martes, 31 de mayo de 2022

1 de junio del 2022: miércoles de la séptima semana de Pascua


(Hechos 20, 28-38) “Ahora os dejo en manos de Dios y de su palabra de gracia…”   ¡Qué hermosa confianza y libertad de Pablo! ¡Qué fe! Reanudo su oración pensando en los miembros de mi familia y mi comunidad cristiana y confío en el amor que Dios les tiene.



( Juan 17, 11b-19)  En su oración, Jesús le pide al Padre que consagre a sus discípulos en la verdad. Esta oración todavía nos acompaña hoy. Cristo sinceramente espera que vivamos en comunión con él y que siempre seamos fieles a la misión que nos confía.






Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (20,28-38):

En aquellos días, decía Pablo a los presbíteros de la Iglesia de Éfeso: «Tened cuidado de vosotros y del rebaño que el Espíritu Santo os ha encargado guardar, como pastores de la Iglesia de Dios, que él adquirió con su propia sangre. Ya sé que, cuando os deje, se meterán entre vosotros lobos feroces, que no tendrán piedad del rebaño. Incluso algunos de vosotros deformarán la doctrina y arrastrarán a los discípulos. Por eso, estad alerta: acordaos que, durante tres años, de día y de noche, no he cesado de aconsejar con lágrimas en los ojos a cada uno en particular. Ahora os dejo en manos de Dios y de su palabra de gracia, que tiene poder para construiros y daros parte en la herencia de los santos. A nadie le he pedido dinero, oro ni ropa. Bien sabéis que estas manos han ganado lo necesario para mí y mis compañeros. Siempre os he enseñado que es nuestro deber trabajar para socorrer a los necesitados, acordándonos de las palabras del Señor Jesús: “Hay más dicha en dar que en recibir.”»
Cuando terminó de hablar, se pusieron todos de rodillas, y rezó. Se echaron a llorar y, abrazando a Pablo, lo besaban; lo que más pena les daba era lo que había dicho, que no volverían a verlo. Y lo acompañaron hasta el barco.

Palabra de Dios


Salmo
Sal 67,29-30.33-35a.35b.36c

R/.
 Reyes de la tierra, cantad a Dios

Oh Dios, despliega tu poder,
tu poder, oh Dios, que actúa en favor nuestro.
A tu templo de Jerusalén
traigan los reyes su tributo. R/.

Reyes de la tierra, cantad a Dios,
tocad para el Señor,
que avanza por los cielos,
los cielos antiquísimos,
que lanza su voz, su voz poderosa:
«Reconoced el poder de Dios.» R/.

Sobre Israel resplandece su majestad,
y su poder, sobre las nubes.
¡Dios sea bendito!
 R/.



Lectura del santo evangelio según san Juan (17,11b-19):

En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo: «Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que ellos mismos tengan mi alegría cumplida. Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Conságralos en la verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Y por ellos me consagro yo, para que también se consagren ellos en la verdad.»

Palabra del Señor


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La despedida de un apóstol


Hoy continuamos escuchando en el texto de los Hechos, una segunda parte del discurso de despedida de Pablo a los presbíteros de Éfeso. Como lo afirmábamos ayer, la emoción que embarga en el momento al apóstol de los Gentiles no le impide dejar sus instrucciones a sus colaboradores. Todo lo que Pablo ha hecho para servir al Señor y a la comunidad cristiana tiene un gran valor de ejemplo. Él proclama la Buena Noticia de Dios guiado por el Espíritu Santo, camina en total libertad hacia un futuro incierto del cual él conoce los riesgos y peligros. Él confía a aquellos que han recibido su enseñanza el encargo de velar sobre la Iglesia de Dios. Él les recuerda su tarea prioritaria en el servicio a los pobres. 

Y finalmente digno de remarcar en medio de este discurso, es esta perla, una palabra de Jesús que no aparece en los Evangelios, el versículo 35: "hay más dicha en dar que en recibir".

El Evangelio nos hace constatar como en el curso de la historia, a menudo, los cristianos se han dividido y mismo combatido. Jesús ora por la unidad de sus discípulos con Él y con el Padre. Estar unidos a Jesús no quiere decir pensar todos las mismas cosas, sino reconocerse como discípulos de un mismo Señor, animados por el mismo Espíritu y sentirnos hijos de un mismo Padre.


2

"Yo les he dado tu mensaje, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo como tampoco yo soy del mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que los defiendas del Maligno. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Conságralos mediante la verdad: tu palabra es verdad."



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Sobrevivir al mundo

“Conságralos en la verdad. Tu palabra es verdad. ¡Esa es la clave para la supervivencia!  

Las Escrituras revelan tres tentaciones primarias que enfrentamos en la vida: la carne, el mundo y el diablo. Las tres trabajan para desviarnos. Pero las tres son conquistables con una cosa ... la Verdad.

Este pasaje del Evangelio anterior habla específicamente del "mundo" y del "maligno". El maligno, que es el diablo, es real. Nos odia y hace todo lo posible para engañarnos y arruinar nuestras vidas. Intenta llenar nuestras mentes con promesas vacías, ofrece un placer fugaz y alienta las ambiciones egoístas. Fue un mentiroso desde el principio y sigue siendo un mentiroso hasta el día de hoy.

Una de las tentaciones que el diablo le lanzó a Jesús durante su ayuno de cuarenta días al comienzo de su ministerio público fue la tentación de obtener todo lo que el mundo tiene para ofrecer. El diablo le mostró a Jesús todos los reinos de la Tierra y dijo: "Todo esto te lo daré, si te postras y me adoras".

Primero que nada, esta fue una tentación tonta dado el hecho de que Jesús ya era el Creador de todas las cosas. Pero, no obstante, permitió que el diablo lo tentara con esta tentación mundana. ¿Por qué hizo esto? Porque Jesús sabía que todos seríamos tentados con los muchos atractivos del mundo. Por "mundo" queremos decir muchas cosas. Una cosa que viene a la mente, en nuestros días, es el deseo de aceptación mundana. Esta es una plaga que es muy sutil pero afecta a muchos, incluida nuestra propia Iglesia.

Con la poderosa influencia de los medios de comunicación y la cultura política global, hoy en día, más que nunca, existe una presión para que nosotros, como cristianos, simplemente nos ajustemos a nuestra época. Estamos tentados a hacer y creer lo que es popular y socialmente aceptable. Y el "evangelio" que nos permitimos escuchar es el mundo secular de la indiferencia moral.  

Existe una poderosa tendencia cultural (una tendencia global debido a Internet y los medios de comunicación) a convertirnos en personas que estén dispuestas a aceptar cualquier cosa, y sin importar qué. Hemos perdido nuestro sentido de integridad moral y verdad. Por lo tanto, las palabras de Jesús deben ser abrazadas más hoy que nunca. "Tu palabra es verdad". La Palabra de Dios, el Evangelio, todo lo que enseña nuestro Catecismo, todo lo que nuestra fe revela es la Verdad. Esta Verdad debe ser nuestra luz y guía y nada más.

