viernes, 21 de octubre de 2016

23 de octubre del 2016: 30o Domingo del Tiempo Ordinario (C)


En las fuentes de la oración

Toda oración tiene su fuente en la relación que tenemos con Dios. Esta relación debe ser verdadera para que la oración sea auténtica y done frutos.
En este domingo misionero mundial, dejemos que la Palabra de Dios nos interpele en nuestro compromiso por la evangelización. Que ella alimente y reavive nuestra fe.



EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS 18,9-14

Jesús dijo esta parábola por algunos que estaban convencidos de ser justos y despreciaban a los demás.
«Dos hombres subieron al Templo a orar. Uno era fariseo y el otro publicano.
El fariseo, puesto de pie, oraba en su interior de esta manera: «Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos, adúlteros, o como ese publicano.
Ayuno dos veces por semana y doy la décima parte de todas mis entradas.»
Mientras tanto el publicano se quedaba atrás y no se atrevía a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: «Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador.»
Yo les digo que este último estaba en gracia de Dios cuando volvió a su casa, pero el fariseo no. Porque el que se hace grande será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»
Palabra de Dios



A guisa de introducción:

Orar y actuar, sin juzgar, sin despreciar



1. Alrededor de la oración pública, se escuchan diversas reflexiones: "Yo voy a la iglesia, pero hay otros que van sino a que los miren, para perder el tiempo". "Yo no voy a la iglesia; yo antes iba, y era como un hipócrita, como la mayoría de los que van, porque ellos son falsos".

Qué tan fácil es juzgar a los demás. El mal más grande que corroe el mundo actualmente, es el orgullo, que nos impide ver claro en nosotros, escuchar el consejo de los otros y mejorarnos nosotros mismos.

Nosotros podemos salir de esta situación, si cada uno empezamos por reconocernos fariseos, orgullosos.

Entendiendo que para un orgulloso no es fácil reconocerse como tal, pero la vida se ocupará de eso. Es justamente la historia de una señora que juzgaba los otros , señalando con el dedo la mala educación de los jóvenes, hasta el día que constata que aquello que critica  le pasa en su propia casa, entre su familia, viendo como sus hijos no eran tan bien educados como los de los otros; felizmente ella ha comprendido y recapacitado,  adoptando una más justa opinión de los suyos y del prójimo. Es la historia también de aquel hombre que trataba a las personas piadosas de hipócritas, hasta el día en que tuvo un accidente muy grave; inútil decir que se dio cuenta de que no podía continuar a creerse el gran amo o patrón; y vuelve a ser muy humilde de un solo golpe.

2. Cuando uno examina su vida, descubre que aún queda camino por hacer, por andar para llegar a vivir y a cumplir lo que Dios pide; y uno se da cuenta de que los otros también tienen grandes valores y cualidades apreciables.

Uno percibe que se puede esperar todavía mucho del entorno y de la fuente de toda perfección: Dios.

Uno puede hacer oraciones de acción de gracias como el fariseo, pero con la condición de reconocer antes, que es Dios quien lo hace a uno bueno.

Se pueden hacer oraciones de petición, de perdón por uno mismo y por los otros, como el publicano: es esta la oración que Dios ama.

3. Al venir a agradecer al Señor, se viene a confiarle las personas. Si alguien nos dijera: "Dime cómo oras y yo te diré quién eres", no hemos de sorprendernos. Nuestra manera de orar revela el fondo de nuestro corazón.



Aproximación psicológica al texto del evangelio:

La oración vista del lado de Dios

Las personas que se presentan en psicoterapia tienen actitudes bien diferentes.  Unas que tratan de convencer al especialista de que no tienen ningún problema y que por lo tanto  todo va bien, que  funcionan bien y cumplen con todas sus obligaciones familiares y sociales, y finalmente ponen tanta insistencia en ello que no hay lugar para el diálogo, sino que esperan simplemente  aprobación a todo lo que  dicen.

A este tipo de personas, uno estaría tentado de decirles:  “Mucho mejor si todo va bien para usted;  en caso tal que haya cosas que le preocupen no dude en regresar, porque no son quienes están bien quienes tienen necesidad de terapeuta sino aquellos que tienen preocupaciones, y yo no entrevisto aquellos que tienen una buena conciencia sino que hablo con aquellos que están dispuestos a cuestionarse “(cfr. Lucas 5,31-32).

