miércoles, 30 de marzo de 2022

31 de marzo del 2022: jueves de la cuarta semana de Cuaresma

 

(Juan 5, 31-47) Unámonos cada vez más al misterio de Cristo en el que se funda la relación indestructible con el Padre y con la vida eterna. Sepamos reconocer los signos del Espíritu en medio de los vaivenes de la vida, gracias al amor que habita en nosotros y que nos impulsa a actuar y servir con esperanza y con fe.



Primera lectura

Lectura del libro del Éxodo (32,7-14):

EN aquellos días, el Señor dijo a Moisés:
«Anda, baja de la montaña, que se ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto. Pronto se han desviado del camino que yo les había señalado. Se han hecho un becerro de metal, se postran ante él, le ofrecen sacrificios y proclaman: “Este es tu Dios, Israel, el que te sacó de Egipto”».
Y el Señor añadió a Moisés:
«Veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. Por eso, déjame: mi ira se va a encender contra ellos hasta consumirlos. Y de ti haré un gran pueblo».
Entonces Moisés suplicó al Señor, su Dios:
«¿Por qué, Señor, se va a encender tu ira contra tu pueblo, que tú sacaste de Egipto, con gran poder y mano robusta? ¿Por qué han de decir los egipcios: “Con mala intención los sacó, para hacerlos morir en las montañas y exterminarlos de la superficie de la tierra”? Aleja el incendio de tu ira, arrepiéntete de la amenaza contra tu pueblo. Acuérdate de tus siervos, Abrahán, Isaac e Israel, a quienes juraste por ti mismo: “Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo, y toda esta tierra de que he hablado se la daré a vuestra descendencia para que la posea por siempre”».
Entonces se arrepintió el Señor de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo.

Palabra de Dios

 

 

Salmo

Sal 105,19-20.21-22.23

R/.
 Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo

V/. En Horeb se hicieron un becerro,
adoraron un ídolo de fundición;
cambiaron su gloria por la imagen
de un toro que come hierba. R/.

V/. Se olvidaron de Dios, su salvador,
que había hecho prodigios en Egipto,
maravillas en la tierra de Cam,
portentos junto al mar Rojo. R/.

V/. Dios hablaba ya de aniquilarlos;
pero Moisés, su elegido,
se puso en la brecha frente a él,
para apartar su cólera del exterminio. R/.

 

 

Lectura del santo evangelio según san Juan (5,31-47):

EN aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos:
«Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es verdadero. Hay otro que da testimonio de mí, y sé que es verdadero el testimonio que da de mí.
Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio en favor de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz.
Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido llevar a cabo, esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado.
Y el Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Nunca habéis escuchado su voz, ni visto su rostro, y su palabra no habita en vosotros, porque al que él envió no lo creéis.
Estudiáis las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están dando testimonio de mí, ¡y no queréis venir a mí para tener vida! No recibo gloria de los hombres; además, os conozco y sé que el amor de Dios no está en vosotros.
Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibisteis; si otro viene en nombre propio, a ese sí lo recibiréis.
¿Cómo podréis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que yo os voy a acusar ante el Padre, hay uno que os acusa: Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero, si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras?».

Palabra del Señor

 

 

**********

 

El testimonio de las obras de Dios

 

 

"las obras que el Padre me ha concedido llevar a cabo, esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado."

 

 Juan 5:36

 

Las obras realizadas por Jesús ofrecen testimonio de la misión que le encomendó el Padre del Cielo. Comprender esto nos ayudará a abrazar nuestra propia misión en la vida.

En primer lugar, veamos el hecho de que las obras de Jesús ofrecieron testimonio. En otras palabras, Sus obras transmitieron un mensaje a otros acerca de quién era Él. El testimonio de sus acciones reveló su esencia misma y su unión con la voluntad del Padre.

Así que esto plantea la pregunta: "¿Qué obras ofrecieron este testimonio?" Uno podría concluir inmediatamente que las obras de las que Jesús estaba hablando eran sus milagros. Cuando las personas fueron testigos de los milagros que realizó, se habrían convencido de que fue enviado por el Padre que está en los cielos. ¿De verdad? Realmente no. El hecho es que hubo muchos que vieron a Jesús realizar milagros y permanecieron tercos, negándose a aceptar sus milagros como prueba de su divinidad. 

Aunque sus milagros fueron extraordinarios y fueron señales para aquellos que estaban dispuestos a creer, la “obra” más profunda que realizó fue la de su amor humilde y genuino. Jesús fue genuino, honesto y puro de corazón. Exudaba todas las virtudes que uno podía tener. Por lo tanto, el testimonio que sus acciones ordinarias de amor, cuidado, preocupación y enseñanza dieron fue lo que habría conquistado muchos corazones en primer lugar. De hecho, para aquellos que estaban abiertos, Sus milagros fueron, en cierto sentido, solo la guinda del pastel. La “torta” era su presencia genuina que revelaba la misericordia del Padre.

No puedes hacer milagros de Dios (a menos que tengas un carisma extraordinario para hacerlo), pero puedes actuar como testigo de la Verdad y compartir el Corazón del Padre en el Cielo si humildemente buscas ser puro de corazón y permites que el Corazón del Padre en el Cielo brille a través de ti en tus acciones diarias. Incluso la acción más pequeña de amor genuino dice mucho a los demás. 

Reflexiona, hoy, sobre tu llamado a dar testimonio del Padre Celestial. Estás llamado a compartir el amor del Padre con todos los que conoces. Si abrazas esta misión, en formas grandes y pequeñas, el Evangelio se manifestará a otros a través de ti, y la voluntad del Padre se cumplirá más plenamente en nuestro mundo.

 

Mi genuino y santo Señor, te pido que yo actúe como testigo del amor que brota de Tu Corazón. Dame la gracia de ser real, genuino y sincero. Ayúdame a convertirme en un instrumento puro de Tu Corazón misericordioso para que todas mis obras den testimonio de Tu misericordia. Jesús, en Ti confío.

 


2


(Juan 5, 31-47) Jesús no quiere que lo adoremos por sí mismo. Él lo dijo: su gloria no la recibe de los humanos. Él solo quiere que reconozcamos que el trabajo de su Padre se está realizando en Él.



