sábado, 30 de abril de 2022

1 de mayo del 2022: Tercer domingo de Pascua (C)


Decir el nombre de Jesús 

«Te cantará mi alma sin callarse» este deseo del salmo que proclamamos hoy, expresa la sorpresa y la admiración que suscita la presencia del Resucitado en nuestro diario vivir.
La Palabra proclamada durante el tiempo Pascual nos invita a compartir los impulsos y descubrimientos de los apóstoles. Este compartir de su experiencia nos hace comprender el poder del nombre de Jesús, Nuestro Señor. Ella nos da la fuerza para testimoniar su presencia discreta hasta su vuelta en la Gloria.






PRIMERA LECTURA
LECTURA DEL LIBRO DE LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES 5, 27b-32. 40b-41

En aquellos días, el sumo sacerdote interrogó a los apóstoles, diciendo:
«¿No os habíamos ordenado formalmente no enseñar en ese Nombre? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre».
Pedro y los apóstoles replicaron:
«Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. Dios lo ha exaltado con su diestra, haciéndolo jefe y salvador, para otorgar a Israel la conversión y el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen».
Prohibieron a los apóstoles hablar en nombre de Jesús y los soltaron. Ellos, pues, salieron del Sanedrín contentos de haber merecido aquel ultraje por el Nombre.

Palabra de Dios.



SALMO RESPONSORIAL

Salmo 29, 2 y 4. 5 y 6. 11 y l2a y 13b

R. TE ENSALZARÉ, SEÑOR, PORQUE ME HAS LIBRADO.

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa. R.

Tañed para el Señor, fieles suyos,
celebrad el recuerdo de su nombre santo;
su cólera dura un instante,
su bondad, de por vida;
al atardecer nos visita el llanto;
por la mañana, el júbilo. R.

Escucha, Señor, y ten piedad de mí;
Señor, socórreme.
Cambiaste mi luto en danzas.
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre. R.



SEGUNDA LECTURA
LECTURA DEL LIBRO DEL APOCALIPSIS 5, 11-14

Yo, Juan, miré, y escuché la voz de muchos ángeles alrededor del trono, de los vivientes y de los ancianos, y eran miles de miles, miríadas de miríadas, y decían con voz potente:
«Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza»
Y escuché a todas las criaturas que hay en el cielo, en la tierra, bajo la tierra, en el mar - todo lo que hay en ellos -, que decían:
«Al que está sentado en el trono y al Cordero la alabanza, el honor, la gloria y el poder por los siglos de los siglos».
Y los cuatro vivientes respondían: «Amén».
Y los ancianos se postraron y adoraron.

Palabra de Dios




EVANGELIO
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 21. 1-19

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. Simón
Pedro les dice:
-- Me voy a pescar.
Ellos contestaban:
-- Vamos también nosotros contigo.
Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada.
Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice:
-- Muchachos, ¿tenéis pescado?
Ellos contestaron:
-- No.
Él les dice:
-- Echad la red a la derecha de la barca y encontrareis.
La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro.
-- Es el Señor.
Al oír que era el Señor. Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaba de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces.
Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice:
-- Traed de los peces que acabáis de coger.
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red. Jesús les dice:
-- Vamos, almorzad.
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quien era, porque sabían muy bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da; y lo mismo el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.
Después de comer dice Jesús a Simón Pedro:
-- Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?
Él le contestó:
-- Sí, Señor, tu sabes que te quiero.
Jesús le dice:
-- Apacienta mis corderos.
Por segunda vez le pregunta:
-- Simón, hijo de Juan, ¿me amas?
Él le contesta:
-- Sí, Señor tu sabes que te quiero.
Él le dice:
-- Pastorea mis ovejas.
Por tercera vez le pregunta:
-- Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?
-- Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contesto:
-- Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero.
Jesús le dice:
-- Apacienta mis ovejas. Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras.
Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios.
Dicho esto, añadió:
-- Sígueme.

