lunes, 27 de julio de 2015

2 de agosto del 2015: 18o Domingo Ordinario B


Qué bueno cuando se tiene hambre!

Jesús ha saciado de pan una multitud numerosa y ella quiere todavía más. Sobre la otra orilla del lago, Él ofrece a su gente que tiene hambre OTRO PAN, aquel que viene del cielo y da la vida al mundo. Este pan, es Jesús mismo.

Si no tenemos hambre, no vengamos al encuentro del Señor, ya que Él no puede alimentar aquellos que se creen satisfechos. Al contrario, con los ojos de la fe, reconozcamos que el Señor Jesús es el Pan de Vida, de la Vida presente y de la Vida Eterna.



 EVANGELIO
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 6, 24- 35

En aquel tiempo, cuando la gente vio que no estaban allí ni Jesús ni sus discípulos, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaúm en busca de Jesús. Lo encontraron al otro lado del lago, y le dijeron:
--Maestro, ¿cuándo has venido aquí?
Jesús les contestó:
--Os aseguro que no me buscáis porque habéis visto milagros, sino porque habéis comido pan hasta hartaros. Procuraos no el alimento que pasa, sino el que dura para la vida eterna; el que os da el hijo del hombre, a quien Dios Padre acreditó con su sello
Le preguntaron:
--¿Qué tenemos que hacer para trabajar como Dios quiere?
Jesús les respondió:
--Lo que Dios quiere que hagáis es que creáis en el que él ha enviado.
Le replicaron:
--¿Qué milagros haces tú para que los veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Les dio a comer pan del cielo».
Jesús les dijo:
--Os aseguro que no fue Moisés quien os dio el pan del cielo; mi Padre es el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo
Ellos le dijeron:
--Señor, danos siempre de ese pan.
Jesús les dijo:
--Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás.

Palabra del Señor-



A guisa de introducción:

El valor de un regalo!
1.     Cuando un niño recibe un regalo que esperaba, sea por su cumpleaños u otro motivo, es difícil distraer su atención del regalo recibido. No es raro que su madre deba arrancarlo de su fascinación para invitarlo a decir “Gracias”, para ayudarlo a reconocer que hay algo más importante que el mismo regalo: el amor y la persona de aquel o aquella que le ha ofrecido el regalo.
Cuando se trata de enamorados que se regalan mutuamente, es totalmente diferente. El aspecto material, utilitario del regalo pierde entonces rápidamente su importancia; uno busca la significación del presente, los sentimientos que lo han inspirado; lo que revela de la persona que lo ha dado.
2.     Como el niño, podemos quedarnos en el regalo, no mirar que el pan de la multiplicación y mismo no mirarlo que como un regalo más entre otros posibles. Jesús entonces pasa al segundo plano; sin exagerar, podríamos decir que Él tiene importancia sólo como hacedor de milagros para nuestro provecho personal. Es otra cosa totalmente, si tomamos la actitud de los enamorados. Aquello que Jesús ha dado en abundancia, no es cualquier cosa, es un alimento que Él ha escogido por su rico valor de signo: pan, pan que alimenta; es Él mismo donando el amor, la Vida de Dios.



Aproximación psicológica del evangelio:

Cuidado con lo que comen!

Dios se preocupa del ser humano y quiere verlo crecer. Él se inquieta de verlo agotándose en actividades y preocupaciones que lo hacen dar vueltas. “por qué gastan el dinero en lo que no es pan, y su trabajo en lo que no sacia?”, demanda Dios por intermedio del profeta Isaías (Isaías 55,2).

Esta cuestión nos parece  que hoy tiene una gran actualidad en un mundo donde efectivamente gastamos nuestro dinero en diversos productos de consumo que además de nunca saciarnos (o llenarnos) también nos dejan en la superficie de nuestro ser y alejados más que antes de nuestros recursos o fuentes espirituales.

Jesús retoma acá la misma pista cuando nos dice: “es necesario que se pongan a trabajar no para obtener este alimento o comida que perece, sino la comida que permanece para la vida eterna” (v.27). “Ustedes me buscan porque han comido pan hasta saciarse” (v.26).

Ustedes se interesan en mí porque yo les he alimentado su sed de lo mágico, de milagros (uno podría agregar hoy: de religiosidad). Pero todo esto no les permite avanzar mucho,  y lo que yo quiero, es justamente hacerles avanzar, abarcar  y unirme a ustedes en  sus verdaderas hambres y su verdadera sed, de ponerlos en camino a este nivel.

