jueves, 1 de agosto de 2019

Iluminar la vida con el evangelio dominical: 4 de agosto del 2019 : 18o Domingo del Tiempo Ordinario c



En ocasiones nos vemos tentados a adquirir, a amasar grandes riquezas para gozar de la vida y llegar a ser independientes de los demás, e incluso del mismo de Dios. En este domingo, en nuestro encuentro de oración en comunidad con Él, pidamos al Señor que nos acoja en la simplicidad de nuestras vidas y en nuestros esfuerzos por compartir, y confiémonos en su misericordia.






 LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 
12, 13-21
En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús:
--Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia.
Él le contestó:
--Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?
Y dijo a la gente:
--Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.
Y les propuso una parábola:
--Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: "¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha. Y se dijo: Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años: túmbate, come, bebe y date buena vida”. Pero Dios le dijo: “Necio esta noche te van a exigir la vida Lo que has acumulado, ¿de quien será?” Así será el que amasa riqueza para sí y no es rico ante Dios.
Palabra del Señor





A guisa de introducción:

Cuidado con el éxito, el privilegio...la riqueza!

“Ser consciente es salir del egoísmo”. Cuando voy al encuentro del otro me hago más consciente de mí mismo, de quién soy y a quién realmente me debo.

Eso es, en resumen, lo que nos enseña el evangelio de este domingo. Jesús después de haber recalcado la importancia del mandamiento del amor a Dios y al prójimo que se funde en uno solo (parábola del buen samaritano), después de resaltar la importancia de la escucha de lo esencial, de lo que nos cultiva, nos ayuda a crecer y nos hace felices (evangelio de Marta y María)  y su gran lección sobre la oración del Padre Nuestro (domingo anterior), invita hoy a sus discípulos y amigos de ayer y de hoy a cuidarse del “ego” y además nos dice que las riquezas, el acumulado de cosas superfluas y que nos engaña, si las consideramos más importantes que lo esencial, pueden llevarnos a la perdición, al fracaso de la existencia.

El hombre rico del evangelio estaba tan anonadado, alienado con su granero que se le olvidaba su condición finita, su dependencia y lo peor, pensaba que después de esta vida no había nada, y que por lo tanto nada ni nadie le impedía buscar el placer, satisfacerse olvidando la justicia, el compartir y por ende una referencia primera a Dios.

Jesús parece decirnos: “cuidado con el éxito, con el prestigio”, llenarnos de nuestros propios triunfos y logros puede ahogarnos y hacernos perecer. Es por eso que el evangelio siempre pone en el centro la humildad, la generosidad, la simplicidad, en una palabra la POBREZA bien entendida, que como dije en una ocasión anterior es más una actitud de dependencia y confianza en Dios, tomando los bienes y las cosas materiales como medios para alcanzar la felicidad y no como un fin…”Somos administradores de la tierra del Señor, somos administradores de su amor”, rezaba una vieja canción religiosa,  que escuchaba en los años 80s y que se quedó como uno de los lemas de mi vida.

La sociedad de consumo

La mayoría de entre nosotros somos tributarios, contribuimos a la sociedad llamada “de consumo”. Y aunque al principio pretendamos resistirnos y decirle “no”, nos vemos envuelto en su engranaje de un momento a otro y sin aparente razón.  

Lastimosamente caemos en ese estado de espíritu que pareciera decir: “No se trata de consumir para vivir, sino de vivir para consumir”. Por ejemplo, desde el primer momento y cuando nos damos cuenta que ha salido al mercado un nuevo modelo de teléfono inteligente Android o un simple celular, se nos hace “urgente”, “una fiebre”, adquirirlo. La pantalla plana del televisor y el electrodoméstico de la última marca, ocupan rápidamente el lugar de modelos anteriores que todavía funcionan. Estamos en un proceso complejo y el engranaje de la máquina de consumo no parece detenerse. Y eso requiere muchísimo dinero y recursos para poder vivir en esta sociedad de placer donde el placer es comprar y adquirir lo máximo posible.

