lunes, 11 de agosto de 2025

12 de agosto del 2025: martes de la decimonovena semana del tiempo ordinario-I- Memoria de santa Juana Francisca de Chantal, religiosa

 

Santo del día:

Santa Juana Francisca de Chantal

1572-1641. Bajo la influencia de su director espiritual, san Francisco de Sales, esta joven viuda fundó la Orden de la Visitación de Santa María en Annecy en 1610, la cual, a su muerte, ya contaba con 87 casas.

 

 

Viceversa

(Mateo 18,1-5.10.12-14) Para darse el privilegio de comenzar o de elegir, los niños suelen usar este argumento: «¡Yo soy el más grande!»
Con ello no hacen más que copiar un mundo de adultos que se miden sin cesar unos a otros. La pregunta de los discípulos es una clara ilustración de esto.

Pero el Reino de Dios invierte esta perspectiva. Una Iglesia adulta está modelada por el gesto de Jesús que coloca en el centro a la persona del niño.

Nicolas Tarralle, prêtre assomptionnist

 


Primera lectura

Dt 31,1-8

Sé fuerte, Josué, y valiente: tú has de introducir al pueblo en la tierra

Lectura del libro del Deuteronomio.

MOISÉS se dirigió a todo Israel y pronunció estas palabras. Les dijo:
«Tengo ya ciento veinte años, y ya no puedo salir ni entrar; además el Señor me ha dicho: “No pasarás ese Jordán”. El Señor, tu Dios, pasará delante de ti. Él destruirá delante de ti esas naciones y tú las tomarás en posesión. Josué pasará delante de ti, como ha dicho el Señor.
El Señor los tratará como a los reyes amorreos Sijón y Og, y como a sus tierras, que arrasó. El Señor se los entregará y ustedes los tratarán conforme a toda esta prescripción que yo les he mandado. ¡Sean fuertes y valientes, no teman, no se acobarden ante ellos!, pues el Señor, tu Dios, va contigo, no te dejará ni te abandonará».
Después Moisés llamó a Josué, y le dijo en presencia de todo Israel:
«Sé fuerte y valiente, porque tú has de introducir a este pueblo en la tierra que el Señor, tu Dios, juró dar a tus padres y tú se la repartirás en heredad. El Señor irá delante de ti. Él estará contigo, no te dejará ni te abandonará. No temas ni te acobardes».

Palabra de Dios.

 

Salmo

Sal Dt 32,3-4a.7.8.9 y 12 (R. 9a)

R. La porción del Señor fue su pueblo.

V. Voy a proclamar el nombre del Señor:
den gloria a nuestro Dios.
Él es la Roca, sus obras son perfectas. 
R.

V. Acuérdate de los días remotos,
considera las edades pretéritas,
pregunta a tu padre y te lo contará,
a tus ancianos y te lo dirán. 
R.

V. Cuando el Altísimo daba a cada pueblo su heredad
y distribuía a los hijos de Adán,
trazando las fronteras de las naciones,
según el número de los hijos de Israel. 
R.

V. La porción del Señor fue su pueblo,
Jacob fue el lote de su heredad.
El Señor solo los condujo,
no hubo dioses extraños con él.
 R.

 

Aclamación

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Tomen mi yugo sobre ustedes-dice el Señor- y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón. R.

 

Evangelio

Mt 18,1-5.10.12-14

Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños

Lectura del santo Evangelio según san Mateo.

EN aquel momento, se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
«¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?».
Él llamó a un niño, lo puso en medio y dijo:
«En verdad les digo que, si no se convierten y se hacen como niños, no entrarán en el reino de los cielos. Por tanto, el que se haga pequeño como este niño, ese es el más grande en el reino de los cielos. El que acoge a un niño como este en mi nombre me acoge a mí.
Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque les digo que sus ángeles están viendo siempre en los cielos el rostro de mi Padre celestial.
¿Qué les parece? Supongan que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en los montes y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, en verdad les digo que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado.
Igualmente, no es voluntad de su Padre que está en el cielo que se pierda ni uno de estos pequeños».

Palabra del Señor.

 

1

 

El más grande es el que se hace pequeño

 

Queridos hermanos y hermanas en el Señor:

Hoy la Palabra de Dios nos invita a un viaje interior que nos lleva a un cambio radical de perspectiva: pasar de medirnos según las categorías del mundo —donde “ser el más grande” significa tener más poder, más títulos, más recursos— a medirnos según las categorías del Reino, donde “el más grande” es quien se hace como un niño.

