sábado, 19 de marzo de 2016

27 de marzo del 2016: Resurrección del Señor

La alegría de creer

Con la Iglesia del mundo entero, estamos reunidos para celebrar nuestra alegría de creer. Cristo no está más en la tumba, Él ha vencido la muerte. Él está vivo.



Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (20,1-9):

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor



A guisa de introducción: 

El deseo de vivir

Indudablemente que lo que deseamos todos es una VIDA PLENA, humana, en salud, en bienestar. Esta es una de las aspiraciones más profundas, uno de los deseos más reales y o verdaderos, anclados en nuestra existencia. Nosotros deseamos vivir…FELICES.

Jesús  había comprendido este deseo de vivir. Más allá del fracaso, de las apariencias, Él ha rencontrado la vida. Él les ha devuelto el gusto de vivir a todos aquellos que han creído en Él.

La ceremonia del Sábado Santo habla de la vida, por las lecturas bíblicas de la Creación, del Éxodo (deseo de vivir libre), por la Carta de San Pablo a los Romanos (vida del bautismo), por el Evangelio de la Resurrección.

El deseo de vivir puede ser colmado en parte por nuestra energía o esfuerzo personal, por nuestros medios modernos. Debemos dejar de VIVIR en un estilo que no tiene futuro (el de AMO y sirvientes o esclavos). Volvamos a encontrar un estilo de vida actual que tenga cuenta  lo humano, el buen sentido; no escamoteemos la realidad con principios de antaño. Vivamos la realidad de hoy, con principios que den cuenta de la VIDA, de una vida arraigada en este mundo, puesto que nosotros vivimos en esta época y no en otro tiempo, ni en otro lado, con el objetivo de ir más lejos.

Volvamos a encontrar el gusto de implicarnos en nuestros asuntos, como Iglesia de Bautizados; algo así como las “partes” o miembros de una empresa, dando ánimo a los empleados para que realicen bien su trabajo y diciéndoles esto les pertenece, es nuestra propiedad… Los Bautizados tienen el deber de informarse sobre lo que ellos son, de formarse, de ser y de llegar a ser lo que ellos son.

La vida supera los sacramentos. Es muy importante mirar cómo se evangeliza en el corazón o centro de la vida y de la existencia (en lo cotidiano).

El deseo de vivir puede ser satisfecho, sobre todo por la FE en la Resurrección de Cristo.

Los cristianos, convencidos de la Resurrección de Cristo, poseen un optimismo, un entusiasmo comunicativo, esta es la esperanza en su esencia, genuina.

Cristo es vencedor. Él ha merecido y ganado bien la medalla de Oro en la carrera contra la muerte.

La Vida de Pascua, es mucho más que los conejos en o rellenos de chocolate (y que por el excesivo mercantilismo y consumismo se comen aun fuera del tiempo). La vida de Pascua es la esperanza de vivir por (para) siempre. Vivir inmediatamente, y enseguida con Cristo vivo.




Una aproximación psicológica al texto del evangelio:

Tú conocerás a Yahvé

La resurrección es la intervención de Dios en el caso Jesús.

Es la toma de posición de Dios de cara a las opciones de Jesús. 

Es Dios quien interviene para decir: si, tiene sentido, eso de orar como Él lo ha hecho, de luchar como Él ha luchado, de morir como Él ha muerto.

La resurrección, es Dios quien interviene para contradecir los cínicos que dicen: la militancia, ahí vemos donde lleva eso; el amor, ahí constatamos lo que él da; la búsqueda de Dios, podemos bien concluir a dónde, eso lleva.
En la resurrección, Dios afirma que hay un más allá 
de la represión por el poder, 
de la traición que decepciona el amor, 
de la noche que desemboca en oración; 
y que represión, traición y noche son un pasaje hacia otra cosa, que esta oscuridad desemboca sobre la luz y sobre una posibilidad nueva de comunión.

La resurrección de Jesús aparece entonces como una consecuencia comprensible de lo que le ha precedido. No porque este evento no sea pura gracia de Dios, sino a causa justamente del deseo gratuito de Dios de ser reconocido por el hombre.

Conocer a Dios, es primero que todo vivir de la justicia: “No hay ni sinceridad, ni amor, ni conocimiento de Dios en el país, sino perjurio y mentira, asesinato y robo, adulterio y violencia…” (Oseas 4,2).

Aquel que se comprometa con todas sus fuerzas a “conocer Dios” en la búsqueda de la justicia social, este mismo no podrá actuar de otro modo que desembocar un día sobre Dios, y esto en virtud misma de su promesa: “yo te haré mi novia en la justicia y en el derecho, en la ternura y en el amor; yo te haré mi novia en la fidelidad, y tu conocerás a Yahvé” (Oseas 2,21).

He aquí lo que le sucedió a Jesús. 

El cómo de su resurrección permanece ciertamente como una realidad misteriosa, pero su sentido es claro: ella es la muestra de la fidelidad de Dios a su compromiso, un compromiso también real y creador como el compromiso de Jesús: concreto, fuerte y cimentado en la esperanza.





Reflexión Central:
El discípulo que Jesús ama


Luego de un deceso, donde uno rememora los acontecimientos que han marcado al difunto y que conoce su apogeo con los funerales, es después de darle sepultura o la incineración que viene el tiempo de la interiorización.

¿No encuentran, no ven ustedes que hay algo parecido en el relato del sepulcro vacío de este domingo de Pascua? Sin lugar a dudas, el tiempo de exposición ha sido abreviado, el tiempo de descender el cuerpo de la cruz y envolverlo en las sabanas. Demasiado rápido, somos proyectados y obligados a ir después de los funerales, cuando ya no hay cuerpo, a esta etapa de interiorización.