Contrariamente a las primeras, otras personas llegan a la entrevista con el especialista, tratando de  convencer que no todo va bien para ellas, sino confesando de entrada sus dificultades y diciendo: “Es acá, en esto, donde me encuentro ahora, y no es fácil” (equivalente al “ten piedad  del pecador que yo soy!”). Y a menudo uno siente en sus palabras no una tendencia a auto-compadecerse por su suerte o con  la intención de conmover aquel que se encuentra al frente suyo, sino que hacen  simplemente un esfuerzo por situarse totalmente desnudos ante su verdad. Con este tipo de personas, el diálogo puede emprenderse con facilidad y de manera fructífera, porque uno no se siente distanciado como con las primeras, sino que por el contrario  uno se siente invitado a comulgar con sus vivencias.

No estará acaso aquí, vista del lado de Dios, la dinámica de la experiencia de  oración del fariseo y del publicano?  Por un lado, un hombre blindado, amurallado con sus defensas, protegido detrás su buena conciencia superficial, y que lanza piedras por encima de sus barricadas, sin correr verdaderamente el riesgo del cara a cara.

Y por otra parte, un hombre que vive al descubierto, que acepta situarse totalmente desnudo ante Dios, a la vez que acepta hacerlo (desnudarse) también ante sí mismo, y quien hace de este consentimiento, el centro mismo de su oración: “Mi Dios, Tú me sondeas y me conoces(…) a dónde iré lejos de tu presencia?”  “De qué me sirve creerme alguien distinto a quien soy?”, “Condúceme en el camino…”, “Que yo retome tus senderos”…(Salmo 138,1.7.24).

“Aquel volvió a su casa justificado, y no el otro”, aquel da a Dios la posibilidad y el gusto de entrar con más fuerza en su vida, el otro no.

Es muy cierto que somos los mismos en la oración y en la vida cotidiana: a la defensiva en la vida y estériles en la oración, o bien abiertos en la vida y acogedores y acogidos en la oración.



Reflexión Central

Testigos y mensajeros de la misericordia


Celebramos hoy el Domund, Domingo universal de las Misiones. Esta jornada nos recuerda que la Iglesia es enviada para "anunciar la misericordia". Es Jesús mismo quien nos envía. Para ayudarnos a cumplir esta misión, nos disponemos a escuchar la Palabra de Dios. El objetivo no es trabajar PARA el Señor, sino hacer el trabajo del Señor.

La primera lectura nos recuerda que "el Señor no hace diferencia entre los hombres". Él es imparcial; no juzga según las apariencias. En el Antiguo Testamento, el pobre, el oprimido, el huérfano y la viuda eran considerados como las 4 situaciones de precariedad y pobreza. La Ley invitaba a todos los creyentes a protegerlos y a cuidarlos. De esto se trata entonces, que nosotros sigamos el ejemplo de Dios que está lleno de tolerancia y que es rico en misericordia. "Dios no piensa ni mira como los hombres: los hombres miran la apariencia pero Dios mira el corazón" (1 Samuel 16,7).

El salmo 33 es un canto de acción de gracias, una alabanza. Este salmo abre los horizontes de nuestra inteligencia y de nuestro corazón. "Bendeciré al Señor en todo tiempo, su alabanza en mis labios sin descanso, porque Él escucha y está atento de quienes le invocan".

El texto de la segunda lectura es considerado como el testamento del apóstol Pablo. Cuando escribe esta carta se encuentra en la cárcel, sabiendo que su ejecución está cerca: "el momento de mi partida es inminente", dice, dirigiéndose a Timoteo y lo anima porque la misión no puede detenerse. La Buena Noticia debe ser anunciada al mundo entero. Él mismo tiene una total confianza en la misericordia de Dios, es en Dios que Pablo ha encontrado la fuerza y el dinamismo que le han permitido recorrer el mundo, testimoniando su fe.

El lenguaje de Pablo nos hace pensar en el mundo del deporte. Él mismo llega al final de su carrera, ya no le queda más que recibir la corona de justicia. Otros van a relevarlo, es decir tomar la batuta, las riendas. La proclamación del evangelio debe realizarse hasta el final. Es necesario que todas las naciones lo sepan. Todas deben saber que Dios no les pide más que practicar su misericordia.

