viernes, 30 de junio de 2017

Viviendo extraordinariamente el tiempo ordinario: 30 de junio del 2017: viernes de la 12a semana del TO


La risa de Dios, es el hijo prometido que no se espera más, porque se ha deseado largo tiempo en vano. Es la alegría que llega para iluminar la vejez de un corazón que había cesado de esperar, que no creía más.





Primera lectura
Lectura del libro del Génesis (17,1.9-10.15-22):

Cuando Abrán tenía noventa y nueve años, se le apareció el Señor y le dijo: «Yo soy el Dios Saday. Camina en mi presencia con lealtad.»
Dios añadió a Abrahán: «Tú guarda mi pacto, que hago contigo y tus descendientes por generaciones. Éste es el pacto que hago con vosotros y con tus descendientes y que habéis de guardar: circuncidad a todos vuestros varones.»
Dios dijo a Abrahán: «Saray, tu mujer, ya no se llamará Saray, sino Sara. La bendeciré, y te dará un hijo, y lo bendeciré; de ella nacerán pueblos y reyes de naciones.»
Abrahán cayó rostro en tierra y se dijo sonriendo: «¿Un centenario va a tener un hijo, y Sara va a dar a luz a los noventa?»
Y Abrahán dijo a Dios: «Me contento con que te guardes vivo a Ismael.»
Dios replicó: «No; es Sara quien te va a dar un hijo, a quien llamarás Isaac; con él estableceré mi pacto y con sus descendientes, un pacto perpetuo. En cuanto a Ismael, escucho tu petición: lo bendeciré, lo haré fecundo, lo haré multiplicarse sin medida, engendrará doce príncipes y haré de él un pueblo numeroso. Pero mi pacto lo establezco con Isaac, el hijo que te dará Sara el año que viene por estas fechas.»
Cuando Dios terminó de hablar con Abrahán, se retiró.

Palabra de Dios


Salmo
Sal 127,1-2.3.4-5

R/. Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor


Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien. R/.

Tu mujer, como parra fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa. R/.

Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida. R/.


Lectura del santo evangelio según san Mateo (8,1-4):

En aquel tiempo, al bajar Jesús del monte, lo siguió mucha gente.
En esto, se le acercó un leproso, se arrodilló y le dijo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme.»
Extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Quiero, queda limpio.»
Y en seguida quedó limpio de la lepra.
Jesús le dijo: «No se lo digas a nadie, pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que mandó Moisés.»

Palabra del Señor

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La importancia del nombre

El nombre, es la identidad. Cuando Dios cambia el nombre de Abrán, que quiere decir "Padre elevado, ensalzado"  por Abraham que significa "Padre de una multitud", le da una nueva dirección a su vida. Abraham no llegará a ser un tipo común y corriente, como decimos popularmente "un cualquiera", tampoco su objetivo será llegar a "hacerse un nombre" o adquirir una fama. Él es precisamente alguien gracias al nombre que Dios le ha dado. Esto nos puede recordar la importancia de nuestros nombres a la hora del bautismo; el nombre de alguna manera debería traducir la misión pedida por Dios para cada uno. Por ejemplo, mi nombre GUSTAVO, viene del alemán GUSTAFF, que significa "bastón de mando" o "cetro de rey", de algún modo hay una alusión o invitación a ser guía, a ser pastor. Hoy lamentablemente vemos cómo no se le da mucha importancia al nombre adquirido a la hora del bautismo. El hecho de desechar el santo del día en que se nació, demuestra la poca trascendencia que se le da a los nombres y se prefieren más los nombres de moda, subjetivamente más bellos sonoros y que a la final no significan nada.  Después del cambio de nombre, Dios confirma su alianza con Abraham. La promesa se realizará a través de un hijo de Abraham dado por Dios. La madre de este niño será Sarai, quien en su momento cambiará de nombre por SARA y así participará también plenamente en esta alianza. El nombre Isaac que lleva su hijo corresponde a la acción realizada por Abraham cuando recibe la noticia de la parte de Dios de que tendrá un hijo con su mujer. En efecto Isaac significa "él ríe".


En el Evangelio vemos cómo Jesús no excluye a nadie. Los enfermos y los que tenían defectos físicos eran excluidos de la vida social y religiosa, pues se pensaba que Dios los castigaba por sus pecados, y por eso se les consideraba impuros. Por eso, nadie se acercaba a los leprosos, por miedo a contagiarse. Al tocar uno de ellos, Jesús demuestra que nadie está excluido del amor de Dios y al sanarlo, lo libera y le devuelve su dignidad de ser humano.

jueves, 29 de junio de 2017

2 de julio del 2017 Domingo 13o del Tiempo Ordinario


Acoger al otro, acoger a Dios

La acogida y la hospitalidad son exigencias para el discípulo de Jesús, al practicarlas, éstas le permitirán encontrar a Dios.
Cuando nos congregamos para celebrar la Eucaristía, nosotros somos acogidos por el mismo Señor. Nosotros respondemos a esta acogida abriendo nuestros corazones y también acogiéndonos unos a otros. En todo ser humano, y de igual modo en el extranjero o desconocido está el Señor que pasa, aquel que se hace solidario con todos los humanos.