La escena del Evangelio (Mt 18,1-5.10.12-14) nos muestra a los discípulos acercándose a Jesús con una pregunta que refleja tanto su inquietud como su visión humana: “¿Quién es el más importante en el Reino de los Cielos?” En su mente todavía resonaban las ambiciones de poder y los esquemas jerárquicos de su tiempo. Jesús, sin darles una lección teórica, realiza un gesto profético: llama a un niño, lo pone en medio y les dice: “Si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos.”

1. El Reino invierte nuestras lógicas

Así como los niños, en sus juegos, dicen “¡yo primero!”, así también los adultos buscamos constantemente ser los primeros, los mejores, los más reconocidos. Pero Jesús nos propone una inversión total de esta lógica. El Reino de Dios no se rige por la ambición sino por la humildad; no por la autoafirmación, sino por la confianza; no por la competencia, sino por la fraternidad.

Este cambio de mirada no es una infantilización de la fe, sino la recuperación de la pureza de corazón, la docilidad, la apertura y la confianza que muchas veces vamos perdiendo con la edad. Hacerse niño significa renunciar a la soberbia del “yo puedo solo” y abrirse a la certeza de que dependemos enteramente de Dios.

2. La fortaleza que nace de la confianza

La primera lectura (Dt 31,1-8) nos muestra a Moisés, ya anciano, animando a Josué y a todo el pueblo antes de entrar en la Tierra Prometida: “Sé fuerte y valiente, no temas ni te acobardes, porque el Señor tu Dios marcha contigo; no te dejará ni te abandonará.” Estas palabras son un puente perfecto hacia el Evangelio de hoy: la fortaleza no consiste en imponerse a otros, sino en confiar en que Dios camina con nosotros, incluso en los momentos de transición, inseguridad o prueba.

En este contexto jubilar, en el que nos reconocemos “Peregrinos de la Esperanza”, se nos invita a redescubrir que nuestro mayor mérito no está en lo que acumulamos, sino en lo que entregamos; no en las seguridades que construimos, sino en la confianza que depositamos en el Señor.

3. Santa Juana Francisca de Chantal: humildad fecunda

La memoria de Santa Juana Francisca de Chantal ilumina este camino. Ella, noble viuda de la alta sociedad francesa del siglo XVII, pudo haberse encerrado en sus privilegios. Pero, tocada por la gracia y guiada espiritualmente por San Francisco de Sales, se hizo pequeña para servir a Dios fundando la Orden de la Visitación, dedicada a la oración y a la caridad. Su vida nos recuerda que la verdadera grandeza se manifiesta en la disponibilidad humilde y en la entrega generosa.

4. Intención orante por nuestros benefactores

En este día, nuestra oración se eleva también por todos nuestros benefactores —quienes, con su apoyo material, espiritual o afectivo, sostienen la misión de la Iglesia y de nuestras comunidades—. Ellos son un signo vivo de esa pequeñez evangélica que se traduce en servicio concreto. Muchas veces, sin buscar reconocimiento, ayudan a que la obra evangelizadora continúe. Que el Señor los bendiga, les dé salud, esperanza y alegría en sus familias.

5. El buen Pastor que no quiere que se pierda ninguno

Jesús concluye el Evangelio con la parábola de la oveja perdida. En el Reino, el más grande es aquel que se ocupa del más pequeño, del que se ha extraviado, del que no cuenta según los criterios humanos. Esta es también nuestra misión jubilar: salir en busca de quienes se han alejado, no para juzgarlos, sino para traerlos de nuevo al abrazo del Buen Pastor.


Conclusión:

En un mundo que nos empuja a ser “los primeros” para ser importantes, Jesús nos recuerda que en el Reino de los Cielos el primero es el que se hace último, y el más grande es el que se hace pequeño. Sigamos caminando como peregrinos de la esperanza, con la humildad del niño, la confianza del pueblo que sabe que Dios marcha a su lado, y la disponibilidad generosa de Santa Juana Francisca de Chantal.

Oración final:

Señor Jesús, haznos pequeños para que podamos entrar en tu Reino. Danos un corazón humilde, capaz de confiar y de servir. Bendice a nuestros benefactores, recompénsales su generosidad y acompáñalos con tu providencia. Que Santa Juana Francisca de Chantal interceda por nosotros, y que María, Madre de la Esperanza, nos enseñe a vivir siempre con el corazón de un niño, abierto a la gracia y a la ternura del Padre. Amén.