¿Cómo podréis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene del único Dios?

 

Juan 5:44

 

 

Es bastante normal y saludable que un padre elogie a un niño pequeño por el bien que hace. Este refuerzo positivo saludable es una forma de enseñarles la importancia de hacer el bien y evitar lo que está mal. Pero la alabanza humana no es una guía infalible de lo que está bien y lo que está mal. De hecho, cuando la alabanza humana no se basa en la verdad de Dios, causa un gran daño.

 

Esta breve cita bíblica anterior proviene de una extensa enseñanza de Jesús acerca de la diferencia entre la alabanza humana y "la alabanza que proviene solo de Dios". Jesús deja en claro que lo único que tiene valor es la alabanza que proviene solo de Dios. De hecho, antes en este Evangelio, Jesús dice claramente: "No acepto la alabanza humana..." ¿Por qué?

 

Volviendo al ejemplo de un padre que alaba a un hijo por el bien que hace, cuando el elogio que ofrecen es verdaderamente un elogio de su bondad, entonces esto es mucho más que un elogio humano. Es una alabanza de Dios dada a través de un padre. El deber de un padre debe ser enseñar a distinguir el bien del mal de acuerdo con la voluntad de Dios.

 

En cuanto a la “alabanza humana” de la que habla Jesús, esta es claramente la alabanza de otro que carece de la veracidad de Dios. En otras palabras, Jesús está diciendo que, si alguien lo alabara por algo que no se originó en el Padre Celestial, lo rechazaría. Por ejemplo, si alguien dijera de Jesús: "Creo que sería un gran gobernador de nuestra nación porque podría liderar una revuelta contra el liderazgo actual". Evidentemente, ese "elogio" sería rechazado.

 

La conclusión es que debemos alabarnos unos a otros, pero nuestra alabanza debe ser solo la que se origina en Dios. Nuestras palabras deben ser dichas solo de acuerdo con la Verdad. Nuestra admiración debe ser únicamente de aquello que es la presencia de Dios vivo en los demás. De lo contrario, si alabamos a otros basándonos en valores mundanos o egocéntricos, solo los alentamos a pecar.

 

Reflexione hoy sobre los elogios que da y recibe. ¿Permite que los elogios equivocados de los demás lo desvíen en la vida? ¿Y cuando felicita y alaba a otro, esa alabanza se basa en la Verdad de Dios y está dirigida a Su gloria? Busque dar y recibir alabanza solo cuando esté basado en la Verdad de Dios y dirija todo a Su gloria.

 

Mi  Señor digno de alabanza , te agradezco y te alabo por Tu perfecta bondad. Te agradezco la forma en que actúas en perfecta unión con la voluntad del Padre. Ayúdame a escuchar solo Tu voz en esta vida y a rechazar todas las voces engañosas y confusas del mundo. Que mis valores y elecciones sean guiados por ti y solo por ti. Jesús, en Ti confío.

 

martes, 29 de marzo de 2022

30 de marzo del 2022: miércoles de la cuarta semana de Cuaresma


(Juan 5, 17-30) Hacerse igual a Dios significa para Jesús ponerse totalmente al servicio de la voluntad de su Padre. Siguiéndolo, no minimicemos nuestras capacidades y comprometámonos a trabajar por la venida del Reino.



Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (49,8-15):

ESTO dice el Señor:
«En tiempo de gracia te he respondido,
en día propicio te he auxiliado;
te he defendido y constituido alianza del pueblo,
para restaurar el país,
para repartir heredades desoladas,
para decir a los cautivos: “Salid”,
a los que están en tinieblas: “Venid a la luz”.
Aun por los caminos pastarán,
tendrán praderas en todas las dunas;
no pasarán hambre ni sed,
no les hará daño el bochorno ni el sol;
porque los conduce el compasivo
y los guía a manantiales de agua.
Convertiré mis montes en caminos,
y mis senderos se nivelarán.
Miradlos venir de lejos;
miradlos, del Norte y del Poniente,
y los otros de la tierra de Sin.
Exulta, cielo; alégrate, tierra;
romped a cantar, montañas,
porque el Señor consuela a su pueblo
y se compadece de los desamparados».
Sion decía: «Me ha abandonado el Señor,
mi dueño me ha olvidado».
¿Puede una madre olvidar al niño que amamanta,
no tener compasión del hijo de sus entrañas?
Pues, aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré.


Palabra de Dios

 

Salmo

Sal 144,8-9.13cd-14.17-18

R/.
 El Señor es clemente y misericordioso

V/. El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas. R/.

V/. El Señor es fiel a sus palabras,
bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que van a caer,
endereza a los que ya se doblan. R/.

V/. El Señor es justo en todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones.
Cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente. R/.

 

 

Lectura del santo evangelio según san Juan (5,17-30):

EN aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos:
«Mi Padre sigue actuando, y yo también actúo».
Por eso los judíos tenían más ganas de matarlo: porque no solo quebrantaba el sábado, sino también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios.
Jesús tomó la palabra y les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: el Hijo no puede hacer nada por su cuenta sino lo que viere hacer al Padre. Lo que hace este, eso mismo hace también el Hijo, pues el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que él hace, y le mostrará obras mayores que esta, para vuestro asombro.
Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere.
Porque el Padre no juzga a nadie, sino que ha confiado al Hijo todo el juicio, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que lo envió.
En verdad, en verdad os digo: quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado ya de la muerte a la vida.
En verdad, en verdad os digo: llega la hora, y ya está aquí, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que hayan oído vivirán.
Porque, igual que el Padre tiene vida en sí mismo, así ha dado también al Hijo tener vida en sí mismo. Y le ha dado potestad de juzgar, porque es el Hijo del hombre.
No os sorprenda esto, porque viene la hora en que los que están en el sepulcro oirán su voz: los que hayan hecho el bien saldrán a una resurrección de vida; los que hayan hecho el mal, a una resurrección de juicio.
Yo no puedo hacer nada por mí mismo; según le oigo, juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió».


Palabra del Señor



Jesús dijo a los judíos:
«Mi Padre sigue actuando, y yo también actúo».
Por eso los judíos tenían más ganas de matarlo: porque no solo quebrantaba el sábado, sino también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios.