Primera lectura
Lectura del segundo libro de los Reyes (4,8-11.14-16a):

Un día pasaba Eliseo por Sunam, y una mujer rica lo invitó con insistencia a comer. Y, siempre que pasaba por allí, iba a comer a su casa.
Ella dijo a su marido: «Me consta que ese hombre de Dios es un santo; con frecuencia pasa por nuestra casa. Vamos a prepararle una habitación pequeña, cerrada, en el piso superior; le ponemos allí una cama, una mesa, una silla y un candil, y así, cuando venga a visitarnos, se quedará aquí.»
Un día llegó allí, entró en la habitación y se acostó.
Dijo a su criado Guejazi: «¿Qué podríamos hacer por ella?»
Guejazi comentó: «Qué sé yo. No tiene hijos, y su marido es viejo.»
Eliseo dijo: «Llámala.»
La llamó. Ella se quedó junto a la puerta, y Eliseo le dijo: «El año que viene, por estas fechas, abrazarás a un hijo.»

Palabra de Dios



Salmo
Sal 88,2-3.16-17.18-19

R/. Cantaré eternamente
las misericordias del Señor


Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dije: «Tu misericordia es un edificio eterno,
más que el cielo has afianzado tu fidelidad. R/.

Dichoso el pueblo que sabe aclamarte:
camina, oh Señor, a la luz de tu rostro;
tu nombre es su gozo cada día,
tu justicia es su orgullo. R/.

Porque tú eres su honor y su fuerza,
y con tu favor realzas nuestro poder.
Porque el Señor es nuestro escudo,
y el Santo de Israel nuestro rey. R/.



Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (6,3-4.8-11):

Los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo fuimos incorporados a su muerte. Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva. Por tanto, si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él. Porque su morir fue un morir al pecado de una vez para siempre; y su vivir es un vivir para Dios. Lo mismo vosotros, consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.

Palabra de Dios



Lectura del santo evangelio según san Mateo (10,37-42):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará. El que os recibe a vosotros me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo tendrá paga de justo. El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro.»

Palabra del Señor

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A guisa de introducción:

El otro, rostro de Dios


Siendo un adolescente y gracias al ejemplo de mis padres comprendí y aprendí una lección de  vida que nunca me ha costado ponerla en práctica y se ha vuelto para mí una convicción: todo ser humano es mi hermano, merece respeto, mi atención, mi acogida, yo debo ser amable (saludar, sonreír, tender una mano). Ya en la infancia lo vivía por mis actitudes ante el maltrato de mis compañeros de escuela ; yo nunca fui muy decidido a responder al maltrato con maltrato o reaccionar violentamente ante las afrentas, porque comprendí rápidamente que el otro sufre, siente como yo. "No hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti", ha sido mi consigna de vida y esto les aseguro, le ha prodigado a mi vida mucha paz y serenidad.

 Después en el seminario y a lo largo de mi experiencia de vida, viviendo las diferentes etapas de la existencia aquí y allá, para mí esta es una verdad irrefutable: "todo hombre es mi hermano, todo ser humano viene de Dios, todos somos hijos de un mismo Padre que nos cuida con su amor".

Las lecturas de este domingo engloban el tema de la acogida, de la hospitalidad. En la primera lectura del 2o libro de los Reyes se nos cuenta como el profeta Eliseo, sucesor de Elías, es acogido por una mujer rica y la que mismo le ha insistido para que venga a comer a su casa. Vemos como esta acogida y esta atención de la mujer no queda sin recompensa; por su hospitalidad y atención con el profeta, ella, a pesar  de ser  estéril,  con un marido muy anciano ya, recibirá la promesa de tener un hijo. Como vemos este gesto de caridad no queda sin recompensa. Dios está de parte, del lado de quienes son fraternos, amables y serviciales. Porque acoger al hermano es acoger al mismo Dios; por eso la acogida no debe ser seca, hecha de mala gana sino que debe estar animada por la confianza, iluminada por una sonrisa y concretizada con un ofrecimiento de la mano, una disponibilidad de dar la vida...

Es cierto que en el mundo actual es arriesgado confiar y que por el contrario se nos quiere prevenir y ver en toda persona y sobre todo en aquella que no conocemos una posible amenaza a nuestra integridad. Esto nos hace prevenidos, desconfiados, insensibles ante las necesidades y sufrimientos de los demás y obrando así renegamos de Dios y no cumplimos su voluntad.

