A
corazones abiertos
(1 Tesalonicenses 2, 1-8; Mateo 23, 23-26) Hoy todavía el paralelo
entre los textos es inspirador. En el evangelio, Jesús denuncia en sus
adversarios una religión cuyos signos son meramente externos: fracasa en
ajustar el corazón de quienes la practican a Dios. Es este corazón transformado
el que se nos revela en el retrato que Pablo hace de sí mismo al evocar su
ministerio en Tesalónica: dulce, desinteresado y sin artificios de seducción.
Jean-Marc Liautaud, Fondacio
Primera
lectura
Queríamos
entregarles no solo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses.
USTEDES, hermanos, saben muy bien que nuestra visita no fue inútil; a pesar de
los sufrimientos e injurias padecidos en Filipos, que ya conocen, apoyados en
nuestro Dios, tuvimos valor para predicarles el Evangelio de Dios en medio de
fuerte oposición.
Nuestra exhortación no procedía de error o de motivos turbios, ni usaba
engaños, sino que, en la medida en que Dios nos juzgó aptos para confiarnos el
Evangelio, así lo predicamos: no para contentar a los hombres, sino a Dios, que
juzga nuestras intenciones.
Bien saben ustedes que nunca hemos actuado ni con palabras de adulación ni por
codicia disimulada, Dios es testigo, ni pretendiendo honor de los hombres, ni
de ustedes, ni de los demás, aunque, como apóstoles de Cristo, podíamos haberles
hablado con autoridad; por el contrario, nos portamos con delicadeza entre
ustedes, como una madre que cuida con cariño de sus hijos.
Los queríamos tanto que deseábamos entregarles no solo el Evangelio de Dios,
sino hasta nuestras propias personas, porque se habían ganado nuestro amor.
Palabra de Dios.
Salmo
R. Señor,
tú me sondeas y me conoces
V. Señor, tú
me sondeas y me conoces.
Me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares. R.
V. No ha
llegado la palabra a mi lengua,
y ya, Señor, te la sabes toda.
Me estrechas detrás y delante,
me cubres con tu palma.
Tanto saber me sobrepasa,
es sublime, y no lo abarco. R.
Aclamación
V. La
palabra de Dios es viva y eficaz; juzga los deseos e intenciones del corazón. R.
Evangelio
Esto es lo
que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello
Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
EN aquel tiempo, Jesús dijo:
«¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que pagan el diezmo de la
menta, del anís y del comino, y descuidan lo más grave de la ley: la justicia,
la misericordia
y la fidelidad!
Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello.
¡Guías ciegos, que filtran el mosquito y se tragan el camello!
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que limpian por fuera la copa y
el plato, mientras por dentro están rebosando de robo y desenfreno! ¡Fariseo
ciego!, limpia primero la copa por dentro y así quedará limpia también por
fuera».
Palabra del Señor.
1
1. Introducción: El corazón como centro de la fe
Queridos hermanos:
La Palabra de Dios de este día nos invita a mirar
el centro de nuestra vida cristiana. Jesús, en el evangelio, no se cansa de
denunciar una religiosidad vacía, hecha de apariencias, de ritos exteriores que
no tocan lo profundo de la persona. San Pablo, por el contrario, en su carta a
los Tesalonicenses, nos ofrece el retrato de un ministerio que brota del
corazón y se entrega con ternura y sinceridad. En este marco del Año Jubilar,
cuando se nos llama a ser “peregrinos de la esperanza”, esta confrontación nos
ayuda a discernir si nuestra fe nace de un corazón transformado o si se reduce
a una fachada que no cambia nada.
2. El evangelio: la pureza del
corazón frente a la apariencia
Jesús arremete contra los fariseos y escribas
porque se obsesionaban con los pequeños detalles rituales —el diezmo de la
menta, del anís, del comino— y olvidaban lo más importante: la justicia, la
misericordia y la fidelidad. Les llama “ciegos” porque cuidan de limpiar el
exterior del vaso mientras el interior está sucio.
El mensaje es claro: lo que vale delante de Dios no
son los gestos externos si no brotan de un corazón limpio. El exterior puede
engañar, pero lo íntimo es lo que revela la verdad de la persona. El Señor
quiere discípulos cuyo corazón se haya dejado purificar por su gracia.
3. San Pablo: el ejemplo del
apóstol que se da con ternura
En contraste, Pablo recuerda cómo fue su ministerio
entre los tesalonicenses: no con palabras engañosas ni con ambición de
riquezas, sino con ternura, como una madre que cuida de sus hijos. Su anuncio
no se redujo a palabras, sino que entregó su propia vida. El Apóstol nos
muestra que evangelizar no es imponer ni buscar provecho personal, sino
compartir lo que somos y lo que creemos desde un corazón transformado.
El apóstol no seduce ni manipula; ama y se da. Y es justamente ese estilo el
que necesita la Iglesia en este tiempo jubilar: corazones limpios, abiertos,
auténticos.
4. Una mirada pastoral: religión
de fachada y fe viva
Si traemos este mensaje a nuestro tiempo, vemos
cómo fácilmente también nosotros podemos caer en el riesgo de una religión de
fachada: asistir a los ritos pero sin transformar la vida, cumplir con normas
externas pero sin dejar que el Evangelio cambie nuestras relaciones, nuestras
palabras, nuestro trabajo. Es la tentación de la “generación de la imagen”,
donde todo se construye para ser visto y aprobado en redes o en la mirada
ajena, pero poco toca la hondura del corazón.
Jesús hoy nos pregunta: ¿estamos cuidando la pureza del corazón? ¿O nos
contentamos con aparentar? Recordemos que solo un corazón abierto a la gracia
puede ser fuente de esperanza para los demás.
