viernes, 4 de diciembre de 2020

4 de diciembre del 2020: viernes de la primera semana de Adviento

 

(Isaías 29, 17-24) Los humildes y los pobres estarán alegres! Los ciegos al final verán! Es el mundo al revés, o quizás mejor puesto al derecho.

 Que en este Adviento, Jesús nos sane de nuestras cegueras para que volvamos a encontrar el verdadero sentido de las cosas.

 

 


Primera lectura

 

Lectura del libro de Isaías (29,17-24):

ESTO dice el Señor:
«Pronto, muy pronto,
el Líbano se convertirá en vergel,
y el vergel parecerá un bosque.
Aquel día, oirán los sordos las palabras del libro;
sin tinieblas ni oscuridad verán los ojos de los ciegos.
Los oprimidos volverán a alegrarse en el Señor,
y los pobres se llenarán de júbilo en el Santo de Israel;
porque habrá desaparecido el violento, no quedará rastro del cínico;
y serán aniquilados los que traman para hacer el mal:
los que condenan a un hombre con su palabra,
ponen trampas al juez en el tribunal,
y por una nadería violan el derecho del inocente.
Por eso, el Señor, que rescató a Abrahán,
dice a la casa de Jacob:
“Ya no se avergonzará Jacob,
ya no palidecerá su rostro,
pues, cuando vean sus hijos mis acciones en medio de ellos,
santificarán mi nombre,
santificarán al Santo de Jacob
y temerán al Dios de Israel”.
Los insensatos encontrarán la inteligencia
y los que murmuraban aprenderán la enseñanza».

Palabra de Dios

 

 

Salmo

Sal 26,1.4.13-14



R/.
 El Señor es mi luz y mi salvación.

R/. El Señor es mi luz y mi salvación.

V/. El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar? R/.

V/. Una cosa pido al Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo. R/.

V/. Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor. R/.

 

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo (9,27-31):

EN aquel tiempo, dos ciegos seguían a Jesús, gritando:
«Ten compasión de nosotros, hijo de David».
Al llegar a la casa se le acercaron los ciegos, y Jesús les dijo:
«¿Creéis que puedo hacerlo?».
Contestaron:
«Sí, Señor».
Entonces les tocó los ojos, diciendo:
«Que os suceda conforme a vuestra fe».
Y se les abrieron los ojos. Jesús les ordenó severamente:
«¡Cuidado con que lo sepa alguien!».
Pero ellos, al salir, hablaron de él por toda la comarca.

Palabra del Señor

 

 

////////////////

 

Y se les abrieron los ojos. Jesús les ordenó severamente:
«¡Cuidado con que lo sepa alguien!».
Pero ellos, al salir, hablaron de él por toda la comarca.

Mateo 9: 30–31

 

¿Quién es Jesús? Esta pregunta es mucho más fácil de responder hoy que cuando Jesús caminó por la Tierra. Hoy somos bendecidos con innumerables santos que nos han precedido y que con oración e inteligencia han enseñado mucho acerca de la persona de Jesús. Sabemos que Él es Dios, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Salvador del mundo, el Mesías prometido, el Cordero sacrificado y mucho más.

 

El evangelio anterior proviene de la conclusión del milagro en el que Jesús sanó a dos ciegos. Estos hombres se sintieron abrumados por su curación y su emoción se apoderó de ellos. Jesús les instruyó a “Ver que nadie sepa acerca de esta” curación milagrosa. Pero su emoción no pudo ser contenida. No es que fueran intencionalmente desobedientes a Jesús; más bien, no sabían de qué otra manera expresar su sincera gratitud aparte de contarles a otros lo que Jesús había hecho.

 

Una razón por la que Jesús les dijo que no le dijeran a otros acerca de Él es porque Jesús sabía que ellos no entendían completamente quién era Él. Sabía que su testimonio acerca de Él no lo presentaría de la manera más veraz. El era el Cordero de Dios. El Salvador. El Mesías. El Cordero del sacrificio. Él fue Aquel que vino a este mundo para redimirnos mediante el derramamiento de Su sangre. Mucha gente, sin embargo, quería un “mesías” nacionalista o un hacedor de milagros solo. Querían uno que los salvaría de la opresión política y los convertiría en una gran nación terrenal. Pero esta no era la misión de Jesús.

 

A menudo también podemos caer en la trampa de malinterpretar quién es Jesús y quién quiere ser en nuestras vidas. Podemos desear un "dios" que nos salve solo de nuestras luchas diarias, injusticias y dificultades temporales. Podemos querer un "dios" que actúe de acuerdo con nuestra voluntad y no al revés. Queremos un "dios" que nos sane y nos libere de toda carga terrenal. Pero Jesús enseñó claramente a lo largo de su vida que sufriría y moriría. Nos enseñó que debemos tomar nuestras propias cruces y seguirlo. Y nos enseñó que debemos morir, abrazar el sufrimiento, ofrecer misericordia, poner la otra mejilla y encontrar nuestra gloria en lo que el mundo nunca comprenderá.


Reflexiona hoy sobre si Jesús te advierte acerca de hablar demasiado alto acerca de su visión de Quién es Él. ¿Luchas por presentar un "dios" que en realidad no es Dios? ¿O has llegado a conocer la misma Persona de Cristo nuestro Señor hasta tal punto que eres capaz de dar testimonio de Aquel que murió? ¿Te jactas solo en la Cruz? ¿Proclamas a Cristo crucificado y predicas solo la sabiduría más profunda de la humildad, la misericordia y el sacrificio? 


Vuelve a a una verdadera proclamación de Cristo, dejando de lado todas y cada una de las imágenes confusas de nuestro Dios salvador.

 

Mi verdadero y salvador Señor, me encomiendo a Ti y oro para llegar a conocerte y amarte como eres. Dame los ojos que necesito para verte y la mente y el corazón que necesito para conocerte y amarte. Elimina de mí cualquier visión falsa de Quien eres y emplaza dentro de mí un verdadero conocimiento de Ti, mi Señor. Al llegar a conocerte, me ofrezco a ti para que me utilices para proclamar tu grandeza a todos. Jesús, en Ti confío.

miércoles, 2 de diciembre de 2020

3 de diciembre del 2020: jueves de la primera semana de Adviento- San Francisco Javier, patrono de las Misiones


(Mateo 7, 21.24-27)  Mis esperanzas, mis sueños, todos mis proyectos en qué se sustentan? en qué se apoyan? Cuando aparecen las dificultades, las tempestades de la vida, yo me hundo o encuentro como debe ser mi apoyo en el Señor?