En el actual momento que vivimos en Colombia, camino hacia la paz, la reconciliación y la sanación de los corazones, es muy importante no olvidar la lección de acogida y hospitalidad que nos ofrece la Palabra de Dios.

Pidamos en este domingo al Señor la sabiduría para poder discernir esas ocasiones de acogida, que nuestro corazón no sea tan extremadamente frío, ni insensible, ni duro, tan desentendido sobre todo ante aquellos que vienen a nosotros con su pobreza y sufrimiento.

Cristo mismo, durante su vida terrena y su ministerio del anuncio del Reino de Dios, acogió a todos (pecadores, enfermos, marginados de la sociedad, extranjeros, etc), nos ha adquirido como pueblo santo, y por su sacrificio en la Cruz merecedores si somos fieles, de la Vida Eterna.

En cada Eucaristía Cristo, nos sigue acogiendo entre sus brazos, nos ofrece el Pan de su palabra y el alimento de vida eterna para avanzar.

Que tengamos presente siempre la promesa del Señor y que nos dice hoy en su Evangelio: "El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro.»

Bendecida semana para todos!




Aproximación psicológica al texto del Evangelio:

Llamados a romper con lo establecido



La opción en favor de Jesús y de "Aquel que lo ha enviado" (v.40) debe tener prioridad sobre la pertenencia familiar. Hay aquí mucho más que una ley psicológica respecto al crecimiento normal de la persona humana. En otro lado, Jesús citando al Génesis, recuerda que el hombre debe "abandonar a su padre y a su madre para unirse a su mujer" (Mateo 19,5). Él se refiere entonces a la ruptura necesaria que el hombre debe consentir para comprometerse en una nueva aventura que continuará a realizarlo como persona.

Mas aquí, hemos sido llevados más lejos todavía. La ruptura a la cual se refiere, toca otro nivel de profundidad, pues es bien de ruptura, de "romper" , que se habla aquí, y no de una vaga preferencia teórica, como podrían hacérnoslo creer algunas traducciones.

Para convencerse  de ello, no es sino referirnos a un pasaje parecido, semejante a éste donde Jesús dice textualmente: "yo he venido a separar al hombre de su padre, a la hija de su madre…"  (Mateo 10,35).

Qué hay detrás de estas palabras? Acaso Jesús vendrá para activar el eterno conflicto entre generaciones? Viene acaso Él a despertar una segunda crisis de adolescencia entre sus discípulos?

Para responder a esta pregunta, es iluminador referirnos a la palabra de Juan Bautista- a quien celebrábamos la semana pasada- sobre  la paternidad de los judíos: "muestren frutos de un sincero arrepentimiento, y no piensen que basta con decir: nuestro padre es Abraham" (Mateo 3,8-9). En otras palabras: ustedes no se saldrán con la suya, no tendrán razón, refugiándose en sus certezas adquiridas. Ustedes se equivocan si piensan que es suficiente con confiarse en su pasado religioso para evitar el cambio. Conviértanse, dejen ese peligroso estado de falsa seguridad para disponerse a la búsqueda de lo esencial…

He ahí el fondo de la cuestión. Esta es la ruptura radical que Jesús pide a sus contemporáneos: "honra a tu padre y a tu madre"  como personas (Mateo 19,19), pero rompe con el orden establecido que permea hasta la familia. Toma tus distancias con respecto a una tradición religiosa que ha perdido su inspiración y que no ofrece más que "preceptos de hombres" (Mateo 15,9). No sean jefes espirituales que no saben más a donde van, "guías ciegos que guían a otros ciegos" (Mateo 5,14).

Jesús ha rechazado la violencia y no ha buscado ni querido el poder político. Pero con tales palabras, es difícil negar la radicalidad de su puesta en cuestión del poder socio-religioso de su tiempo. Es necesario ver bien que esta ruptura con el padre tanto en el plan familiar como social, es esencialmente una conquista permanente al mismo tiempo que una liberación. Y que ella es, al final, una experiencia de fe.

"En la tierra a nadie llamen padre, pues uno solo es su Padre, el del cielo" (Mateo 23,9). No dejen que nadie tome el poder sobre su vida y sobre su conciencia. Relativicen toda autoridad y dispónganse a buscar aquel, al único que puede darles una y otra vez la vida".



Reflexión Central:

El amor y o la espiritualidad no tienen vacaciones



Es tiempo de vacaciones para muchos: estudiantes universitarios y colegiales, empleados oficiales en familia, en grupos de amigos. En estos días muchos ya disfrutan, otros tendrán en su corazón el sueño de unas vacaciones para descubrir-conocer otros lugares. Es en este ambiente que recibimos las palabras de Jesús que nos invitan a amar más, así como la lectura del libro segundo de los Reyes que nos muestra cómo practicar la acogida.

