Sin reproche
(Lucas 16, 1-8) El
administrador desvía hacia sí la deuda de los deudores de su patrón, con la
esperanza de que mañana lo ayuden, evitando así tener que mendigar o robar. Ni
el amo ni Jesús lo reprochan. Ciertamente, hace poco caso de los bienes de un
amo que también ha hecho poco caso de él, despidiéndolo por una simple
denuncia. Pero lo esencial no está ahí. Él ha visto lo que demasiados creyentes
ignoran: el poder de los lazos de gratitud.
Primera lectura
Rom
15, 14-21
Ministro
de Cristo Jesús para con los gentiles para que la ofrenda de los gentiles sea
agradable
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.
RESPECTO a ustedes, hermanos, yo personalmente estoy convencido de que rebosan
buena voluntad y de que tienen suficiente saber para aconsejarse unos a otros.
Pese a todo, les he escrito, propasándome a veces un poco, para reavivar sus
recuerdos.
Lo he hecho en virtud de la gracia que Dios me ha otorgado: ser ministro de
Cristo Jesús para con los gentiles, ejerciendo el oficio sagrado del Evangelio
de Dios, para que la ofrenda de los gentiles, consagrada por el Espíritu Santo,
sea agradable.
Así pues, tengo de qué gloriarme en Cristo y en relación con las cosas que
tocan a Dios. En efecto, no me atreveré a hablar de otra cosa que no sea lo que
Cristo hace a través de mí en orden a la obediencia de los gentiles, con mis
palabras y acciones, con la fuerza de signos y prodigios, con la fuerza del
Espíritu de Dios.
Tanto que, en todas direcciones, partiendo de Jerusalén y llegando hasta la
Iliria, he completado el anuncio del Evangelio de Cristo.
Pero considerando una cuestión de honor no anunciar el Evangelio más que allí
donde no se haya pronunciado aún el nombre de Cristo, para no construir sobre
cimiento ajeno; sino como está escrito:
«Los que no tenían noticia lo verán,
los que no habían oído comprenderán».
Palabra de Dios.
Salmo
Sal
97, 1bcde. 2-3ab. 3cd-4 (R.: cf. 2b)
R. El Señor revela a las
naciones su salvación.
V. Canten al Señor un
cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.
Su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R.
V. El Señor da a conocer
su salvación,
revela a las naciones su justicia.
Se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R.
V. Los confines de la
tierra han contemplado
la salvación de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
griten, vitoreen, toquen. R.
Aclamación
R. Aleluya, aleluya,
aleluya.
V. Quien guarda la
Palabra de Cristo, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su
plenitud. R.
Evangelio
Lc
16, 1-8
Los
hijos de este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la luz
Lectura del santo Evangelio según san Lucas.
EN aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos:
«Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él de derrochar sus
bienes.
Entonces lo llamó y le dijo:
“¿Qué es eso que estoy oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque
en adelante no podrás seguir administrando”.
El administrador se puso a decir para sí:
“¿Qué voy a hacer, pues mi señor me quita la administración? Para cavar no
tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que,
cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa”.
Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero:
“¿Cuánto debes a mi amo?”.
Este respondió:
“Cien barriles de aceite”.
Él le dijo:
“Toma tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta”.
Luego dijo a otro:
“Y tú, ¿cuánto debes?”.
Él dijo:
“Cien fanegas de trigo”.
Le dice:
“Toma tu recibo y escribe ochenta”.
Y el amo alabó al administrador injusto, porque había actuado con astucia.
Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su propia gente que
los hijos de la luz».
Palabra del Señor.
1
🕯️ Tema central:
“La
gratitud como sabiduría del corazón: administrar la misericordia de Dios.”
I. Introducción: entre la astucia y la luz del
Evangelio
En este
viernes del tiempo ordinario, cuando la Iglesia nos invita a ofrecer una intención
penitencial y de súplica por quienes sufren en el alma y en el cuerpo, el
Evangelio nos presenta una parábola desconcertante: la del administrador
infiel. Jesús elogia su astucia, no su deshonestidad. No alaba el engaño, sino
la inteligencia práctica con la que este hombre busca salvar su futuro.
