Gustavo Quiceno Jaramillo.mxy, Sacerdote misionero en la diócesis de La Dorada-Guaduas. "Ay de mi sino evangelizo!", dijo Pablo. Estoy aquí también en twitter: @gadabay,con 140 caracteres para decirle a la gente que Dios los ama inmensamente.
sábado, 27 de febrero de 2021
28 de febrero del 2021: segundo domingo de Cuaresma (B)
martes, 16 de febrero de 2021
Mensaje del Santo Padre Francisco para la Cuaresma 2021
Mensaje del Santo Padre Francisco para la Cuaresma 2021, 12.02.2021
Publicamos a continuación el Mensaje del Santo Padre Francisco para la Cuaresma de 2021 cuyo tema es «Mirad, estamos subiendo a Jerusalén...» (Mt 20,18).Cuaresma: un tiempo para renovar la fe, la esperanza y la caridad.
Mensaje del Santo Padre
«Mirad, estamos subiendo a Jerusalén...» (Mt 20,18).
Cuaresma: un tiempo para renovar la fe, la esperanza y la caridad.
Queridos hermanos y hermanas:
Cuando Jesús anuncia a sus discípulos su pasión, muerte y resurrección, para cumplir con la voluntad del Padre, les revela el sentido profundo de su misión y los exhorta a asociarse a ella, para la salvación del mundo.
Recorriendo el camino cuaresmal, que nos conducirá a las celebraciones pascuales, recordemos a Aquel que «se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz» (Flp 2,8). En este tiempo de conversión renovemos nuestra fe, saciemos nuestra sed con el “agua viva” de la esperanza y recibamos con el corazón abierto el amor de Dios que nos convierte en hermanos y hermanas en Cristo. En la noche de Pascua renovaremos las promesas de nuestro Bautismo, para renacer como hombres y mujeres nuevos, gracias a la obra del Espíritu Santo. Sin embargo, el itinerario de la Cuaresma, al igual que todo el camino cristiano, ya está bajo la luz de la Resurrección, que anima los sentimientos, las actitudes y las decisiones de quien desea seguir a Cristo.
El ayuno, la oración y la limosna, tal como los presenta Jesús en su predicación (cf. Mt 6,1-18), son las condiciones y la expresión de nuestra conversión. La vía de la pobreza y de la privación (el ayuno), la mirada y los gestos de amor hacia el hombre herido (la limosna) y el diálogo filial con el Padre (la oración) nos permiten encarnar una fe sincera, una esperanza viva y una caridad operante.
La fe nos llama a acoger la Verdad y a ser testigos, ante Dios y ante nuestros hermanos y hermanas.
En este tiempo de Cuaresma, acoger y vivir la Verdad que se manifestó en Cristo significa ante todo dejarse alcanzar por la Palabra de Dios, que la Iglesia nos transmite de generación en generación. Esta Verdad no es una construcción del intelecto, destinada a pocas mentes elegidas, superiores o ilustres, sino que es un mensaje que recibimos y podemos comprender gracias a la inteligencia del corazón, abierto a la grandeza de Dios que nos ama antes de que nosotros mismos seamos conscientes de ello. Esta Verdad es Cristo mismo que, asumiendo plenamente nuestra humanidad, se hizo Camino —exigente pero abierto a todos— que lleva a la plenitud de la Vida.
El ayuno vivido como experiencia de privación, para quienes lo viven con sencillez de corazón lleva a descubrir de nuevo el don de Dios y a comprender nuestra realidad de criaturas que, a su imagen y semejanza, encuentran en Él su cumplimiento. Haciendo la experiencia de una pobreza aceptada, quien ayuna se hace pobre con los pobres y “acumula” la riqueza del amor recibido y compartido. Así entendido y puesto en práctica, el ayuno contribuye a amar a Dios y al prójimo en cuanto, como nos enseña santo Tomás de Aquino, el amor es un movimiento que centra la atención en el otro considerándolo como uno consigo mismo (cf. Carta enc. Fratelli tutti, 93).