Pero los propósitos de Jesús son sorprendentes  y al mismo tiempo digámoslo demasiado exigentes. Él utiliza fórmulas lapidarias que dictan exigencias excesivas e inhumanas. "El que quiere a su padre o madre más que a mi no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí". "Quien quiera guardar su vida la perderá".

El amor verdadero es exigente

Es evidente que Jesús no busca que seamos negligentes con el amor que debemos a nuestros padres. Al contrario, en otro pasaje del evangelio, Él denuncia la hipocresía de algunos fariseos  que, bajo el pretexto de servir a Dios, privan a sus familias de su herencia legítima. (Marcos 7,11-13).

En este pasaje , Él nos invita a amar nuestros seres queridos, no según los criterios de la tierra, sino a la manera de Dios. Esta manera de amar nosotros la descubrimos en la Carta a los Romanos: "Piensen que ustedes han muerto al pecado, y viven para Dios en Jesucristo". Por el bautismo, nosotros morimos al mal, para resucitar a una vida nueva.

Y en el campo de los afectos familiares, adoptar un comportamiento nuevo es amar de acuerdo al orden. Si, por que hay jerarquías en el amor. No hay verdadero amor sin opciones exigentes. Todos estamos de acuerdo en que es anormal amar más su carro que su esposa, preferir su perro a su hijo o la televisión a un diálogo familiar! Cuando Juana de Arco comenta la exigencia de Jesús con su célebre frase: « Messire Dieu premier servi" ("Mi Señor Dios primer servido"), ella nos da una de las leyes más importantes del amor. Al amar a Dios por encima de todo, uno le da a todos sus otros amores su fundamento sólido.

El verdadero amor es acogedor

Nosotros siempre tendemos a evadirnos, a perdernos en las bellas ideas. Y Jesús siempre nos vuelve a encaminar, nos vuelve a traer a lo concreto y a la simplicidad. Él habla de "acoger", de "dar a beber un vaso de agua fresca". La mujer del pueblo de Sunam invitó al profeta Eliseo "a comer a su casa" (2 Reyes 4,8).

En nuestro mundo de anonimato, de prevención, de relativismo, de indiferencia…estos simples gestos de hospitalidad no son tan fáciles. Acoger al otro es dejarse acoger por él, abrir nuestra puerta y no cerrar nuestro corazón: no son las acciones grandes, escandalosas, sino los gestos modestos los que salvan al mundo. "No hay pequeños papeles o roles, hay pequeños comediantes", decía la gran escritora de teatro de principios de siglo XX, Sarah Bernhardt. Uno podría traducir esta frase diciendo: "No hay pequeños gestos, sino pequeños espíritus". Hasta el más pequeño comportamiento, si está lleno de amor, tiene valor de eternidad".  Esta es pues una buena noticia para estos días de vacaciones.



2
Acoger es amar…


Los textos bíblicos de este domingo nos dirigen palabras muy importantes sobre la acogida. Nosotros siempre y especialmente en vacaciones, tenemos la oportunidad de acoger en familia, de dar hospitalidad otros, o de ser acogidos, hospedados por otros. Nos encontramos con personas diferentes venidas de otras partes.

En la primera lectura de este día, se nos habla del profeta Eliseo, sucesor del gran profeta Elías, y que es acogido por una mujer del pueblo de Sunam. Su gentilicio es sunamita. Esta mujer se muestra muy generosa con él, ya que ha reconocido en él a un hombre de Dios. Sin embargo, ella lleva dentro un sufrimiento del cual no habla: ella no tiene hijos y su marido es ya muy anciano. Con mucha delicadeza, entonces, Eliseo le promete ese hijo con el que ella ya no contaba, ni se imaginaba tener.

Al escuchar este texto de la Palabra de Dios, comprendemos que acoger al otro (darle la bienvenida) es escuchar sus confidencias, compartir sus alegrías y sus tristezas o penas. Lo que es importante, no es la cantidad de lujos sino las cualidades de la acogida. Como cristianos que somos, nosotros comprendemos que a través de esas personas que encontramos, o alojamos en nuestra casa, Dios se manifiesta, Dios está en ellos. Cuando acogemos a alguien es al mismo Dios que acogemos y al rechazar o menospreciar a alguien es al mismo Dios que rechazamos o menospreciamos. No olvidemos: es por nuestras cualidades de amor y de acogida  que nosotros seremos reconocidos como discípulos de Cristo.

En su carta a los Romanos, San Pablo nos habla del día más importante de nuestra vida, aquel en que fuimos acogidos en la gran familia cristiana. Lo hemos entendido, se trata de nuestro bautismo. Actualmente nos cuesta darnos cuenta de la gran importancia que este sacramento tiene. Pero es necesario saber que en la Iglesia primitiva, los nuevos bautizados provenían de un mundo sin Dios. Para ellos, la vida no tenía ningún sentido. Pero Dios se ha unido a ellos y los ha acogido. El bautismo era para ellos un nuevo nacimiento: era una ruptura radical con el modo de vivir que habían tenido hasta ahí. El día de nuestro bautismo, nosotros fuimos sumergidos en este océano de amor que está en Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. En adelante, nosotros hemos decidido acoger a Cristo y ponerlo en el centro de nuestra vida.