Que su Palabra permanezca siempre en mí y que Él sea mi fuerza y mi paz! Amén!






Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (26,1-6):

Aquel día, se cantará este canto en la tierra de Judá:
«Tenemos una ciudad fuerte,
ha puesto para salvarla murallas y baluartes.
Abrid las puertas para que entre un pueblo justo,
que observa la lealtad;
su ánimo está firme y mantiene la paz,
porque confía en ti.
Confiad siempre en el Señor,
porque el Señor es la Roca perpetua.
Doblegó a los habitantes de la altura,
a la ciudad elevada;
la abatirá, la abatirá
hasta el suelo, hasta tocar el polvo.
La pisarán los pies, los pies del oprimido,
los pasos de los pobres».
Palabra de Dios



Salmo
Sal 117,1.8-9.19-21.25-27a

R/. Bendito el que viene en nombre del Señor

R/. Bendito el que viene en nombre del Señor.


O bien:

R/. Aleluya

V/. Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los jefes. R/.

V/. Abridme las puertas de la salvación,
y entraré para dar gracias al Señor.
Esta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.
Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mí salvación. R/.

V/. Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios, él nos ilumina. R/.



Texto del Evangelio (Mt 7,21.24-27): 

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina».

////

Reflexión:      

Construir sobre lo sólido

Es bien seguro que Jesús habla en sentido figurado: se trata de construir nuestra vida sobre valores sólidos. La pregunta entonces sería esta: sobre que está fundada nuestra vida ? Sobre bases o columnas solidas o sobre la arena movediza?

Pero Jesús no se contenta con enunciar un principio general. Como por azar, su parábola aparece o viene para clausurar el sermón de la montaña (Mateo 5-7). Es necesario entonces leer por completo el sermón, que se abre con las bienaventuranzas y que nos transmite lo mejor de las enseñanzas de Jesús. Esto es algo sólido!

Quizás y por al contrario, yo soy menos entusiasta con la idea de invocar a Dios como “roca”, como lo hace Isaías hoy. Yo prefiero las otras imágenes que encontramos en su obra y que son, estas, deducidas de las relaciones y las actitudes humanas: Padre, Madre, Esposo, Pastor, Alfarero, Protector, Consolador, Servidor.

Es sobre este Dios que es necesario apoyarse.

Los que aceptan el llamado retador de las palabras de Jesús, viviendo como discípulos, están edificando sobre roca. Esto se realiza tanto en el discípulo individual, como en la comunidad de la Iglesia.




San Francisco Javier




Fue un importante misionero jesuita, miembro del grupo inicial de la Compañía de Jesús y estrecho colaborador de su fundador, Ignacio de Loyola. Destacó por sus misiones que se desarrollaron en el oriente asiático y en el Japón, recibiendo el sobrenombre de Apóstol de las Indias.

Presbítero jesuita y patrono de las misiones

Javier (Navarra) 7 de abril de 1506 - Isla de Sancián (Asia) 3 de diciembre de 1552
 

Fechas clave en la vida de Javier:

1506. Nace en el Castillo de Javier, sexto y último hijo de Juan de Jaso y María Azpilicueta.

1525. Marcha a París para estudiar en la Sorbona

1528. Conoce en París a Ignacio de Loyola y Pedro Fabro, con quienes comparte habitación.

1533. Se une a la «Compañía» de Ignacio.

1534. Practica los Ejercicios Espirituales, dirigidos por Ignacio. El 15 de agosto, el primer grupo de "compañeros' de Ignacio emite los votos.

1535. Parten para Venecia, con intención de embarcar para Jerusalén, adonde no irán. Se dirigen a Roma, donde Pablo III los acoge y bendice.

1537. Javier es ordenado sacerdote el 24 de junio.

1540. El 14 de marzo es nombrado delegado papal para todo Oriente, y al día siguiente parte hacia Lisboa.

1541. En abril zarpa la flota portuguesa hacia las Indias, con Javier a bordo, entre los más humildes de la embarcación.

1542. El 6 de mayo arribaba a Goa, capital del imperio portugués. Intensa labor misionera.

1545. Llega a Malaca, después de venerar el sepulcro de Santo Tomás en Meliepur.

1549. El 15 de agosto, Javier pone pie en Japón: el primer misionero cristiano que llega hasta allí. Luego volvería a Goa.

1552. En su afán misionero de evangelizar China, llega a la isla de Sancián, donde murió el 3 de diciembre.

1622. Es canonizado el 12 de marzo.

La alegría de Javier, clave de su perfil humano, espiritual y misionero

[...] Decir que Javier tenía un carácter alegre y una especial donosura en el trato, es decir bastante, pero no es decir todo, ni siquiera lo más significativo. Acerca de lo primero, el doctor Navarro informa a Tursellini: «[De niño] nadie era más honrado, jovial y afable que él». Él escribe de sí mismo a su hermano Juan acerca de su mundo de relaciones en la Universidad de París: «Acá se me hacen todos muy amigos».

Damos un paso más cuando descubrimos en los abundantes testimonios de sus compañeros de viaje el significado oblativo de una alegría que él sirve gratuitamente como un bálsamo que alivia las penas, y enjuga las lágrimas de todos los que le rodean. Sobre todo en los momentos difíciles de enfermedades, peligros por mar y tierra, y trances especialmente dolorosos. Todos se le acercaban para sacudirse el yugo oprimente de sus pesares y reencontrar la paz y la esperanza amenazadas. ¿Acaso no es éste el sentido más inmediato de «evangelizar»?: contagiar de la verdadera vida que nos ha sido regalada en Cristo, y que se extrovierte en la bandeja de la santa alegría como signo de autenticidad de lo encontrado.

