lunes, 31 de marzo de 2014

En los 100 años del nacimiento de Octavio Paz. El laberinto de la Soledad

Más que ateo, Octavio Paz, (de quien el mundo cultural celebra este 31 de marzo 100 años de su nacimiento) prefiere considerarse agnóstico, y más que agnóstico, prefiere decir que perdió la fe y que “está buscando”. Como no acepta el ateísmo “fácil” de negar a Dios y quedarse tranquilo, subraya a menudo el sinsentido en que se mueve el mundo moderno al haber perdido la religión como forma vivificadora de la sociedad antigua y medieval, pero esto no le parece motivo suficiente —ni lo es— para concluir en la existencia de Dios. No puede haber desgracia mayor que la no-existencia de Dios, pero, si ése es el caso, no le queda al hombre más que atenerse a su desgracia: “al desaparecer el poder divino, sustento de la creación, el suelo se hunde bajo sus pies”: muerto Dios muere también el hombre.


No sabemos a ciencia cierta porque ciertos libros u obras y correspondientes autores tienen privilegio en nuestra vida, en los inicios y fundamentos de nuestra existencia .  Mientras que hay otros escritores o poetas que descubrimos más tarde y hace que nos preguntemos  porque no fuimos asiduos a ellos, porque desconocemos tanto de su vida y de su obra.  Quizás porque nuestros padres, maestros  y demás tutores culturales no gustaba de ellos?

Casos particulares en mi vida son por ejemplo, el peruano Mario Vargas Llosa, Álvaro Mutis y el ensayista y poeta mexicano de quien se celebra hoy un siglo de su nacimiento: Octavio Paz. Autores con los cuales nunca he tenido una comunión o un vínculo emotivo (sea de admiración o aversión) pero de quienes  tampoco puedo afirmar categóricamente que me sean indiferentes.

Descubro que los 3 autores citados tienen algo en común: su mirada reticente y crítica a la Fe Católica (Iglesia, Dios de la revelación judío - bíblica, etc). Puede ser aquella, una de las causas de que no sean tan afines para mí, ni presentes en la historia de mi aprendizaje y cultura integral. Pero, cómo es posible que no me inspiren el mismo sentimiento Camus, Nietzsche o el mismo Freud, quizás más renuentes, agnósticos de cara al fenómeno religioso?

Sin lugar a dudas los escritores influyen en nuestra vida y en nuestras decisiones de vida. Ellos son maestros sea de entusiasmo o de decepción, de sentido o sin sentido, de compromiso con el mundo o indiferencia vital.

Lo que he aprendido por ejemplo de Octavio Paz lo he asimilado en las últimas horas, pues solo retenía en mi cabeza que era mexicano, que había ganado el Premio Nobel de Literatura en algún año de los 90…No sabía con certeza si era más narrador, poeta o ensayista…Ahora sé que cultivó y exploto todos los géneros literarios y que su grandeza, según, sus biógrafos y lectores fue la calidad de su verso, la riqueza y precisión de su lenguaje, su sensibilidad ante la mujer, el amor y su inquietud por el ser y esencia del hombre, y en quien descubrió una semilla de divinidad y trascendencia…Quizás su experiencia humana no lo llevara a Dios o que Dios le llevara al hombre, no, en Paz la reflexión sobre el hombre le hace sugerir una posible existencia de Dios”.

Octavio Paz, sin confesarse nunca totalmente ateo desconfiaba del Dios bíblico revelado, se mostró simpatizante con la espiritualidad de la religión budista, pero nunca dejó de sentir nostalgia por el catolicismo influido por su madre y que vivió en su infancia.

Pero, no se puede obviar que Octavio Paz más que ninguno otro autor compatriota suyo contribuye a la definición e identidad de la “mexicanidad”.  Consciente de su propia historia personal, enriquecido por sus viajes y gran bagaje cultural, escribe el que sería uno de sus más conocidos ensayos “El Laberinto de la soledad”; “en este texto brillante en estilo y redacción, no solamente el escritor intenta la imposible definición de la mexicanidad, por otro lado, él entiende y coloca a la nación mexicana en el centro de los eventos que han marcado su formación. “El hombre, según entiendo, no está en o dentro de la historia; él es historia”, escribe, insistiendo sobre el buen fundamento o las bases de su proyecto y la necesidad de comprender el pueblo mexicano en la mirada de la historia, pero también de leer la historia como el espejo de la identidad mexicana”.

Así pues se encuentra en este ensayo una mezcla de influencias y de cohabitaciones que forman la esencia de México, así como también la personalidad del escritor mismo. “Si México ha nacido en el siglo XVI, ha sido en calidad de hijo de una doble violencia imperial y unitaria: la de los aztecas y la de los españoles”.  En el fundamento de la civilización mexicana contemporánea, los vestigios de las civilizaciones prehispánicas se mezclan con los estigmas de la colonización europea que ellos mismos se confrontan ante la influencia de los Estados Unidos, vecinos. Paz funda su estudio de carácter mexicano sobre esta cronología y esta geografía capitales, antes de explicar cómo la independencia y la revolución terminan por unificar el país incluyendo en él a todas las clases hasta ahora alejadas por la lógica colonial.

Dentro de una multitud de signos distintivos íntimamente ligados a la historia del país y de los pueblos que coexisten, Octavio Paz logra erigir una cartografía elocuente del “mexicano”. Describe entonces en la mexicanidad una virilidad exacerbada, una cultura de la muerte, un gusto del orden y de la forma, una identidad construida entre rechazo y herencia de los valores del antiguo continente. Pero si el escritor opone bien una cierta objetividad de los criterios a lo complejo de la empresa, la definición anunciada al final de las páginas, destaca bien un análisis psicológico subjetivo de una generalización que es posible protestar. Por otro lado bajo la excusa de una mirada crítica de su país, Octavio Paz no contiene ni se traga sus palabras y no justifica para nada a sus compatriotas: una crítica que él estima es necesaria para la liberación y para la reconstrucción del ser y nación mexicanos.

Este  ensayo antropológico de Octavio Paz revela ampliamente su arte sabio del lenguaje. Alrededor de una onra poetica mayor-él publica su primera colección de poemas “Luna Silvestre”  en 1933, a la edad de 19 anos-.

Paz, aporta un cuidado considerable a sus textos en prosa e incorpora códigos estilísticos, con frecuencia, cercanos a la poesía, magnificando los hechos verificados de la historia y mezclando a ello la fuerza de los mitos, que él considera están en la base de la política contemporánea.


Poeta, novelista, crítico literario, traductor, ensayista y periodista, Octavio Paz ha marcado el siglo XX con su huella, dejando tras de él- entre otras cosas, una obra poética que le hizo merecedor del Premio Nobel de Literatura en 1990: además una cantidad considerable de ensayos culturales y sociales donde “El laberinto de la soledad” se destaca entre todos  como el fundamento y testimonio más legendario.


Referencia:

http://evene.lefigaro.fr/livres/actualite/octavio-paz-labyrinthe-solitude-1857.php

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