Es una
parábola provocadora, porque Jesús nos dice que los hijos de este mundo son
más hábiles para sus asuntos que los hijos de la luz. No se trata de
aprobar la corrupción, sino de exhortarnos a poner la misma pasión, creatividad
y decisión en los asuntos del Reino que muchos ponen en los asuntos del mundo.
II. Contexto: una crisis que revela el corazón
El
administrador está en crisis. Ha sido acusado de malgastar los bienes de su amo
y pronto quedará sin trabajo. En lugar de caer en la desesperación, piensa, planifica,
actúa con audacia. Cambia las deudas, busca amigos, procura ser acogido
cuando todo se derrumbe.
Jesús no
lo presenta como modelo moral, sino como ejemplo de reacción vital ante la
urgencia. Ante la pérdida, el administrador busca construir puentes de
gratitud. Descubre, quizás por primera vez, que la generosidad abre
caminos más seguros que el dinero. Su gesto crea una red de personas
agradecidas, que mañana le tenderán la mano.
Así
también, Dios nos invita a reconstruir nuestra vida desde la gratitud y la
misericordia, no desde la culpa o la avaricia.
III. San Pablo y la administración del corazón
En la
primera lectura, san Pablo exhorta: “Sean mis imitadores y fijen la mirada
en los que viven según el modelo que tienen en nosotros”. Y luego añade con
ternura: “Hermanos míos, a quienes amo y extraño, mi alegría y mi corona,
manténganse firmes en el Señor”.
Pablo no
administra bienes materiales, sino vidas, comunidades, afectos. Su
tesoro es el Evangelio y sus frutos son los lazos fraternos. Como el
administrador de la parábola, Pablo sabe que todo es gracia recibida y
compartida. No se aferra a sus méritos, sino que se alegra de ser
instrumento. Por eso nos invita a vivir con inteligencia espiritual, que
consiste en ordenar la vida según el amor y no según la ganancia.
IV. Gratitud: la astucia del Reino
Este
administrador de la parábola “Ha visto lo que demasiados creyentes ignoran:
el poder de los lazos de gratitud.”
La gratitud es una forma de inteligencia espiritual. El administrador no se
salva por cálculo, sino por reconocer que necesita de los demás. A
través de un gesto imperfecto, vislumbra una verdad profunda: la vida solo
se sostiene en relaciones de misericordia, no en contratos de dominio.
En el
mundo del dinero, todo se compra y se cobra. En el Reino de Dios, todo se agradece
y se comparte. Jesús nos invita hoy a ser astutos en el bien, a
invertir tiempo, energía y creatividad en hacer el bien, en sembrar compasión,
en sanar heridas.
V. Intención jubilar y penitencial
En este Año
Jubilar, cuando somos llamados “Peregrinos de la esperanza”, el Evangelio
nos interpela:
¿Cómo estamos administrando la gracia que Dios nos confía?
¿Somos fieles dispensadores de su amor o lo derrochamos en lo que no sacia?
¿Nos servimos de los dones para unir o para dividir?
Hoy
elevamos nuestra oración por quienes sufren en el alma y en el cuerpo:
los enfermos, los depresivos, los que sienten que su vida se ha “despedido”. Como
el administrador del Evangelio, que redescubran, a través de la gratitud y la
fe, el poder de los lazos humanos, la ternura que salva, la mirada de un Dios
que no despide, sino que siempre da otra oportunidad.
VI. Llamado a la acción
El
Evangelio de hoy nos invita a:
- Administrar con sabiduría
nuestros vínculos. No malgastar las relaciones, sino cuidarlas.
- Transformar las deudas en
oportunidades de reconciliación. Allí donde hay heridas, ofrecer perdón.
