martes, 30 de agosto de 2022

31 de agosto del 2022: miércoles de la vigésima segunda semana del tiempo ordinario


(1 Corintios 3,1-9) “Nosotros somos colaboradores de Dios y vosotros campo de Dios. Sois también edificio de Dios”. Los cristianos somos esas personas que, en la edificación de nuestra personalidad, Dios ha intervenido de manera primordial. Al recordar hoy esta verdad, una vez más, que brote de nuestro corazón un intenso sentimiento de acción de gracias a Dios por todo lo que ha hecho con nosotros.  



(Lucas 4, 38-44) Para anunciar la llegada del Reino de Dios, Jesús expulsa los demonios y sana numerosas enfermedades. No se trata nada más que de eventos pasados, porque el Reino está siempre a la obra hoy en nuestros corazones y en el mundo.




Primera lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (3,1-9):

Hermanos, no pude hablaros como a hombres de espíritu, sino como a gente carnal, como a niños en Cristo. Por eso os alimenté con leche, no con comida, porque no estabais para más. Por supuesto, tampoco ahora, que seguís los instintos carnales. Mientras haya entre vosotros envidias y contiendas, es que os guían los instintos carnales y que procedéis según lo humano. Cuando uno dice «yo soy de Pablo» y otro, «yo de Apolo», ¿no estáis procediendo según lo humano? En fin de cuentas, ¿qué es Apolo y qué es Pablo? Ministros que os llevaron a la fe, cada uno como le encargó el Señor. Yo planté, Apolo regó, pero fue Dios quien hizo crecer; por tanto, el que planta no significa nada ni el que riega tampoco; cuenta el que hace crecer, o sea, Dios. El que planta y el que riega son una misma cosa; si bien cada uno recibirá el salario según lo que haya trabajado. Nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros campo de Dios, edificio de Dios.

Palabra de Dios



Salmo

Sal 32,12-13.14-15.20-21

R/.
 Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad

Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.
El Señor mira desde el cielo,
se fija en todos los hombres. R/.

Desde su morada observa
a todos los habitantes de la tierra:
él modeló cada corazón,
y comprende todas sus acciones. R/.

Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo;
con él se alegra nuestro corazón,
en su santo nombre confiamos. R
/.



Lectura del santo evangelio según san Lucas (4,38-44):

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, entró en casa de Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le pidieron que hiciera algo por ella. Él, de pie a su lado, increpó a la fiebre, y se le pasó; ella, levantándose en seguida, se puso a servirles. Al ponerse el sol, los que tenían enfermos con el mal que fuera se los llevaban; y él, poniendo las manos sobre cada uno, los iba curando.
De muchos de ellos salían también demonios, que gritaban: «Tú eres el Hijo de Dios.» Los increpaba y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Mesías.
Al hacerse de día, salió a un lugar solitario. La gente lo andaba buscando; dieron con él e intentaban retenerlo para que no se les fuese.
Pero él les dijo: «También a los otros pueblos tengo que anunciarles el reino de Dios, para eso me han enviado.»
Y predicaba en las sinagogas de Judea.

Palabra del Señor



1

La división de los Corintios muestra que a ellos todavía les falta madurez en su fe. Ellos están más influenciados por el mundo que los rodea que por el Espíritu de Dios. Pablo los quería capaces de crecer y desarrollar una fe responsable.

(3,5-9), una parábola explica las responsabilidades de cada uno en el proyecto de Dios. Los apóstoles de Cristo preparan el terreno, siembran o irrigan. Pero ellos no son capaces de hacer crecer los cristianos en la fe. Es solamente Dios quien lo hace.

En el Evangelio, volvemos a ver cómo la fuerza de la Palabra de Jesús libera de las fuerzas del mal, restablece la persona y la reintegra en la vida social. Y más todavía, ella la abre a una vida nueva: y es posible verla de nuevo de pie, al servicio de los demás.



2

“Al hacerse de día, salió a un lugar solitario. La gente lo andaba buscando; dieron con él e intentaban retenerlo para que no se les fuese.”


Qué hermoso acto de afecto y amor por Jesús. Aquí, Jesús estaba con la multitud al atardecer y pasó toda la noche con la gente curándolos y predicándoles. Quizás todos durmieron un poco en algún momento, pero pudo haber sucedido que Jesús estuvo despierto con ellos toda la noche.  

En este pasaje anterior, Jesús se fue para estar solo al amanecer, justo cuando salía el sol. Fue a orar y simplemente a estar presente ante Su Padre Celestial. ¿Y qué pasó? Aunque Jesús había dedicado toda la última tarde y noche a la gente, ellos querían estar con Él un poco más. Se fue por un corto tiempo a orar y de inmediato fueron a buscarlo. Y cuando encontraron a Jesús, le rogaron que se quedara más tiempo.

Aunque Jesús tuvo que seguir adelante y predicar en otros pueblos, está claro que causó una gran impresión en estas personas. Sus corazones fueron conmovidos profundamente y querían que Jesús se quedara.

La buena noticia es que Jesús ahora puede quedarse con nosotros 24/7 hoy. En ese momento, aún no había ascendido al cielo y, por lo tanto, estaba limitado a estar en un lugar a la vez. Pero ahora que está en el cielo, Jesús puede vivir en todo lugar y en todo momento.  

Entonces, lo que vemos en este pasaje del evangelio, es el deseo que todos deberíamos tener. Debemos desear que Jesús permanezca con nosotros las 24 horas del día, los 7 días de la semana, tal como lo deseaban estas buenas personas. Debemos ir a dormir con Él en nuestras mentes, despertarnos orando y permitirle que nos acompañe durante todo el día. Debemos fomentar el mismo amor y afecto por Jesús que la gente demuestra en este pasaje. 