Me permito aquí abrir un paréntesis para preguntar, ¿qué habría pasado, si el cuerpo de Jesús hubiera permanecido siempre ahí, dentro del sepulcro o tumba y que se hubiera podido pasar un tiempo cerca de este cuerpo envuelto en sábanas? No me respondan, no me digan: “este escenario sería imposible, ya que Jesús resucito!” Se podría afirmar la resurrección de Jesús, aun mismo si su cuerpo apareciera acostado en la tumba: el estado de resurrección no necesita un cuerpo mortal. Por otro lado, hay un consenso en el medio bíblico para afirmar que la tradición de la resurrección y aquella del sepulcro vacío son totalmente independientes. Lean las cartas de Pablo y no encontrarán ninguna mención o referencia de la tumba vacía. Yo vuelvo entonces a mi pregunta, En efecto, si el cuerpo hubiera estado siempre ahí y admitiendo que no se habría descompuesto, yo pienso que se hubiera desarrollado una forma de fijación castrante sobre el pasado: se arriesgaba con ser una religión del recuerdo.

Henos aquí entonces confrontados con la ausencia del cuerpo. Con ese cuerpo ausente se pueden incorporar cosas de nuestra propia vida: la ausencia de tantas cosas que podrían hacer mi vida excitante y palpitante, la ausencia de seres queridos que yo retendría cerca de mí; la ausencia de esta sagrada seguridad que todos buscamos, la ausencia de un cuerpo joven y atleta que ya he tenido. Uno podría agregar esos deseos no satisfechos de comprender una historia personal, de dar sentido a todos esos azares y esos accidentes de una vida, de explicarse un marco de vida que puede aparecer insignificante y sin frutos sobre los demás. María Magdalena llora: “Yo tengo necesidad de ese cuerpo, dígame donde lo han puesto”.

Miremos la actitud de Pedro y del otro discípulo. Pedro entra en el sepulcro vacío. Él aparece como el primero en abrirse a esta experiencia de ausencia. Uno encuentra con él todos aquellos para quienes esta experiencia no hace que engendrar una serie de preguntas, cuestiones dolorosas e incesantes interrogaciones.
El discípulo que Jesús ama, entra en su momento y contrariamente a Pedro, en el centro de esta experiencia de ausencia, él ve y él cree. He aquí el primero en hacer experiencia de la FE. ¿Qué ha visto y qué ha creído Juan?

Juan comprende por un esfuerzo de memoria y de profundización. Él recuerda las palabras de Jesús. Él se acuerda de la Escritura, la larga tradición espiritual de su pueblo. Dios no deja a su servidor sumido en la muerte. Jesús está vivo…Como dice mi colega eudista el Padre Linero: “el man está vivo”. Él es el Señor. Dios ha hecho por Él lo que no había hecho por ningún otro hombre.

A causa de esto, en adelante la vida ha cambiado. Los discípulos buscaban un cadáver. No hay cadáver. No hay más que una tumba o sepulcro vacío. Y enseguida, de repente, ellos comprenden. No buscan ya más el cadáver de Jesús, sus despojos mortales. Ellos buscan al Señor Jesús, al Resucitado. Ellos entran en la FE. Otros relatos nos permitirán comprender que el Resucitado es verdaderamente el mismo crucificado, pero que está en un estado radicalmente diferente. Él aparece y desaparece, entre las puertas cerradas, Él es visto sin ser reconocido, etc. Eso importa poco.

Toda la fe pascual, toda la fe cristiana, está aquí presente. Jesús se ha levantado de entre los muertos. El sepulcro está vacío. No busquen más un cadáver, no permanezcan más encerrados en sus tumbas. No continúen más encerrados en el miedo y la zozobra. Mismo la muerte no ha podido retenerlo. El Padre ha tomado la mano de su Hijo y lo ha hecho levantarse de entre los muertos…Es esto más que una fiesta, es la ruptura radical, el horizonte que nos abre a la esperanza. Jesús Resucitado no muere más. Él ha entrado en una humanidad nueva. Sin lugar a dudas, el viejo orden de las cosas existe aún: nosotros envejecemos, nos morimos, cedemos todavía ante la fatiga, el miedo, el odio. El pecado hace parte todavía de nuestra experiencia humana. Pero en cualquier parte de nosotros una cosa ha nacido que no sabrá morir: es la esperanza que se arraiga en la resurrección de Jesús.

La Fiesta de Pascua, es la fiesta de la gente que quiere vivir de pie, que no acepta podrirse en la tumba y que ha decidido, a causa de la fuerza de Jesús que les habita, que, en adelante, nada sabrá impedirles de vivir y desafiar la muerte.

¡Felices son ustedes de estar aquí en esta fiesta de Pascua! ¡Que la Resurrección de Jesús haga de ustedes personas vivas, vivientes!



ORACIÓN-CONTEMPLACIÓN

Salvación, mañana nueva de la vida,
salvación, alegre mañana de Pascua,
porque Cristo se ha levantado de entre los muertos,
y nos ha hecho entrar a un mundo nuevo.

Si, es cierto, nuestra vida continúa a la manera antigua,
y la vida se va, gastándose de estación en estación, de año en año, 
mes a mes, semana a semana,
las arterias se hacen más estechas,
el corazón se agota,
las arrugas se cruzan.

Nuestros amores también se gastan al ritmo de nuestras demisiones.
El antiguo mundo sigue su camino como si se tratara de nada,
y nuestras esperanzas tienen a menudo un sabor de ceniza y de muerte.
Pero el sepulcro está vacío,
El que está vivo se ha ido,
es necesario acordarse de su promesa, 
hay otra estación entre las estaciones de la vida,
la quinta estación misteriosa, inefable...

Es otra semana que se espera.
Otro día ha despertado sobre otra creación.
Es tiempo de ir más lejos,
Oh Tú, el Resucitado, haznos entrar en tu VIDA.
Amén!


Referencias:


HÉTU, Jean-Luc. Les options de Jésus.


BEAUCHAMP, André. Comprendre la Parole. Québec,  Novalis, 1997.

martes, 15 de marzo de 2016

19 de marzo del 2016: San José Esposo de María y padre adoptivo de Jesús



 Hacemos una pequeña pausa en la Cuaresma para celebrar al justo por excelencia San José. Que su ejemplo y santidad de vida, nos motiven hoy para prepararnos como debe ser para los días santos que vienen. Aprendamos de José su disponibilidad, su fe, su silencio, su oración, condiciones indispensables para comulgar con Dios.


Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (1,16.18-21.24a):

Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.
El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera:
María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: - «José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.»
Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor.

Palabra del Señor



A guisa de introducción:

¡Simplemente José!