 

Juan 5:17–18

 

 

Unidad con Dios

 

Jesús era claramente culpable de pecados graves en la opinión de aquellos que buscaban darle muerte. No siguió las leyes del sábado de la manera que ellos pensaban que debía hacerlo y reveló que era igual al Padre. Esto sería un pecado grave de parte de Jesús si hubiera estado equivocado, pero obviamente no lo estaba.

En el corazón de este pasaje está la unidad del Padre y del Hijo. Los versículos que siguen a este pasaje revelan aún más claramente que el Padre y el Hijo son uno y que toda la vida de Jesús está comprometida en el cumplimiento de la voluntad del Padre. Es precisamente esta unidad de voluntad lo que produce su unidad.

Esto nos revela mucho sobre la relación del Padre y el Hijo, y también nos revela mucho sobre nuestra propia relación con el Padre y el Hijo. En primer lugar, el Padre y el Hijo son Personas distintas, cada una de las cuales posee un intelecto y una voluntad perfectos. Sin embargo, su unidad se produjo por el hecho de que sus mentes estaban en perfecta armonía, conociendo todas las cosas por igual y creyendo perfectamente lo que sabían. Como resultado de su perfecto conocimiento compartido, ambos abrazaron cada detalle del plan del Padre tal como fue trazado desde la fundación del mundo. 

En cuanto a nosotros, podemos tomar de esta comprensión de la unidad del Padre y del Hijo, la lección gloriosa de cómo entramos en la unidad con Dios. Esto sucede primero al buscar la mente de Dios. Debemos sondear los misterios gloriosos contenidos en él y debemos hacerlos nuestro propio conocimiento. 

Segundo, debemos creer lo que llegamos a saber a través de un acto de nuestra voluntad. A medida que descubrimos la verdad, debemos elegirla para nuestras vidas. El desafío es que hay numerosas voces en competencia que compiten por nuestra atención. A medida que los clasificamos, eligiendo solo lo que Dios revela, naturalmente nos sentimos atraídos por la mente y la voluntad de Dios y las hacemos nuestras. En este acto, también nos hacemos uno con Dios.

Reflexione hoy sobre la unidad que usted está llamado a vivir con el Padre y el Hijo. Es esta unidad la que trae plenitud a su vida. Es para lo que usted fue hecho. Buscar, creer y abrazar cualquier otra cosa es simplemente vivir de una mentira. Busque la mente y la voluntad de Dios en todas las cosas y todo su ser será atraído hacia una mayor unidad con Dios.

 

Padre Celestial, te agradezco por el regalo de Jesús Tu Hijo y te agradezco por la unidad que ambos comparten. Llévame a esa gloriosa unidad establecida por Tus mentes y voluntades. Hazme uno contigo para que también seas mi Padre. Padre del Cielo, Jesús Hijo, en Ti confío.


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Asombro y temor


(Isaías 49: 8-15) El Señor endereza nuestros caminos para ayudarnos a seguir sus pasos. A veces venimos de lejos, y eso es una fuente inagotable de alegría para él.


Jesús tomó la palabra y les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: el Hijo no puede hacer nada por su cuenta sino lo que viere hacer al Padre. Lo que hace este, eso mismo hace también el Hijo, pues el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que él hace, y le mostrará obras mayores que esta, para vuestro asombro.

 

Juan 5: 25-26

 

 

El misterio más central y glorioso de nuestra fe es el de la Santísima Trinidad. Dios el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son un solo Dios pero tres Personas distintas. Como “Personas” divinas, cada una es distinta; pero como un solo Dios, cada Persona actúa en perfecta unión con las demás.

 

 En el Evangelio de hoy, Jesús identifica claramente al Padre Celestial como Su Padre y declara claramente que Él y Su Padre son uno. Por eso, hubo quienes quisieron matar a Jesús porque “llamó a Dios su propio padre, haciéndose igual a Dios”.

 

La triste realidad es que la verdad más grande y gloriosa de la vida interior de Dios, el misterio de la Santísima Trinidad fue una de las principales razones por las que algunos eligieron odiar a Jesús y buscaron Su vida. Claramente, fue su ignorancia de esta gloriosa verdad lo que los llevó a este odio.

 

Llamamos a la Santísima Trinidad un "misterio", no porque no se puedan conocer, sino porque nuestro conocimiento de Quiénes son nunca podrá entenderse por completo. Por la eternidad, entraremos cada vez más profundamente en nuestro conocimiento de la Trinidad y seremos “asombrados” en un nivel cada vez más profundo.

 

Un aspecto adicional del misterio de la Trinidad es que cada uno de nosotros está llamado a compartir su propia vida. Siempre seremos distintos de Dios; pero, como a muchos de los primeros Padres de la Iglesia les gustaba decir, debemos “divinizarnos”, es decir, debemos participar de la vida divina de Dios a través de nuestra unión de cuerpo y alma con Cristo Jesús. Esa unión también nos une con el Padre y el Espíritu. Esta verdad también debería dejarnos “asombrados”, como leemos en el pasaje anterior.

 

A medida que continuamos leyendo esta semana el Evangelio de Juan y continuamos reflexionando sobre la misteriosa y profunda enseñanza de Jesús sobre su relación con el Padre Celestial, es esencial que no simplemente pasemos por alto el misterioso lenguaje que Jesús usa. Más bien, debemos entrar en el misterio con oración y permitir que nuestra penetración en este misterio nos deje verdaderamente asombrados. El asombro y la edificación transformadora es la única buena respuesta. Nunca entenderemos completamente la Trinidad, pero debemos permitir que la verdad de nuestro Dios Trino se apodere de nosotros y nos enriquezca, al menos, de una manera que sepa cuánto no sabemos, y ese conocimiento nos deje asombrados...

 

Reflexione hoy sobre el sagrado misterio de la Santísima Trinidad. Ore para que Dios se revele más plenamente a su mente y consuma más completamente su voluntad. Ore para que pueda compartir profundamente la vida de la Trinidad para que se llene de un santo asombro y admiración.