Fomentar ese deseo es el primer paso para permitir que Su presencia nos acompañe todo el día todos los días.

Reflexiona hoy sobre tu deseo o falta de deseo de estar siempre con Jesús. ¿Hay ocasiones en las que prefieres que Él no esté allí? ¿O te has permitido tener este mismo afecto por Jesús buscando su presencia en tu vida siempre?


Señor, deseo que estés presente en mi vida todo el día todos los días. Que siempre te busque y esté siempre atento a tu presencia en mi vida. Jesús, en Ti confío.

lunes, 29 de agosto de 2022

30 de agosto del 2022: martes de la vigésima segunda semana del tiempo ordinario

(1 Corintios 2:10b-16) Pablo afirma con certeza: “¡Tenemos la mente de Cristo!” Sin embargo, no demos nada por sentado y atrevámonos a ser humildes. En nuestra oración diaria, pidamos a Dios que nos dejemos atrapar por su Espíritu, el único que puede conducirnos a toda la verdad.



(Lucas  4, 31-37) El espíritu demoniaco que interviene en la sinagoga, grita a Jesús, y éste le impone  el silencio.
¿No será a veces, ésta la primera etapa hacia el apaciguamiento: callarse y retirarse en el silencio? Es cuestión de volver a dejar escuchar en nosotros las interpelaciones de Cristo.



Primera lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (2,10b-16):

El Espíritu lo sondea todo, incluso lo profundo de Dios. ¿Quién conoce lo íntimo del hombre, sino el espíritu del hombre, que está dentro de él? Pues, lo mismo, lo íntimo de Dios lo conoce sólo el Espíritu de Dios. Y nosotros hemos recibido un Espíritu que no es del mundo, es el Espíritu que viene de Dios, para que tomemos conciencia de los dones que de Dios recibimos. Cuando explicamos verdades espirituales a hombres de espíritu, no las exponemos en el lenguaje que enseña el saber humano, sino en el que enseña el Espíritu, expresando realidades espirituales en términos espirituales. A nivel humano, uno no capta lo que es propio del Espíritu de Dios, le parece una necedad; no es capaz de percibirlo, porque sólo se puede juzgar con el criterio del Espíritu. En cambio, el hombre de espíritu tiene un criterio para juzgarlo todo, mientras él no está sujeto al juicio de nadie. «¿Quién conoce la mente del Señor para poder instruirlo?» Pues bien, nosotros tenemos la mente de Cristo.

Palabra de Dios



Salmo

Sal 144, 8-9. 10-11. 12-13ab. 13cd-14

R/.
 El Señor es justo en todos sus caminos

El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas. R/.

Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas. R/.

Explicando tus hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad. R/.

El Señor es fiel a sus palabras,
bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que van a caer,
endereza a los que ya se doblan
R/.






1

Gracias Espíritu!

La primera lectura hoy nos dice que la inteligencia humana no es suficiente para captar el pensamiento de Dios. Sólo el Espíritu de Dios la revela, Él dona la capacidad particular para examinar las situaciones y actuar en consecuencia (v. 15)…Pero, ¡ojo con delirar. Nosotros no somos Dios!

Galilea, carrefour de naciones…donde se sana y todavía más…

Galilea era una provincia fronteriza, un gran carrefour de comercio y de pueblos, y no era bien vista por Jerusalén. Nazaret era un pequeño pueblo en lo alto y Cafarnaún, al bordo del lago, un puerto de pesca muy activo. En la sinagoga, donde el pueblo se congrega para la oración y la enseñanza, Jesús pone en práctica sus palabras…sus palabras se vuelven actos.
En la época de Jesús, las enfermedades físicas o mentales, se atribuían a espíritus o demonios que tomaban posesión de una persona. Ésta era entonces excluida y rechazada. La fuerza de la Palabra de Jesús libera de las fuerzas del mal, restablece la persona y la reintegra en la vida social. Y más todavía, ella la abre a una vida nueva: y es posible verla de nuevo de pie, al servicio de los demás.


2

Los demonios son de verdad!

«¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.»
Jesús le intimó: «¡Cierra la boca y sal!»
El demonio tiró al hombre por tierra en medio de la gente, pero salió sin hacerle daño. Todos comentaban estupefactos: «¿Qué tiene su palabra? Da órdenes con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y salen.»




Sí, es un pensamiento aterrador. Los demonios son reales. ¿O no es aterrador? Si miramos toda la escena aquí, encontramos que Jesús claramente vence al demonio y lo echa fuera sin permitirle hacerle ningún daño al hombre. Entonces, a decir verdad, ¡este pasaje es mucho más aterrador para los demonios de lo que debería ser para nosotros!

Pero lo que sí nos dice es que los demonios son reales, nos odian y desean profundamente destruirnos. Entonces, si eso no asusta, al menos debería hacernos sentarnos y prestar atención.

Los demonios son ángeles caídos que conservan sus poderes naturales. Aunque se apartaron de Dios y actuaron con total egoísmo, Dios no les quita sus poderes naturales a menos que los usen mal y nosotros recurramos a Él en busca de ayuda. 

Entonces, ¿de qué son capaces los demonios? Como ocurre con los santos ángeles, los demonios tienen poderes naturales de comunicación e influencia sobre nosotros y nuestro mundo. 