Un hombre entre los hombres. El padre adoptivo (putativo) de Jesús de Nazaret histórico y del Hijo de Dios como lo confiesa nuestra fe.

José nació en Nazaret y la tradición teológica bíblica antigua nos lo presenta como un anciano, un hombre pasada la mediana edad a quien le es dada como esposa la joven María (Nuestra Virgen Madre de Dios).

Algunos teólogos y exegetas racionales con fundamentos históricos nos dicen que era también joven cuando recibió a María como esposa. De hecho, la mayor parte de las películas hollywoodenses sobre la infancia y o vida de Jesús nos presentan a su padre lleno de vitalidad y tan joven como su esposa.

Siempre se nos ha dicho que José era un humilde y pobre carpintero, que ganaba su vida entre garlopas, serruchos y martillos rústicos propios de la época. Unos lo imaginan en su domicilio trabajando día a día con perseverancia y gran sacrificio. Otros dicen que era un constructor y reparador de casas itinerante, y que iba de pueblo en pueblo (novelas literarias como "El Evangelio Según Jesucristo" (Saramago) y "Los caballos de Troya" (J.J Benítez) nos lo presentan así.

A San José se le llamado el santo del silencio, por dos razones:

1. En los evangelios no se nos dejó ni una sola frase pronunciada por él. Sólo se dice que era un hombre justo.

2. La literatura, música con homenaje a él han sido hasta hace recientemente muy escasas o muy pocas.

En verdad las veces que se ha aludido al padre adoptivo de Jesús y de manera popular ha sido en los inocentes y sencillos villancicos de navidad, que cantan como él está junto a María, la burra (o mula) y el buey esperando, contemplando (todo, pastores y reyes), sonriendo en la Noche de Paz.

Pero indudablemente que todas estas pocas y a veces sencillas e inocentes referencias a José se quedan cortas para todo lo que el significo en la Historia de la salvación.




Aproximación psicológica al texto del evangelio:

Nacer, sufrir, aprender

Un best seller de autoayuda de los años 80 se titulaba “vivir, amar y aprender”. Era la tesis del profesor y escritor italo-americano Leo Buscaglia (1924-1998). En este libro el autor explora las múltiples definiciones del amor y trata de explicar cómo el amor es un elemento modificador de la conducta. El autor insiste que el amor es algo que se aprende, un hecho que los psicólogos, sociólogos y antropólogos han sostenido por mucho tiempo. En este aprendizaje del amor los primeros maestros son los padres, luego la escuela y así se va aprendiendo a lo largo de diversas experiencias en la vida.

Pero los evangelistas al presentarnos los relatos de la infancia como el que leemos este día, nos dan como coordenadas de la existencia otros 3 verbos: nacer, sufrir, aprender…Algo hay de parecido y en relación, pero las tesis de Buscaglia y los autores del evangelio difieren mucho, cuando se profundiza en ellas...veamos:

Con textos o relatos alegóricos, plenos de imágenes, los evangelios de la infancia, tanto el de Lucas como el de Mateo, constituyen una introducción teológica a lo que va venir enseguida en el texto.

Aquí, el centro del relato, es decir, el mensaje principal que el autor quiere comunicar dentro de esta sección de su texto, se encuentra sin lugar a dudas en la doble mención del Espíritu Santo.

La convicción de Mateo, como la de los demás autores del Nuevo Testamento, es la siguiente: En Jesús, es Dios mismo quien ha venido para estar en medio de nosotros (v.23). Y si Dios viene, y se coloca en medio de nosotros, es gracias a su Espíritu, manifestando su Espíritu en las situaciones y sobre todo en personas puntuales o precisas. Es así como antes de hacer a Dios presente en sus exigencias y en sus proyectos, los profetas estaban invadidos por el Espíritu de Dios. Mas para Mateo Jesús no es ni Juan Bautista, ni Elías, ni Jeremías, ni ningún otro de los profetas (Mateo 16,14). Puesto que, si estos hombres eran profetas, es porque el Espíritu se había “fundido en ellos”, para animarles durante el tiempo de la misión, mientras que Jesús es “el Hijo de Dios vivo” (Mateo 16,16).

El Espíritu viene sobre los profetas, pero Jesús “viene del Espíritu” (Mateo 1,20). Aquí hay algo más que un juego de palabras. Está la diferencia entre las manifestaciones episódicas de Dios y su manifestación plena. Esto se manifiesta bien en el versículo 23, donde encontramos, en definitiva, en el “Dios con nosotros” de Mateo, el equivalente de aquello que encontramos en el prólogo de San Juan: “El Verbo era Dios (…) y ha puesto su tienda entre nosotros”; otra traducción dice: “Y la Palabra se hizo carne, puso su tienda entre nosotros (Juan 1, 1,14). Dios ha habitado entre nosotros por intermedio de un hombre que estaba él mismo habitado plenamente por el Espíritu.
Es entonces el misterio de la Trinidad que se perfila acá discretamente, en el relato del nacimiento de Jesús. Pero Jesús es un hombre, y a justo título, nada humano le será quitado. “Hijo como él era, ha aprendido por sus sufrimientos” (Hebreos 5,8) a ser dócil entre las manos del Padre y a dejarse habitar, invadir por su Espíritu”.

Aún más que el misterio de la Trinidad, para aquel que conoce la continuación del relato, es entonces el misterio de la humanidad de toda persona humana que es evocada con estas palabras: nacer, sufrir, aprender…

A medida que llegará a ser hombre, Jesús aprenderá a dejarse moldear, a formar por Dios, de tal modo, que, en consecuencia, a nuestro turno, nosotros podamos aprender lo mismo.



