Santo del día:
San Juan Eudes
1601-1680.
«Jesús, mi sol, ilumina la
oscuridad de mi mente, enciende la frialdad de mi corazón». Así
oraba este sacerdote normando, fundador de la Congregación de Jesús y María
(Eudistas) y del Instituto de Nuestra Señora de la Caridad. Canonizado en 1925.
Nunca solo
(Jueces 6, 11-24a) Un ángel del Señor interpela a
Gedeón para confiarle una misión. Este se excusa, alegando su pequeñez:
«¡Mi clan es el más débil de la tribu de Manasés, y yo soy el más pequeño en
la casa de mi padre!»
Entonces la respuesta llega con toda la fuerza de
su sencillez:
«Yo estaré contigo.»
Sí, Dios, el Emmanuel, está siempre con nosotros.
Cambiar de punto de apoyo nos abre a todas las posibilidades.
Bénédicte de la Croix, cistercienne
Primera lectura
Gedeón, salva
a Israel. Yo te envío
Lectura del libro de los Jueces.
EN aquellos días, vino el ángel del Señor y se sentó bajo el terebinto que
hay en Ofrá, perteneciente a Joás, de los de Abiezer. Su hijo Gedeón estaba
desgranando el trigo en el lagar, para esconderlo de los madianitas.
Se le apareció el ángel del Señor y le dijo:
«El Señor esté contigo, valiente guerrero».
Gedeón respondió:
«Perdón, mi señor; si el Señor está con nosotros, ¿por qué nos ha sucedido todo
esto? ¿Dónde están todos los prodigios que nos han narrado nuestros padres,
diciendo: el Señor nos hizo subir de Egipto? En cambio ahora, el Señor nos ha
abandonado y nos ha entregado en manos de Madián».
El Señor se volvió hacia él y le dijo:
«Ve con esa fuerza tuya y salva a Israel de las manos de Madián. Yo te envío».
Gedeón replicó:
«Perdón, mi Señor, ¿con qué voy a salvar a Israel? Mi clan es el más pobre de
Manasés y yo soy el menor de la casa de mi padre».
El Señor le dijo:
«Yo estaré contigo y derrotarás a Madián como a un solo hombre».
Gedeón insistió:
«Si he hallado gracia a tus ojos, dame una señal de que eres tú el que estás
hablando conmigo. Te ruego que no te retires de aquí hasta que vuelva a tu
lado, traiga mi ofrenda y la deposite ante ti».
El Señor respondió:
«Permaneceré sentado hasta que vuelvas».
Gedeón marchó a preparar un cabrito y panes ácimos con unos cuarenta y cinco
kilos de harina. Puso la carne en un cestillo, echó la salsa en una olla, lo
llevó bajo la encina y se lo presentó.
El ángel de Dios le dijo entonces:
«Coge la carne y los panes ácimos, deposítalos sobre aquella peña, y vierte la
salsa».
Así lo hizo. El ángel del Señor alargó la punta del bastón que tenía en la
mano, tocó la carne y los panes ácimos, y subió un fuego de la peña que
consumió la carne y los panes ácimos. Después el ángel del Señor desapareció de
sus ojos.
Cuando Gedeón reconoció que se trataba del ángel del Señor, dijo:
«¡Ay, Señor mío, Señor, que he visto cara a cara al ángel del Señor!».
El Señor respondió:
«La paz contigo, no temas, no vas a morir».
Gedeón erigió allí un altar al Señor y lo llamó «el Señor paz».
Palabra de Dios.
Salmo
R. Dios
anuncia la paz a su pueblo.
V. Voy a
escuchar lo que dice el Señor:
«Dios anuncia la paz
a su pueblo y a sus amigos
y a los que se convierten de corazón». R.
V. La
misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo. R.
V. El
Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
y sus pasos señalarán el camino. R.
Aclamación
V. Jesucristo,
siendo rico, se hizo pobre para enriquecerlos con su pobreza. R.
Evangelio
Más fácil le
es a un camello entrar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino
de los cielos
Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
EN aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
«En verdad les digo que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos.
Lo repito: más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un
rico entrar en el reino de los cielos».
Al oírlo, los discípulos dijeron espantados:
«Entonces, ¿quién puede salvarse?».
Jesús se les quedó mirando y les dijo:
«Es imposible para los hombres, pero Dios lo puede todo».
Entonces dijo Pedro a Jesús:
«Ya ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a
tocar?».
