lunes, 24 de marzo de 2014

30 de marzo del 2014: 4o Domingo de Cuaresma A

Curando a un ciego de nacimiento, Jesús se revela como LA LUZ DEL MUNDO. El Bautismo hace “nacer a la luz”, como Pablo les  recuerda a los bautizados de la comunidad de Éfeso.




EVANGELIO DE NUESTRO SENOR JESUCRISTO SEGÚN SAN JUAN CAPITULO 9, VERSICULOS 1-41

1. Al pasar, Jesús vio a un hombre que era ciego de nacimiento.

2. Sus discípulos le preguntaron: «Maestro, ¿quién ha pecado para que esté ciego: él o sus padres?»

3. Jesús respondió: «Esta cosa no es por haber pecado él o sus padres, sino para que unas obras de Dios se hagan en él, y en forma clarísima.

4. Mientras es de día tenemos que hacer la obra del que me ha enviado; porque vendrá la noche, cuando nadie puede trabajar.

5. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo.»

6. Dicho esto, hizo un poco de lodo con tierra y saliva, untó con él los ojos del ciego

7. y le dijo: «Vete y lávate en la piscina de Siloé (que quiere decir el Enviado).» El ciego fue, se lavó y, cuando volvió, veía claramente.

8. Sus vecinos y los que lo habían visto pidiendo limosna, decían: «¿No es éste el que se sentaba aquí y pedía limosna?»

9. Unos decían: «Es él. » Otros, en cambio: «No, es uno que se le parece».

10. Pero él afirmaba: «Sí, soy yo.» Le preguntaron: «¿Cómo es que ahora puedes ver?»

11. Contestó: «Ese hombre al que llaman Jesús hizo barro, me lo aplicó a los ojos y me dijo que fuera a lavarme a la piscina de Siloé. Fui, me lavé y veo.»

12. Le preguntaron: «¿Dónde está él?» Contestó: «No lo sé.»

13. La gente llevó ante los fariseos al que había sido ciego.

14. Pero coincidió que ese día en que Jesús hizo lodo y abrió los ojos al ciego, era día de descanso.

15. Y como nuevamente los fariseos preguntaban al hombre cómo había recobrado la vista, él contestó: «Me puso barro en los ojos, me lavé y veo.»

16. Algunos fariseos, pues, dijeron: «Ese hombre, que trabaja en día sábado, no puede venir de Dios.» Pero otros decían: «¿Puede ser un pecador el que realiza tales milagros?» Y estaban divididos.

17. Entonces hablaron de nuevo al ciego: «Ese te ha abierto los ojos, ¿qué piensas tú de él?» El contestó: «Que es un profeta.»

18. Los judíos no quisieron creer que siendo ciego había recobrado la vista, hasta que no llamaran a sus padres.

19. Y les preguntaron: «¿Es éste su hijo? ¿Y ustedes dicen que nació ciego? ¿Y cómo es que ahora ve?»

20. Los padres respondieron: «Sabemos que es nuestro hijo y que nació ciego.

21. Pero cómo es que ahora ve, no lo sabemos, y quién le abrió los ojos, tampoco. Pregúntenle a él, que es adulto y puede responder de sí mismo.»

22. Los padres contestaron así por miedo a los judíos, pues éstos habían decidido expulsar de sus comunidades a los que reconocieran a Jesús como el Mesías.

23. Por eso dijeron: «Es mayor de edad, pregúntenle a él.»

24. De nuevo los fariseos volvieron a llamar al hombre que había sido ciego y le dijeron: «Confiesa la verdad; nosotros sabemos que ese hombre que te sanó es un pecador.»

25. El respondió: «Yo no sé si es un pecador, lo que sé es que yo era ciego y ahora veo.»

26. Le preguntaron: «¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?»

27. El les dijo: «Ya se lo he dicho y no me han escuchado. ¿Para qué quieren oírlo otra vez? ¿También ustedes quieren hacerse discípulos suyos?»

