
y le dijo:
“Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin el vestido de boda?”.
El otro no abrió la boca.
Entonces el rey dijo a los servidores:
“Átenlo de pies y manos y arrójenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto
y el rechinar de dientes”.
Porque muchos son los llamados, pero pocos los elegidos».
Palabra del Señor.
1
1. Introducción: San Pío X y el “Aquí estoy”
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy celebramos la memoria de San Pío X, aquel Papa humilde y reformador
que abrió la Iglesia al siglo XX con un lema que es un programa de vida: Instaurare
omnia in Christo —“Restaurarlo todo en Cristo”. Fue él quien impulsó la
comunión frecuente, la comunión de los niños y la renovación litúrgica, porque
creía que la Iglesia vive del encuentro con Cristo en la Eucaristía.
La Palabra de Dios de este jueves se ilumina con su
testimonio. El Salmo 39 pone en nuestros labios una súplica que se hace
promesa: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”. Estas palabras
resuenan con fuerza jubilar: somos peregrinos de la esperanza porque Dios sigue
llamando a su pueblo a caminar, a levantarse, a responder: “Aquí estoy”.
2. Primera lectura: La entrega
que cuesta
El libro de los Jueces nos presenta hoy a
Jefté, un hombre lleno del Espíritu de Dios que, llevado por su ímpetu, hace un
voto imprudente y doloroso. Promete entregar en sacrificio a quien saliera
primero a recibirlo después de la victoria, y es su propia hija la que aparece.
El relato nos sacude porque muestra cómo el celo, cuando no está iluminado por
la sabiduría de Dios, puede llevar a comprometer incluso la vida inocente.
Aquí aprendemos algo: la evangelización y la
vocación no son fruto de votos precipitados o de entusiasmos humanos, sino de
una respuesta madura, libre y confiada en la gracia. El “aquí estoy” que
Dios espera no nace del miedo ni de la superstición, sino de un corazón que
discierne y ama.
3. El Evangelio: invitados a la
boda
En el Evangelio, Jesús nos habla del banquete de
bodas del Hijo. Muchos son invitados, pero algunos rechazan, otros se
excusan, otros incluso maltratan a los mensajeros. La parábola nos recuerda que
Dios no se cansa de invitar, pero que la verdadera respuesta no consiste
solo en decir “sí” con los labios, sino en revestirse del traje de fiesta,
es decir, de la vida nueva en Cristo.
Evangelizar es precisamente eso: ayudar a otros
a descubrir la invitación de Dios y acompañarlos a vestirse del traje nuevo de
la gracia. No basta estar en la sala: hay que estar revestidos de Cristo,
como nos diría San Pablo.
4. El Salmo: la clave de la
obediencia filial
El Salmo 39 es el corazón de nuestra liturgia de
hoy: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”. Jesús mismo lo asumió
en su encarnación, y San Pío X lo vivió en su ministerio pastoral. Para
nosotros, en este Año Jubilar, significa tres cosas concretas:
1. Disponibilidad para evangelizar: decir “Aquí estoy” cuando la
Iglesia nos pide llevar la Palabra a nuevas periferias.
2. Fidelidad en la vocación: los sacerdotes, religiosos,
religiosas y laicos consagrados estamos llamados a renovar nuestro “sí” con la
certeza de que la gracia de Dios no nos fallará.
3. Discernimiento y confianza: no responder desde la emoción
pasajera como Jefté, sino desde la certeza de que Dios nos llama a una
obediencia amorosa.
5. Aplicación pastoral: Iglesia
evangelizadora y vocacional
Hoy queremos orar por la obra evangelizadora de
la Iglesia. En un mundo donde muchos rechazan la invitación de Cristo,
necesitamos mensajeros valientes y llenos de esperanza. Necesitamos comunidades
que, como San Pío X, pongan a Cristo en el centro.
También oramos por las vocaciones. El “aquí
estoy” debe resonar en jóvenes que sienten el llamado al sacerdocio, a la vida
consagrada, al matrimonio cristiano, a la misión laical. Cada vocación es una
respuesta al amor de Dios y un vestido de fiesta con el que se sirve al Reino.