Palabra del Señor




A guisa de introducción:


André Beauchamp es un sacerdote canadiense , por lo mismo teólogo, pedagogo de gran renombre en Quebec, de donde es originario,  preocupado por la ecología y los temas sobre el medio ambiente. Es el típico ejemplo del apóstol que evangeliza a los hombres y mujeres de hoy con su pluma y sus conferencias acerca de los problemas y desafíos  actuales e invitando a una transformación en las maneras de vivir y asumir una sociedad acelerada y de consumo. Su actividad y su obra se pueden resumir en su frase: “La crisis ecológica es la crisis ética más importante de nuestra época…Hay ahí un campo MISIONERO fabuloso. Es ahí donde Dios nos manda señales (nos hace signo o guiño)”.

A manera de introducción de esta habitual reflexión hebdomadaria, les comparto este mini comentario de André Beauchamp sobre el evangelio de este domingo:



La resurrección es un perpetuo HOY:



“En nuestro espíritu, la resurrección es un evento único, que le pasó a Jesús en la mañana de Pascua. Nadie ve a Jesús RESUCITANDO. Los testigos encuentran una tumba vacía y no es sino poco a poco, de manera paulatina como comprenden que Cristo está vivo, que Él es el viviente por excelencia. De ahí la impresión que nos queda de un suceso del pasado que no le concierne sino a Jesús.

A mi manera de ver, esta concepción de las cosas no es suficiente. En Jesús Resucitado la vida no hace más que comenzar. Podríamos hablar de un nuevo big-bang, de una explosión de vida que se propaga en lo infinito, que penetra y transforma toda la creación. En todos lados, el odio, la cólera, la violencia y la muerta deben retroceder (echar reversa). En todo el mundo la alegría de la resurrección debe surgir y transfigurar la existencia. LA RESURRECCION ES UN HOY PERPETUO (PERMANENTE).

Nuestra misión o tarea es precisamente testimoniar la actualidad de la resurrección. Es la misión confiada a Pedro, a los apóstoles, al Papa Francisco, a todos los bautizados y no bautizados mismo (lo resaltado  es mío), a todos nosotros. Lanzar la red al mar. Testimoniar del efecto y sacudida  del amor que atraviesa el cosmos, amor que viene del Padre que resucita a Jesús y quien, por la FE, pasa en nosotros de generación en generación para que la resurrección done todos sus frutos.

En medio de las desgracias y las DUDAS  que nos asaltan en los días presentes, levantemos la cabeza. La RESURRECCION acaba de empezar.




Aproximación psicológica al texto del evangelio:

Un nuevo comienzo de manera suave y tierna…

Después de una disputa violenta, los conyugues que se quieren reconciliar retoman a menudo contacto, rehacen su relación, haciéndose preguntas muy aterrizadas, como para evitar toda alusión a lo que acaba de pasar. En la punta de los pies, como para reaprovisionarse el uno con el otro, ellos comienzan a hacer el uno por el otro gestos muy simples que significan: acércate suavemente. Y más pronto que tarde, ellos están juntos de nuevo.

Esto se parece mucho al clima psicológico que se desprende de la aparición de Jesús a sus discípulos cuando estos están pescando.

Acaba de sucederse cosas terribles, muy duras entre Jesús y los apóstoles. El “pastor”  que tenía tanta influencia sobre el grupo “ha sido golpeado”, y este evento ha sumergido “las ovejas” en la decepción (Marcos 14,27). “Apretujados los unos contra los otros como animales durante la tormenta”  (Bornkamm), los discípulos cargan en silencio su sufrimiento reciente.