 

Dios santísimo y trino, el amor que compartes dentro de tu propio ser de Padre, Hijo y Espíritu Santo está más allá de mi comprensión. El misterio de Tu vida trina es un misterio del mayor grado. Acércame, querido Señor, a la vida que compartes con tu Padre y el Espíritu Santo. Lléname de asombro y admiración al invitarme a compartir Tu vida divina. Santísima Trinidad, en Ti confío.

domingo, 27 de marzo de 2022

28 de marzo del 2022: lunes de la cuarta semana de Cuaresma

 

(Isaías 65, 17-21.) Cuando una mujer finalmente sostiene a su hijo recién nacido en sus brazos, ya no piensa en los dolores del parto. Toda alegría que tenga su origen en Dios, calienta los pliegues más íntimos del corazón. Derrite el hielo que lo paralizó: no se trata en absoluto del pasado.

 

(Salmo 29) Dios no nos promete un camino de fe sin dolor ni errores de nuestra parte; nos dice que si volvemos a él, siempre seremos acogidos y podremos conocer la alegría de la reconciliación.


Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (65,17-21):

ESTO dice el Señor:
«Mirad: voy a crear un nuevo cielo
y una nueva tierra:
de las cosas pasadas
ni habrá recuerdo ni vendrá pensamiento.
Regocijaos, alegraos por siempre
por lo que voy a crear:
yo creo a Jerusalén “alegría”,
y a su pueblo, “júbilo”.
Me alegraré por Jerusalén
y me regocijaré con mi pueblo,
ya no se oirá en ella ni llanto ni gemido;
ya no habrá allí niño
que dure pocos días,
ni adulto que no colme sus años,
pues será joven quien muera a los cien años,
y quien no los alcance se tendrá por maldito.
Construirán casas y las habitarán,
plantarán viñas y comerán los frutos».


Palabra de Dios

 

 

Salmo

Sal 29,2.4.5-6.11-12a.13b


R/.
 Te ensalzaré, Señor, porque me has librado

V/. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa. R/.

V/. Tañed para el Señor, fieles suyos,
celebrad el recuerdo de su nombre santo;
su cólera dura un instante;
su bondad, de por vida;
al atardecer nos visita el llanto;
por la mañana, el júbilo. R/.

V/. Escucha, Señor, y ten piedad de mí;
Señor, socórreme.
Cambiaste mi luto en danzas.
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.
R/.

 

 

Lectura del santo evangelio según san Juan (4,43-54):

EN aquel tiempo, salió Jesús de Samaría para Galilea. Jesús mismo había atestiguado:
«Un profeta no es estimado en su propia patria».
Cuando llegó a Galilea, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta.
Fue Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino.
Había un funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaún. Oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verlo, y le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose.
Jesús le dijo:
«Si no veis signos y prodigios, no creéis».
El funcionario insiste:
«Señor, baja antes de que se muera mi niño».
Jesús le contesta:
«Anda, tu hijo vive».
El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. Iba ya bajando, cuando sus criados vinieron a su encuentro diciéndole que su hijo vivía. Él les preguntó a qué hora había empezado la mejoría. Y le contestaron:
«Ayer a la hora séptima lo dejó la fiebre».
El padre cayó en la cuenta de que esa era la hora en que Jesús le había dicho: «Tu hijo vive». Y creyó él con toda su familia. Este segundo signo lo hizo Jesús al llegar de Judea a Galilea.

Palabra del Señor

 

 

un interesante milagro


Jesús le dijo:
«Si no veis signos y prodigios, no creéis».
El funcionario insiste:
«Señor, baja antes de que se muera mi niño».
Jesús le contesta:
«Anda, tu hijo vive».


Juan 4:48–50

De hecho, el niño vive y el funcionario real se llena de alegría cuando regresa a casa y descubre que su hijo fue sanado. Esta curación tuvo lugar al mismo tiempo que Jesús dijo que sería sanado. 

Una cosa interesante de notar acerca de este pasaje es el contraste de las palabras de Jesús. Al principio, casi suena como si Jesús estuviera enojado cuando dice: «Si no veis signos y prodigios, no creéis».Pero luego sana inmediatamente al niño diciéndole al hombre: “Tu hijo vive”. ¿Por qué este aparente contraste en las palabras y acciones de Jesús?

Debemos notar que las palabras iniciales de Jesús no son tanto una crítica; más bien, son simplemente palabras de verdad. Él es consciente del hecho de que muchas personas carecen de fe, o al menos son débiles en la fe. También es consciente del hecho de que las "señales y prodigios" son beneficiosas para las personas a veces para ayudarlas a creer. Aunque esta necesidad de ver “señales y prodigios” está lejos de ser ideal, Jesús trabaja con ella. Utiliza este deseo de un milagro como una forma de ofrecer la fe.

Lo que es importante entender es que el objetivo final de Jesús no era la sanidad física, aunque este fue un acto de gran amor; más bien, su objetivo final era aumentar la fe de este padre ofreciéndole el don de la curación de su hijo. Esto es importante de entender porque todo lo que experimentemos en la vida de nuestro Señor tendrá como meta una profundización de nuestra fe. A veces eso toma la forma de “señales y prodigios”, mientras que otras veces puede ser Su presencia sustentadora en medio de una prueba sin ninguna señal o prodigio visible. La meta por la que debemos esforzarnos es la fe , permitiendo que cualquier cosa que nuestro Señor haga en nuestras vidas se convierta en la fuente del aumento de nuestra fe.

Reflexiona, hoy, sobre tu propio nivel de fe y confianza. Y trabaja para discernir las acciones de Dios en tu vida para que esas acciones produzcan mayor fe. Aférrate a Él, cree que Él te ama, debes saber que Él tiene la respuesta que necesitas y búscalo en todas las cosas. Él nunca te decepcionará.


Mi amado Señor, por favor aumenta mi fe. Ayúdame a verte actuando en mi vida ya descubrir tu amor perfecto en todas las cosas. Mientras te veo obrar en mi vida, ayúdame a conocer, con mayor certeza, tu amor perfecto. Jesús, en Ti confío.



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Había un funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaún. Oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verlo, y le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose.
Jesús le dijo:
«Si no veis signos y prodigios, no creéis».

