sábado, 23 de agosto de 2025

24 de agosto del 2025: vigésimo primer domingo del tiempo ordinario-ciclo C

 

La puerta de la esperanza

Isaías proclama una palabra de esperanza: el Señor quiere dar a todos los pueblos de la tierra la posibilidad de contemplar su gloria. Él llama a los sobrevivientes de Israel, los envía a unirse en su nombre a los más lejanos, a reunir a los hijos de Dios dispersos y anunciarles su gloria.

Sí, Jesús nos llama a pasar por una puerta estrecha. ¿Acaso el evangelio de Juan no habla del Cristo como de la puerta hacia el Padre? «Yo soy la puerta. Si alguien entra por mí, será salvado. Entrará y saldrá y encontrará pastos» (cf. Jn 10,9). Pasar la puerta estrecha, con y por Cristo, exige un compromiso concreto.

El que le pregunta al Señor: «¿Son pocos los que se salvan?», se proyecta en su idea de que hay un pequeño grupo de salvados del cual él formaría parte, excluyendo a los demás. Corre entonces el riesgo de escuchar al dueño de casa responderle: «No sé de dónde son».

Pasar por la puerta es actuar a la manera misma de Cristo: practicar el derecho, la justicia, la misericordia, caminar humildemente con Él. Actuar con una determinación que se expresa en una fraternidad concreta, en actos.

No pasaremos por la puerta estrecha solos, sino con todos nuestros hermanos y hermanas en humanidad, aquellos con quienes habremos hecho alianza, compartiendo lo que somos y lo que tenemos.

En este Año Jubilar, pasar la puerta santa nos abre a la esperanza de vivir para siempre con el Señor.

Preguntas para la meditación:

  • ¿Qué representa para mí la puerta estrecha de la que habla el Señor?
  • ¿Cuál es mi verdadera expectativa del Reino de Dios?
  • Peregrino de la esperanza, ¿cómo este jubileo me ayuda a comprometerme más con Cristo?

Anne Da, xavière

 


Primera lectura

Is 66,18-21

De todas las naciones traerán a todos sus hermanos

Lectura del libro de Isaías.

ESTO dice el Señor:
«Yo, conociendo sus obras y sus pensamientos,
vendré para reunir
las naciones de toda lengua;
vendrán para ver mi gloria.
Les daré una señal, y de entre ellos
enviaré supervivientes a las naciones:
a Tarsis, Libia y Lidia (tiradores de arco),
Túbal y Grecia, a las costas lejanas
que nunca oyeron mi fama ni vieron mi gloria.
Ellos anunciarán mi gloria a las naciones.
Y de todas las naciones, como ofrenda al Señor,
traerán a todos sus hermanos,
a caballo y en carros y en literas,
en mulos y dromedarios,
hasta mi santa montaña de Jerusalén
—dice el Señor—,
así como los hijos de Israel traen ofrendas,
en vasos purificados, al templo del Señor.
También de entre ellos escogeré
sacerdotes y levitas —dice el Señor—».

Palabra de Dios.

 

Salmo

Sal 117(116),1.2 (R. cf. Rm 15,16)

R. Vayan al mundo entero y proclamen el Evangelio.

O bien:

R. Aleluya.

V. Alaben al Señor todas las naciones,
aclámenlo todos los pueblos. 
R.

V. Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre
R.

 

Segunda lectura

Hb 12,5-7.11-13

El Señor reprende a los que ama

Lectura de la carta a los Hebreos.

HERMANOS:
Han olvidado la exhortación paternal que les dieron:
«Hijo mío, no rechaces la corrección del Señor,
ni te desanimes por su reprensión;
porque el Señor reprende a los que ama
y castiga a sus hijos preferidos».
Ustedes soportan la prueba para su corrección, porque Dios los trata como a hijos, pues ¿qué padre no corrige a sus hijos?
Ninguna corrección resulta agradable, en el momento, sino que duele; pero luego produce fruto apacible de justicia a los ejercitados en ella.
Por eso, fortalezcan las manos débiles, robustezcan las rodillas vacilantes, y caminen por una senda llana: así el pie cojo, no se retuerce, sino que se cura.

Palabra de Dios.

 

Aclamación

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
VYo soy el camino y la verdad y la vida - dice el Señor-; nadie va al Padre sino por mí. R.