Por eso se dice, y el nobel de literatura José Saramago lo describió muy bien en su libro “la caverna”, que los modernos templos o iglesias ahora son los centros comerciales. Si usted buen católico o cristiano, un domingo sea en la tarde o el anochecer,  se da un paseo por un centro comercial de renombre de su ciudad, podrá constatar, si se atreve a hacer una encuesta, que la gran parte de esas personas no fueron al culto dominical o si es sábado al culto cristiano…Es en estos espacios de diversión, de entretenimiento, consumo y apariencia donde se desarrollan los modernos ritos familiares: recorrer las dependencias, mismo “lamiendo vitrina” por sino no se compra, detenerse a comerse un helado, tomar un café, tomar fotos, ir a cine, en fin compartir con el esposo (a), los niños y volver a casa”.

Jesús que vivió en un contexto social diferente, también se vio enfrentado a la cuestión de la acumulación de riquezas y a la satisfacción corporal y sensual. Un hombre quería ponerle como testigo para arreglar su parte de herencia con su hermano, y Él le cuenta la historia de aquel que ha puesto toda su fuerza y su energía en la construcción de graneros más grandes para conservar su producción y reposarse, sin pensar que, en una sola noche, podría perder todo. “Es mejor ser rico ante la vista (los ojos) de Dios” que acumular todo para sí mismo.

Nuestros deseos de ser materialmente ricos y de asegurarnos la  seguridad financiera pueden ser también revisadas, cuestionadas, hoy. Pensar solo en “pasarla rico”, divertirse sin darle la suficiente plaza a Dios y su Palabra…Dejan todo esto, un lugar, un espacio para un buen equilibrio de vida y en compartir y en una relación viva con Dios? O si no, el corazón puede cerrarse y endurecerse no colaborando de este modo a la venida del Reino de Dios en nuestro mundo.



Aproximación psicológica al texto  del evangelio:

¿Qué es VIVIR?

 
Entonces, cual ha sido el error del hombre rico, ¿dueño de los graneros del evangelio? ¿Se equivocaba al querer agrandar su granja?, ¿Quién se atrevería a reprocharle?  Con seguridad si uno supiera que uno moriría al día siguiente, uno no se fatigaría. Pero ante la posibilidad que se viva 100 años, quién no buscaría asegurarse para poder subvenir a sus necesidades para un largo periodo. Cada uno de nosotros tiene inversiones, recursos o medios de financiarse para vigilar el periodo cuando no podrá contar más con un trabajo remunerado. ¿No es esto acaso la más elemental sabiduría? ¿A no ser que uno sea totalmente irresponsable? Pero, entonces, ¿dónde está el problema que quiere señalar Jesús?

Ante todo, el drama del hombre rico de nuestro relato es que se está rompiendo la cabeza buscando una respuesta a la cuestión sobre la manera de administrar la sobreabundancia de su cosecha. Es demasiada energía invertida para una solución que finalmente no le aportara nada, porque al morir, la solución encontrada llegará a ser inútil.

¿Quién de entre nosotros está interesado en gastar tiempo y energías en cosas, no importa cuáles, que no aportan a no importa quién? Todos, quienquiera que seamos, todos tenemos necesidad de sentir que lo que hacemos tiene un sentido. Ahora, este sentido no es evidente a primera vista. Con frecuencia, es necesario buscarlo. A menudo hay ensayos y errores. Nuestro hombre rico ha buscado por el mal camino, se ha equivocado de dirección. Y Jesús lanza esta advertencia: “La verdadera vida no está en la abundancia de sus bienes”.

Pero entonces, ¿en qué o de donde viene la verdadera vida? ¿Cómo buscar en la buena dirección? Existe casi tantas respuestas como individuos. Para unos la alegría de levantarse temprano le viene de su familia que le espera, de sus hijos con bella cara que uno desearía comerse a besos. Para otro, es un conyugue o pareja en quien la llama del amor no se extingue ni se fatiga de darse. Para otro aun, es un proyecto que se equipara con la dimensión de sus ambiciones. ¿Pero qué sucede cuando el paisaje cambia, cuando el tiempo (la edad) afecta el cuerpo y lo debilita, cuando aquello que uno puede aportar a esta sociedad no despierta más afecto y no tiene más efectividad? (drama de los pensionados, de los ancianos), cuando el esposo (a) no habita más este mundo (¿sea por alzhéimer, muerte biológica o la simple muerte?), cuando la familia se convierte en espada que traspasa el corazón (por conflictos de herencia, de modo de vivir, de hacer las cosas, no comprensión), cuando su vida ha estado marcada por errores irreparables? En esos momentos y horas difíciles, es necesario buscar por más largo tiempo y de modo más profundo el sentido a su vida.