Los ángeles reciben el cuidado del mundo y de nuestras vidas. Esos ángeles que cayeron en la desgracia (se alejaron de la Gracia) ahora tratan de usar su poder sobre el mundo y su poder para influenciarnos y comunicarse con nosotros para el mal. Se han apartado de Dios y ahora quieren convertirnos a nosotros.

Algo que esto nos dice es que debemos actuar constantemente con discernimiento. Es fácil ser tentado y descarriado por un demonio mentiroso. En el caso anterior, este pobre había cooperado tanto con este demonio que tomó posesión total de su vida. Aunque ese nivel de influencia y control sobre nosotros es bastante raro, puede suceder. Sin embargo, lo más importante es que simplemente entendamos y creamos que los demonios son reales y constantemente tratan de desviarnos.

Pero la buena noticia es que Jesús tiene todo el poder sobre ellos y fácilmente los confronta y los vence si buscamos Su gracia para hacerlo.  

Reflexiona hoy sobre la realidad del mal y la realidad de las tentaciones demoníacas en nuestro mundo. 

Todos las hemos experimentado. No son nada por lo que asustarse demasiado. Y no deben verse bajo una luz demasiado dramática. Los demonios son poderosos, pero el poder de Dios triunfa fácilmente si le dejamos tomar el control. 

Así que, al reflexionar sobre la realidad del mal y las tentaciones demoníacas, reflexiona también sobre el deseo de Dios de entrar y dejarlas impotentes. Permite que Dios tome el mando y confía en que Dios vencerá.  


Señor, cuando esté tentado y confundido, por favor ven a mí. Ayúdame a discernir al maligno y sus mentiras. Que me dirija a ti, el Todopoderoso en todas las cosas, y que pueda confiar en la poderosa intercesión de los santos ángeles que me has confiado. 

Jesús, en Ti confío.

sábado, 27 de agosto de 2022

28 de agosto del 2022: 22o Domingo del Tiempo Ordinario (C)


La grandeza de los humildes

Nuestro Padre del Cielo, nos recibe en su casa cada domingo. Y Él quiere que, por nuestra parte, todos nos acojamos mutuamente alrededor de su mesa y en la vida de todos los días. Su Hijo Jesús desea que nos amemos los unos a los otros como ÉL mismo nos ha amado.
Volvámonos hacia el Padre, ahora para que Él nos disponga a imitar al Hijo, Jesús quien ha vivido la humildad y la recomendaba. Imitarlo, es seguir el camino del Reino en el olvido de sí mismo y en el amor desinteresado.



Lectura del santo evangelio según san Lucas (14,1.7-14):

Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando. Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso esta parábola: «Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y al otro y te dirá: "Cédele el puesto a éste." Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: "Amigo, sube más arriba." Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»
Y dijo al que lo había invitado: «Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos.»
Palabra del Señor


A guisa de introducción: 

¿Carreño olvidado?

Los buenos modales... ¿Se deben enseñar?
 Por favor, conteste francamente a las siguientes preguntas (no tema, no es una evaluación):

Su hijo...

• ¿La saluda con algo mejor que un gruñido al levantarse cada mañana?
• ¿Usa la expresión "por favor" cuando le pide que le compre ese par de zapatos que tanto desea?
• ¿Le da las "gracias" cuando usted le lleva hasta el colegio los libros que se dejó en casa?
• ¿Dice "lo siento" si la empuja por accidente cuando corre a contestar el teléfono?
• ¿Le escribe una nota de agradecimiento a la abuela por el regalo de cumpleaños que le ha enviado?

Probablemente, no muchos de ustedes han contestado "sí" a la mayoría de las preguntas. En este ejemplo y en los tiempos que vivimos, casi todas las respuestas son un "no".

Durante mis años como educador, he observado un drástico deterioro en lo que llamamos "buenos modales". No tengo una explicación exacta de los motivos que nos han llevado a esto, pero así es. Creo que ha llegado el momento de que intentemos corregir la situación.

Los buenos modales son el primer paso del comportamiento civilizado. Nos dan el impulso para decir las palabras y mostrar el comportamiento que nos distingue del resto del reino animal. Demuestran nuestra consideración hacia los demás.

Es de buenos modales evitar emitir en público ciertos sonidos intencionales como los eructos y las ventosidades (por donde sabemos, jeje).  Pero hablando en serio, las buenas maneras acompañan todos los gestos que hacen que nuestro prójimo se sienta bien junto a nosotros. Nos empujan a evitar las palabras, sonidos y acciones que pueden hacer sentir incómodos a los demás y nos convierten en miembros dignos de nuestra sociedad civilizada.

Los buenos modales no se cogen automáticamente: se enseñan y se aprenden. Un niño o un adolescente no descubre por sí mismo, por arte de magia, que la dignidad y la amabilidad lo ayudarán a convertirse en una persona más agradable. Tampoco comprende por sí mismo que esos atributos le ayudarán a triunfar y a ser un individuo más feliz. Nosotros debemos enseñar estos conceptos a nuestros hijos.

¿Cómo podemos hacerlo? Las buenas maneras, como la mayoría de los valores, se deben practicar y vivir en el hogar si queremos que se conviertan en una parte permanente del carácter de nuestros niños. No debemos esperar que la escuela asuma la responsabilidad primaria de enseñar buenos modales. Siete horas al día durante nueve meses al año no hacen un tiempo suficiente para instalar principios duraderos o valores morales (en un año, un niño pasa 1.253 horas en el colegio y 7.507 horas fuera de él). Los maestros pueden forzar ciertas conductas ("Pídele perdón a Juan"), pero no pueden convertir las buenas maneras en una respuesta automática. Los padres sí.