Mateo 5,6 sería un  buen eco de esta palabra: “Bienaventurados (o felices) aquellos que tienen hambre y sed de justicia”…Felices los que no trabajan por la “comida que se acaba (o perece)”: bienes de consumo, reconocimiento social, seguridad y confort ilimitados, religiosidad, espiritualidad comprometida con la inconsciencia social…

Felices aquellos que están en búsqueda de la “comida que permanece”, bienaventurados aquellos cuya hambre y sed de justicia les hace semejantes a Jesús, para quien “su alimento era el de hacer la voluntad de Aquel que le había enviado” (Juan 4,34).

Esta “sed de justicia”, esta “voluntad de Dios”, miren cómo la expresa el profeta  Isaías: “romper las cadenas injustas (…) romper todos los yugos, compartir tu pan con el hambriento, y recibas en casa a los pobres sin hogar; para que cuando veas al desnudo lo cubras, y no te escondas de tu semejante..?  (Isaías 58,6-7).

Esta “sed de justicia”, era ya visible en las prácticas de Jesús, pero Él lamenta que no se vuelva una norma de vida y uno no se apropie de ella: “En verdad les digo que ustedes me buscan, no porque hayan visto las señales” (v.26). Ustedes se apegan a los detalles superficiales de mi acción, sin dejarse interpelar (o cuestionar) por lo esencial…”Pónganse a la obra” (v.27)! mejor dicho “a trabajar!”



Reflexión CENTRAL:


Yo soy el pan de vida

Continuamos hoy meditando el capítulo 6 del evangelio de San Juan. A partir de este evangelio, vemos a Jesús actuar en otro nivel. El domingo pasado, el evangelio nos relataba una acción exterior y visible de Jesús: “La multiplicación de los panes”.

Ahora Jesús trata de actuar en los corazones, en los espíritus. Trata de encaminar su auditorio más lejos. Su punto de partida obligado son los sentimientos, los pensamientos, la mentalidad de estos judíos que han venido con Él al desierto.

El milagro del pan ha iniciado en ellos un proceso de esperanza y de sueños. Ellos ven en Jesús al nuevo Moisés que dona el “maná”  de los tiempos últimos, el Eliseo enviado por Dios para realizar maravillas todavía  más grandes o mayores que aquellas de las cuales fueron testigos los ancestros. He aquí el punto de partida de Jesús.

Su punto de culminación o final? Es llevar esta gente a comprender que Él, Jesús a la vez es y no es  el Mesías esperado. Él es, bien claro, el enviado de Dios en quien se cumplen  todas las promesas pero no a la manera como lo sueñan los judíos: no a partir de maravillas en el cielo, no por la fuerza política, no por la abundancia material, sino por una respuesta más radical a las verdaderas necesidades del ser humano. Cristo debe entonces a su vez, llevar a descubrir a esta gente su verdadera hambre, mucho más profunda que el hambre de pan y de lo mágico o maravilloso, y hacerles descubrir que Él es el solo pan dado por el Padre para alimentar la humanidad. Es necesario creer para percibir el misterio de Cristo. Desafortunadamente, los judíos exigen ver para creer cuando es necesario creer para ver.

Otra hambre (u otros apetitos)…

A las numerosas definiciones existentes del ser humano, yo agregaría otra: “la persona es un cumulo de hambres!” (otros dicen “un animal de eternas insatisfacciones”) Todos nuestros sentidos tienen hambre: los ojos tienen hambre de ver, los oídos de oír, la boca de gustar, la nariz de oler, el cuerpo de tocar…

Físicamente, todos nosotros tenemos necesidad de ser alimentados por todo tipo de sensaciones. A menudo ellas son tan ricas, tan variadas, tan intensas, que parecen colmar nuestra vida. En efecto, algunas personas lo hacen a lo largo de toda su vida. Ellas se convierten en prisioneras de sus apetitos físicos. No pueden tomar más  distancia con respecto a esas hambres. Ellas viven sobre la epidermis del ser. De igual modo, ellas no pueden  percibir otras hambres.

