viernes, 31 de octubre de 2014

Halloween enmascara la muerte y banaliza su sentido

Por Salvador Bernal (Chile) 

  
Sin duda, la presencia de disfraces y calabazas en tantos audiovisuales de los últimos años anima al comercio y a la industria del ocio a utilizar esa tradición americana como punto de venta en nuestros pagos.
De todos modos, como señalan algunas encuestas y, sobre todo, las imágenes que difunden los medios de comunicación −incluido el refuerzo de líneas de transporte público en torno a los cementerios−, la fiesta de los Santos sigue dominando la confrontación, si se puede hablar así.
Lo paradójico es que Halloween, versión celta de la conmemoración de Todos los Santos, se transformó en otra cosa en Estados Unidos, y vino a Europa por la imponente influencia audiovisual americana. Pero brujas y disfraces no consiguen superar a los Santos. Incluso, en un país tan laico como Francia, no hay quien pueda con la Toussaint, día festivo y período de vacaciones escolares, momento en que dos terceras partes de las familias se reúnen de algún modo, para visitar los cementerios y recordar a sus muertos, aunque la Iglesia católica conmemora a los Difuntos el día 2 de noviembre.
Pero la difusión del fenómeno de Halloween, más cultural y comercial que ideológico, suscita reacciones en otros países europeos. Hace un par de años, un prelado de Italia afirmaba sin ambages que “las calabazas se usan para hacer pasteles”. Era un modo relativamente irónico para salir al paso del auge de la fiesta americana, justamente en la víspera de Todos los Santos.
El arzobispo de Bolonia, cardenal Carlo Caffarra, manifestaba también su repulsa ante una “horrible rendición al creciente relativismo”. Y promovía diversas iniciativas para explicar el significado religioso de la fiesta de Todos los Santos, y de la conmemoración de los fieles difuntos, en los primeros días de noviembre.
Me llama habitualmente la atención esa actitud activa de los católicos en países próximos −Reino Unido, Francia, Italia−, frente a la apatía que advierto en una sociedad como la española, que parece desmedulada: da la impresión de renunciar superficialmente a sus más sólidas raíces. Suelo culpabilizar −no sé si estoy en lo cierto− a la que considero nuestra herejía latente: el fideísmo. Es decir, la falta de profundización racional y cultural en la fe.
Seguramente algunas parroquias organizan cosas, aparte de las habituales, para contrarrestar la expansión, un tanto grotesca, cuando no carnavalesca, de Halloween. Pero, en conjunto −aparte del comprensible respeto por la tragedia del Madrid Arena de 2012, bastante desligada por cierto del origen de la dramática celebración−, más detecto indiferencia ante un fenómeno que quizá no suplanta tradiciones cristianas, pero puede contribuir a desvirtuarlas o contaminarlas, banalizando algo tan serio como la actitud ante la muerte.
Me viene a la cabeza al escribir estas líneas una muy antigua cover story de un semanario internacional titulada “Complot contra la razón”: daba cuenta del auge de manifestaciones irracionales en una sociedad teóricamente culta y científica. También, un viejo texto de San Josemaría: “No tienen fe. −Pero tienen supersticiones” (Camino, 587).
Y es que, razones comerciales aparte, con Halloween se difunde una cosmovisión en la que la esperanza deja paso a mucho espiritismo y a demasiadas muestras de lo macabro. No se contrarrestará con actitudes apocalípticas del tipo “la noche de los Santos y no de satanás”. Pero sí es una oportunidad de difundir el sentido de la esperanza, de acuerdo también con una reiterada insistencia del papa Francisco.
 Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Confidencial Digital, elconfidencialdigital.com

lunes, 27 de octubre de 2014

2 de noviembre del 2014: Conmemoración de los Fieles Difuntos

En Jesucristo nada se pierde...

En Jesucristo nada se pierde...
Foto:http://blog.pucp.edu.pe/media/1905/20130405-cruz_cristo_resucitado_lirios.jpg
En la Fe en Cristo Resucitado, la muerte no tiene la última palabra. Nosotros creemos que nuestros seres muy queridos y muy amados al lado de Dios, recorren el camino hacia la Vida Eterna. Nuestra esperanza cristiana bebe en la fuente de la Promesa de Jesús: “Y yo, les resucitaré en el último día”.

(Este domingo 2 de noviembre conmemoramos en la Iglesia a los fieles difuntos. Para la liturgia hay diferentes opciones de lecturas. Las reflexiones siguientes se basan en el texto del evangelio de San Juan capitulo 6, versículos 37 al 40:)
Todo lo que el Padre me ha dado vendrá a mí, y yo no rechazaré al que venga a mí, porque yo he bajado del cielo, no para hacer mi propia voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Y la voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite en el último día. La voluntad de mi Padre es que toda persona que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna: y yo lo resucitaré en el último día.
Palabra del Señor
A guisa de introducción :