El Evangelio de este domingo nos habla de la oración de dos hombres. El uno era un fariseo y el otro un recolector de impuestos para los enemigos de su pueblo. Todos dos dejan su casa para "subir al templo a orar". Cada uno tiene su manera de situarse ante Dios. Pero entre uno y otro, el contenido de la oración no es el mismo.

El primero es un buen practicante muy fiel. Tiene una buena reputación puesto que observa minuciosamente lo que está escrito en la Ley, en verdad, él no ora; el no pide nada a Dios. Su oración no es más que autocontemplación , pues él hace elogio de sus propias virtudes y destaca sus buenas obras. Él no se contenta sólo con  enzalsarse a sí mismo, al mismo tiempo hace examen de conciencia del publicano. No ha comprendido que para ser escuchado, es necesario estar lleno de bondad y de comprensión por los demás, mismo si son pecadores. Es esto lo que nos recuerda la semana misionera: Dios quiere la salvación de todos los hombres.

El segundo hombre tiene una mala reputación. Él, un recolector de impuestos, se ha enriquecido a costa del detrimento de los más pobres. En lugar de envanecerse, reconoce su pequeñez, se siente enterrado en el lodo. Él invoca la misericordia de Dios y no demanda sino ser justificado: «Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador.» Este hombre espera todo de Dios ya que se sabe pecador. Entonces, Dios puede todo por Él. Esta parábola se nos cuenta para anunciarnos una Buena Noticia: ella nos dice que Dios es amor.

Este evangelio quiere conducirnos de nuevo a lo esencial: el justo no es aquel que cree serlo. Aquel que pide misericordia llega a ser un hombre justo, un hombre "justificado" y "ajustado" al amor de Dios. La oración del publicano toca el corazón de Dios: "Quien se ensalza será humillado; quien se humilla será ensalzado". En cada misa, comenzamos con un llamado a la misericordia: "Señor ten piedad!" Y antes de ir a comulgar, aclamamos al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.

En este día, acogemos este llamado de Cristo: "Sean misericordiosos como su Padre es misericordioso. Y le pedimos al Señor que Él esté siempre con nosotros y nosotros con Él para que seamos los testigos y los mensajeros de su misericordia.



Reflexión (2)

El Dios de Jesús, Dios de pecadores y de publicanos



Quizás algunos creímos por mucho tiempo que la parábola del fariseo y del publicano era un instrumento para juzgar los otros.

Y juzgando a los otros nos hacíamos o nos hacemos (aún) fariseos sin darnos cuenta.

El texto de Lucas lo dice bien. Jesús cuenta esta parábola “por algunos que estaban convencidos de ser justos y despreciaban a los demás.

Los fariseos no eran mediocres. Ellos eran una élite. La oración del fariseo del evangelio parece perfecta, pues da gracias al Señor por los dones recibidos.  Su vida es impecable y fuera de toda sospecha. Él ayuna dos veces a la semana y se muestra generoso a la hora de dar sus tributos o limosnas al Templo. El defecto del fariseo no es carecer de religión. Es un hombre fiel y religioso. Su defecto es pretender obligar a Dios a darle lo que quiere y no tener ya más necesidad de Él.

El publicano de la parábola, por su parte, es un pobre tipo.  Es un hombre despreciado, marginado que se encuentra preso en una situación de la cual no puede salir. Se dice del publicano que es un recaudador de impuestos. En el imperio romano, el imperio a los inmuebles, la capitación-un impuesto personal- eran recaudados por funcionarios del Estado. Pero también había otros impuestos, por ejemplo las aduanas y los impuestos de tránsito, donde el Estado no tenía funcionarios pero daba esto en forma de contratos a recolectores privados. La posibilidad o poder de acción de estos funcionarios, era más grande. Ese era el trabajo del publicano. De ahí la impresión negativa que tenía la gente de ellos, los publicanos eran ladrones, pecadores públicos, traidores a su país, una especie de bandido distinguido y más o menos legalizado. Nuestro equivalente hoy podría ser un tramitador de vueltas o papeles; un abogado o tinterillo,  o bien la compañía privada que logra privatizar un acueducto y que no duda en cortar el agua a los pobres que no pagan su cuenta.  El publicano de la parábola se sabe rechazado, pero nada indica en la parábola que tenga el deseo o la capacidad de cambiar de situación o estado de vida. Entonces, ora como muchas personas lo hacen, desde el fondo de su desespero. Él tiene el corazón roto, partido en mil pedazos. Él no tiene nada más que su sufrimiento para ofrecerlo en oración. “Ten piedad de mí que soy un pecador”.