El evangelio de este domingo nos habla también de la acogida, pero nos precisa con mucha fuerza que nuestro amor por Jesús debe pasar por encima de todos los vínculos familiares: «El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí. Al escuchar estas palabras, pensamos en los catequistas que se pueden preguntar: "Cómo quieren ustedes que este evangelio se les enseñe, y  sea comprendido por los niños, cuando se les pide de estar en paz en la casa?"

Comprendámoslo bien: es normal que los hijos amen a su padre y a su madre más que a todas las demás personas. No hay vínculo más fuerte que este entre padres e hijos. Todos nosotros nos sentimos apegados a nuestros padres: es muy natural. Y cuando ellos se nos van, es un sufrimiento para todos nosotros.

Pero mirando más de cerca, vemos que Jesús no se dirige a la gran multitud: sus palabras están destinadas a los apóstoles. Él los ha invitado a seguirle. Pero ellos deben comprender que Jesús no es maestro más entre otros: Él es el Hijo de Dios. Él está entonces por encima del hombre. ÉL es el único a quien podemos amar más que a nuestros seres queridos.

El Señor nos llama a todos a ser "discípulos misioneros". El discípulo es aquel que camina tras los pasos de Cristo. El misionero es aquel que va a anunciarlo. Nuestra acogida de Cristo y nuestro vínculo con Él deben ser más importantes que todos los vínculos familiares. Sabemos que todo esto no es fácil; nosotros debemos afirmarnos ante los ojos del mundo e igualmente ante la familia. Nosotros seremos confrontados a la indiferencia, a la hostilidad. Para muchos es la persecución. El mismo Jesús ha conocido estas dificultades; pero ÉL ha ido hasta el final de su misión, hasta dar su vida sobre una cruz.

Acoger a Cristo, preferirlo a todo, estar habitado por Él, es lo que se nos propone en este tiempo de vacaciones. Aprenderemos a reconocerle a través de las personas que encontraremos. El papel de la Iglesia, el papel de todos nosotros, es precisamente acoger todos aquellos que se sientan atraídos por Él. Es por nuestra calidad en la acogida como seremos reconocidos como discípulos de Cristo.

EL domingo nos reunimos para celebrar la Eucaristía; es Dios quien nos acoge en su casa. Él nos invita a su fiesta. Y al final de cada misa, Él nos envía de nuevo a testimoniar en el mundo y en nuestros ambientes de vida este amor gratuito ofrecido a todos. Las ocasiones no faltan en las que podemos hacer a los otros más felices. No les fallemos. Es a través de ellos como el Señor viene a tocar a nuestra puerta.




3
                                               Del P. Gustavo Vélez, "Calixto" (q.e.p.d.)

La opción por el Señor

“Dijo Jesús: El que quiera a su padre o a su madre, o a su hijo más que a mí, no es digno de mí”. San Mateo, cap. 10.

Esta frase de Cristo ha sido motivo de extrañeza y aun de escándalo para muchos. ¿Será porque no la hemos entendido? El Señor nunca quiso devaluar el amor de la familia. Aún más, a través de él nos enseña todo lo que Dios es para nosotros: Acogida, perdón, misericordia, convivencia. Recordemos la historia del hijo pródigo, la presencia de Cristo en las bodas de Caná y la prisa con que acude a sanar a la suegra de Pedro.

El texto nos extraña porque simplemente hemos pasado por alto el “más que a mí”. Si alguien a quien yo amo se opone a los proyectos del Señor y me convence, estoy amando a esa persona más que a Dios. Todos hemos sentido la tentación de claudicar.
Mucho más cuando nos lo sugiere alguien que amamos: El pariente, el amigo, el compañero de trabajo, el socio de la empresa.

Ellos repiten frases como éstas: "Si, ahora todo el mundo lo hace". "Si, esto ya no se ve mal". "Si, nadie lo va a saber". "Si, es tan fácil y no causa problemas". De otra parte tienen más prensa los que claudican que quienes defienden los valores. No claudicar ha llegado a ser algo insólito. Nadie parece creerlo.

Un taxista devuelve un maletín olvidado en su vehículo. Un basuriego restituye al almacén una herramienta hallada en los deshechos. Un empleado resiste al soborno. Un médico se niega a promover un aborto. Un abogado no quiere negociar con fraudulentos.

Estos hechos, que debieran ser lo normal, se presentan cómo excepcionales, con un puesto en la prensa por chocantes o modélicos.