28. Entonces comenzaron a insultarlo. «Tú serás discípulo suyo. Nosotros somos discípulos de Moisés.

29. Sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ése no sabemos ni siquiera de dónde es.»

30. El hombre contestó: «Esto es lo extraño: él me ha abierto los ojos y ustedes no entienden de dónde viene.

31. Es sabido que Dios no escucha a los pecadores, pero al que honra a Dios y cumple su voluntad, Dios lo escucha.

32. Jamás se ha oído decir que alguien haya abierto los ojos de un ciego de nacimiento.

33. Si éste no viniera de Dios, no podría hacer nada.»

34. Le contestaron ellos: «No eres más que pecado desde tu nacimiento, ¿y pretendes darnos lecciones a nosotros?» Y lo expulsaron.

35. Jesús se enteró de que lo habían expulsado. Cuando lo encontró le dijo: «¿Tú crees en el Hijo del Hombre?»

36. Le contestó: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?»

37. Jesús le dijo: «Tú lo has visto, y es el que está hablando contigo.»

38. El entonces dijo: «Creo, Señor». Y se arrodilló ante él.

39. Jesús añadió: «He venido a este mundo para llevar a cabo un juicio: los que no ven, verán, y los que ven, se volverán ciegos.»

40. Al oír esto, algunos fariseos que estaban allí con él le dijeron: «¿Así que también nosotros somos ciegos?»

41. Jesús les contestó: «Si fueran ciegos, no tendrían pecado. Pero ustedes dicen: "Vemos", y esa es la prueba de su pecado.»



A guisa de introducción

El desaparecido escritor portugués José Saramago (1922  +2010), tenía una forma de escribir sugerente y arrobadora. Sus imágenes dantescas o la descripción de situaciones plenas de absurdo o sin sentido, conquistaron y siguen conquistando a muchos lectores en el mundo. Por esto mismo, los escritos del autor lusitano pueden causar 2 diferentes reacciones en sus lectores, sea una crítica pesimista alrededor de la existencia humana y su absurdo o por el contrario lanzar al lector hacia un cuestionamiento de las estructuras, de las personas y las causas que dan origen a escenarios plenos de tragedia, oscuridad y sin sentido.

AL momento de galardonarlo con el Nobel de Literatura, La Academia Sueca destacó su capacidad para «volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía».[

Saramago es el autor de la novela llamada  Ensaio sobre a Cegueira “ o “Ensayo sobre la ceguera”, en francés se le tituló  “L”aveuglement”.

EL libro apareció en 1995  La obra narra como una extraña epidemia condena a una ciudad a la ceguera blanca. A través de su parábola bien narrada, José Saramago  aborda las consecuencias de la ceguera que afecta a toda la humanidad.

Aquel libro que leí en el verano de 1998 me impresionó bastante, pues la novela subraya las consecuencias de la pérdida de los principios de la civilización, en la escena aparecen seres humanos que luchan por sobrevivir ante la enfermedad devastadora y enceguecedora…Cuando no hay luz, cuando “No se quiere ver” o no se ve, la deshumanización avanza sin freno.

En el evangelio de este 40 Domingo de Cuaresma, se nos narra el encuentro de Jesús con un hombre ciego de nacimiento.

 Este hombre nunca ha visto una sonrisa, ni lágrimas. Él no puede admirar el azul del cielo ni el verde de la primavera. Vive en un mundo sin luz, donde solo cuentan el tacto y el oído. A la salida del templo, Jesús lo ve. En él reconoce a todos los seres humanos, esos ciegos que andan a tropezones en un mundo de tinieblas y de horizontes cerrados. Es ahora cuando Jesús toma la iniciativa de repetir el gesto del Creador (Gen 2,7). Con el barro y por su palabra: “ve a lavarte…”, hace del ciego un ser nuevo. El invidente pasa de las tinieblas de la noche a la luz del día, a la luz de la fe que abre los ojos de su corazón: “yo creo Señor”.
Además de mostrar a Jesús como el Salvador, esta curación del ciego nos enseña la profunda significación del bautismo. Por este sacramento, llegamos a ser hijos de la luz. Recibimos la luz de Cristo resucitado: luz de Pascua que ha vencido la noche de la tumba y es fuego de Pentecostés que inunda nuestros corazones del amor de Dios y de los demás.