La enseñanza de Jesús en esta parábola es un verdadero escándalo. El Dios que proclama Cristo es el Dios de los desesperados, de la gente cuya condición es ser marginada y que arriesgan permanecer en dicha situación por siempre. Hay personas que no pueden cambiar de vida porque serán asesinados, o corren el riesgo de hacer mayor mal al cambiar, y eso sería peor.

Había en la Edad Media trabajos llamados  vergonzosos, por ejemplo los verdugos, a veces los sepultureros. En la antigüedad lo era el de los embalsamadores.  O mismo los pastores que comerciaban con animales. Su trabajo era indispensable pero vergonzoso.

Nosotros soñamos siempre con una Iglesia de puros, con una Iglesia Santa y corremos el riesgo bajo la excusa de la excelencia de hacer de esta Iglesia, una secta.

El amor de Jesús por los publicanos, es el espacio infinito de la ternura de Dios por los desesperados, los sin lugar en el mundo (o domicilio), los sin-futuro, los rechazados. Cada vez que les negamos o cerramos la salvación a los demás, estamos pretendiendo tomar el lugar de Dios y dictar el juicio en su nombre. En ese momento nos convertimos en fariseos: “El sacrificio que le gusta a Dios es un corazón contrito…un corazón roto, Tú no lo desprecias Señor” (Salmo 50 (51).



OBJETIVO DE VIDA PARA LA SEMANA

1.    Miro cómo me acerco al Señor: de manera interesada o acogiendo simplemente el don de su presencia?

2.    Veo cómo es fácil para mí de juzgar los otros sin antes tener una mirada realista de mi vida.

3.    Ir hacia las personas que yo sé  encuentran solas en su vida personal o en su fe.

En presencia de Dios, vuelvo a decir mis pobrezas, y me atrevo mismo a agradecer por ellas, puesto que ellas me abren a Él.



ORACIÓN-MEDITACIÓN

Señor-Amor, que tu templo sea lugar de adoración,
de Verdad, de conversión y de humanización.

Entonces, por todas esas veces en que hemos entrado
con un corazón de fariseo a tu santa morada…Perdónanos…

Por todas esas ocasiones en que hemos entrado
inconscientes dominando al otro con nuestros conocimientos…

Por todas esas veces en que hemos entrado sin arrepentirnos
por la presunción que hacemos de nuestra riqueza…

Por todas las veces en que hemos entrado
sin habernos lamentado por haber utilizado nuestro poder
para humillar en lugar de engrandecer…

Por todas esas veces en que hemos entrado a tu iglesia,
sin realizar que en el otro está tu belleza
que se ofrece aun para  ser compartida…

Por todas esas ocasiones en que hemos entrado a tu casa
sin contemplar en el rostro del otro,
tu imagen y tu semejanza…

Por todas esas veces en que hemos penetrado en tu santuario
sin darnos cuenta que al ser humildes servidores
hemos de tomar parte activa en la evangelización del mundo…

Por todas esas veces en que parecidos al fariseo, hemos hablado del pobre
sin identificarnos con su oración, sin reconocer su dignidad
y sin realizar que no podemos celebrarte, Señor-Amor,
sin antes servirle  a él sobre los caminos del Evangelio.
Perdónanos.



REFERENCIAS

- http.//vieliturgique.ca

- http://prionseneglise.ca

-  http://paroissesaintefamilledevalcourt.org

-        Pequeño Misal “Prions en Eglise”, 2010-2013, Edición quebequense. Novalis.

-        HÉTU, Jean-Luc. Les Options de Jésus.


-        BEAUCHAMP, André. Comprendre la parole, année C. Novalis, 2007.

viernes, 14 de octubre de 2016

16 de octubre del 2016: 29o Domingo del Tiempo Ordinario (C)



No bajemos los brazos!