 

 Juan 4: 46–48

 

 

Jesús terminó sanando al hijo del oficial real. Y cuando el oficial real regresó y descubrió que su hijo había sanado, se nos dice que “creyó él con toda su familia”. Algunos llegaron a creer en Jesús solo después de que realizó milagros. 

 

Hay dos lecciones que debemos aprender de esto:

 

En primer lugar, el hecho de que Jesús realizó milagros es un testimonio de quién es Él. Es un Dios de abundante misericordia. Como Dios, Jesús podría haber esperado fe de aquellos a quienes benefició sin ofrecerles la “prueba” de señales y prodigios. Esto se debe a que la fe verdadera no se basa en evidencia externa, como ver milagros; más bien, la fe auténtica se basa en una revelación interior de Dios mediante la cual Él se comunica con nosotros y creemos. Por lo tanto, el hecho de que Jesús hizo señales y prodigios muestra cuán misericordioso es. Ofreció estos milagros no porque alguien los mereciera, sino simplemente por Su abundante generosidad para ayudar a despertar la fe en las vidas de aquellos a quienes les resultaba difícil creer a través del don interior de la fe.

 

Dicho esto, es importante entender (en segundo lugar) que debemos trabajar para desarrollar nuestra fe sin depender de señales externas. Imagínese, por ejemplo, si Jesús nunca hubiera realizado milagros. ¿Cuántos habrían llegado a creer en él? Quizás muy pocos. Pero habría algunos que llegaron a creer, y los que lo hicieron habrían tenido una fe que era excepcionalmente profunda y auténtica…

 

En cada una de nuestras vidas, es esencial que trabajemos para desarrollar nuestra fe, incluso si Dios no parece actuar de manera poderosa y evidente. De hecho, la forma más profunda de fe nace en nuestras vidas cuando elegimos amar a Dios y servirle, incluso cuando las cosas son muy difíciles. La fe en medio de las dificultades es signo de una fe muy auténtica.

 

Reflexione hoy sobre la profundidad de su propia fe. Cuando la vida es dura, ¿ama a Dios y le sirve de todos modos? ¿Incluso si no le quita las cruces que lleva? Busque tener una fe verdadera en todo momento y en toda circunstancia y se sorprenderá de lo real y sustentable que se vuelve su fe.

 

Jesús misericordioso, tu amor por nosotros está más allá de lo que jamás llegaremos a imaginar. Tu generosidad es realmente grandiosa. Ayúdame a creer en Ti y a abrazar Tu santa voluntad tanto en los días buenos como en los difíciles. Ayúdame, especialmente, a estar abierto al don de la fe, incluso cuando tu presencia y acción en mi vida parezcan silenciosas. Que esos momentos, querido Señor, sean momentos de verdadera transformación interior y gracia. Jesús, en Ti confío.

sábado, 26 de marzo de 2022

27 de marzo del 2022: Cuarto Domingo de Cuaresma C

El domingo de la Alegría


En plena cuaresma, el Cuarto Domingo es el llamado “laetare”, del regocijo, de la alegría. 
En realidad, nunca la cuaresma ha estado reñida con la alegría. La cuaresma no es tristeza: es moderación y esperanza. Y ello, está perfectamente reflejado en este domingo que toma su nombre de la primera palabra de la antífona de entrada. 
Jesús, además, nos va a narrar la hermosa parábola del Hijo Pródigo, donde asistimos a la revelación notable de un Dios cariñoso y tierno, que espera, con los brazos abiertos, el retorno de todos los hijos alejados. El premio al regreso es una fiesta. La misma que acontece en el cielo cuando un pecador, arrepentido, vuelve a casa.






LECTURAS DE LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA

LECTURA DEL LIBRO DE JOSUÉ
5, 9a.10-12

En aquellos días, el Señor dijo a Josué: -- Hoy os he despojado del oprobio de Egipto. Los israelitas acamparon en Guilgal y celebraron la pascua al atardecer del día catorce del mes, en la estepa de Jericó. El día siguiente a la pascua, ese mismo día, comieron el fruto de la tierra: panes ázimos y espigas fritas. Cuando comenzaron a comer del fruto de la tierra, cesó el maná. Los israelitas ya no tuvieron maná, sino aquel año comieron de la cosecha de la tierra de Canaán. Palabra de Dios.


SALMO RESPONSORIAL

SALMO 33

R.- GUSTAD Y VED QUE BUENO ES EL SEÑOR

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegran. R.-

Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R.-

Contempladlo y quedareis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor,
él lo escucha y lo salva de sus angustias. R.-


SEGUNDA LECTURA

LECTURA DE LA SEGUNDA CARTA DE SAN PABLO A LOS CORINTIOS
5, 17-21

Hermanos: El que es de Cristo es una criatura nueva: lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado. Todo esto viene de Dios, que por medio de Cristo nos reconcilió consigo y nos encargó el servicio de la reconciliación. Es decir, Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirle cuentas de sus pecados, y a nosotros nos ha confiado el mensaje de la reconciliación. Por eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo os exhortara por medio nuestro. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios. Al que no había pecado, Dios lo hizo expiación por nuestros pecados, para que nosotros, unidos a él, recibamos la justificación de Dios. Palabra de Dios.


ACLAMACIÓN
Lc 15, 18

Me pondré en camino adonde está mi padre y le diré: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti”.



EVANGELIO LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS

15- 1-3.11-32

En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos. -- Ese acoge a los pecadores y come con ellos. Jesús les dijo esta parábola: -- Un hombre tenía dos hijos: el menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte que me toca de la fortuna" El padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país, que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer. Recapacitando entonces se dijo: "Cuantos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: "Padre he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros." Se puso en camino adonde estaba su padre: cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió y echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. Su hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”: Pero el padre dijo a sus criados: "Sacad enseguida el mejor traje y vestidlo, ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete; porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado." Y empezaron el banquete. Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó que pasaba. Este le contestó: "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud." El se indignó y se negaba a entrar, pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Y él replicó a su padre: "Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres le matas el ternero cebado." El padre le dijo: "Hijo, tu estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido, estaba perdido, y lo hemos encontrado."
Palabra del Señor





A guisa de introducción:


Un retrato del Padre: de tal Padre tal hijo




Nos encontramos este 4º domingo de cuaresma, llamado “Domingo de la alegría” con una de las páginas más bellas del evangelio. A mí personalmente, lo confieso, me marcó y fue definitiva su influencia en mi vocación cristiana y sacerdotal. 

