Introducción
Este 26 de agosto conmemoramos el 115º
aniversario del nacimiento de Santa Madre Teresa de Calcuta, una de las
figuras más luminosas y desafiantes de la historia contemporánea de la Iglesia.
Y, como si la Providencia quisiera subrayar su legado, el próximo 5 de
septiembre celebraremos en el santoral católico su memoria litúrgica,
fecha de su pascua al cielo en 1997.
Por ello, es menester detenernos desde ahora para resaltar
su vida, su obra y su santidad, no como un mero recuerdo nostálgico, sino
como un llamado actual y urgente a vivir el Evangelio con radicalidad y
ternura.
Madre Teresa, con su pequeño sari blanco de franjas
azules, se convirtió en un ícono de compasión, desprendimiento y fe
inquebrantable, recordándonos que el verdadero cristianismo no consiste en
palabras grandilocuentes, sino en gestos concretos de amor hacia “los más
pobres entre los pobres”.
Una
flor pequeña en Skopje
El 26 de agosto de 1910 nació en Skopje, actual
Macedonia del Norte, Anjezë Gonxhe Bojaxhiu, la que con el tiempo el mundo
entero conocería como Madre Teresa de Calcuta. “Gonxhe” significa en
albanés capullo de rosa, pequeña flor. Ese apelativo resultaría
providencial, porque de ese pequeño brote surgiría un perfume espiritual que
aún hoy impregna la historia de la Iglesia y la conciencia de la humanidad.
Su niñez estuvo marcada por la fe transmitida por
sus padres y por un profundo dolor: la muerte repentina de su padre cuando ella
tenía ocho años. Desde entonces, aprendió a sostenerse en la oración y en la
fortaleza de su madre, que inculcó en sus hijos el amor a Dios y al prójimo.
El llamado dentro del llamado
A los 18 años ingresó a la Congregación de las
Hermanas de Loreto y partió a la India. Enseñó en un colegio de Calcuta durante
años, con alegría y entrega. Sin embargo, en un tren que la llevaba hacia
Darjeeling en 1946, vivió lo que ella misma describió como “un llamado
dentro de la vocación”:
“Fue un segundo llamado. Fue una vocación de dejar
incluso Loreto donde era muy feliz y salir a la calle a servir a los más pobres
entre los pobres. Fue en ese tren que escuché el llamado a renunciar a todo y
seguir a Jesús en los barrios bajos, a servirlo en los más pobres entre los
pobres... Supe que era Su voluntad y que tenía que seguirlo. No había duda de
que iba a ser Su obra”.
Ese “día de la inspiración”, como ella lo llamó,
marcó el inicio de las Misioneras de la Caridad, fundadas oficialmente
en 1950. Junto a los tres votos tradicionales, añadieron uno nuevo: servir a
los más pobres entre los pobres.
La sed de Cristo
El corazón de la espiritualidad de la Madre Teresa
fue la sed de Cristo en la Cruz: “Tengo sed” (Jn 19,28). Esa sed, decía
ella, no era sólo de agua, sino de amor, de almas, de compasión. Y su vida
entera se volvió una respuesta a esa sed.
Atendió a los enfermos, los moribundos, los
leprosos, los marginados, no como si fueran “casos sociales”, sino como si
fueran el mismo Jesús en persona. “Jesús, escondido en el angustioso disfraz
de los pobres”, solía repetir.
Más allá de la caridad
Su obra pronto se expandió a todos los continentes.
En 1979 recibió el Premio Nobel de la Paz, no por discursos
diplomáticos, sino porque el mundo reconoció la autoridad moral de una mujer
pequeña de estatura, pero inmensa en compasión. Su humildad la llevó a recibir
el galardón diciendo que lo aceptaba “en nombre de los hambrientos, de los
desnudos, de los sin hogar, de los no amados”.
Su influencia fue tan grande que inspiró la célebre
novela “La ciudad de la alegría” del escritor Dominique Lapierre,
llevada al cine en 1992. Lapierre encontró en su vida y en el ambiente de
Calcuta la encarnación más auténtica de la esperanza en medio de la miseria.
Madre Teresa en Colombia
La Madre Teresa visitó varias veces Colombia. En
Medellín, Bogotá y Cartagena, sus palabras quedaron grabadas en la memoria de
quienes la escucharon. Con frases cortas pero contundentes, movía corazones:
- “El
fruto del silencio es la oración.
El fruto de la oración es la fe.
El fruto de la fe es el amor.
El fruto del amor es el servicio.
El fruto del servicio es la paz”.
Su paso por nuestro país no fue sólo protocolario;
fue un llamado a la Iglesia colombiana a no conformarse con la asistencia
social, sino a vivir un verdadero discipulado del amor.
El desprendimiento total
Quien repase su vida descubrirá que Madre Teresa
fue radicalmente desprendida. No sólo de bienes materiales, sino también de
reconocimientos, de comodidades e incluso de la música y del arte que tanto
había amado en su juventud. Su único “canto” fue la plegaria silenciosa y su
única “sinfonía” el clamor de los pobres.
Incluso vivió lo que los místicos llaman la noche
oscura del alma: una experiencia prolongada de silencio de Dios, de no sentir
Su presencia. Sin embargo, lejos de debilitarla, esta oscuridad purificó su fe,
haciéndola aún más luminosa para el mundo.
Un legado vivo
Al morir en 1997, las Misioneras de la Caridad ya
estaban presentes en 123 países. Fue beatificada por san Juan Pablo II en 2003
y canonizada por el Papa Francisco en 2016. Hoy es Santa Teresa de Calcuta,
modelo de sencillez, radicalidad evangélica y amor desinteresado.
Su vida nos recuerda que el Evangelio no se predica
sólo con palabras, sino con gestos concretos. Madre Teresa nunca necesitó
largos tratados teológicos: bastaba verla inclinarse ante un moribundo,
sonreírle a un leproso, acariciar a un niño abandonado.
Conclusión
A 115 años de su nacimiento, Madre Teresa sigue
siendo un faro que ilumina a la Iglesia y al mundo entero. En tiempos de
consumismo, superficialidad y búsqueda de poder, su figura nos recuerda que la
verdadera grandeza está en servir, en amar y en reconocer a Cristo en los
descartados de la sociedad.
Ella fue y sigue siendo una “Ciudad de la
Alegría” viviente, una encarnación concreta de las Bienaventuranzas. Su
ejemplo interpela a Colombia y a cada uno de nosotros: ¿dónde están hoy nuestros
pobres? ¿Cómo saciamos la sed de Cristo en ellos?
Oración
a Santa Madre Teresa de Calcuta
Señor Jesús,
Tú que dijiste en la Cruz: “Tengo
sed”,
y encendiste en el corazón de tu sierva Teresa
un fuego inextinguible de amor por los más pobres,
concédenos, por su intercesión,
un corazón desprendido,
capaz de reconocerte en cada hermano
que sufre en el cuerpo y en el alma.
Madre Teresa de Calcuta,
tú que respondiste al “llamado dentro del llamado”
con una entrega sin condiciones,
enséñanos a vivir con alegría
el servicio humilde,
a abrazar a los descartados de la sociedad
y a descubrir el rostro de Jesús
en los hambrientos, en los enfermos, en los solos.
Ruega por nosotros,
para que Colombia y el mundo entero
sean ciudades
de la alegría,
donde reine la paz que nace de la caridad,
la unidad que brota del perdón,
y la esperanza que florece en el amor.
Santa Madre Teresa de Calcuta,
ruega por nosotros.
Amén.
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