Reflexiona hoy sobre la influencia que la cultura secular tiene en ti. ¿Has cedido a la presión secular, o ante los "evangelios" seculares de nuestros días? Se necesita una persona fuerte para resistir estas mentiras. Resistiremos a ellos solo si permanecemos consagrados en la Verdad.


Señor, me consagro a ti. Tu eres la verdad Tu Palabra es lo que necesito para mantenerme enfocado y navegar a través de las muchas mentiras que me rodean. Dame fuerza y ​​sabiduría para que siempre pueda permanecer en Tu protección lejos del maligno. Jesús, confío en ti.

lunes, 30 de mayo de 2022

31 de mayo del 2022: Fiesta de la Visitación de María a su prima Santa Isabel


La Visitación de la Virgen María

El misterio de la Visitación nos ofrece, en pocas palabras, todas las dimensiones de la salvación traída por Jesús: la caridad atenta a las necesidades de los demás, especialmente de los más pobres; la alegría de un corazón abierto al proyecto de Dios; una visión de fe sobre la naturaleza y misión de Jesús.

 


 

Primera lectura

Lectura de la profecía de Sofonías (3,14-18):

Regocíjate, hija de Sión; grita de júbilo, Israel; alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén. El Señor ha cancelado tu condena, ha expulsado a tus enemigos. El Señor será el rey de Israel, en medio de ti, y ya no temerás. Aquel día dirán a Jerusalén: «No temas, Sión, no desfallezcan tus manos. El Señor, tu Dios, en medio de ti, es un guerrero que salva. Él se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta.» Apartaré de ti la amenaza, el oprobio que pesa sobre ti.

Palabra de Dios

 

 

Salmo

Is 12,2-3.4bcd.5-6

R/. Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel


El Señor es mi Dios y salvador:
confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
Y sacaréis aguas con gozo
de las fuentes de la salvación. R/.

Dad gracias al Señor,
invocad su nombre,
contad a los pueblos sus hazañas,
proclamad que su nombre es excelso. R/.

Tañed para el Señor, que hizo proezas,
anunciadlas a toda la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sión:
«Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel.» R/.

 

 

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas (1,39-56):

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre.
Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.»
María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia, como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.»
María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

Palabra del Señor

 

 

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 Bendita tú eres entre las mujeres!


(Lucas 1, 39-56) A ejemplo de Isabel y María, que yo también sepa detenerme por unos momentos para saborear las bendiciones de Dios en mi vida sin motivos ocultos ni preocupaciones del día siguiente, en un estallido de pura alegría.

 

 

Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?

 

Lucas 1:41b–43

 

Qué honor sería que nuestra Santísima Madre, la madre de Jesús, viniera a visitarnos. Isabel estaba muy consciente de este honor y, como resultado, gritó de manera inspirada al reconocer ese hecho.  

 

Aunque este fue un regalo único dado a Isabel, que la madre de su Señor viniera a ella, debemos entender que todos somos igualmente bendecidos por la oportunidad de invitar diariamente la presencia de la Madre de Dios a nuestras vidas.

 

La Madre María es la Reina de todos los Santos, pero también es la Reina de todos los pecadores y la Reina de los que luchan por la santidad. Ella es la Madre de Todos los Vivos y la Madre de la Iglesia. En la providencia de Dios, continúa desempeñando su papel único de visitar a los necesitados diariamente. Lo hace de una manera mucho más profunda y transformadora que en el caso de Isabel. Las visitas de la Madre María a nosotros, sus hijos, ahora se realizan en el orden de la gracia.

 

¿Qué significa cuando decimos que nuestra Santísima Madre nos visita en el orden de la gracia? Significa que nuestra relación con ella se basa en la voluntad divina y el plan de Dios. Significa que somos capaces de tener una relación con ella por la cual nos comunica innumerables misericordias de su Hijo. Significa que ella se convierte en la más poderosa mediadora de gracia para nosotros que el mundo jamás haya conocido. Significa que el efecto que ella tiene en nuestras vidas es profundo, transformador e íntimamente personal.

 

La parte difícil de una relación con nuestra Santísima Madre es que debe tener lugar a un nivel espiritual e interior más que a un nivel físico y exterior. Sin embargo, aunque así sea, no debemos pensar que esto significa que somos menos capaces de conocerla y amarla. De hecho, la relación que ahora podemos tener con nuestra Santísima Madre por gracia es mucho más profunda y profunda que la relación que Isabel pudo tener con ella a causa de la Visitación.  

 

Reflexione hoy sobre su relación con la Madre de Dios. Ella visitó a Isabel hace mucho tiempo y ahora desea visitar su alma para llevarle la gracia y la misericordia de su Hijo. Busque establecer esta hermosa relación con ella en el orden de la gracia. Invítela a entrar, escúchela, ábrase a la gracia que le trae y regocíjese con Isabel de que la madre de su Señor viniera a usted.

 

 

Queridísima Madre María, te amo y te consagro mi vida, confiando en tu cuidado y mediación maternal. Ayúdame, querida Madre, a estar abierto a todo lo que deseas traerme de tu Hijo, Jesús. Me siento honrado y humilde de que te preocupes por mí y desees traerme la misericordia del Corazón de tu Hijo Jesús. Madre María, ruega por nosotros. Jesús, en Ti confío.

30 de mayo del 2022: lunes de la séptima semana de Pascua

(Hechos 19, 1-8) Pablo se une a las personas donde están, respetando quienes son. Se toma el tiempo necesario para llevarlos a acoger la gracia asombrosa del Espíritu Santo en ellos.



(Juan 16, 29-33) La paz es posible en medio de la tristeza. Nosotros la recibimos del corazón mismo de Jesús quien ha vencido el mal y que está siempre con nosotros. Sólo debemos  abrirle la puerta de nuestro ser.




Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (19,1-8):

MIENTRAS Apolo estaba en Corinto, Pablo atravesó la meseta y llegó a Éfeso. Allí encontró unos discípulos y les preguntó:
«¿Recibisteis el Espíritu Santo al aceptar la fe?».
Contestaron:
«Ni siquiera hemos oído hablar de un Espíritu Santo».
Él les dijo:
«Entonces, ¿qué bautismo habéis recibido?».
Respondieron:
«El bautismo de Juan».
Pablo les dijo:
«Juan bautizó con un bautismo de conversión, diciendo al pueblo que creyesen en el que iba a venir después de él, es decir, en Jesús».
Al oír esto, se bautizaron en el nombre del Señor Jesús; cuando Pablo les impuso las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo, y se pusieron a hablar en lenguas extrañas y a profetizar. Eran en total unos doce hombres.
Pablo fue a la sinagoga y durante tres meses hablaba con toda libertad del reino de Dios, dialogando con ellos y tratando de persuadirlos.


Palabra de Dios


Salmo
Sal 67,2-3.4-5ac.6-7ab

R/. Reyes de la tierra, cantad a Dios

Se levanta Dios, y se dispersan sus enemigos,
huyen de su presencia los que lo odian;
como el humo se disipa, se disipan ellos;
como se derrite la cera ante el fuego,
así perecen los impíos ante Dios. R/.