Reflexión Central:

Aprender a vivir en el desorden:


En el evangelio de este día, se nos presenta un hombre, un laico, casado, carpintero de profesión. No se le escucha hablar…lo que no quiere decir que no hace nada. Él se compromete, se entrega a aquello que es bien raro sobre nuestro mundo: ¡ESCUCHAR! El escucha los eventos: su mujer está embarazada y él no tiene que ver en ello. Él no comprende. Él entra en sí mismo. Él escucha. Una palabra venida de “otra parte” “de lo alto” lo abre a una presencia que está actuando, precisamente en aquello que él no comprende.  Después viene a su corazón el largo relato (histórico) de su pueblo, las profecías, y una promesa que flota sobre él como la nata sobre la leche: Emmanuel…

Caos, desorden, crisis, problemas, dificultad…Tendemos a ver casi siempre estas situaciones como negativas, no posibilitadoras de vida, frustrantes, decepcionantes. Pero mire, le apuesto a que alguna vez ha escuchado estas frases: “no hay mal que por bien no venga” o “la crisis ayuda a crecer” o aquella del filósofo colombiano, el ex entrenador de la selección colombiana de futbol, Maturana “perder es ganar un poco” …

En el evangelio del domingo pasado el cuadro no podía ser más frustrante y decepcionante:  la mujer adúltera es acusada con hipocresía por gente más pecadora que ella y Jesús era puesto a prueba, en una situación incómoda…Jesús nos enseña  “a armarse de paciencia y de coraje”  ante la dura realidad: mismo si todo parece oscuro, pésimo, violento “los ciegos ven, los sordos escuchan, los leprosos son purificados, los muertos resucitan”, pues Jesús está en la obra…y pues, como lo veremos aún más en la semana Santa que iniciaremos este domingo, Dios va a venir, el Mesías se manifestará y triunfará finalmente…La muerte y la maldad, no tienen la última palabra. Todo pasará, pero las palabras de Dios no pasarán…

El relato del evangelio de esta fiesta de San José, va como en el mismo sentido.
Cuando se lee un pasaje del evangelio como el de este día, uno lo lee casi siempre en el contexto de lo que se está viviendo.


Qué podemos aprender del relato sobre el nacimiento de Jesús?

Una frase del relato viene a focalizar la atención: “pero antes de que vivieran juntos, quedó embarazada por obra del Espíritu Santo”. Olvidemos por el instante la explicación religiosa. Contemplemos a José. Nos encontramos ante una situación donde nada ocurre como se había previsto. Esta pareja sin duda que había soñado una vida bien en regla, con las etapas previstas de las frecuentaciones, de la vida común, del nacimiento del hijo. Y he aquí que el niño es concebido en mal momento, y entonces José se encuentra con un hijo del cual no es el padre. Situémonos en esta época, y uno puede imaginarse la dimensión del drama. Dos personas ven su vida completamente sacudida, expuesta al fracaso. Hay un comentarista que encuentra  « que se echa  habitualmente agua bendita demasiado rápido sobre esta escena, haciendo intervenir todo seguido, de manera rápida los mensajeros. Uno diría: María sabía todo, ya que el Ángel Gabriel le había explicado lo que pasaba; del lado de José, este ve como el Ángel también le expone todo el plan de salvación y él “la coge de una, de manera rápida” y se da cuenta de la situación.

Si uno hace esto, al relato se le amputa una dimensión fundamental, puesto que no es por azar que la base del relato sea una situación de “desorden”, donde las cosas no pasan como uno las habría deseado. Más tarde, Mateo nos describirá el desarraigo de esta familia, luego de la huida a Egipto, a la manera de los desarraigos vividos por el pueblo judío.

La buena Noticia acá es que en el centro de nuestros desordenes y nuestros desarraigos, Dios está con nosotros. Él es el Emmanuel (“Dios con nosotros”). Esto se opone a nuestra percepción común, percepción que se ve abundantemente en el Antiguo Testamento: cuando yo soy próspero y que todo va bien en mi vida, que yo puedo satisfacer todas mis ambiciones, que mis hijos son bien “formados y colocados”, yo poseo el signo, esa es la señal de que Dios está conmigo.

Lo que se afirma acá en este pasaje del evangelio para este día, es totalmente diferente. No porque nuestra percepción sea totalmente falsa, sino porque ella es demasiado limitada. Nuestro relato dice esto: Eso que ustedes han considerado como un desorden por el contrario ha sido para ustedes una fuente de liberación, gracias al Espíritu de Dios.

Basados en la imagen del desorden, bajo ella, cada uno puede desprender o concluir algo de su vida.

La persona adoptada puede colocar acá sus preguntas o cuestiones sobre sus padres originales.

Las parejas que han conocido el divorcio, después de haber soñado como tantas otras una alianza eterna, se reconocerán acá igualmente.

Piensan ustedes que los homosexuales, varones y mujeres, han deseado ser esos casos “excepcionales” de nuestra sociedad?

Uno puede pensar en todos esos jóvenes que no pueden seguir la curva normal de aprendizaje.

Uno entiende la reacción de José al querer repudiar a María: como todo hombre que se respete, él no puede aceptar un tal desorden. Él es como nosotros, al querer una vida “correcta”, sin problemas.

Jesús es el fruto de este desorden. Esto sin duda, lo ha marcado hasta el punto de sentir compasión sorprendente por todos los marginados. Pero aún lo más importante que hay acá, es su convicción de que en el centro de estos sucesos (eventos) y de estas situaciones que nosotros rechazaríamos de mil amores, el Espíritu de Dios está obrando para transformarlos en evento liberador. Todo esto nos hace pensar en ese perro labrador en Suiza al que se le había amputado una pata, y que habría desarrollado un sentido del olfato excepcional debido a su hándicap y gracias a esto, llegaría a salvar la vida de un esquiador sepultado por una avalancha: así un hombre le debía su vida a un perro de 3 patas (noticia del 2004).

En vísperas de la celebración triduo pascual, recordemos que su historia de resurrección, ha sido posible gracias a la decisión de José de llevarse María a su casa, a pesar de su consternación.

Este fue un gesto de fe. El mismo llamado espera nuestra respuesta.

Querido José, enséñanos el arte de vivir LA FE. Condúcenos al interior de nosotros mismos. Enséñanos a adoptar y hacer nuestro el silencio que nos causa miedo. Enséñanos el arte de escuchar la Palabra. Amén!


ORACIÓN-CONTEMPLACIÓN

 Como un hombre anónimo e insignificante
te imaginan los literatos paganos.
Para Saramago, tú fuiste crucificado por error...

y por estar en el lugar y la hora equivocadas.

