La puerta de la esperanza
Isaías proclama una palabra de esperanza: el Señor
quiere dar a todos los pueblos de la tierra la posibilidad de contemplar su
gloria. Él llama a los sobrevivientes de Israel, los envía a unirse en su
nombre a los más lejanos, a reunir a los hijos de Dios dispersos y anunciarles
su gloria.
Sí, Jesús nos llama a pasar por una puerta
estrecha. ¿Acaso el evangelio de Juan no habla del Cristo como de la puerta
hacia el Padre? «Yo soy la puerta. Si alguien entra por mí, será salvado.
Entrará y saldrá y encontrará pastos» (cf. Jn 10,9). Pasar la puerta
estrecha, con y por Cristo, exige un compromiso concreto.
El que le pregunta al Señor: «¿Son pocos los que
se salvan?», se proyecta en su idea de que hay un pequeño grupo de salvados
del cual él formaría parte, excluyendo a los demás. Corre entonces el riesgo de
escuchar al dueño de casa responderle: «No sé de dónde son».
Pasar por la puerta es actuar a la manera misma de
Cristo: practicar el derecho, la justicia, la misericordia, caminar
humildemente con Él. Actuar con una determinación que se expresa en una
fraternidad concreta, en actos.
No pasaremos por la puerta estrecha solos, sino con
todos nuestros hermanos y hermanas en humanidad, aquellos con quienes habremos
hecho alianza, compartiendo lo que somos y lo que tenemos.
En este Año Jubilar, pasar la puerta santa nos abre
a la esperanza de vivir para siempre con el Señor.
Preguntas para la meditación:
- ¿Qué
representa para mí la puerta estrecha de la que habla el Señor?
- ¿Cuál
es mi verdadera expectativa del Reino de Dios?
- Peregrino
de la esperanza, ¿cómo este jubileo me ayuda a comprometerme más con
Cristo?
Anne Da, xavière
Primera lectura
Is
66,18-21
De
todas las naciones traerán a todos sus hermanos
Lectura del libro de Isaías.
ESTO dice el Señor:
«Yo, conociendo sus obras y sus pensamientos,
vendré para reunir
las naciones de toda lengua;
vendrán para ver mi gloria.
Les daré una señal, y de entre ellos
enviaré supervivientes a las naciones:
a Tarsis, Libia y Lidia (tiradores de arco),
Túbal y Grecia, a las costas lejanas
que nunca oyeron mi fama ni vieron mi gloria.
Ellos anunciarán mi gloria a las naciones.
Y de todas las naciones, como ofrenda al Señor,
traerán a todos sus hermanos,
a caballo y en carros y en literas,
en mulos y dromedarios,
hasta mi santa montaña de Jerusalén
—dice el Señor—,
así como los hijos de Israel traen ofrendas,
en vasos purificados, al templo del Señor.
También de entre ellos escogeré
sacerdotes y levitas —dice el Señor—».
Palabra de Dios.
Salmo
Sal
117(116),1.2 (R. cf. Rm 15,16)
R. Vayan al
mundo entero y proclamen el Evangelio.
O
bien:
R. Aleluya.
V. Alaben al Señor todas
las naciones,
aclámenlo todos los pueblos. R.
V. Firme es su
misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre. R.
Segunda lectura
Hb
12,5-7.11-13
El
Señor reprende a los que ama
Lectura de la carta a los Hebreos.
HERMANOS:
Han olvidado la exhortación paternal que les dieron:
«Hijo mío, no rechaces la corrección del Señor,
ni te desanimes por su reprensión;
porque el Señor reprende a los que ama
y castiga a sus hijos preferidos».
Ustedes soportan la prueba para su corrección, porque Dios los trata como a
hijos, pues ¿qué padre no corrige a sus hijos?
Ninguna corrección resulta agradable, en el momento, sino que duele; pero luego
produce fruto apacible de justicia a los ejercitados en ella.
Por eso, fortalezcan las manos débiles, robustezcan las rodillas vacilantes, y
caminen por una senda llana: así el pie cojo, no se retuerce, sino que se cura.
Palabra de Dios.
Aclamación
R. Aleluya, aleluya,
aleluya.
V. Yo soy el camino y la
verdad y la vida - dice el Señor-; nadie va al Padre sino por mí. R.
Evangelio
Lc
13,22-30
Vendrán
de oriente y occidente, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios
Lectura del santo Evangelio según san Lucas.