En cambio, los justos se alegran,
gozan en la presencia de Dios,
rebosando de alegría.
Cantad a Dios, tocad a su nombre;
su nombre es el Señor. R/.

Padre de huérfanos, protector de viudas,
Dios vive en su santa morada.
Dios prepara casa a los desvalidos,
libera a los cautivos y los enriquece. R/.


Lectura del santo evangelio según san Juan (16,29-33):



EN aquel tiempo, aquel tiempo, los discípulos dijeron a Jesús:
«Ahora sí que hablas claro y no usas comparaciones. Ahora vemos que lo sabes todo y no necesitas que te pregunten; por ello creemos que has salido de Dios».
Les contestó Jesús:
«¿Ahora creéis? Pues mirad: está para llegar la hora, mejor, ya ha llegado, en que os disperséis cada cual por su lado y a mí me dejéis solo. Pero no estoy solo, porque está conmigo el Padre. Os he hablado de esto, para que encontréis la paz en mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo».

Palabra del Señor



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Confiar en el Espíritu Santo y contar con Él

Los primeros hombres y mujeres de la ciudad griega de Éfeso con disponibilidad, acogen el mensaje cristiano y  se vuelven hacia Dios para recibir su perdón; ellos ya habían recibido el Bautismo de Juan Bautista. Bautizados en el nombre del Señor Jesús y por la imposición de manos de San Pablo reciben el Espíritu Santo, y testimonian (cuentan a los otros)  como en el día de Pentecostés, las maravillas de Dios.

En el Evangelio, vemos a Jesús, quien sabe que la hora de la prueba suprema se aproxima. La traición de su discípulo Judas lo pondrá en manos de quienes lo ejercutarán, y lo matarán y estos creerán así, estar dando gloria a Dios. Jesús lo advierte de antemano y consigue asimilar serenamente su muerte, sabiendo que esta es la vía, el camino que lo conducirá a la Gloria. No se desmoraliza ante su destino, porque sabe que la presencia del Padre es su única certidumbre. Aunque todos los abandonen, el Padre permanecerá a su lado.

Para vivir conforme a la Voluntad del Padre es imprescindible contar con el dinamismo y la luz del Espíritu Santo.

Y nosotros hoy, acaso nos hemos contentado con ser bautizados sociológicamente, y ser sólo cristianos de nombre…o hemos tomado en serio el compromiso con Dios Padre, con Jesús y la Iglesia?


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«Ahora sí que hablas claro y no usas comparaciones. Ahora vemos que lo sabes todo y no necesitas que te pregunten; por ello creemos que has salido de Dios».
Les contestó Jesús:
«¿Ahora creéis? Pues mirad: está para llegar la hora, mejor, ya ha llegado, en que os disperséis cada cual por su lado y a mí me dejéis solo”




¿Has llegado a creer en Jesús? ¿Cuán profunda es esa fe? ¿Y por qué crees? ¿Estás listo y dispuesto a aferrarte a esa fe sin importar lo que se te presente? ¿Estás listo para seguirlo incluso si es difícil e impopular? ¿Estás decidido, en consecuencia, a sufrir por esta fe? Estas son preguntas importantes. Son preguntas que debemos responder tanto cuando es fácil ser cristiano como cuando es difícil.  

Es fácil ser cristiano y seguir a Jesús cuando todos lo hacen. Por ejemplo, en un bautizo o boda es normal querer pertenecer y que otros sepan de nuestro apoyo y creencia en lo que están haciendo. ¿Pero qué pasa con esos momentos en que su fe es ridiculizada o menospreciada? ¿O cuando tienes que tomar la difícil decisión de alejarte de las presiones culturales y destacar por tu fe? Estos son tiempos más desafiantes para ser un seguidor de Cristo.

En el Evangelio de hoy, había muchos que habían estado analizando las enseñanzas de Jesús, escuchándolo y hablando de él. Parece claro que el consenso fue que Jesús era un hombre de santidad y un gran profeta. Muchos incluso llegaron a creer que Él era el Mesías. Así que hubo una especie de impulso positivo presente que facilitó a muchas personas decir que creían en Él y que creían que venía de Dios.

Jesús les señala rápidamente que, aunque creen ahora, llegará un momento en que la mayoría lo abandonará, cuando estén dispersos y lo dejarán solo. Obviamente, esto es una profecía de su próxima persecución y crucifixión.

Una de las pruebas más grandes de nuestra fe es observar cuán fieles somos cuando seguir a Cristo no es tan popular. Es en estos momentos, más que en los momentos fáciles, que tenemos la oportunidad de manifestar nuestra fe y profundizar nuestra determinación de ser cristianos.

Reflexiona hoy sobre cuán profundo es tu compromiso con Cristo. ¿Estás listo para seguirlo a la cruz? ¿Estás dispuesto a renunciar a todo para seguirlo? Esperemos que la respuesta sea un sí definitivo. Debe ser un "Sí" que dirija nuestras vidas sin importar la situación en la que nos encontremos.


Señor, yo creo. Ayúdame a dejar que esa fe en ti se mantenga fuerte en todo momento. Ayúdame a decirte sí y a vivir ese sí siempre. Jesús, confío en ti.

sábado, 28 de mayo de 2022

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO PARA LA 56 JORNADA MUNDIAL DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES


 



Escuchar con los oídos del corazón

Queridos hermanos y hermanas:

El año pasado reflexionamos sobre la necesidad de “ir y ver” para descubrir la realidad y poder contarla a partir de la experiencia de los acontecimientos y del encuentro con las personas. Siguiendo en esta línea, deseo ahora centrar la atención sobre otro verbo, “escuchar”, decisivo en la gramática de la comunicación y condición para un diálogo auténtico.

En efecto, estamos perdiendo la capacidad de escuchar a quien tenemos delante, sea en la trama normal de las relaciones cotidianas, sea en los debates sobre los temas más importantes de la vida civil. Al mismo tiempo, la escucha está experimentando un nuevo e importante desarrollo en el campo comunicativo e informativo, a través de las diversas ofertas de podcast y chat audio, lo que confirma que escuchar sigue siendo esencial para la comunicación humana.

A un ilustre médico, acostumbrado a curar las heridas del alma, le preguntaron cuál era la mayor necesidad de los seres humanos. Respondió: “El deseo ilimitado de ser escuchados”. Es un deseo que a menudo permanece escondido, pero que interpela a todos los que están llamados a ser educadores o formadores, o que desempeñen un papel de comunicador: los padres y los profesores, los pastores y los agentes de pastoral, los trabajadores de la información y cuantos prestan un servicio social o político.

Escuchar con los oídos del corazón

En las páginas bíblicas aprendemos que la escucha no sólo posee el significado de una percepción acústica, sino que está esencialmente ligada a la relación dialógica entre Dios y la humanidad. «Shema’ Israel - Escucha, Israel» (Dt 6,4), el íncipit del primer mandamiento de la Torah se propone continuamente en la Biblia, hasta tal punto que san Pablo afirma que «la fe proviene de la escucha» (Rm 10,17). Efectivamente, la iniciativa es de Dios que nos habla, y nosotros respondemos escuchándolo; pero también esta escucha, en el fondo, proviene de su gracia, como sucede al recién nacido que responde a la mirada y a la voz de la mamá y del papá. De los cinco sentidos, parece que el privilegiado por Dios es precisamente el oído, quizá porque es menos invasivo, más discreto que la vista, y por tanto deja al ser humano más libre.