El hambre fundamental

Porque hay otras hambres más  radicales, más exigentes, que son preferiblemente necesidades de la persona toda entera que de su cuerpo solamente. Podríamos resumir estas hambres en tres necesidades fundamentales:

La PRIMERA es la necesidad de seguridad. Ya sea uno un niño pequeño, un adulto o un anciano, uno siente la necesidad de proteger su vida de la enfermedad, del hambre, de la muerte. Si esta seguridad no es asegurada (valga la redundancia), uno no funciona bien. Es sino mirar los destrozos sicológicos que provoca en un individuo y su familia el desempleo, o simplemente la amenaza de llegar a quedarse sin trabajo.

La segunda necesidad es aquella de REALIZARSE, de llegar a la plenitud. Cada ser humano porta en su interior riquezas, potencialidades que quieren ganar su lugar, su sitio en el gran día. Un siempre quiere “ganar o tener su sitio en el mundo gracias a sus talentos y potencialidades”. Como una semilla traza o dibuja su camino a través de la tierra y mismo en las piedras para poder estirarse y ser frondosa, la persona puede  a veces desplegar o gastar energías considerables para poder realizarse. Ya sea que uno piense en la adolescencia, este periodo de la vida donde uno despliega tantos esfuerzos  para afirmarse y uno se rebela contra la autoridad, o donde uno rechaza de ser encerrado  o clasificado en un rol de dependencia así  se le ofrezca la seguridad.

La tercera necesidad  es la de ser reconocido. Es esencial para un ser humano que los otros digan SI a su presencia, a su existencia. Todos tenemos necesidad de sentir que somos importantes para alguien, que otros se den cuenta que existimos y que acojan nuestra existencia en la de ellos.

Como canta en una letra de música tropical el venezolano Pecos Kanvas : “Todo el mundo necesita amor…” Cada uno de nosotros lleva en su corazón esta inmensa hambre de ser mirado amorosamente por los otros, de ser reconocido, de sentir que los demás son felices  de que uno exista.

Hambres superficiales:

Tales son las hambres fundamentales del ser humano, pero como lo subraya R. Blondin en su libro “La felicidad posible”, el problema de las gentes de occidente es que su corazón es una selva de 1000 deseos que esconden las verdaderas hambres. Somos como los niños que caminan en un lugar entre  montañas de juguetes y que lloran porque no pueden llevárselos todos a su casa. Una cosa que es simplemente útil o agradable se convierte con facilidad en algo esencial para nuestro bienestar o felicidad. Si no me compro tal mueble o tal carro, si no hago tal viaje, si me pierdo tal o cual salida, mi vida es destrozada o demolida. Cómo  vuelve uno la tan felicidad frágil! Como dice San Pablo en la segunda lectura escuchada hoy, uno tiene fácilmente el corazón habitado por “deseos engañosos”.

En el evangelio, Jesús denuncia aquellos que no esperan de Él nada más que el pan que alimenta el vientre. Hoy aun, nosotros estamos tentados a  utilizar a  Jesús para que responda nuestras hambres superficiales. Hay gente que ora, encienden lámparas para que haga buen tiempo en el momento de su picnic,  o que tal asunto o negocio interesante se cierre bien, o para que la cosecha (de café) de cualquier producto sea buena…

Jesús entonces puede volvernos a decir lo que le decía a sus contemporáneos:“no me busquen porque hayan comido pan hasta saciarse. No trabajen por la comida que perece, sino por la comida que permanece” (v. 26 y 27).


Otro pan…

Jesús va aun más lejos. Él denuncia todos aquellos quienes, conscientes de su verdadera hambre, tratan sin embargo de saciarlas por sí mismos. Él condena los fariseos ya que ellos tratan de responder a su necesidad de ser reconocidos por sus solos esfuerzos, cumpliendo actos religiosos. Solo Dios puede reconocerlos, les dirá Jesús. Es necesario buscar la Gloria que viene de Dios y no de los hombres. Jesús denuncia aquellos que buscan realizarse en el solo éxito material, cuando el destino del ser humano llama a un ideal mucho más rico y pleno.

El denuncia aquellos que fundan y o ponen  su seguridad en el dinero, cuando este no puede darles una milésima de segundo más de vida.