 Esta luz, la hemos recibido para vivir todos los días y propagarla alrededor de nosotros.

Una de las Gracias de la Cuaresma es tomar conciencia de que somos bautizados llamados a vivir como hijos (as) de la luz.



Aproximación psicológica al texto del Evangelio:


"Si fueran ciegos no tendrían pecado"

En su primera carta, Juan nos pide mantener nuestras “entrañas abiertas” de cara a nuestros hermanos; es decir, de dejarnos invadir interiormente por aquello que ellos son y por lo que ellos viven (1 Jn 3,17).

Cuando por egoísmo o por miedo, yo cierro mis entrañas, cuando yo me vuelvo duro interiormente, la realidad exterior no puede tocarme más ni tampoco interrogarme. El dialogo extraído de este pasaje del evangelio, ilustra bien este fenómeno de insensibilidad, presentándonos la reacción de fariseos después de la curación realizada en el hombre y ante quien sus ojos están cerrados.

- Ese, No es aquel que estaba ciego;

- - Sí, es él;

- - Sí, pero ha sido curado un día de Sabbat, entonces Jesús no viene de Dios;

- -…Y por tanto Él ha hecho un milagro…;

- - Vamos a preguntarle a sus padres si él estaba verdaderamente ciego;

- - Si, él lo estaba;

- - Nosotros, de todas formas preferimos ser discípulos de Moisés;

- - …ustedes, a pesar de todo, están en presencia de alguien que hace milagros en nombre de Dios…

- - Tú, no vengas para darnos lecciones, tú no eres nadie!

Los fariseos de ninguna manera se dejan interpelar por los eventos nuevos, mismo si Jesús les recuerda que su misión consiste justamente en cuestionarse. Él les dice: “si ustedes fueran ciegos no tendrían pecado” (v.41).

Dicho de otra manera, si ustedes admitieran que tienen un problema, y que hay cosas en las que ustedes tienen dificultad de ver, de comprender, ustedes no tendrían pecado, pero ustedes niegan su problema, su dificultad de ver: “ustedes dicen: nosotros vemos; por eso su pecado permanece”.

Jesús interroga a todo el mundo. Cuando digo que yo no veo, yo estoy preparado para interrogarme, para morir (renunciar) a mis viejas creencias o actitudes que me impiden ver. Y de pronto yo llego a ser capaz de aprender de nuevo a ver, a amar y a vivir. Porque Jesús hace que me pregunte en mi incapacidad confesada y me dice: estas bien seguro de que tu no ves nada? Fija tu mirada acá (sobre mí) para ver…y yo comienzo entonces a comprender cosas…

Inversamente, Jesús les dice a aquellos que dicen ver, o que se dicen “que todo está bajo control”: “estás plenamente seguro de que ves claro, y que comprendes todo?” Y de repente, la persona llega a comprender que no ve todo, que no todo está bajo control como pensaba. Y una vez que ella acepta o dice: “Yo no veo”, se alista para nacer de nuevo, para comprometerse en el momento indicado en su liberación personal.

El pecado no es tener problemas, sino más bien que el pecado consiste en negarlos para evitar de tomarlos en serio a la mano…Como nos decía un viejo profesor sabio en el seminario: “no te preocupes o te despreocupes… ocúpate!”


Para un cuestionamiento:

Jesús afirma: “es para una interrogación (una dificultad, una protesta) que yo he venido al mundo”. Acoger la salvación, es aceptar dejarse interrogar o cuestionar por Jesús. Esta afirmación puede llevarnos a parafrasear la primera carta de San Juan: “Quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve” (Jn 4,20) llegando a ser: “Aquel que no se deja inquietar (cuestionar) por su hermano, a quien ve, no puede dejarse interrogar por Jesús a quien no ve”. Aquel que no tolera que se le hable de sí mismo, de sus actitudes y de sus comportamientos, no tolerara en suma que Jesús lo haga de igual manera por su Palabra”.