La escucha corresponde al estilo humilde de Dios. Es aquella acción que permite a Dios revelarse como Aquel que, hablando, crea al hombre a su imagen, y, escuchando, lo reconoce como su interlocutor. Dios ama al hombre: por eso le dirige la Palabra, por eso “inclina el oído” para escucharlo.

El hombre, por el contrario, tiende a huir de la relación, a volver la espalda y “cerrar los oídos” para no tener que escuchar. El negarse a escuchar termina a menudo por convertirse en agresividad hacia el otro, como les sucedió a los oyentes del diácono Esteban, quienes, tapándose los oídos, se lanzaron todos juntos contra él (cf. Hch 7,57).

Así, por una parte está Dios, que siempre se revela comunicándose gratuitamente; y por la otra, el hombre, a quien se le pide que se ponga a la escucha. El Señor llama explícitamente al hombre a una alianza de amor, para que pueda llegar a ser plenamente lo que es: imagen y semejanza de Dios en su capacidad de escuchar, de acoger, de dar espacio al otro. La escucha, en el fondo, es una dimensión del amor.

Por eso Jesús pide a sus discípulos que verifiquen la calidad de su escucha: «Presten atención a la forma en que escuchan» (Lc 8,18); los exhorta de ese modo después de haberles contado la parábola del sembrador, dejando entender que no basta escuchar, sino que hay que hacerlo bien. Sólo da frutos de vida y de salvación quien acoge la Palabra con el corazón “bien dispuesto y bueno” y la custodia fielmente (cf. Lc 8,15). Sólo prestando atención a quién escuchamos, qué escuchamos y cómo escuchamos podemos crecer en el arte de comunicar, cuyo centro no es una teoría o una técnica, sino la «capacidad del corazón que hace posible la proximidad» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 171).

Todos tenemos oídos, pero muchas veces incluso quien tiene un oído perfecto no consigue escuchar a los demás. Existe realmente una sordera interior peor que la sordera física. La escucha, en efecto, no tiene que ver solamente con el sentido del oído, sino con toda la persona. La verdadera sede de la escucha es el corazón. El rey Salomón, a pesar de ser muy joven, demostró sabiduría porque pidió al Señor que le concediera «un corazón capaz de escuchar» ( 1 Re 3,9). Y san Agustín invitaba a escuchar con el corazón ( corde audire), a acoger las palabras no exteriormente en los oídos, sino espiritualmente en el corazón: «No tengan el corazón en los oídos, sino los oídos en el corazón» [1]. Y san Francisco de Asís exhortaba a sus hermanos a «inclinar el oído del corazón» [2].

La primera escucha que hay que redescubrir cuando se busca una comunicación verdadera es la escucha de sí mismo, de las propias exigencias más verdaderas, aquellas que están inscritas en lo íntimo de toda persona. Y no podemos sino escuchar lo que nos hace únicos en la creación: el deseo de estar en relación con los otros y con el Otro. No estamos hechos para vivir como átomos, sino juntos.

La escucha como condición de la buena comunicación

Existe un uso del oído que no es verdadera escucha, sino lo contrario: el escuchar a escondidas. De hecho, una tentación siempre presente y que hoy, en el tiempo de las redes sociales, parece haberse agudizado, es la de escuchar a escondidas y espiar, instrumentalizando a los demás para nuestro interés. Por el contrario, lo que hace la comunicación buena y plenamente humana es precisamente la escucha de quien tenemos delante, cara a cara, la escucha del otro a quien nos acercamos con apertura leal, confiada y honesta.

Lamentablemente, la falta de escucha, que experimentamos muchas veces en la vida cotidiana, es evidente también en la vida pública, en la que, a menudo, en lugar de oír al otro, lo que nos gusta es escucharnos a nosotros mismos. Esto es síntoma de que, más que la verdad y el bien, se busca el consenso; más que a la escucha, se está atento a la audiencia. La buena comunicación, en cambio, no trata de impresionar al público con un comentario ingenioso dirigido a ridiculizar al interlocutor, sino que presta atención a las razones del otro y trata de hacer que se comprenda la complejidad de la realidad. Es triste cuando, también en la Iglesia, se forman bandos ideológicos, la escucha desaparece y su lugar lo ocupan contraposiciones estériles.

En realidad, en muchos de nuestros diálogos no nos comunicamos en absoluto. Estamos simplemente esperando que el otro termine de hablar para imponer nuestro punto de vista. En estas situaciones, como señala el filósofo Abraham Kaplan [3], el diálogo es un “duálogo”, un monólogo a dos voces. En la verdadera comunicación, en cambio, tanto el  como el yo están “en salida”, tienden el uno hacia el otro.

Escuchar es, por tanto, el primer e indispensable ingrediente del diálogo y de la buena comunicación. No se comunica si antes no se ha escuchado, y no se hace buen periodismo sin la capacidad de escuchar. Para ofrecer una información sólida, equilibrada y completa es necesario haber escuchado durante largo tiempo. Para contar un evento o describir una realidad en un reportaje es esencial haber sabido escuchar, dispuestos también a cambiar de idea, a modificar las propias hipótesis de partida.

En efecto, solamente si se sale del monólogo se puede llegar a esa concordancia de voces que es garantía de una verdadera comunicación. Escuchar diversas fuentes, “no conformarnos con lo primero que encontramos” —como enseñan los profesionales expertos— asegura fiabilidad y seriedad a las informaciones que transmitimos. Escuchar más voces, escucharse mutuamente, también en la Iglesia, entre hermanos y hermanas, nos permite ejercitar el arte del discernimiento, que aparece siempre como la capacidad de orientarse en medio de una sinfonía de voces.

Pero, ¿por qué afrontar el esfuerzo que requiere la escucha? Un gran diplomático de la Santa Sede, el cardenal Agostino Casaroli, hablaba del “martirio de la paciencia”, necesario para escuchar y hacerse escuchar en las negociaciones con los interlocutores más difíciles, con el fin de obtener el mayor bien posible en condiciones de limitación de la libertad. Pero también en situaciones menos difíciles, la escucha requiere siempre la virtud de la paciencia, junto con la capacidad de dejarse sorprender por la verdad — aunque sea tan sólo un fragmento de la verdad— de la persona que estamos escuchando. Sólo el asombro permite el conocimiento. Me refiero a la curiosidad infinita del niño que mira el mundo que lo rodea con los ojos muy abiertos. Escuchar con esta disposición de ánimo —el asombro del niño con la consciencia de un adulto— es un enriquecimiento, porque siempre habrá alguna cosa, aunque sea mínima, que puedo aprender del otro y aplicar a mi vida.