 

 

 

2

El gozo de Dios cuando uno regresa

 

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

La Palabra de Dios de este día nos conduce al corazón mismo de la ternura divina. El Evangelio nos presenta la conocida imagen del Buen Pastor que deja a las noventa y nueve ovejas para ir en busca de la que se ha extraviado. Una imagen tan sencilla y, a la vez, tan profunda, que es capaz de iluminar toda nuestra vida cristiana.


1. La mirada de Dios sobre los pequeños

Jesús acaba de enseñar a sus discípulos que en el Reino de los Cielos el más grande es quien se hace pequeño, como un niño. Y enseguida les habla de esos “pequeños” que no deben ser despreciados porque sus ángeles contemplan siempre el rostro del Padre.

La parábola de la oveja perdida es la consecuencia natural de esa enseñanza: Dios no mira solo al rebaño en conjunto, sino a cada oveja por su nombre. El amor de Dios es personal, concreto, único. En su corazón no hay lugar para la resignación ante la pérdida de uno solo.


2. La experiencia de extraviarse

Todos, en algún momento, hemos vivido el riesgo de apartarnos del camino: por distracción, por debilidad, por una herida que no hemos sabido manejar, por una tentación que hemos consentido. El pueblo de Israel también lo sabía: la primera lectura de hoy (Dt 31,1-8) nos muestra a Moisés despidiéndose, asegurando al pueblo que Dios seguirá guiándolos y que no los abandonará.
Extraviarse, en la fe, no es solo alejarse físicamente, sino cerrar el corazón a la voz del Señor. Y eso nos puede pasar a cualquiera, incluso a quienes servimos en la Iglesia.


3. El gozo del Pastor

El centro del Evangelio de hoy no es tanto la oveja perdida, sino la alegría del Pastor cuando la encuentra. Jesús nos revela que el Padre se alegra más por uno solo que regresa que por noventa y nueve que no se extraviaron. Esto no significa que Dios ame menos a las noventa y nueve, sino que su corazón se desborda cuando su misericordia logra rescatar a alguien que estaba lejos.

Aquí encontramos un mensaje poderoso para nuestro Año Jubilar: Dios es un buscador incansable. La misión de la Iglesia —y de cada uno de nosotros— es reflejar ese mismo dinamismo: no esperar pasivamente a que el alejado regrese, sino ir a su encuentro con paciencia, ternura y valentía.


4. Santa Juana Francisca de Chantal: pastora de corazones

En este día recordamos a Santa Juana Francisca de Chantal, mujer noble que, tras enviudar y criar a sus hijos, fundó junto con San Francisco de Sales la Orden de la Visitación. Su vida estuvo marcada por la acogida, la paciencia y la misericordia hacia quienes buscaban orientación espiritual.

Como el Buen Pastor, ella no se conformaba con ver a las “noventa y nueve” seguras; su corazón se inclinaba por quien estaba perdido, herido o confundido. Lo hacía no desde la dureza, sino desde la delicadeza evangélica que abre caminos de conversión.


5. Oración por los benefactores

Hoy elevamos una oración especial por todos los benefactores de nuestra comunidad. Ellos, con su generosidad, participan de este espíritu del Buen Pastor, porque su ayuda sostiene la misión que busca a las ovejas perdidas y cuida de las que están en el rebaño.
A ustedes, queridos benefactores, el Señor les dice: “Lo que hicieron con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron” (Mt 25,40). Que el Señor les bendiga con salud, paz y alegría, y que un día puedan escuchar en el cielo las palabras: “Ven, siervo bueno y fiel”.


6. Un llamado a dejarnos encontrar

Este Evangelio nos invita también a reconocer que, a veces, la oveja perdida somos nosotros. No basta con trabajar para que otros regresen: debemos dejarnos encontrar por el Pastor cada vez que nos alejamos. Y eso exige humildad. El orgullo es uno de los mayores obstáculos para regresar, porque nos cuesta admitir que hemos fallado. Pero la confesión sincera y el retorno a Dios no son para humillarnos, sino para liberarnos.


Conclusión:

En el Año Jubilar, el Buen Pastor nos llama a ser Peregrinos de la Esperanza, dispuestos a buscar a los que están lejos y a dejarnos rescatar cuando nos perdemos. Santa Juana Francisca de Chantal nos recuerda que la caridad pastoral se expresa tanto en la paciencia para esperar como en la prontitud para salir al encuentro.