¿Cómo? Pues mostrando buenos modales en casa día a día. Los niños oyen los sermones, pero practican lo que ven. Los padres, entonces, deben "predicar con el ejemplo" si quieren que las buenas maneras se conviertan en parte de la esencia de sus hijos. Y deben comenzar este proceso cuando los niños son bien pequeños.

La cortesía y los buenos modales abren las puertas a una vida adulta exitosa y feliz. Debemos proporcionarles a nuestros hijos las piernas que les permitan caminar por esa senda.

Como bien vemos este domingo, las normas de urbanidad  y los buenos modales de Carreño y mucho menos las enseñanzas de Jesús se han de olvidar…

“La vida no es tan breve que no nos deje tiempo suficiente para la cortesía”.                                                        
Ralph W. Emerson

Tomado de  :


Comentario introductorio: “Los buenos modales”

“No se debe hablar con la boca llena!”. “Los codos no se ponen sobre la mesa”. “solo se puede comenzar a comer cuando se le haya servido a todo el mundo”. “No se debe sorber fuertemente la sopa, así esté caliente”. “Al masticar debes mantener la boca cerrada para que no se le escuche como a un cerdo!” …etc…

Cuántas veces nuestros padres y maestros han debido repetirnos estas frases para hacernos aprender “los buenos modales”. Porque había más que el arroz y la carne a veces en las comidas, había toda una formación, un arte de vivir, una transmisión de valores.

Recuerdo particularmente en el JUAN XXIII de Marquetalia  (cuando frisaba los 13 y 14 años)  las clases de urbanidad y civismo que nos daba el profesor Oscar Vélez  y como nosotros alumnos “alocados” nos mofábamos de una instrucción tan importante para la vida…Definitivamente los chicos no sabemos apreciar las cosas en su momento…

Los evangelios nos describen muchas comidas en las que Jesús compartió con amigos, con notables, y frecuentemente con personas de reputación dudosa. No sabemos nada del menú de esas comidas, ni de las reglas de etiqueta que se observaban. Pero muy a menudo, Jesús aprovechaba para invitarnos a “los buenos modales” de Dios.

Son esas maneras, y modos de comportarse que sacuden nuestros hábitos, vuelcan nuestra escala de valores, rompen nuestros prejuicios. Porque Jesús nos invita a acoger todo el mundo, sin distinción de clases o de razas. Él nos pone en guardia (nos previene) frente al orgullo y la soberbia que desprecia y divide, nos alerta contra la ambición que envenena las relaciones humanas.

Al observar “los buenos modales” de Dios, nosotros podemos transformar nuestras comidas en comidas de bodas donde contraerán matrimonio nuestras diferencias y en donde se degustan el respeto y la acogida.

¡Hace falta mucho más que un curso de glamour y o etiqueta, para aprender los modales de Dios! Hace falta la fuerza del Espíritu, la paciencia de nuestro Padre, y una buena dosis de docilidad de nuestra parte.




Aproximación psicológica al texto del evangelio:

El último lugar

Si se trata acá de una parábola, como Lucas nos lo precisa al principio, es necesario ver en este pasaje más que una regla de etiqueta, o peor todavía, un truco hábil para recibir una promoción “delante todos aquellos que están a la mesa” (v.10).

Jesús emplea sus parábolas para hablarnos de Dios y de su Reino (su proyecto, la alternativa de nueva sociedad, de  un nuevo mundo), y debería ser así acá también. Los invitados “escogen los primeros lugares”, mas ellos se exponen a que se les exija de “ceder el lugar” a otros. De manera inversa, el anfitrión se ubica delante aquellos que se encuentran en lo bajo de la escala e interviene para mejorar su posición (su suerte).

Nosotros así, somos reenviados directamente a otro pasaje del evangelio de Lucas, que aparece como un muy buen comentario de nuestra parábola:  El Todopoderoso desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías” (Lucas 1,49-53).


De cara a la escala o niveles sociales, las opciones de Dios son claras: “Él derriba a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos”. Es decir, envía a los poderosos a lo bajo de la escala y se ocupa de la promoción de los pequeños y de los hambrientos. Así, la preferencia por “el último lugar” a la cual Jesús invita (v.10), es la solidaridad con los pobres y los despojados, porque es ahí que llega la salvación: todo hombre que se ensalza será humillado (“Él derribó a los poderosos de su trono”), y el que se humilla será ensalzado (“Él ha enaltecido a los humildes”).

A la luz del Cántico de María como se llama este pasaje de Lucas 1, 46-55, uno podría parafrasear así la advertencia de Jesús: cuando se trata de escogerte un lugar en la sociedad, de decidir de qué lado tu estarás, no te pongas del lado de los ricos, no visiones lo alto de la escala social. Por el contrario, escoge tu estilo de vida en función de los que menos tienen, establece y haz solidaridades con ellos, y entonces tú estarás del lado de Dios. Y en la gran comida (banquete) de la vida, no trates de darte a ti mismo tu propio valor, no trates de forzar a los otros para que te reconozcan haciendo tretas para avanzar a costillas de los demás y llegar a lo alto de la escala. Aprende a vivir con aquellos que están en lo bajo, y un día, el reconocimiento de tu valor, lo recibirás de alguien más.

Lucas 14,12-14:

Después dijo al que lo había invitado: "Cuando des un almuerzo o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos, no sea que ellos te inviten a su vez, y así tengas tu recompensa. Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos.  ¡Feliz eres tú, porque ellos no tienen cómo retribuirte, y así tendrás tu recompensa en la resurrección de los justos!".