Yo tuve la suerte de encontrarme a muy temprana edad con una edición del evangelio de San Lucas, un librito que contenía solo la versión de la vida de Jesús según el 3er evangelista, misteriosamente y o quizás gracias a la providencia llego a mis manos y fue de mis primeras lecturas.   Desde ahí percibí a san Lucas como el cronista de la misericordia y descubrí que esta parábola del Hijo prodigo es exclusividad de él.

La parábola habla por sí sola y Jesús al contársela a los fariseos y publicanos quiere ante todo dejar claro que EL NO HACE DIFERENCIA DE PERSONAS, y que de igual manera también su Padre del cielo actúa así…” No he venido a llamar a los que están sanos, a los que se portan bien, sino a los pecadores”. Jesús así presenta un retrato fiel del Padre, grande en misericordia, pleno de amor y de ternura. Él es un Dios que perdona, que ama, que espera y da otra oportunidad.

La mayoría de nosotros conoce bien esta historia. El hijo menor dilapida (malgasta) su parte de la herencia y vuelve “como el perro arrepentido con el rabo entre las piernas” a su casa donde el padre lo recibe con alegría desbordada. El hijo mayor, fiel en todo, se niega a unirse y celebrar la fiesta de regocijo por el retorno del “ingrato”. El padre perdona al hijo menor de manera incondicional e interpela al hijo mayor para que se una a los otros miembros de la familia, pero ignoramos cuál fue la respuesta de éste a la invitación paternal. ¿Será que él decide quedarse aislado o se une finalmente al grupo? 

¿Al otro día habrá compartido la mesa con su hermano y su padre? 

Por esta historia, repito, Jesús desea revelar la grandeza del amor del Padre y su infinita misericordia y al mismo tiempo describe lo difícil que es darle lugar al perdón, un perdón a dar o a recibir, de Dios o del prójimo.

El Señor nos llama a vivir y a extender la misericordia en todos nuestros ambientes, tanto que creó una bienaventuranza: “Bienaventurados (o FELICES) los misericordiosos porque ellos obtendrán misericordia!




Aproximación psicológica del evangelio

Perdón para el crecimiento personal

De cara a la guerra y los conflictos armados, desde hace unos años para acá y enhorabuena, el gobierno colombiano y ciertos organismos han impulsado un movimiento donde la verdad, el perdón, la reparación de víctimas y la reconciliación son protagonistas.  Allí la justicia reparadora es importante y con la ayuda de humanistas y psicólogos cada vez se trata de convencer tanto a víctimas como a victimarios que solo la reconciliación y no “sólo perdón y olvido” es esencial para encontrar la paz de nuevo. Igualmente, en Canadá, después de algún tiempo existe un movimiento llamado “justicia reparadora” y su objetivo es privilegiar soluciones nuevas diferentes a la tradicional que consiste en castigar a los criminales o a los que caen en error… ¿Su motivación? De acuerdo a un reporte del ministerio de justicia canadiense, los riesgos de recaída o reincidencia criminal son mínimos con esta nueva visión. Un espíritu pragmático podría agregar: “esto cuesta más a corto plazo, pero es menos caro a largo plazo”. De igual manera, existe entre los psicólogos americanos un movimiento de crecimiento personal donde el perdón es la sexta y última etapa, después de haber pasado por el reconocimiento de su sufrimiento y la cólera. Dentro de esta perspectiva, el perdón es una forma final de la liberación. ¿Y entonces dónde se sitúa la parábola de Jesús en todo esto?

En el centro de la parábola, hay un padre con el corazón destrozado porque su hijo no está ya más ahí y los lazos se han cortado. Sin desesperar, él espera el retorno de su hijo, él vela sin cesar, mirando hacia el horizonte con el fin de poderlo percibir desde lejos una vez vuelva. Antes, ¿Cuántas veces habrá mirado a lo lejos inútilmente? De modo sorprendente, no hace ningún reproche. Por el contrario, arma la fiesta, una fiesta inmensa, desmedida. Hay algo de locura en la actitud del padre. La alegría inmensa que lo habita, esta “locura” que lo guía desea traducir su amor desbordado, inconmensurable e inmortal. Cuando Jesús cuenta esta parábola, Él me dice: “Mira a tu Dios, mira a tu Padre, he aquí lo que yo trato de decir a través de la totalidad de mi vida”. He aquí lo que dice la fe cristiana en todo ese debate sobre la justicia y el perdón. Pero ésta percepción no es suficientemente evidente para aquel o aquella que nunca ha hecho concretamente la experiencia… ¿Cuántos padres de familia echan a sus hijos drogadictos de la casa aduciendo que en ella hay principios y no se toleran las drogas?

Pero hay más. Cuando el hijo menor se confiesa indigno de ser un hijo y se prepara para asumir las tareas de sirviente, el padre que lo ve de manera diferente, le pone el anillo o brazalete, signo de su dignidad de hijo. El reto o desafío del hijo: verse igual de grande como su padre lo ve. De igual modo, el hijo mayor no se conoce: él se ve como un servidor obediente al pie de la letra a su amo, y que no puede tomar un cabrito siquiera para festejar con sus amigos, cuando, por el contrario, el padre le dice: pero veamos, todo lo que tengo es tuyo, todo lo mío te pertenece, tú tienes los mismos privilegios que yo tengo.

En el debate de cara a los que se oponen y hacen mal ambiente, una pequeña porción de nuestra sociedad percibe la fuerza liberadora del perdón. Es en este contexto que la fe cristiana, repito, aporta una contribución fundamental, revelando este rostro del padre a la fuente de nuestras vidas y revelando lo que es un ser humano ante Él.

Por qué no podríamos ser como este Padre que espera, mira a lo lejos cada día y que nunca dice: “No más, se acabó, no hay que esperar más, no hay nada más para hacer”. Si yo amo, yo estoy condenado a una espera infinita, esperando siempre ver aparecer mi hijo a lo lejos.