En algún sentido, todos hemos fallado, porque antepusimos otras personas al Señor. Porque valoramos algunas cosas más que a Él. Y cómo el joven del Evangelio, abandonamos a Jesús.

Otras veces sin embargo y, a pesar de todo, lo hemos amado más a Él.

El cristianismo consiste en ir trasladando progresivamente, a todas las áreas de conducta, esa opción fundamental por el Señor, que trasciende todas las lealtades y todos los intereses del hombre.

Un poeta religioso suplica a Dios de esta manera: “No dejes que claudique, ¡oh mi Señor!” Que esta sea también nuestra plegaria.





Para la revisión de vida

1.  Es cuestión de prioridad

Es verdad, el programa de Jesús es exigente. Todavía nos falta mucho para comprenderlo. Acaso Él nos manda a no amar a nuestros padres o a nuestros hijos? Una pequeña expresión que aparece dos veces , nos da la clave para comprender: "querer… más que a mí"…Jesús me invita entonces a tener prioridades en la vida, hacer opciones para poder seguirle libremente. Y yo me pregunto concienzudamente: Señor, es que los vínculos familiares son una ayuda para mí o son un obstáculo, para seguirte?, hazme libre ante la mirada de quienes amo.

2. Ser discípulo

Todo este evangelio lo podríamos resumir en la invitación de Jesús a ser discípulos, y en la manera de llegar a serlo. Esta invitación se dirige a mí hoy, en lo concreto de mi existencia.  Hoy tomaré conciencia del programa o proyecto que Jesús ha trazado para mí y me pregunto: qué estoy dispuesto a vivir para seguir a Jesús y cuáles son los aspectos que tengo más dificultad de asumir en este seguimiento y me hacen resistirme a su llamado? .
Señor Jesús yo te ofrezco mi vida y mi deseo de seguirte, dame tu Espíritu Santo para seguir tus pasos con audacia y confianza.



ORACIÓN-MEDITACIÓN


Señor Jesús,
te agradecemos por habernos revelado
que Tú te dejas encontrar, y ver en los otros.
Tus enviados viven cerca a nosotros: los que carecen de todo,
los extranjeros, los enfermos, las personas sencillas,
y también los profetas y los santos.
Abre nuestros ojos
para que podamos verlos;
transforma nuestros corazones
para que podamos amarlos.
Señor Jesús, te damos gracias
por invitarnos a tu mesa.
A través de  todos aquellos que pones en nuestro camino,
haz que podamos encontrarte
y también a Aquel que te envía, Dios nuestro Padre.




Referencias bibliográficas

http://vieliturgique.ca

http://prionseneglise.ca

http://ciudadredonda.org (para los textos de las lecturas)

HÉTU, Jean-Luc. Les Options de Jésus

http://kerit.be

http://dimancheprochain.org

http://tejasarriba.org

http://versdimanche.com



29 de junio del 2017 San Pedro y San Pablo Apóstoles


Nuestra filiación a la Iglesia no está inspirada por la institución, sino ante todo por Jesús, el Hijo de Dios. Lo que funda la Iglesia no es otra cosa que la fe tenaz de Pedro, de Pablo y de la multitud innumerable de fieles que la componen después de sus inicios hasta nuestros días.





Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (12,1-11):

En aquellos días, el rey Herodes se puso a perseguir a algunos miembros de la Iglesia. Hizo pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan. Al ver que esto agradaba a los judíos, decidió detener a Pedro. Era la semana de Pascua. Mandó prenderlo y meterlo en la cárcel, encargando su custodia a cuatro piquetes de cuatro soldados cada uno; tenía intención de presentarlo al pueblo pasadas las fiestas de Pascua. Mientras Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él.
La noche antes de que lo sacara Herodes, estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, atado con cadenas. Los centinelas hacían guardia a la puerta de la cárcel. De repente, se presentó el ángel del Señor y se iluminó la celda.
Tocó a Pedro en el hombro, lo despertó y le dijo: «Date prisa, levántate.»
Las cadenas se le cayeron de las manos y el ángel añadió: «Ponte el cinturón y las sandalias.»
Obedeció y el ángel le dijo: «Échate el manto y sígueme.»
Pedro salió detrás, creyendo que lo que hacía el ángel era una visión y no realidad. Atravesaron la primera y la segunda guardia, llegaron al portón de hierro que daba a la calle, y se abrió solo. Salieron, y al final de la calle se marchó el ángel.
Pedro recapacitó y dijo: «Pues era verdad: el Señor ha enviado a su ángel para librarme de las manos de Herodes y de la expectación de los judíos.»

Palabra de Dios


Salmo
Sal 33,2-3.4-5.6-7.8-9

R/. El Señor me libró de todas mis ansias

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.

Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R/.

Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor,
él lo escucha y lo salva de sus angustias. R/.