Esto es todo un despropósito en nuestros días. Es seguro que muy pocos o casi nadie cumple al pie de la letra esta sugerencia de Jesús. Mismo en las culturas y los medios más pobres que la clase media occidental esto es una utopía (hablo por ejemplo en etnias africanas), pues siempre en las fiestas convocamos a la familia, los amigos, vecinos cercanos, de buena reputación o que tienen algo para darnos a cambio. Seguramente que ustedes como yo, cuando hemos sido anfitriones o nos han invitado a una prestigiosa fiesta hemos recordado este pasaje y nos hemos sentido interpelados, cuestionados y bastante incómodos…pero la ventaja es que la preocupación pasa rápido en cuanto se pega la primera mordida al suculento pernil de pollo puesto sobre nuestro plato.

Lo que quiere decir en el fondo Jesús es que así seamos invitados a comer en un ambiente de ricos, de aristócratas y bien acomodados, no podemos dejarnos influir por las ideas injustas, egoístas (y con las cuales se asocia por tradición bíblica a los ricos. Por ejemplo, el mensaje del profeta Oseas de cara a los ricos y a la riqueza es que toda riqueza es injusta, y que esta es amasada muchas veces a costa del sufrimiento y explotación de los pobres).

Jesús que estuvo sentado en la misma mesa con Nicodemo, Zaqueo, Simón el fariseo, y con el “patrón o anfitrión” al cual se alude en este pasaje…no se dejó influenciar ni moldear por ellos…Jesús asume su contacto con los ricos (encuentros, comidas, discusiones) sin dejarse contaminar por su visión de las cosas, sino al contrario permaneciendo en situación de ruptura ética con ellos.

El presente pasaje aparece como una magnifica ilustración de este fenómeno. Jesús está presto, listo a dejarse invitar, pero no a dejarse “embaucar” o comprometer” e ir en contra de sus principios. Si entra en cualquier parte, por más impresionantes que sean los lugares en cuanto al lujo y la brillantez y el prestigio de quienes lo acogen, Él no deja sus convicciones en la puerta. De una manera que aparece, con todo, civilizada, Jesús llega cuestionar en el antro del establishment (grupo dominante, élite visible que ostenta la autoridad) como aquí (Él está acá “En casa de uno de los jefes de los fariseos”!- v.1

Ciertas promociones, ¡y es triste reconocerlo!, son al mismo tiempo llamados a apoyar el pedal suave en las convicciones personales y las solidaridades sociales. Para avanzar, muy a menudo, es necesario consentir que se vuelva simple la sal de mis convicciones, y poner bajo el celemín algunos de mis valores. Pero Jesús, por el contrario, no recula ni un ápice en eso que Él evalúa como sus solidaridades esenciales: los pobres, los estropeados, los cojos, los ciegos. Es como si Él dijera a su anfitrión: si tú me invitas, prepárate a invitarlos a ellos: ¡yo no avanzo sin ellos!


Hay entonces aquí algo más que una exhortación moral al compartir. Tenemos el testimonio de un hombre que permanece siendo fiel a Él mismo en medio de personas que no piensan como Él, y que critica (se opone) claramente a ciertas prácticas de compartir egoísta en nombre de sus solidaridades primeras.

El cristiano no es aquel que privilegia vagamente ciertos valores teóricos, sino que es Aquel que permanece de pie-   muy a menudo, solo – en medio de personas que no ven las cosas como Él.



Reflexión Central

1
“Sin hacer diferencias”

Muy a menudo los evangelios nos hablan de la presencia de Jesús en un banquete o alguna comida. El comenzó su ministerio público con una comida de fiesta de bodas. Recordémoslo, fue en Caná de Galilea. Y termina su vida pública con la cena de Pascua. A lo largo de los evangelios, encontramos al maestro en casa de los fariseos, pero también en la casa de Zaqueo, en la residencia de Marta y María y en muchas otras. De otra parte, sus enemigos no dudan en burlarse de él: “miren un comilón y un borracho” (Lucas 7,34). Es verdad que Jesús no desprecia ninguna invitación, ni de sus amigos, ni tampoco de sus adversarios que buscaban tenderle trampas.

A veces somos invitados a banquetes y comidas especiales, por ejemplo, cuando hay matrimonios, un bautismo, un cumpleaños, o simplemente cuando comemos con los amigos o familiares. Cuando estamos comiendo y hemos aceptado la invitación, sabemos que lo más importante no es tanto comer sino el hecho de estar juntos. Compartir una comida es mostrar la alegría de estar reunidos, es compartir la amistad, la vida, las ideas, los sueños e ilusiones y también las penas. Para Jesús una comida es justo eso y bien mucho más. Si Él acepta las invitaciones a comer, es para decir a todos y a cada uno que ellos son amados por Dios. Él quiere llevar la Buena Nueva del Evangelio tanto a fariseos como a los publicanos. Él quiere salvar a toda la humanidad; es por esta razón que É acepta todas las invitaciones, tanto de pobres como de ricos, como de pecadores y de justos, de sus amigos y enemigos…Su amor se ofrece a todos, sin hacer diferencias.

Cierto día, un viejo maestro preguntaba a uno de sus discípulos: “Dónde está Dios?” El discípulo le respondió: “Él está en todas partes”. A lo que el Maestro replica: “No, Él está donde se le invita”, en casa del notable, del más pequeño, en casa del pobre como del rico. Y si queremos que Él esté en nuestra casa, debemos invitarlo, escucharle y acoger su palabra. Jesús viene a mi casa, entra en mi vida si yo le invito. Él se ha valido también de una comida para estar con nosotros. La Eucaristía es el maravilloso festín al cual nos invita y se hace presente para compartirnos su Palabra y su pan. Ahí, nos repite o reitera su amor fiel. Allí, nos hace vivir con Él como hijos de Dios y como hermanos entre nosotros. La Eucaristía es la comida o el banquete más importante (de la vida, de la semana, del año) al cual podemos ser invitados ya que Dios es quien nos acoge.