No me privo de reproducir un maravilloso testimonio tomado de una carta del padre Melchior Nunes Barreto a sus hermanos en Coimbra. En él encontramos el aroma que desprendía el Javier de la última época. El Javier resultante de la misión del Japón, crucificada quizá como ninguna de la anteriores: «A principios de febrero quiso Dios nuestro Señor traernos inesperadamente al Padre Maestro Francisco del Japón; y creo que vino más movido por inspiración divina que por razón humana, por la mucha necesidad que había de arreglar las cosas de la Compañía en estas partes de la India. Vosotros, mis Hermanos, podréis comprender la alegría que su llegada trajo a mi alma, si tenéis en cuenta qué cosa es ver a un hombre sobre la tierra, que andando en ella conversatio eius in caelis est. ¡Oh mis Hermanos, qué cualidades vi en él en esos pocos días que tuve trato con él! ¡Oh, qué corazón tan encendido en el amor de Dios! ¡Oh, con qué llamas arde de amor al prójimo! ¡Qué cuidado tiene para resucitarlas y restituirlas al estado de gracia. siendo ministro de Cristo para la más bella obra que hay sobre la tierra, la justificación del impío y pecador! ¡Oh, que afable es, siempre riendo con rostro afable y sereno. Siempre ríe y nunca ríe: siempre ríe porque tiene siempre una alegría espiritual... Y a pesar de ello nunca ríe, ya que siempre está recogido en sí mismo y nunca se disipa con las criaturas».

Siempre ríe y nunca ríe... ¿No es acaso la viva pintura del rostro del Cristo de Javier? ¿No se hizo Francisco, poco a poco, trasunto de aquella imagen serenamente gozosa, alegremente víctoríosa, contenida a la vez que inmensamente expresiva? [...]

Germán Arana S.J.
 

Texto tomado de: Martínez Puche, José A. (director),
Colección Nuevo Año Cristiano de EDIBESA.

2 de diciembre del 2020: Miércoles de la Primera semana de Adviento


(Mateo 15, 29-37) Sobre la montaña, Jesús comprende y ve la miseria de su pueblo, como en en tiempos pasados Dios había comprendido y visto la miseria de los hebreos en Egipto. La piedad de Jesús se traduce en  un gesto de compasión: Él multiplica los panes y los peces.




Lectura del libro de Isaías (25,6-10a):

EN aquel día, preparará el Señor del universo para todos los pueblos,
en este monte, un festín de manjares suculentos,
un festín de vinos de solera;
manjares exquisitos, vinos refinados.
Y arrancará en este monte
el velo que cubre a todos los pueblos,
el lienzo extendido sobre a todas las naciones.
Aniquilará la muerte para siempre.
Dios, el Señor, enjugará las lágrimas de todos los rostros,
y alejará del país el oprobio de su pueblo
—lo ha dicho el Señor—.
Aquel día se dirá: «Aquí está nuestro Dios.
Esperábamos en él y nos ha salvado.
Este es el Señor en quien esperamos.
Celebremos y gocemos con su salvación,
porque reposará sobre este monte la mano del Señor».

Palabra de Dios



Lectura del santo evangelio según san Mateo (15,29-37):

E
n aquel tiempo, Jesús, se dirigió al mar de Galilea, subió al monte y se sentó en él.
Acudió a él mucha gente llevando tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros; los ponían a sus pies, y él los curaba.
La gente se admiraba al ver hablar a los mudos, sanos a los lisiados, andar a los tullidos y con vista a los ciegos, y daban gloria al Dios de Israel.
Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
«Siento compasión de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino».
Los discípulos le dijeron:
«¿De dónde vamos a sacar en un despoblado panes suficientes para saciar a tanta gente?».
Jesús les dijo:
«¿Cuántos panes tenéis?».
Ellos contestaron:
«Siete y algunos peces».
Él mandó a la gente que se sentara en el suelo. Tomó los siete panes y los peces, pronunció la acción de gracias, los partió y los fue dando a los discípulos, y los discípulos a la gente.
Comieron todos hasta saciarse y recogieron las sobras: siete canastos llenos.

Palabra del Señor.

/////


1

Reflexión

Por medio de nosotros…(somos las manos de Dios)

 Para Isaías, el signo peculiar de los tiempos mesiánicos es que, por medio del Mesías, Dios dará a su pueblo abundancia de alimento y de bebida. El pueblo anhela la vida y la paz. Los prisioneros quieren quedar libres, los ciegos quieren ver, los hambrientos quieren pan. Pero también, el pueblo tiene hambre de consuelo, amistad, perdón, entendimiento, aceptación, justicia, amor. Estos deseos serán colmados cuando Jesús, el Mesías, llegue. Él dará alimento al pueblo hambriento. --- Y nosotros sus discípulos, tenemos también que satisfacer el hambre de los hermanos, porque él quiere actuar por medio de nosotros.

El gran maestro y Mesías

Jesús se sienta: es la posición de los rabinos para enseñar. Se menciona esta posición antes del Sermón de la Montaña y antes del Sermón de las parábolas. Jesús es el Maestro que enseña. Cuando Mateo dice que Jesús está sobre una montaña, lo que quiere decirnos es que Él es el nuevo Moisés que aporta la Palabra de Dios. San Juan el evangelista dirá: Él es la Palabra de Dios. La gente trae los enfermos y se los acerca, Él los cura. La gente se admira y da Gloria a Dios. Lo más sorprendente es que después de las curaciones es que Jesús dice. "Siento compasión de la gente".

Más allá de las necesidades de los enfermos, Jesús ve otra  necesidad más grande que las enfermedades. Entre la gente que ha venido a escucharlo, hay un hambre de la Palabra y de la Presencia de Dios. Es de este tipo de hambre o necesidad que Jesús siente piedad (compasión). Lo que Jesús hace en seguida es un signo de lo que quiere hacer para satisfacer esta hambre. Él comienza por el hambre material prodigando una comida que no se agota, que no se acaba. Moisés en el desierto, recordemos, había obtenido el maná, una comida venida del cielo, para los israelitas que padecían hambre. Jesús es aquel que va aportar la verdadera comida venida del cielo, de la cual, los siete panes y los peces no son más que una imagen. Esta será una comida abundante como lo indican las 7 canastos de las sobras.

Para que la lección sea bien clara para los discípulos y para aquellos que vendrán después de ellos, Jesús emplea un gesto que en adelante uno debe reconocer. Este gesto tiene cuatro elementos: Jesús toma los panes, da gracias, los parte y se los da a los discípulos.

Es un gesto litúrgico que será retomado en la última cena para instituir la Eucaristía. Mismo la palabra Eucaristía (eucharistèsas) es empleada aquí para dar gracias. La única diferencia es que en la última cena, es Jesús quien distribuye el pan. Aquí, Jesús manda sus discípulos a distribuirlo y es lo que continúa haciendo hoy en la Iglesia.


Jesús es el Maestro que aporta la Palabra del Padre. Pero con esta Palabra, Él aporta su presencia que permanecerá a pesar de su partida.