La Cuaresma es un tiempo para creer, es decir, para recibir a Dios en nuestra vida y permitirle “poner su morada” en nosotros (cf. Jn 14,23). Ayunar significa liberar nuestra existencia de todo lo que estorba, incluso de la saturación de informaciones —verdaderas o falsas— y productos de consumo, para abrir las puertas de nuestro corazón a Aquel que viene a nosotros pobre de todo, pero «lleno de gracia y de verdad» (Jn 1,14): el Hijo de Dios Salvador.
La esperanza como “agua viva” que nos permite continuar nuestro camino
La samaritana, a quien Jesús pide que le dé de beber junto al pozo, no comprende cuando Él le dice que podría ofrecerle un «agua viva» (Jn 4,10). Al principio, naturalmente, ella piensa en el agua material, mientras que Jesús se refiere al Espíritu Santo, aquel que Él dará en abundancia en el Misterio pascual y que infunde en nosotros la esperanza que no defrauda. Al anunciar su pasión y muerte Jesús ya anuncia la esperanza, cuando dice: «Y al tercer día resucitará» (Mt 20,19). Jesús nos habla del futuro que la misericordia del Padre ha abierto de par en par. Esperar con Él y gracias a Él quiere decir creer que la historia no termina con nuestros errores, nuestras violencias e injusticias, ni con el pecado que crucifica al Amor. Significa saciarnos del perdón del Padre en su Corazón abierto.
En el actual contexto de preocupación en el que vivimos y en el que todo parece frágil e incierto, hablar de esperanza podría parecer una provocación. El tiempo de Cuaresma está hecho para esperar, para volver a dirigir la mirada a la paciencia de Dios, que sigue cuidando de su Creación, mientras que nosotros a menudo la maltratamos (cf. Carta enc. Laudato si’, 32-33;43-44). Es esperanza en la reconciliación, a la que san Pablo nos exhorta con pasión: «Os pedimos que os reconciliéis con Dios» (2 Co 5,20). Al recibir el perdón, en el Sacramento que está en el corazón de nuestro proceso de conversión, también nosotros nos convertimos en difusores del perdón: al haberlo acogido nosotros, podemos ofrecerlo, siendo capaces de vivir un diálogo atento y adoptando un comportamiento que conforte a quien se encuentra herido. El perdón de Dios, también mediante nuestras palabras y gestos, permite vivir una Pascua de fraternidad.
En la Cuaresma, estemos más atentos a «decir palabras de aliento, que reconfortan, que fortalecen, que consuelan, que estimulan», en lugar de «palabras que humillan, que entristecen, que irritan, que desprecian» (Carta enc. Fratelli tutti [FT], 223). A veces, para dar esperanza, es suficiente con ser «una persona amable, que deja a un lado sus ansiedades y urgencias para prestar atención, para regalar una sonrisa, para decir una palabra que estimule, para posibilitar un espacio de escucha en medio de tanta indiferencia» (ibíd., 224).
En el recogimiento y el silencio de la oración, se nos da la esperanza como inspiración y luz interior, que ilumina los desafíos y las decisiones de nuestra misión: por esto es fundamental recogerse en oración (cf. Mt 6,6) y encontrar, en la intimidad, al Padre de la ternura.
Vivir una Cuaresma con esperanza significa sentir que, en Jesucristo, somos testigos del tiempo nuevo, en el que Dios “hace nuevas todas las cosas” (cf. Ap 21,1-6). Significa recibir la esperanza de Cristo que entrega su vida en la cruz y que Dios resucita al tercer día, “dispuestos siempre para dar explicación a todo el que nos pida una razón de nuestra esperanza” (cf. 1 P 3,15).
La caridad, vivida tras las huellas de Cristo, mostrando atención y compasión por cada persona, es la expresión más alta de nuestra fe y nuestra esperanza.
La caridad se alegra de ver que el otro crece. Por este motivo, sufre cuando el otro está angustiado: solo, enfermo, sin hogar, despreciado, en situación de necesidad… La caridad es el impulso del corazón que nos hace salir de nosotros mismos y que suscita el vínculo de la cooperación y de la comunión.