6. Dimensión jubilar: “Peregrinos
de la esperanza”
El Papa Francisco nos convocó a vivir este Jubileo
como peregrinos de la esperanza. Y no hay palabra más jubilar que este
“Aquí estoy”. Ser peregrino es ponerse en camino con confianza, aunque no
sepamos todos los detalles del viaje. Así fue Abraham, así fue María en la
Anunciación, así fue Cristo en su encarnación.
Que este Jubileo nos encuentre disponibles,
confiados en que la gracia de Dios no faltará. Porque la esperanza no se apoya
en nuestras fuerzas, sino en la fidelidad de Aquel que nos llama.
7. Conclusión: Oración final
Queridos
hermanos, que al recordar a San Pío X y meditar en el Salmo 39, podamos
renovar hoy nuestro compromiso:
- Que la Iglesia diga “Aquí
estoy” para anunciar el Evangelio en todo el mundo.
- Que los jóvenes digan “Aquí
estoy” para abrazar su vocación.
- Que cada familia, cada
comunidad, cada parroquia viva con alegría la invitación al banquete del
Reino.
Y que la
Virgen María, la primera en decir “Hágase en mí según tu palabra”, nos enseñe a
vivir siempre disponibles, confiados en la gracia de Dios.
Amén.
2
1)
Introducción: Invitados a la fiesta… y llamados a la coherencia
El Reino es un banquete de bodas al que el
Padre nos invita por amor. Pero la mesa se honra con una respuesta libre y
verdadera. Hoy, la Palabra nos muestra qué sí y qué no
significa decir: “Aquí estoy”.
2) Primera lectura (Jc
11,29-39a): Celo sin discernimiento
La figura de Jefté, “tomado por el Espíritu
del Señor”, vence a los amonitas, pero formula un voto imprudente que
termina hiriendo su propia casa. El texto es duro y nos previene de un riesgo
pastoral perenne: confundir el celo religioso con la voluntad de Dios.
- La
misión no nace de la impulsividad ni de la superstición,
sino del discernimiento.
- El
verdadero culto jamás pasa por la inmolación del inocente ni por
sacrificios que contradigan la misericordia divina.
- En
clave evangelizadora y vocacional: no prometemos a Dios lo que Él no
pide; ofrecemos, más bien, lo que sí pide: un corazón
convertido, una vida coherente, una caridad operativa.
Esta página de Jueces prepara el contraste con el
Salmo y el Evangelio: Dios no quiere votos temerarios, sino obediencia
amorosa.
3) Salmo 39(40): “Aquí estoy,
Señor, para hacer tu voluntad”
El Salmo pone la clave:
“Sacrificios y ofrendas no te agradan… entonces
dije: Aquí estoy… en hacer tu voluntad me complazco.”
Este es el lenguaje del Hijo al entrar en el
mundo (cf. Hb 10). Frente al voto imprudente de Jefté, el salmo enseña la ofrenda
cristiana: no es espectacularidad ni rito vacío, sino voluntad hecha
carne, obediencia y misericordia.
En clave jubilar y vocacional: el “aquí estoy” se concreta en tiempos de
oración, vida sacramental, servicio humilde, formación
y discernimiento acompañados.
4) Evangelio (Mt 22,1-14): La
invitación, el traje y la misión
El Padre insiste en invitar; algunos ignoran
(indiferencia), otros agreden (hostilidad). Y, aun cuando la sala se
llena, no basta entrar: hay que vestirse de fiesta.
- Indiferencia: ocupa el corazón con lo
accesorio y vacía lo esencial.
- Hostilidad: rechaza el Evangelio y
persigue a sus mensajeros.
- Traje
de bodas: la
gracia y la coherencia visibles en obras (la “forma”
eucarística de la vida).
La evangelización hoy requiere mensajeros
que inviten sin cansancio y testigos cuyo “traje” sea su vida
transformada. Ese es el antídoto a la indiferencia y a la hostilidad.