El Señor parece a veces muy silencioso ante los sufrimientos del mundo. Silencioso ante nuestras pruebas, nuestras dificultades, nuestras peticiones. Y por lo tanto, Él quiere que le oremos sin cesar, de manera insistente, como Moisés y la viuda de la parábola del Evangelio.


Hoy, el Señor nos invita a celebrar nuestra fe y a ponernos al servicio de los demás para que ellos  amen y conozcan su Evangelio. Él nos llama también a perseverar en la oración para que nuestra comunidad cumpla su misión evangelizadora, con alegría y audacia.




Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas 18, 1-8



















   






      Palabra del Señor


A guisa de introducción:

Una oración, como un grito humano

1. Cada persona desea de la justicia una justa repartición de salario, de bienes, según el trabajo; aquello que vale para las familias, los pueblos.
En el caso particular de Colombia y en su momento coyuntural, se desea una reforma agraria adecuada (como se cacarea hace tiempo) y la reparación de víctimas, según lo establecido en los acuerdos de paz.

Cuando una persona es perjudicada por otra que la involucra en un proceso con el fin de obtener más que su parte correspondiente , ella "pide justicia contra su adversaria (o)".

2.  La gente no experimenta la misma necesidad de las cosas espirituales como de las materiales, estas últimas son aparentemente más deseadas. Esto no quiere decir que las necesidades espirituales no existan. Los bloqueos psicológicos hacen parte de los bloqueos espirituales. Una persona sensible interiormente que se resiente por largo tiempo debido a un traumatismo paternal o social, se ve cerrada a toda influencia eclesial.

Cómo desbloquear una necesidad profunda que busca respuesta?
Por la confidencia de una persona amiga?
Por un cambio que afecte la persona en su rutina cotidiana y que cuestione su aislamiento social, eclesial?

De una manera u otra, la persona que busca sentido a su existencia está confrontada a las grandes preguntas de la existencia: De dónde vengo? A dónde voy? Cómo es mi fe en Dios? Qué importancia le doy a la comunicación con Dios (a la oración?)

3. No se obtiene nada en la vida sin insistir en sus necesidades, ya se trate de una cita con el médico, de un reclamo en un almacén.

La persona que escucha, está obligada a escuchar a aquella que insiste, y que busca por todos los medios hacerse comprender.

Así son las cosas en el campo espiritual: uno tiene fuertes posibilidades de hacerse escuchar en sus oraciones repetidas con perseverancia: cuando se ora al Señor con Fe, tomando los medios y realizando el esfuerzo con amor fraternal.



Aproximación psicológica al texto evangélico

Una opción por una clase (preferencia por el pobre)


Esta parábola posee dos dimensiones o puntas, o características podríamos decir.


Primero, ella está situada en un contexto escatológico, y eso es importante tenerlo en cuenta. Qué quiere decir escatológico?, o sea que está ligada a una creencia en un inminente final de los tiempos.

Si, es imposible comprender este pasaje de Lucas sin sumergirnos en la época en que él ha escrito su evangelio, sea hacia el año 80 o 85. La efervescencia que ha seguido tras la muerte y resurrección de Jesús, en particular la espera de su regreso inminente, se ha atenuado un poco: mientras que Pablo, de quien Lucas fue el compañero y secretario, parece esperar mientras aun vive el retorno de Cristo (cfr. su carta 1 Corintios 15,51-53), escrita hacia el año 56), los cristianos parecen vivir ahora un cierto relajo y o tranquilidad que más tarde llevará a algunos a la tentación de no creer más en esta parusía (segunda venida de Cristo) o ese mundo nuevo (ver la 2ª carta de Pedro 3,9, escrita hacia el año 125). En qué consiste este retorno de Cristo o ese mundo nuevo? Para Pablo, esta es la última etapa en la lucha contra el mal y la victoria final sobre él (ver 1 Corintios 15,24-25). Con lo que sabemos hoy, es evidente que no es para mañana por la mañana.

Lucas, en efecto,  se dirige a cristianos perseguidos a mediados del siglo I (año 50-60),  a causa de la fe y que piden a Dios lo mismo que la viuda pide al juez: “hazme justicia contra mi adversario” (no tanto, castigando al adversario sino más bien haciendo valer mis derechos ante quien me atropella).