EN aquel tiempo, Jesús pasaba por ciudades y aldeas enseñando y se
encaminaba hacia Jerusalén.
Uno le preguntó:
«Señor, ¿son pocos los que se salvan?».
Él les dijo:
«Esfuércense en entrar por la puerta estrecha, pues les digo que muchos
intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la
puerta, se quedarán fuera y llamarán a la puerta diciendo:
“Señor, ábrenos”;
pero él les dirá:
“No sé quiénes son”.
Entonces comenzarán a decir:
“Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas”.
Pero él les dirá:
“No sé de dónde son. Aléjense de mí todos los que obran la iniquidad”.
Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando vean a Abrahán, a Isaac y
a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, pero ustedes se vean
arrojados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se
sentarán a la mesa en el reino de Dios.
Miren: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos».
Palabra del Señor.
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🕊️ Homilía Jubilar – 21º
Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
Celebración
del Jubileo de los Catequistas – Vicariato – Año Jubilar “Peregrinos de la
Esperanza”
1. Introducción
Queridos
hermanos y hermanas en Cristo:
Hoy celebramos un día de gracia y de fiesta en nuestro Vicariato. En este
domingo 21º del Tiempo Ordinario, dentro del Año Jubilar, nos congregamos para
dar gracias a Dios por nuestros catequistas. Ellos, junto con los padres de
familia, son la primera escuela de fe para nuestros niños y jóvenes.
En
el corazón de esta celebración jubilar resuena la Palabra que Isaías proclama: “Vendrán de oriente y occidente, y
contemplarán la gloria del Señor” (Is 66). Es una promesa universal
de esperanza: todos los pueblos están invitados a ver la gloria de Dios. Y el
Evangelio nos recuerda que ese acceso pasa por una puerta estrecha: Cristo
mismo, camino, verdad y vida.
2. La puerta de la esperanza
El
profeta Isaías hablaba de una misión: reunir a los dispersos, convocar a los
que están lejos, abrir caminos para que todos puedan entrar en la casa del
Señor. Esa es también la tarea de la catequesis: abrir una puerta de esperanza a los
niños y a las familias, enseñarles que Dios los ama y los espera.
Jesús
mismo nos lo dice en el Evangelio: “Esfuércense
en entrar por la puerta estrecha” (Lc 13,24). Esa puerta es
exigente: no se atraviesa con arrogancia, con egoísmo o con indiferencia. Se
atraviesa con un corazón humilde, con una vida vivida en justicia, misericordia
y amor.
Queridos
catequistas: ustedes son guardianes
de esta puerta. Su tarea no es cerrarla a nadie, sino mostrar
el camino, acompañar en el paso, enseñar que no se trata de privilegios o de
títulos, sino de un compromiso verdadero con Cristo.
3. La tentación del exclusivismo
El
Evangelio presenta la pregunta: “¿Son
pocos los que se salvan?” (Lc 13,23). Esa pregunta refleja la
tentación de pensar que la salvación es un club exclusivo para unos pocos.
Jesús responde con claridad: no se trata de un número reducido de elegidos,
sino de una puerta abierta, aunque exigente. Lo que importa no es la cantidad,
sino la fidelidad.
Catequistas,
su servicio es enseñar que nadie debe sentirse excluido del amor de Dios. Que
la Iglesia no es una élite de perfectos, sino una familia en camino. Ustedes
son testigos de que la fe se transmite en comunidad, con paciencia, con
ternura, con perseverancia.
4. La catequesis: pasar la puerta con otros
El comentario nos recordaba algo esencial: “No
pasaremos por la puerta estrecha solos, sino con todos nuestros hermanos y
hermanas en la humanidad”. Esta es la imagen más bella de su
misión, queridos catequistas.
Cuando
enseñan a un niño a hacer la señal de la cruz, lo están tomando de la mano para
que atraviese la puerta estrecha. Cuando acompañan a un joven en su preparación
para la Confirmación, lo están introduciendo en la aventura de la fe. Cuando
animan a los padres a ser los primeros educadores de sus hijos, los ayudan a
llevar consigo a la familia entera hacia Cristo.
La
catequesis no es solo transmitir contenidos, es caminar juntos, como peregrinos de la esperanza, hacia la
puerta de la vida eterna.
5. Dimensión jubilar: la puerta santa como signo
En este Año Jubilar, el Papa nos invita a pasar por la puerta santa como signo
de renovación. Esa puerta no es un ritual vacío: es un símbolo de la decisión de vivir más cerca de Cristo.