Pensemos en Saulo de Tarso, extremista religioso que manda a la prisión los cristianos y apoya la muerte de Esteban, pero que tiempo después llegará a ser ese misionero infatigable a pesar de todas las oposiciones y escribirá: “Para mí, vivir es Cristo” (Filipenses 1,21). Pensemos en Etty Hillesum http://es.wikipedia.org/wiki/Etty_Hillesum , quien pasará largos momentos en el campo de refugiados de Wasterbork y quien verá morir a los suyos antes de conocer ella misma el Campo de muerte en Auschwitz en 1943. En su diario escribe: “La sola certeza que toca a nuestra manera de vivir y eso que uno debe hacer, no puede venir que de las fuentes que brotan del fondo de nosotros mismos”. En otras palabras, si uno sabe ser atento y paciente, en el fondo de nosotros mismos uno terminará escuchando esa voz que indica el camino y por el cual nuestra vida toma un sentido, a pesar de las cosas difíciles que nos rodeen.

El evangelio de este día se termina con una frase que por mucho tiempo permaneció para mí enigmática:  

“Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios”. ¿Qué es enriquecerse ante Dios?”  «A la vista de Dios», Que yo prefiero traducir por «según la óptica de Dios »? Nuestra experiencia de vida nos revela que el sentido de una vida evoluciona sin cesar, que aquello que parecía un día fundamental llega a ser otro día fútil, insignificante, hasta el día que nos damos cuenta que esta evolución no se detendrá jamás. ¿Por qué? ¿No es esto misterioso? Este misterio no puede ser elucidado sino por la fe y la confianza de saber que nuestro ser porta la marca del mismo Dios, nuestra búsqueda tiene algo de infinito en la dimensión misma de Dios. Aquí se halla nuestra grandeza, y he aquí porque todas las riquezas de este mundo ni igualmente toda una larga vida no puede totalmente responder a lo que buscamos fundamentalmente. Si, este es el misterio de la fe, si creemos verdaderamente.



REFLEXIÓN CENTRAL


¿Construir algo más grande?

Qué bella historia-parábola la que nos trae el evangelio de este domingo. Es una historia que nos parece conocida, en todo caso que nos identifica.  El ser humano (unos más que otros, y dependiendo de la edad) ama acumular álbumes de fotos, afiches, libros, discos, cds, dvds, recortes de periódicos, “aquellas pequeñas cosas” al decir de Serrat…Que, en cada mudanza, cambio de ciudad, cambio de trabajo, salida fuera del país, nos toca transformar, reciclar, optar por quedarnos con lo esencial del hoy…Y no es fácil desprendernos de las “simples cosas”, por más materiales que sean ellas llevan la impronta de un sentimiento, de una nostalgia…

Y después de un cierto tiempo, cuando parecemos instalarnos en algún sitio (hablo de mi experiencia personal) parecemos decirnos “me hará falta una habitación más grande, más cajones, armarios, para guardar aun lo que viene”. Pero también se tiene la conciencia cuando se es maduro que todo eso que uno acumula, será necesario abandonarlo irremediablemente, desprenderse sin piedad (la muerte) o por así decirlo simplificar la vida.

La parábola que cuenta Jesús es de otro tipo. Se le suele llamar “la parábola del rico insensato”. Se trata de un rico que es a la vez productor agrícola y sus tierras han producido en abundancia. Tiene un exceso de producción y no sabe qué hacer. Entonces hace construir graneros o depósitos más grandes para guardar toda su harina.
“ Y me diré  a mí mismo:,
tienes muchos bienes depositados
para muchos años; descansa, come, bebe, diviértete.
’ Pero Dios le dijo:
‘¡Necio! Esta misma noche te reclaman tu vida”.
(Lucas 12,19-20)