Al decirles a los cristianos que la viuda tendrá lo que merece, Lucas está diciendo a los cristianos perseguidos: “para ustedes también, el juez actuará a pesar de la dureza de su corazón y para tener la paz, pero Dios actuará a causa de la ternura de su corazón y para compartir la paz con ustedes. Tengan paciencia un poco aun, pues su liberación se acerca y Dios hará pronta justicia.”

La primera arista o punta de la parábola es entonces la siguiente: a pesar de las apariencias (contexto de injusticia, de persecución) no duden de Dios y de su deseo de actuar en su favor. Pero la parábola posee una segunda característica (punta, dimensión o arista…) que se traduce en la eficiencia de una oración constante.

La viuda no se desalienta, no se amilana, a pesar de no contar con ningún apoyo (recursos financieros por ejemplo, que le permitirían ofrecer “pastel” o la posibilidad de hacer un “chanchullo”, o relaciones influyentes que intervendrían en su favor). Y puesto que ella debe confiar o bastarse de sus propios recursos, sólo su determinación personal, le permitirá ganar la causa.

Esta es la razón por la que Lucas nos propone esta viuda como modelo para nuestra oración, diciéndonos: si ustedes ponen la misma determinación y perseverancia que esta viuda ha puesto en su reivindicación, ustedes serán  también seguramente escuchados.

En fin, notemos que la imagen de Dios que aparece en el origen de esta parábola, es la imagen de un Dios socialmente comprometido y que está del lado de los oprimidos. Es posible que debido a la estrecha semejanza o parecido entre el presente texto y el capítulo 35 del libro del Eclesiástico (del Antiguo Testamento), Jesús haya encontrado en este pasaje la inspiración para su parábola:  “Miren lo que se dice de Dios, “no traten de corromperlo con regalos, Él no los aceptará(…)porque el Señor es un juez(…), Él no tiene parcialidad contra el pobre, Él escucha la oración de aquel a quien se trata injustamente. Jamás Él desprecia la súplica del huérfano ni de la viuda cuando explica su pena (…) la oración del humilde atraviesa las nubes y no se consuela hasta no ser escuchado , (…)El Señor no tardará, Él no tendrá paciencia  con aquellos hasta que haya golpeado las riñones del hombre sin piedad  (…) y roto el cetro de los injustos” (Eclesiástico 35,10-21).

A Dios se le presenta acá haciendo una “opción por una clase” a favor de los oprimidos, y preparándose a intervenir contra aquellos que practican la injusticia y la opresión. Este fondo o trasfondo de escenario, puede darle a nuestra parábola una coloración bien precisa para hoy: un día, Dios vendrá al encuentro de su (vuestro) compromiso y de su oración, y aquel día su (vuestra) justicia triunfará, y no solamente para las viudas sino también para todos los oprimidos.



Reflexión central:

Discípulos y misioneros


La liturgia de este domingo nos recuerda la importancia de la oración. El libro del Éxodo (primera lectura) nos muestra a Moisés sobre la cima de la montaña. Con manos elevadas, suplica al Señor por su pueblo que lucha contra sus enemigos. Es gracias a esta oración perseverante que el pueblo triunfa. Al leer este relato, comprendemos la importancia y la fuerza de la perseverancia de la oración personal y comunitaria.

En este domingo, entramos en la semana misionera mundial. Al igual que Moisés nos ponemos a orar para sostener a aquellos que anuncian la Buena Noticia en los cinco continentes. Pensamos en todos esos pueblos que deben luchar para que su dignidad humana y su libertad religiosa sean respetadas y reconocidas. Nos corresponde ahora a nosotros alzar las manos hacia el Señor, pues esos pueblos cuentan con nosotros para sostenerlos con nuestra oración fraternal y comunitaria.

Juntos, hacemos la oración del salmo 120: "Levantemos los ojos hacia los montes porque el auxilio nos vendrá del Señor nuestro Dios, que permanece cerca de nosotros. Él protegerá nuestra vida en la partida y el regreso, ahora y por siempre".