«A partir del “amor social” es posible avanzar hacia una civilización del amor a la que todos podamos sentirnos convocados. La caridad, con su dinamismo universal, puede construir un mundo nuevo, porque no es un sentimiento estéril, sino la mejor manera de lograr caminos eficaces de desarrollo para todos» (FT, 183).
La caridad es don que da sentido a nuestra vida y gracias a este consideramos a quien se ve privado de lo necesario como un miembro de nuestra familia, amigo, hermano. Lo poco que tenemos, si lo compartimos con amor, no se acaba nunca, sino que se transforma en una reserva de vida y de felicidad. Así sucedió con la harina y el aceite de la viuda de Sarepta, que dio el pan al profeta Elías (cf. 1 R 17,7-16); y con los panes que Jesús bendijo, partió y dio a los discípulos para que los distribuyeran entre la gente (cf. Mc 6,30-44). Así sucede con nuestra limosna, ya sea grande o pequeña, si la damos con gozo y sencillez.
Vivir una Cuaresma de caridad quiere decir cuidar a quienes se encuentran en condiciones de sufrimiento, abandono o angustia a causa de la pandemia de COVID-19. En un contexto tan incierto sobre el futuro, recordemos la palabra que Dios dirige a su Siervo: «No temas, que te he redimido» (Is 43,1), ofrezcamos con nuestra caridad una palabra de confianza, para que el otro sienta que Dios lo ama como a un hijo.
«Sólo con una mirada cuyo horizonte esté transformado por la caridad, que le lleva a percibir la dignidad del otro, los pobres son descubiertos y valorados en su inmensa dignidad, respetados en su estilo propio y en su cultura y, por lo tanto, verdaderamente integrados en la sociedad» (FT, 187).
Queridos hermanos y hermanas: Cada etapa de la vida es un tiempo para creer, esperar y amar. Este llamado a vivir la Cuaresma como camino de conversión y oración, y para compartir nuestros bienes, nos ayuda a reconsiderar, en nuestra memoria comunitaria y personal, la fe que viene de Cristo vivo, la esperanza animada por el soplo del Espíritu y el amor, cuya fuente inagotable es el corazón misericordioso del Padre.
Que María, Madre del Salvador, fiel al pie de la cruz y en el corazón de la Iglesia, nos sostenga con su presencia solícita, y la bendición de Cristo resucitado nos acompañe en el camino hacia la luz pascual.
Roma, San Juan de Letrán, 11 de noviembre de 2020, memoria de san Martín de Tours.
Francisco
16 de febrero del 2021: martes de la sexta semana del tiempo ordinario (I)
(Marcos 8,
14-21) El mensaje del Evangelio es claro: Dios da de qué vivir a toda
su creación. Todavía es necesario que nos comprometamos en una distribución
equitativa, de acuerdo con las necesidades de los humanos y de las otras criaturas
terrestres.
Primera lectura
Lectura del libro del Génesis (6,5-8;7,1-5.10):
Al ver el Señor que la maldad del hombre crecía sobre la tierra, y que todo
su modo de pensar era siempre perverso, se arrepintió de haber creado al hombre
en la tierra, y le pesó de corazón. Y dijo: «Borraré de la superficie de la
tierra al hombre que he creado; al hombre con los cuadrúpedos, reptiles y aves,
pues me pesa de haberlos hecho.»
Pero Noé alcanzó el favor del Señor.
El Señor dijo a Noé: «Entra en el arca con toda tu familia, pues tú eres el
único justo que he encontrado en tu generación. De cada animal puro toma siete
parejas, macho y hembra; de los no puros, una pareja, macho y hembra; y lo
mismo de los pájaros, siete parejas, macho y hembra, para que conserven la
especie en la tierra. Dentro de siete días haré llover sobre la tierra cuarenta
días con sus noches, y borraré de la superficie de la tierra a todos los
vivientes que he creado.»
Noé hizo todo lo que le mandó el Señor. Pasados siete días, vino el diluvio a
la tierra.
Palabra de Dios
Salmo
R/. El
Señor bendice a su pueblo con la paz
Hijos de Dios, aclamad al Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
postraos ante el Señor en el atrio sagrado. R/.