Pasar la puerta santa significa comprometerse de nuevo con el Evangelio, dejar
atrás lo que estorba, caminar ligeros hacia el Reino.
Catequistas,
este Jubileo es para ustedes un llamado a renovar su misión. A no cansarse,
aunque a veces parezca que las semillas no crecen. El Jubileo les recuerda que
el fruto lo da Dios, y que ustedes son sembradores de esperanza.
6. Aplicación pastoral concreta
Hoy,
como comunidad jubilar:
·
Reconocemos
que los catequistas son puertas
vivas de esperanza para los niños y las familias.
·
Renovamos
el compromiso de apoyar su labor: padres, párrocos, comunidad, todos debemos
acompañar y sostener esta misión.
·
Invitamos
a cada catequista a vivir su servicio no como carga, sino como gracia, con la
certeza de que cada niño que se acerca a Cristo es un tesoro para el Reino.
7. Conclusión
Queridos
hermanos, la puerta estrecha es Cristo. No es un obstáculo, sino una invitación
a vivir con radicalidad el amor, la justicia y la misericordia. Nadie entra
solo: caminamos juntos, como pueblo de Dios.
A
ustedes, catequistas, les digo hoy con gratitud: ¡gracias por ser constructores
de esperanza, por abrir la puerta de la fe a nuestros niños y jóvenes, por ser
sembradores de Evangelio en esta tierra insular!
Que María, Estrella del Mar, la gran catequista que enseñó
a Jesús a rezar y a amar, los acompañe y fortalezca en su misión. Y que este
Jubileo sea para todos nosotros una experiencia de paso verdadero por la puerta
de la esperanza, que es Cristo nuestro Señor. Amén.
2
1. Introducción
Queridos
hermanos,
En su camino final hacia Jerusalén, sabiendo que allí le esperaban la cruz y la
gloria, Jesús responde a una pregunta incómoda: «Señor, ¿serán pocos los que se salven?» (Lc
13,23). La gente quería cifras, garantías, seguridad. Jesús, en cambio,
desplaza la atención: lo que importa no es cuántos, sino cómo y cuándo.
Hoy,
en este Año Jubilar,
la Iglesia nos invita a pasar por la Puerta
Santa como signo de conversión. La liturgia de este domingo nos
recuerda que esa puerta es Cristo mismo, y que es estrecha: se entra solo con
la humildad, la confianza y el amor verdadero.
2. Isaías: un banquete para todos
El
profeta Isaías anuncia algo revolucionario: Dios reunirá a todos los pueblos,
incluso a los que eran considerados “paganos”, para que vean su gloria (Is
66,18). ¡No hay salvación reservada solo a unos pocos! Hasta extranjeros podrán
ser sacerdotes y levitas.
El
Salmo 116 nos da la clave: «Vayan
por todo el mundo y anuncien el Evangelio». Esta visión universal
está en el corazón del Jubileo: Dios quiere salvar a todos. Los catequistas,
los misioneros, los padres de familia son colaboradores de esta misión: abrir
la puerta de la fe a todos, sin excluir a nadie.
3. Hebreos: la disciplina que educa
La
segunda lectura nos habla de la disciplina
de Dios (Heb 12). Como un padre amoroso, corrige a sus hijos no
para castigarlos, sino para educarlos. El camino estrecho no significa
amargura, sino maduración.
El
Jubileo también es eso: un tiempo en que Dios nos llama a enderezar rodillas
vacilantes y fortalecer manos caídas. Las pruebas de la vida no son obstáculos
para entrar por la puerta, sino parte del entrenamiento que nos hace capaces de
cruzarla.
4. El Evangelio: la puerta estrecha
Jesús
responde al que preguntaba con una invitación: «Esfuércense por entrar por la puerta estrecha».
·
No
es un pasaje automático.
·
No
basta haber “comido y bebido” con Él, ni decir “lo conocemos”.
·
Lo
que cuenta es vivir como
Él vivió: amar hasta el extremo, servir con humildad, perdonar
sin medida.
La
puerta es estrecha porque no cabemos cargados de egoísmos, apariencias y
títulos. Como decía Fulton Sheen, en el cielo tendremos tres sorpresas: ver
ausentes a algunos que dábamos por seguros, ver presentes a quienes nunca
imaginamos, y la más grande, descubrirnos a nosotros mismos allí, gracias a la
misericordia de Dios.