Jesús les dijo:
«En verdad les digo: cuando llegue la renovación y el Hijo del hombre se siente
en el trono de su gloria, también ustedes, los que me han seguido, se sentarán
en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.
Todo el que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, hijos o
tierras, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna.
Pero muchos primeros serán últimos y muchos últimos primeros».
Palabra del Señor.
1
Nunca solo
1.
Introducción
Queridos
hermanos y hermanas:
Hoy celebramos la memoria de San
Juan Eudes, apóstol incansable del amor a los Sagrados
Corazones de Jesús y de María, y un hombre que nos recuerda que toda obra
apostólica, toda misión y toda vida cristiana se sostienen en una certeza: “No estamos nunca solos, porque Dios
camina con nosotros.”
Este
martes de la 20ª semana del Tiempo Ordinario, la Palabra de Dios ilumina
nuestra existencia con un mensaje de esperanza y de confianza: aun en la
fragilidad y en la pequeñez, Dios elige, llama y acompaña.
En
este día, ofrecemos también nuestra oración por los benefactores: personas e
instituciones que con generosidad sostienen la obra de la Iglesia, la
evangelización, las misiones, las comunidades y tantas iniciativas que permiten
que el Evangelio llegue a más corazones. En este Año Jubilar, donde somos
llamados a ser “Peregrinos
de la Esperanza”, es justo y necesario reconocer que detrás de
cada paso misionero están manos invisibles que dan, oran y ofrecen.
2. La Palabra de Dios: Gedeón y el llamado
en la debilidad
En
la primera lectura (Jueces 6,11-24a), encontramos a Gedeón, un hombre común,
perteneciente a un clan débil y sin importancia en Israel. Ante el llamado del
ángel, él responde con miedo e inseguridad:
«¿Cómo voy a salvar yo a Israel? Mi clan es el más pobre y yo soy el más
pequeño.»
Sin
embargo, el Señor le asegura:
«Yo estaré contigo.»
Este
pasaje revela una de las constantes de la historia de la salvación: Dios no
elige a los más poderosos ni a los más preparados según criterios humanos.
Elige lo débil para confundir a los fuertes; lo pequeño para mostrar su
grandeza; lo humilde para que quede claro que la obra no es fruto de nuestras
fuerzas, sino de su presencia.
3. El Evangelio: el costo del discipulado
El
Evangelio de hoy (Mateo 19,23-30) nos muestra a Jesús anunciando que es difícil que un rico entre en el Reino
de los Cielos. La lógica de Dios no se mide por riquezas
materiales, sino por la capacidad de confiar en Él. Pedro, en nombre de los
discípulos, le dice:
«Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.»
Jesús
responde con una promesa:
«Todo el que deje casa, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o tierras por
mí recibirá cien veces más y heredará la vida eterna.»
Aquí
encontramos un paralelo con Gedeón: seguir al Señor siempre implica dejar
apoyos humanos y aprender a confiar en Dios como único sostén. El discípulo
encuentra que su riqueza es el Emmanuel:
Dios con nosotros.
4. Enseñanza para nosotros: nunca solos
Este
mensaje toca directamente nuestra vida:
·
Cuando nos sentimos débiles o insuficientes, como Gedeón, Dios nos
recuerda: “Yo estaré contigo.”
·
Cuando nos preocupan las seguridades materiales
o los proyectos que parecen imposibles, Jesús nos dice que el Reino no se
conquista con riquezas, sino con confianza radical en Él.
·
Cuando nos toca agradecer y reconocer a los
benefactores,
entendemos que ellos son instrumentos de ese Dios que nunca abandona a su
pueblo y que siempre suscita colaboradores para que la misión continúe.
El
Jubileo que vivimos nos invita a confiar en la promesa divina: “Cambiar de punto de apoyo nos abre a
todos los posibles.” No apoyarnos en nosotros mismos, sino en Dios,
nos permite soñar y construir una Iglesia viva, abierta y misionera.
5. San Juan Eudes: testimonio de confianza
en Dios
San
Juan Eudes es ejemplo luminoso de esta verdad. En medio de dificultades
pastorales y sociales del siglo XVII en Francia, confió en el Señor y fundó
comunidades dedicadas a la formación de sacerdotes y a la promoción de la
devoción a los Corazones de Jesús y de María.
Él
entendió que el amor de
Dios es el verdadero apoyo que permite sostener la misión. Y
nos enseña hoy que si confiamos en Dios, nunca estaremos solos, ni en las
pruebas, ni en las luchas, ni en las responsabilidades pastorales.