En Jesús nada se pierde…
Celebramos estos días 1o y 2 de Noviembre dos de las más grandes fiestas del año litúrgico: LA FIESTA DE TODOS LOS SANTOS y LA FIESTA DE TODOS LOS FIELES DIFUNTOS.
Al comienzo de noviembre, recordamos toda esta larga cadena de testigos que nos han precedido…
Los psicólogos afirman que el recuerdo de aquellos que han sido importantes en nuestra vida contribuye a construir nuestra identidad. Las personas que hemos olvidado no tienen verdadera influencia sobre nosotros, mientras que aquellos de quienes nos acordamos y que han jugado un rol o papel importante en nuestra vida, continúan influyendo en nosotros después su partida.
El año litúrgico abre el gran libro de los recuerdos. Nos acordamos de personajes importantes de la historia del cristianismo: Pedro, Pablo, Agustín, Tomas de Aquino, Francisco de Asís, Teresa de Ávila, Juan de la Cruz, la Madre Teresa, San Martin de Porres, Santa Mariana de Jesús, Santa Kateri Tekakwita, Santos papas Juan XXIII et Juan Pablo II, Martin Luther King, y tantos otros…Pero, también están las personas menos conocidas, que han ejercido una influencia determinante en nosotros: nuestros padres, nuestros abuelos, algunos educadores, vecinos, colegas de trabajo…personas sencillas, que han marcado nuestra propia historia…Estas personas son como faros que iluminan nuestras existencias. Ellas han sido guías y nos han ayudado a enfrentar los obstáculos de la vida. Son ellos quienes nos han permitido llegar a ser lo que somos hoy. Nosotros no hemos sido creados de una sola vez y enteros (de una sola pieza). Nosotros somos el fruto de una familia, de una parroquia, de un barrio, vereda, pueblo o ciudad.
En el cristianismo, tenemos la excelente tradición de orar por aquellos que nos han precedido. Y en nuestras oraciones, no separamos los ricos de los pobres, los hombres de las mujeres, los buenos de los menos buenos.
Nosotros oramos por todos…
Esta primera semana de noviembre es nuestra semana de recordar, y evocar con gratitud aquellos que han vivido antes que nosotros.
Las celebraciones de noviembre son así también una excelente preparación para nuestra propia muerte. Nuestro mundo moderno hace todo lo posible por borrar o hacernos olvidar que la muerte existe. Los medios están llenos (ante todo) de informaciones superficiales, livianas, lights, después de violencia y agresividad…y se trata siempre de la muerte de los otros. Se nos presenta sin parar anuncios comerciales que prometen la eterna juventud. No tenemos sino que utilizar sus productos milagrosos para parecer diez años más jóvenes.
Nosotros los cristianos, no creemos en una muerte cruel donde se termina con la tumba, en el cementerio. Nosotros creemos en un paraíso donde la vida se transforma y cambia. Creemos que la muerte es una entrada, un pasaje y o una puerta abierta hacia la eternidad. En el libro del profeta Isaías, encontramos este bello texto: “El Señor enjugara todas las lagrimas de nuestros rostros…sobre su santa montaña, Él preparará una fiesta de abundante comida…Él hará desaparecer la muerte para siempre…Alegrémonos en la salud del Señor”.
Nosotros viviremos entonces la paz del Reino de Dios donde: “El lobo habitará con el cordero, el puma se acostará junto al cabrito, el ternero comerá al lado del león y un niño chiquito los cuidará. La vaca y el oso pastarán en compañía y sus crías reposarán juntas, pues el león también comerá pasto, igual que el buey. El niño de pecho jugará sobre el nido de la víbora, y en la cueva de la culebra el pequeñuelo meterá su mano. No cometerán el mal, ni dañarán a su prójimo en todo mi Cerro santo” (Isaías 11,6-9).
Y san Juan agrega en el Apocalipsis: “Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva, pues el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido, y el mar no existe ya. Y vi a la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, de junto a Dios, engalanada como una novia que se adorna para recibir a su esposo. Y oí una voz que clamaba desde el trono: «Esta es la morada de Dios con los hombres; él habitará en medio de ellos; ellos serán su pueblo y él será Dios-con-ellos; Él enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte ni lamento, ni llanto ni pena, pues todo lo anterior ha pasado.»
Hay esperanza en plenitud en estas fiestas de noviembre.
Esto nos recuerda que la muerte no es el final de todo.
Esto también nos recuerda que el tiempo que se nos da es un don precioso y que hemos de utilizarlo lo mejor posible.


Aproximación psicológica al texto del evangelio


Un acto de memoria y agradecimiento (2)