5. Aplicaciones concretas en clave jubilar
·
Elegir el camino del amor sacrificado: Jesús nos muestra que
entrar por la puerta estrecha es vivir el mandamiento nuevo del amor. Amar como
Él amó: hasta dar la vida.
·
Renunciar con esperanza: el deportista
sacrifica horas, el músico practica incansablemente, el estudiante madruga.
¿Por qué no aceptar también renuncias alegres por Dios y el prójimo?
·
Orar y alimentarse de los sacramentos: solo con la gracia
del Espíritu podemos mantenernos en el camino estrecho. La Reconciliación y la
Eucaristía son fuerza para avanzar.
·
No aplazar la conversión: Jesús habla de una
puerta que un día se cerrará. No basta decir “mañana”. Hoy es el tiempo de
gracia, hoy es la oportunidad.
6. Ilustraciones homiléticas
·
El ascensor de Santa Teresita: ella decía que no
podía subir la empinada escalera hacia el cielo; descubrió que su “ascensor”
era dejarse llevar en brazos por el Padre. Eso es la infancia espiritual:
pequeñez confiada.
·
El músico que se disciplina: Paderewski decía que
si no practicaba un día, él lo notaba; dos días, lo notaban los críticos; tres
días, su familia. La vida cristiana también exige constancia. La salvación no
es fruto de un impulso, sino de un compromiso cotidiano.
·
Tres sorpresas en el cielo: según Fulton Sheen,
habrá ausencias inesperadas, presencias sorprendentes, y el asombro de vernos
dentro por pura gracia.
7. Conclusión
Hermanos,
la puerta es estrecha, pero está abierta. Es Cristo mismo. Nos pide soltar
cargas inútiles, vivir como hijos, caminar con los demás hacia la mesa del
Reino.
En
este Año Jubilar,
pasar por la Puerta Santa no es un gesto turístico: es un compromiso concreto
de vivir más cerca de Cristo, con humildad, con obras de amor, con fe viva.
Pidamos
a la Virgen María, Puerta del
Cielo, que nos enseñe a entrar confiados y ligeros, llevando solo
lo esencial: el amor a Dios y al prójimo.
Amén.
3
1.Introducción: la pregunta de siempre
Queridos
hermanos,
El Evangelio de este domingo nos presenta una pregunta que atraviesa los
siglos: «Señor, ¿serán pocos
los que se salven?» (Lc 13,23). Es la curiosidad de todos los tiempos:
¿quiénes entrarán al cielo? ¿Cuántos se salvan?
Pero
Jesús no responde con cifras ni con cálculos. Él redirige la pregunta hacia lo
esencial: «Esfuércense por
entrar por la puerta estrecha» (Lc 13,24). Lo importante no es
“cuántos”, sino “cómo”. No es especular sobre el número, sino decidirnos por el
camino.
En
este Año Jubilar,
esa enseñanza cobra una luz particular: no basta pasar físicamente por la Puerta Santa, hay que
atravesar la puerta verdadera que es Cristo. Una puerta estrecha, que se cruza con
humildad, renuncia y amor.
2. Isaías: un Dios que convoca a todos
La
primera lectura de Isaías (Is 66,18-21) es un canto de esperanza universal: «Yo vendré a reunir a todas las
naciones». El profeta habla a un pueblo que regresa del exilio,
dividido, desconfiado, marcado por diferencias. Y sin embargo, Dios abre las
puertas para todos, incluso para los extranjeros, incluso para los que no
formaban parte del pueblo elegido.
Es
un mensaje revolucionario: la
salvación no es monopolio de nadie, sino regalo abierto a
todos. Por eso el salmo responde: «Vayan
por todo el mundo y anuncien el Evangelio» (Sal 116).
Aquí
está ya el corazón del Jubileo: una Iglesia que no se encierra, sino que abre
puertas; un Vicariato que no excluye, sino que convoca. Somos peregrinos de la esperanza,
enviados a todos.
3. El Evangelio: la puerta estrecha
Jesús
explica que entrar al Reino no es automático. No basta haber comido y bebido
con Él, ni haberlo conocido de lejos. Lo que importa es vivir como Él vivió: con
misericordia, justicia y amor.
Esto lo podemos ilustrar con imágenes muy vivas:
·
La
puerta baja de Belén:
en la Basílica de la Natividad hay que inclinarse para entrar. Así es el Reino:
se entra con humildad, no con soberbia.