El ángel del Señor acampa
en torno a sus fieles y los protege.
Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él. R/.


Segunda lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo (4,6-8.17-18):

Yo estoy a punto de ser sacrificado y el momento de mi partida es inminente. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida. El Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran todos los gentiles. Él me libró de la boca del león. El Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y me llevará a su reino del cielo. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Palabra de Dios


Lectura del santo evangelio según san Mateo (16,13-19):

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?»
Ellos contestaron: «Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.»
Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»
Jesús le respondió: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás! porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.»

Palabra del Señor

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Tomar la palabra

En nuestros días, las maneras de comunicarnos se han diversificado: teléfono, chats,  blogs, sms (mensajes de texto), correos y sitios de internet. Las oportunidades de tomar la palabra, de compartir nuestra opinión y lo que nos hace vivir o anima, no habían sido nunca tan numerosas.

Y por  tanto, no es fácil tomar la palabra cuando uno se pone a reflexionar sobre las repercusiones de este acto, es decir, cuando uno es consciente de la gravedad de lo que va a decir, expresarse no es nada sencillo.

Cuando se presenta la necesidad de afirmar una verdad, esto llega a ser una tarea muy delicada. Y sobre todo cuando nuestro interlocutor es una persona con la que tenemos una relación afectivamente estrecha. A veces caminamos como sobre huevos, como loro en tunal, midiendo nuestras palabras para que el mensaje sea bien acogido o al menos bien comprendido.

Un ejemplo para nosotros sacerdotes: nuestra tarea de predicadores es bastante exigente: esta implica conocer bien nuestros interlocutores, su nivel de comprensión, sus preocupaciones, sus esperanzas, sus utopías. Como decía el recordado Padre Calixto “no regañemos a los pocos que vienen  a la misa”. Hoy más que nunca sabemos que los discursos moralistas, condenadores, las homilías que solo ven la paja en el ojo ajeno están ya para recoger y mejorar. Y cuando se trata de denuncia o profecía (porque es necesario y en caso de que eso se quisiera), entonces hay que hablar con voz más fuerte, sin lugar a dudas. Por ello, es esencial conocer  los contextos, el público al que nos dirigimos, y sabemos que a la Iglesia difícilmente vienen quienes necesitan escuchar aquellos sermones.

En el evangelio de hoy, Pedro toma la palabra para afirmar lo que era evidente hasta ese momento y que parecía escondido a los ojos de todos.

Declarar que Jesús es “el Mesías, el Hijo del Dios viviente”, podría cambiar la imagen de Jesús entre los discípulos, causarles un "shock" y finalmente dividirlos.
Pero enseguida, Jesús confirma la afirmación del jefe de los doce, descubriéndoles el origen de esta revelación: El Padre que está en los cielos.

Tomar la Palabra se constituye a veces en un acto de valentía, en particular cuando se trata de nuestras convicciones profundas que todo el mundo no podrá aceptar ni tampoco comprender.

Que a ejemplo de Pedro, y de Pablo, seamos de aquellos que osan tomar la palabra para compartir su fe y proponer la presencia de Dios en un mundo que parece más sugerir su ausencia.

miércoles, 28 de junio de 2017

Viviendo extraordinariamente el tiempo ordinario: 28 de junio del 2017: 12a semana del TO



"Cuenta las estrellas, si puedes…"En otras palabras: ten confianza! Aquel que se sabe abrir a lo imprevisible, deja la puerta de su corazón grande abierta a Dios. En esto reside la fe de Abraham.




Primera lectura
Lectura del libro del Génesis (15,1-12.17-18):

En aquellos días, Abrán recibió en una visión la palabra del Señor: «No temas, Abrán, yo soy tu escudo, y tu paga será abundante.»
Abrán contestó: «Señor, ¿de qué me sirven tus dones, si soy estéril, y Eliezer de Damasco será el amo de mi casa?»
Y añadió: «No me has dado hijos, y un criado de casa me heredará.»
La palabra del Señor le respondió: «No te heredará ése, sino uno salido de tus entrañas.»
Y el Señor lo sacó afuera y le dijo: «Mira al cielo; cuenta las estrellas, si puedes.»
Y añadió: «Así será tu descendencia.» Abran creyó al Señor, y se le contó en su haber.
El Señor le dijo: «Yo soy el Señor, que te sacó de Ur de los Caldeos, para darte en posesión esta tierra.»
Él replicó: «Señor Dios, ¿cómo sabré que yo voy a poseerla?»
Respondió el Señor: «Tráeme una ternera de tres años, una cabra de tres años, un carnero de tres años, una tórtola y un pichón.»
Abrán los trajo y los cortó por el medio, colocando cada mitad frente a la otra, pero no descuartizó las aves. Los buitres bajaban a los cadáveres, y Abrán los espantaba. Cuando iba a ponerse el sol, un sueño profundo invadió a Abrán, y un terror intenso y oscuro cayó sobre él. El sol se puso, y vino la oscuridad; una humareda de horno y una antorcha ardiendo pasaban entre los miembros descuartizados.
Aquel día el Señor hizo alianza con Abrán en estos términos: «A tus descendientes les daré esta tierra, desde el río de Egipto al Gran Río Eufrates.»