 

Evangelio

Lc 13,22-30

Vendrán de oriente y occidente, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios

Lectura del santo Evangelio según san Lucas.

EN aquel tiempo, Jesús pasaba por ciudades y aldeas enseñando y se encaminaba hacia Jerusalén.
Uno le preguntó:
«Señor, ¿son pocos los que se salvan?».
Él les dijo:
«Esfuércense en entrar por la puerta estrecha, pues les digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, se quedarán fuera y llamarán a la puerta diciendo:
“Señor, ábrenos”;
pero él les dirá:
“No sé quiénes son”.
Entonces comenzarán a decir:
“Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas”.
Pero él les dirá:
“No sé de dónde son. Aléjense de mí todos los que obran la iniquidad”.
Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando vean a Abrahán, a Isaac y a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, pero ustedes se vean arrojados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.
Miren: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos».


Palabra del Señor.

 


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🕊️ Homilía Jubilar – 21º Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Celebración del Jubileo de los Catequistas – Vicariato – Año Jubilar “Peregrinos de la Esperanza”

 

1. Introducción

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
Hoy celebramos un día de gracia y de fiesta en nuestro Vicariato. En este domingo 21º del Tiempo Ordinario, dentro del Año Jubilar, nos congregamos para dar gracias a Dios por nuestros catequistas. Ellos, junto con los padres de familia, son la primera escuela de fe para nuestros niños y jóvenes.

En el corazón de esta celebración jubilar resuena la Palabra que Isaías proclama: “Vendrán de oriente y occidente, y contemplarán la gloria del Señor” (Is 66). Es una promesa universal de esperanza: todos los pueblos están invitados a ver la gloria de Dios. Y el Evangelio nos recuerda que ese acceso pasa por una puerta estrecha: Cristo mismo, camino, verdad y vida.


2. La puerta de la esperanza

El profeta Isaías hablaba de una misión: reunir a los dispersos, convocar a los que están lejos, abrir caminos para que todos puedan entrar en la casa del Señor. Esa es también la tarea de la catequesis: abrir una puerta de esperanza a los niños y a las familias, enseñarles que Dios los ama y los espera.

Jesús mismo nos lo dice en el Evangelio: “Esfuércense en entrar por la puerta estrecha” (Lc 13,24). Esa puerta es exigente: no se atraviesa con arrogancia, con egoísmo o con indiferencia. Se atraviesa con un corazón humilde, con una vida vivida en justicia, misericordia y amor.

Queridos catequistas: ustedes son guardianes de esta puerta. Su tarea no es cerrarla a nadie, sino mostrar el camino, acompañar en el paso, enseñar que no se trata de privilegios o de títulos, sino de un compromiso verdadero con Cristo.


3. La tentación del exclusivismo

El Evangelio presenta la pregunta: “¿Son pocos los que se salvan?” (Lc 13,23). Esa pregunta refleja la tentación de pensar que la salvación es un club exclusivo para unos pocos. Jesús responde con claridad: no se trata de un número reducido de elegidos, sino de una puerta abierta, aunque exigente. Lo que importa no es la cantidad, sino la fidelidad.

Catequistas, su servicio es enseñar que nadie debe sentirse excluido del amor de Dios. Que la Iglesia no es una élite de perfectos, sino una familia en camino. Ustedes son testigos de que la fe se transmite en comunidad, con paciencia, con ternura, con perseverancia.


4. La catequesis: pasar la puerta con otros
El comentario nos recordaba algo esencial: “No pasaremos por la puerta estrecha solos, sino con todos nuestros hermanos y hermanas en la humanidad”. Esta es la imagen más bella de su misión, queridos catequistas.

Cuando enseñan a un niño a hacer la señal de la cruz, lo están tomando de la mano para que atraviese la puerta estrecha. Cuando acompañan a un joven en su preparación para la Confirmación, lo están introduciendo en la aventura de la fe. Cuando animan a los padres a ser los primeros educadores de sus hijos, los ayudan a llevar consigo a la familia entera hacia Cristo.

La catequesis no es solo transmitir contenidos, es caminar juntos, como peregrinos de la esperanza, hacia la puerta de la vida eterna.