2

 

Tomó los siete panes y los peces, pronunció la acción de gracias, los partió y los fue dando a los discípulos, y los discípulos a la gente.
Comieron todos hasta saciarse y recogieron las sobras: siete canastos llenos.

 

Mateo 15: 36–37




 

Esta línea concluye el segundo milagro de la multiplicación de los panes y los peces como lo cuenta Mateo. En este milagro, se multiplicaron siete panes y algunos peces para alimentar a 4.000 hombres, sin contar las mujeres y los niños. Y una vez que todos comieron y se saciaron, quedaron siete canastas llenas.

 

Es difícil subestimar el efecto que este milagro tuvo en quienes estaban allí. Quizás muchos ni siquiera sabían de dónde venía la comida. Solo vieron que pasaban las canastas, se llenaron y pasaron el resto a otros. Aunque hay muchas lecciones importantes que podemos aprender de este milagro, consideremos una de ellas.

 

Recuerde que las multitudes habían estado con Jesús durante tres días sin comer. Se asombraron de Él mientras enseñaba y sanaba continuamente a los enfermos en su presencia. De hecho, estaban tan asombrados que no dieron señales de dejarlo, a pesar del hambre evidente que debían haber estado experimentando. Esta es una maravillosa imagen de lo que debemos buscar tener en nuestra vida interior.

 

¿Qué es lo que te “sorprende” en la vida? ¿Qué es lo que puedes hacer hora tras hora sin perder la atención? Para estos primeros discípulos, fue el descubrimiento de la misma Persona de Jesús lo que tuvo este efecto sobre ellos. ¿Qué hay de ti? ¿Alguna vez ha descubierto que el descubrimiento de Jesús en la oración, o en la lectura de las Escrituras, o mediante el testimonio de otro, fue tan convincente que quedaste absorto en su presencia? ¿Alguna vez has estado ran absorto en nuestro Señor que pensaste poco en  otras cosas?

 

En el Cielo, nuestra eternidad se pasará en una perpetua adoración y "asombro" de la gloria de Dios. Y nunca nos cansaremos de estar con Él, asombrados por Él. Pero con demasiada frecuencia en la Tierra perdemos de vista la acción milagrosa de Dios en nuestras vidas y en las vidas de quienes nos rodean. En cambio, con demasiada frecuencia nos sumergimos en el pecado, los efectos del pecado, el dolor, el escándalo, la división, el odio y las cosas que conducen a la desesperación.

 

Reflexiona hoy sobre estos primeros discípulos de Jesús. Reflexiona, especialmente, en su asombro y admiración al permanecer con Él durante tres días sin comer. Esta atracción de nuestro Señor debe apoderarse de ti y abrumarte tanto que Jesús sea el único foco central de tu vida. Y cuando lo está, todo lo demás encaja en su lugar y nuestro Señor provee para tus muchas otras necesidades.

 

Mi divino Señor, te amo y deseo amarte más. Lléname de asombro y asombro por Ti. Ayúdame a desearte sobre todas las cosas y en todas las cosas. Que mi amor por Ti se vuelva tan intenso que me encuentre confiando siempre en Ti. Ayúdame, querido Señor, a convertirte en el centro de toda mi vida. Jesús, en Ti confío.

lunes, 30 de noviembre de 2020

Primero de diciembre del 2020 Martes de la primera semana de Adviento



(Lucas 10, 21-24) Para descubrir la sabiduría de Dios, nuestros maestros no son los sabios sino los pequeños, ya que ellos acogen en toda confianza a Jesús y su mensaje de amor.



Lectura del Profeta Isaías:

Isaías  11: 1 - 10

1         Saldrá un vástago del tronco de Jesé, y un retoño de sus raíces brotará.
2         Reposará sobre él el espíritu de Yahveh: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor de Yahveh.
3         Y le inspirará en el temor de Yahveh. No juzgará por las apariencias, ni sentenciará de oídas.
4         Juzgará con justicia a los débiles, y sentenciará con rectitud a los pobres de la tierra. Herirá al hombre cruel con la vara de su boca, con el soplo de sus labios matará al malvado.
5         Justicia será el ceñidor de su cintura, verdad el cinturón de sus flancos.
6         Serán vecinos el lobo y el cordero, y el leopardo se echará con el cabrito, el novillo y el cachorro pacerán juntos, y un niño pequeño los conducirá.
7         La vaca y la osa pacerán, juntas acostarán sus crías, el león, como los bueyes, comerá paja.
8         Hurgará el niño de pecho en el agujero del áspid, y en la hura de la víbora el recién destetado meterá la mano.
9         Nadie hará daño, nadie hará mal en todo mi santo Monte, porque la tierra estará llena de conocimiento de Yahveh, como cubren las aguas el mar.
10       Aquel día la raíz de Jesé que estará enhiesta para estandarte de pueblos, las gentes la buscarán, y su morada será gloriosa.


****


Lectura del evangelio Según San Lucas 10,21-24

21 En aquella misma hora Jesús se regocijó en el Espíritu, y dijo: Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños.  Sí, Padre, porque así te agradó.
22 Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre;(L) y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo,(M) y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.
23 Y volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis;
24 porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.


***


Reflexión:

YO ME ACUERDO…

Para los judíos, la memoria es importante. Al hacer memoria de las intervenciones de Dios  por ellos en el pasado, ellos retoman confianza y dirigen su mirada hacia el futuro. Ellos se dicen: « Recuerda lo que el Señor ha hecho en otro tiempo. Puesto que el Señor ha hecho esto por nosotros en el pasado, Él no nos dejará caer ni hoy ni mañana ».

Nosotros que somos cristianos también tenemos memoria. Mas lo que estimula nuestra fe no es el recuerdo de los hechos pasados, sino tener presente constantemente lo que va a venir. Nosotros hacemos memoria del futuro, de la venida de Cristo, de su Parusía (manifestación definitiva en el tiempo). Nosotros decimos: « Recuerda lo que viene! Cristo viene para culminar (consumar) su Pascua, Él viene para llevarnos consigo, para que todos estemos con el Padre para siempre ».

Y puesto que la venida  o revelación definitiva de Jesús, su Parusía  se acerca (ya llega) levantemos la cabeza, tengamos confianza en el mañana y superaremos, sin importar, cualquier dificultad. El Señor no nos fallará nunca. Al seguir tras sus huellas, los cristianos tienen la responsabilidad de transmitir el gusto por lo que viene, por el mañana!