La Carta de San Pablo a Timoteo es también un llamado a la misión. La palabras de Pablo nos recuerdan que "los textos sagrados tienen el poder de comunicarnos la sabiduría", y también nos hace a nosotros esta recomendación: "proclama la palabra de Dios, interviene a tiempo y a destiempo; denuncia el mal, haz reproches, anima, pero con gran paciencia y con el cuidado de instruir". A través de esta exhortación, el apóstol nos anima a dedicar tiempo para descubrir las Escrituras, que podemos hacerlo a solas o con otros. Esta Buena Noticia la acogemos, con ella nos alimentamos para ser los mensajeros allí donde estamos o vivimos. El don que hemos recibido, no podemos guardarlo para nosotros en exclusiva. Es como una luz que debe irradiar y comunicarse al mundo entero.

El evangelio de este domingo nos recuerda que todo comienza con la oración. Jesús nos cuenta la historia de esta pobre viuda que suplica para que le sea aplicada justicia. Es una mujer sin defensa, sin poder ni buenas relaciones. Ella tiene dificultades con una justicia corrupta, con un juez que se burla de los pobres y de los débiles. La obstinación de esta mujer hará trastabillar la actitud burlona de este "juez desprovisto de justicia, o juez inicuo". A causa de tanto acoso, terminará por acordarle todo lo que ella le pide.

Esta viuda simboliza la pobreza y la impotencia de los excluidos, de los sin voz y de los marginados. Son muchos en nuestro medio y en el mundo entero que sufren por causa de esto. Pensamos en todas las víctimas de injusticias, de los conflictos, de los atentados, de las persecuciones.

Muchos mueren cada día bajo la acción nefasta de las bombas y es todo este sufrimiento que venimos a presentarle al Señor en nuestra Eucaristía. Orar es insistir como niños que vienen una y otra vez a la carga, hasta obtener lo deseado. Nuestro Dios no es como este juez de quien nos habla el evangelio. Él es nuestro padre, un padre que ama a cada uno de sus hijos y a quienes quiere ver felices. He aquí una buena noticia que debe llenarnos de alegría.

Cristo concluye su parábola haciéndonos una pregunta muy importante: "Cuando regrese, el Hijo del Hombre, encontrará aun fe sobre la tierra?" Encontrará discípulos misioneros? El peor enemigo de la fe es el desanimo, la decepción, es cuando uno dice que Dios nunca está ahí cuando se necesita, o cuando decimos que ÉL nos ha abandonado. Jesús nos previene ante este peligro, esta tentación de desanimarnos. Creer es obstinarse en la oración. Es gritar hacia Dios día y noche sin bajar los brazos. No faltarán nunca las aves de mal agüero para sembrar la duda. Pero el ejemplo de la viuda está ahí para enseñarnos la obstinación, la terquedad o insistencia en la oración.

En este mes del Rosario, oremos a María. Ella está ahí para reenviarnos a Cristo y su Evangelio. En la palabra "Rosario", está "rosa". Un niño que quiera complacer a su madre no le ofrece solo una rosa sino un ramo entero. Es lo mismo con nosotros ante la mirada de nuestra mamá del cielo. No dudemos en darle un lugar de honor en nuestra vida. Ella está ahí para ajustarnos al amor de Dios.

Juntos, nos volvemos a ti Señor. Te oramos en comunión con todos los grupos de oración de nuestra diócesis y con todos los cristianos del mundo entero. Ayúdanos a superar el plan terrenal donde nos instalamos muy fácilmente. Guárdanos en tu amor. En medio de nuestros trabajos, de nuestras alegrías y de nuestras penas, haz que vivamos como hijos de Dios, discípulos y misioneros. A Él sea la Gloria por los Siglos de los Siglos, Amén!



Oración y combate espiritual (2)


Qué lugar o cuál es la importancia que le damos a la oración en nuestra vida? Nos gusta orar o al contrario tenemos la tendencia de ver la oración como un ejercicio o trabajo fatigante y aburridor en el cual gastamos tiempo voluntariamente?

Para aprender a orar y para orar, para renovar nuestras oraciones y para perseverar, tenemos el beneficio de las enseñanzas de la Palabra de Dios, de la experiencia de los santos, de una gran variedad de celebraciones (sacramentos, ritos) donde la cima es la EUCARISTIA.