La manera como asumimos o hablamos de la muerte de nuestros seres queridos revela nuestra propia actitud ante la muerte.
Poco a poco se ve como algunas familias cambian los procedimientos y la tradición para los funerales: corta permanencia del cuerpo o las cenizas en el salón de velación, quizás una breve paraliturgia (no Eucaristía) allí mismo y evitar la iglesia, o algo más profano, es decir desconectado de todo asunto “místico”, “devocional- cristiano”, sin referencia a lo religioso, cenizas que se arrojan no importa dónde ni de qué modo…
Este domingo (como ocurre cada 5 o 6 años) cae en el día más importante para los cristianos-católicos la conmemoración de los Fieles difuntos. Y lo que vivimos esta jornada es una oración por nuestros hermanos que nos han precedido en la muerte, al lado de sus familias nos reunimos para cumplir con un deber de agradecimiento y de memoria.
En esta jornada de “memoria y agradecimiento” de nuestros fieles difuntos, podemos preguntarnos individualmente: Cuál es mi FE? En quién CREO? En quién espero? Y como o de qué manera amo yo a Dios y a Jesús?
Y es necesario hacernos otra pregunta que es correlativa: con cuál oración acompañamos nuestros difuntos. Con una retahíla de oraciones que expresan remordimiento, nostalgia, tristeza? O con una oración impregnada de esperanza y de vida? Venimos hoy para orar con muertos o con vivientes? Cuál oración hacer llegar hasta Dios: simplemente una suplicación impotente y que se quiere consoladora? O una oración que abre mi corazón y todo mi ser a vivir desde ya de Jesucristo y de su AMOR?
Cómo recibimos la muerte de nuestros seres queridos acaecida a veces de una manera abrupta y o violenta? Abrazamos la ESPERANZA? Es otra pregunta que hemos de hacernos. Cómo imaginamos o concebimos nuestra propia muerte? Ilusión de piadosos devotos que tienen miedo o ESPERANZA REAL FUNDADA en Cristo que es SALVACION y AMOR?
Nuestra esperanza está arraigada en la promesa de Jesús que nos dice en el evangelio : « Todo lo que el Padre me ha dado vendrá a mí…La voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite en el último día. La voluntad de mi Padre es que toda persona que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna: y yo lo resucitaré en el último día.”
El proyecto de Dios no es un proyecto de muerte sino de vida. Nosotros todos estamos llamados, vivos o vivientes, al igual que aquellos que ya han atravesado el umbral de la muerte, a ser criaturas vivas (Hijos) frente a Dios.
También San Pablo no duda en afirmar que “nosotros tenemos confianza” o en otras palabras “nosotros avanzamos sin miedo”.
Para el cristiano, la esperanza de la Vida Eterna con Dios no se fundamenta sobre una deducción racional ni sobre una necesidad visceral de sobrevivir, sino que està cimentada en la certeza que solo se adquiere a través de la FE y cuando uno deja a Dios acercarse: la fuerza del amor no puede ser frustrada o vencida por el asalto de la muerte física. En cada Eucaristía y cada Semana Santa y tiempo pascual del año decimos insistentemente Jesucristo por su muerte en la cruz y posterior resurrección ha quitado el pecado del mundo (como Cordero de Dios), destruido el mal y vencido a la muerte.
Con seguridad que la Fe, las convicciones que ella nos transmite no suprime la angustia legitima que se siente de cara a la muerte. Jesús ha conocido una extraña agonía antes de ser hecho prisionero.
La escena de Getsemaní (Jesús orando en el huerto de los olivos, primer misterio doloroso del rosario), nos presenta un hombre en lucha interior con lo que ha vivido, en una experiencia de gran desgarramiento interno.
Jesús aparece aquí como invadido (poseído) de necesidades contradictorias. Necesidad de estar solo (“esperadme acá”) y necesidad de un sustento o apoyo fraternal (“velad conmigo”).
Necesidad de bien elucidar o tener claro las emociones que están sumergidas en él (“El comienza a sentir tristeza y angustia”), y necesidad de superar este sabor de muerte (“…aparta de mi este cáliz”).
Necesidad de conservar su integridad física, de evitar la muerte ("Si quieres Senor puedes apartar de mi este càliz..." ), pero al mismo tiempo, necesidad de acoplarse, concordar con el proyecto de Dios sobre Él (“como tú quieres…que tu voluntad se realice”),
Esta experiencia humana puede emocionar por su desnudez y su intensidad. Pero ella se entiende. Lo que sorprende acá, es que Jesús la describe como una experiencia de oración (“yo iré a orar allá…”)
También, para que cada quien pueda morir dignamente, para que el momento de la muerte sea un momento último de vida sobre esta tierra, es nuestro deber acompañar con un infinito respeto aquellos que agonizan: hacerlo por ellos mismos y no por lo que nosotros sentimos y tenemos a veces tendencia a proyectar sobre las personas que van a morir.
Una compasión sincera puede estar en el origen de nuestros sentimientos. Un fuerte egoísmo también puede ser de la partida.
Cuántas personas ancianas, viejas (o si usted quiere emplear eufemismos como “de la 3ª edad”, “seniors”…) en un silencio que hace aun más dolorosa su prueba, piensan, y o se les hace sentir que ellas se han convertido en una “carga” poco aceptada por aquellos a quienes por lo tanto han dado su bien más precioso, la VIDA, esto debido a complementos de pensión a pagar, ahora que ellos mismos, es verdad , deben ayudar a sus hijos, o en la impaciencia de heredar algo que se hace esperar y que disminuye de valor con el correr de los años.
Respetar una persona confrontada a la realidad de la muerte:
- Es saber utilizar, con sabiduría y proporción, los medios que pone a nuestra disposición los progresos de la medicina; ninguna Iglesia cristiana no predica, argumenta o defiende , y después de mucho tiempo el empleo de terapias dolorosas y exigentes; afirmar este punto no quiere decir que se acepte la eutanasia, que finalmente arruinaría toda confianza entre los médicos y pacientes;
- Es atenuar el dolor para que los sufrimientos intolerables no afecten la capacidad de consentir o aceptar su estado en el término de su existencia terrestre;
- Es ante todo estar presente al lado de aquellos que mueren, ahora cuando mismo la sociedad moderna hace todo lo posible por olvidarlos antes que hayan desaparecido; no hablamos de una presencia “ausente” sino de una presencia verdadera que solo es posible cuando uno mismo acepta ser mortal; puesto que vivir supone estar en comunión los unos y los otros con Dios, no privemos a nadie de esta comunión al momento cuando le es necesario cumplir el último acto de su vida; es la razón por la cual, entre los sacramentos de los enfermos, la Iglesia cuenta con el Viatico, la última comunión…
- Es estar al lado de aquellos que sufren por la muerte brutal o esperada de un pariente o un amigo; regalarles de nuestro tiempo (ocupado y escaso) presidir y celebrar momentos de oración, escucharles permitiendo que los recuerdos afloren y se expresen sin obstáculo de hipocresía o presión.
- Es orar por aquellos que nos preceden en la muerte pero también orar con ellos: no para quedarnos en el recuerdo sino porque nosotros creemos que, vivientes con Dios, lo que vivimos nosotros mismos no los deja indiferentes.
Puntilla: Durante mucho tiempo estuvo prohibida la cremación de los cadáveres porque se la percibía históricamente en conexión con una mentalidad neoplatónica que mediante ella pretendía la destrucción del cuerpo para que así el alma se liberara totalmente de la cárcel (en tiempos más recientes implicaba una actitud materialista o agnóstica). La Iglesia ya no la prohíbe, «a no ser que haya sido elegida por razones contrarias a la doctrina cristiana» Hay que procurar que la actual difusión de la cremación también entre los católicos no oscurezca, de alguna manera, su mentalidad correcta sobre la resurrección de la carne.