El pan de la presencia

Pero si Jesús rompe así las ilusiones de las personas, es para irrigar su deseo hacia su verdadera fuente, es para ofrecer a su hambre el solo pan verdadero, su propia persona: “Mi padre les da el verdadero pan, el que desciende del cielo». Esto quiere decir que nuestra verdadera seguridad no puede venir de nosotros mismos. Ella no puede venir sino de OTRO. Ella no puede venir sino de Dios. Jesús se nos propone como aquel que en su ser lleva la fuerza para vencer a la misma muerte. Él es el médico de la vida. Él es el solo remedio contra la muerte. Ya que lo esencial de la muerte, no es totalmente la desaparición de los cuerpos, es la desaparición de los lazos y la ruptura de las relaciones. Háblenle a cualquiera que vive sus últimos momentos, en la agonía de su vida. Lo que le da miedo, no es encontrarse muerto, no, es la de encontrarse o verse solo! Ahora la relación por la cual Cristo quiere unirnos a Él  es tan fuerte que la muerte misma no puede romperla. Y esta fuerza de Cristo ha estallado en la resurrección. Esta es la victoria de la relación sobre la ruptura, es la unión al Padre que sobrevive a la fractura de la muerte.

“Yo quiero vivir mi vida”. Así se resume a menudo la necesidad de realizarse o sentirse colmado. Y es necesario mucho camino o recorrido de madurez para descubrir que el solo éxito que cuenta de verdad es antes que todo  interior. Éste consiste en llegar a ser plenamente uno mismo, preferible que  realizar muchas cosas. Entonces, Cristo es el ser humano totalmente exitoso, realizado, aquel que ha actualizado todas nuestras virtualidades (potencias o capacidades). Y por  tanto, en términos materiales Él ha realizado poco: Él no ha construido nada, Él no ha amasado fortuna. Él se ha realizado en esta dimensión donde el hombre es la máxima imagen de Dios: en la dimensión de un ser relacional abierto a todos los demás seres y abierto al totalmente Otro (Dios).

Y Él se nos ofrece como el camino que conduce al verdadero cumplimiento o realización de nosotros mismos. Si somos imagen de Dios en nuestro nacimiento, es un poco a la manera por la cual somos imágenes de nuestro padre  o de nuestra madre: en potencia. Nosotros debemos entonces llegar a ser imagen de Dios a la manera de Cristo, quien es el camino y el término de esta realización.

El pan de la dignidad

“Yo soy el pan de vida que dona la vida al mundo”. En el evangelio si uno ve a Jesús hacer volver a la vida algunas personas (Lázaro, la niña del jefe de la sinagoga, el hijo de la viuda), se le ve sobretodo resucitar la esperanza y la dignidad en el fondo de sus corazones. Esto es particularmente impactante en su encuentro con las personas que ya no son más nada a los ojos de los otros.

A los ojos de todos, Zaqueo no es más que un ladrón. Mateo es un explotador: Magdalena, una prostituta, y la mujer adultera, una pecadora. Todas estas personas no  atraen nada más para sí que desprecio. Pero he aquí que sobre su camino, ellos viven un encuentro que los sacude, que les resucita. Si Jesús quiso morir entre dos ladrones, no es para revelarnos en el supremo momento de su vida que Él siempre está dispuesto a acogernos? La diferencia entre los dos ladrones no reside en la gravedad de sus crímenes: tanto el uno como el otro es culpable. La diferencia reside en el hecho que uno ha sabido percibir esa mirada de amor depositada en él y lanzarse, pleno de confianza en los brazos de Cristo. Él ha sabido ver, tomar y comer este pan roto, esta presencia de amor a su lado. Solo Cristo nos ama lo suficiente para venir a nosotros a pesar de nuestros pecados, para venir hacia nosotros a pesar de nuestros fracasos, y darnos todo lo que Él es.

Ser creyente, es entonces  primero que todo aceptar ser incomodado o cuestionado por la Palabra de Dios que denuncia o descubre nuestros deseos engañosos, revela la fragilidad de nuestras satisfacciones o alegrías y nos llama a descubrir en nosotros nuestras hambres las más verdaderas, las más profundas.

Ser creyente, es descubrir en la fe el verdadero pan que no es un objeto sino una persona, Cristo. Él se nos propone o se nos presenta para salvar nuestra vida de la muerte, para conducirnos al cumplimiento o realización de todo nuestro ser, para depositar en nosotros su mirada de amor y vestirnos de dignidad.