Oración final:

Señor Jesús, Buen Pastor, gracias porque nunca te cansas de buscarnos. Danos un corazón como el tuyo, capaz de alegrarse por cada hermano que regresa. Bendice a nuestros benefactores, que sostienen con su generosidad esta misión, y concédeles abundancia de gracia. Que Santa Juana Francisca de Chantal interceda por nosotros, y que María, Madre de la Esperanza, nos mantenga siempre en el camino de tu amor. Amén.

 

 

12 de agosto:
Santa Juana Francisca de Chantal, religiosa — Memoria opcional
1572–1641
Patrona de las personas olvidadas, de los padres separados de sus hijos y de las viudas
Invocada contra problemas con la familia política
Canonizada por el Papa Clemente XIII en 1767

 


Cita:


«¿Cuán pronto podré esperar el feliz día en que me ofrezca irrevocablemente a mi Dios? Él me ha colmado tanto con el pensamiento de ser enteramente suya, y me lo ha hecho sentir de una manera tan maravillosa y poderosa, que, si esta emoción se mantuviera como ahora, no podría vivir bajo tal intensidad. Nunca he sentido un amor tan ardiente y un deseo tan grande por la vida evangélica y por la gran perfección a la que Dios me llama. Lo que siento es imposible de expresar con palabras. Pero, ¡ay!, mi resolución de ser muy fiel a la grandeza del amor de este divino Salvador se ve equilibrada por el sentimiento de mi incapacidad para corresponderle. ¡Oh, cuán dolorosa para el amor es esta barrera de impotencia! Pero, ¿por qué hablo así? Al hacerlo, me parece que degrado el don de Dios, que me impulsa a vivir en perfecta pobreza, en humilde obediencia y en pureza inmaculada.»


~Carta a San Francisco de Sales, de Santa Juana de Chantal

 

Reflexión:


Santa Juana Francisca de Chantal, nacida Jeanne-Françoise Frémiot en Dijon, Francia, pertenecía a una influyente y noble familia. Su padre ocupaba el cargo de presidente del Parlamento de Borgoña. Trágicamente, Juana perdió a su madre cuando tenía apenas dieciocho meses, hecho que marcó profundamente su infancia. A pesar de esta adversidad, su profundamente religioso padre se aseguró de que Juana y sus hermanos recibieran una excelente educación y fueran formados como católicos devotos. Juana fue reconocida desde joven por su inteligencia y piedad, y su belleza, fe, fuerte carácter moral y virtudes personales fueron ampliamente admiradas. Su hermano abrazó la vida religiosa, primero como sacerdote y luego como arzobispo de Bourges.

A los veinte años, Juana se casó con el barón Christophe de Rabutin, conocido también como barón de Chantal. Su título baronial, signo de alto rango nobiliario, le había sido otorgado por el rey o heredado, con los derechos y responsabilidades que implicaba. Christophe y Juana vivieron en el castillo feudal de Bourbilly, centro administrativo, militar y de gobierno del lugar. Como barón, Christophe debía administrar tierras, gobernar, cobrar impuestos y proporcionar apoyo militar al rey cuando se requería. El castillo no solo era su residencia familiar, sino también sede de numerosos sirvientes y personal administrativo. Antes de casarse, el barón llevaba una vida desordenada, lo que había generado caos entre el personal. Como nueva baronesa, Juana, con su vida refinada y ordenada, restableció rápidamente el orden, lo cual alegró a todos. Incluso reinstauró la celebración diaria de la misa en el castillo. La pareja tuvo siete hijos, de los cuales los tres primeros murieron en la infancia. Sobrevivieron un varón y tres mujeres.

En el cumplimiento de sus deberes baroniales, Christophe era convocado con frecuencia por el rey para tareas administrativas y militares, lo que lo mantenía a menudo lejos de casa. Durante sus ausencias, Juana tenía la costumbre de vestir con gran modestia, hábito que algunos consideraban impropio para una noble. Cuando se lo reprochaban, ella solía responder: «Los ojos de Aquel a quien busco agradar están muy lejos». Su modestia y pureza de corazón siempre prevalecían.