Es una parábola bastante dura, categórica diría yo, y que no se podría aplicar afanosa y directamente a nuestra situación. No es una parábola sobre la vida de pensionado o jubilado, no.  Es una parábola sobre la ambición u obsesión por la riqueza y “pasarla rico” sin Dios. Como dice Jesús mismo: “La vida de un hombre, aun en la abundancia, no está asegurada por sus bienes”. En esta parábola, el hombre rico no habla más que de sí mismo: se puede leer por 14 veces las palabras “yo” “me” “mi”. No habla ni de su mujer, ni de sus hijos, ni de sus empleados, ni de sus vecinos y mucho menos de los pobres. Construye en grande graneros y depósitos para guardar un bien que tiene fecha de vencimiento, que es frágil: harina. Si es verdad que ha tenido buenas cosechas, por lo mismo podría dar un poco. Pero no. Hace lo contrario. Piensa construirse una seguridad a toda prueba y en adelante, no poder confiar nada más que en sí mismo: tienes muchos bienes en reserva para muchos años”.

Jesús no condena aquí la prevención, ni la buena intención del ahorro y la seguridad para más tarde…tampoco la abundancia de bienes (o sea la riqueza), es la ambición, lo que Jesús condena, la obsesión en sí mismo. Es sobre todo esta confianza absoluta que el hombre tiene en sí mismo, como si él fuera el principio y el final de todas las cosas. Es bueno tener dinero y esperar contar con una buena salud a toda prueba…pero ¿quién de entre nosotros sabe si aún estará vivo mañana?

Por otra parte, sucede muy a menudo que las personas-sobre todo los hombres- mueren desde el primer año de su retiro o jubilación. Uno piensa coger su pensión y sentirse feliz de hacerlo. Pero hay el recuerdo de amargura, de tristeza nostálgica en el fondo del corazón. Y seis meses más tarde, el corazón se para.

En la primera lectura de la liturgia (católica) de este domingo 4 de agosto, tenemos la palabra dulce-amarga o agri-dulce de un viejo sabio que observa la vida: ! ¡Que el hombre trabaje con sabiduría, y con ciencia y con rectitud, y que haya de dar su hacienda a hombre que nunca trabajó en ello! También es esto vanidad y mal grande” (Eclesiastés 2,21).

No es creíble, ni posible que Jesús haga alusión a este texto al contar la parábola del “rico necio”. El ser humano es frágil. Su esperanza ultima debe reposar en Dios y no en sus carros, sus caballos, o en su dinero”. Hay en la vida un deber de prevención. Es necesario estudiar, trabajar, planificar, economizar, pagar los seguros, pensar en su jubilación.  Pero no hay que ceder a ese sentimiento de pánico que se apodera de nosotros en ciertos momentos y que nos empuja a exagerar en lo concerniente a la seguridad, puesto que la confianza última es en Dios que se debe depositar, el mismo quien nos acogerá en el momento mismo de la muerte.

Como dice el proverbio francés: “le coffre-fort ne suit pas le corbillard”, es decir « la caja fuerte no seguirá el carro de pompas fúnebres”.

Helenita vargas cantaba en una canción llamada "La mortaja": 
"cuando tú te mueras
no te llevas nada, ni el novillo gordo, ni las finas joyas, solo la mortaja..http://www.maxilyrics.com/helenita-vargas-la-mortaja-lyrics-f364.html

En la parábola se trata de harina y de cosechas. Son imágenes del fin de los tiempos, de la venida del Reino de Dios. Jesús no evoca aquí la muerte para que ella nos angustie. Pero en cambio anuncia el Reino de Dios ya muy cercano. Es necesario estar presto, listo para acogerlo y entonces estar libre de toda atadura. El rico se dice que él tiene bastante reserva para muchos años…y es hoy mismo que Dios va a venir.

Parece ser que, en tiempos de Jesús, una cantidad importante de cristianos habían esperado el fin de los tiempos mientras vivían. Es por ello que desde su punto de vista el ahorro y la planificación a largo término parecían actitudes poco oportunas o sabias. Henos aquí 2000 años más tarde, y como la esperanza de vida aumenta, tenemos la oportunidad de vivir y tener en promedio algunos años más de los pensados, ante nosotros.