Una de las razones por las cuales nosotros rechazamos los cuestionamientos, es evidentemente por nuestro miedo a cambiar algo en nuestra manera de ver y de hacer. Es por ello que nosotros somos- de manera más tendenciosa- llevados a mantener los otros (“a raya”) a distancia, por miedo a que un verdadero encuentro con ellos no venga a iluminarnos nuestra vivencia. “En efecto, todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas” (Jn 3,20).

Como Jesús lo dice aquí, nosotros no queremos ser desenmascarados, preferimos conservar nuestra mascara de modo que los demás no sepan que se pasa en realidad en nuestra vida. Pues, si ellos llegaran a conocernos tal como realmente somos, quizás entonces dejarían de amarnos. Y si hay algo que no queremos perder, es bien seguro, la estima de los otros. En efecto, cuando nosotros funcionamos (lo que ocurre frecuentemente) teniendo como principio extravagante (raro, loco…) que si los otros dejan de pensar bien de nosotros, nuestra vida no tiene ningún sentido.

Ahora, Jesús ha vivido justamente lo contrario y nos dice también exactamente lo contrario. Relájate tú, no intentes pretenderte perfecto, no ambiciones nunca de ningún modo arreglar tus problemas antes de dejarte conocer. “Quien buscara conservar su vida (a los ojos de los hombres) la perderá, y quien la perdiera la salvará” (Lucas 17,33). Si quieres salvar todo sin arriesgar nada, sin cambiar nada, tú perderás todo. Pero si aceptas arriesgar cosas (la bella imagen que los otros tienen de ti, tu seguridad interior…), si asumes el riesgo de reconocer y o admitir tus limitaciones, tus errores y tus contradicciones, tu saldrás adelante. Y es para ayudarte a vivir este caminar de cuestionamiento por lo que yo he venido…

***

Fariseos, judíos o nosotros mismos con frecuencia nos encerramos en nuestras certezas culturales religiosas o de identidad (idiosincrasia o nos volvemos “indios sin Gracia” de la Gracia de Dios) que nos impiden abrir los ojos y ver la realidad de Cristo Resucitado.
El ciego de Nacimiento no tiene prejuicios o ideas ya elaboradas (ya hechas) sobre el mundo puesto que él es ciego de nacimiento. Él es libre para reconocer al Salvador del Mundo bajo la condición de aceptar el baño con el agua viva (el bautismo) que hace renacer y llegar a ser hijo de Dios.



REFLEXIÓN CENTRAL:


De quién es la culpa?

A quienes creemos o tenemos FE se nos dice a menudo frases de corte existencialista sartriano como ésta: “Si Dios existiera no habrían guerras,  aquellas epidemias, esas desgracias. “

Sin pretender responder de entrada a esta cuestión, sugerimos un elemento de reflexión. Cada minuto, 23 niños mueren de hambre en el mundo. Y uno puede decir, en efecto: “Por qué Dios permite que en el mundo mueran 23 niños?”. Sin embargo, en el mismo minuto se gasta más de un millón de dólares para comprar fusiles, cañones, bombarderos,  Ahora entonces, Dios puede decirnos: “yo les doy un millón de dólares. Si con eso no basta para alimentar 23 niños, yo puedo darles un poco más, pero ustedes quizás podrían ensayar, tratar de solucionar el problema con ese millón de dólares…”

EL Director del Centro de Investigaciones Demográficas en Francia decía: “La tierra tiene con qué alimentar 40 mil millones de habitantes (de los 7000 millones que tiene hoy aproximadamente)”. Entonces, parece ser que Dios ha dado todo lo necesario. Es justo de nuestra parte acusar a Dios? Y cuando nosotros miramos a Cristo sobre la cruz, podemos seguir acusándolo aun?