El tiempo de Cuaresma simboliza esta larga caminada hacia la tierra prometida. Con aquellos que esperan la reconciliación en este mundo, continuemos la marcha. Sepamos que una marcha nunca es muy larga para quien sabe amar. Esa fue la actitud de Jesús, ¿por qué no puede ser también la nuestra?




REFLEXIÓN CENTRAL

De tal padre tal hijo (a)…De tal palo tal astilla




Pensándolo bien, hay un poco de estos dos hermanos en cada uno de nosotros. A veces somos como el hijo menor. Buscamos construir nuestras vidas sin Dios. Nos aventuramos insensatamente en la autosuficiencia y negamos su existencia basados en las opiniones infundadas y los intereses ateos de otros, nos dejamos arrastrar por la corriente manipuladora de los medios de comunicación…si, negamos con rapidez y negligencia el misterio del totalmente OTRO y nos entregamos irresponsablemente al ateísmo (negando a Dios)  sin profundizar en la propia fe, sin pedir a nuestros padres las razones de su creencia y sin adentrarnos siquiera un poco en nuestra ciencia teológica.

Pero cuando llega una crisis o afrontamos una dificultad, nos volvemos hacia Dios y esperamos que Él arregle todos nuestros problemas. Y entonces nos mostramos dispuestos a muchas conversiones de estómago, siempre y cuando Dios nos provea y nos de todo lo que deseamos.

En otras ocasiones nos parecemos al hijo mayor. Vemos a Dios como un amo o capataz exigente, alguien ante quien no tenemos otra elección que servir, mismo si deseamos hacer otra cosa; vemos a Dios como alguien que nos debe algo puesto que hacemos lo que Él nos manda. Y, sobre todo, nos parecemos al hijo mayor cuando se nos dificulta amar a los hermanos y hermanos (semejantes) que nos rodean.

Por fortuna, la Buena Noticia de este domingo no se encuentra del lado de los hijos. La Buena Noticia de este domingo la encontramos del lado del padre. Ante todo, él acepta dejar partir a su hijo menor con su herencia. Sin cesar, él mira constantemente hacia el horizonte con la esperanza de que volverá. Cuando a lo lejos lo ve volver, corre hacia él, se lanza entre sus brazos y lo cubre de besos. Él no le hace ningún reproche, pero a través de gestos concretos a su hijo más joven le restablece en su dignidad de hijo. Como dicen los mexicanos: ¡qué padre este hombre con corazón de madre!

Cuando Jesús nos cuenta la parábola del hijo prodigo, nos revela los verdaderos rasgos de Dios, nuestro Padre. Él nos dice de nuevo que Padre tan amoroso y amante tenemos. También, Jesús nos revela el deseo ardiente de nuestro Padre de devolvernos nuestra dignidad de hijos de Dios, su deseo de reconciliarnos con Él, su deseo de reconciliarnos los unos con los otros.

¿Cuál es nuestra reacción ante los hijos, la esposa, el marido, que nos dejan? ¿Ante la ingratitud o las calumnias que nos afectan, y mucho más cuando vienen de nuestros parientes y cercanos? ¿Cólera? ¿Venganza? ¿Palabras que matan? “Ojo por ojo, diente por diente “, “él está muerto, ella está muerta para mí. “Tú no eres más mi hija (o), mi padre, mi madre”.

¿Quieren conocer ustedes la alegría plena, la felicidad completa? Aprendan a parecerse o a asemejarse al Padre, a dar y a perdonar…que se pueda decir de nosotros: “De tal padre tal hijo (a)”, “Hijo de tigre sale pintado” …

Pero la parábola de Jesús termina sin que sepamos si el hijo mayor se reconciliará con su hermano. No sabemos tampoco si los dos hermanos reconocerán, en fin, se darán cuenta del padre extraordinario que tienen.

Nos corresponde a nosotros escribir el fin de la parábola en lo cotidiano de nuestras vidas.



REFLEXION 2

La comida de Jesús con pecadores es una expresión evidente de que no vino “a llamar a los justos sino a los pecadores” (5,32); es su costumbre contraria a la religiosidad “tradicional” la que está en cuestión; Jesús quiere cambiar el rostro de Dios como se ha dicho más de una vez, quiere reemplazar el Dios de la pureza por el Dios de la misericordia, sus comidas reflejan ese Dios que Jesús propone, uno que recibe a pecadores, a “todos”. Este marco de las comidas de Jesús que revela un nuevo rostro de Dios es el que el Señor quiere ahora mostrar en la parábola.

El Jesús que ama y prefiere a los pecadores, y come con ellos, no hace otra cosa que conocer la voluntad del Padre y realizarla concretamente, sus mesas compartidas y sus comidas nos hablan de Dios, ¡claramente! En el comportamiento de Jesús se manifiesta el comportamiento de Dios, Jesús mismo es parábola viviente de Dios: su acción es entonces una revelación. ¿Qué Dios, qué Iglesia, qué ser humano revelamos con nuestra vida? Con frecuencia, como hermanos mayores estamos tan orgullosos de no haber abandonado la casa del padre, que creemos saber más que Él mismo: “Dios es injusto”, para nuestras justicias; Dios es "de poco carácter" para nuestra inmensa sabiduría. Quizá, Dios ya esté viejo, para dedicarse a su tarea y debería jubilarse y dejarnos a nosotros...

Frente a tanta gente que rechaza la Iglesia ("creo en Dios, no en la Iglesia"), a veces decimos "pero Dios sí quiere la Iglesia", ¿no debemos preguntarnos constantemente qué Iglesia es la que Él quiere? ¿No debemos preguntarnos, en nuestras actitudes, qué Iglesia mostramos? Esta Iglesia, la que yo-nosotros mostramos, ¿es como Dios la quiere? Jesús, con su vida, y hasta con sus comidas, muestra el rostro verdadero de Dios, muestra la comunidad de mesa en la que él participa; hasta comiendo Él revela al verdadero Dios.

 Quizá debamos, de una buena vez, dejar nuestra actitud de hijo mayor, y ya que nos sale tan mal el papel de Dios, debamos asumir el papel de hijo menor; debemos volver a Dios para llenarlo de alegría, para participar de su fiesta; y, participando de su alegría empecemos a mostrar el rostro de la misericordia de este Dios de puertas abiertas.