En el evangelio de este domingo, Jesús nos deja unas recomendaciones bien precisas. Y observa que algunos invitados buscan espontáneamente las plazas de honor. En la vida, esto pasa con regularidad. Esta tendencia a buscar el prestigio, los honores, el poder, es algo terrible. Este orgullo nos encierra en nosotros mismos y nos impide de abrirnos a Dios y a los otros. Hoy, Jesús nos invita a la humildad ya que quiere evitarnos las humillaciones.

La humillación fábrica o crea humillados, excluidos, personas oprimidas, pisoteadas por los poderosos de este mundo. Al contrario, la humildad fabrica humildes, que no es la misma cosa. Aquel o aquella que es HUMILDE permanece enteramente abierto (a) (disponible para) a Dios y a los otros. La verdadera humildad consiste en saber que yo cuento mucho ante la mirada de Dios, que yo soy precioso, tengo un gran valor para El, no a causa de mis méritos, sino más bien porque Él me ama.

En adelante, no hay plaza o puesto para escoger, o más bien, no hay que un solo puesto, aquel que ocupa Jesús y que quiere compartir con nosotros. Este puesto, es el de servidor. Lo hemos visto la tarde del jueves santo cuando lavó los pies de sus discípulos. Y hoy en el mundo son muchísimos, aquellos que ocupan este lugar poniéndose al servicio de los pequeños, de los marginados y de todos aquellos que han perdido todo por las catástrofes y/o desastres naturales. Lo importante es que permanezcamos en ropa de trabajo, en uniforme de servicio, siempre atentos a los demás. A través de ellos, es Jesús quien se hace presente. Si sabemos acogerlo, Él nos ha prometido que un día se pondrá el uniforme de trabajo y /o de servicio para servirnos a cada uno a nuestro turno. Él quiere que nosotros estemos con Él en el corazón del Padre. Este es el banquete eterno anunciado por sus comidas en la tierra.




2
Nuestra verdadera grandeza

Esta semana, si ustedes vieron noticias le hicieron escandalo al presidente de México Enrique Peña Nieto por haber plagiado al menos a diez autores en su tesis para obtener el título de Licenciado en Derecho por la Universidad Panamericana. Uno se pregunta cómo un hombre con tal educación, y que ha pasado por alto ciertas reglas éticas, llegó a ser presidente?…Qué puede llevar a un hombre a actuar de tal manera? El deseo de consolidar o de acentuar su estatuto de persona importante?

El gesto del presidente manito y de tantas otras personas que hacen lo que sea por sobresalir, no serán la muestra de un deseo fundamental presente en cada ser humano, aquel de sentirse importante y deseado?

Ante un evento como el citado y otros con más ampliación, el relato del evangelio de este domingo puede parecer benigno, ver insignificante: se debe evitar tomar los primeros lugares o puestos en las invitaciones o fiestas sociales. Francamente, Jesús aparecería aquí corto de inspiración para perder su tiempo enseñando buenos modales, teniendo en cuenta los motivos dados, aquellas de evitar que se nos caiga la cara y tener vergüenza, ¿no serían recomendaciones a las que se les quiere dar demasiada importancia? Nosotros podemos adivinar que en este relato hay un contenido mucho más profundo que el que aparece a primera vista. ¿Pero qué exactamente?

La trampa en la que caemos, y que arriesga con bloquear nuestra comprensión justa del relato, es la de ver una pequeña moraleja, por ejemplo, imaginándose que Jesús está predicando sobre la humildad: es necesario ser humilde, evitar los honores, las flores, las loas y pasar desapercibido. De igual manera, como lo indica el final de nuestro relato, es necesario donar sin esperar recompensa y rechazar todo cumplimento o regalo de agradecimiento. Una moraleja así es muy corta y ahoga, y sobre todo no refleja la profundidad de lo que está de verdad en juego.

La clave o centro del relato se encuentra en la buena comprensión del personaje del anfitrión, aquel que invita: se trata de Dios mismo. Es a Él y solamente a Él quien le corresponde determinar mi puesto o lugar y mi verdadera grandeza. Es Él quien me ayuda cuando me asalta la tentación de dármelas de importante, o, al contrario, de denigrarme y considerarme un inútil, un cero a la izquierda.  “Ve a sentarte en el último puesto, en la última silla”, significa entonces: evita ser esclavo de la mirada de los demás, toma tu distancia de cara a las diversas jerarquías humanas y a tus propias categorías, apóyate en último lugar en el juicio o juzgamiento del mismo Dios.

Pero uno puede decir, preguntarse, ¿cómo conocer ese juicio, esa opinión de Dios, ya que nadie lo ha visto y uno no se puede comunicar directamente con Él, al menos que se sea un iluminado? Toda la enseñanza de Jesús y su actuar es un testimonio continuo de lo que somos ante Dios: seres infinitamente, únicos, y tan importantes que es legítimo ayudar a los otros al precio de su vida (mismo si nos cuesta la vida). Todavía más profundamente, somos una parcela de Dios. Es en este sentido que se debe leer el final de nuestro relato: todo como la creación del universo, bajo la forma de “big bang” u otro, es la explosión de la bondad y de la generosidad de Dios, y así nuestros gestos sociales, bajo la forma de invitación a comer u otros, reflejarán de igual manera esa ternura tan plena que nos habita.