5. Dimensión jubilar: la puerta santa como signo
En este Año Jubilar, el Papa nos invita a pasar por la puerta santa como signo de renovación. Esa puerta no es un ritual vacío: es un símbolo de la decisión de vivir más cerca de Cristo. Pasar la puerta santa significa comprometerse de nuevo con el Evangelio, dejar atrás lo que estorba, caminar ligeros hacia el Reino.

Catequistas, este Jubileo es para ustedes un llamado a renovar su misión. A no cansarse, aunque a veces parezca que las semillas no crecen. El Jubileo les recuerda que el fruto lo da Dios, y que ustedes son sembradores de esperanza.


6. Aplicación pastoral concreta

Hoy, como comunidad jubilar:

·        Reconocemos que los catequistas son puertas vivas de esperanza para los niños y las familias.

·        Renovamos el compromiso de apoyar su labor: padres, párrocos, comunidad, todos debemos acompañar y sostener esta misión.

·        Invitamos a cada catequista a vivir su servicio no como carga, sino como gracia, con la certeza de que cada niño que se acerca a Cristo es un tesoro para el Reino.


7. Conclusión

Queridos hermanos, la puerta estrecha es Cristo. No es un obstáculo, sino una invitación a vivir con radicalidad el amor, la justicia y la misericordia. Nadie entra solo: caminamos juntos, como pueblo de Dios.

A ustedes, catequistas, les digo hoy con gratitud: ¡gracias por ser constructores de esperanza, por abrir la puerta de la fe a nuestros niños y jóvenes, por ser sembradores de Evangelio en esta tierra insular!

Que María, Estrella del Mar, la gran catequista que enseñó a Jesús a rezar y a amar, los acompañe y fortalezca en su misión. Y que este Jubileo sea para todos nosotros una experiencia de paso verdadero por la puerta de la esperanza, que es Cristo nuestro Señor. Amén.

 

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1. Introducción

Queridos hermanos,


En su camino final hacia Jerusalén, sabiendo que allí le esperaban la cruz y la gloria, Jesús responde a una pregunta incómoda: «Señor, ¿serán pocos los que se salven?» (Lc 13,23). La gente quería cifras, garantías, seguridad. Jesús, en cambio, desplaza la atención: lo que importa no es cuántos, sino cómo y cuándo.

Hoy, en este Año Jubilar, la Iglesia nos invita a pasar por la Puerta Santa como signo de conversión. La liturgia de este domingo nos recuerda que esa puerta es Cristo mismo, y que es estrecha: se entra solo con la humildad, la confianza y el amor verdadero.


2. Isaías: un banquete para todos

El profeta Isaías anuncia algo revolucionario: Dios reunirá a todos los pueblos, incluso a los que eran considerados “paganos”, para que vean su gloria (Is 66,18). ¡No hay salvación reservada solo a unos pocos! Hasta extranjeros podrán ser sacerdotes y levitas.

El Salmo 116 nos da la clave: «Vayan por todo el mundo y anuncien el Evangelio». Esta visión universal está en el corazón del Jubileo: Dios quiere salvar a todos. Los catequistas, los misioneros, los padres de familia son colaboradores de esta misión: abrir la puerta de la fe a todos, sin excluir a nadie.


3. Hebreos: la disciplina que educa

La segunda lectura nos habla de la disciplina de Dios (Heb 12). Como un padre amoroso, corrige a sus hijos no para castigarlos, sino para educarlos. El camino estrecho no significa amargura, sino maduración.

El Jubileo también es eso: un tiempo en que Dios nos llama a enderezar rodillas vacilantes y fortalecer manos caídas. Las pruebas de la vida no son obstáculos para entrar por la puerta, sino parte del entrenamiento que nos hace capaces de cruzarla.


4. El Evangelio: la puerta estrecha

Jesús responde al que preguntaba con una invitación: «Esfuércense por entrar por la puerta estrecha».

·        No es un pasaje automático.

·        No basta haber “comido y bebido” con Él, ni decir “lo conocemos”.

·        Lo que cuenta es vivir como Él vivió: amar hasta el extremo, servir con humildad, perdonar sin medida.

La puerta es estrecha porque no cabemos cargados de egoísmos, apariencias y títulos. Como decía Fulton Sheen, en el cielo tendremos tres sorpresas: ver ausentes a algunos que dábamos por seguros, ver presentes a quienes nunca imaginamos, y la más grande, descubrirnos a nosotros mismos allí, gracias a la misericordia de Dios.