6. Aplicación pastoral: orar por los
benefactores
Hoy
queremos elevar una oración profunda por todos nuestros benefactores. Ellos,
con sus aportes, su cercanía, su tiempo y su oración, son parte de esta obra de
evangelización. Como Gedeón, quizás algunos se sientan pequeños, pero Dios hace
grandes cosas a través de sus manos abiertas y de su generosidad.
Que
este Jubileo sea ocasión para reconocerlos como “peregrinos de esperanza”, porque con sus
gestos mantienen viva la misión de la Iglesia y fortalecen nuestra fe
comunitaria.
7. Conclusión
Queridos
hermanos:
La
Palabra de hoy nos deja un mensaje claro:
·
No
importa nuestra pequeñez, porque Dios
está con nosotros.
·
No
dependemos de riquezas, sino de la promesa de Jesús que asegura la vida eterna
a quienes confían y lo siguen.
·
No
caminamos solos: estamos sostenidos por la comunión de los santos, por los
benefactores que colaboran, y por el amor de Dios que nunca falla.
Que,
al ejemplo de San Juan Eudes, aprendamos a vivir cada día confiando en esta
certeza: “Nunca estamos
solos, porque Dios es Emmanuel, el Dios con nosotros.”
2
Queridos
hermanos y hermanas:
La
Palabra de Dios que escuchamos este martes nos sitúa ante una de las imágenes
más sorprendentes y exigentes del Evangelio: “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja
que un rico entre en el Reino de los cielos” (Mt 19,24).
Palabras que escandalizaron a los discípulos y que siguen inquietando a la
humanidad entera.
Hoy,
memoria de San Juan Eudes,
gran devoto de los Corazones de Jesús y de María, la Iglesia nos invita a
recordar que la verdadera riqueza no está en acumular, sino en dejar que Cristo
viva y reine en el corazón humano. Y en este Año Jubilar, donde somos llamados
a ser “Peregrinos de la
Esperanza”, nos urge preguntarnos: ¿dónde ponemos nuestra
confianza, en las riquezas pasajeras o en los tesoros eternos de la gracia?
2. El trasfondo del Evangelio: el ojo de la
aguja
Jesús
utiliza una imagen muy gráfica: un camello intentando atravesar el ojo de una
aguja. Según la tradición, podría referirse a una pequeña puerta en los muros
de Jerusalén, por donde solo una persona podía entrar, y donde un camello
cargado tenía que ponerse de rodillas, quitarse el peso y casi arrastrarse para
lograrlo.
La
enseñanza es clara: para
entrar en el Reino, es necesario arrodillarse, despojarse y dejarse purificar.
No se trata solo de tener riquezas, sino de estar apegados a ellas. Incluso una
persona materialmente pobre puede vivir con el corazón lleno de codicia y, por
tanto, quedar fuera del Reino.
3. El llamado de Jesús: imposible para los
hombres, posible para Dios
Cuando
los discípulos escuchan esto, exclaman: “Entonces,
¿quién podrá salvarse?” Y Jesús responde con la frase que abre
todo a la esperanza:
“Para los hombres esto es
imposible, pero para Dios todo es posible.”
Aquí
radica el centro de nuestra fe: la salvación no es fruto de nuestras fuerzas,
ni de nuestros méritos, ni de nuestras seguridades humanas. La salvación es
gracia, don, misericordia. El verdadero pobre de espíritu es aquel que reconoce
su indigencia y se deja salvar por Dios.
4. La primera lectura y la experiencia de
Gedeón
La
lectura de Jueces (6,11-24a), que escuchamos hoy, nos presenta a Gedeón, hombre pequeño,
sin prestigio, que se siente incapaz de cumplir la misión que Dios le confía.
Su clan es el más débil, él es el más insignificante de la familia… pero Dios
le dice:
“Yo estaré contigo.”
El
contraste es evidente: así como el rico confía en sus bienes, el pobre se
siente incapaz. Ambos extremos solo encuentran salida en la certeza de que Dios actúa y hace posible lo imposible.
Ni las riquezas, ni la pobreza, ni las debilidades humanas son impedimento
cuando Dios interviene.
5. Enseñanza de San Juan Eudes
San
Juan Eudes comprendió profundamente esta verdad. En un tiempo convulsionado,
cuando muchos buscaban apoyarse en poderes humanos, él predicó con firmeza que
la verdadera riqueza estaba en el amor de los Corazones de Jesús y María. Fundó
seminarios para formar sacerdotes santos y comunidades para servir a los pobres
y marginados.