Para los evangelistas apócrifos, 
fuiste un hombre demasiado soso,
el viejito barbado al que le florece el bastón 
signo de la elección divina para ser esposo de María.

Nuestros evangelistas oficiales Mateo y Lucas,
te presentan lacónico, discreto, íntimo,
pero no dejan de insistir en tu fidelidad a Dios
y en el sentido preclaro y divino que tienes de la justicia.

Oh San José, qué poco se te ha cantado
los homenajes para ti han sido fugaces y escasos.
En la novena del pesebre te llamábamos padre putativo
riéndonos antes de descubrir al sinónimo de adoptivo.

Eras joven imberbe o viejo experimentado?
Agricultor o carpintero, te dedicabas a oficios varios?
Poco importa saber a qué te dedicabas puntualmente,
Tu mérito estuvo en hacer las veces de padre humano de Jesús.
Tu corazón e inteligencia eran grandes,
tus manos no sabían más que de trabajo productivo,
y tu alma de judío fiel a los mandamientos divinos,
respiraba magnánima y denodada ternura.

Buen esposo de María, digno objeto de nuestro homenaje,
Nuestro corazón hoy te pide: guarda, guarda a tus hijos.
Testigo del nacimiento y de los jóvenes años de Cristo,
nuestro corazón hoy te suplica: ora, ora por nosotros …

II
La falta de fe nos impide apoyarnos únicamente en Ti
y abandonarnos entre tus manos.
La verdad es que al alejarnos de Ti,
nosotros nos alejamos de la verdadera Vida y del Verdadero Amor.

Danos hoy el corazón de José
para que lleguemos a ser “justos”,
que seamos personas que viven constantemente de tu Palabra
y que se alegran plenamente, al vivir de acuerdo a tu Voluntad,
puesto que, solo manteniendo esta actitud de apertura hacia Ti,
es Como nosotros sabremos acoger en la Fe a tu Hijo,
el Emmanuel, que tu das al mundo.

Que tu Espíritu nos conduzca siempre a crear cada vez más
 en nuestra existencia más espacio para Señor de la Semana Santa,
de manera que lleguemos a ser más compasivos y amemos a los otros
hasta el final como tu Hijo lo ha hecho.

Nosotros queremos comprometernos
en nuestro ambiente de vida y de trabajo,
a realizar gestos y actos de solidaridad en esta Semana Santa
y a lo largo de todo el año que sigue…

Amén!



Referencias:


http://ciudadredonda.org (para el texto del evangelio)

Pequeño Misal "Prions en Église", edición quebequense, Novalis 2010-2013.

HÉTU, Jean-Luc. Les Options de Jésus.

http://mystereetvie.com


radiocanada.ca

martes, 8 de marzo de 2016

13 de marzo del 2016: 5º Domingo de Cuaresma


 Camino de liberación

Jesús es la manifestación de la misericordia de Dios. Su perdón le abre un nuevo horizonte a la mujer adúltera, un camino de liberación que lleva al amor a Dios y al prójimo. Esto es lo que hace el Señor con cada uno de nosotros, cuando acogemos su misericordia.



LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 8, 1- 11

En aquel tiempo, Jesús se retiró al Monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Los letrados y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio y colocándola en medio, le dijeron:
-- Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adulteras: tú, ¿qué dices?
Le preguntaban esto para comprometerlo, y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo:
-- El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.
E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos, hasta el último. Y se quedó solo Jesús y la mujer en medio de pie.
Jesús se incorporó y le preguntó:
-- Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Ninguno te ha condenado?
Ella le contestó
-- Ninguno, Señor.
Jesús dijo:
-- Tampoco yo te condeno. Anda y adelante no peques más.
Palabra del Señor


A guisa de introducción:
Un amor que perdona
Según los psicólogos, el amor humano es exclusivo y celoso; éste no acepta ser engañado, se convierte fácilmente en odio y en represalias, no está basado en la razón sino en la pasión.
Es quizás por esta razón que los judíos antiguos eran tan severos con los amores de conyugues engañados por adulterios. Por otro lado, ellos sabían que la ley de Moisés resumía un consenso popular: era necesario castigar severamente a los que caían en falta y sobre todo a las féminas.
El amor, que perdona, a veces puede provenir de una fuerza e impulso humano extraordinario; uno admira las personas que lo logran, la mayoría de las veces, los matrimonios heridos por la traición terminan en fracaso, en la separación, o el divorcio.
El amor, que perdona, es un amor que viene sobretodo de Dios.
Jesús ha demostrado sin ninguna duda que Él era aquel capaz de perdonar. El devolvía la esperanza, para un nuevo comienzo.
El cristiano, la cristiana que cree en Jesús, no se deja demoler o derrotar por las circunstancias: ellos salen adelante. Ellos inventan nuevos medios o maneras para hacer mejor la sociedad, para atenuar las miserias.
Con el amor y el perdón de Jesús, difícilmente se puede invocar el pretexto de sentirse mal comprendido en sus problemas, o decir que uno no se siente respetado, que uno no avanza, que uno no puede superar sus limitaciones, que es necesario admitir siempre las mismas tonterías o estupideces…

Aproximación psicológica al texto del evangelio:


Antes de condenar…primero arreglen sus problemas

Podemos imaginar fácilmente a los fariseos exacerbados y o excitados por sus propios deseos sexuales o sus dudas pensando en la fidelidad de sus propias esposas.

Esta mujer que acababa de pasar la noche con su amante (la escena ocurre muy de mañana) podía entonces atizar tanto su envidia como su hostilidad.

Pero esta interpretación es hipotética y es posible igualmente ver a los fariseos furibundos por una moral sexual que ellos mismos estiman o consideran superada, al menos en lo que concierne a la represión del adúltero (a). El texto, en efecto no deja entender que ellos quieran ejecutar a la mujer. Pero la ocasión es propicia para empujar Jesús hacia la trampa e implicarlo en una posible situación embarazosa donde Él debe tomar el riesgo de decir en voz alta lo que todo el mundo dice en voz baja, de acuerdo a lo que el texto cuenta explícitamente en el versículo 6.