5. Aplicaciones concretas en clave jubilar

·        Elegir el camino del amor sacrificado: Jesús nos muestra que entrar por la puerta estrecha es vivir el mandamiento nuevo del amor. Amar como Él amó: hasta dar la vida.

·        Renunciar con esperanza: el deportista sacrifica horas, el músico practica incansablemente, el estudiante madruga. ¿Por qué no aceptar también renuncias alegres por Dios y el prójimo?

·        Orar y alimentarse de los sacramentos: solo con la gracia del Espíritu podemos mantenernos en el camino estrecho. La Reconciliación y la Eucaristía son fuerza para avanzar.

·        No aplazar la conversión: Jesús habla de una puerta que un día se cerrará. No basta decir “mañana”. Hoy es el tiempo de gracia, hoy es la oportunidad.


6. Ilustraciones homiléticas

·        El ascensor de Santa Teresita: ella decía que no podía subir la empinada escalera hacia el cielo; descubrió que su “ascensor” era dejarse llevar en brazos por el Padre. Eso es la infancia espiritual: pequeñez confiada.

·        El músico que se disciplina: Paderewski decía que si no practicaba un día, él lo notaba; dos días, lo notaban los críticos; tres días, su familia. La vida cristiana también exige constancia. La salvación no es fruto de un impulso, sino de un compromiso cotidiano.

·        Tres sorpresas en el cielo: según Fulton Sheen, habrá ausencias inesperadas, presencias sorprendentes, y el asombro de vernos dentro por pura gracia.


7. Conclusión

Hermanos, la puerta es estrecha, pero está abierta. Es Cristo mismo. Nos pide soltar cargas inútiles, vivir como hijos, caminar con los demás hacia la mesa del Reino.

En este Año Jubilar, pasar por la Puerta Santa no es un gesto turístico: es un compromiso concreto de vivir más cerca de Cristo, con humildad, con obras de amor, con fe viva.

Pidamos a la Virgen María, Puerta del Cielo, que nos enseñe a entrar confiados y ligeros, llevando solo lo esencial: el amor a Dios y al prójimo.

Amén.

 

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1.Introducción: la pregunta de siempre

Queridos hermanos,


El Evangelio de este domingo nos presenta una pregunta que atraviesa los siglos: «Señor, ¿serán pocos los que se salven?» (Lc 13,23). Es la curiosidad de todos los tiempos: ¿quiénes entrarán al cielo? ¿Cuántos se salvan?

Pero Jesús no responde con cifras ni con cálculos. Él redirige la pregunta hacia lo esencial: «Esfuércense por entrar por la puerta estrecha» (Lc 13,24). Lo importante no es “cuántos”, sino “cómo”. No es especular sobre el número, sino decidirnos por el camino.

En este Año Jubilar, esa enseñanza cobra una luz particular: no basta pasar físicamente por la Puerta Santa, hay que atravesar la puerta verdadera que es Cristo. Una puerta estrecha, que se cruza con humildad, renuncia y amor.


2. Isaías: un Dios que convoca a todos

La primera lectura de Isaías (Is 66,18-21) es un canto de esperanza universal: «Yo vendré a reunir a todas las naciones». El profeta habla a un pueblo que regresa del exilio, dividido, desconfiado, marcado por diferencias. Y sin embargo, Dios abre las puertas para todos, incluso para los extranjeros, incluso para los que no formaban parte del pueblo elegido.

Es un mensaje revolucionario: la salvación no es monopolio de nadie, sino regalo abierto a todos. Por eso el salmo responde: «Vayan por todo el mundo y anuncien el Evangelio» (Sal 116).

Aquí está ya el corazón del Jubileo: una Iglesia que no se encierra, sino que abre puertas; un Vicariato que no excluye, sino que convoca. Somos peregrinos de la esperanza, enviados a todos.


3. El Evangelio: la puerta estrecha

Jesús explica que entrar al Reino no es automático. No basta haber comido y bebido con Él, ni haberlo conocido de lejos. Lo que importa es vivir como Él vivió: con misericordia, justicia y amor.

Esto lo podemos ilustrar con imágenes muy vivas:

·        La puerta baja de Belén: en la Basílica de la Natividad hay que inclinarse para entrar. Así es el Reino: se entra con humildad, no con soberbia.