Si Jesús resucitado quiere reanudar contacto con ellos, le será necesario respetar este sufrimiento, caminar en la punta de los pies, consentir a recomenzar suavemente con ellos. Y de hecho, las interacciones entre las personas que no quieren hacerse daño, están teñidas emocionalmente de sobriedad y pudor:

Pedro: “Voy a pescar”.
Los otros: “Vamos contigo”.
Jesús:  «Muchachos, ¿tienen algo que comer?»
Ellos: Nada
Él: «Echen la red a la derecha…”
Juan: “Es el Señor”
El Señor: «Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar. Vengan a desayunar».

Y eso es todo…No hay más palabras. De parte y parte, se respeta la intensidad de lo que se ha vivido en el sufrimiento y el decaimiento. No será sino más tarde, luego de otros encuentros, que se arriesgará volver sobre lo que se ha vivido, que se ensayará de desprender o encontrar el sentido.

Pero tranquilamente, poco a poco,  la vida retoma su fuerza. Ahora, es alrededor de los apóstoles  cuando hay que retomar aliento. Y cuando el tiempo, mucho tiempo después, Pedro volverá a pensar en ello, cuando evocará los caminos de Dios a través de esta extraordinaria aventura, escribirá: “El nos ha hecho renacer por la resurrección de Jesús” (1 Pedro 1,3). Es aquel que uno creía muerto, pero éramos nosotros los muertos. Y su resurrección nos ha hecho revivir.

Feliz o bienaventurado aquel que vuelve a encontrar la FE  en la persona que para sus ojos (o a su manera de ver) estaba muerta!




REFLEXIÓN CENTRAL:


Primero: una homilía misionera: 



Ustedes saben que pertenezco a los Misioneros de Yarumal, allí con mi comunidad aprendí y reforcé la convicción de que todos los bautizados hemos de compartir el mensaje del resucitado y trabajar a lo largo de nuestra vida por la construcción del mundo nuevo, fraternal…Pues bien, este domingo el evangelio nos posibilita una reflexión de una Iglesia misionera y eucarística veamos:

1.    Ante una misión imposible:

Hay momentos y horas oscuras, sombrías en la vida, cuando todo parece condenado al fracaso. Uno se siente acongojado por los eventos, agotado por las responsabilidades. En esos momentos uno se siente poca cosa, muy pequeño. Uno busca de donde nos vendrá la luz y la fuerza para cumplir nuestra misión o cometido. Y
es cierto, mirando nuestra vida familiar, nuestros ambientes de trabajo, por todas partes.

Y es verdad todo esto sobre todo cuando pensamos en nuestra misión de cristianos: aportar al mundo la buena noticia del evangelio, hacer descubrir a los otros la ternura de Dios. Miles de obstáculos nos recuerdan nuestra impotencia, a menos que el Señor intervenga con su fuerza de Resucitado.

En tiempos simples y de conmoción, el evangelio de hoy nos muestra una manifestación de Jesús resucitado a sus discípulos. La escena se pasa a la orilla del lago Tiberíades, en Galilea. Los apóstoles rencuentran a Jesús pero sin reconocerlo.  Les será necesario la experiencia de una pesca milagrosa para darse cuenta que Jesús está vivo y presente en ellos, en sus penas y en sus esfuerzos.

La historia nos es familiar. Simón Pedro anuncia que va a la pesca y los apóstoles se comprometen espontáneamente a seguirlo. Ellos parten y pasan toda la noche sin pescar nada. En sus recuerdos de la predicación de Jesús, la pesca con la red, representa el Reino. Ella evoca también su misión a ellos: Jesús les había dicho que los haría PESCADORES DE HOMBRES (Mateo 4,19).

Los apóstoles sufren con dolor la pobreza de sus medios. Ellos parecen condenados a una misión imposible (como la del equipo IMF de la célebre serie de los 60s). Si ellos no llegan a atraer un solo pez en su red, como pueden ellos soñar  con reunir el mundo en el Reino de Jesús?