Reflexión Central:
Amenazados de eternidad
En la tradición iconográfica de las Iglesias de Oriente, una imagen (aparece arriba e ilustra este artículo) se llama la Anastasis, la Resurrección. Ella muestra a Cristo que va al lugar de los muertos. Toma a Adán (hombre de la tierra) y a Eva (madre de todos los vivientes) de la mano para sacarlos de esta prisión y llevarlos consigo en su Resurrección. Dentro de esta multitud en espera, nosotros podemos poner los rostros de nuestros seres queridos difuntos e inclusive nuestros rostros.
En mi calidad de sacerdote, de párroco y o pastor de mi comunidad cristiana-católica en Canadá, cada celebración de un funeral es un desafío, un reto. Pero también la oportunidad de testimoniar mi FE ante la realidad de la muerte. ..
Y es que casi todo (hasta Dios, su existencia, su acción y poder) se ha relativizado tanto, que mismo la muerte no se escapa a esta tendencia. Muerte que si no se relativiza o se niega, pretende esconderse no hablando abiertamente de ella. Nosotros somos seres obsesionados por la vida, por el progreso, la longevidad, el confort, el consumismo. A excepción paradójica del "Halloween "(dizque llamada fiesta de los niños, "halloween" significa vispera o antes de Todos los Santos) , nuestra sociedad busca negar la muerte y olvidar nuestros difuntos.
Y por lo tanto como respondía aquel infante en una clase de catequesis ante la pregunta de su catequista “qué es la muerte” : “la muerte es aquello que queda (que resta) después de haberlo dado todo”.
Félix Leclerc, un gran y muy conocido poeta quebequense decía que había vida plena en la muerte. Mi obispo belga Philippe Stevens en la diócesis de Camerún decía a menudo: “Para que andar apurados si tenemos la Eternidad ante de nosotros” (pour quoi etre pressés si nous avons l’éternité devant nous”).
Biológicamente, la muerte es el término de un largo proceso.
Para el ser humano que tiene conciencia del tiempo, la muerte es un escándalo, un fracaso.
Para un creyente, la muerte es un evento espiritual, un encuentro.
Para una persona creyente, hay en la vida más que la vida. Hay en el fondo de sí misma la presencia de un TODO OTRO que se ha aprendido a apreciar, a orar.
Aquellos que se preocupan por la ortodoxia (docta verdad, o verdad recta) en la Iglesia, dicen que no es conveniente en la misa y cualquier otra celebración por los difuntos centrarse exclusivamente en hacer “apologías” “y o “florilegios” de los muertos, pues en los funerales se tiene la tendencia de subrayar nada más que las cualidades del difunto, y casi siempre se le dice aquello que debió uno decirle en vida.
La primera razón de una oración o rito por nuestros seres queridos difuntos es que por medio de ello los confiamos a la Eterna y Paternal Misericordia de Dios. Nadie es perfecto, y el más perfecto (en su humildad) querrá se dirijan a Dios oraciones por su salvación; paradójicamente los buenos y santos añorarán que se hagan o celebren oraciones por su acercamiento e intimidad con la persona de Dios. Por otro lado los que no fueron tan virtuosos necesitaran mucho más nuestras oraciones de intercesión.
La muerte ofrece la posibilidad de crear una suerte de película instantánea de la vida de alguien y se percibe todo lo que él representaba para nosotros y los otros, las cualidades y valores emergen y sus limitaciones (errores, faltas, pecados) toman un tinte más moderado.
El otro objetivo de la celebración es hacer memoria y agradecerles por todo lo bello, bueno y verdadero que nos enseñaron.
Celebrar la memoria de los muertos, como decía en el artículo anterior, es inscribirnos en una larga línea de fieles. Nuestra vida es un don recibido de OTRO, y de muchos otros; nosotros no somos nuestros propios autores, moldeadores, creadores…Nuestro rostro contiene trazos únicos, pero también líneas sobre la piel, heredadas. Esto es válido para la vida física, pero también para nuestra vida espiritual y relacional, para nuestra vida intelectual y nuestros compromisos y o responsabilidades. Vale la pena hacer memoria, acordarnos al menos una vez al año. Conmemorar nuestros fieles difuntos, es también ser conscientes de nuestra propia mortalidad. Hacemos parte de la historia de esta humanidad, dotada y vulnerable. Frágiles peregrinos, con la precariedad misma de nuestra existencia, estamos llamados a entrar en el misterio de una alegría compartida. En la espera de nuestra participación en tal cortejo, llevamos en nosotros inquietudes y cicatrices. Una certeza sin embargo puede habitarnos: la alegría y o la felicidad prometida supera todos nuestros cálculos y miedos: es una vida eterna, una vida sin fin. Ella se deja ver desde ya en el Resucitado Jesús, rompiendo las cadenas que nos retienen y cuidando de los suyos, desde ayer hasta mañana, hasta nuestra transfiguración.
Haciendo así confirmamos lo que decimos en el Credo; “Creo en la Comunión de los santos” (difuntos, santos y los peregrinos aun por este mundo pertenecemos a la misma familia de Dios).
Oremos hoy por todos los fieles difuntos. Que su testimonio nos ayude a comprender mejor los desafíos y las tareas (la misión) de nuestra propia vida y ayudarnos encarar nuestra propia muerte.
Recordemos esta frase fuerte del evangelio: …”la voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite en el último día.”


lunes, 20 de octubre de 2014

26 de octubre del 2014: 30o Domingo del Tiempo Ordinario A

Un mismo amor
 
 Amar a Dios, amar al prójimo es amarse a sí mismo, he aquí lo que Jesús nos pide hoy. Amar al prójimo como a sí mismo y amar a Dios, es el mismo amor. El uno no va sin el otro. 