Sin embargo, necesitamos mucho más que el testimonio de Jesús para recordar nuestra verdadera grandeza, tenemos necesidad de palabras y de gestos tangibles de aquellos que nos rodean. Esta es la misión que tenemos los unos con los otros.  Tenemos necesidad de sentirnos únicos. Tenemos necesidad de sentirnos importantes y útiles o deseados…Esta necesidad que a veces puede llevarnos a actuar de mala manera como el presidente citado al principio, o gestos como tumbar a los otros para obtener los primeros lugares, es esta misma necesidad que puede orientarnos finalmente hacia Dios: Sólo Él podrá llenar totalmente nuestro deseo de ser importantes y deseados. Cuando tenemos la tentación de juzgarnos con la mirada de los otros o de comprar su atención y su afecto, es esta fe en Dios lo que nos permite permanecer libres y evitar esas trampas.  De igual manera, es esta misma fe que nos permite revelarnos unos a otros nuestra verdadera grandeza, esta parte de infinito que nos habita. ¿Creemos esto?  Está anclada nuestra fe en ello?



ORACION

Señor, Tú no has venido para ser servido sino para servir. Tú te has hecho el último. Tú que conoces nuestro orgullo y nuestros deseos de grandeza, te pedimos: Muéstranos la alegría que hay al dar la vida por aquellos que amamos para que lleguemos todos a experimentar la felicidad de tu Reino. Amen



Otra reflexión anterior sobre este mismo evangelio, aquí:




Referencias bibliográficas:



Hétu, Jean-Luc. Les Options de Jésus.


viernes, 26 de agosto de 2022

27 de agosto del 2022: sábado de la vigésima primera semana del tiempo ordinario- Santa Mónica, madre de San Agustín

 

Testigo de la fe:


 Santa Mónica


 Madre de San Agustín, cuya conversión obtuvo con su discreto afecto y su oración contemplativa. Esta cristiana convencida también había ganado a su esposo Patricio, un notable del África romana, a los valores cristianos. Murió en Ostia en 387.

 


(Mateo 25, 14-30) ¿Es Dios a mis ojos un amo tan exigente para que entierre en mí lo mejor por temor a él? El miedo a menudo esconde la bondad de Dios en nosotros. Hoy, me tomo el tiempo para visitar mi miedo y humildemente presentárselo.

 


Primera lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (1,26-31):

Fijaos en vuestra asamblea, no hay en ella muchos sabios en lo humano, ni muchos poderosos, ni muchos aristócratas; todo lo contrario, lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios, y lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar el poder. Aún más, ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta para anular a lo que cuenta, de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor. Por él vosotros sois en Cristo Jesús, en este Cristo que Dios ha hecho para nosotros sabiduría, justicia, santificación y redención. Y así –como dice la Escritura– «el que se gloríe, que se gloríe en el Señor.»

Palabra de Dios

 

Salmo

Sal 32

R/. Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad

Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.
El Señor mira desde el cielo,
se fija en todos los hombres. R/.

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre. R/.

Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo;
con él se alegra nuestro corazón,
en su santo nombre confiamos. R/.

 

 

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (25,14-30):

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Un hombre que se iba al extranjero llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno, hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: "Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco." Su señor le dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor." Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: "Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos." Su señor le dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor." Finalmente se acercó el que había recibido un talento y dijo: "Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces; tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo." El señor le respondió: "Eres un empleado negligente y holgazán; ¿con que sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque el que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadlo fuera, a las tinieblas, allí será el llanto y el rechinar de dientes."»

Palabra del Señor

 


 COMPARTIENDO LA ALEGRÍA DEL MAESTRO

 

"Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor."

 

Mateo 25:23

 

Esta es una historia sobre dos cosas. Primero, es una historia sobre la fidelidad que estamos llamados a tener en esta vida al servicio de la voluntad de Dios. En segundo lugar, es una promesa de la fidelidad de Jesús hacia nosotros, tanto aquí en la Tierra como, en última instancia, cuando nos encontremos con Él en el momento de nuestra muerte.

Qué bendición sería escuchar a Jesús decirnos esas palabras al finalizar nuestras vidas aquí en la Tierra. “"Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidorPasa al banquete de tu Señor.” Esto plantea la pregunta, si murieras hoy, ¿qué te diría nuestro Señor? Si no estás seguro inmediatamente de que en Su misericordia Él diría estas palabras de arriba, entonces hoy es un buen día para hacer algunos cambios en tu vida.

Una buena práctica espiritual es vivir hoy de tal manera que nos estemos preparando conscientemente para ese glorioso encuentro con Jesús. ¿Qué “responsabilidades” te ha confiado Él en esta vida y qué estás haciendo con ellas? ¿Buscas poner todos tus dones al servicio del Evangelio y de la difusión de la caridad? ¿Eres diligente en darte a Dios y a su santa voluntad? Esperemos que no haya dudas en tu respuesta. Si las hay, esta es una señal de que Dios puede querer más de ti aquí y ahora.

Uno de los mayores problemas con los que podemos luchar en este mundo es la tentación de buscar la satisfacción mundana aquí y ahora, a expensas de acumular tesoros celestiales. ¿Pero por qué? ¿Por qué buscar satisfacción momentánea y superficial aquí y ahora y arriesgarse a perder el gozo eterno?