2.    El encuentro que cambia todo

Al despertar del día, los apóstoles vuelven con las manos vacías. Jesús se encuentra en la orilla, pero ellos no lo reconocen. Él les dirige la palabra para saber si tienen con qué desayunar. Después les sugiere lanzar nuevamente la red. Los discípulos confían en Él. Ellos esperan contra toda esperanza. Y he aquí que se reproduce el milagro de la pesca milagrosa. Una enorme cantidad de pescados, una red que no se rompe. “Es el señor”. Este grito de fe es de San Juan, quien había sido el primero en creer ante la tumba vacía. Pedro se lanza al agua, impetuoso como siempre. Y es ahí cuando tiene lugar el encuentro en la pausa o el paro, en la alegría de la FE.

Los apóstoles no han sido engañados. Ellos serán pescadores de hombres. Librados a ellos mismos, ellos son incapaces de extender el evangelio en el mundo. Pero el Señor está con ellos. Y esto cambia todo. La misión es posible, a causa de Jesús.

Hoy aun, mucha gente dice que la Iglesia está acabada, que ella es impotente ante las crisis que la atraviesan, o todavía más, que ella no podrá nunca responder a los desafíos del mundo postmoderno, relativo y confundido. Mas nosotros compartimos la FE DE LOS APÓSTOLES que es más fuerte que una evidencia: El Señor está con nosotros. A causa de esto, juntos podemos construir un mundo nuevo. Nosotros podemos aportar en nuestros ambientes respectivos un poco de paz y de amor como lo que somos, reflejos del evangelio. Eso que es imposibilidad sin Jesucristo, llega a ser posible y altamente realizable a causa de Él, mismo si nosotros disponemos de pocos medios, poco prestigio o influencia.

El encuentro a la orilla del lago de Tiberiades tiene lugar al comienzo de la mañana. Esta luz de aurora todavía ilumina nuestra manera de ver nuestra misión y nuestros compromisos de hoy.

3.    La comida compartida

El Señor está con nosotros. Como en Galilea, Él tiene su manera discreta de irrumpir en nuestras vidas, de compartir nuestras penas y nuestras alegrías. A la manera de los discípulos, es necesario que lo reconozcamos y gocemos con su presencia que nos aporta LUZ, CORAJE y CONFIANZA.

San Juan ha querido describirnos la comida de Jesús con sus discípulos al momento del paro, de la inactividad laboral. Es el comienzo de un día nuevo. Jesús sirve a sus discípulos en la intimidad de una comida improvisada. Esta comida recuerda otras: la de la multiplicación de los panes, la de Emaús, y sobre todo aquella de la última cena.
En esta página del evangelio, la Iglesia aparece como enviada a lo ancho y profundo del mundo, encargada de MISION. Los cristianos somos enviados de Jesucristo cerca de nuestros hermanos. La Iglesia aparece también reunida alrededor de su Señor quien la quiere alimentar con su Palabra y su Pan. Los cristianos somos amigos de Jesús, sus familiares.

Tenemos una gran misión a realizar, pero nosotros sabemos en quien hemos puesto nuestra confianza.

Después de su RESURRECCIÓN, Jesús está presente en la orilla de nuestras vidas.



PARA FINALIZAR,

Una simpática historia y reflexión: comparación de peces y cristianos:

Victorio Messori, ese periodista italiano, ateo y anticlerical, se convirtió mientras hacía una investigación sobre los fundamentos históricos de la FE CRISTIANA. El publicó un Best-seller traducido a más de 25 lenguas intitulado “Hipótesis sobre Jesús”. Cada vez que aparece un ataque, un exegeta retoma el trabajo para responder punto por punto y volver a decir que el evangelio, es creíble. Nuestra fe es histórica. Ella es “apostólica”. Es decir, está basada sobre lo que los apóstoles han visto con sus ojos, escuchado con sus oídos, tocado con sus manos, olido con su olfato, saboreado al lado de Jesús. El evangelio, es la experiencia concreta de hombres y mujeres que tenían los pies sobre la tierra. Esto no impide que el evangelio emplee también el lenguaje simbólico. Por ejemplo, los apóstoles ha realmente contado los 153 peces de la pesca milagrosa del evangelio de Juan? Un pez es resbaladizo. Uno puede equivocarse con facilidad…153 (es una cifra simbólica)  (153 especies de peces según S. Jerónimo) (para otros, es un número obtenido disponiendo sobre líneas sucesivas 1 punto, después 2 puntos, luego 3 puntos, etc, hasta 17. Estos puntos forman un triángulo donde cada uno de los lados cuenta 17 puntos. Ahora, 17 es la suma de 10, que significa la multitud, y de 7, cifra perfecta que significa la totalidad. El número 153 es entonces el símbolo del conjunto o totalidad del universo. Esto significa que la red o atarraya de San Pedro  es bastante solida para contener todo el universo.  La red, es el Reino de Dios. El primer pez, es Jesús. Ustedes saben que durante siglos y todavía hoy, el pez- (que no pescado, de niño me enseñaron que pez se llama mientras vive, pescado una vez sacrificado)- es fácil de dibujar- es el signo para reconocer los cristianos. Cuando ustedes ven un pescado o pez detrás un carro, ustedes saben que el conductor es cristiano. En griego pescado se dice ichtus. Cada letra es el comienzo de una palabra y el conjunto constituye una frase que significa: Jesucristo Hijo de Dios Salvador. Un signo perfecto. Como un pez en el agua: por el Bautismo, nosotros nos hemos convertido en los peces (pescados) atrapados en la red del Padre.

En la Iglesia del Señor, hay peces:


Que ronronean, esos son los peces-gato…que están ahí “Dios me lleve, Dios me traiga, adormilados, indiferentes, contentos con muy poco”.

Que no hacen más que repetir sin reflexionar demasiado: esos son los peces-loro.

Peces que son a menudo distraídos, esos son los peces-luna.

Peces que no perseveran o cambian de lugar: esos son los peces-eléctricos.

Peces que son viejos lobos de mar…peces-piloto que guían a los otros.

Peces que están siempre alegres: esos son los peces-payaso.

Hay peces de todos los colores: peces rojos, peces blancos, e igualmente peces negros, semejantes al chocolate.

Hay peces con la lengua bien afilada: esos son los peces-espadas.

Hay peces muy intelectuales: esos son los peces-volante (o cabrilla).

Hay algunos que fueron tiburones y que han llegado a ser delfines muy tiernos, muy buenos (mismo si los delfines no están clasificados entre los peces),

Hay peces  de agua dulce y aguas de alta mar.

Viva la variedad extrema de nuestra Iglesia!


Nosotros sabemos lo que entristece al señor: y es que lleguemos a ser pescado seco o pescado congelado. Cuando nos separamos de Él, cuando nuestro corazón no lo acoge más, ni en la oración, ni en la comunión, ni en la confesión.

A Él tampoco le gusta que uno termine en cola de pescado cuando uno no va hasta el final de sus compromisos, o que hagamos colas de pescado a los demás. O que nosotros los “atrapemos o encintemos” como pescado podrido.

A Él tampoco le gusta que uno ahogue el pez cuando se rechaza a la verdad. Pero el Señor también puede repescarnos…Lo que le agrada, es que nosotros estemos en su casa como un pez en el agua.

Es el gran negocio de nuestra vida: conocer al Señor, conocerlo cada vez más y mejor, llegar a ser un familiar de Dios.

Un día, un pescador me hacía caer en cuenta: se dice que uno atrapa peces. En efecto, será necesario decir lo contrario. Es el pez quien nos atrapa. Si un pez no quiere morder el anzuelo, usted no puede hacer nada absolutamente. Esto también es verdad  en la FE: el Señor no nos atrapará nunca a la fuerza. Él hace todo lo necesario para atraernos. Él nos ama, Él imanta. Pero seré yo quien finalmente decidirá dejarse o no atrapar por Él…

Buena semana!