La misma cena eucarística es expresión de la universalidad del amor de Dios: es comida para el perdón de los pecados. El Dios de la misericordia, no quiere excluir a nadie de su mesa; es más, quiere invitar especialmente a todos aquellos que son excluidos de las mesas de los hombres por su situación social, por su pobreza, por su sexo o por cualquier otro motivo; y va más allá, no ve con buenos ojos que crean participar de su cena quienes no esperan a sus hermanos excluidos de la mesa por ser pobres. El Dios que no hace distinción de personas, ama dilectamente a los menos amados. Sin embargo, muchas veces tomamos la actitud del hermano mayor. ¿Cuándo nos sentaremos en la mesa de los pobres, y abandonaremos nuestra tradicional postura soberbia y sectaria de "buenos cristianos"? ¿Cuándo nos decidiremos a participar de la fiesta de Dios reconociéndonos hermanos de los rechazados y despreciados? Jesús nos invita a su comida, una comida en la que mostramos -como en una parábola- cómo es el Dios, como es la fraternidad en la que creemos. Y nos mostraremos cómo somos hermanos, cómo somos hijos en la medida de participar de la alegría del padre y del reencuentro de los hermanos.   (Koinonia.org)

Lo primero que hay que hacer al escuchar esta parábola del Hijo Prodigo, es comparar la imagen que tenemos de Dios con la imagen que Jesús nos da de su Padre. El primer objetivo de la parábola es enseñarnos, en efecto, quién es Dios. Charles Peguy, ese gran poeta francés escribía: “Si todos los ejemplares del evangelio debieran ser destruidos en el mundo, sería necesario que se guardara al menos una página, aquella que relata la parábola del Hijo Prodigo para comprender quién es Dios: ese padre que aguarda, que espera, abre sus brazos, perdona y organiza una gran fiesta por el regreso de su hijo”.




Retomando el sentido…tomando conciencia…Recapacitando

 

 

Recapacitando entonces, se dijo:
"Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros. "

 

 Lucas 15:17–19 

 

 

¿Por qué nos aferramos a nuestros pecados? Este versículo proviene de la historia del hijo pródigo. Deberíamos conocer bien esa historia. El hijo decidió dejar a su padre y tomar su futura herencia, gastándola en una vida de pecado. Cuando se acabó el dinero que tenía, estaba en una necesidad desesperada. Entonces, ¿Qué hizo? ¡Recuperó el sentido! ¡Recapacito!

En verdad que esta línea merece nuestra meditación. Primero, revela lo que le sucede a una persona que cae en una vida de pecado. En este caso, el hijo finalmente cosechó el fruto de su pecado. Descubrió que su pecado lo dejó solo y en la indigencia. No sabía a dónde acudir. Y aunque nuestros pecados pueden no estar en la medida de este hijo, todos experimentaremos los efectos vacíos de los pecados que cometemos, tal como lo hizo este hijo.

La percepción profunda que podemos obtener de este hijo es que sí se dio cuenta. Específicamente, al “recuperar el sentido”, al recapacitar, reconoció dos cosas importantes. Primero, se dio cuenta de que hay algo que vale más que una vida de indigencia. Nadie debería tener que vivir una vida empobrecida y vacía. Por lo tanto, al ver su propia dignidad, se dio cuenta de que estaba hecho para más.

En segundo lugar, sabía que podía recurrir a su padre. Qué bendición fue para él saber esto. La razón por la que sabía que podía recurrir a su padre era que su progenitor claramente lo amaba con amor incondicional. La misericordia en el corazón del padre era tan fuerte que el hijo se dio cuenta y esta conciencia le dio confianza para volverse hacia él. 

Reflexiona, hoy, sobre esta doble acción. El hijo ve su miseria y también ve a su padre como la persona a la que puede acudir con confianza. Debemos esforzarnos por hacer lo mismo en nuestras propias vidas. El Padre en el Cielo nunca nos rechazará. No importa lo que hayamos hecho o lo lejos que nos hayamos alejado, el amor del Padre es perfecto, implacable, incondicional y siempre atractivo. Él está listo y dispuesto a descartar todo mal que hayamos hecho si nos volvemos a Él con confianza. ¡Recapacita con respecto a tus pecados! Suéltalos, arrepiéntete y confía en la misericordia de Dios.

 

Señor del amor perfecto, mis pecados me dejan seco y vacío por dentro. Veo la miseria y el dolor que resultan de las decisiones pecaminosas que he hecho. Ayúdame, amado Señor, a recobrar el sentido y a apartarme de cada pecado que cometo. Ayúdame a ver que Tu misericordia es mucho mayor que cualquier cosa que haya hecho. Te agradezco por Tu amor perfecto y recurro a Ti en mi necesidad. Jesús, en Ti confío.







OBJETIVO DE VIDA PARA LA SEMANA

1.     Verifico mi confianza en la misericordia de Dios: ¿estoy convencido que Dios me acoge y me perdona en todo lo que yo soy?

2.     Realizo gestos concretos que favorezcan la reconciliación: vivir el sacramento de la penitencia y de la reconciliación, volver a comunicarme o fortalecer los lazos con alguien de quien me había alejado, visitar una persona sola o marginada, colaborar con un organismo humanitario, etc.




ORACIÓNMEDITACIÓN

Hijo pródigo, hijo mayor,
Hija prodiga, hija fiel,
Padre inflexible y severo, padre alcahuete y bonachón,
¿Madre ingenua, madre vigilante?
Yo no sé quién o qué soy
Y me niego mismo a saberlo.
Yo querré justo y todo simplemente
Acoger la revelación del amor del Padre
Que Tú me develas (o descubres) en esta parábola, Señor.
Mis errores no acaban,
Por momentos hijo menor, a ratos hijo mayor,
Yo navego entre el perdón para mí
Y la severidad (exigencia) para el otro.
Permíteme hundirme simplemente en la alegría del Padre.

Amén.




REFERENCIAS:


-         Pequeño misal “Prions en Église”, edición en francés, Quebec, 2013.

-         http://mystereetvie.com

-         http://kerit.be

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