De igual manera como en otras situaciones, donde Él siente que se le quiere poner una trampa, Jesús decide no pronunciarse sobre el contenido del problema. El v.11 muestra que Jesús no toma el adulterio a la ligera. Pero con esto les  hace entender que el problema es de la mujer implicada y de su prometido (novio o compañero). Comiencen por arreglar sus propios problemas y enseguida ustedes verán de manera más clara para intervenir en la vida de los demás (cfr. Lucas 7,1-5). Dense cuenta de su propia fragilidad y sus propios errores, y esto les ayudará a situarse más humanamente frente a los pecados de los otros.

Según su costumbre, Jesús reenvía sus interlocutores a su propia experiencia vivida.  Consciente del carácter provocador de su reacción, se las arregla para que nadie muera de manera inútil al final de este proceso. Para librar a sus interlocutores de la vergüenza de cruzar su mirada y para dar tiempo de olvidar o hacer recular lo que acaba de suceder, Él se inclina de nuevo en el suelo y permanece en silencio.

Y cuando ya nadie les rodea y solo frente a la mujer le dice a ésta: “Yo tampoco, yo no te puedo condenar, conozco demasiado la fragilidad humana y la ternura del Padre”.

A través de la mujer es a nosotros que esta Palabra es dirigida: ve y no peques más, ni por debilidad, como ella, ni por dureza como ellos.



REFLEXIÓN CENTRAL

¿Cuál es el más horroroso pecado?

Como no conocemos el contexto de este relato, que es añadido al Evangelio, no sabemos las razones por las cuales a Jesús quieren “ponerle una trampa”. Pero dada la semejanza con los acontecimientos del final de la vida de Jesús, según nos cuentan los Sinópticos, podemos pensar que el drama ya se ha desencadenado y se pretende por todos los medios encontrar argumentos para un juicio que ya está decidido. En ese sentido, el texto es semejante al de la moneda del impuesto al César. Tampoco es fácil saber exactamente cuál es la trampa, pero parece ser ponerlo en la disyuntiva entre ser fiel a la ley de Moisés, y consentir en que la adúltera sea apedreada, con lo que su insistencia en la misericordia se revela “hipócrita”, o insistir en la misericordia con lo que se manifiesta como infiel a lo mandado por Moisés.

A Jesús no van a buscarlo porque confíen en su buen criterio o porque reconozcan autoridad a su palabra, o porque él pueda decidir la suerte de la mujer. En realidad, en este drama ni Jesús ni la mujer son importantes. Ambos son rechazados por los escribas y fariseos. Jesús, porque buscan atraparlo, la mujer porque es una simple excusa para ese objetivo. Por eso, porque su palabra en realidad no importa es que el Señor se inclina para escribir en tierra.  Manifiesta su desinterés por la cuestión, como ellos también la manifiestan.

Somos tan prontos a juzgar y condenar, nosotros los hombres. ¡Es tan fácil en este caso! Nada menos que una adúltera, descubierta en plena infidelidad. Hay que aplicarle el rigor de la ley: ¡debe ser apedreada! De paso, veremos cuánto de fiel a la ley es Jesús. La actitud del Señor no parece ser muy atenta; casi, hasta parece indiferente... Juzgar y condenar, en nuestras actitudes, muchas veces van de la mano, se le parecen. Los hombres ya condenaron, falta que hable Jesús, para condenarlo también a él.

¿Sexo? ¡Horror! Para tantos, todavía sigue siendo el más grave y horroroso de los pecados. Es cierto que muchas veces nos hemos ido al otro extremo, y no hablamos ya del tema, pero cuántas veces nos encontramos con actitudes o comentarios que parecen que el único pecado existente es el pecado sexual. La envidia, la ambición, la falta de solidaridad, la injusticia, la soberbia, y tantos otros, parecen no existir en la “lista”. El sexo es "el" pecado. Esa es, también, la actitud de los acusadores de la mujer: fue descubierta en pleno pecado, ¡debe ser apedreada! "-Muy bien, el que no tenga pecado, tire la primera piedra". Y, casualmente, los primeros en retirarse son los ancianos, los que ya no tienen "ese" pecado. Muchos pecados hay, no uno, pero nosotros juzgamos, ¡y hasta condenamos!

Sería casi sin sentido hacer una lista de todos los pecados de nuestro presente; sería sin sentido porque sería interminable: basta con leer casi cada página de los diarios... ¿Quién considera pecado sus opciones políticas que miran sus intereses y no lo que mejor beneficie la causa de los pobres? ¿Quién considera pecado su falta de solidaridad con los marginados de su mismo barrio o región? ¿Quién considera pecado su "no te entrometas", o su falta de compromiso político para que los pecados desaparezcan?... Y, en esa misma línea: ¿quién no considera un pecado atroz y gravísimo a una madre soltera, o todo lo relacionado con el sexo?, ¿quién no considera verdaderamente intolerable toda cercanía siquiera con prostitutas...? Este, que hoy leemos, fue el texto comentado por monseñor Romero en su célebre última homilía: “No encuentro figura más hermosa de Jesús salvando la dignidad humana, que este Jesús que no tiene pecado frente a frente con una mujer adúltera... Fortaleza, pero ternura: la dignidad humana ante todo... A Jesús no le importaban (los) detalles legalistas... Él ama, ha venido precisamente para salvar a los pecadores... convertir a la mujer, es mucho mejor que apedrearla, ordenarla y salvarla es mucho mejor que condenarla... Las fuentes (del) pecado social (están) en el corazón del hombre... nadie quiere echarse la culpa y todos son responsables... de la ola de crímenes y violencia... la salvación comienza arrancando del pecado a cada hombre." "-No peques más".




Reflexión 2

Nadie te ha condenado?

De la mujer que se habla en este evangelio dominical no sabemos, sino que ha sido sorprendida cometiendo adulterio. No hay una sola palabra sobre el hombre que la acompañaba, lo que no nos sorprende mucho, la mentalidad popular y el poder en manos de los hombres, tenían a las mujeres como las solas responsables en este asunto. No sabemos tampoco el nombre de la mujer y nada nos permite identificarla con María de Betania la hermana de Marta y Lázaro, ni tampoco con María Magdalena, ni con la pecadora que le lavó los pies a Jesús con sus cabellos (cfr. Lucas 7,36-50). No es una prostituta, puesto que las prostitutas son conocidas y dejadas al margen de la sociedad. Se trata quizás de una mujer casada, enamorada de otro hombre, pero la tradición rabínica decía al respecto, que era necesario estrangularlas, algo mucho mejor que lapidarlas (o sea matarlas a pedradas).

