martes, 26 de agosto de 2025

Madre Teresa de Calcuta: 115 años de un testimonio vivo del Evangelio

 

Introducción

Este 26 de agosto conmemoramos el 115º aniversario del nacimiento de Santa Madre Teresa de Calcuta, una de las figuras más luminosas y desafiantes de la historia contemporánea de la Iglesia. Y, como si la Providencia quisiera subrayar su legado, el próximo 5 de septiembre celebraremos en el santoral católico su memoria litúrgica, fecha de su pascua al cielo en 1997.

Por ello, es menester detenernos desde ahora para resaltar su vida, su obra y su santidad, no como un mero recuerdo nostálgico, sino como un llamado actual y urgente a vivir el Evangelio con radicalidad y ternura.

Madre Teresa, con su pequeño sari blanco de franjas azules, se convirtió en un ícono de compasión, desprendimiento y fe inquebrantable, recordándonos que el verdadero cristianismo no consiste en palabras grandilocuentes, sino en gestos concretos de amor hacia “los más pobres entre los pobres”.



Una flor pequeña en Skopje

El 26 de agosto de 1910 nació en Skopje, actual Macedonia del Norte, Anjezë Gonxhe Bojaxhiu, la que con el tiempo el mundo entero conocería como Madre Teresa de Calcuta. “Gonxhe” significa en albanés capullo de rosa, pequeña flor. Ese apelativo resultaría providencial, porque de ese pequeño brote surgiría un perfume espiritual que aún hoy impregna la historia de la Iglesia y la conciencia de la humanidad.

Su niñez estuvo marcada por la fe transmitida por sus padres y por un profundo dolor: la muerte repentina de su padre cuando ella tenía ocho años. Desde entonces, aprendió a sostenerse en la oración y en la fortaleza de su madre, que inculcó en sus hijos el amor a Dios y al prójimo.

El llamado dentro del llamado

A los 18 años ingresó a la Congregación de las Hermanas de Loreto y partió a la India. Enseñó en un colegio de Calcuta durante años, con alegría y entrega. Sin embargo, en un tren que la llevaba hacia Darjeeling en 1946, vivió lo que ella misma describió como “un llamado dentro de la vocación”:

“Fue un segundo llamado. Fue una vocación de dejar incluso Loreto donde era muy feliz y salir a la calle a servir a los más pobres entre los pobres. Fue en ese tren que escuché el llamado a renunciar a todo y seguir a Jesús en los barrios bajos, a servirlo en los más pobres entre los pobres... Supe que era Su voluntad y que tenía que seguirlo. No había duda de que iba a ser Su obra”.

Ese “día de la inspiración”, como ella lo llamó, marcó el inicio de las Misioneras de la Caridad, fundadas oficialmente en 1950. Junto a los tres votos tradicionales, añadieron uno nuevo: servir a los más pobres entre los pobres.

La sed de Cristo

El corazón de la espiritualidad de la Madre Teresa fue la sed de Cristo en la Cruz: “Tengo sed” (Jn 19,28). Esa sed, decía ella, no era sólo de agua, sino de amor, de almas, de compasión. Y su vida entera se volvió una respuesta a esa sed.

Atendió a los enfermos, los moribundos, los leprosos, los marginados, no como si fueran “casos sociales”, sino como si fueran el mismo Jesús en persona. “Jesús, escondido en el angustioso disfraz de los pobres”, solía repetir.

Más allá de la caridad

Su obra pronto se expandió a todos los continentes. En 1979 recibió el Premio Nobel de la Paz, no por discursos diplomáticos, sino porque el mundo reconoció la autoridad moral de una mujer pequeña de estatura, pero inmensa en compasión. Su humildad la llevó a recibir el galardón diciendo que lo aceptaba “en nombre de los hambrientos, de los desnudos, de los sin hogar, de los no amados”.

Su influencia fue tan grande que inspiró la célebre novela “La ciudad de la alegría” del escritor Dominique Lapierre, llevada al cine en 1992. Lapierre encontró en su vida y en el ambiente de Calcuta la encarnación más auténtica de la esperanza en medio de la miseria.

Madre Teresa en Colombia

La Madre Teresa visitó varias veces Colombia. En Medellín, Bogotá y Cartagena, sus palabras quedaron grabadas en la memoria de quienes la escucharon. Con frases cortas pero contundentes, movía corazones:

  • “El fruto del silencio es la oración.
    El fruto de la oración es la fe.
    El fruto de la fe es el amor.
    El fruto del amor es el servicio.
    El fruto del servicio es la paz”.

Su paso por nuestro país no fue sólo protocolario; fue un llamado a la Iglesia colombiana a no conformarse con la asistencia social, sino a vivir un verdadero discipulado del amor.

El desprendimiento total

Quien repase su vida descubrirá que Madre Teresa fue radicalmente desprendida. No sólo de bienes materiales, sino también de reconocimientos, de comodidades e incluso de la música y del arte que tanto había amado en su juventud. Su único “canto” fue la plegaria silenciosa y su única “sinfonía” el clamor de los pobres.

Incluso vivió lo que los místicos llaman la noche oscura del alma: una experiencia prolongada de silencio de Dios, de no sentir Su presencia. Sin embargo, lejos de debilitarla, esta oscuridad purificó su fe, haciéndola aún más luminosa para el mundo.

Un legado vivo

Al morir en 1997, las Misioneras de la Caridad ya estaban presentes en 123 países. Fue beatificada por san Juan Pablo II en 2003 y canonizada por el Papa Francisco en 2016. Hoy es Santa Teresa de Calcuta, modelo de sencillez, radicalidad evangélica y amor desinteresado.

Su vida nos recuerda que el Evangelio no se predica sólo con palabras, sino con gestos concretos. Madre Teresa nunca necesitó largos tratados teológicos: bastaba verla inclinarse ante un moribundo, sonreírle a un leproso, acariciar a un niño abandonado.

Conclusión

A 115 años de su nacimiento, Madre Teresa sigue siendo un faro que ilumina a la Iglesia y al mundo entero. En tiempos de consumismo, superficialidad y búsqueda de poder, su figura nos recuerda que la verdadera grandeza está en servir, en amar y en reconocer a Cristo en los descartados de la sociedad.

Ella fue y sigue siendo una “Ciudad de la Alegría” viviente, una encarnación concreta de las Bienaventuranzas. Su ejemplo interpela a Colombia y a cada uno de nosotros: ¿dónde están hoy nuestros pobres? ¿Cómo saciamos la sed de Cristo en ellos?

Oración a Santa Madre Teresa de Calcuta

Señor Jesús,
Tú que dijiste en la Cruz:
“Tengo sed”,
y encendiste en el corazón de tu sierva Teresa
un fuego inextinguible de amor por los más pobres,
concédenos, por su intercesión,
un corazón desprendido,
capaz de reconocerte en cada hermano
que sufre en el cuerpo y en el alma.

Madre Teresa de Calcuta,
tú que respondiste al “llamado dentro del llamado”
con una entrega sin condiciones,
enséñanos a vivir con alegría
el servicio humilde,
a abrazar a los descartados de la sociedad
y a descubrir el rostro de Jesús
en los hambrientos, en los enfermos, en los solos.

Ruega por nosotros,
para que Colombia y el mundo entero
sean ciudades de la alegría,
donde reine la paz que nace de la caridad,
la unidad que brota del perdón,
y la esperanza que florece en el amor.

Santa Madre Teresa de Calcuta,
ruega por nosotros.
Amén.

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