La capacidad de escuchar a la sociedad es sumamente preciosa en este tiempo herido por la larga pandemia. Mucha desconfianza acumulada precedentemente hacia la “información oficial” ha causado una “infodemia”, dentro de la cual es cada vez más difícil hacer creíble y transparente el mundo de la información. Es preciso disponer el oído y escuchar en profundidad, especialmente el malestar social acrecentado por la disminución o el cese de muchas actividades económicas.

También la realidad de las migraciones forzadas es un problema complejo, y nadie tiene la receta lista para resolverlo. Repito que, para vencer los prejuicios sobre los migrantes y ablandar la dureza de nuestros corazones, sería necesario tratar de escuchar sus historias, dar un nombre y una historia a cada uno de ellos. Muchos buenos periodistas ya lo hacen. Y muchos otros lo harían si pudieran. ¡Alentémoslos! ¡Escuchemos estas historias! Después, cada uno será libre de sostener las políticas migratorias que considere más adecuadas para su país. Pero, en cualquier caso, ante nuestros ojos ya no tendremos números o invasores peligrosos, sino rostros e historias de personas concretas, miradas, esperanzas, sufrimientos de hombres y mujeres que hay que escuchar.

Escucharse en la Iglesia

También en la Iglesia hay mucha necesidad de escuchar y de escucharnos. Es el don más precioso y generativo que podemos ofrecernos los unos a los otros. Nosotros los cristianos olvidamos que el servicio de la escucha nos ha sido confiado por Aquel que es el oyente por excelencia, a cuya obra estamos llamados a participar. «Debemos escuchar con los oídos de Dios para poder hablar con la palabra de Dios» [4]. El teólogo protestante Dietrich Bonhoeffer nos recuerda de este modo que el primer servicio que se debe prestar a los demás en la comunión consiste en escucharlos. Quien no sabe escuchar al hermano, pronto será incapaz de escuchar a Dios [5].

En la acción pastoral, la obra más importante es “el apostolado del oído”. Escuchar antes de hablar, como exhorta el apóstol Santiago: «Cada uno debe estar pronto a escuchar, pero ser lento para hablar» (1,19). Dar gratuitamente un poco del propio tiempo para escuchar a las personas es el primer gesto de caridad.

Hace poco ha comenzado un proceso sinodal. Oremos para que sea una gran ocasión de escucha recíproca. La comunión no es el resultado de estrategias y programas, sino que se edifica en la escucha recíproca entre hermanos y hermanas. Como en un coro, la unidad no requiere uniformidad, monotonía, sino pluralidad y variedad de voces, polifonía. Al mismo tiempo, cada voz del coro canta escuchando las otras voces y en relación a la armonía del conjunto. Esta armonía ha sido ideada por el compositor, pero su realización depende de la sinfonía de todas y cada una de las voces.

Conscientes de participar en una comunión que nos precede y nos incluye, podemos redescubrir una Iglesia sinfónica, en la que cada uno puede cantar con su propia voz acogiendo las de los demás como un don, para manifestar la armonía del conjunto que el Espíritu Santo compone.

Roma, San Juan de Letrán, 24 de enero de 2022, Memoria de san Francisco de Sales.

 

Francisco

 

29 de mayo del 2022: Solemnidad de La Ascensión del Señor



Ampliar los horizontes

Entremos en la alegría de los discípulos, ampliemos nuestra mirada, porque el Señor no ha desaparecido. Él está presente de otra manera.
Sí, que Él esté verdadera y plenamente con nosotros, este Señor que hemos venido a celebrar hoy. Es la fiesta de la Ascensión, uno podría creer que la Iglesia nos propone hacer memoria de un Dios lejano, allá en el cielo, que ha regresado allá de donde venía sin que nada haya cambiado de verdad. Y, por tanto, ¡todo ha cambiado!

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Jesús sube al cielo, regresa con su Padre, de quien había venido, pero antes de partir envía a sus discípulos como testigos y promete no dejarlos solos: les enviará al Espíritu Santo. Es una presencia misteriosa, pero real, de Dios. ¿Somos testigos de la fe? ¿De qué manera anunciamos a Jesús resucitado? ¿En qué momentos de nuestras vidas nos confiamos en la fuerza del Espíritu de Dios?





PRIMERA LECTURA
LECTURA DEL LIBRO DE LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES 1, 1-11

En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles, que había escogido, movido por el Espíritu, y ascendió al cielo. Se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo y, apareciéndose durante cuarenta días, les habló del reino de Dios.
Una vez que comían juntos les recomendó:
-- No es alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con agua; dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo.
Ellos le rodearon preguntándole:
-- ¿Señor, es ahora cuando vas a restaurar la soberanía de Israel?
Jesús contestó:
-- No es toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo.
Dicho esto, lo vieron levantarse hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban atentos al cielo, viéndole irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco que les dijeron:
-- Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os dejado para subir al cielo, volverá como le habéis visto marcharse.
Palabra de Dios



SEGUNDA LECTURA
LECTURA DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS EFESIOS 1, 17-23

Hermanos:
Que el Dios del Señor nuestro Jesucristo, el Padre de la Gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cual es la esperanza a la que os llama, cuál es la riqueza de gloria que da en herencia a los santos y cual es la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuera y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no solo en el mundo, sino en el futuro. Y todo lo puso bajo sus pies y lo dio a la Iglesia; como cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud de lo que acaba todo en todos.
Palabra de Dios




SALMO RESPONSORIAL
SALMO 46

R.- DIOS ASCIENDE ENTRE ACLAMACIONES, EL SEÑOR, AL SON DE TROMPETAS.

Pueblos todos, batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor es sublime y terrible,
emperador de toda la tierra. R.-

Dios asciende entre aclamaciones,
el Señor al son de trompetas;
tocad para Dios, tocad,
tocad para nuestro Rey, tocadR.-

Porque Dios es el Rey del mundo;
tocad con maestría.
Dios reina sobre las naciones;
Dios se sienta en su trono sagrado. R.-



ALELUYA Mt. 28, 19-20

Id y haced discípulos de todos los pueblos, dice el Señor. Y sabed que yo con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.



EVANGELIO

 LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 24, 46-53

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
-- Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Y vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto.
Después los sacó hacia Betania, y levantando las manos los bendijo. Y mientras los bendecía, se separó de ellos (subiendo hacia el cielo) Ellos se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.
Palabra del Señor




A guisa de introducción:

Testigos en medio de la sociedad


“Ustedes son testigos de todas estas cosas”. 

El testigo es una persona que está presente en un acto o en una acción, con o sin intención de dar testimonio de lo que ha ocurrido. 

Los textos de hoy nos relatan los últimos acontecimientos que vivieron los discípulos junto a Jesús. 

Al colocarnos con ellos frente a esta despedida, se puede percibir lo que significa vivir tres años junto al Maestro y ser testigo de cosas y acontecimientos de los que no logran una mayor comprensión. 

Se les promete el envío del Espíritu Santo, quien les dará la fuerza que viene de Dios. 

El papa san Pablo VI decía que “el hombre contemporáneo escucha de mejor gana a los testigos que a los maestros, o si escucha a los maestros es porque son testigos”. 