¿Pero dónde estará nuestra última esperanza? ¿En el dinero, en la medicina, como si un remedio o medicamento nuevo debiera procurarnos la inmortalidad? Yo no quiero vivir sin fin sobre esta tierra, es decir, no quiero ser inmortal. Yo quiero tener acceso a la vida eterna, a la vida plena en Dios, aquí abajo y después de esta vida. Jesús termina la parábola diciendo: “Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios.». Se puede decir “a los ojos de Dios”, “en la óptica de Dios”, yo prefiero esta última expresión. La riqueza no es un fin. Una cierta abundancia es condición necesaria para poder vivir bien. Pero la ambición desmedida por la ganancia, la obsesión por el dinero es una perversión. Es por ello que es necesario ser rico “en la óptica de Dios”. Es necesario ser libre ante el dinero. ¿En quién o  en qué depositamos nosotros nuestra confianza?

De hecho, la única prueba de que podamos permitirnos ser libres ante el dinero, es donando. Yo diría más todavía. Si ustedes donan parte de su dinero en limosna, no se limiten solo a dar o a colaborar en obras médicas. Estamos en una era de caritas-business (caridad-negocio), de campañas de fondos sabiamente orquestados, y la parte del león (la más grande) va a parar ahora en las campañas por vencer el cáncer, la leucemia, las enfermedades del riñón o del corazón, etc…En África es por el Sida. Y todo esto nos deja entender o hace creer que la investigación y la ciencia son los únicos caminos de solidaridad, y que al final del túnel uno encontraría la posibilidad de no morir enfermo “La amortalidad”, el retardo definitivo de la muerte. No cedan ante esta ilusión. Por gracia, den sobre todo para contribuir en obras de justicia y educativas, denle también a su Iglesia. La fuerza y el objetivo de la riqueza no están para exaltar al rico sino más bien para dar la vida y la esperanza a los pobres.

Si ustedes quieren construir algo más grande, piensen menos en sus graneros y o depósitos y crean en la capacidad de acogida de su corazón.



OBJETIVO VIDA DE LA SEMANA: (a escoger preferentemente uno)

1.    Tomo conciencia con gratitud de las riquezas materiales de las cuales me beneficio. Elijo una manera de compartir mi confort con una persona necesitada.

2.    Tomo conciencia de las riquezas espirituales que me habitan. Busco cómo compartirlas a través de una oración o por un gesto o un compromiso (actividad concreta).

3.    Me doy tiempo para evaluar mis prácticas en materia de consumo. ¿Es que mis gastos son siempre justificados?

4.    Miro si mis preocupaciones por el dinero y mi seguridad financiera me impiden compartir realmente con los más necesitados.




ORACIÓN-MEDITACIÓN

¿Cuál es la verdadera medida de mis días?
¿Se miden por el número de mis contactos virtuales?
¿Por la suma de mis ganancias y mis utilidades?
¿Por el reconocimiento de mis colegas y amigos?
¿Cuál es la verdadera medida en la felicidad de mis días?

¿Cuál es el lugar que yo le doy a mi familia y a mis parientes?
¿A mis amigos que estarían pasando por necesidades o pruebas?
La vida es tan corta, tan frágil y a la vez tan preciosa.
Ayúdame Señor a construirla sobre la roca o el terreno sólidos,
sobre aquello que nunca pasará (como tu Palabra).
Ayúdame Señor, a privilegiar las relaciones humanas
simples y generosas, humildes y calurosas.

Tú, Jesús hombre de Nazaret,
Tú que poseías tan pocas cosas
y que sabías dar tanto al que se te acercaba,
enséñame la riqueza del corazón.
Enséñame la riqueza que se da,
y no aquella que se calcula y se guarda con envidia o miedo injustificado.
Abre mi corazón a la riqueza de tu Palabra
Y abre mis manos a todos aquellos que están necesitados
de amor, de lo material, de mi tiempo, de mis cualidades…

Amén.


REFERENCIAS:

BEAUCHAMP, André. Comprendre la parole. Novalis, 2007.

 HÉTU, Jean-Luc. Les Options de Jésus.


Pequeño misal "prions en Église", edición quebequense. 2013.

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