·
La
estrechez que exige
renuncia: no caben las maletas del egoísmo, los apegos inútiles
ni la autosuficiencia.
·
La
pequeñez gozosa de Santa
Teresita: la infancia espiritual no es inmadurez, sino confianza
plena en el Padre que nos toma en brazos.
André
Gide decía con pesimismo que por la puerta del cielo solo se entra de uno en
uno, solos. Pero el Evangelio nos da otra visión: sí, la puerta es estrecha,
pero podemos atravesarla de
la mano con los que amamos, siempre que vayamos ligeros de
equipaje, con el corazón lleno de amor.
4. Hebreos: la corrección paternal de Dios
La
segunda lectura nos lleva al corazón de la pedagogía de Dios: «El Señor corrige a los que ama… Ninguna
corrección resulta agradable en el momento, pero más tarde produce frutos de
justicia y de paz» (Heb 12,6.11).
Aquí
descubrimos que el camino
estrecho no es castigo, sino formación. Dios, como Padre, nos
educa en la paciencia, en la constancia, en la esperanza. Nos hace crecer a
través de las pruebas y nos fortalece para que podamos pasar por la puerta
estrecha.
5. La educación de antes y la “generación de
cristal”
Este
pasaje de Hebreos nos invita a hacer un paralelo con nuestra vida de familia.
·
Antes, muchos recordamos cómo se educaba: los
padres y maestros eran firmes; el “no” era “no”; había disciplina, esfuerzo,
responsabilidades en casa, en el estudio y en el trabajo. Esa educación formaba
carácter, enseñaba a resistir y a valorar lo que se tenía.
·
Hoy, en cambio, hablamos de la “generación de cristal”:
jóvenes muy sensibles, que se quiebran fácilmente ante la crítica o la
frustración. Padres que, con buena intención, han evitado decir “no”, creyendo
que todo debe ser permitido. Niños que reciben todo al instante, sin esperar ni
luchar. Jóvenes que se desesperan cuando la vida les pone límites.
El
resultado: más ansiedad, menos resiliencia, más dificultad para entrar por la
puerta estrecha de la vida y de la fe.
La
Palabra nos recuerda que el
amor verdadero no excluye la corrección. Los padres de antes
quizás fueron duros, pero ayudaban a crecer. Hoy necesitamos un equilibrio:
·
Corregir
con amor, sin violencia, pero con firmeza.
·
Educar
en la tolerancia a la frustración.
·
Enseñar
que equivocarse no es fracasar, sino aprender.
·
Preparar
a nuestros hijos para la vida real, no para un mundo ficticio de facilidades.
Así
como Dios nos corrige para hacernos fuertes, los padres y catequistas deben
ayudar a que los niños y jóvenes se conviertan no en “cristales frágiles”, sino
en piedras vivas,
firmes en la fe y en la esperanza.
6. Dimensión jubilar
El
Jubileo nos recuerda que entrar por la puerta estrecha no es un privilegio,
sino un compromiso. Pasar por la Puerta Santa es un signo externo de una
decisión interna: renunciar
al egoísmo y caminar ligeros hacia Cristo.
·
Para
los catequistas y padres
de familia: su misión es formar en la fe, con ternura y
firmeza, ayudando a las nuevas generaciones a tener raíces en Dios y alas de
esperanza.
·
Para
la comunidad:
se nos pide vivir reconciliados, abrirnos a todos, ser Iglesia que convoca y no
que excluye.
·
Para
cada uno: aceptar la disciplina de Dios como oportunidad de madurar y
prepararnos para el banquete del Reino.
7. Conclusión
Queridos
hermanos,
La puerta es estrecha, pero está abierta. Es Cristo mismo. Se cruza con
humildad, con renuncias alegres, con confianza filial.
Como decía otro predicador, la puerta estrecha no se
pasa cargados de títulos ni de apariencias, sino ligeros de egoísmos, con el
corazón dispuesto al amor.
En
este Año Jubilar,
somos llamados a atravesar esa puerta como peregrinos
de la esperanza. No solos, sino de la mano de quienes amamos,
llevando como única riqueza la fe, la misericordia y el servicio.
Que la
Virgen María, Puerta del Cielo, nos acompañe en este camino. Que ella nos
enseñe a educar con ternura y firmeza, a corregir con amor y a vivir con
confianza de hijos. Y que al final podamos escuchar las palabras del Señor: «Entra
en el gozo de tu Señor».
Amén.
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