Es esta la invitación que nos hace la fiesta de hoy: a ser testigos de que vivimos y celebramos lo que creemos y anunciamos. Frente a esta realidad, podemos preguntarnos: ¿soy testigo del Señor resucitado en medio de mi familia, comunidad y amigos?

Y en esta celebración universal de la 56ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, el Santo Padre Francisco nos invita a ser testigos de Cristo sabiendo escuchar a los demás: "Todos tenemos oídos, pero muchas veces incluso quien tiene un oído perfecto no consigue escuchar a los demás. Existe realmente una sordera interior peor que la sordera física. La escucha, en efecto, no tiene que ver solamente con el sentido del oído, sino con toda la persona. La verdadera sede de la escucha es el corazón..." 

" El teólogo protestante Dietrich Bonhoeffer nos recuerda de este modo que el primer servicio que se debe prestar a los demás en la comunión consiste en escucharlos. Quien no sabe escuchar al hermano, pronto será incapaz de escuchar a Dios"

(Roma, San Juan de Letrán, 24 de enero de 2022, Memoria de san Francisco de Sales.)





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Creyentes testigos del amor del padre

El misterio de la ascensión lo muestra al Señor lleno de poder y como Salvador. Jesús ha vuelto a la casa del Padre, pero, a la vez, se ha quedado con nosotros de una manera especial: él es nuestro vínculo de unión con el Padre de los cielos, mediador e intercesor y el único Sacerdote que comparte su sacerdocio con los bautizados, siendo los ministros ordenados los que actualizan su servicio.

Ante una sociedad hostil e indiferente con Dios, es la comunidad cristiana la que, mediante la práctica de la caridad, tiene la misión de manifestar a otros el amor del Hijo, que nos reveló al Padre.

Los primeros cristianos releyeron el Antiguo Testamento a la luz de los acontecimientos pascuales y descubrieron que Jesús es el centro de la Palabra de Dios. De esa manera, comprendieron la misión de la comunidad cristiana, a la cual todos hemos sido invitados. Sí, somos los continuadores de la obra de Jesús, llamados a manifestar con palabras y gestos liberadores que su sacrificio en la cruz no ha sido en vano.
Por lo tanto, solo así se entiende que la Ascensión del Señor es el culmen del camino liberador del Hijo de Dios y la plenitud de la Pascua. J e s ú s pertenece a la esfera de Dios, quien, por medio de su Espíritu, se manifiesta en aquellos que lo aman y cumplen su palabra. Pero también es el sumo sacerdote que, derramando su sangre, ha entrado en la vida con Dios. Él no hizo un viaje a las nubes para saber dónde moraba su Padre, sino que ahora vive la comunión con él, como verdadero Dios y verdadero hombre.
Los creyentes, gracias a la ascensión, tenemos la oportunidad de vislumbrar una señal de esperanza, capaz de sostener la difícil tarea de ser testigos creíbles, apasionados y enamorados de Jesús.

Y mientras los bendecía, se separó de ellos, y fue llevado hacia el cielo. Hay una canción para esta fiesta de la Ascensión del Señor que dice: Mirad al suelo, corred la voz de que en los hombres está el Señor… hoy no se puede estar mirando al cielo.

Más allá del canto, que invita a comprometerse con la construcción del Reino de Dios, lo cierto es que nosotros miramos al cielo y al suelo. Miramos a Jesús y su ascensión, pero también miramos a los hombres, nuestros hermanos, para ser testigos de Aquél que vive junto al Padre, Cristo.

La subida de Jesús al cielo significa por un aparte el final de su ministerio y por otra el comienzo de la misión de la Iglesia.

La Ascensión trajo a los discípulos una gran lección: La presencia física de Jesús debía desaparecer, para dar paso a una presencia espiritual e interior. 

Cuando los discípulos experimentaron esa realidad, su debilidad se convirtió en fortaleza. Su tristeza en gozo y su temor en testimonio de Jesús resucitado.
Al mismo tiempo, esta fiesta es alentadora para nosotros, porque nos marca también un destino: vivir junto a Dios, alcanzar la felicidad plena que Jesús había prometido.

Miramos al cielo con ilusión esperanzada. Pero también miramos al suelo con optimismo comprometido para implantar y fortalecer el Reino de Dios.




Aproximación psicológica al texto del evangelio:

Mirando al Cielo


J.R.R. Tolkien dice que toda historia verdadera digna de contar tiene una ida y una vuelta. Respecto a su Ascensión, dos hombres vestidos de blanco les dicen a los apóstoles: Galileos ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse. 

Y una vez que hubo dado a los apóstoles las últimas instrucciones, el Señor Jesús les lleva por el mismo camino de ida por el que fueron a Jerusalén, pero ahora al revés: el camino de vuelta. Sobre el monte de los Olivos, donde se encuentra Betania, y con el gesto sacerdotal de bendición con las manos —de llagas santas y gloriosas— se separa de los suyos. Elevado al Cielo, entra para siempre en el Santuario celestial donde allí nos aguarda e intercede por nosotros ante el Padre.

Los discípulos se postran ante Él en adoración, reconociendo su divinidad, y experimentan lo que el Señor les había prometido: su tristeza por la separación se torna en la alegría con que vuelven a Jerusalén, donde frecuentan el Templo, alabando a Dios.

El tiempo de Cristo en la tierra acaba con la espera del Espíritu Santo, cuya venida en Pentecostés abre el tiempo de la Iglesia, preparado en clima de oración y de alabanza. Y tanto tiempo como la misma Iglesia, llenos de la alegría de tomar parte en la Pascua del Señor.

Mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo, puede resultarnos muy difícil si solamente tenemos en cuenta nuestras experiencias dolorosas y malas. Por eso es tan necesario que aprendamos, de la mano de las primeras generaciones de cristianos, las vivencias que ellos tan bien cultivaron: el sentido de la provisionalidad de este mundo y el sentido de la inminencia de la venida gloriosa del Señor. Nuestros ojos deben tener altura de miras, hemos de aprender a mirar al Cielo—nuestra esperanza—sin dejar de trabajar por el Reino de Dios aquí en la tierra.

El libro de los Hechos de los Apóstoles nos dice: Hay que pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios. Y tengamos presente la sublime observación de S. León Magno: Lo visible de la gracia del Señor ha pasado a lo invisible de los misterios/sacramentos de su Cuerpo, la Iglesia.

Por todo ello, haríamos bien cultivar la espiritualidad pascual, ya desde los primeros tiempos, y que aparece en el libro del Apocalipsis, y está muy presente cada vez que celebramos el Sacrificio de la Misa: ¡Que venga el Señor! ¡Y que pase este mundo! ¡Hosanna a la Casa de David! Aquel que es santo ¡que venga! Aquel que no lo es ¡que se convierta!... Maranathá! ¡Ven, Señor Jesús!




REFLEXIÓN CENTRAL:


Desaparición y no partida


Si no queremos que la Ascensión se parezca más a un melancólico «adiós» que, a una verdadera fiesta, es necesario comprender la diferencia radical que existe entre una desaparición y una partida.