Cuando se ven niños sufriendo por cáncer u otras enfermedades, la cuestión es lanzada por personas, mismo creyentes: “Es que Dios existe verdaderamente?” “Como puede Él permitir que los niños sufran?

Confrontados al mismo misterio de un mundo imperfecto y a veces destructor, creyentes e incrédulos pueden ponerse de acuerdo aquí: Si un Dios Bueno y amoroso existe, por qué ha creado un mundo con tantas lagrimas y sufrimientos?

Para estas preguntas no existe ninguna respuesta. Miremos de nuevo la respuesta de Jesús a sus discípulos en el evangelio de este domingo, cuando estos le piden que explique por qué este hombre nació ciego. Su respuesta podría ser parafraseada así: “yo no tengo explicación, y no pierdan tiempo buscando un culpable. Eso no aportará ninguna solución. Al contrario, este tipo de discusión nos paralizará en “Lo que está establecido” (statu quo), esto nos encerrará en nuestras limitaciones, en nuestro horizonte estrecho, dentro de lo que ya sabemos.

Miremos mejor una tal situación como un llamado que se le hace a nuestro corazón y a nuestra inteligencia para actuar, para encontrar soluciones, para ayudar y al hacerlo, seremos los brazos y las piernas de Dios.

Haciendo esto, estaremos marchando hacia horizontes infinitos para profundizar por nuestra misma  acción cada vez más, en el misterio de este mundo”.

Miremos. Cuando nos vemos confrontados a un ser querido que tiene limitaciones físicas, un hándicap, o que está herido o que sufre terriblemente, nosotros actuamos por amor, pero también con la esperanza de que nuestros gestos contribuyan a mejorar su situación. De igual manera, todo enfermo acepta  luchar, mientras que crea que puede salir de su situación.

Esta FE puede ser alimentada por la Palabra de Jesús contenida en el evangelio de este día: “La situación del ciego de nacimiento posibilitará la ocasión de ver las acciones de Dios a través de él”. En otras palabras, no solamente los hándicaps, o limitaciones o heridas físicas o la enfermedad no son obra de Dios, pero el solo hecho de cuidar las personas marcadas por los avatares de la vida y el trabajar por su bienestar, reflejan el corazón de Dios, nos pone en el diapasón de su acción en el mundo.

Nosotros no estamos solos, puesto que trabajamos con Dios. No me digan: “pero por qué entonces no ha hecho un mundo mejor desde el primer instante, para no vernos confrontados a reparar las vasijas quebradas?”  Quizás nos sea necesario y urgente olvidar la imagen de un Dios Todopoderoso, y volvernos hacia la figura del Todo humilde y compasivo?

La clave para comprender el evangelio del ciego de nacimiento, es la de comprender, « meternos en la cabeza «  que es necesario morir a ciertas imágenes de Dios para poder ver claro al fin. Es que Dios existe? Ciertamente no aquel que se encuentra en muchas de nuestras imágenes. Ciertamente no aquel de los sicarios colombianos que pedían (y aun piden, quizás)   a Él y a la Virgen bendecir sus armas y municiones para cometer sus asesinatos.

Ciertamente no aquel de los fariseos fijos y anclados (paralizados) en sus prácticas religiosas. Yo encuentro revelador el gesto de Jesús, al escupir para formar el lodo con su saliva y con el fin de solidificarla sobre los ojos del ciego. Es, aceptando este lodo como el ciego progresará hacia la luz.

Aquí no se puede osar comparar el lodo con la “bacinilla” o “pato”, pensando tanto en el enfermo como en la persona que debe vaciarla (s)?

Tratar de comprender este mundo, es tratar de conocer a Dios. Y al aceptar morir a muchas de nuestras ideas (creencias fijas, prejuicios, agüeros…), no estamos abriendo acaso la puerta a Aquel que se ha presentado como LA LUZ DEL mundo?





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