*******************

El desquite del Maestro


Domingo de III de Pascua, Ciclo C


Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez (Calixto)

Sitio Web

 

 

“Al amanecer Jesús se presentó en la orilla del lago, pero los discípulos no sabían quién era. Él les dijo: Muchachos, ¿tenéis pescado? Ellos contestaron: No”. San Juan, cap. 21.


A través de la historia cristiana, numerosos concilios tuvieron por objeto anatematizar los desvíos doctrinales o morales del momento. En cambio Juan XXIII al convocar el Vaticano II, advirtió expresamente que no pretendía condenar a nadie, sino enrutar la tarea de la Iglesia por más amplios caminos.

Quizás el Papa Bueno recordaba cómo Jesús ajustó sus cuentas con los discípulos que le abandonaron en el huerto. Con Pedro, quien lo había negado de forma vergonzosa.

Unos días después de la resurrección del Señor, el jefe de los Doce, entre cavilaciones y remordimientos, advierte que el grupo necesita provisiones. Entonces se va al lago con algunos compañeros, pero su esfuerzo de toda la noche fue inútil.

Al amanecer, alguien les grita desde tierra: “Muchachos, ¿tenéis pescado?” Ninguna pregunta tan impertinente, mucho más para pescadores a quienes les cuesta reconocer sus fracasos. Sin embargo, respondieron con sinceridad: “Nada”. El desconocido los invita entonces a echar las redes a la derecha. Una indicación sin contenido político o religioso, que más bien pide una sintonía con el desconocido de la orilla.

San Juan, quien escribe muchos años luego de lo ocurrido, anota que esa mañana Pedro y sus compañeros cogieron ciento cincuenta y tres peces grandes. Y aún así no se rompió la red.

Ante aquella pesca sorpresiva, los discípulos haciendo memoria, comprenden quién los había llamado desde la playa. “Es el Señor”, dice entonces san Juan. Y Pedro, el hombre de los extremos, se echa de inmediato al agua. No siente miedo de ponerle la cara al Resucitado, a pesar de su reciente historia.

Nunca sabremos qué actitud tuvo Jesús al recibir al jefe de los Doce. ¿Qué le diría el apóstol?. ¿Qué diría el Señor?. Ese misterio de una reconciliación desmesurada nadie lo ha descrito en palabras.

Cuando llegan los demás con la barca llena, el Maestro nada les reprocha. En cambio les ofrece pescado asado a las brasas y pan. Entonces los ojos de los discípulos terminaron de abrirse.

Enseguida Jesús rehabilita generosamente a Pedro. Podría haberlo despedido de buenas maneras, alegando una falla estructural en aquel hombre escogido como cimiento de la Iglesia. Pero no. Dios se desquita de nosotros usando más que la severidad, la medicina de la misericordia.

Decía Juan XXIII, al inaugurar el Vaticano II. “La Iglesia quiere mostrarse madre con todos, benigna, paciente, llena de bondad para todos los hombres”.

Y cuando los discípulos esperaban su relevo, Jesús confirma Pedro en su oficio, luego de una pregunta dolorosa: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?”. Pregunta repetida tres veces, como lo fue antes la negación.

Aquí la sinceridad de Pedro se desborda: “Señor, tú sabes todo, tú sabes que te amo”. Una respuesta, que a muchos ha servido para desnudar nuestro corazón ante Dios.

Y el Maestro le confía nuevamente al apóstol ese rebaño inicial de su Iglesia: “Apacienta mis ovejas, apacienta mis corderos”. Algún comentarista traduce para nosotros: “De aquí en adelante, Simón Pedro, con la ruda experiencia de tu fragilidad a cuestas, pero empapado en mi cariño sanador, vas a cuidar mis ovejas y mis corderitos”.