Con la Ascensión, Jesús no partió, no se ha «ausentado»; sólo ha desaparecido de la vista. Quien parte ya no está; quien desaparece puede estar aún allí, a dos pasos, sólo que algo impide verle.

En el momento de la ascensión Jesús desaparece, sí, de la vista de los apóstoles, pero para estar presente de otro modo, más íntimo, no fuera, sino dentro de ellos.

Sucede como en la Eucaristía; mientras la hostia está fuera de nosotros la vemos, la adoramos; cuando la recibimos ya no la vemos, ha desaparecido, pero para estar ya dentro de nosotros. Se ha inaugurado una presencia nueva y más fuerte.

Pero surge una objeción. Si Jesús ya no está visible, ¿cómo harán los hombres para saber de su presencia? La respuesta es: ¡Él quiere hacerse visible a través de sus discípulos!

Tanto en el Evangelio como en los Hechos de los Apóstoles, el evangelista Lucas asocia estrechamente la Ascensión al tema del testimonio: «Vosotros sois testigos de estas cosas». Ese «vosotros» señala en primer lugar a los apóstoles que han estado con Jesús. Después de los apóstoles, este testimonio por así decir «oficial», esto es, ligado al oficio, pasa a sus sucesores, los obispos y los sacerdotes.

Pero aquel «vosotros» se refiere también a todos los bautizados y los creyentes en Cristo. «Cada seglar –dice un documento del Concilio- debe ser ante el mundo testigo de la resurrección y de la vida del Señor Jesús, y señal del Dios vivo».

Se ha hecho célebre la afirmación de Pablo VI: «El mundo tiene necesidad de testigos más que de maestros». Es relativamente fácil ser maestro, bastante menos ser testigo. De hecho, el mundo bulle de maestros, verdaderos o falsos, pero escasea de testigos. Entre los dos papeles existe la misma diferencia que entre el dicho y el hecho... El testigo es quien habla con la vida.
Un padre y una madre creyentes deben ser, para los hijos, «los primeros testigos de la fe» (esto pide para ellos la Iglesia a Dios, en la bendición que sigue al rito del matrimonio).

Pongamos un ejemplo concreto. En este período del año muchos niños [y jóvenes] se acercan a la primera comunión y a la confirmación.
Una madre o un padre creyentes pueden ayudar a su hijo a repasar el catecismo, explicarle el sentido de las palabras, ayudarle a memorizar las repuestas. ¡Hacen algo bellísimo y ojalá fueran muchos los que lo hicieran!
Pero ¿qué pensará el niño si, después de todo lo que los padres han dicho y hecho por su primera comunión, descuidan después sistemáticamente la Misa los domingos, y nunca hacen el signo de la cruz ni pronuncian una oración? Han sido maestros, no testigos.

El testimonio de los padres no debe, naturalmente, limitarse al momento de la primera comunión o de la confirmación de los hijos. Con su modo de corregir y perdonar al hijo y de perdonarse entre sí, de hablar con respeto de los ausentes, de comportarse ante un necesitado que pide limosna, con los comentarios que hacen en presencia de los hijos al oír las noticias del día, los padres tienen a diario la posibilidad de dar testimonio de su fe.

El alma de los niños es una placa fotográfica: todo lo que ven y oyen en los años de la infancia se marca en ella y un día «se revelará» y dará sus frutos, buenos o malos.  ( P. Raniero Cantalamessa ofm cap).




56a Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales


El tema que el Papa Francisco ha elegido para la 56ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, que se celebrará en 2022, es “¡Escuchad!”, informa una nota de la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

“Después del mensaje de 2021, centrado en el ir y ver, en su nuevo mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales 2022 el Papa Francisco pide al mundo de la comunicación que aprenda a escuchar de nuevo”, se lee en el comunicado.

“La pandemia ha golpeado y herido a todos y todos necesitan ser escuchados y consolados. La escucha también es fundamental para una buena información. La búsqueda de la verdad comienza con la escucha. Y también el testimonio a través de los medios de comunicación social. Todo diálogo, toda relación comienza con la escucha. Por eso, para crecer, incluso profesionalmente, como comunicadores, tenemos que volver a aprender a escuchar mucho”, continúa el texto.

Asimismo, la nota indica que “el mismo Jesús nos pide que prestemos atención a cómo escuchamos (cf. Lc 8,18). Para poder escuchar realmente se necesita valor, un corazón libre y abierto, sin prejuicios”.

“En este tiempo en que toda la Iglesia está invitada a ponerse a la escucha para aprender a ser una Iglesia sinodal, todos estamos invitados a redescubrir la escucha como algo esencial para una buena comunicación”, concluye.

Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales

El Papa Pablo VI celebró la primera Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales en 1967 sobre el tema “Iglesia y comunicación social”.

“La Iglesia, comprendiendo ‘que está verdadera e íntimamente ligada a la humanidad y a su historia’, desea, mediante esta iniciativa, propuesta por el Concilio Ecuménico Vaticano II, llamar la atención de sus hijos y de todos los hombres de buena voluntad sobre el vasto y complejo fenómeno de los medios modernos de comunicación social, como la prensa, el cine, la radio y la televisión, que constituyen una de las notas más características de la civilización moderna”, escribió Pablo VI en aquel primer mensaje de la Jornada de las Comunicaciones Sociales.

Conoce el mensaje del Papa en:



dijo Jesús a sus discípulos:

-- Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Y vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto.

 

Lucas 24:46–49

 

Y con eso, la misión terrenal de Jesús fue completada y ascendió al Cielo. ¿fue así? ¿Se completó su misión? Sí, pero sólo en el sentido de que la obra de nuestro Señor de destruir la muerte y ofrecer una nueva vida fue realizada por Su vida, muerte y resurrección. 

 

La naturaleza humana estaba ahora invitada a participar en una nueva vida de gracia.

 

En oración imagínese usted de pie en la montaña de la Ascensión con nuestro Señor. Mientras lo contempla, imagine que también estuvo presente con Él a lo largo de Su ministerio público. Imagínese ser testigo de sus muchos milagros, la forma en que convirtió a los corazones más duros, la autoridad con la que habló, su arresto, tortura, muerte y luego su resurrección. Imagine ver Sus manos y pies, una vez traspasados, ahora irradiando gloria de esas heridas. Al ver a nuestro Señor de esta manera, imagínelo mirándole con amor y diciéndole que ha elegido enviarle al mundo para que sea un testigo de Él y de todo lo que ha visto y encontrado. Debe ir compartiendo las Buenas Nuevas de Su vida, muerte y resurrección con todos aquellos con quienes entre en contacto.

 

Primero, nuestro Señor, de hecho, ha compartido Su vida entera con usted. Al leer los Evangelios, usted se convierte en un testigo de primera mano de todo lo que Jesús hizo y logró. Su Palabra está viva y se revela Su misma Persona, tal como lo hizo con Sus primeros seguidores. 