Su
vida nos recuerda que la riqueza más grande es formar corazones según el Corazón de Cristo.
Ese fue su legado: enseñar que todo cristiano está llamado a dejarse
transformar interiormente, para luego ser fermento de esperanza y amor en la
sociedad.
6. Aplicación pastoral: benefactores y desapego
evangélico
En
este día, recordamos con gratitud a los benefactores.
Ellos, con su generosidad, permiten que la Iglesia cumpla su misión
evangelizadora. Pero la invitación del Evangelio es clara: incluso quienes dan,
han de hacerlo con un corazón libre de apegos, reconociendo que todo es don de
Dios.
La
generosidad auténtica no busca prestigio ni recompensa humana, sino que nace de
la conciencia de que hemos recibido gratis y por tanto estamos llamados a dar
gratis (cf. Mt 10,8). Un benefactor, en este sentido, no es simplemente quien
aporta bienes materiales, sino aquel que comparte de sí mismo con libertad,
confianza y desapego.
En
este Año Jubilar, Peregrinos
de la Esperanza, debemos preguntarnos: ¿qué cargas llevamos
sobre el camello de nuestra vida que impiden que atravesemos la puerta
estrecha? ¿Cuáles son esos “bultos” de orgullo, codicia, envidia o rencor que
Dios nos pide soltar?
7. Dimensión jubilar: abrirse a lo imposible de
Dios
El
Jubileo nos invita a dejar
que Dios obre lo imposible en nosotros. Quizá sea imposible,
según nuestras fuerzas, renunciar a ciertos hábitos, desprendernos de bienes,
sanar viejas heridas o confiar plenamente. Pero lo que es imposible para
nosotros, es posible para
Dios.
Ser
peregrinos de la esperanza
significa caminar con el corazón libre, ligero de equipaje, confiados en que el
Señor nos conduce a la verdadera patria. Y esa libertad interior solo se
alcanza dejando que Dios quite de nosotros las ataduras de este mundo.
8. Conclusión
Queridos
hermanos:
Hoy el Señor nos recuerda que el camino hacia el Reino no pasa por acumular,
sino por soltar. No por erguirse orgulloso, sino por arrodillarse humilde. No
por confiar en nuestras seguridades, sino por apoyarnos en el amor de Dios.
·
Como
Gedeón, aunque nos sintamos pequeños, confiemos en la promesa: “Yo estaré contigo.”
·
Como
los discípulos, aunque la exigencia nos supere, recordemos: “Para Dios todo es posible.”
·
Como
San Juan Eudes, aprendamos que el mayor tesoro es tener un corazón configurado
al de Cristo y María.
Pidamos
hoy, en oración por nuestros benefactores y por toda la comunidad, la gracia de
ser pobres de espíritu y ricos en esperanza, caminando con libertad hacia el
Reino eterno.
***********
19 de agosto:
San Juan Eudes, presbítero — Memoria libre
1601–1680
Patrono de los eudistas, de la Orden de Nuestra Señora de la Caridad, de la
diócesis de Baie-Comeau y de los misioneros
Canonizado por el papa Pío XI el 31 de mayo de 1925
Cita:
Padre de misericordias y Dios de todo consuelo, Tú nos diste el Corazón
amante de tu propio Hijo amado, a causa del amor inmenso con el que nos has amado,
que ninguna lengua puede describir. Concédenos ofrecerte un amor perfecto con
corazones hechos uno con el suyo. Haz que, te rogamos, nuestros corazones sean
llevados a la perfecta unidad: cada corazón con el otro y todos los corazones
con el Corazón de Jesús; y que los justos anhelos de nuestros corazones
encuentren su cumplimiento por medio de Él: Nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, un solo Dios, por los
siglos de los siglos. Amén.
~ Colecta de la Misa del Sagrado Corazón de San Juan Eudes
Reflexión:
En Francia, en 1562, las tensiones eran altas entre
la mayoría católica y la minoría protestante calvinista. El calvinismo se
expandía y la oposición era feroz. Esto provocó enfrentamientos violentos entre
1562 y 1598 en las Guerras de Religión. Aunque las guerras fueron impulsadas
principalmente por poderosas familias nobles, muchos ciudadanos se
involucraron, lo que llevó a múltiples masacres. En 1589, Enrique de Navarra,
calvinista, ascendió al trono como el rey Enrique IV de Francia. A pesar de sus
raíces calvinistas, Enrique se convirtió nuevamente al catolicismo para
asegurar su reinado y establecer la paz. En 1598 promulgó el Edicto de Nantes,
que concedía tolerancia religiosa a los protestantes, poniendo fin a las
guerras internas. Tres años después nació San Juan Eudes.