- Ser creativos en el amor. No resignarnos a “como
siempre”, sino actuar con ingenio evangélico.
- Practicar la gratitud. Cada gesto de bien deja una
huella en el alma propia y ajena.
VII. Conclusión: la astucia del amor
El
administrador de la parábola no fue modelo de justicia, pero sí de determinación
ante el juicio. Jesús lo presenta como espejo: “Si él actuó con tanta
astucia para su futuro terreno, ¿cuánto más deberían ustedes hacerlo por su
futuro eterno?”.
Que el
Señor nos conceda, en este tiempo jubilar, la astucia de los santos, esa
inteligencia del amor que no especula, sino que confía, que no teme perder
porque sabe que todo lo que se entrega en caridad se gana para la eternidad.
🙏 Oración final
Señor
Jesús,
Tú que miras con compasión nuestras torpezas,
enséñanos a ser administradores fieles de tu gracia.
Danos la sabiduría de usar bien lo que nos confías,
la humildad para reconocer nuestras faltas,
y la gratitud para tejer lazos de amor con los demás.
Mira a
quienes sufren en el alma y en el cuerpo,
los cansados, los rechazados, los que han perdido su rumbo.
Tócalos con tu misericordia,
y haz que descubran en Ti
la ternura de un Dios que no reprocha, sino que perdona y renueva.
Amén.
2
I. Introducción: rendir cuentas ante Dios
Queridos
hermanos:
El Evangelio de hoy nos presenta la parábola del administrador infiel,
un texto sorprendente por su tono y por el elogio final que hace Jesús: “El
amo alabó al administrador injusto porque había obrado con sagacidad” (Lc
16,8).
A primera
vista, parece una aprobación de la trampa; sin embargo, Jesús no elogia la
deshonestidad, sino la prudencia, la capacidad de reacción y la inteligencia
práctica del administrador ante una crisis.
Y en este viernes penitencial, mientras oramos por quienes sufren en el alma y
en el cuerpo, el Señor nos invita a preguntarnos:
¿Cómo
estoy administrando mi vida, los dones recibidos, mi fe, mis relaciones, mi
tiempo y mis bienes?
II. Primera lectura: un administrador del Evangelio
San
Pablo, en la carta a los Romanos (Rm 15,14-21), se presenta a sí mismo como un administrador
fiel de la gracia de Dios. Dice con humildad:
“No me
atrevo a hablar de nada que Cristo no haya hecho por mi medio.”
Pablo no
se atribuye los frutos de su misión; reconoce que todo proviene de Dios. Él es
solo un instrumento, un mayordomo de los misterios del Evangelio.
Por eso afirma:
“Mi única
gloria está en Cristo Jesús, en lo que se refiere al servicio de Dios.”
Esta es
la clave para entender el Evangelio de hoy: somos administradores, no
dueños.
Nuestra vida y nuestros talentos son un préstamo divino.
Y cada uno de nosotros tendrá que rendir cuentas, como el administrador de la
parábola.
III. El verdadero dueño: Dios
En la
parábola, el amo representa a Dios, y el administrador somos nosotros.
Todo cuanto tenemos —bienes, salud, tiempo, familia, fe, inteligencia— nos ha
sido confiado para el bien.
El error del administrador fue creerse dueño y usar los bienes de su
señor para su propio provecho.
Cuando su falta sale a la luz, el amo le dice:
“Rinde
cuentas de tu administración, porque ya no podrás seguir administrando.”
Esa frase
nos recuerda el momento del juicio personal: cuando el Señor nos pida cuentas
no de cuánto tuvimos, sino de cómo lo usamos.
Cada uno deberá responder por la administración del amor, la justicia, el
tiempo, la misericordia y la fe que se le confiaron.
IV. La sabiduría de reaccionar a tiempo
El
administrador infiel, ante la crisis, no se queda paralizado.
Pone en marcha un plan: reduce las deudas de los deudores y busca ganarse su
amistad.