La voz del Señor sobre las aguas,
el Señor sobre las aguas torrenciales.
La voz del Señor es potente,
la voz del Señor es magnífica. R/.
El Dios de la gloria ha tronado.
En su templo un grito unánime: «¡Gloria!»
El Señor se sienta por encima del aguacero,
el Señor se sienta como rey eterno. R/.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (8,14-21):
En aquel tiempo, a los discípulos se les olvidó llevar pan, y no tenían mas
que un pan en la barca.
Jesús les recomendó: «Tened cuidado con la levadura de los fariseos y con la de
Herodes.»
Ellos comentaban: «Lo dice porque no tenemos pan.»
Dándose cuenta, les dijo Jesús: «¿Por qué comentáis que no tenéis pan? ¿No
acabáis de entender? ¿Tan torpes sois? ¿Para qué os sirven los ojos si no veis,
y los oídos si no oís? A ver, ¿cuántos cestos de sobras recogisteis cuando
repartí cinco panes entre cinco mil? ¿Os acordáis?»
Ellos contestaron: «Doce.»
«¿Y cuántas canastas de sobras recogisteis cuando repartí siete entre cuatro
mil?»
Le respondieron: «Siete.»
Él les dijo: «¿Y no acabáis de entender?»
Palabra del Señor
******
Dándose
cuenta, les dijo Jesús: «¿Por qué comentáis que no tenéis pan? ¿No acabáis de
entender? ¿Tan torpes sois? ¿Para qué os sirven los ojos si no veis, y los
oídos si no oís?
¿Cómo responderías tú, a estas preguntas que
Jesús les hizo a sus discípulos si él te las hubiera planteado? Se
necesita humildad para admitir que aún no comprendes o entiendes, que tu
corazón de hecho está endurecido y que no logras ver y escuchar todo lo que
Dios ha revelado. Por supuesto, hay varios niveles en estas luchas, por lo
que es de esperar que no luches con ellas en un grado grave. Pero si
puedes confesar humildemente que luchas con ellos hasta cierto punto, entonces
esa humildad y honestidad te ganarán mucha gracia.
Jesús planteó estas preguntas a sus discípulos
dentro del contexto más amplio de una discusión sobre la levadura de los
fariseos y Herodes. Sabía que la "levadura" de estos líderes era
como una levadura que corrompía a otros. Su deshonestidad, orgullo, deseo
de honores y cosas por el estilo tuvieron un efecto muy negativo en la fe de
los demás. Entonces, al plantear estas preguntas, Jesús desafió a sus
discípulos a ver esta levadura maligna y a rechazarla.
Semillas de duda y confusión nos rodean. Parece
que en estos días casi todo lo que promueve el mundo secular es de alguna
manera contrario al Reino de Dios. Y, sin embargo, al igual que la
incapacidad de los discípulos para ver la levadura maligna de los fariseos y
Herodes, con frecuencia también fallamos en ver la levadura maligna dentro de
nuestra sociedad. En cambio, permitimos que los muchos errores nos
confundan y nos conduzcan por el camino del secularismo.
Una cosa que esto debería enseñarnos es que el
hecho de que alguien tenga alguna forma de autoridad o poder dentro de la
sociedad no significa que sea un líder santo y veraz. Y aunque nunca nos
corresponde a nosotros juzgar el corazón de otro, debemos tener "oídos
para oír" y "ojos para ver" los muchos errores que se consideran
buenos en nuestro mundo. Debemos buscar constantemente “comprender y entender”
las leyes de Dios y usarlas como guía contra las mentiras del mundo. Una
forma importante de asegurarnos de que lo hacemos bien es asegurarnos de que
nuestro corazón nunca se endurezca a la verdad.
Reflexiona hoy sobre estas preguntas de
nuestro Señor y examínalas especialmente dentro del contexto más amplio de la
sociedad en su conjunto. Considera la falsa "levadura" enseñada
por nuestro mundo y por tantos en posiciones de autoridad. Rechaza estos
errores y vuelve a comprometerte con la plena aceptación de los santos
misterios del Cielo para que esas verdades y solo esas verdades se conviertan
en tu guía diaria.