Juan Eudes nació en Ri, un pequeño pueblo agrícola
en la región de Normandía, en el noroeste de Francia. El suelo fértil de la
región producía abundantes cosechas de trigo, cebada y frutas. Juan tuvo dos
hermanos menores y cuatro hermanas, y sus padres eran católicos devotos. Tras
su nacimiento, realizaron una peregrinación a la iglesia de Notre-Dame de la
Recouvrance, a unos 200 kilómetros de Ri, para dedicar a su hijo a Dios. Su
devoción dio fruto, pues Juan desarrolló una fuerte fe católica desde temprana
edad. Una historia cuenta que cuando un compañero de juegos golpeó en la
mejilla al pequeño Juan de diez años, este cayó de rodillas inmediatamente y
puso la otra mejilla, obedeciendo al mandato evangélico.
Después de ser educado por un sacerdote santo, Juan
hizo su Primera Comunión y recibió la Confirmación hacia los doce años. Se dice
que en ese día apareció como un ángel en éxtasis divino. Lleno de gozo, poco
después hizo un voto personal de castidad, dedicando su vida a Dios, tal como
sus padres habían hecho por él al nacer.
Siendo adolescente, Juan fue enviado a la ciudad
más grande de Caen, a unos cincuenta kilómetros al norte, donde fue educado por
los jesuitas. Los jesuitas, una orden nueva y respetada, eran conocidos por su
excelente enseñanza. En Caen, Juan completó sus estudios de filosofía y
profundizó en su devoción, especialmente hacia la Sagrada Eucaristía y la
Santísima Virgen María. Su devoción era tan profunda que sus compañeros lo
llamaban “el devoto Eudes”. Tras completar sus estudios filosóficos, el padre
de Juan quiso que regresara a casa y se estableciera, pero Juan explicó que
había dedicado su vida a Dios y suplicó continuar con sus estudios. Su padre
cedió, y Juan volvió a Caen para los estudios de teología con los jesuitas. Al
terminar, ingresó en el Oratorio Francés de Pierre de Bérulle en París y fue
ordenado sacerdote un año después, a los veinticuatro años.
El Oratorio Francés, distinto del Oratorio Romano
de San Felipe Neri, fue fundado en 1611 por el cardenal Pierre de Bérulle. Ante
las guerras religiosas que habían devastado Francia en el siglo XVI, el
cardenal Bérulle tomó un nuevo enfoque frente al calvinismo: combatir no con
armas, sino con la razón y la fe. Es reconocido como uno de los fundadores de
la Escuela Francesa de Espiritualidad, un movimiento católico de la
Contrarreforma que fomentaba la devoción personal. Este movimiento, centrado en
la Encarnación y en la naturaleza profundamente personal de Dios, se alejaba
del excesivo énfasis en la doctrina propio de la escolástica. En cambio,
fomentaba una devoción íntima mediante el amor a Dios y la conversión personal.
Este movimiento cautivó profundamente al padre Juan Eudes, que se convirtió en
uno de sus grandes seguidores y líderes.
Tras su ordenación en 1625, el padre Eudes cayó
gravemente enfermo y permaneció en cama casi un año. Una vez recuperado, fue
enviado a Aubervilliers, a las afueras de París, para continuar sus estudios
teológicos. En 1627, su padre le informó de una peste que había estallado en un
pueblo cercano a su ciudad natal. El padre Eudes acudió rápidamente a atender
las necesidades físicas y espirituales de las víctimas, alentándolas
especialmente a recurrir a su madre del Cielo y a confiar en su intercesión.
Cuando otra localidad cercana sufrió la misma peste algunos años después, hizo
lo mismo. En esa ocasión, por temor a contagiarse y transmitir la infección a
los demás en el Oratorio, vivió durante un tiempo en un barril en un campo
abierto mientras atendía a los enfermos, sin preocuparse por su propio
bienestar.