En conclusión con respecto a la Eucaristía


Al mencionar el mana del desierto, Jesús hace alusión al estatuto del hombre pecador en el libro del Génesis (capitulo 3). “Comerás el pan con el sudor de tu frente”. Alimento obtenido para un trabajo agotador, comida que no llega a conjurar la vejez y la muerte, comida sembrada o cultivada, que monta de la tierra que implica el trabajo agotador y el sudor de la frente.

En el texto de San Juan, todos estos términos son puestos a la inversa. Jesús anuncia un pan que no sube de la tierra sino que desciende o baja del cielo. Un pan que no es el fruto del trabajo ya que el solo esfuerzo exigido para recibirlo es aceptarlo en la fe. Lo que Dios espera de nosotros es que creamos que Cristo es nuestro pan de vida.

La Eucaristía o (santa cena o misa) no es simplemente una comida, una liturgia donde todo debe desenvolverse según las normas o las rúbricas, o donde cada quien cumple el papel asignado. No se trata de un acto donde el sacerdote se pone lujosos vestidos litúrgicos, con suntuosas decoraciones, música inspiradora, homilías bien preparadas…Se trata de un encuentro comunitario que acrecienta nuestra fe en Jesús, el Pan venido del cielo.

Cuando yo compartía mi fe en Camerún, recuerdo haber presidido la Eucaristía utilizando como altar piedras planas y alargadas bajo los árboles o bajo una improvisada enramada. Mas, la comunidad cristiana estaba presente y participaba activamente, con alegría y convicción. Cristo estaba presente, como lo está hoy en nuestras grandes iglesias y catedrales.




REFERENCIAS Bibliográficas:


·        Para las lecturas: http://betania.es

         http://paroissesaintefamilledevalcourt.org 

·        Pequeño  misal “Prions en Église”, edición quebequense, Novalis, 2012.

·        HÉTU, Jean-Luc. Les Options de Jésus.

·        Revue Liturgique «  Célébrer « , Canada

·        http://cursillos.ca  , reflexion del P. Allard, s.d.v

martes, 21 de julio de 2015

26 de julio del 2015: 17o Domingo Ordinario (B)

Ellos repartieron y quedaron sobras

Dios conoce todas nuestras necesidades y mismo la de alimentarnos. Muchas veces y de variadas maneras Él alimentó su pueblo. Pero esto no será posible, si por nuestro lado  nosotros no aceptamos compartir con nuestros hermanos.



Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Juan (6,1-15):

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos.
Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: «¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?» Lo decía para tentarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer.
Felipe contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo.»

Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?» 

Jesús dijo: «Decid a la gente que se siente en el suelo.»
Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado.
Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie.» 

Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido.
La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: «Éste sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo.» 

Jesús entonces, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.

Palabra del Señor

Reflexión

Hambre corporal, hambre espiritual

La Palabra de Dios de este Domingo nos habla de generosidad de Dios, de unidad, de compartir, y de comida.

En toda agradable mesa de compartir han de estar presentes estos tres elementos: la generosidad, la unión y por supuesto el alimento a compartir.

En la Biblia como al igual que en todas las culturas y sociedades compartir el alimento es crucial. Donde hay comida abundante hay fiesta, alegría, regocijo, agradecimiento…hambre saciada…

El ser humano tiene muchas hambres: hambre de alimento, hambre de trabajo, hambre de diversión, hambre de salud, hambre de futuro promisorio, hambre de felicidad…

Y uno busca saciar esas hambres. Unos buscan el deporte, otros el dinero, las comidas o banquetes opíparos y refinados,: muchos organizan su vida en función del sexo; un cierto número funda su felicidad  o bienestar en la pareja o en la familia; algunos se lanzan en las devociones religiosas.

Es la carrera hacia la felicidad. Uno quiere participar.
La felicidad huye sin cesar, se nos escapa. Ella no dura mucho.

Quién puede darnos una mano en nuestras hambres?

“Jesús repartió los panes y pescado entre la gente”, les da todo el pan que quieren, nos dice el Evangelio de este domingo.

Realizarse humanamente, darle plenitud a la vida, por qué no?

Muchas personas católicas invocan tal o cual santo para tener éxito material, para la salid: la Virgen María, San José, Santa Ana, San Antonio de Padua, Santa Teresa del Nino Jesús, Santa Laura Montoya, San Judas, etc, por medio de veladoras, cirios, de intenciones de misas, de novenas, de rosarios, etc.