Un Mesías para todos los pueblos

Y estamos aquí, con la primera lectura de hoy, sumergidos en la plena espera mesiánica, con la figura emblemática de un “vástago” salido del tronco de Jesé, padre de David. Todo está contenido ahí: ascendencia davídica y real, plenitud del Espíritu, hombre de palabra, de justicia, de compasión y de paz. Isaías hace eco de las esperanzas mesiánicas de su comunidad, pero es él también, entre todos los profetas, quien más ha contribuido a elaborar estas esperanzas. Con razón es llamado “el quinto evangelista” o sea dador de buenas nuevas.

El oráculo del profeta con respecto a la raíz de Jesé desborda completamente el horizonte estrictamente nacionalista de los habitantes de Jerusalén  y de la comunidad judía del siglo VIII antes de Cristo. Desde ya, el gran profeta extiende la perspectiva en la salvación a todas las naciones: la raíz de Jesé se erguirá “como un estandarte para todos los pueblos”.

El evangelio de hoy nos muestra cómo Jesús “bajo la acción del Espíritu Santo”, se regocija de la manera como el Padre ha decido revelarse: no con un  gran estallido de poder, sino a través de la humildad del corazón de los “más pequeños” que saben reconocer su bondad. Este Dios no se concibe ni se quiere mostrar conquistador, sino servidor de los más pequeños y de los más pobres.


2

Dirigiéndose a los discípulos en privado, dijo: “Bienaventurados los ojos que ven lo que ustedes ven.  Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que veis, pero no lo vieron, y oír lo que oís, pero no lo oyeron ”.  

 

Lucas 10: 23-24 

 

¿Qué vieron los discípulos que hizo que sus ojos "fueran bendecidos"? Claramente, fueron bendecidos al ver a nuestro Señor. Jesús era el prometido por los profetas y reyes de la antigüedad y ahora estaba allí, en carne y hueso, presente para que los discípulos lo vieran. Aunque no tenemos el privilegio de "ver" a nuestro Señor de la misma manera que lo hicieron los discípulos hace unos 2.000 años, tenemos el privilegio de verlo de innumerables formas en nuestra vida diaria, si solo tenemos "ojos que ven" y oídos para oír.


Desde el momento de la aparición de Jesús en la Tierra, en la carne, muchas cosas han cambiado. Los apóstoles fueron finalmente llenos del Espíritu Santo y enviados en una misión para cambiar el mundo. Se estableció la Iglesia, se instituyeron los sacramentos, se ejerció la autoridad pedagógica de Cristo e innumerables santos han dado testimonio de la Verdad con sus vidas. Los últimos 2000 años han sido años en los que Cristo se manifestó continuamente al mundo de innumerables formas.


Hoy, Cristo todavía está presente y continúa ante nosotros. Si tenemos los ojos y los oídos de la fe, no lo dejaremos de ver día tras día. Veremos y entenderemos las innumerables formas en las que Él nos habla, nos guía y nos guía hoy. El primer paso hacia este don de vista y oído es su deseo. ¿Deseas la Verdad? ¿Deseas ver a Cristo? ¿O estás satisfecho con las muchas confusiones de la vida que buscan distraerte de lo que es más real y que más cambia tu vida?


Reflexiona hoy sobre tu deseo. Los profetas y reyes de la antigüedad “deseaban” ver al Mesías. Tenemos el privilegio de tenerlo vivo en nuestra presencia hoy, hablándonos y llamándonos continuamente. Fomenta en ti el deseo de nuestro Señor. Deja que se convierta en una llama ardiente que anhele consumir todo lo verdadero y todo lo bueno. Desea a Dios. Desea Su Verdad. Desea Su mano guiadora en tu vida y permítele que te bendiga más allá de lo que puedas imaginar.


Mi divino Señor, sé que estás vivo hoy, hablándome, llamándome y revelándome Tu gloriosa presencia. Ayúdame a desearte y, dentro de ese deseo, a volverme a Ti con todo mi corazón. Te amo, mi Señor. Ayúdame a amarte más. Jesús, en Ti confío.

viernes, 27 de noviembre de 2020

30 de noviembre del 2014: Primer Domingo de Adviento (B)

Entre Espera, Esperanza y vigilancia

Entre Espera, Esperanza y vigilancia
Foto:http://www.valdensesdelsur.com/wp-content/uploads/2013/12/adviento-hacia-navidad

Vigilen y esperen
Cristo volverá para finiquitar la Obra de su Salvación. Desde ahora hasta ese  momento, estamos invitados a acordarnos de su mirada tierna vigilante sobre nosotros. A pesar que su regreso se hace esperar, es necesario vigilar y estar preparados para su regreso.



Evangelio según san Marcos (13,33-37)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
Estén preparados y vigilando, porque no saben cuándo llegará ese momento.
Cuando un hombre va al extranjero y deja su casa, entrega responsabilidades a sus sirvientes, cada cual recibe su tarea, y al portero le exige que esté vigilante.
Lo mismo ustedes: estén vigilantes, porque no saben cuándo regresará el dueño de casa, si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o de madrugada;
no sea que llegue de repente y los encuentre dormidos.
Lo que les digo a ustedes se lo digo a todos: Estén despiertos.»
Palabra del Señor


A guisa de introducción: 

« No vuelve quien nunca ha existido », « es insensato esperar el regreso de un personaje fantástico”.

Parece decir el mundo que pretende hacer de lado a Dios y avanzar como si no existiese.

Comienzo con estas frases pesimistas para hacer ver que no deja de ser actual desde hace 2000 años, los temores y preocupación de Jesús antes de su partida. “Cuando vuelva el Hijo del Hombre hallará FE en la tierra?”  (Lucas 18,8). Por eso e  Insistentemente en sus parábolas y relatos proferidos antes de su pasión, el Hijo de Dios invita a la “Vigilancia”, A “estar atentos”, a “velar”, “permanecer a la espera”.

El nuevo año litúrgico B (evangelio central San Marcos), que iniciamos en nuestra comunidad como siempre con el tiempo de Adviento, durante cuatro semanas desde hoy hasta el 23 de diciembre,  busca sacudirnos, despertar nuestras conciencias y recordarnos que hemos sido hechos para ESPERAR, para mirar hacia adelante. La infancia pasa. Nosotros guardamos la nostalgia de esos días infantiles, el recuerdo, pero es la superación de sí mismo, en la espera, que nos rejuvenece, que hace las cosas nuevas en nuestra vida y en nuestro mundo…

“Tanto en el idioma galo (“espoir et esperance”)  como el castellano los conceptos de espera y esperanza están tan entrelazados que hasta se confunden. Para un inglés no es lo mismo “to hope” que “to wait for”… Aunque por otra parte, un francés nunca confundiría “espoire” con “attente”, y lo propio sucede con el portugués o el italiano.