 Lectura del santo evangelio según san Mateo (22,34-40):
En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?» 
Él le dijo: «"Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser." Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.»
Palabra del Señor
A guisa de introducciòn
   Cuando leía las primeras páginas de “La última tentación” de Nikos Kazantzakis, una novela muy humana sobre la vida de Jesús de Nazaret, descubrí la gran novedad que quería hacer descubrir de entrada a sus lectores el escritor griego “el maestro de galilea consideró personalmente y enseñó a los hombres y mujeres de su tiempo y dejo como legado para su futuros discípulos que Dios es Padre”. Así de entrada Jesús se presenta con las siguientes palabras: “
Mi único deseo era acercar almas al Padre y alejarlas de la oscuridad…
hacer el bien, pero el bien no puede hacerse ni conocerse en la Tierra, no pueden
hacerlo ni conocerlo los hombres, el bien es cosa del Padre.
El único deseo que puede tenerse es el deseo del Padre, y uso la palabra
deseo o anhelo para que ustedes, mis interlocutores, puedan comprenderlo, pero en
realidad se trata de un estado de una sutileza que no puede compararse con ningún
deseo terrenal experimentado por el hombre.
Es por eso que la energía no debe dispersarse en ningún deseo, anhelo o
capricho, sino concentrarse y conectarse con El Padre…
Si hay una recurrente razón y o disculpa para ser negligente ante el mandamiento doble y evangélico del amor es esta: “El dios del Antiguo y Nuevo testamento es un Dios irascible, iracundo, cruel y vengador”. Aquí reside la “Misere” (como dirían los franceses), la dificultad u obstáculo de muchos para tomarse en serio eso de AMAR, acatar el gran mandamiento divino...Por que se concluye casi siempre tácitamente: “como obedecer a un dios malvado?” De ahí que simple y llanamente se ha de cambiar ese chip negativo y oscuro de información teológica para abrirse ante un horizonte pleno de posibilidades que llevara lejos nuestra humanidad hasta hacernos divinos.
Y para que eso sea posible será necesario que cambiemos de manera radical nuestra referencia divina, nuestra relación con Dios. Hace falta que pensemos en términos diferentes a aquellos que habíamos utilizado hasta ahora y tratar de encontrar otra aproximación de Dios. Es sobre este punto que nos unimos a la enseñanza de Jesús, puesto que Él ha tratado toda su existencia de enseñarnos a ver Dios de otra manera y diferente a aquella que la tradición nos había inculcado. Nos es necesario operar una transformación radical en nosotros mismos para permitirnos acceder a otra mirada sobre Dios y los demás hasta el punto de amarlos a ellos también sin ninguna restricción.
No se nos hace tampoco fácil amar los demás. Si cada quien hiciera un examen de conciencia atento sobre sí mismo, descubriría rápidamente que a aquellos a quienes profesa amor se reduce a unos cuantos. El amor, se ha dicho es un impulso del corazón que no se impone o se ordena como un mandato. El sentimiento que nosotros experimentamos por aquellos que amamos verdaderamente es totalmente diferente y de otra naturaleza a aquel que reservamos para el resto (de los demás). Porque el amor no se impone ni es un mandato. Uno puede verse obligado a ser amable, uno puede esforzarse por acercarse a los otros con respeto. Uno mismo puede hasta darles una parte de nuestros bienes. Uno puede consagrarles más tiempo del razonable, pero todo eso no es AMOR, eso es altruismo.

Ahora cómo amar verdaderamente a Dios y en consecuencia cómo amar a su prójimo? Jesús parte de una premisa que conocemos bien. Él ante todo considera a Dios como un Padre y de lo cual nos da prueba numerosas parábolas. Él es un Padre tan amoroso que su comportamiento, si fuera el de un padre humano, podría ser considerado como laxista (alcahuete, demasiado permisivo). Es eso lo que podríamos retener de la parábola de los 2 hijos por ejemplo. Es ese Padre admirable que busca su hijo, que viene hacia él, y cuando él lo encuentra se siente reconfortado y es al otro que consagra el resto de su tiempo. Este Dios a la imagen del cual Jesús nos reenvía no provoca a nadie, mas Él espera que cada uno esté listo (presto) para entrar en relación con Él. Su paciencia es tanta que puede durar toda una vida y no obtener jamás el resultado esperado.
Realizamos entonces que su presencia es efectiva en nosotros cuando sentimos nos reconforta y el bien que ese contacto con él produce (una especie de bienestar). Descubrimos que el lugar de Dios estaba previsto en nuestro inconsciente desde siempre, como si fuéramos concebidos para vivir con Él (San Agustin decía «Nos has hecho, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti».), pero Él nunca reivindica este lugar o plaza que le es debido, si bien su presencia es percibida como un vacio que se llena, una ausencia que llega a ser presencia, una sed de absoluto, un deseo que no sabría expresarse.
Una presencia tal en nosotros que crea estados de alma felices, que aporta paz y liberación totalmente diferente a todo aquello que se nos había enseñado todas las veces que se nos había hablado de Dios.
Esta quietud que nos invade por su presencia llega a ser la sola realidad de Dios que el Padre de Jesús quería establecer en nosotros. Jesús mismo nos ha preparado para este encuentro, haciendo emanar en nosotros el deseo de un Dios que sea diferente de aquel que los hombres testimonian y que sin Él uno nunca podría haberlo imaginado.
El Dios que aparece como un amo arbitrario para la humanidad y para el mundo, que lleva a cabo sus proyectos hasta el final sin compartirlos, no hace parte del pensamiento de Jesucristo. Un Dios que juzgaría y condenaría, un Dios que no sería compasivo sino después de haber visto signos de arrepentimiento y que no acordaría su amor sino después de sancionar los culpables, mismo débilmente, este Dios no es aquel con el cual podríamos tener una total relación de amor. Es necesario entonces olvidar todo aquello que se ha aprendido sobre Dios y conservar (guardar) nada más que aquello que hemos percibido cuando hemos sentido su presencia en nosotros , de corazón a corazón. Es entonces cuando Dios adoptará otro rostro y cuando nosotros podemos disponernos a amarlo totalmente.
El amor que nosotros manifestamos a nuestro prójimo llegará a ser el reflejo del amor divino que en adelante nos habita. Eso será un movimiento natural que se hará sin que cedamos a las exigencias que la bondad nos impone. Las cosas se harán entonces de un modo natural, es considerando los actos que hemos hecho como reconoceremos que es el amor de Dios que actúa en nosotros, como consecuencia inconsciente del amor que nosotros tenemos por Él.
Para responder a la recomendación de Jesús “de amar a Dios con todo nuestro corazón y a nuestro prójimo como a nosotros mismos”, es necesario que olvidemos todo aquello que hemos aprendido sobre Dios y prepararnos interiormente para dejarlo actuar en nosotros. Es entonces como todo eso (terrible, cruel e inaudito) (una parte) que la Biblia nos ha dicho sobre Dios se pintará de otro color y tomará reflejos inesperados, puesto que comprenderemos que dentro de todas las situaciones de las cuales la Escritura testimonia, el amor era primero en todo, y con seguridad convencidos y fortalecidos de esta experiencia, nosotros leeremos la Biblia de manera diferente. Y si aún quedaran zonas de oscuridad en nosotros será por la oración, es decir será gracias a una relación más profunda con Dios como ellas se aclararán, así no se disipen totalmente… pues las dudas siempre surgirán de vez en cuando…a la duda, al miedo, a la frialdad siempre responde la FE.