Sin embargo, es necesario confesar que la vida humana no estará plenamente satisfecha y apaciguada, que con Dios.

La Fe en Dios, en Jesús, puede llenar y satisfacer enteramente el hambre de felicidad!
«Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie.»

Es la abundancia de bienes espirituales, capaces de saciar el hambre de los creyentes.
Con poco, Dios puede hacer mucho!

Con pocos recursos o medios, los creyentes pueden llevar a cabo acciones extraordinarias.

“Pequeños esfuerzos posibles conducen a lo imposible, después de cierto tiempo”, puesto que el más grande o largo de los viajes comienza con un simple paso”.
“Contactos simples, pacientes, regulares, pueden lograr lo que se busca a pesar de las peores resistencias”.

“Una práctica religiosa desemboca en una acción mejorada”.

Una pequeña oración cotidiana hecha con fe y perseverancia obtiene resultados que superan la imaginación”.



Aproximación psicológica al texto del Evangelio

En proceso de liberación

De acuerdo a su costumbre, el evangelista Juan se preocupa aquí por aclarar o hacer descubrir el significado de la acción de Jesús. El relato que nos hace de la multiplicación de los panes, proyecta una iluminación vital sobre el sentido de la práctica eucarística (o sea la celebración de la cena, o misa). En el capítulo 6 de su evangelio, el relato de los panes multiplicados se presenta como el vínculo entre dos eventos claves: por un lado la liberación de Egipto y la travesía del desierto, y por otra parte, el don de la Eucaristía por Jesús.

En efecto, Juan sitúa la multiplicación de los panes en el contexto de la Pascua, es decir, de la liberación (6,4) y en el contexto del “desierto (donde los) padres han comido el maná.” (6,31), y en consecuencia del pueblo.  A la imagen del Dios que libera los oprimidos y los sostiene durante la larga marcha  de su liberación, el Mesías debía también reunir los pobres y los marginados para sostenerles en su caminar.

A ver ustedes que andan con sed, ¡vengan a las aguas! No importa que estén sin plata, vengan; pidan trigo sin dinero, y coman, pidan vino y leche, sin pagar.
Si ustedes me hacen caso, comerán cosas ricas y su paladar se deleitará con comidas exquisitas.

Atiéndanme y acérquense a mí, escúchenme y su alma vivirá. (Isaías 55,1-3).
En este contexto, la multiplicación de los panes aparece como la etapa o tiempo que permite penetrar el sentido de la Eucaristía, tal cual ella será abordada en otros  capítulos de los Evangelios sinòpticos y en los siguientes versos del presente capítulo. Jesús mismo se presenta como “El Pan de vida”, aquel que alimenta, que sostiene y permite acceder a la Vida: “Todo aquel que me coma vivirá por mi” (6,57). Recibir la Eucaristía es “comer la carne del Hijo del Hombre” (6,53), pero también es creer que esta carne alimenta (nutre) y permite en consecuencia continuar. Es entonces afirmar que uno está en camino, es situarse uno mismo en una travesía del desierto, y últimamente es reconocerse en proceso (o vía) de liberación.
Si nosotros espiritualizamos la Eucaristía, si hacemos de ella un ritual que nos hace salir de nuestra condición humana para establecernos dentro de una intimidad artificial con Dios, es entonces como haremos de ella una “comida perecedera” (6,27). Ya que un ritual religioso es impotente, incapaz de producir una liberación humana. Es en este sentido que Jesús afirma: “Sus padres comieron el mana y murieron” (6,49).
Para que  la acción eucarística sea algo adquirido “que permanezca” (6,27), es necesario creer tanto en la “liberación real”  como en la “presencia real”, puesto que si Dios está verdaderamente presente, Él actúa verdaderamente y si el actúa verdaderamente, hay cosas que de verdad cambian para lo mejor. Aquel que al comulgar (comer el cuerpo de Cristo) continúa avanzando en su liberación personal, y trabaja en la liberación de sus hermanos…Este vivirá para la eternidad” (v.59).