Aquí otra reflexion del mismo ciclo litúrgico en una entrada anterior de este mismo blog:




OBJETIVO-VIDA DE LA SEMANA (uno a elegir)

1.    La resurrección no ha hecho más que empezar. Cómo puedo testimoniar la resurrección en mi propia vida?

2.    En lugar de llorar o de “echar pestes” contra los múltiples inconvenientes de la vida corriente, me esforzaré por sonreír y sembrar la alegría.

3.    Poniendo atención al medio ecológico, me propongo ser un artesano de paz en la creación.

4.    Con mi esposo (a) o mi conyugue o con los hijos, dibujo un barco lleno de peces los más diversos. He conocido en mi vida pescas milagrosas?

5.    Recuerdo ciertos momentos de depresión o dejadez…Qué es lo que me ha hecho salir de ese adormilamiento?

6.    En relación con el relato del evangelio, compraré algunos bombones en forma de pez. Al repartirlos, podré decir: “en recuerdo de la pesca milagrosa!”



ORACIÓN-MEDITACIÓN:

Eres Tu!, Señor, 
hoy, todavía estás aquí,
Tú el pan verdadero, que hace vivir!
Tú nos invitas a comer contigo,
todos juntos, los unos con los otros.

Mira entre nosotros aquellos que resienten
una carencia, un vacío, en su existencia.
Mira, aquellos que están sacudidos por un fracaso…
un rechazo…un duelo…el anuncio de un cáncer…
y que se ven tentados a desanimarse y a desesperarse.
Calienta  y reconforta Señor sus corazones! Provoca la sobreabundancia!

Que el Pan de amor que Tu nos das
nos empuje a lanzar por ellos
las redes de la compasión y de la ternura
que muestran tu rostro y traducen
tu presencia y tu amistad que se ofrecen siempre.

Contigo, que te haces alimento para nuestra ruta,
que todos marchemos en la  confianza,
con el corazón más liviano y en la Paz…
que viene de Tí.
Amén.


REFERENCIAS:


-        http://betania.es (para los textos integrales de las lecturas bíblicas).

-        Pequeño Misal “Prions en Église”, edición quebequense, 2010.

-        HÉTU, Jean- Luc. Les Options de Jésus.

-        “Rassembler”, carnet de reflexiones dominicales, marzo, abril 1989.



-   Histoire et réflexion: (extraites de « Paraboles d'un curé de campagne » de Pierre Trevet, no 57 et 58)

viernes, 29 de abril de 2022

30 de abril del 2022: sábado de la segunda semana de Pascua


(Mateo 5, 1-12a) "Felices los pobres [...]. Felices los que lloran [...]. Felices los mansos". Solo el que se reconoce a sí mismo como parte de estos "frágiles" proclamados felices por Jesús puede dar la bienvenida a esta palabra como una buena noticia.



Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (6,1-7):

En aquellos días, al crecer el número de los discípulos, los de lengua griega se quejaron contra los de lengua hebrea, porque en el servicio diario no se atendía a sus viudas.
Los Doce, convocando a la asamblea de los discípulos, dijeron:
«No nos parece bien descuidar la palabra de Dios para ocuparnos del servicio de las mesas. Por tanto, hermanos, escoged a siete de vosotros, hombres de buena fama, llenos de espíritu y de sabiduría, y los encargaremos de esta tarea; nosotros nos dedicaremos a la oración y al servicio de la palabra».
La propuesta les pareció bien a todos y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo; a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, prosélito de Antioquía. Se los presentaron a los apóstoles y ellos les impusieron las manos orando.
La palabra de Dios iba creciendo y en Jerusalén se multiplicaba el número de discípulos; incluso muchos sacerdotes aceptaban la fe.

Palabra de Dios

 

 

Salmo

Sal 32,1-2.4-5.18-19



R/.
 Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti

Aclamad, justos, al Señor,
que merece la alabanza de los buenos.
Dad gracias al Señor con la cítara,
tocad en su honor el arpa de diez cuerdas. R/.