Aproximación psicológica al texto del evangelio

El amor no es una moral


“Mi religión consiste en amar mi prójimo”. El compromiso honesto y perseverante al servicio de los hermanos, sobretodo de los más pobres entre ellos, representa en efecto la moral que está en la  más profunda conformidad (y o acuerdo) con el evangelio.

 En otra parte, Jesús mismo afirma que es a partir de esta moral que nuestra vida será evaluada: “cada vez que lo hicieron con uno de ellos, conmigo lo hicieron…” (cfr, Mateo 25,31-46, el juicio final). Ya lo decía san Juan de la Cruz, “…en la tarde de la vida seremos juzgados con, sobre  y por el amor”.

Acá, Jesús toma una posición clara de cara a esta moral: Él dice que es tan importante tener una moral como tener una religión.

Pero él afirma al mismo tiempo que en la tradición espiritual judía (y a la cual Él pertenece), queda todavía un lugar para una experiencia humana que es específicamente diferente de una ética social.

Dentro de esta tradición religiosa, lo que debe polarizar al creyente, es directamente la experiencia de Dios como tal.

Para el creyente enraizado en la tradición judío-cristiana, el compromiso social puede (y en muchos casos, debe) ocupar un gran sitio. Mas este compromiso esta manifestado (o aparece) para otra cosa y él desemboca en otra cosa.

Esta otra cosa, es la experiencia espiritual, es decir la conciencia de que hay en mí una dimensión de mi ser en la que todo lo que vivo me llevan sin cesar a ella, si yo me comprometo con suficiente profundidad.

Con esto nunca pretendemos afirmar o  querer significar que los no creyentes son personas que no viven con profundidad. Para ellos, esta dimensión espiritual tomará (o adoptará)  otra forma y ellos la nombraran de manera diferente (altruismo, solidaridad, compasión...), por ejemplo el escritor francés Albert Camus hace decir a uno de sus personajes ateos, al doctor Rieux en “La Peste”,  “Ante la no existencia de Dios no nos queda otro camino que ser solidarios”.

Pero Jesús dice: Mi tradición espiritual me invita a poner a Dios (o a descubrirlo!) en el centro de mi existencia, a reconocerlo en la conjunción de mis pensamientos y de mis emociones. Y más aún. Yo estoy invitado a invertir todo mi potencial en mi experiencia de Dios. El pasaje del Antiguo Testamento citado este domingo acá, contiene en efecto: “Amar a Yahvé (…) con todas tus fuerzas (tu poder) “ (Deuteronomio 6,5), esta citación será tomada de manera integral por Marcos 12,33 y Lucas 10,27.

Es por Dios que el creyente moviliza todo su potencial. Es de cara a Dios que él se hace disponible,  y es así como  ofrece todo lo que  es y todo lo que puede.

Cuando esta opción está  hecha  y que esta canalización está en curso, los seres humanos llegan a ser los compañeros de Dios en los proyectos más queridos por Él. Ellos se convierten en los colaboradores de Dios,  en su deseo de ternura y de justicia, y ellos son reenviados a una vida y a una acción concreta, asumidas en la libertad y la creatividad.

“Todo está ahí”, dice Jesús (v.40).


Reflexión Central: 

Hablar de amor y vivirlo

Se habla de amor. Acaso existe una realidad más importante, más buscada y yo diría anhelada que el amor?

El amor es pasión? Sexo? Afecto? Ternura? Servicio? Bondad? Paz?

Uno encuentra personas que poseen una impresionante capacidad de reconsiderar sus opiniones o posiciones frente a determinados asuntos y hacer la paz; estas persona consideran al rencor, al odio y a la venganza como una pérdida de tiempo y entonces vuelve a reinar fácilmente la armonía.

Para vivir la paz conyugal, algunas parejas ponen por delante el amor como una armadura que protege; ellos perciben que el entendimiento de pareja es la base de la armonía familiar.

Otras parejas le dan prioridad a las sorpresas y a los encuentros íntimos para fortalecer los lazos, y aprovechan los aniversarios de matrimonio para dar un paso más en la aceptación mutua, la comunicación, la reconciliación.