Ricos por tener todos esos tesoros, nos sucede todavía que  permanecemos sin apetito espiritual y nos negamos a ponernos en oración. Es la conclusión de la parábola lo que debería hacernos enderezar y parar las orejas. En el terreno de la más importante y de la más ruda de las batallas, “el combate espiritual…así mismo e igual de brutal que la batalla de hombres” (Arthur Rimbaud-una estación en el infierno), el nervio de esta guerra no es el dinero, sino la oración. Aquella misma que le permite a Moisés sostener la lucha de su pueblo contra los amalecitas (cfr. primera lectura de la misa de este domingo). Pero el Hijo del Hombre la encontrará aun sobre la tierra cuando vuelva?

Este domingo, la Carta de San Pablo a Timoteo, nos ofrece una respuesta. La Palabra es como la tierra nutritiva donde enraizar nuestra fe. Ella solamente puede hacer circular en nuestra vida la savia divina que la hará dar fruto. “Todos los pasajes de la Escritura están inspirados por Dios(…); gracias a ella, el hombre de Dios estará bien armado, él podrá contar con todo lo necesario para un buen trabajo”.

La oración, alimentada con la Palabra de Dios, no es una distracción que nos permitiría olvidar los enfrentamientos sin perdón y las injusticias que sacrifican tantos inocentes en todo el mundo. La oración hace parte del combate del evangelio, de la lucha de Cristo: Él mismo ha orado estando clavado en la cruz para que germine sobre nuestra tierra una semilla de resurrección.

Se dice que el mundo va mal, que uno se burla tanto de Dios como de los hombres. Pero, oramos nosotros, como la pobre viuda, sin desanimarnos? Que sería de la historia de la humanidad sin esos millones de manos elevadas hacia Dios, día, noche, en esos corazones en oración que son como los ante postes o antesalas de la victoria de Cristo resucitado? Qué llegaría a ser nuestra tierra sin la infatigable y perseverante fe de aquellos que se niegan a bajar los brazos y que proclaman la palabra de justicia “a tiempo y a destiempo?”

Jesús también reclamó ante el silencio de Dios. Nuestra oración es un combate. El combate de la fe. Y es por ello que nuestra oración es misionera. La fe es la fuerza del espíritu que atraviesa el universo y que lo transfigura (transforma) poco a poco.




Objetivo de vida para la semana:

1.    Vuelvo a leer la 2ª lectura propuesta en la liturgia de este domingo y me pregunto sobre el interés que yo pongo a la Sagrada Escritura.

2.    Me pregunto sobre la constancia y la autenticidad de mi oración.

3.    Cada día, en 3 o 4 veces, me pongo en oración durante algunos minutos. Rezo el Padre Nuestro u otra oración que elija.


ORACIÓN-MEDITACIÓN

Señor, muy bien ha pedido uno de tus discípulos al decir:
“Enséñanos a ORAR,
Como Juan Bautista le ha enseñado a sus discípulos”.
Sorprendente innegablemente.
No hacían falta ni materias ni modelos,
Puesto que el Antiguo Testamento contiene al menos 150 salmos
Y una buena centena de cánticos e himnos de todo tipo.
No faltaban tampoco maestros en la oración,
Puesto que estaban Juan Bautista y el Maestro de la Comunidad de Qumram,
Y después estabas Tú, que nos has dado una oración bien breve,
Pero que dice lo esencial.
Ella es alabanza y súplica,
Ella está dirigida hacia el Padre y su Reino,
Pero ella también habla de nuestras necesidades cotidianas:
El pan a compartir, el perdón a distribuir alrededor de nosotros
Y la lucha contra el mal y la injusticia.

No hay nada realmente complicado,
Pero en este mundo donde abundan las guerras,
Donde se siembra la desconfianza y a veces el odio hacia el extranjero,
Uno comprende mejor por qué Tú insistes
Al decirnos que oremos siempre sin desanimarnos,
Puesto que hay tantos conflictos que quieren inmovilizar al amor.
Escucha nuestra oración insistente y acelera la venida del día de tu justicia!
  


Referencias bibliográficas:


-        Pequeño Misal “Prions en Église”, edición quebequense, Novalis, 2010-2013

-        HÉTU, Jean-Luc. Les Options de Jésus.

-        http://mystereetvie


-        http://kerit.be


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