 

Segundo, Jesús lo llama a salir y compartir este Evangelio viviente con el mundo. Por lo tanto, es importante reflexionar sobre cómo puede hacer tal cosa. ¿Cómo puede usted dar testimonio de la Resurrección de Cristo? ¿Cómo puede cambiar vidas? ¿Cómo puede usted continuar la misión del mismo Jesús?

La promesa dada por nuestro Señor a los discípulos en el monte de la Ascensión es también una promesa dada a todos nosotros. Él está prometiendo enviar el Espíritu Santo sobre usted para revestirle “con poder de lo alto”. Sólo recibiendo ese poder y usándolo plenamente podremos nosotros cumplir la misión que nuestro Señor nos ha dado. Por lo tanto, ¿se abrirá usted al Espíritu Santo y se comprometerá a continuar la misión de Cristo?

 

Si tuviéramos que comprender plenamente la misión que hemos recibido de Jesús, nos llenaría de un santo temor. Pero con demasiada frecuencia, la comprensión de lo que Dios quiere de nosotros nos llena de un temor impío. Pensamos en evangelizar a otros, compartir nuestra fe, dar testimonio de la verdad con nuestras acciones, amar a nuestros enemigos y vivir solo para el Evangelio, y puede parecer abrumador. Si ese es su caso, entonces debe saber que esta forma de temor profano puede disiparse para que el don del temor santo pueda ocupar su lugar. El temor santo es un don del Espíritu Santo que nos inspira a sentir la grandeza de Dios y la misión que se nos da al encontrarlo de primera mano. Nos motiva, nos alienta y nos deja con asombro y admiración. Desde allí, este y todos los demás dones del Espíritu Santo nos capacitan para cumplir la misión inacabable de Cristo.

 

Reflexione hoy sobre la misión particular que Dios le ha dado. 

 

En oración, mire a Jesús mientras está de pie en la montaña de la Ascensión y lo mira a usted. Mientras lo hace, permita que Él le revele no sólo Su Persona, sino también su participación particular en Su misión continua de compartir las Buenas Nuevas hasta los confines de la tierra. 

 

Reciba esa misión con valentía, alegría y santo temor. Venérelo, saboréelo, medítelo, acéptelo. Comprométase con esta gloriosa participación en la vida de Cristo comprometiéndose a ser testigo de Cristo hasta el final de su vida en la tierra.

 

 

Mi Señor de la Ascensión, al entrar en cuerpo y alma en la presencia plena y gloriosa de Tu Padre, entregaste a tus discípulos el deber de completar Tu misión en la tierra. Escucho Tu llamado en mi vida, amado Señor, y me comprometo en la gloriosa tarea de continuar esa misión en la tierra. Por favor, dispón de mí como quieras y lléname con el poder de lo alto para que pueda ayudar a compartir tu Palabra salvadora hasta los confines de la tierra. Jesús, en Ti confío.



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Oración:

Padre Dios, bueno y fuente de bondad, hoy celebramos que tu Hijo Jesús sube a lo más alto del cielo, pero nos ha dejado clara la tarea: Hacer una sociedad cimentada en el valor sagrado de la persona. Sembrar amor, perdón, respeto, servicio mutuo... Consolidar la paz, la justicia, la solidaridad, la fraternidad… Atender con generosidad a los pobres y necesitados. Acompañar y fortalecer a los que están sin esperanza. Gracias, Padre bueno, porque nos has hecho de tu familia. Gracias, por regalarnos el mundo como don y tarea. Amén.





 OBJETIVO DE VIDA PARA LA SEMANA:

No nos quedemos estáticos mirando al cielo todos tristes por la partida de Jesús. Al contrario, estemos (hagámonos) presentes en las personas que encontremos a lo largo de esta semana. Acaso, ¿no hemos recibido de Jesús Resucitado la responsabilidad de ser su mirada, su palabra, sus manos, su corazón?




ORACIÓN-MEDITACIÓN

Señor, nosotros no te hemos conocido durante tu vida terrestre,
pero el testimonio de los primeros discípulos ha llegado hasta nosotros a través del tiempo y las edades.
Nosotros creemos en tu presencia permanente en medio de nosotros.
Tu estas aquí, siempre y en todas partes, gracias a los innumerables testigos, que hoy todavía, revelan tu vida en el centro de su cotidianidad.

Tu presencia se manifiesta en los gestos de amistad, de compartir y de perdón que se propagan en las comunidades.
En las personas que hacen prueba de compasión, que aportan confortación y esperanza a las personas tristes, enfermas o rechazadas (marginadas).
Tú estás vivo en nuestros amores,
en la paciencia de uno,
en la ternura del otro.
En la inocencia y la espontaneidad de los más pequeños,
en las caricias y las palabras de amor.
Tú eres el sostén de tu Iglesia en sus crisis y sus tempestades.
Tu bendición permanece siempre sobre ella y la fortalece en su misión de propagar el mensaje de amor del Padre por todas las personas.

Y como no negarlo Señor, sucede que nuestro corazón se arruga, tiembla y no sabemos como superar nuestras decepciones, nuestras inquietudes, nuestras debilidades.
Ten Piedad de nosotros, Señor, cuando nos confiamos solo en nuestras propias fuerzas en lugar de apoyarnos en la “fuerza venida de lo alto” que nos habita después de nuestro BAUTISMO.

En esta Eucaristía, nos hacemos conscientes del lazo que nos une a Ti, el que VIVE por siempre.
Abre nuestros labios, nuestros brazos y nuestros corazones para que lleguemos a ser los testigos de tu misteriosa, pero segura, reconfortante y EFECTIVA PRESENCIA…

Lise Hudon-Bonin




Textos de ayuda para la homilía


Pensamientos:

-         Celebramos hoy el triunfo de Cristo que entra en la Gloria del Padre. Antes de entrar en su gloria, Cristo ha trabajado, se ha dado totalmente, sin contar, en el servicio a Dios su Padre y a los hombres sus hermanos. Nadie puede ser su discípulo si se niega a cargar la cruz de la entrega total, de la paciencia, la cruz del amor.

(Charles Brèthes)

-         Acordémonos que Dios está siempre presente, mismo cuando aparentemente está más ausente. Él actúa en lo invisible. Él siembra la alegría en nuestras tristezas y hace fructificar nuestros sufrimientos”.

(Jules Beaulac)


++++


La última alegría fue quedarte marchándote.

Tu subida a los cielos fue ganancia, no pérdida;

fue bajar a la entraña, no evadirte.

Al perderte en las nubes

te vas sin alejarte,

asciendes y te quedas,

subes para llevarnos,

señalas un camino,

abres un surco.

Tu ascensión a los cielos es la última prueba

de que estamos salvados,

de que estás en nosotros por siempre y para siempre.

Desde aquel día la tierra

no es un sepulcro hueco, sino un horno encendido;

no una casa vacía, sino un corro de manos;

no una larga nostalgia, sino un amor creciente.

Te quedaste en el pan, en los hermanos, en el gozo, en la risa,

en todo corazón que ama y espera,

en estas vidas nuestras que cada día ascienden a tu lado.


José Luis Martín Descalzo en "Razones para la alegría"




Referencias:

Diversas fuentes de internet

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