5. Intención orante por los
benefactores
En este día, además, la Iglesia nos invita a dar
gracias y a orar por los benefactores: hombres y mujeres que, con generosidad,
sostienen la obra evangelizadora y misionera. Ellos encarnan lo que Pablo
describe: se entregan sin buscar reconocimientos, colaboran de corazón limpio y
con desinterés. Sin su apoyo silencioso y constante, muchas obras de caridad,
de educación y de misión no serían posibles. Hoy pedimos al Señor que les
bendiga abundantemente, que purifique también en ellos y en nosotros el
corazón, y que nos conceda caminar juntos como peregrinos de la esperanza.
6. El Año Jubilar: purificación y
renovación interior
El Jubileo nos recuerda que estamos en camino hacia
la plenitud, y que necesitamos abrir el corazón a la misericordia de Dios. No
basta con cruzar las puertas santas ni cumplir ciertos gestos jubilares si no
hay conversión interior. La verdadera indulgencia es dejarse transformar por la
gracia. Solo así podremos ser testigos de esperanza en medio de un mundo
marcado por el cansancio, la indiferencia y la desesperanza. El corazón limpio
y abierto es la señal de un cristiano jubilar.
7. Conclusión: orar con el
salmista
El salmo de este día nos invita a proclamar: “El
Señor es justo y ama la justicia; los buenos verán su rostro” (Sal 95).
Pidamos entonces al Señor que purifique nuestro interior, que nos libre de toda
hipocresía, que bendiga a nuestros benefactores y que nos haga testigos
creíbles, peregrinos de esperanza con corazones abiertos, sinceros y
transformados.
Que María, Madre de la Iglesia, nos enseñe a vivir
como Pablo: con ternura, con gratuidad y con la entrega de la vida. Amén.
2
El santuario interior donde Dios
nos habita
Introducción
El Evangelio de hoy (Mt 23,24-26) nos presenta a Jesús con palabras duras
contra los fariseos: “¡Ay de ustedes, guías ciegos!… Limpian el exterior del
vaso, pero por dentro están llenos de robo y desenfreno”. La enseñanza es
clara: la fe no puede reducirse a una fachada, sino que debe brotar de un
corazón limpio y verdadero.
Primera lectura: la transparencia del apóstol
San Pablo, escribiendo a los tesalonicenses (1Tes 2,1-8), recuerda que su
anuncio no buscó halagos ni prestigio humano, sino agradar a Dios que examina
los corazones. Les predicó con amor, con ternura de madre, compartiendo no solo
el Evangelio, sino su propia vida.
Aquí encontramos un contraste profundo: los fariseos buscaban aparentar; Pablo,
en cambio, busca la autenticidad que nace del corazón habitado por Cristo. Esta
es la gran lección: nuestra misión pastoral, nuestra vida cristiana, no puede
basarse en la imagen pública, sino en la verdad interior que Dios ve y
sostiene.
El Salmo: Dios que conoce el corazón
El salmo responsorial (Sal 138) responde de manera providencial: “Señor, Tú
me sondeas y me conoces, Tú penetras desde lejos mis pensamientos”. Dios no
se deja engañar por apariencias. Él conoce nuestros secretos, nuestras
intenciones, y allí donde los demás no llegan, Él nos abraza y nos llama a la
conversión.
Este salmo nos recuerda que la verdadera paz no está en lo que opinen de
nosotros, sino en lo que somos delante de Dios: criaturas transparentes, amadas
y llamadas a la santidad.
El santuario secreto de la conciencia
El Concilio Vaticano II (Gaudium et Spes 16) enseña que la conciencia es
el “sagrario secreto” donde el hombre está a solas con Dios. Ese santuario
interior es lo que Jesús quiere limpiar y purificar. No basta con la
apariencia; lo esencial está dentro: un corazón recto, humilde, agradecido.
Aplicación pastoral y psicológica
Hoy, en tiempos de redes sociales y de “cultura de
la imagen”, corremos el riesgo de invertir más en nuestra fachada que en
nuestra verdad interior. El Jubileo 2025 nos invita a lo contrario: a ser Peregrinos
de la Esperanza, con el corazón reconciliado, limpios por dentro, testigos
de una fe auténtica que no necesita máscaras.
Un creyente que se deja purificar en el santuario de la conciencia es capaz de
irradiar esperanza y guiar a otros hacia Dios con la transparencia de su vida.
Oración por los benefactores
Queridos hermanos, hoy también elevamos nuestra
oración por los benefactores de nuestra comunidad, quienes con sus
oraciones, generosidad y sacrificio apoyan la misión de la Iglesia. Que el
Señor, que ve lo secreto del corazón, les recompense abundantemente, les llene
de paz y bendiga a sus familias. En este Jubileo, pedimos que ellos también
experimenten el gozo de ser peregrinos de esperanza.
Preguntas para la vida
- ¿Cuánto
me esfuerzo en cuidar mi imagen, y cuánto en cuidar mi corazón ante Dios?
- ¿Soy
como Pablo, que vive con transparencia y amor, o como los fariseos que se
aferran a la apariencia?
- ¿Reconozco
y agradezco el bien que Dios me permite hacer en lo escondido?
Oración final
Señor Jesús, Tú que miras el corazón, purifica
nuestro interior. Haznos auténticos, como Pablo, que no buscó la gloria de los
hombres, sino agradarte a Ti. Danos la gracia de vivir el Jubileo con corazones
renovados, limpios y agradecidos. Bendice a nuestros benefactores, que
sostienen silenciosamente tu obra. Haznos testigos de esperanza, instrumentos
de tu santidad en el mundo.
Jesús, en Ti confiamos. Amén.
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