Reflexión Central:

Lo simbólico de la comida

Cuando leemos los textos bíblicos de este domingo, nos impresiona la importancia que se le da a las cifras: 20 panes de cebada para 100 personas, 5 panes y 2 peces para 5000 hombres, 12 cestas llenas de restos…Y cómo no pensar en otras cifras que hablan extensamente: cientos de miles asesinados en las guerras, 780 millones de personas hambrientas en el mundo, decenas de millones de euros (o dólares, o pesos) por la transferencia de un futbolista. Estas cifras nos dispensan de las palabras; ellas se convierten en palabra. De un lado, es el grito de la admiración ante el milagro; por el otro, es el horror.

Estas cifras nos dicen más que un simple cálculo matemático. Las lecturas, nos muestran lo desproporcionado entre el alimento disponible y las necesidades enormes: “ Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?» Nosotros también estamos confrontados a cuestiones parecidas: ante todas las catástrofes de muerte, ante las guerras y las hambrunas, nos sentimos desamparados e impotentes: qué podemos hacer?

 Y es ahí donde nos hace aterrizar el evangelio y mirar lo que ha hecho Jesús. En este día, nos propone volver a mirar de otra manera nuestra tabla de multiplicación. Antes que nada, Él acepta la modesta degustación o pequeña contribución de un joven. Nada habría sido posible si este chico no hubiera aceptado dar todo. Dios tiene necesidad de nuestros gestos de compartir para realizar grandes cosas. Es así como los 5 panes y los 2 pescados (que no peces) han servido para alimentar 5000 personas. Una precisión: el pan de cebada es el pan de los pobres. Es con este pan de pobres que Él alimenta toda esta multitud. Él confía totalmente en Dios. Él sabe que para Dios todo es posible.

El milagro de la multiplicación de los panes tiene varias significaciones o sentidos. Significa ante todo que Dios hace mucho más todavía por la mano de Jesús que por la de Moisés, por la de Elías y por la de Eliseo. No son 100 personas con 20 panes a las que Jesús alimenta, sino 5000 con 5 panes. No se trata de una madre y su hijo, sino de  5000 personas. No es el maná que se perdería sino uno no lo come enseguida; sino que es un alimento que sacia el que Jesús ofrece, y quedan restos tanto que se recogen 12 cestos. La cifra 12 hace pensar en las 12 tribus de Israel.

Más allá del prodigio, cual es el sentido del relato? Se hablara de ello en las próximas semanas, pero el primer sentido, el más banal, el más elemental, es que Dios se interesa en la vida de los humanos. Toda comida o alimento es un don de Dios…

El miedo más grande de la humanidad ha sido siempre morir de hambre. Una mala cosecha, un incendio, las langostas o pestes, una helada, una tempestad, y la crisis estaba en la puerta.

Durante la guerra entre 1939 y 1945, cuántas personas recuerdan los racionamientos a los cuales fueron sometidas: el azúcar, la mantequilla, los huevos, el petróleo, tantas cosas se racionaban! Nuestro siglo cree haber inventado el reciclaje. Pero en otro tiempo, los viejos mantos servían para hacer almohadas o tapices…Nada se perdía.

El primer don de Dios, es la vida. Y la primera etapa de la vida es comer. Que Dios alimente su pueblo multiplicando los panes, o que el alimento nos adviene por el largo proceso de la agricultura, al final, es siempre el mismo milagro. Es siempre Dios quien alimenta. Es eso lo que canta el salmo con una bella ingenuidad:

Los ojos de todos te están aguardando, 
tú les das la comida a su tiempo; 
abres tú la mano, 
y sacias de favores a todo viviente.
(Salmo 144 (145), 15-16).

El ser humano no es simplemente un ser que come. Comer y no ser comido, es el reto, desafío de todos los animales.  El ser humano no hace más que satisfacer, saciar su hambre. No solamente como todos los animales siente placer al comer, sino que además él hace de su comida un momento de fiesta y de celebración. El hace del alimento una comida, un festín. Él realiza esto por 2 caminos o vías: primero, él alista o dispone su comida inventando el arte culinario. Y hace de su comida un gesto de amor y de amistad. Todo es totalmente mejor cuando se come en compañía, dos, cinco, diez. Recuerdo cuando estuve en África que “comer solo se consideraba signo de maldición o infelicidad”…Lo mejor es comer acompañados.