Reflexiona, hoy, sobre el objetivo final que debes tener en la vida. Esta es la meta de estar completamente preparado para ese glorioso encuentro con nuestro Señor al pasar de esta vida a la próxima. El cielo puede parecer un poco intangible en este momento, pero cuando llegue el momento de encontrarnos con Jesús cara a cara, no será intangible en lo más mínimo. En cambio, se le informará inmediatamente de cada detalle de tu vida aquí en la Tierra. Tu fidelidad, día tras día, o la falta de fidelidad, día tras día, se convertirán en la fuente de tu gozo eterno o en la fuente de un arrepentimiento eterno.

 

Señor, ayúdame a mantener mis ojos en Ti y en Tu santa voluntad. Libérame de metas egoístas y momentáneas en la vida para que pueda buscar servirte solo de la manera que produce alegría en Tu corazón. Ayúdame a mantener la mirada en el Cielo ya prepararme cada día para ese encuentro eterno contigo. Jesús, en Ti confío.




Santa Mónica, Madre de San Agustín
c. 331 – 387


Patrona de matrimonios difíciles, amas de casa y madres

 

Sin su ejemplo de oración perseverante, su hijo dotado no se habría convertido

 

La mayoría de las santas de los primeros siglos de la Iglesia son vírgenes, mártires o ambas cosas. La mayoría de las santas medievales y modernas son monjas, especialmente fundadoras de órdenes religiosas. Las santas casadas son relativamente raras. Con algunas pocas excepciones contemporáneas, son madres de reyes, de emperadores o de otros santos canonizados. Santa Mónica es la madre de San Agustín. Se crió en una familia católica en el extinto norte de África cristiano, probablemente en el pequeño pueblo de Tagaste en la actual Argelia. Tagaste había sido cristiano durante más de doscientos cincuenta años cuando nació Mónica. Entonces, aunque desde una perspectiva actual ella nació en la antigüedad, justo después del Concilio de Nicea, la fe de su familia probablemente data de las primeras oleadas del cristianismo africano, mucho antes de Nicea. 

Mónica tuvo al menos tres hijos: Navigius, Perpetua y su hijo mayor y más querido, Agustín. Ninguna madre puede reducirse sólo a lo que significa para sus hijos, sin embargo, se debe exclusivamente a su hijo Agustín que se sepa tanto de la vida de Mónica. Agustín parecía no dejar nunca de escribir, y después de Dios y del propio Agustín, Mónica es el personaje central de su autobiografía, las Confesiones ... Mónica está siempre preocupada y presente para Agustín. Ella no lo dejará fuera de su vista. Cuando Agustín se prepara para zarpar hacia Italia desde el puerto de Cartago, se sorprende al saber que su madre tiene la intención de viajar con él. Entonces él la engaña sobre la hora de salida del barco y escapa sin ella. Pero ella es persistente. Más tarde lo sigue a Roma solo para descubrir que él ha seguido adelante. Entonces ella lo sigue a Milán, lo encuentra y se muda con él y sus amigos. No es de extrañar que Agustín escribiera: “Le gustaba tenerme con ella, como a las madres, pero mucho más que a la mayoría de las madres”.

Mónica se casó con un hombre llamado Patricio y lo convirtió, al menos superficialmente. Era un hombre difícil cuya temprana muerte la dejó viuda a los cuarenta años. Mónica y su esposo querían que su talentoso hijo Agustín recibiera la mejor educación posible, por lo que lo enviaron a la escuela. Y allí Agustín cayó en los graves y duraderos errores morales y teológicos que formarían el drama central de la vida de Mónica. Se dice que todas las tramas del mundo se pueden reducir a solo cinco o seis. Uno de ellos es "Regresa a casa". La vida de Santa Mónica estuvo dedicada a hacer que su hijo volviera a su hogar, la Iglesia. Ella lloró, oró, ayunó. Nada pareció funcionar durante quince años mientras su hijo se alejaba del camino católico, aparentemente sin remordimiento.

En medio de sus pruebas y sufrimientos espirituales por Agustín, Mónica tuvo una visión. Estaba de pie sobre una viga de madera. Un ser brillante y fluorescente le dijo que se secara los ojos, porque “tu hijo está contigo”. Mónica le contó a Agustín sobre la visión. Él respondió que sí, que de hecho podrían estar juntos si ella simplemente abandonara su fe. Mónica inmediatamente replicó: “Él no dijo que yo estaba contigo. Dijo que estabas conmigo. Agustín nunca olvidó su respuesta rápida y perspicaz. 

En Milán, Mónica se hizo amiga del gran San Ambrosio, quien desempeñó un papel clave en la conversión de Agustín. La semilla de sus oraciones dio fruto cuando Agustín abandonó su vida pecaminosa, se bautizó y decidió regresar al norte de África como líder cristiano. Su hijo había regresado a la Iglesia y regresaba a su tierra natal. Su misión de vida cumplida, Santa Mónica murió a los cincuenta años en el puerto romano de Ostia, mientras esperaba para abordar el barco que cruzaría a África. 

En sus últimas horas, Agustín le preguntó si debía transportar su cuerpo a Tagaste para enterrarlo junto a su esposo. Dijo que estaba feliz de ser enterrada dondequiera que muriera, porque “nada está lejos de Dios”. Sus restos ahora se encuentran en la Basílica de San Agustín en el centro de Roma.

Santa Mónica, fuiste perseverante en tus esfuerzos por enderezar los caminos torcidos de la vida de tu hijo. Tus oraciones, peregrinaciones, ayunos y palabras fueron fructíferas, pero solo después de muchas lágrimas. Ayúdanos a preocuparnos tanto como tú por las almas inmortales de aquellos que están cerca de nosotros.



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