Es probablemente también, una novia que ya está comprometida con un hombre, pero el matrimonio aún no se ha realizado. Se trataría entonces de una mujer demasiado joven, de 13 años, máximo 15. La tradición exigía que, si una novia era encontrada con otro hombre y se acostaba con él, todos dos debían ser lapidados a muerte (cfr. Deuteronomio 22,23-24; Levítico 20,10).

El relato de Juan dice que Jesús se encontraba en el templo, mientras el pueblo venía a Él para escuchar sus enseñanzas. Es en ese momento que los fariseos y los escribas le traen una mujer sorprendida en el pecado o delito de adulterio, y hacen memoria de todo lo que dice la Ley de Moisés al respecto: “La Ley de Moisés nos manda apedrear a las adulteras”(v.5). Dénse cuenta del vocabulario acusador y despectivo que sigue: "estas mujeres". En la vida, conocemos tantas personas con quienes tenemos relaciones normales: ellas son amigas, conocidas, vecinos, seres humanos a los cuales les manifestamos señales corrientes de civismo. Pero una vez que un rumor los acusa de algo, tomamos distancias, reculamos y nos encerramos en un juicio: “esa, aquella persona, ese tipo, esa mujer”. Los escribas y los fariseos evocan la Ley de Moisés. Después ellos le preguntan a Jesús: qué piensas tú?” (v.5). Recordemos que Jesús enseñaba en el templo. Se quiere saber entonces, cuál es la posición de Jesús ante un punto preciso de la Ley de Moisés. Las otras controversias se centran frecuentemente en las cuestiones del culto, o del Sabbat, o sobre la manera de amar al prójimo. Aquí se toca una prohibición muy categórica: el adulterio. 

Vivimos actualmente en una sociedad de gran permisividad sexual donde el sentimiento amoroso ocupa un lugar preponderante. Hacer el amor es para nosotros una cuestión de sentimiento amoroso, de feeling, de deseo, de atracción profunda entre dos compañeros. Los vínculos contractuales (convenidos, establecidos) entre las personas no tienen mucha importancia para nosotros.

En el tiempo de Moisés, y todavía en el tiempo de Jesús, las cosas no eran como hoy. El matrimonio por amor no existía. El sentimiento amoroso era una especie de beneficio marginal o un agregado posterior. Lo que hacía una persona feliz, no era la realización de su YO personal, era su inserción dentro de un grupo. Era dentro del grupo que se era feliz. Fuera del grupo, la vida no tenía sentido. Es por ello, que muchas de nuestras abuelas han sido felices a pesar de no haberse casado por amor.

En el tiempo de Jesús, el matrimonio no es una decisión de los esposos, es una decisión que corresponde a sus padres. En rigor, se podrá tener en cuenta la inclinación del hombre, pero la inclinación o interés o sentimiento de la mujer no entra en juego. Es por eso que a la chica se le compromete joven, a los 5 años, 10 años, después se le casa joven igualmente. Cuando llega a la edad de la fecundidad, entonces se le hace casar.

La Ley de Moisés era de una tal severidad extrema con el adulterio, y entiéndase el adulterio de la mujer. Uno se puede preguntar por qué. Probablemente por dos razones. La primera razón es de orden biológica: es la idea mágica de que la descendencia biológica es extremamente importante. Aquí hay algo de inconsciente, de orden estrictamente animal, que consiste en imponer su descendencia. Sucede por ejemplo que un león se asocie a una hembra que ya tiene leoncillos de otro macho. Y sucede a veces que el león recién llegado mate los leoncillos para asegurar e imponer su propia descendencia. Hay todavía en nuestra sociedad mucha gente que piensa que la maternidad o paternidad biológica es cualquier cosa absoluta o sagrada…Hoy la moda pertenece a los genes.

Ahora, en la vida, estamos seguros de la maternidad de nuestra madre, la paternidad de nuestro padre nunca es segura. Es esta la razón que hace tan severa la sanción del adulterio en la mujer. Cuando esto le sucede al hombre, uno se sonríe y deja entender que la mujer se lo ha bien buscado.

En breve, los hombres siempre tienen necesidad de sentirse asegurados de su paternidad y ponen todos los medios y control necesario para tal fin.

La segunda razón no es ante todo de orden biológico, sino de orden sexual. Tomar la mujer de un hombre, es tomar su bien más precioso. El texto de la Ley de Moisés es muy claro: “No codiciaras la mujer de tu prójimo, tu no desearas su casa ni su hacienda, ni su sirviente, ni su sirvienta, ni su buey o su asno: nada de lo que le pertenece” (Deuteronomio 5,21). Aquí es algo que corresponde por justicia. Tomar la mujer del prójimo, es arrebatarle su honor. Y llega entonces todo el simbolismo de la envidia, del honor, de la venganza.

No hay semana en que no ocurra algún drama pasional aquí o allá: un hombre ha matado a su conyugue que le había abandonado; un hombre ha matado sus hijos, su exesposa se ha suicidado. Nosotros somos siempre primitivos. Los fariseos y los escribas le llevan la mujer a Jesús. Seguramente estaban cerca de hacer un linchamiento. Los escribas y fariseos habrían podido llevar la mujer ante Pilato para un proceso civil, puesto que los judíos no tienen el derecho de administrar la pena de muerte. Pero dentro de los asuntos pasionales, hay probablemente accidentes de multitud, como se podría decir. Al llevar la mujer ante Jesús, los escribas y fariseos están convencidos de poderlo comprometer.

La traducción litúrgica del texto es un poco deficiente. El texto dice que los escribas y fariseos llevan a la mujer y la ponen en medio de ellos. De hecho, ellos forman como un circulo alrededor de ella, y la mujer se ve encerrada en este círculo, juzgada y condenada a priori, con antelación, por adelantado. Y se le pregunta a Jesús: “Y tú, ¿qué dices?”