Antes que nada, el ser humano ha inventado el arte culinario. Qué inmenso trabajo de la humanidad durante miles de años para mezclar y « combinar» los sabores, las texturas, los colores, para dar placer a la vez a la nariz, al ojo y al paladar. Todo el juego de condimentos y de sazón. El arte de las salsas, el secreto de los cocidos. Tener 10 o 15 maneras para cocinar las papas o las zanahorias! Basta con pensar en el pan…

Qué decir del arroz y sus mil usos, y del queso? Se cae acaso en cuenta que fue en Occidente y principalmente en los monasterios, es decir, en los lugares reservados a Dios, que el arte culinario se conservó y se desarrolló?

Civilizar la gente, hacerlos salir de la barbarie, es enseñarles a comer y a hacer de comer.

Es decir que es bajo la forma de pan como Dios viene a nosotros! Todos nosotros sabemos que la multiplicación de los panes hace referencia a la Eucaristía, como lo he dicho arriba en la aproximación psicológica.

Pero no será necesario que haya un poco más de Eucaristía en nuestras comidas o cenas y un poco más de comida en nuestras Eucaristías? Es necesario decirlo y volverlo a decir. Toda comida es un don de Dios. Toda comida es un festín. Toda comida es una oportunidad, un chance y una fiesta.

Pobre gente que come a las carreras y sin pensar, que consumen un  sándwich inclusive sin mirarlo y que parecen desear inconscientemente una píldora o un brebaje para sustentarse, como si se tratara nada más que de una función biológica.  

Es esto mismo lo que Jesús va a reprocharles a sus auditores, “Ustedes han venido porque se han saciado”. Como si la biología fuera suficiente.
Para llegar a ser humano, es necesario aprender a comer. Y eso lo que es necesario, hace falta  paciencia para enseñarle a un bebe sentado en una silla alta con utensilios, a utilizarlos de buena manera, a lavarse las manos antes de comer, a no hablar con la boca llena! Es toda la transición o pasaje de la bestia al ser civilizado. Saber esperar, controlar su cuerpo y sus deseos, mirar, sonreír, saborear o degustar lentamente. Comer es un rito. Comer es un milagro. Cada vez que se come,  hemos de ser consientes de la suerte formidable que tenemos.

Es por ello que es bueno bendecir la mesa y dar gracias a Dios, puesto que toda comida es comunión con el más allá. La multiplicación de los panes cuenta la feliz sorpresa de una multitud fatigada y a la que se le provoca el apetito por la palabra de Jesús. Entonces, se sientan sobre la hierba y se comparte un poco de pan y de pescado en la tibieza de un sol de verano. No se dice nada de la fiesta. Acaso había vino? Quién habra tocado la flauta o el tambor? Ha habido danzas? Yo habria compuesto una cancion para responder. La comida era modesta. La experiencia era si preciosa!
Si toda comida es don y fiesta de Dios, es necesario entonces también que la Eucaristía se asemeje a una fiesta…

Para expresarse, para revelarse a nosotros, para unírsenos, Dios toma la ruta de la comida. Es un símbolo fabuloso. Uno lo encuentra casi en todas las religiones. Pero en el contexto de la multiplicación de los panes, esto adquiere un valor todo particular. Aquel de la proximidad o cercanía, de la simplicidad o sencillez, del regocijo o alegría. Dios alimenta siempre a su pueblo. Toda comida o alimento es un don de Dios. Todo alimento es gracia y fiesta…

Uno siente miedo de constatar  que hoy estemos deshumanizándonos, que no hay más verdadero alimento sino “simples bocados”. Comer por comer en lugar de comer para festejar. Imaginemos la alegría de aquellos 5000 hombres, sin contar las mujeres y los niños, que festejan al aire libre y compartiendo el pan y el pescado. Literalmente era el cielo en la tierra, y aquella tarde, la gente ha comprendido que Jesús superaba a Eliseo, era más que Moisés y Elías, que una nueva era comenzaba en el país de Dios.

Qué decir hoy? :
Señor enséñanos a comer.
Aquí (quizás) no conocemos la penuria,
ni mismo el miedo de la escasez o a que nos falte algo.
Enséñanos al menos a decir GRACIAS
y a comer en medio de la alegría.
Enséñanos también la solidaridad con los pobres de la tierra…

Pero sobre esto, volveremos a hablar…



REFERENCIAS:






HÉTU, Jean-Luc. Les Options de Jésus.


BEAUCHAMP, André. Comprendre la Parole, Année B. Novalis, 2007.








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