La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R/.

Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme,
en los que esperan su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre.
 R/.

 

 

Lectura del santo evangelio según san Juan (6,16-21):

AL oscurecer, los discípulos de Jesús bajaron al mar, embarcaron y empezaron la travesía hacia Cafarnaún. Era ya noche cerrada, y todavía Jesús no los había alcanzado; soplaba un viento fuerte, y el lago se iba encrespando. Habían remado unos veinticinco o treinta estadios, cuando vieron a Jesús que se acercaba a la barca, caminando sobre el mar, y se asustaron.
Pero él les dijo:
«Soy yo, no temáis».
Querían recogerlo a bordo, pero la barca tocó tierra en seguida, en el sitio adonde iban.

Palabra del Señor

 

 

Superando el miedo



cuando vieron a Jesús que se acercaba a la barca, caminando sobre el mar, y se asustaron.
Pero él les dijo:
«Soy yo, no temáis».

 

Juan 6:19–20

 

Esta frase tan familiar fue pronunciada una vez más: “No temáis”.  

El escenario es significativo. Está oscuro y los Apóstoles están en el mar. Si alguna vez has estado en medio del mar cuando está oscuro, sabrás que esto es un poco aterrador. No puedes ver la tierra y te sientes como si estuvieras rodeado por nada. Los Apóstoles se habrían sentido un poco perdidos como si estuvieran en medio de la nada.  

Pero, en medio de esta experiencia, Jesús vino caminando hacia ellos y les dijo: «Soy yo, no temáis».”  Esto habría sido bastante consolador para ellos.  

Hay que ver en esta experiencia de los Apóstoles la experiencia cotidiana que tantos tienen. 

Muchos pueden sentirse como si estuvieran rodeados de nada, solos y perdidos. Claro, esto puede no ser un sentimiento abrumador para algunos, pero con demasiada frecuencia es una experiencia que muchos tienen en un grado u otro.  

Este pasaje del Evangelio nos revela que Jesús viene a nosotros sin importar dónde estemos o sea cual sea la situación en la que nos encontremos. Él no espera que vayamos a buscarlo, sino que entra en nuestras vidas allí donde estamos.  ..

Esta experiencia de estar en el mar en la oscuridad se presenta de muchas formas. Quizás tu vida esté llena de actividad, pero todavía te sientes solo. Quizás tu vida es una en la que no tienes muchos a tu alrededor y sientes la experiencia constante del aislamiento. O tal vez pones buena cara y te presentas como alguien que lo tiene todo bajo control, pero por dentro estás luchando profundamente. Cualquiera que sea el caso, Jesús quiere venir a ti y consolarte.

Reflexiona, hoy, sobre estas palabras de Jesús. Escúchalo decirte: “Soy yo”. Mientras lo escuchas decir estas palabras, vuélvete hacia Él y reconoce Su presencia. Deja que entre en el mar oscuro para que sientas que te rodea. Escúchalo decir: “No temáis”.  Hay tantas experiencias en la vida que podemos temer. Tantas veces que el miedo puede apoderarse de nosotros. Si nos permitimos centrarnos en Jesús, el miedo a nuestro entorno cotidiano desaparece. Descubrimos, en lo más profundo, que Jesús está allí mismo y que todo está bien porque Él se preocupa y tiene el control. Déjalo entrar en la barca de tu corazón y deja que Él se haga cargo. Él viene a ti y está esperando una respuesta.

 

Señor de todo consuelo, tantas veces no reconozco tu divina presencia en mi vida. Muy a menudo no te veo venir a mí. Ayúdame a saber que Tú siempre estás ahí. Libérame de los muchos temores de la vida, amado Señor, y dame valor para recibirte plenamente en mi vida. Jesús, en Ti confío.

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