La vida es una espera. Se espera a un ser querido que llega de viaje; un hijo que madura en el vientre de la madre; la luz verde del semáforo, la atención en la clínica del  Seguro o la muerte. Es un tiempo que normalmente se quisiera lo más corto posible, un tiempo aparentemente “muerto”. Por eso se llega al aeropuerto sobre la hora; los autos se pasan el semáforo rojo o  nos “colamos” en una fila. Todo para no esperar, mientras nos preparamos para otra espera. 

Me atrevo a afirmar que una de las enfermedades del mundo de hoy es la desvalorización de la espera: se quiere todo y ahora. En ese mundo de desesperados, por ejemplo, las relaciones afectivas de los jóvenes giran en torno a tener “todo” si no a la primera, por lo menos a la segunda cita, con consecuencias devastadoras para el futuro de la pareja, debido a que se omite ese tiempo de maduración, conocimiento, gusto y placer que es el enamoramiento.

Normalmente se espera a alguien o algo que se conoce. Pero lo más paradójico es esperar a alguien que ya “está con nosotros”. Eso es lo que, en el fondo, nos propone la Iglesia en este tiempo de Adviento: esperar a alguien que ya está aquí.

Hace muchos años, viviendo en El Alto, un niño me preguntó  por qué Jesús nace cada año mientras él había nacido una sola vez. La respuesta, que se tornó en un canto, fue que Jesús volvía a nacer en cada Navidad porque cada año el mundo lo volvía a matar. Sin embargo, Él  insistía en volver a nacer porque tenía “la esperanza” de que ese año los hombres, viviendo “la espera” de su venida, cambiaran de actitud, eligieran el bien en lugar del mal, la solidaridad en lugar del egoísmo, la risa en lugar del llanto, el amor en lugar de la muerte.

En efecto, la espera llega a cansar y a exasperar si no se convierte en esperanza. Si sólo esperamos a la persona amada por obligación, sin gozar del placer de soñar, imaginar y esperar todo lo lindo y lo nuevo que nos traerá ese encuentro, hemos vaciado a la espera de su contenido. La esperanza es lo contrario de la autosuficiencia: los pobres, los débiles, los últimos viven de esperanzas, porque sienten la necesidad de ser salvados, liberados, rescatados de una vida plagada de frustrantes esperas.

En versos del poeta granadino Rafael Guillen:
“La esperanza es un premio gratuito / a la espera; un don casi infinito / por un merecimiento casi humano”. 

Finalmente otro verbo que puede ayudarnos a vivir estas semanas de adviento (preparación al “evento” Navidad (natividad=nacimiento de Jesús) es velar, que significa abrir el ojo para ver lo bueno y lo bello que se hace alrededor de nosotros y verificar cómo la mirada y el gesto vigilante del Señor continua manifestándose entre nosotros.  Velar es también esperar, porque como dice san Pablo, no carecemos de ningún don espiritual para esperar el regreso de Cristo.

Buen adviento, buena vigilancia o velada! Bajo la mirada atenta y tierna de Dios.



 Aproximación psicológica y política al texto del Evangelio: 


Vigilar

El primero de enero, es costumbre que nos deseemos un feliz año. Es algo casual y conveniente, pero es mucho más que eso. Es un signo que nos invita a superar la temporalidad, a controlarla.

El primer domingo del Adviento marca el comienzo del año litúrgico, nosotros podemos entonces desearnos un « feliz año litúrgico » y juntos esforzarnos por apropiarnos de este tiempo que despliega todo el misterio de Cristo. Al entrar en el Adviento que es un tiempo de oración, de esperanza y de alegría, es cierto, preparamos Navidad, pero también nos disponemos más ampliamente para estar atentos y vigilantes a la espera de la venida de Dios.

La historia de Dios no se escribe solamente en el pasado, en la creación del mundo por ejemplo hace mucho tiempo o en el nacimiento de Jesús hace poco más de 2000 años. Ella se escribe en el presente y en el futuro. Ayer, hoy, mañana. El ha venido, El viene, El vendrá. En el comienzo, ahora y siempre. La liturgia recalca constantemente y es abundante en fórmulas que asocian pasado, presente y futuro, en una reactualización incesante de la presencia de Dios. Es esta densidad y esta inminencia de la presencia de Dios que hacen comprender el llamado de Jesús a velar. Prolongando la tradición de los profetas y de los escritos apocalípticos (sobre el final de los tiempos, de la historia) del Antiguo Testamento, Jesús ha llamado varias veces a la vigilancia. 

La parábola del portero que utiliza hoy evoca un dueño de casa que ha partido de viaje y que puede regresar de improviso. Su parábola evoca las horas, (de acuerdo a la división de la noche) según la costumbre romana: la noche o vespertina, la media noche, el canto del gallo, la mañana. “Estén vigilantes, porque no saben cuándo regresará el dueño de casa”.

Esta idea de regreso de improviso es constante en la tradición bíblica. Es una imagen inquietante. El ladrón o el bandido, el policía, el maestro de escuela llegan de manera inesperada y nos sorprenden. Uno piensa en el conductor distraído que ve el radar de la policía demasiado tarde. Uno piensa en el fumador negligente que se duerme fumando.

Dios es  aquel que nos coge de manera inesperada, o más aun, que nos espía sin cesar y espera que el sueño nos domine para caernos encima?  Sobre este punto la pastoral (el trabajo evangelizador) durante mucho tiempo hizo vínculos con imágenes terroríficas.

Así, yo me acuerdo todavía de mi preparación a la primera comunión que hice en el verano de 1978, cuando yo estaba cursando 3º de primaria. El padre Hincapié, fortachón y fuerte de carácter, nos incitaba a no acostarnos nunca en pecado mortal. A niños entre 7 y 9 años! Es entonces como nos contaba la historia de un joven que había cometido pecado mortal (no se sabe cuál) y que acordándose de la consigna de su buen párroco, había ido a confesarse ese mismo día. Ustedes adivinan el resto de la historia: el muere esa noche.