Uno siente acá todo el odio y el deseo de venganza acumulados. Acaso va a conducirse Jesús como ellos, ¿va embarcarse en el miedo de estos hombres que no pueden tolerar la mala conducta de las mujeres? ¿Va a encolerizarse también, ceder a este miedo de macho y lanzar con rabia una piedra a esta mujer, a una de "estas" mujeres?

Se remarcará que la mujer no dice una sola palabra. Ella no reclama su inocencia, no llora, no grita. Ella no es más que una cosa sin nombre en medio del círculo, ella es centro de las miradas que la acusan.

Jesús no comenta la Ley de Moisés ni aboga por la inocencia de la mujer. Había en el Antiguo Testamento un relato celebre del profeta Daniel a propósito de la casta Susana, una mujer honesta y piadosa, que es acosada y acusada por unos ancianos perversos que quieren abusar de ella. Ella se opone a sus propósitos, los rechaza. Entonces los viejos, en retaliación, deciden acusarla de adulterio e intentan montarle un falso proceso. Daniel aparece en escena y confunde los acosadores y acusadores, demostrando las contradicciones de sus testimonios (cfr. Daniel 13).

Jesús, repito, no aboga por la inocencia ni rechaza el falso testimonio. La acusación es probablemente exacta. Pero Jesús no cede al odio ni a la violencia. Él se calla y deja que se instale la ley del silencio. El texto dice: “Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo” (v.6). ¿Ha escrito Jesús algo? ¿ha querido mostrar que todo aquello, es vano como un castillo de arena, como un juego de niños? Jesús calla. Y callando reenvía cada quien, a su propio silencio, a su propia ansiedad. Él los reenvía a ellos mismos, no a la ley y al juzgamiento, sino a su situación de hombres acusadores. “El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra” (v.7).

Jesús se opone a disociar la situación de la mujer cogida en flagrante delito de la situación de cada uno de nosotros que podría ser sorprendido contraviniendo cualquier punto de la Ley. El juicio o juzgamiento es una marcha de puesta a distancia, de rechazo. Jesús demanda, pide una marcha o proceso de auto implicación. Uno a uno los acusadores se van, comenzando por los más viejos, lo que quiere decir aquí, los más lúcidos.

 La mujer se queda a solas con Jesús, aun encerrada en el círculo simbólico, en el cual está cautiva. Y entonces, he aquí, que ella vuelve a ser ALGUIEN. Jesús le habla y ella habla a su turno.

¿dónde están tus acusadores?
¿Ninguno te ha condenado?
-- Ninguno, Señor.
-- Tampoco yo te condeno.
Anda y adelante no peques más.

Los otros la habían juzgado. Pero ellos no han podido proceder a la condenación porque Jesús los ha vuelto a situar en el espejo de su propia vida. La mujer queda sola, prisionera de su culpabilidad. El texto griego dice que ella se queda sola en medio del círculo, pero ya no hay más nadie. Queda todavía esta mirada que algunos posan sobre ella y que la mantienen aún prisionera, encerrada. 
Yo he conocido tantas personas que se han quedado encerradas en el círculo de sus faltas del pasado. Jesús no habla de ella. Él le habla a ella. Entonces, al fin, ella comprende que el circulo no existe, no hay más nadie, sólo Jesús. Entonces, ¿Va Él a condenarla? Jesús la desata, la libera. “Anda y adelante no peques más”. En otras palabras le dice “ve, sal del círculo, libérate”. "Pero no peques más". Jesús no dice: “Eso no es nada, el adulterio es nada. Esas prohibiciones son cosa del pasado”. Al contrario, un adulterio, uno verdadero, es decir la traición de un conyugue o de una conyugue con quien uno está en relación profunda, es un drama terrible.

Yo he conocido personas derrotadas, sumidas en total estado de tristeza, acabados por esa muerte del corazón. Cuando un ser humano ha puesto todo lo esencial de su vida y de su razón de ser en una relación de amor con otra persona, el adulterio es algo de una violencia inaudita. Esto, hoy nos lo callamos, ya que tenemos una concepción superficial del sexo. El adulterio ha llegado a ser para nosotros un juego, una pulsión pasajera. De hecho, es más que eso, es la destrucción de un vínculo. Jesús libera a la mujer de su pecado, pero no de su responsabilidad. “Anda y en adelante no peques más”.

La vida puede volver a comenzar. Hay un perdón para los humanos, mismo para aquellos a quienes la ley querría lanzar a la muerte. Pero este perdón es un llamado a vivir y a transformar su vida.

El relato de la mujer adúltera no es un relato sobre el adulterio, ni un relato sobre la mujer. Es un relato sobre Jesús y sobre la mirada que el deposita sobre cada uno de nosotros. Puesto que cada uno y cada una de nosotros, más allá de su moralidad sexual, es la mujer adúltera, es esta mujer o este hombre cogido in fraganti (sorprendido en infracción) ante la mirada de la Ley y que corre el riesgo de encerrarse en la muerte. 

Jesús deposita sobre nosotros una mirada que ve y va más allá de la moral. “Tampoco yo te condeno”. Lejos de juzgarnos, su mirada (la del Señor) es un llamado a recomenzar la vida. Nadie ha llegado nunca tan lejos, nadie ha caído tan bajo para que la mirada de Jesús no pueda alcanzarlo e invitarlo a hacer todo de nuevo. “Anda y en adelante no peques más”.





ORACIÓN:

Esta mujer sorprendida en flagrante delito, soy yo,
La máscara de respetabilidad de mi vida, acaba de caer.
Mis secretos se revelan, mis mentiras se descubren,
Yo soy este hombre, esta mujer
A quien se denuncia ahora.
Heme aquí en el círculo de los acusados,
En el círculo de la muerte, de la ley, del juzgamiento.
y después todo se calla,
no queda más que el silencio,
Y Tú Señor mientras juegas con la arena.
Tú eres mi última esperanza.
Lanza una mirada sobre mí.
En el silencio, yo te espero
Amén!




REFERENCIAS:



http://betania.es (para el texto del evangelio)




HÉTU, Jean-Luc. Les options de Jésus. Fides. Quebec

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