Palabra de Dios


Salmo
Sal 104,1-2.3-4.6-7.8-9

R/. El Señor se acuerda de su alianza eternamente

Dad gracias al Señor, invocad su nombre,
dad a conocer sus hazañas a los pueblos.
Cantadle al son de instrumentos,
hablad de sus maravillas. R/.

Gloriaos de su nombre santo,
que se alegren los que buscan al Señor.
Recurrid al Señor y a su poder,
buscad continuamente su rostro. R/.

¡Estirpe de Abrahán, su siervo;
hijos de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios,
él gobierna toda la tierra. R/.

Se acuerda de su alianza eternamente,
de la palabra dada, por mil generaciones;
de la alianza sellada con Abrahán,
del juramento hecho a Isaac. R/.


Lectura del santo evangelio según san Mateo (7,15-20):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidado con los falsos profetas; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. A ver, ¿acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Los árboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir, que por sus frutos los conoceréis.

Palabra del Señor


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Sueño de una noche de verano (estrellada)

Continuamos leyendo hoy la apasionante historia de Abraham, nuestro padre en la fe. En su esterilidad, ante la triste realidad de no poder tener hijos, a Abraham no le queda más que dejar como heredero a un servidor suyo (al menos eso es su cometido). Lo que no imagina Abraham es que Dios quiere mucho más para él, a quien considera su servidor fiel y leal. Dios quiere para él una descendencia innumerable y se compromete a realizarlo. Abraham no solamente tendrá numerosos hijos como las estrellas, sino una gran tierra. Demanda Abraham una prueba? Lo serán sus ofrendas abiertas en dos, llamas y el humo. Qué misterioso! Dios abre a Abraham la posibilidad de la confianza. En adelante un vínculo irrompible unirá Dios a Abraham. Esto es la Alianza.

El versículo 10 nos describe la ceremonia para concluir una alianza o confirmar un compromiso solemne. Se creía que los implicados en la alianza o pacto, aceptaban sufrir la misma suerte de los animales si ellos rompían sus compromisos y juramentos.

En el Evangelio, hemos escuchado: "Cuidado con los falsos profetas". En el tiempo de Jesús, había profetas de todo tipo, personas que anunciaban mensajes apocalípticos para envolver a la gente en los diversos movimientos de aquella época. Esenios, fariseos, zelotes y otros (cf. At 5,36-37). En el tiempo en que Mateo escribe había también profetas que anunciaban mensajes diferentes del mensaje proclamado por las comunidades. Las cartas de Pablo mencionan estos movimientos y tendencias (cf 1Cor 12,3; Gal 1,7-9; 2,11-14;6,12). No debe haber sido fácil para las comunidades hacer el discernimiento de espíritus. De aquí la importancia de las palabras de Jesús sobre los falsos profetas. La advertencia de Jesús es muy fuerte: "Cuidado con los falsos profetas: ellos viene vestidos con pieles de oveja, pero dentro son lobos feroces” . 

Jesús usa esta misma imagen cuando envía a los discípulos y a las discípulas en misión: “Os mando como cordero en medio de lobos” (Mt 10,16 y Lc 10,3). La oposición entre lobo voraz y manso cordero es irreconciliable, a no ser que el lobo se convierta y pierda su agresividad como sugiere el profeta Isaías (Is 11,6; 65,25). Lo que importa aquí en nuestro texto es el don del discernimiento. No es fácil discernir los espíritus. A veces, sucede que intereses personales o grupales llevan a las personas a proclamar como falsos a los profetas que anuncian la verdad que incomoda. Esto aconteció con Jesús. Fue eliminado y condenado a muerte como falso profeta por las autoridades religiosas de la época. De vez en cuando, lo mismo ha ocurrido y sigue ocurriendo en nuestra iglesia.

• Mateo 7,16b-20 : La comparación del árbol y sus frutos. Para ayudar en el discernimiento de espíritus, Jesús usa la comparación del fruto: “Por los frutos os reconocerán”. Un criterio similar lo había sugerido ya el libro del Deuteronomio (Dt 18,21-22). Y Jesús añade: “Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y arrojado al fuego". En el evangelio de Juan, Jesús completa la comparación: “Si alguna de mis ramas no produce fruto, él lo corta; y limpia toda rama que produce fruto para que dé más. Esas ramas son arrojadas fuera y se secan como ramas muertas.” (Jn 15,2.4.6)


(En coautoría con la Orden de los Carmelitas: http://ocarm.org/es)

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