Cuando Jesús nos pide vigilar y estar preparados para recibir o acoger el dueño de casa, mismo a media noche, nos está pidiendo volvernos insomnes? La experiencia de la fe debería traducirse en una forma de ansiedad mórbida donde el miedo seria el motor principal de la conducta? Yo me opongo a seguir esta vía, mismo si en nuestra sociedad, desde las sectas hasta los ecologistas evocan sin cesar esta heurística del miedo y de una catástrofe fatal que nos toma por sorpresa, como a aquella gente de Pompeya a la  que la lava frustra su destino.

En el momento en que Jesús enseña, y sobre todo en el momento en que se escriben los evangelios, la cultura religiosa está en el centro de la inquietud, las imágenes de apocalipsis son corrientes y el periodo político es problemático.

La insistencia de Jesús no se centra e insiste en el miedo sino en la certeza de la intervención de Dios y sobre la necesidad de la vigilancia.

Ahora, la experiencia que tenemos constantemente es aquella de la ausencia de Dios, de su aparente indiferencia, de su insignificancia en el seno de las realidades humanas corrientes: los asuntos económicos, la política, la guerra, el terrorismo, la droga, el amor:

“Todos nos marchitamos como una hoja,
y nuestras iniquidades, como el viento, nos arrastran. 
Y no hay quien invoque tu nombre,
quien se despierte para asirse de ti;
porque has escondido tu rostro de nosotros
y nos has entregado al poder de nuestras iniquidades.…
Isaías  64, 5-6

Cada día, experimentamos la ausencia de Dios. Pero diariamente, le pedimos a Dios revelarnos su presencia:

“Pero tú, Señor, eres nuestro padre,
nosotros somos la arcilla, y tu, nuestro alfarero: 
¡todos somos la obra de tus manos!
  (Isaias 64,7).

Es esto precisamente, la vigilancia. Esta capacidad de reconocer Dios y llamarlo, esta voluntad de no estar satisfechos con el estado actual del mundo y esperar la venida de Cristo, puesto que esperamos “ver revelarse nuestro Señor Jesucristo” (1ª Corintios 1,7). De manera muy amplia, el sueño que nos pierde y o arruina es aquel del consumismo ostentoso.

 Por el juego del crédito y de la publicidad, la sociedad nos dice que el pasado no existe, que el futuro es vano y que solo el hoy es verdad (verdadero). “Viajen ahora, paguen mas tarde“. Disfruten ahora. Más tarde, qué importa. Ustedes fracasarán. Ustedes pedirán a la sociedad y a los políticos que se encarguen de ustedes.

El creyente rechaza este encierro y o fijación en el solo tiempo presente, el tiempo del consumismo.  Él recuerda el pasado. Él se abre al futuro. Él pide a Dios irrumpir en este tiempo y abrir el futuro (el mañana).  Esto es velar, vigilar. Esto es VIVIR.



Reflexión Central 



Nuestras esperanzas revelan lo que somos

 « Soyez attentifs au message »: « Estén atentos al mensaje », en otras palabras « estén con los ojos abiertos ante la manifestación de Dios », solía decirnos a sus amigos el Hermano Julián, un misionero religioso quebequense a quien dijimos A-Dios la semana pasada. Y es que el hermano Julián amaba la naturaleza, el arte, la fotografía…por eso era un gran artista, pintor- escultor, fotógrafo, botánico, justamente por esa gran sensibilidad ante Dios, por su capacidad de contemplar en su vida y en todo lo que le rodeaba la acción del divino Padre Creador.

 Alguien ha dicho que hoy, los cristianos, los creyentes en Iglesia hemos de ser contemplativos o de lo contrario pereceremos, en otras palabras, no podremos dar razón de nuestra esperanza, al decir del apóstol San Pedro.

 La gran sed y necesidad en nuestros tiempos modernos caracterizados por las exigencias del comercio y el afán laboral, las carreras, el acelere, el consumismo, el stress, es el silencio, la pausa, la meditación, la oración, afín de poder volver a gustar, rencontrar el sentido de la existencia. “El ruido no hace bien y el bien no hace ruido ».

 Detrás del consejo que transmite Cristo apoyado en su mini parábola del portero, hay justamente esta invitación a « otear », « divisar », « esforzarse por ver claro » aquello que es importante, lo esencial para realizarse, para ser feliz…en lenguaje bíblico « para salvarse ».

 El error de muchos quienes rechazan la religión, le tienen fobia a Dios y o se sienten amenazados o incómodos por el anuncio de su Palabra (mismo en medios como éste), es que se empecinan en concebir y o ver sus palabras y su lenguaje (con base bíblica) como retrógrado, literal o se quedan en sus prejuicios, sus concepciones erróneas primeras y no se atreven a profundizar (estudiar), ir más allá, o no pueden o no quieren situar esos códigos lingüísticos en los contextos modernos. Con razón un autor, cuyo nombre no recuerdo y no estoy seguro que haya sido Nietzsche acotaba: « La palabra de Dios resuena en todas partes y en todo tiempo, pero solo no la escucha quien es voluntariamente sordo »…Es usted un sordo voluntario? Se deja cuestionar por esta Palabra?

 Así salvación, el sustantivo, en una visión corta del mundo es « evitar una desgracia » « ser librado de un mal », « rescatado después de una tragedia »… Inclusive alguna vez un colega de este medio, el año pasado en uno de sus comentarios abajo de un artículo que hablaba de salvación, me lanzaba irónicamente la pregunta : « Salvarnos de qué? ».

 Pero la salvación en el lenguaje bíblico es « Salut » para los franceses », « tener el favor de Dios, su amor ». Salvación es aquello que hace feliz al ser humano, lo engrandece, lo enaltece o lo moldea para Dios…es decir « lo diviniza ».

 El adviento viene cada año como preparación para celebrar el mayor acontecimiento de la historia de salvación: « Dios ha tomado nuestra condición humana, ha habitado entre nosotros » (Juan 1,1).

Quien no ama desespera, se desespera y no le encuentra sentido al paso del tiempo porque no espera nada, no cree en nada.

Cristo a lo largo del evangelio no hace más que conectar todo el tiempo y testimoniar con su vida, palabra y sus acciones (gestos proféticos, milagros:
« Fe (Dios es Padre, Él existe, no estamos solos),

Amor o caridad (es lo que da sentido a la existencia), de ahí la razón de sus milagros o signos en palabras de San Juan, su invitación a ser compasivos, al compartir, a vivir y orar en comunidad (Iglesia),

Esperanza (Hay algo más allá, un misterio que nos supera, la muerte no es el final de todo y el mal no tiene la última palabra…Dios es quien tiene la última palabra).”