Decimos que el amor de pareja favorece la unidad familiar, los lazos familiares son más fácilmente aceptados y vividos por los niños que por los adolescentes; estos últimos frecuentan se relacionan, dialogan  más fácilmente con sus amigos que con sus familias; lo que no quiere decir que ellos no tengan necesidad de los miembros de su familia; ellos quieren escuchar decir que “nosotros los amamos”, con sus sueños de futuro, su vigor de juventud, sus actividades plenas de entusiasmo y dinamismo; los jóvenes piensan en su futuro, en sus proyectos de carrera, de trabajo, de profesión: ellos aprecian la palabra de un adulto que les dice: “Me gusta que tu sueño se esté realizando”.

Amar al otro como a sí mismo es la base de la fe en Dios. Yo no puedo amar a Dios con toda la energía de mi espíritu y de mi corazón, si yo no me preocupo (por) y me ocupo de los otros. Amar a Dios y amar al prójimo: dos realidades in-disociables, como lo hemos dicho: es un matrimonio que no se puede romper, según la Biblia.
He de preguntarme si mi cristianismo es descafeinado, que no me impide dormir: aquel que pone solamente el acento en las devociones y olvida la acción (caritativa, de acogida, de servicio) por los otros?

O al contrario, acaso mi cristianismo es un estilo de vida, una dinámica “con los pies en la tierra”, que no se ocupa solo de lo “humano”, olvidando incluir a Dios en su VIDA (en la existencia)?

La renovación de mi amor pasa por Dios, como la renovación de mi fe pasa por las personas.

Como amar a Dios y al prójimo? Amándose a sí mismo: la caridad bien ordenada comienza por sí mismo. Y como amarse a sí mismo? Dejándose amar de alguien (humano) dentro de lo posible; o al menos dejarse amar por Dios quien tiene un amor desbordado de compasión por toda persona, especialmente la más pobre y marginada…

De igual modo, el amor a sí mismo no impide que nosotros de cierta manera permanezcamos siempre extranjeros para nosotros mismos y que la persona que amamos de la manera más íntima debe permanecer siendo ella misma para que el amor sea verdadero.


Nuestra relación con Dios tiene que ver con nuestra relación con nosotros mismos y con nuestro prójimo. Que ella este hecha de dignidad y de amor.

@gadabay

Referencias:

- Pequeno Misal "Prions en Eglise", Quebec

- HÉTU, Jean-Luc. Les Options de Jésus

- http://paroissesaintefamilledevalcourt.org/Paroles_de_Dieu.htm

miércoles, 15 de octubre de 2014

19 de octubre del 2014: Domingo Mundial Misionero DOMUND

LEMA DOMUND 2014

"Renace la alegría"

RENACE > “Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría”, dice el papa Francisco al comienzo de Evangelii gaudium. El fin de la actividad misionera es, precisamente, ayudar a extender esta alegría, anunciando a todos la posibilidad de nacer y renacer al encuentro con Dios. Un renacer a la vida de fe que, como tantas veces comprueban los misioneros, ha sido revelado a los pequeños.

LA ALEGRÍA > Los misioneros, llenos de alegríacomparten con los más pobres su experiencia de encuentro con Cristo. Los que reciben este anuncio y abren su corazón a él, también acogen con alegría la Buena Noticia de la salvación. Francisco nos dice cuál es el origen de esta gran alegría: “El amor con el que el Padre ama al Hijo llega hasta nosotros y, por obra del Espíritu Santo, nos envuelve”; y además, nos invita a participar en ella: “¿Por qué no entramos también nosotros en este río de alegría?”. 

DOMUND: Una nueva ocasión para nuestro compromiso misionero

El DOMUND es una ocasión para contemplar la misión de la Iglesia como familia de quienes se reconocen hijos de Dios y hermanos de todos los hombres. Su celebración es cada año una nueva oportunidad para observar desde la perspectiva divina la humanidad como aquella mies que, según Jesús hizo ver a sus discípulos, está pronta para la siega; y que, a la vez, le oigamos advertir que esta mies es abundante, pero los obreros pocos. Ante este dilema, Él propone la respuesta: “Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os envío...” (Lc 10,2-3). Palabras imperativas para la oración y para la disponibilidad, que hace suyas el papa Francisco, a través la referencia a una Iglesia “en salida”. Es, por tanto, una nueva ocasión para implicarnos en el compromiso evangelizador de la Iglesia.

En efecto, Dios ha querido servirse de los hombres para la obra de la salvación del mundo. Todo nace de lallamada a la misión , como hizo el Señor desde el primer momento de su actividad evangelizadora: llamó a los que quiso para estar con Él y para enviarles a predicar (cf. Mc 3,13-15). También ahora sigue llamando a los que quiere, y la respuesta no se hace esperar por las numerosas vocaciones a la misiónque cada año parten de las comunidades cristianas. Unos son llamados a primera hora, y otros, a última; unos, para ir lejos, y otros, para estar cerca; unos, para colaborar desde la primera fila, y otros, desde la retaguardia; pero todos son llamados.


Contemplar la actividad misionera de la Iglesia en el mundo entero es uno de los argumentos fundamentales de su catolicidad y del sentido de filiación y fraternidad que subyace en el corazón de los discípulos misioneros.Entre estas vocaciones a la misión, es preciso destacar la que Dios deposita en el corazón de algunos laicos, que lo dejan todo para responder con prontitud. A ello se refiere Francisco cuando habla de que esta Jornada es la ocasión para incrementar la conciencia de las vocaciones misioneras y, especialmente, las laicales, ya que ellos, los laicos, “están llamados a desempeñar un papel cada vez más relevante en la difusión del Evangelio” (MensajeDomund 2014, 4).