En 1633, el padre Eudes comenzó a predicar con
mayor intensidad. Sus misiones parroquiales duraban semanas o más. Sus sermones
enfatizaban la misericordia de Dios, y reunió a numerosos sacerdotes para
confesar. Él mismo fue un confesor eficaz, que encarnaba el Corazón de Cristo
para los pecadores. Una parroquia tras otra fue transformada. Durante sus
misiones, desarrolló una profunda compasión por los pecadores atrapados en
ciclos de pecado, especialmente las prostitutas. Para atender sus necesidades,
fundó la Orden de Nuestra Señora de la Caridad del Refugio en 1641, con
la ayuda de tres hermanas de la Visitación. El propósito de esta orden era
brindar ayuda espiritual y material a las prostitutas arrepentidas que
necesitaban cambiar de vida.
Tras diez años de predicar misiones, el padre Eudes
notó que, aunque la gente cambiaba inicialmente, pronto recaía en sus pecados
sin un acompañamiento espiritual continuo. Para remediarlo, se centró en la formación
del clero. Comprendió que no podía evangelizar y acompañar a todos por sí
solo, y así, en 1643, dejó el Oratorio y fundó la Congregación de Jesús y
María, conocidos luego como los eudistas. El objetivo de esta nueva
congregación era formar seminaristas y continuar con las misiones parroquiales.
Durante los treinta años siguientes, el padre Eudes fundó seis grandes
seminarios en Francia: Caen, Coutances, Lisieux, Rouen, Évreux y Rennes. Estos
seminarios formaban no solo a seminaristas, sino que también acogían sacerdotes
para formación y retiros, y ofrecían enseñanzas a los laicos.
La devoción estuvo en el centro de su ministerio, y
su legado más perdurable es la promoción de la devoción al Sagrado Corazón
de Jesús y al Inmaculado Corazón de María. En 1648, con permiso del obispo
local, instituyó una fiesta en honor del Santo Corazón de María, para fomentar
la conciencia del amor de la Virgen hacia su Hijo y hacia toda la humanidad.
Más tarde, compuso una Misa y un Oficio en honor del Sagrado Corazón de Jesús,
que celebró por primera vez en 1670 con el permiso del obispo. Su meta era
revelar el amor infinito y personal de Cristo Jesús por su pueblo.
Providencialmente, en 1673, una religiosa y mística francesa, luego santa,
Margarita María Alacoque, comenzó a tener visiones de Jesús, en las cuales Él
transmitía la importancia de la devoción a su Sagrado Corazón. Entre sus
peticiones, Jesús le pidió que la fiesta de su Sagrado Corazón se celebrara el
viernes después de la octava del Corpus Christi, en reparación por la ingratitud
de la humanidad hacia su Sacrificio. Así, lo que el padre Eudes había impulsado
en 1670, Jesús lo confirmó poco después a través de una mística. En 1856, el
papa Pío IX extendió esta fiesta a toda la Iglesia.
San Juan Eudes se destacó como uno de los muchos
santos de la Iglesia en Francia durante un tiempo de renovación espiritual,
utilizando las armas de la devoción personal, la oración, la adoración, la
Comunión frecuente y la Confesión. Los corazones fueron transformados, no solo
las mentes. Para garantizar que esta renovación continuara, se dedicó junto a
su congregación a la formación de sacerdotes, ofreciendo buenos pastores que
reflejaran el Corazón de Jesús al pueblo de Dios. Al honrar a este gran santo,
contemplemos todo lo que hizo, pero sobre todo su devoción a los Corazones de
María y de Jesús. Sus Corazones revelan quiénes son, junto con su compasión y
amor sin límites por todos nosotros. Corramos a sus Corazones hoy y siempre,
recibiendo de ellos todo lo que necesitamos para nuestra propia transformación.
Luego, dispensemos a los demás la infinita misericordia de Dios.
Oración:
San Juan
Eudes, Dios te utilizó en un momento particular de renovación en la historia de
la Iglesia, y tú respondiste con generosidad. Estuviste especialmente atraído por
los Corazones de Jesús y de María y compartiste esos descubrimientos con
muchos. Por favor, ruega por mí, para que yo siempre recurra a estos Corazones
gloriosos, sea transformado por ellos y emule su misericordia, para ser un
mayor instrumento del amor de Dios en el mundo.
San Juan Eudes, ruega por mí.
Inmaculado Corazón de María, ruega por mí.
Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por visitar mi blog, Deje sus comentarios que si son hechos con respeto y seriedad, contestaré con mucho gusto. Gracias. Bendiciones