 Es en este contexto que la misa (la Eucaristía) como sacramento (signo visible) de la invisibilidad de Dios, se celebra diariamente para hacer memoria de las promesas de Dios y su Hijo Jesucristo…Las tres dimensiones o actos : FE-ESPERANZA Y AMOR se concretizan en cada celebración eucarística. A través de la misa Dios viene a nosotros y a través de muchas maneras.

La esperanza crea un espacio para llenar.

 Toda la historia de salvación es una larga historia de las intervenciones de Dios para llamar (atraer) la atención de su pueblo. Él continúa enviándonos señales en la vida de todos los días: un amor, una amistad, una enfermedad, un encuentro, una película, una canción, un libro, una oración, una reflexión sobre el evangelio en internet, una eucaristía…

 Mismo en todo eso que no edifica, que hace apología de los antivalores cristianos…podemos discernir y acoger lo que en verdad nos edifica, nos engrandece y acerca más a Dios…a la salvación…(esto puede ser tema para otro artículo). Con razón decía San Pablo: "examinen todo, quédense con lo bueno" (1 carta a los Tesalonicenses 5,21).

 Si nosotros no percibimos estos signos de su presencia, la razón no es que esté ausente o que no actúe más. Lo que sucede a menudo es que ya no sentimos deseos de verlo, nos encontramos distraídos, fascinados por el oro y la luz del mundo (alienados, el opio esta en otras partes no solo en la religión) o porque esperamos demasiadas cosas, excepto a Él.

La espera es una condición del amor. Una pareja cuyos miembros no se dan ya más tiempo para estar atentos el uno al otro, y que no esperan nada del otro, está condenada al fracaso. Igualmente si el cristiano no espera ya nada más de Dios, es el signo que Dios ya no es para él una presencia amada, que Él no es más ALGUIEN verdaderamente en su vida. La espera de Dios y de sus dones, es el espacio que nosotros creamos y que Él vendrá a llenar, es el espacio que Él quiere ocupar en nuestro corazón.

Dios no se impone, Él quiere ser esperado y deseado.

 El Adviento un tiempo privilegiado de espera

 El tiempo de adviento que debutamos este domingo es adecuado para la espera. Las lecturas bíblicas reaniman nuestra esperanza. La Palabra de Dios leída, escuchada y reflexionada en Asamblea (Iglesia) revive la esperanza del pueblo de Israel, especialmente de los profetas, de María y de Juan Bautista. Nosotros hacemos nuestros sus deseos y sus oraciones.

 La lista de nuestras esperas (expectativas, aman decir algunos) es larga. Pero acaso no es cierto que son más explicitas y bullosas esas esperanzas baladíes, superficiales y destacadas (a que le hacen eco) por los medios? Así, en lo deportivo, los hinchas colombianos del equipo de futbol Nacional quieren ganar la Copa Suramericana. Yo como hincha del Once Caldas me gustaría que mi equipo se pusiera las pilas en los próximos partidos y llegara a obtener su 5a estrella este o…Nuestros niños acá y allá esperan los regalos soñados en la noche de la próxima navidad…Aquel otro espera obtener su visa para viajar fuera del país, aquella sus vacaciones después de un año de arduo trabajo, etc.

 Acaso nos hace faltan demasiadas cosas para ser felices? Por qué no aprovechar este tiempo bendito, privilegiado del Adviento para revisar esa lista de expectativas, deseos, esperas y establecer las prioridades? Nuestras esperanzas revelan lo que somos, puesto que allí donde están nuestras esperanzas, allí esta nuestro corazón. Dónde está situada la búsqueda de Dios en nuestras esperas? Si todas nuestras esperanzas están en otra parte, sus realizaciones nos decepcionarán siempre, puesto que nuestro corazón está hecho para Dios y él estará inquieto y no descansara hasta que encuentre a Dios (San Agustín).

 La espera de Dios no nos distrae y no nos hace olvidar los otros y nuestros compromisos en el mundo. Al contrario su presencia nos aporta una luz que nos permite mejor ver y apreciar el mundo que Él ha creado y las personas que nos rodean.

En su exhortación apostólica La Alegría del Evangelio, el Papa Francisco nos invita a vigilar y esperar: 

« Es cierto que en algunos lugares se produjo una «desertificación» espiritual, fruto del proyecto de sociedades que quieren construirse sin Dios o que destruyen sus raíces cristianas. Allí «el mundo cristiano se está haciendo estéril, y se agota como una tierra sobreexplotada, que se convierte en arena». En otros países, la resistencia violenta al cristianismo obliga a los cristianos a vivir su fe casi a escondidas en el país que aman. Ésta es otra forma muy dolorosa de desierto. También la propia familia o el propio lugar de trabajo puede ser ese ambiente árido donde hay que conservar la fe y tratar de irradiarla. Pero «precisamente a partir de la experiencia de este desierto, de este vacío, es como podemos descubrir nuevamente la alegría de creer, su importancia vital para nosotros, hombres y mujeres. En el desierto se vuelve a descubrir el valor de lo que es esencial para vivir; así, en el mundo contemporáneo, son muchos los signos de la sed de Dios, del sentido último de la vida, a menudo manifestados de forma implícita o negativa. Y en el desierto se necesitan sobre todo personas de fe que, con su propia vida, indiquen el camino hacia la Tierra prometida y de esta forma mantengan viva la esperanza».
  En todo caso, allí estamos llamados a ser personas-cántaros para dar de beber a los demás. A veces el cántaro se convierte en una pesada cruz, pero fue precisamente en la cruz donde, traspasado, el Señor se nos entregó como fuente de agua viva. ¡No nos dejemos robar la esperanza!

 Pertenecemos a ese grupo de fieles del cual habla San Pablo, a aquel que a través de toda su existencia proclama que Dios es fiel, en quienes « está establecido de manera firme » el testimonio dado a Cristo?

En este tiempo de Adviento, recordemos que no carecemos de ningún don de gracia (talento, carisma) para esperar y vigilar, para reconocer y acoger la ternura y la amistad de Dios.

Buen tiempo de Adviento…porque como dijo alguien,  « El tiempo de Dios es perfecto».


twitter:  @gadabay



 Referencias:

vielurgique.ca

http://zaratti.wordpress.com/ © columnistas.net


Revue Rassembler




Entrada destacada

1o de enero del 2017: Solemnidad de Santa María Madre de Dios

Reemprender el camino La palabra de Dios de este domingo nos invita a vivir escuchando nuestra memoria, como María. En el moment...