Mi glorioso Señor, te agradezco por ser el Señor de toda la Verdad. Ayúdame a volver todos los días mis ojos y oídos a esa Verdad para que pueda ver la levadura maligna a mi alrededor. Dame sabiduría y el don del discernimiento, querido Señor, para que pueda sumergirme en los misterios de tu santa vida. Jesús, en Ti confío.
sábado, 13 de febrero de 2021
13 de febrero del 2021: sábado de la quinta semana del tiempo ordinario (I)
(Marcos 8,
1-10) Cristo ha venido para alimentarnos, pero no sólo físicamente. Si Él se
preocupa por los cuerpos, se preocupa aún más por los espíritus ¿Hasta cuándo
será necesario tener para conocer espiritualmente por fin el único pan
verdadero que nutre y abre a la vida?
Primera lectura
Lectura del libro del Génesis (3,9-24):
EL Señor Dios llamó al hombre y le dijo:
«Dónde estás?».
Él contestó:
«Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí».
El Señor Dios le replicó:
«Quién te informó de que estabas desnudo?, ¿es que has comido del árbol del que
te prohibí comer?».
Adán respondió:
«La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto y comí».
El Señor Dios dijo a la mujer:
«¿Qué has hecho?».
La mujer respondió:
«La serpiente me sedujo y comí».
El Señor Dios dijo a la serpiente:
«Por haber hecho eso, maldita tú entre todo el ganado y todas las fieras del
campo; te arrastrarás sobre el vientre y comerás polvo toda tu vida; pongo
hostilidad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia; esta
te aplastará la cabeza cuando tú la hieras en el talón».
A la mujer le dijo:
«Mucho te haré sufrir en tu preñez, parirás hijos con dolor, tendrás ansia de
tu marido, y él te dominará».
A Adán le dijo:
«Por haber hecho caso a tu mujer y haber comido del árbol del que te prohibí,
maldito el suelo por tu culpa: comerás de él con fatiga mientras vivas; brotará
para ti cardos y espinas, y comerás hierba del campo. Comerás el pan con sudor
de tu frente, hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste sacado; pues
eres polvo y al polvo volverás».
Adán llamó a su mujer Eva, por ser la madre de todos los que viven.
El Señor Dios hizo túnicas de piel para Adán y su mujer, y los vistió.
Y el Señor Dios dijo:
«He aquí que el hombre se ha hecho como uno de nosotros en el conocimiento del
bien y el mal; no vaya ahora a alargar su mano y tome también del árbol de la
vida, coma de él y viva para siempre».
El Señor Dios lo expulsó del jardín de Edén, para que labrase el suelo de donde
había sido tomado.
Echó al hombre, y a oriente del jardín de Edén colocó a los querubines y una
espada llameante que brillaba, para cerrar el camino del árbol de la vida.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 89,2.3-4.5-6.12-13
R/. Señor,
tú has sido nuestro refugio de generación en generación
V/. Antes que naciesen los montes
o fuera engendrado el orbe de la tierra,
desde siempre y por siempre tú eres Dios. R/.
V/. Tú reduces el hombre a polvo,
diciendo: «Retornad, hijos de Adán».
Mil años en tu presencia son un ayer que pasó;
una vela nocturna. R/.
V/. Si tú los retiras
son como un sueño,
como hierba que se renueva:
que florece y se renueva por la mañana,
y por la tarde la siegan y se seca. R/.
V/. Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervos. R/.
Lectura del santo Evangelio San Marcos (8,1-10):
POR aquellos días, como de nuevo se había reunido mucha gente y no tenían
qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
«Siento compasión de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen
qué comer, y si los despido a sus casas en ayunas, van a desfallecer por el
camino. Además, algunos han venido desde lejos».
Le replicaron sus discípulos:
«¿Y de dónde se puede sacar pan, aquí, en despoblado, para saciar a tantos?».
Él les preguntó:
«¿Cuántos panes tenéis?».
Ellos contestaron:
«Siete».
Mandó que la gente se sentara en el suelo y tomando los siete panes, dijo la
acción de gracias, los partió y los fue dando a sus discípulos para que los
sirvieran. Ellos los sirvieron a la gente.