5) San Pío X: “Restaurarlo todo
en Cristo”
El Papa de la comunión frecuente, de la formación
catequética y de la renovación litúrgica entendió que la Iglesia se
regenera desde la Eucaristía: el banquete donde Cristo nos reviste
de sí.
- Contra
la tentación “jefteana” de promesas grandilocuentes: vida eucarística
sencilla y fiel.
- Contra
la indiferencia: catequesis sólida que enciende el corazón.
- Contra
la hostilidad: caridad clara y valiente.
6) Aplicación jubilar: de los
votos imprudentes al “aquí estoy”
Peregrinos de la esperanza no hacen promesas vacías; responden
cada día:
1. Discernir antes de prometer:
acompañamiento espiritual, escucha de la Palabra, obediencia eclesial.
2. Revestirse: confesión frecuente, Eucaristía
vivida, caridad concreta (el traje no es metáfora piadosa, es estilo de vida).
3. Invitar: la misión no se delega; cada
bautizado es un siervo que va a las encrucijadas.
4. Vocaciones: crear ambientes vocacionales
donde los jóvenes puedan decir “Aquí estoy” sin miedo, con
acompañamiento y comunidad.
7) Cierre orante
Señor
Jesús, Esposo de la Iglesia,
líbranos del celo sin sabiduría de Jefté
y danos el corazón del Salmo: “Aquí estoy”.
Que tu Eucaristía nos vista con el traje de fiesta,
para que, como San Pío X, restauremos todo en Ti
sirviendo a la obra evangelizadora y sus vocaciones.
Amén.
21 de agosto:
San Pío X, Papa — Memoria
1835–1914
Patrono de los niños de Primera Comunión y de los peregrinos
Canonizado por el Papa Pío XII el 29 de mayo de 1954
Cita
Después de una cuidadosa deliberación sobre todos
estos puntos, esta Sagrada Congregación de la Disciplina de los Sacramentos, en
reunión general celebrada el 15 de julio de 1910, con el fin de eliminar los
abusos antes mencionados y lograr que los niños, incluso desde sus tiernos
años, puedan unirse a Jesucristo, vivir su vida y obtener protección contra
todo peligro de corrupción, ha considerado necesario prescribir las siguientes
normas que deben observarse en todas partes para la Primera Comunión de los
niños:
1. La edad de discreción, tanto para
la Confesión como para la Sagrada Comunión, es el momento en que el niño
comienza a razonar, es decir, alrededor de los siete años, más o menos. A
partir de ese momento comienza la obligación de cumplir el precepto tanto de la
Confesión como de la Comunión…
~Quam Singulari, decisión de San Pío X, 1910
Reflexión
Giuseppe Melchiorre Sarto nació en Riese, Reino de
Lombardía-Venecia, hoy Italia. Nació en una familia pobre, siendo el segundo de
diez hijos. Su padre era cartero y su madre costurera. Su familia era muy
devota, y Giuseppe aprendió la fe católica tanto con la palabra como con el
ejemplo. De niño fue educado en casa y por el párroco local, el padre Tito
Fusaroni, quien quedó muy impresionado por la piedad y la inteligencia de
Giuseppe. Como resultado, cuando Giuseppe tuvo la edad suficiente, el padre
Fusaroni pagó su educación en el gimnasio de Castelfranco Véneto, a solo unos
kilómetros de su casa, adonde iba caminando cada día. Por ser pobre, a menudo
fue objeto de burlas por parte de otros estudiantes, pero esto solo fortaleció
su carácter. El gimnasio, como se le llamaba, era una escuela orientada a la
excelencia académica y a preparar a los estudiantes para estudios posteriores.
Alrededor de los quince años, el padre Fusaroni consiguió una beca para
Giuseppe, quien fue enviado al Seminario de Padua, a poco más de veinte millas
al sur de su hogar, donde estudió clásicos, filosofía y teología. Avanzó hasta
ser el primero de su clase, pero permaneció orante, generoso, bondadoso y
humilde, manifestando siempre una fe inquebrantable. Al concluir sus estudios,
fue ordenado sacerdote el 18 de septiembre de 1858, a los veintitrés años.