Ocho años después de su matrimonio, cuando Juana tenía veintiocho años, su esposo fue herido accidentalmente en una pierna por un amigo durante una cacería. Nueve días después, debido a la deficiente atención médica de la época, murió, dejando a Juana viuda. Ella y sus cuatro hijos pasaron el año siguiente viviendo con su padre en Dijon. Como su matrimonio había sido el centro de su vida, Juana tuvo que discernir la voluntad de Dios para su futuro mientras cuidaba de sus hijos. Al orar constantemente por un director espiritual santo, tuvo la visión de un sacerdote piadoso al que no conocía. Comprendió que aquel sería el director espiritual elegido por Dios para ella y solo debía esperar su encuentro. En otra ocasión, mientras rezaba, se vio a sí misma atravesando un bosque en busca de una iglesia, sin encontrarla. Al reflexionar, entendió que le aguardaba un arduo camino que purificaría su alma del amor propio y la llevaría a servir a Cristo con total desprendimiento.

Después de un año con su padre, Juana y sus hijos se trasladaron al viejo castillo de su suegro viudo, ayudándole a gestionar su casa. A pesar del carácter rudo de su suegro, ella lo trató siempre con amabilidad y respeto.

En 1604, su padre la invitó a Dijon para asistir a una misión de Cuaresma predicada por el célebre obispo de Ginebra, Francisco de Sales. Al llegar, reconoció inmediatamente al obispo, no por un encuentro previo, sino como el sacerdote de su visión. Tras la misión, el obispo aceptó ser su director espiritual. Su tarea principal fue ayudarla a ordenar su vida interior, superar escrúpulos, centrar su vida de oración y recordarle sus deberes para con sus hijos, su padre y su suegro.

Durante los seis años siguientes, Juana mantuvo con el obispo una intensa correspondencia y encuentros personales siempre que era posible. Se desarrolló entre ellos un profundo respeto mutuo y una santa amistad espiritual. Juana dividía su tiempo entre cuidar a su padre en Dijon y a su suegro en Monthelon. Tras enviudar, había hecho voto privado de castidad, y su deseo de ingresar en la vida religiosa se hizo más fuerte. Francisco de Sales la disuadió mientras sus hijos eran pequeños, pero, cuando crecieron, le habló de su inspiración de fundar una congregación femenina para mujeres que no eran aceptadas en otras órdenes por su edad o salud, con un carisma de humildad y mansedumbre, siguiendo las virtudes de la Virgen María en la Visitación. No sería una orden estrictamente claustral, sino de vida sencilla de oración y servicio a enfermos, pobres y necesitados.

En 1610, una de sus hijas murió y otra se casó. Su hijo de catorce años quedó al cuidado de su abuelo materno y de su tío, el obispo. Juana se trasladó a Annecy con sus dos hijas, una casada y la otra próxima a casarse. El 6 de junio de 1610, solemnidad de la Santísima Trinidad, ingresó formalmente en la vida religiosa, cofundando con Francisco de Sales la Orden de la Visitación de Santa María.

En 1609, el obispo había escrito Introducción a la vida devota, dirigido especialmente a mujeres casadas que buscaban crecer en santidad. En 1616 publicó Tratado del amor de Dios, orientado a sus hijas espirituales para vivir inmersas en la voluntad y el amor divino.

Además de dirigir el convento de Annecy, Madre de Chantal visitaba con frecuencia Dijon para atender a su anciano padre y visitar a su hijo y otros familiares. Fundó múltiples conventos: a la muerte de Francisco de Sales en 1622 había trece, y a su propia muerte en 1641, ochenta y seis.

Santa Juana de Chantal nació en la nobleza, abrazó con amor el matrimonio, crió hijos con dedicación materna, enviudó, respondió a una nueva vocación religiosa y se convirtió en madre espiritual de muchas mujeres. Cristo la condujo por caminos que nunca habría imaginado y, respondiendo siempre a la gracia, Dios hizo maravillas por medio de ella.


Oración:


Santa Juana de Chantal, te entregaste a la voluntad de Dios desde joven y permitiste que Él te condujera, a través de pruebas, hacia una vida fecunda y santa. Intercede por mí, para que vea en cada cruz y en cada giro inesperado no una carga, sino una oportunidad para confiar más y ser más fiel a la vida sorprendente que me espera.
Santa Juana de Chantal, ruega por mí.
Jesús, en Ti confío.

 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Gracias por visitar mi blog, Deje sus comentarios que si son hechos con respeto y seriedad, contestaré con mucho gusto. Gracias. Bendiciones




13 de agosto del 2025: miércoles de la decimonovena semana del tiempo ordinario- I-

  Santo del día: Santos Ponciano, papa, e Hipólito, presbítero , mártires Ambos vivieron en el siglo III y, a pesar de las diferencias que e...