Aunque su acción no es moralmente ejemplar, Jesús resalta su capacidad de
actuar con decisión y visión de futuro.
“Los
hijos de este mundo son más sagaces que los hijos de la luz.”
Jesús nos
invita a tener la astucia espiritual que muchas veces le falta al
creyente:
la audacia de quien busca la salvación con todo el corazón, la inteligencia de
quien usa los medios de este mundo para servir al Reino.
Si los
hombres se esfuerzan tanto por asegurar su bienestar temporal, ¿cuánto más
deberían esforzarse los cristianos por su salvación eterna?
V. En clave jubilar: administrar la misericordia
En este Año
Jubilar, el Señor nos recuerda que la verdadera riqueza no está en lo que
poseemos, sino en lo que sabemos compartir.
El administrador alabado no es modelo de honestidad, sino símbolo de quien, en
medio del desastre, aprende a ser misericordioso.
Reduce deudas, establece vínculos, repara relaciones.
También
nosotros, administradores de la gracia, estamos llamados a reducir las
deudas del prójimo, es decir, a perdonar, aliviar cargas, reconciliar,
sanar heridas.
Cada gesto de perdón y compasión es una forma de administrar bien los bienes
del Señor.
Por eso,
nuestra intención orante hoy se dirige a quienes sufren en el alma y en el
cuerpo:
- Los enfermos que viven con
dolor y soledad.
- Los deprimidos o desanimados
que sienten que su vida ha perdido sentido.
- Los que viven bajo el peso
de la culpa, la pobreza o la angustia.
Que Dios
los bendiga con consuelo, esperanza y la certeza de que su sufrimiento no es
inútil.
VI. El mensaje de san Pablo: trabajar por el Reino
Pablo
concluye su enseñanza recordando que su misión no consiste en buscar gloria
humana, sino en llevar el Evangelio a donde Cristo aún no ha sido anunciado.
Esa es también nuestra misión: administrar los dones de Dios para extender
su Reino.
No se trata de renunciar a los bienes materiales, sino de ponerlos al servicio
del amor.
El
verdadero administrador es aquel que, al final del día, puede decir como san
Pablo:
“He
cumplido el ministerio que Dios me confió; he procurado anunciar el Evangelio
donde Cristo no era conocido.”
VII. Aplicación pastoral
El
Evangelio de hoy nos ofrece tres lecciones para la vida:
1.
Todo pertenece a Dios.
No somos dueños, sino cuidadores de lo que se nos ha confiado.
2.
La crisis es oportunidad.
Como el administrador, debemos reaccionar ante nuestras caídas con creatividad,
conversión y esperanza.
3.
La fidelidad se mide en el amor.
Administrar bien los dones significa usarlos para servir, aliviar, compartir y
evangelizar.
Quien
administra desde la caridad, nunca malgasta, porque invierte en lo
eterno.
VIII. Conclusión: la astucia de los santos
El administrador
infiel fue hábil para asegurar su futuro terreno.
Los santos, en cambio, son los verdaderos administradores astutos:
usan todo —la riqueza, el dolor, el tiempo, el talento— para ganar amigos en
el cielo.
Ellos comprendieron que nada se pierde cuando se entrega por amor.
En este
viernes penitencial, Jesús nos llama a rendir cuentas con sinceridad, pero
también con esperanza.
Porque Él no es un amo que castiga, sino un Padre que confía y renueva.
🙏 Oración final
Señor
Jesús,
Maestro y Dueño de todo lo creado,
reconozco que nada me pertenece y todo es don tuyo.
Perdona
mis negligencias como administrador de tu gracia.
Enséñame a usar mis bienes, mi tiempo y mi vida
en favor de los pobres, los enfermos y los que sufren.
En este
Año Jubilar,
hazme buen mayordomo de tu misericordia,
capaz de perdonar, compartir y servir con alegría.
Que al
final de mis días,
cuando me pidas cuentas,
pueda presentarte un corazón limpio,
lleno de nombres, de gratitud y de amor.
Amén.
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