Tenían también unos cuantos peces; y Jesús pronunció sobre ellos la bendición,
y mandó que los sirvieran también.
La gente comió hasta quedar saciada y de los trozos que sobraron llenaron siete
canastas; eran unos cuatro mil y los despidió; y enseguida montó en la barca
con sus discípulos y se fue a la región de Dalmanuta.
Palabra del Señor
«Siento compasión de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y
no tienen qué comer, y si los despido a sus casas en ayunas, van a desfallecer
por el camino. Además, algunos han venido desde lejos».
Lo primordial en la vida…
La misión principal de Jesús fue espiritual. Él
vino a liberarnos de los efectos del pecado para que pudiéramos entrar en la
gloria del cielo por toda la eternidad. Su vida, muerte y resurrección
destruyeron la muerte misma y abrieron el camino para que todos los que se
vuelven a Él sean salvos. Pero el amor de Jesús por la gente era tan
completo que también estaba atento a sus necesidades físicas.
En primer lugar, reflexiona sobre la primera
línea de esta declaración de nuestro Señor «Siento compasión de la gente
...” El amor divino de Jesús estaba entrelazado con Su humanidad. Amaba a
toda la persona, en cuerpo y alma. En esta historia del Evangelio, la
gente estuvo con Él durante tres días y tenían hambre, pero no daban señales de
irse. Se habían quedado tan asombrados por nuestro Señor que no querían
irse. Jesús señaló que su hambre era grave. Si los despedía, temía
que “desfallecieran por el camino”. Por tanto, estos hechos son la base de Su milagro.
Una lección que podemos aprender de esta
historia es la de nuestras prioridades en la vida. A menudo, es posible
que tendamos a invertir nuestras prioridades. Por supuesto, es importante
ocuparse de las necesidades de la vida. Necesitamos comida, techo, ropa y
cosas por el estilo. Necesitamos cuidar a nuestras familias y satisfacer
sus necesidades básicas. Pero con demasiada frecuencia elevamos estas
necesidades básicas de la vida por encima de nuestra necesidad espiritual de
amar y servir a Cristo, como si las dos se opusieran entre sí. Pero ese no
es el caso.
En este Evangelio, las personas que estaban
con Jesús eligieron poner su fe en primer lugar. Eligieron quedarse con
Jesús a pesar de que no tenían qué comer. Quizás algunas personas se
habían ido uno o dos días antes decidiendo que la necesidad de comida tenía
prioridad. Pero aquellos que pudieron haber hecho esto se perdieron el
increíble regalo de este milagro en el que toda la multitud fue alimentada
hasta el punto de quedar completamente satisfecha. Por supuesto, nuestro
Señor no quiere que seamos irresponsables, especialmente si tenemos el deber de
cuidar a los demás. Pero esta historia nos dice que nuestra necesidad
espiritual de ser alimentados por la Palabra de Dios siempre debe ser nuestra
mayor preocupación. Cuando ponemos a Cristo en primer lugar, todas las
demás necesidades se satisfacen de acuerdo con Su providencia.
Reflexiona hoy sobre tus propias prioridades
en la vida. ¿Qué es más importante para ti? ¿Tu próxima buena comida? ¿O
tu vida de fe? Aunque estas no tienen por qué oponerse entre sí, es importante
que siempre pongas tu amor por Dios en primer lugar en la vida.
Reflexiona sobre esta gran multitud de personas que pasaron tres
días con Jesús en el desierto sin comida y trata de verte como ellos. Haz tu
elección de permanecer también con Jesús , de modo que tu amor por
Dios se convierta en el enfoque principal de tu vida.
Mi providencial Señor, Tú conoces todas mis
necesidades y te preocupas por cada aspecto de mi vida. Ayúdame a confiar
en Ti tan completamente que siempre ponga mi amor por Ti como mi primera
prioridad en la vida. Creo que, si puedo mantenerte a ti y a tu voluntad
como la parte más importante de mi vida, todas las demás necesidades de la vida
estarán en su lugar. Jesús, en Ti confío.
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