Después de la ordenación, el padre Sarto se
convirtió en vicario parroquial en Tombolo, donde pasó los siguientes ocho
años. El párroco, el padre Constantini, era mayor y con frecuencia enfermizo,
lo que significaba que el padre Sarto pronto se convirtió en el párroco de
hecho, cumpliendo la mayoría de las funciones sacerdotales. Tenía un gran
respeto por su párroco y buscaba a menudo su consejo. El padre Constantini, a
su vez, creció en admiración hacia el padre Sarto. Más tarde dijo de él: “Es tan
celoso, tan lleno de buen sentido y de otros dones preciosos, que soy yo quien
puede aprender mucho de él. Algún día llevará la mitra, de eso estoy seguro.
Después de eso… ¿quién sabe?”. En Tombolo, el padre Sarto fue especialmente
atento a las necesidades de los pobres —pues él mismo se había criado en la
pobreza—, enseñaba clases de educación de adultos, dirigía el coro parroquial
en canto gregoriano, preparaba cuidadosamente sus homilías, pedía consejo y
mostraba una genuina preocupación por el bien de sus feligreses. En su tiempo
libre continuaba sus estudios por cuenta propia, profundizando en la teología
de Santo Tomás de Aquino y en el derecho canónico.
En 1867, debido a su excelente labor en Tombolo, el
padre Sarto fue nombrado arcipreste de Salzano. Como arcipreste, tuvo
responsabilidades administrativas y pastorales sobre todo el territorio, con la
ayuda de sacerdotes bajo su cargo. Continuó con las prácticas pastorales a las
que estaba acostumbrado, además de restaurar la iglesia en ruinas, ampliar el
hospital católico y cuidar de los enfermos durante un brote de cólera.
A los cuarenta años, el padre Sarto fue elevado a
las importantes responsabilidades de canónigo de la catedral de Treviso,
canciller y vicario general. También se convirtió en director espiritual del
seminario diocesano, donde se dedicó profundamente a la formación de nuevos
sacerdotes. Estas responsabilidades importantes, sin embargo, no lo alejaron
del pueblo sencillo. Se mantuvo fiel a la enseñanza del catecismo a niños y
adultos, y siempre tendía la mano a los pobres y necesitados.
En 1884, el Papa León XIII nombró al canónigo Sarto
obispo de Mantua, en el norte de Italia. Aunque al principio se resistió, el
Papa insistió. En ese tiempo, la diócesis de Mantua estaba en desorden. Apenas
catorce años antes, la Iglesia había perdido el poder temporal sobre los
Estados Pontificios por la creación del Reino de Italia. La Iglesia y el Estado
a menudo estaban enfrentados. La Iglesia había perdido gran parte de su
influencia, propiedades y control interno en esos territorios, incluida Mantua.
Como resultado, el obispo Sarto encontró una gran indiferencia y un secularismo
rampante. Se puso manos a la obra: revitalizó la educación de los laicos, se
dedicó personalmente a la enseñanza en el seminario, reintrodujo la teología
escolástica de Santo Tomás de Aquino y el canto gregoriano, y dio nueva vida a
sus seminaristas, presbiterio y diócesis. Debido a su buen trabajo, en 1893 el
Papa León XIII lo nombró patriarca de Venecia y cardenal.
En Venecia, el cardenal Sarto continuó haciendo lo
que siempre había hecho. Se dedicó al seminario, donde estableció la enseñanza
de Santo Tomás de Aquino, el uso del canto gregoriano e introdujo una facultad
de derecho canónico. Siguió catequizando a jóvenes y adultos, se comprometió en
obras sociales, evitó la política y nunca perdió su afecto por los pobres,
atendiéndolos siempre que podía. En 1903, después de nueve años en Venecia,
murió el Papa León XIII y los cardenales se reunieron para elegir a su sucesor.