Jornada Mundial de las Misiones

Este panorama de generosidad y universalidad se puede vislumbrar con nítido atractivo en la Jornada Mundial de las Misiones. Pablo VI inició la costumbre de entregar a la Iglesia un Mensaje para esta Jornada; desde entonces hasta ahora, los papas nos invitan a tomar parte activa en este intercambio de dones espirituales y materiales entre los fieles. Es la certeza de que todos somos la familia de Dios, y en sus manos ponemos nuestros “panes y peces”, para que Él los bendiga y los reparta. Decía Pablo VI en su Mensaje de 1976: “Esta Jornada anual se propone sobre todo la formación de la conciencia misionera de todo el Pueblo de Dios, tanto de sus individuos como de las comunidades; el cultivo de las vocaciones misioneras; y el progresivo aumento de la cooperación, espiritual y material, a la actividad misionera en toda su dimensión eclesial”.

La Iglesia ha querido servirse de las Obras Misionales Pontificias al hacer suya aquella iniciativa de Paulina Jaricot de colaborar, mediante la plegaria y la aportación económica, con los misioneros. En cada uno de los 130 países en que están implantadas, ha sido nombrado un director nacional; este asume la responsabilidad de promover, en comunión con la respectiva Conferencia Episcopal, el carisma propio de estas Obras, a las que el santo padre Francisco considera como “el instrumento privilegiado en las manos del Papa” para hacer visible la cooperación entre todos los fieles (Discurso a los directores nacionales de OMP, 17-5-2013).


Cooperación entre las Iglesias

Cada año, miles de personas anónimas, comunidades, parroquias y centros educativos, residencias de mayores, hermandades y cofradías, instituciones civiles y privadas colaboran ayudando a los miles de misioneros españoles repartidos por el mundo. Como en una familia, cada uno aporta lo que tenga y quiera dar, y los responsables se encargan de distribuir según las necesidades. Así funcionan los Fondos Universales de Solidaridad que gestionan los Secretariados Generales de las OMP. Estas ayudas no se circunscriben a los aspectos materiales y económicos, sino que todo está dinamizado por la caridad evangélica, que favorece la fraternidad y la solidaridad como partes connaturales de la tarea misionera.



Del amor al hermano, en el cual el cristiano contempla el rostro de Dios,brota la fuerza de la misión de la Iglesia. Este amor conlleva salir de uno mismo para situarse en la vida del otro; en concreto, en el hermano misionero que ha pasado a la otra orilla para entregarse a los demás.­ Jornada del DOMUND, días en los que vivir con intensidad la oración y el sacrificio para sostener las manos generosas y los corazones ardientes de los misioneros que están en primera línea. Después, solo después, viene la ayuda económica por medio dedonativos para el Domund.


Anastasio Gil
Director de OMP en España

Cartel DOMUND 2014

La sonrisa de unos jóvenes de diferentes razas sirve para expresar la alegría que brota del corazón. Sus miradas y sus manos entrelazadas reflejan que esa alegría nace de un corazón limpio y una fraternidad profunda. Es la fuerza contagiosa del amor, que descubren a cada paso quienes viven la experiencia de la misión.

Junto al lema, la palabra “DOMUND” evoca por sí sola la vida de entrega de los misioneros y nuestro deseo de ayudarles en su tarea. Y sobre un fondo morado, algunos signos evocan aspectos de la actividad misionera de la Iglesia. Facilitar la cooperación con esa labor es el objetivo de las Obras Misionales Pontificias. 
http://www.domund.org/p/lema-domund-2014.html
http://www.domund.org/p/presentacion-domund-2014.html


DE OMP COLOMBIA

DOMUND: Domingo Mundial de las Misiones
Se ha destinado el último domingo del mes de octubre con el título JORNADA MUNDIAL DE LAS MISIONES, con la sigla DOMUND.
El DOMUND es la celebración más importante debido a que esta ayudando a los misioneros que están por todo el mundo en "territorios de misión" donde no conocen a Jesús. Los misioneros son religiosos, religiosas y laicos que han entregado su vida por el anuncio del Evangelio. Se trasladan de su lugar de origen a un lugar de envío para insertarse en un comunidad compartir y enseñar la palabra de Dios y ayudarles en diferentes programas: educativos, sociales y de pastoral. 
La Iglesia trabaja incansablemente durante todo el año para las misiones,  pero el mes de octubre llamado comunmente "octubre misionero" es el mes dedicado a la misiones y en especial el último domingo del mes de octubre que es la gran celebración. 
¿Cómo podemos aportar?
·         Todos estamos llamados a contribuir con Oraciones, Sacrificios y Ofrendas en este mes. 
·         La ofrenda que se recolecta ese día en todo el mundo esta destinada a las misiones.
La Iglesia tiene una amplia labor social y educativa en todo el mundo: atiende a 117.119 instituciones sociales: hospitales, residencias de ancianos, orfanatos y comedores para personas necesitadas en todo el mundo. Se encarga de 209.688 instituciones educativas: guarderías, escuelas, universidades y centros de formación profesional.
En los territorios de misión la Iglesia atiende a 26.711 instituciones sociales. Esto significa que el 22,81% de las instituciones sociales del mundo están en la misión. La Iglesia en estos territorios también se encarga de 99.045 instituciones educativas, lo que representa el 47,23% del total de instituciones educativas que tiene la Iglesia.
SOLIDARIDAD MISIONERA
Es importante la ayuda económica y bienes materiales para cooperar con misioneros que están en los cinco continentes que claman solidaridad y que a través de ellos también se refleja en los proyectos misioneros.
“De nuestra fe en Cristo, brota también la solidaridad como actitud permanente de encuentro, hermandad y servicio, que ha de manifestarse en opciones y gestos visibles, principalmente en la defensa de la vida y de los derechos de los más vulnerables y excluidos, y en el permanente acompañamiento en sus esfuerzos por si sujetos de cambio y transformación…” (Aparecida No. 394)
¡Los misioneros te necesitan aporta con Oraciones, Sacrificios y Ofrendas!

http://www.ompdecolombia.org/del-domund

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