·        La estrechez que exige renuncia: no caben las maletas del egoísmo, los apegos inútiles ni la autosuficiencia.

·        La pequeñez gozosa de Santa Teresita: la infancia espiritual no es inmadurez, sino confianza plena en el Padre que nos toma en brazos.

André Gide decía con pesimismo que por la puerta del cielo solo se entra de uno en uno, solos. Pero el Evangelio nos da otra visión: sí, la puerta es estrecha, pero podemos atravesarla de la mano con los que amamos, siempre que vayamos ligeros de equipaje, con el corazón lleno de amor.


4. Hebreos: la corrección paternal de Dios

La segunda lectura nos lleva al corazón de la pedagogía de Dios: «El Señor corrige a los que ama… Ninguna corrección resulta agradable en el momento, pero más tarde produce frutos de justicia y de paz» (Heb 12,6.11).

Aquí descubrimos que el camino estrecho no es castigo, sino formación. Dios, como Padre, nos educa en la paciencia, en la constancia, en la esperanza. Nos hace crecer a través de las pruebas y nos fortalece para que podamos pasar por la puerta estrecha.


5. La educación de antes y la “generación de cristal”

Este pasaje de Hebreos nos invita a hacer un paralelo con nuestra vida de familia.

·        Antes, muchos recordamos cómo se educaba: los padres y maestros eran firmes; el “no” era “no”; había disciplina, esfuerzo, responsabilidades en casa, en el estudio y en el trabajo. Esa educación formaba carácter, enseñaba a resistir y a valorar lo que se tenía.

·        Hoy, en cambio, hablamos de la “generación de cristal”: jóvenes muy sensibles, que se quiebran fácilmente ante la crítica o la frustración. Padres que, con buena intención, han evitado decir “no”, creyendo que todo debe ser permitido. Niños que reciben todo al instante, sin esperar ni luchar. Jóvenes que se desesperan cuando la vida les pone límites.

El resultado: más ansiedad, menos resiliencia, más dificultad para entrar por la puerta estrecha de la vida y de la fe.

La Palabra nos recuerda que el amor verdadero no excluye la corrección. Los padres de antes quizás fueron duros, pero ayudaban a crecer. Hoy necesitamos un equilibrio:

·        Corregir con amor, sin violencia, pero con firmeza.

·        Educar en la tolerancia a la frustración.

·        Enseñar que equivocarse no es fracasar, sino aprender.

·        Preparar a nuestros hijos para la vida real, no para un mundo ficticio de facilidades.

Así como Dios nos corrige para hacernos fuertes, los padres y catequistas deben ayudar a que los niños y jóvenes se conviertan no en “cristales frágiles”, sino en piedras vivas, firmes en la fe y en la esperanza.


6. Dimensión jubilar

El Jubileo nos recuerda que entrar por la puerta estrecha no es un privilegio, sino un compromiso. Pasar por la Puerta Santa es un signo externo de una decisión interna: renunciar al egoísmo y caminar ligeros hacia Cristo.

·        Para los catequistas y padres de familia: su misión es formar en la fe, con ternura y firmeza, ayudando a las nuevas generaciones a tener raíces en Dios y alas de esperanza.

·        Para la comunidad: se nos pide vivir reconciliados, abrirnos a todos, ser Iglesia que convoca y no que excluye.

·        Para cada uno: aceptar la disciplina de Dios como oportunidad de madurar y prepararnos para el banquete del Reino.


7. Conclusión

Queridos hermanos,
La puerta es estrecha, pero está abierta. Es Cristo mismo. Se cruza con humildad, con renuncias alegres, con confianza filial.

Como decía otro predicador, la puerta estrecha no se pasa cargados de títulos ni de apariencias, sino ligeros de egoísmos, con el corazón dispuesto al amor.

En este Año Jubilar, somos llamados a atravesar esa puerta como peregrinos de la esperanza. No solos, sino de la mano de quienes amamos, llevando como única riqueza la fe, la misericordia y el servicio.

Que la Virgen María, Puerta del Cielo, nos acompañe en este camino. Que ella nos enseñe a educar con ternura y firmeza, a corregir con amor y a vivir con confianza de hijos. Y que al final podamos escuchar las palabras del Señor: «Entra en el gozo de tu Señor».

Amén.

 

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