La elección de un papa en aquel entonces estaba regida por las normas
establecidas en 1588 por el Papa Sixto V. Esas normas permitían la influencia
externa, como los vetos, ejercidos por algunas autoridades civiles. En el
cónclave de 1903, el emperador de Austria vetó al cardenal Mariano Rampolla del
Tindaro, secretario de Estado de León XIII, quien había sido elegido en primera
instancia. Este veto fue transmitido por el príncipe-obispo de Cracovia. Pocas
votaciones después, el cardenal Sarto recibió un consentimiento casi unánime y
fue elegido papa a los 68 años, eligiendo el nombre de Pío X. Posteriormente
cambió las normas de los cónclaves, eliminando toda influencia externa como el
veto.
Como papa, Pío X tomó como lema: “Restaurar
todas las cosas en Cristo” (cf. Ef 1,10). Permaneció como había sido cuando
era párroco, director espiritual y obispo: humilde, sencillo, amante de la
enseñanza a los niños y atento a los pobres. Introdujo un catecismo universal,
reformó la curia, renovó la formación en los seminarios, revisó el Código de
Derecho Canónico, revitalizó la liturgia, promovió el canto gregoriano y
enfatizó la enseñanza de Santo Tomás de Aquino. En el fondo, era un pastor, no
un diplomático ni un político. Sin ambiciones, nunca buscó las elevaciones que
recibió, sino que aceptó todo en Cristo, con humildad y entrega.
De manera especial, su amor por los niños y su
larga historia de catequizarlos lo llevaron a bajar la edad de la Primera
Comunión de los doce a los siete años, animando a la comunión frecuente de los
niños y de todo el pueblo. Muy devoto de la Santísima Virgen María, hablaba de
Ella con frecuencia y la honraba con ternura. Aunque nunca recibió un
doctorado, fue altamente inteligente y se opuso firmemente al modernismo dentro
de la Iglesia católica, al que consideraba una “síntesis de todas las
herejías”, donde las doctrinas se presentaban de forma fragmentaria, creando
dudas. En respuesta, predicó que la fe católica era profundamente razonable,
sistemática y clara, de ahí su amor por Santo Tomás de Aquino y el derecho
canónico.
Después de la muerte de Pío X, se convirtió en el
primer papa canonizado desde San Pío V, fallecido en 1572. Su muerte llegó
apenas unas semanas después del inicio de la Primera Guerra Mundial. Al ver las
crecientes tensiones en el mundo, su corazón pastoral se angustiaba profundamente,
y el dolor que veía desarrollarse ante él pudo haber contribuido a su
fallecimiento.
Al honrar al primer papa santo del siglo pasado,
contemplemos su lenta ascensión desde un simple vicario parroquial hasta pastor
del mundo. Esto se realizó por mano de Dios. Todo lo que hizo San Pío X fue
amar, enseñar, cuidar a los pobres, orar y ser fiel a las enseñanzas de Cristo.
Dios hizo el resto. De nuestra parte, nuestro deber es hacer bien cada cosa
pequeña, amando a Dios y al prójimo en cada momento de nuestra vida. Si lo
hacemos bien y repetidamente, Dios podrá usarnos de maneras inimaginables.
Oración
San Pío
X, en tu esencia fuiste un pastor y un guía de almas que amó a los pobres y
deseó que todos llegaran a conocer a Cristo. Ruega por mí, para que Dios pueda
servirse de mí para grandes cosas, haciendo cada cosa pequeña con gran amor.
Ruega por nuestro Santo Padre, la Curia Romana, todos los clérigos y
religiosos, y por toda la Iglesia. Ruega también por los pobres y abandonados,
los que no tienen fe y los recién convertidos. Que tus oraciones ganen muchas
almas para Dios, como lo hicieron tus acciones mientras le servías en la
tierra.
San Pío X, ruega por mí.
Jesús, en Ti confío.
Referencias:
https://www.prionseneglise.ca/textes-du-jour/commentaire/2025-08-21
https://catholic-daily-reflections.com/2025/08/20/an-invitation-from-the-father-3/
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